Capítulo 9


Los días van pasando en Qamar, la pequeña provincia en la que todos parecen considerar a Edén su guía, su pilar, la persona a la que acudir y a la que rendir adoración. Es algo que he ido descubriendo a medida que mi estancia en el palacio se prolongaba. Puede que Tauro sea el soberano máximo de todas las tierras de Allashay, pero Qamar sigue sus propias reglas. 

Es Edén quien marca los tiempos y en quien se refugian los lugareños. Puede que por su fama y porte de guerrero, por su fiereza al dar órdenes o por alguna causa que actualmente desconozco. Sea lo que sea, tiene mucho poder en el lugar y no lo oculta. Sin embargo, no se parece a un rey, pues se pone al nivel de la gente, no peldaños por encima de ellos. No le hace falta ya que con solo una mirada es capaz de dejar de piedra a los guerreros que le siguen y le ven como su líder.

Me desconcierta. No sé cómo estudiarlo, cómo interpretarlo. Está claro que tiene carisma y atrae a las personas como un imán hacia él. No obstante, a mí no me engaña. Sé que algo oculta, y voy a descubrirlo. No es una mera idea, es un hecho.

Me lo está poniendo difícil ya que hace semanas que apenas cruzamos palabra, desde que desperté en su habitación tras haber realizado el ritual de conexión. Las conversaciones han sido sustituidas por cruces de miradas furtivos. En la distancia. Desde una posición en la que casi podemos ocultar que nos estamos observando el uno al otro. 

En las trincheras esperando a ver quién da el siguiente paso dispuesto a atacar. Pero no bajamos la guardia, manteniéndose cada uno en sus posiciones. 

Las pocas ocasiones en las que nos hemos comunicado han sido en la sala principal del lugar, cuando estábamos compartiendo la velada con el resto de guerreros y habitantes del castillo. Fueron apenas monosílabos empleados con fines prácticos. Es decir, los pastelitos de frutos del bosque estaban colocados en su zona y me negaba a quedarme sin ellos solo porque no le viniera en gana dirigirme la palabra. 

En una de las situaciones estuve a punto de espetarle que si le parecía normal la situación. Sin embargo, mantuve la compostura y seguí comiendo con la vista fija en el horizonte. No iba a morder el anzuelo, si quería ver quién aguantaba más, que así fuera. 

Mis ganas de contestarle estaban propiciadas por los ojos curiosos que podían observarnos. Todos en el lugar parecían ser muy respetuosos con la vida privada de Edén. Estoy convencida de que él se aseguraba de que así fuera. En cambio, yo sabía que detrás de ese aparente desinterés había bulos, inquietudes y suposiciones sobre nuestra historia. Algo que no me podía permitir. No podía simplemente dejar que la gente sospechase sobre mí y sobre mis intenciones respecto a nuestra unión. No podía dar indicios de sospecha.

Había intentado conseguir información de los sirvientes. Sin embargo, sentía que era un tema del que todo el mundo evitaba hablar. ¿Acaso Edén les habría prohibido mencionarme nada? Lo único que había conseguido recabar se limitaba a simples conjeturas. 

Durante los días pasados había podido dar largos paseos por las distintas instalaciones, recorriendo los espacios e ideando un plan para adentrarme en los confines oscuros y prohibidos del castillo. Había guardias colocados en determinados puntos estratégicos; en puertas, pasillos y salones. Fingía observar la ornamentación del lugar cuando en verdad anotaba mentalmente las horas en las que cambiaban los turnos. 

Pero había algo más que necesitaba para poder colarme. No podía simplemente avanzar tras los portones en el cambio de hora con mi melena negra y mis ropas, sería descubierta tarde o temprano. Tenía que conseguir robar uno de los uniformes del personal del palacio. Sea lo que sea que hubiera, había visto cómo entraban a hacer sus tareas de limpieza. O eso quiero pensar.

Entro en el gran comedor, dispuesta a alimentarme bien para después colarme en los aposentos de los sirvientes y tomar prestado uno de sus trajes. 

Los guerreros han debido de finalizar el entrenamiento, ya que el bullicio del lugar me ensordece los oídos. Están dispuestos a lo largo de una gran mesa, comiendo e intercambiando impresiones entre ellos. Si es que a eso se le puede llamar una conversación.

