Capítulo 2

Paseo mi vista a lo largo de la sala del banquete mientras mis dedos juguetean con el último trozo del postre. Los ciudadanos de Allashay no son en apariencia muy diferentes de nosotros. Lo que nos diferencia a unos de otros, se encuentra en nuestro interior. Estoy comenzando a levantarme de la silla en dirección a la mesa de tartas cuando una mano me atrapa y mi dulce vista es opacada por un duro torso.

Un ligero gesto de fastidio se dibuja en mi rostro. Ahora seguro que los invitados se acaban mis pastelitos favoritos.

—No sabía que estábamos jugando al escondite —me dice Edén, todavía sujetándome contra su pecho.

—No lo estábamos —le respondo.

— ¿Entonces tú cómo le llamas a eso de huir de mí cada vez que te busco?

—Si de verdad quisiera huir de ti, ya habría desaparecido —refuto.

Lo cierto es que, en esta ocasión, no es él la persona a la que estoy evitando.  El solo hecho de pensar en tener que ver a nuestro invitado especial me provoca náuseas.

—Bueno, puedes intentarlo las veces que quieras si eso te divierte —me dice mientras suelta lentamente su agarre sobre mí —. Simplemente recuerda que yo no participo en ese tipo de juegos.

¿Y en cuáles sí participas, Edén Lightmoon?

—Simplemente recuerda tú que a mí no me gusta que me persigan —le respondo.

—No habría perdido mi tiempo en eso si hubiera tenido otra opción. No soy de los que retienen a las personas en contra de su voluntad—levanta su mano en mi dirección y me la ofrece, esperando a que decida si tomarla o no — ¿Me concederá ahora el honor de acompañarme, princesa? —el tono sarcástico con el que me nombra hace que me den ganas de abofetearlo.

Por el contrario, le hago una pequeña reverencia mientras le miro a los ojos y deslizo mi mano lentamente sobre la suya.

—Me encantaría poder decirle que es un placer hacerlo —me encojo de hombro—. Sin embargo, no acostumbro a mentir.

Una risa seca escapa desde el fondo de su garganta mientras tira de mi mano para guiarme. Sin embargo, una pequeña vocecilla se cuela en mi cabeza: tú no acostumbrabas a mentir. El tiempo verbal en el que se emplean las oraciones puede cambiar el significado de las mismas.

De repente, le veo, ni siquiera creo tener en mi vocabulario una palabra adecuada para describir a semejante espécimen. Está sentando en el enorme trono colocado en el fondo de la sala. Los invitados se van acercando poco a poco para rendirle respeto y lealtad.

En su mano derecha, sostiene un gran bastón, simbolizando su gran poder. Hay quién dice que el que necesita demostrarlo tanto, es porque tan grandioso no se siente.

No esperaba que nuestro primer encuentro se produjese tan pronto, sin embargo, es esperable que el rey de Allashay acuda a la ceremonia de unión de uno de los mejores guerreros del reino.

Edén y yo nos detenemos casi al final del pasillo. Su semblante, hasta ahora relajado, se endurece casi imperceptiblemente. Si no conociera su posición como guerrero y protector del rey, hasta diría que no le causa especial emoción rendir fidelidad a Tauro.

Nuestras manos siguen unidas en el momento en el que nos agachamos para hacerle una reverencia. Es repugnante tener que colocarte en una posición por debajo de un ser tan mezquino. Utilizar la influencia que tienes sobre el resto para hacer que acaten tus decisiones es abuso de poder.

—Su majestad.

Dejo que hable él. En parte porque no creo que nada bueno pueda salir de mi boca y porque no deseo exponerme demasiado. Es imposible que me reconozca, tiene que serlo. No hemos arriesgado tanto para nada.

—Edén Lightmoon —Tauro se pone en pie y da un paso hacia nosotros—. Mi querido guerrero, es un honor para mí poder bendecir esta unión.

Honor el nuestro al poder contar con su presencia en este día su majestad.

La mirado de Tauro ahora se dirige hacia mí. Me recorre desde las puntas de los pies hasta mi cabeza, evaluándome. ¿Acaso soy una estatua que está decidiendo si colocar en su palacio?

—¿Le gusta lo que ve? ¿O me pongo en un mejor ángulo, su Alteza? —las palabras salen de mi boca antes de que pueda darles forma.

Un silencio sepulcral se instala en la sala.

Lentamente bajo las manos hacia mi vestido, acariciando la tela que se escurre entre mis dedos, al igual que mi sentido común. Desapareció en el momento en el que decidí abrir la boca.

 ¿No es acaso esto lo que se espera de la mujer de un guerrero de Allashay, que su mayor preocupación sea su apariencia?

