Capítulo 16
Eliana trenza suavemente mi melena, efectuando el semirrecogido que llevaré a la fiesta a la que tendré que asistir esta noche. Es el primer gran evento al que acudo desde mi estancia en Qamar.
—Gracias —la musicalidad de la palabra se queda resonando en mis labios.
—Años de práctica —me responde mientras sella con un broche lo trenzado.
—Por todo —añado rápidamente—. Por tenerme la mano cuando era una simple forastera —la pregunta sale por mi boca mientras mi mente sigue dando vueltas— ¿Tendrías otras aspiraciones si hubieras podido elegir? No vivir dependiendo de servir a alguien más.
—Todo lo que he hecho, ha sido porque en el fondo siempre me serviré a mi misma —añade— ¿Y tú, hubieras hecho algo diferente si hubieras podido elegir?
—Realmente nunca tuve opción de plantearme otra cosa.
—Siempre tenemos opción.
¿Será cierto? Un título que se me queda demasiado grande y que no sé si quiero, ¿Dónde está mi libertad ahí? Como cuando tuve que unirme a Edén, debería haber sido una decisión libre, tomada por el mero hecho de desear estar con esa persona. ¿Acaso no tomé por mí misma la decisión, sabiendo de las cosas que se me privarían? Soy consciente de que siempre he luchado con fuerza por seguir manteniendo mi identidad, por seguir conservando mi libertad dentro de lo escrito para mí.
Por un momento deseé olvidarme de todo: escapar, huir y construirme una vida a medida. Pero sabía que no podía hacerlo, que hay personas que dependen de mí. Siempre es bueno recordarse los motivos.
Eliana me saca de mis pensamientos:
—Respecto a tu pregunta, nuestra amistad se mantiene porque ambas así lo hemos decidido, me da igual lo que se supone que debería ser. Lo que hago, lo hago porque eres mi amiga, no porque sienta que te debo nada.
Sujeto su mano entre las mías antes de responderle.
—Lo sé, para mí es lo mismo —le dedico una sonrisa—. Siempre estaremos a tiempo de hacer lo que hemos querido, y que le den al resto— sé que no es del todo cierto, pero las mentiras piadosas alivian.
—Que le den si estamos juntas.
Me abraza, olvidándose por completo del tiempo que lleva trenzando mi cabello y de lo sencillo que sería destrozarlo. Cómo si me importase.
—Además, lo dices como si tú no hicieras siempre lo que se te viene en gana— me comenta mientras nos reímos.
Me levanto para rebuscar en la caja que Eliana ha depositado encima del tocador. Mis manos tantean y encuentran un antifaz negro en forma de mariposa con brillantes colocados en puntos estratégicos.
—¿Fiesta de máscaras? —pregunto sorprendida.
—¿No lo sabías? —niego con la cabeza— ¿No te lo dijo Edén?
Posiblemente sí me lo dijera y estuviera... distraída. Pensando veinte formas distintas en las que matarle, claro.
—Cada cierto tiempo, un rico comerciante, o eso es lo que dice ser él, organiza este tipo de fiestas. Pude verle en una ocasión, y todo a su alrededor denota misterio, así como sus celebraciones. Dicen que venda los ojos a sus invitados para que no reconozcan la ubicación, además de que cada vez se lleva a cabo en un lugar diferente —me comenta Eliana.
—¿En qué momento se le ocurrió a Edén aceptar algo así? ¿Le drogaron con alguna clase de hierba extraña para obtener una respuesta afirmativa? —pregunto curiosa.
Eliana se ríe ante mi desconcierto.
—Edén no es demasiado devoto de este tipo de fiestas, pero creo que le debe un favor al anfitrión en cuestión y después de responderle con tantas evasivas, ya no podía negarse. Además, el señor insistió en que asistiera acompañado por ti.
¿Por mí? Me retuerzo sobre la cama. Absolutamente cada vez que alguien tiene interés expreso en saber de mí, pienso que conocen más de lo que deberían.
Eliana siente cómo esta última declaración me ha puesto nerviosa. Y, aunque no sabe ni remotamente por qué estoy preocupada, trata de calmarme.
—Tranquila, no tendrá manera de reconocerte —entrecierro los ojos, no entendiendo del todo— ¿Para qué crees que es la máscara? Si hay una razón por la que a Edén no le gustan este tipo de fiestas es por que son... peligrosas —Eliana se retuerce las manos mientras me mira, para volver a enfocar la vista en el nudo que está haciendo con sus dedos.
—Realmente agradecería mucho si me desarrollases la idea completa.
Mira la puerta, como para cerciorarse de que está cerrada y nadie puede oírnos. Su tono de voz baja considerablemente, como si me estuviera confesando algo prohibido.
