Capítulo 3
La ligera brisa de la noche acuna mi rostro con suaves caricias. Cierro mis ojos y respiro, empapándome de la oscuridad en todo su esplendor.
La fiesta continúa adentro, sin embargo, yo tuve que salir afuera para celebrar mi pequeño duelo privado. Debo honrar aquello que pierdo, las partes de mi ser que debo enterrar para poder seguir adelante.
Los recovecos en los que he escondido algunas partes de mí son tan profundos que no sé si podré volver a encontrarme cuando todo esto acabe.
La luna ilumina las aguas del pequeño lago que hay frente a mí en los jardines del palacio. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Me digo a mí misma que es por el viento que se ha levantado y no porque tengo miedo de fallar y no lograr mi cometido. A veces, necesito contarme pequeñas mentiras piadosas. Cada uno tiene su placer culpable.
Me giro cuando escucho unas nerviosas pisadas tras de mí. Alzo una ceja como interrogante a lo que está sucediendo.
-El señor me ha encargado decirle que el carruaje con los caballos ya está preparado. La he visto tan concentrada que no quería molestar.
-Dile que vaya yendo, le alcanzaré.
Mi doncella retiene su gesto, pero no lo suficientemente rápido como para que no me dé cuenta de que está tremendamente extrañada de que no quiera ir en el carruaje con mi marido el día de nuestra boda.
-Pero, señora -comienza dubitativa-, ¿Cómo planea llegar usted?
-Cabalgando, ¿Cómo si no?
Se retuerce las manos en señal de incomodidad.
-No sé si el señor estará de acuerdo con eso...Es algo peligroso...
-Pensaba que se había convertido en mi marido, no en mi carcelero para decidir por mí.
La mujer se sobresalta por mis ácidas palabras. Me maldigo por ello, ella no tiene la culpa de nada de esto.
-No era mi intención ofenderla, pero creo que antes de tomar la decisión, debería de saber que se tardan unas cuantas horas en llegar a Qamar, el que será su hogar a partir de ahora.
Hogar.
Dejo que la punta de mi lengua se deleite con cómo suena esa palabra. Por lo que he aprendido durante estos últimos años de vida, un hogar es algo que se construye, no algo que simplemente está ahí. Por eso, Qamar no es mi hogar ni lo será mientras no sea aceptada con todo lo que soy.
-Supongo que ir en carruaje no es tan mala idea. Mis pies están cansados de tanto bailar y, además, no desearía que el pobre caballo cargase conmigo sobre su lomo durante tanto tiempo.
Me encojo de hombros y comienzo a bajar la escalinata que se une con la terraza del jardín del palacio. Diviso el carruaje algo apartado de la entrada. Edén está recostado sobre la puerta cerrada, con los pies y los brazos cruzados, mientras descansa la vista en un punto lejano sobre el horizonte.
El sonido de mis tacones sobre el mármol de la escalera le advierte de mi presencia. Mi vestido plateado resplandece bajo la luz de la luna mientras hago el descenso hasta él. Le sostengo la mirada mientras subo al carruaje. Decido sentarme en el lado que tengo más cerca, rogando porque Edén no tome la decisión de sentarse a mi lado.
Por suerte para mí, se sienta enfrente y da la orden al cochero para que maneje a los caballos. Decido mantenerme en silencio, mirándole de reojo ahora que por primera vez estamos solos en un espacio reducido. Lentamente se desabotona la parte de arriba del traje así como las mangas, aflojándolo y adoptando una posición más cómoda.
Su cabello dorado está revuelto por el vaivén y ajetreo del día. No sé nada de él. Tiene gracia que ahora estemos atados el uno al otro, obligados a convivir y a llamarnos marido y mujer obviando que cuando le miro lo único que puedo ver es a una persona cómplice de todo el sufrimiento ajeno que he vivenciado.
Me digo que eso es algo que no puedo olvidar, este matrimonio tiene un objetivo claro, hay una razón detrás de todo este enlace. Además, por lo que tengo entendido, no es raro que en Allashay se lleven a cabo matrimonios de conveniencia. Así se aseguran tierras, acuerdos y cualquier entresijo que se pueda ver beneficiado de ello. Muy diferente de donde yo provengo pienso con pensar. Allí no es necesario que dos personas se unan para arreglar algo más.
-El camino hasta Qamar es largo, tal vez podrías dormir -me dice Edén.
Mi cuerpo se entumece. Por un lado, por el cansancio del día, y, por otro, porque desde que le vi por primera vez, todo mi ser se puso en alerta. Como cuanto estás esperando a que el enemigo desenvaine la espada por primera vez.
Su comportamiento me confunde, parece como si quisiera construir una pared invisible entre ambos, apartándome de su lado, no permitiéndome siquiera asomar la cabeza para conocer su mundo. Pero, ¿Por qué? ¿Qué se esconde detrás de sus acciones? ¿Será que sospecha? Imposible.
¿Cómo puedo trazar un mapa de mis acciones si parece que siempre estoy sobre arenas movedizas?
Yo conozco mis razones para verle como un enemigo. Pero no conozco las suyas para verme a mí como tal, ¿Acaso él no quería casarse?
Son muchas preguntas y ninguna respuesta.
-No sé si lo lograré -aparto la mirada hacia un lado-. No me gusta que me observen mientras duermo -supongo que una pizca de sinceridad dentro de la mentira en la que se convertirá mi vida no hace daño a nadie.
-No sabía que el lugar estaba tan lejos -continúo.
Entorna los ojos y se toma unos segundos antes de hablar.