—Disculpe mi atrevimiento, pensaba que estaba admirando el vestido que tejieron especialmente para hoy. A la luz se aprecia mucho mejor, mire —añado en el tono de voz más dulce que mis náuseas me lo permiten a la vez que doy una ridícula vuelta sobre mí misma.

Tauro da un paso hacia delante y acaricia mi antebrazo, atrayéndome ligeramente hacia él.

—Claramente querida, siempre aprecio que las personas se coloquen en la luz, en un lugar donde yo pueda verlas. Qué pena que hasta ahora haya estado escondida entre las sombras.

Entrecierra los ojos y da un paso más en mi dirección.

—Estoy seguro de que Edén ya se lo habrá dicho, pero en sus tierras hay muchos comerciantes, no tendrá problemas en encontrar aquello que desee —me dice, volviendo al tema de la tela del vestido.

Esbozo una diminuta sonrisa. Edén y yo apenas hemos cruzado unas palabras, menos hemos llegado a ese punto en el que me cuenta sobre el lugar donde vive. Sitio, por cierto, al que tendré que mudarme más pronto que tarde y que desconozco totalmente.

— No podía perderme este día. Estaba deseando que llegase el momento en el que Edén sentase cabeza y decidiera unirse por fin. Tal vez así consigas quitarle esa idea estúpida de seguir viviendo en ese lugar, y venirse de una vez a la corte, donde debe estar —dice ahora girándose en su dirección.

Decido responder con el silencio, ya que hay algo altamente desconcertante en sus palabras. Es el Rey, solo con una orden salir de su boca ya puede hacer que Edén se traslade definitivamente a la corte, ¿Por qué no hacerlo? Es más, ¿Por qué Edén rehúye la idea de vivir en la corte? Es lo natural siendo uno de sus guerreros y protectores. 

Edén carraspea ligeramente y sin mirarle puedo jugármela a que está poniendo los ojos en blanco. Su presencia depura enfado emanando de él. Sé que está deseando echarme en cara mis palabras si no fuera por la presencia del Rey.

—Su Majestad, pensaba que ese asunto ya estaba zanjado. Me hizo una oferta difícil de rechazar para cualquiera pero mi decisión está tomada. Si nos disculpa, a mi esposa y a mí nos gustaría inaugurar el primer baile.

—Adelante —dice Tauro mientras se vuelve a sentar para continuar comiendo—. Los invitados deben de estar esperando a que la reciente pareja dé el paso para salir todos a bailar y desmadrarse.

Voy a realizar una pequeña reverencia de despedida pero no me da tiempo. Edén me agarra con cierta violencia un poco por encima del codo y me arrastra hacia la pista de baile.

Nos colocamos en el centro, Mejor dicho, él nos coloca a ambos en el centro y lanza una mirada demandante a la orquesta para avisar de que tienen que empezar a tocar. Otras parejas se van uniendo poco a poco al ver que vamos a comenzar a bailar.

Sus pasos son enérgicos y su agarre sobre mi cintura es fuerte. No flaquea en todas las vueltas que damos alrededor de la pista. Mi vestido plateado se ondea y reluce con el movimiento de nuestra coreografía.

—¿Qué demonios fue eso? —me dice en un susurro, no queriendo que el resto nos escuche.

La dirección natural de mi mirada estaba fija por debajo de su barbilla, sin embargo, decido elevarla para mirarlo directamente a los ojos. 

—No pensaba que te gustaran las esposas florero, pero si eso es lo que quieres, deberías haberme avisado con antelación —me encojo de hombros, sacándole de sus casillas.

Sus dientes se contraen mientras me empuja hacia un lado, haciendo que mi cabeza se incline hacia el suelo en uno de los movimientos del baile.

Me vuelve a subir con fuerza y acerca su rostro al mío.

—No me gustan las esposas florero. Pero sí las suficientemente listas como para saber cuándo deben morderse la lengua por su bien.

—Oh, qué detalle. Ahora viene la parte en la que me dices que estás preocupado por mí y que lo haces para protegerme.

—Estoy preocupado por el aprecio que le tengo a mi cabeza. Perdona por salvarnos el culo a los dos—seguimos girando—. No he llegado hasta aquí para  ahora perderla por alguien que no sabe cómo comportarse.

 No tiene ni idea de quién soy ni por lo que he tenido que pasar. Y así se quedará, en las sombras, oculto para que nunca lo descubra.

—¿Es que me vas a dar lecciones sobre cómo comportarme adecuadamente?

—No me tientes Selena.

El oírle llamarme por mi nombre me descoloca un poco. Una pared de hielo se erige entre ambos por lo que rápidamente recobro la compostura.

—¿O qué? ¿Acaso debería temerte?

Su agarre en la parte baja de mi espalda se acentúa.

—Es algo sobre lo que aún estoy reflexionando.

Dos extraños prometiendo cuidarse hasta el fin de sus días, temiéndose, en un juego de tira y afloja que no tiene ganador.

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