Cuando paso por su lado, el vocerío disminuye. Algunos simplemente me observan disimuladamente. Otros, en cambio, no apartan la mirada de mí. Puedo distinguir alguna mirada recriminatoria. Supongo que no les hace gracia que una extraña se haya casado con su líder, más después de la escena que presenciaron. Supongo que me odian y no les gusta que haya adoptado una posición al lado de Edén, la persona que les ha dado todo lo que son. Un trabajo, un hogar, una misión. 

Como si mi cuerpo ya fuera objeto de su deseo y de su odio simplemente por estar en el radar de su vista. Sé lo que es no pertenecerse a una misma, y no estoy dispuesta a pasar por sus juicios. 

—Hay que saber hacer algo mejor que chuparla para estar ahí —escucho como le dice uno a otro, claramente con el objetivo de que les escuche. 

Encierro mis puños y me contengo mientras sigo caminando, no quiero ser más el centro de atención. 

Algunos de los hombres que se encuentran alrededor del que ha hablado emiten risillas secas. Buscan disimular, pero son igual de cómplices. 

—Bueno —continúa el mismo, por si todavía no le he oído—, hay quien se cree que abrirse de piernas frente a un hombre es una manera sencilla de embaucarlo y anularlo. 

No contengo mis palabras cuando hablo. No tienen idea de todos los sacrificios que he tenido que hacer para proteger a quienes amo, a quienes esperan que sea yo la que dé la cara y vele por ellos. 

Estoy sola en un lugar desconocido con un peso sobre mis hombros que ni siquiera sé si va a funcionar. No estoy para escuchar algo como eso.

Me giro de sopetón hacia ellos, golpeando la mesa con mis puños cerrados. El  líquido color granate de sus bebidas se derrama y sobresale del cuenco con el movimiento que he provocado.

—Como si me quiero acostar con todos los hombres de este lugar —escucho cómo se sobresaltan— Eso no os da derecho a opinar sobre mí. No dice nada sobre mí, sobre la mujer que soy y sobre lo que valgo. 

Claramente el guerrero que habló no se esperaba que fuera a plantarle cara. 

—Así que, ahora, si me disculpan —digo mientras agarro mi vestido y me giro, colocándome la melena—, me gustaría disfrutar de la comida sin escuchar conversaciones insulsas. Algo que sucede a menudo cada vez que abren la boca. Les recomiendo que vigilen lo que dicen, ya que ustedes solitos se encargan de que nadie quiera chupársela. De nada por hacerles el favor de explicarles por qué están a dos velas.

Seguidamente me alejo y me dirijo a la otra gran mesa que se encuentra en el lado contrario a la que ocupan los guerreros. 

Realmente ahora mismo me gustaría desaparecer y no sé ni dónde meterme. Aunque deberían ser ellos los que estuvieran así.

Qué pena que Edén no se encuentre en el lugar para observar a los monstruos que ha creado.

Me quedo quieta sopesando las opciones en base a los sitios que hay libres. Vislumbro a lo lejos a un hombre rubio, de complexión más delgada. No parece igual de musculoso y fiero que Edén y el resto de guerreros. Parece como si no encajara en el lugar. Se ha mantenido serio a lo largo de todo el incidente, dedicándome una mirada curiosa y extraña. 

Se termina su plato mientras mira con caras de asco a los guerreros que han osado meterse conmigo.

No es la primera vez que le veo, le he pillado en más de una ocasión observándome desde la distancia. Sin embargo, cada vez que me giro para devolverle el gesto, ya ha desaparecido.

—Señora —escucho que alguien me habla—, puede sentarse aquí si lo desea. 

Una de mis doncellas me hace un sitio entre el resto de moradores del lugar. 

Acepto su invitación y me siento a su lado. 

—Gracias —le respondo. 

Un silencio incómodo se instala al principio mientras comemos. El resto de personas que se encuentran alrededor de nuestra mesa le miran como diciendo: ¿En serio? ¿Invitar a comer con nosotros a la mujer de nuestro jefe?

Sin embargo, parece que el comedor es un lugar en el que todos se olvidan de la clase social a la que pertenecen. Tratándose y relacionándose indistintamente. 

—Tómeselo como un agradecimiento a la invitación que me hizo —me dice, recordando el momento en el que la invité a comer en mi habitación sin importarme nuestras posiciones. 