—Puede que sean solo especulaciones pero... el anfitrión usa la magia para que los invitados no puedan reconocerse entre sí, no al menos de una manera sencilla. Por eso cambia las localizaciones y obliga a usar las máscaras. Dicen que las hechiza para que nadie pueda reconocer el rostro de los invitados, o al menos su mente lo olvide rápidamente. Por eso tienen tanto éxito sus celebraciones, las personas pueden ocultarse tras máscaras y hacer aquello que no se permiten. El anonimato les brinda la oportunidad de hacer aquello que les plazca, total, nadie podrá nunca más encontrar el lugar ni seguirles el rastro.
Me quedo boquiabierta, ¿Edén, asistiendo a un lugar con magia? ¿Traicionando a su Rey? Sé que algo trama, siempre lo he sabido, pero, cada vez que creo descubrir algo, aparece algún dato nuevo que me hace estar más perdida que con la información anterior. Es como un puzle en el que las piezas no encajan.
Eliana se atusa el pelo nerviosa. No comprendo su preocupación por lo que la miro interrogante.
—Yo... lo siento. No quiero que pienses que porque sepa esto sobre... magia, yo soy... nunca habíamos hablado de ello y pensé que...
—Dilo —ahora la que está nerviosa soy yo, ¿pensó qué?
—Pensé que igual opinabas como yo. Que no porque vivamos en los límites de Allashay significa que pensemos igual que el Rey y que sus leyes nos representen. Que no creo que porque alguien sea distinto signifique automáticamente que deba ser castigado por ello, ¿Qué pensarán ellos de nosotros?
Las lágrimas empañan mis ojos.
—Eliana, yo... —me mira expectante, atenta a lo que voy a confesar— Yo... Realmente nunca habrá nada que haga que piense mal sobre ti. Prométeme que no volverás a tener miedo de compartir conmigo lo que sea.
Por un solo segundo, he estado a punto de desenmascararme. Menos mal que ha sido eso, un segundo. Un pequeño lapso de tiempo en el que he estado a punto de confesarle que yo soy una de ellos.
—Te lo prometo solo si tú haces lo mismo.
Ahora desearía que lo supiera con más fuerza que nunca, pero todavía no es el momento, no mientras conocer esa información pueda ponerla en peligro. Asiento casi imperceptiblemente, espero que pueda perdonarme. Al menos, intentaré cumplir mi promesa en la medida de lo posible.
—Así que... ¿Edén también irá enmascarado? —digo lo primero que se me pasa por la mente con el fin de desviar la conversación a otro tema.
—Es un requisito indispensable —me comenta—. No le vi partir, pero sé que ensillaron a los caballos hace unas horas. Él debía reunirse antes con el anfitrión para tratar unos asuntos, pero se negó en rotundo a que tú también acudieras. Supongo que no quería exponerte, ni ponerte en peligro.
Aunque me encantaría recriminarle, por primera vez coincido en su decisión. Conocer al anfitrión en persona, dado su aparente interés en mí y su relación con la magia, hubiera sido un grave error. En la fiesta, si es cierto todo lo que Eliana ha contado, la magia estará tan presente en el ambiente que será imposible discernir de dónde procede, por lo que no me será difícil pasar desapercibida.
—¿Qué favor tan grande habrá realizado para que Edén acepte tales condiciones?
Es más bien una pregunta retórica, pero Eliana se encoje de hombros.
—Sé que en esas celebraciones se juntan personas de todo tipo, y, debido a lo clandestino del evento, se toman toda clase de acuerdos, incluso aquellos que se salen fuera de lo políticamente correcto.
—Y... ¿Hay alguna forma en la que el hechizo no afecte a los invitados?
Eliana realmente no comprende los motivos que me llevan a realizar tal pregunta, pues lo que verdaderamente deseo es poder seguir a Edén y descubrir qué trama. Sin embargo, da por hecho que lo que me mueve es el deseo de estar junto a él.
—Las parejas suelen usar una señal, una prenda acordada, un perfume... algo lo suficientemente fuerte y significativo para el otro que pueda romper el hechizo —me entrega una caja más pequeña que la que guardaba el antifaz—. Edén me dijo que te lo entregase antes de partir, y que insistiera en que lo abrieras.
Por el tono que ha usado, creo que ella se estaba esperando que me dejase alguna clase de mensaje romántico acompañado de un obsequio. Sin embargo, lo que me encuentro al abrir la caja es... una daga.
Paso el objeto entre mis dedos para sentir el metal, lo que permite que una nota escrita se deslice hacia el suelo. La recojo para poder leer su contenido.
Úsala de ser necesario.
Posdata: espero no tener que recordarte que mi cabeza no es un blanco con el que practicar, princesa.
E.
El sello de Edén me confirma que, efectivamente, este es el obsequio tan romántico que Eliana esperaba que me encontrarse envuelto. Me río porque Edén aún no ha descubierto qué tan bien se me da utilizarla, pero supongo que ha pensado que no me sorprendería recibir una, ya que robé un cuchillo de la comida cuando fuimos al templo de Libra, donde realizamos el ritual de conexión.
—Cambio de planes, llevaré el vestido rojo.