-Supongo que hay ciertas cosas que ya deberías ir sabiendo. El Palacio Qamar se encuentra lejos del centro de la ciudad. El lugar de la boda fue un regalo por parte del Rey, que insistió en prestarnos una de sus pertenencias. Incluso... -duda antes de hablar, sin embargo, le animo con mi mirada a que continúe- Incluso nos ofreció pasar la noche de la boda en la estancia más lujosa del palacio.
-Supongo que la rechazaste -le digo.
-¿Acaso querías que la hubiese aceptado? -me dice levantando un ceja hacia mí.
-¿Acaso importa lo que yo quiera? -respondo.
La conversación se termina, y la muralla entre nosotros crece más y más. Me digo que no puedo seguir así, no voy a conseguir nada si no me acerco a él y no consigo que confíe en mí, ¿Qué es lo que me impide bajar la guardia?
No sé qué espera de mí. Sé que debería limitarme a cumplir ese papel, sea el que sea. Eso haría las cosas más sencillas. Sin embargo, hay algo dentro de mí que se niega a hacerlo, ya me he prohibido muchas cosas a mí misma como para ahora bajar la cabeza ante él.
Sin quererlo, mis ojos se cierran lentamente y mi cabeza se apoya en una de las paredes del carruaje mientras mi cuerpo es mecido por el suave vaivén que las pisadas de los caballos ejercen.
Todavía adormilada, noto como alguien me carga para sacarme del carruaje. Coloca una mano sobre mi espalda y otra por debajo de mis rodillas para posteriormente bajarse conmigo. Mi mejilla choca contra su pecho mientras nos lleva por lo que deduzco que son unas escaleras. Va a un paso tan ligero que parece que no le supone ningún esfuerzo cargarme.
De repente, se para. Aunque mis ojos siguen cerrados, sé que me está observando.
-Una de las razones por las que no me gusta que me observen mientras duermo es esta -digo con voz pastosa.
Abro mis ojos lentamente y pongo mis manos sobre los hombros de Edén para bajarme y así poder continuar hablando.
-Eso es aprovecharse de la vulnerabilidad en la que se encuentra la persona para intentar descifrar sus secretos -le digo.
-¿A cuántos más secretos, más temor por dejarse ver? -me pregunta.
Me encojo de hombros.
-No sé, dímelo tú, ¿Qué era exactamente lo que querías averiguar al observarme tan detalladamente?
-Tal vez solo quería saber quién se esconde tras esa coraza reluciente que porta Selena Blue.
-Tiene cierta gracia que me lo diga el guerrero que se esconde tras su espada mientras sus propios demonios le persiguen, Edén Lightmoon.
Nuestras miradas se sostienen por un segundo hasta que el personal de Qamar se acerca para recibirnos. Es muy tarde, por lo que deben de haberse quedado despiertos especialmente para recibirnos.
Edén entra rápidamente al lugar, como si de repente se hubiera acordado de que tiene que hacer algo muy importante. Se frena y me mira.
-Tú ahora también vives aquí, le diré a alguien que te muestre el lugar. Hay algo importante que debo hacer.
A continuación sube corriendo las escaleras y le pierdo de vista.
Una de las doncellas me acompaña y le pido que me lleve directamente a mis aposentos, mañana tendré tiempo de conocer el lugar con calma y, además, estoy agotada.
Cuando entro en la habitación, lo primero que noto es lo amplia que es y lo ordenada y vacía que está. Una gran cama está enmarcada por suaves cortinas sedosas que caen desde el techo y la envuelven. Me llega una ligera fragancia a rosas y veo cómo toda la habitación está decorada por ellas en determinados puntos estratégicos.
Me río.
-¿Acaso es Edén decorador de interiores en sus ratos libres? -le pregunto a la doncella.
-Oh no, señora. Esta es su habitación, no la de él. Sin embargo, se encuentra unida a la suya por un pequeño pasadizo.
En un primer momento, me quedo extrañada. La noche de bodas es igual en todos sitios, independientemente del reino del que provengas, ¿Qué hacía que no quisiera pasarla conmigo? Fuera lo que fuera, mejor así. Edén había hecho que me ahorrase tener que rechazarlo en su propia cama.
-Supongo que no se lo ha dicho -me dice nerviosa.
Chasqueo la lengua.
-No es que sea muy comunicativo conmigo.
-Es tradición que la pareja no duerma en la misma habitación hasta después del ritual.
Mi cuerpo se tensa por completo al escuchar esas palabras, no puede estar hablando en serio.
-¿Cómo dices?
-Os encontraréis con la sacerdotisa para poder hacerlo.
- ¿Acaso no hace tiempo que el Rey dijo que no era sustentado por la corona la realización del ritual de conexión en el reino de Allashay?
Mis nervios se han disparado así que no puedo dejar de caminar de un lado a otro de la habitación.
La doncella baja la cabeza y se hace pequeñita, totalmente dispuesta a permanecer en silencio y hacerse invisible.
-A no ser... -Continúo hablando- que el propio Rey no sepa que uno de sus guerreros más fieles va a emplear la magia para su propio fin.
Al cabo de un rato la digo que puede retirarse. Al segundo ya ha desaparecido por la puerta.
Me tiro sobre la cama, indignada. Maldito guerrero, qué calladito te lo tenías.
Quiero negarme, deseo imponerme ante él y decirle que no voy a realizar el ritual de conexión. Sin embargo, sé que no puedo hacerlo, porque eso haría que descubriera mi secreto y no estoy dispuesta ni puedo permitir que eso pase.
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