—No lo hice como el tipo de favor que espera ser devuelto —le digo. 

El resto nos mira sin entender nada, supongo que ella no les ha contado nada de lo que estamos hablando y no dan crédito. 

—Bueno, no sé de dónde vendrás —dice relajando la postura— pero aquí de lo primero que se suele hacer es presentarse y decirse el nombre. Así es más sencillo dirigirse a la otra persona sabes —me comenta dibujando una sonrisa burlona.

Me dan ganas de darme cabezazos por lo altanera que debo parecer. Lleva sirviéndome un tiempo y ni siquiera pregunté su nombre. Me muero de vergüenza. Me enseñaron que alguien de mi posición no debía rebajarse a ese nivel y eso trataba de hacer. 

No obstante, hoy era diferente. 

—Qué raras costumbres que tenéis —le digo devolviéndole la sonrisa. 

Se encoge de hombros. 

—Igualmente, por si te interesa, mi nombre es Eliana. 

Poco a poco, el resto de personas van interesándose por nuestra conversación. Perdiendo el miedo a mi presencia, comprendiendo que no muerdo. Al menos mientras no me den razones para hacerlo.

Por un momento respiro y me da la sensación de que el sentimiento que emana de mi interior me teletransporta meses atrás. Cuando me encontraba en el hogar que había construido. Antes de cruzarme con Edén y unirme a él. 

Trato de ocultar esa añoranza y esa calidez, pues ahora mismo no ayudan.

—Deberías de haber visto la cara que se le quedó a Isak cuando te diste la vuelta, un poco más y alguien le tiene que cerrar la boca para que no le llegue al suelo —me dice otra de las chicas refiriéndose al guerrero de antes. 

Sueltan ligeras risitas.

—Debes saber —me dice Eliana, como midiendo sus palabras— que no es algo que debas tomarte personal. Hay personas aquí que no la conocen y todo lo desconocido causa miedo. Isak se ha comportado como un auténtico gilipollas pero es por los prejuicios que tiene respecto a ti. Si quieres que todos en el lugar te acepten, tan solo tienes que ganarte su confianza.

—La única confianza que quiero inspirar a Isak ahora mismo es la de que le patearé el trasero si vuelvo a escuchar algo semejante salir de su boca —le respondo antes de llevarme a la boca el último trozo de comida. 

—No me refiero solo a él —me contesta— sino a todos nosotros. Tal vez... —me dice con gesto dudoso— quisieras venir por la tarde a la pequeña celebración que montará el personal. Podrías hacerte conocer de verdad y yo estaré ahí si necesitas una mano. Aunque me ha quedado claro que sabes defenderte sola. 

—Eli... —veo como intenta reprenderla la chica que habló antes. 

Otro de los chicos la agarra del brazo y le dice que se calle.

—Bueno —continúa ella, como diciéndole que ha interpretado su queja—, solo hay una pequeña condición —duda ligeramente antes de hablar. Con miedo a que sus palabras me hagan enfadar—. Edén no podría enterarse, no hasta que haya pasado la fiesta al menos. Después... —sonríe peligrosamente—, después ya será tarde para que haga nada. 

Mi respuesta automática es negarme. No puedo hacerlo, no sería apropiado. Sin embargo, por mucho que intente aparentar ahora y por mucho que se asemeje al papel que me tocará cumplir en un futuro, mi vida hasta ahora no ha sido tan diferente de la de las chicas que tengo en frente. 

Desde que llegué a Qamar no he hecho más que tener presente mi cometido. Olvidándome de mí, de mis necesidades, de mis deseos. Deseo volver a sentir la calidez de personas a mi alrededor que vibren conmigo. Además, puede que de esta forma logre conseguir el uniforme que tanto ansío. Matar dos pájaros de un tiro que se dice. 

Respondo con el objetivo de tranquilizar a las mujeres que creen que por estar unida a Edén voy a chafarles la fiesta. Si supieran. Soy la primera que está deseando sacarle de quicio. 

—Bueno, y si Edén tiene algo que decir —les respondo—, tendrá que vérselas con la señora del castillo.

Escucho cómo ríen por lo bajo y vitorean apoyando mis palabras. 

Un millón de gracias por cada lectura, comentario o voto.

Por si os habéis quedado con las ganas... hoy tenemos capítulo doble jeje <3

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