Desato las cuerdas que adherían a mi piel la prenda que en un primer momento iba a llevar. Debido a los nuevos acontecimientos, necesito llevar algo más ligero que me dé un rápido acceso a la daga en caso de que sea necesario usarla.
Saco del armario la prenda roja, de color tan brillante como una rosa, o como la sangre, depende de cómo se mire. La observo por unos segundos y decido que es perfecta. Al mirarme en el espejo, compruebo que la abertura lateral tiene la medida justa para esconder la daga y proporcionarme un acceso directo.
He tratado de ocultar la daga a ojos de Eliana para no preocuparla. Sin embargo, soy consciente de que no ha surtido efecto en el momento en el que me agarra del hombro y deposita una liga enfrente de mi vista.
—Si vas a llevarla, tendrás que asegurarte de que se sujeta bien.
Sonrío. Se siente bien tener una cómplice.
—Hará falta algo más que una liga para sujetarla —le digo mientras recojo una caja de debajo de la cama—, no aguantaría ni un baile.
Saco el soporte de cuero negro para atarme las tiras en el muslo y así poder guardar la daga. Vuelvo a observarme en el espejo, comprobando que el objeto no es visible a pesar de la apertura con la que cuenta la vestimenta.
Si Eliana se extraña porque guarde escondido un objeto así, no lo refleja en su expresión ni hace preguntas. Sabe que no es el momento.
—Diría que ya tengo todos los complementos conmigo— le digo mientras ajusto la máscara negra de mariposa sobre mis ojos.
Eliana niega con la cabeza en actitud divertida, no obstante, para mí no pasan desapercibidas las líneas de expresión que surcan su rostro, denotando preocupación.
—Ten cuidado —me dice mientras me da un ligero abrazo, con miedo de que alguno de los complementos, no sabría especificar cuál, se mueva de su sitio.
—Eso díselo a ellos.
La venda en los ojos no ha sido necesaria, pues las ventanas del carruaje iban blindadas. Intento mantener activos mis sentidos, dispuesta a descifrar información, por pequeña que sea, que me otorgue claridad sobre el lugar al que me dirijo.
Aunque deteste reconocerlo, desearía que Edén se encontrase junto a mí en este cubículo asfixiante que me transporta. Tengo un arma y sé cómo usarla, pero no sería una idea descabellada tener otra que me salvaguardases las espaldas, en el caso de que fuera necesario.
Me intento tranquilizar, diciéndome a mí misma que todos los esfuerzos que he hecho no son en vano. Incluso aunque el anfitrión posea un gran control y dominio de la energía que luego canaliza en magia, me he esforzado demasiado para que no se pueda percibir la magia que corre en mi interior, de forma que no puedan encontrarme ni detectar mi poder como si de un imán se tratase.
El día que estallé, la noche de luna llena en la que Leo me encontró en el invernadero, había llegado a un punto en el que ya no podía más. Ese momento en el que sabes que ya no hay retorno posible a la casilla de salida.
Cuando comiencen mis entrenamientos con él será distinto, pues la magia poco a poco irá dejando rastro en todos los recovecos de mi ser y será más complicado ocultarme. Es el precio a pagar por dejar fluir en mi interior aquello que me corresponde, aquello que me he negado.
Tras nuestro encuentro en el invernadero, Leo me dejó una nota en la que decía que tenía que ausentarse por un breve periodo de tiempo, pero que, a su regreso, comenzarían nuestros entrenamientos. El escrito se desintegró con el calor del fuego, borrando cualquier rastro de información, pues el único dato que quedaba de ello eran las cenizas negras que le siguieron.
Mi instinto me invita a no fiarme, pero ambos estamos en el mismo barco pues ya se ha comprometido en el primer momento en el que no me delató. Además, es su palabra contra la mía.
El sonido de la cerradura abriéndose me pone en alerta. El cochero, también enmascarado, me ofrece su mano para que descienda por los escalones. Una imponente mansión de estilo gótico se cierne frente a mis ojos. Suelto la mano que me sostiene y me dispongo a subir por la escalinata de mármol negro con el fin de adentrarme en el interior.
Grandes candelabros dorados decoran el lugar, acompañados por sillones tapizados en cuero negro colocados en lugares estratégicos para que los invitados que ya han llegado puedan aprovecharlos. La decoración es majestuosa, invitando a despistar a los espectadores y desviar su atención de los acuerdos que se puedan estar efectuando a puerta cerrada.
Mientras observo el lugar, trato de discernir de qué forma el anfitrión puede llevar a cabo el hechizo del que Eliana me ha hablado. Si Edén me ha obsequiado con una daga, es porque la idea no es tan descabellada. O puede que sea el sinónimo del guerrero de regalar rosas.
Desde mi posición, a lo alto de la escalinata que lleva al gran salón de baile, puedo tener una visión completa de la estampa. Puede que el hechizo corra por el aire, pero sería demasiado débil y no surtiría efecto. O tal vez sí el suficiente como para nublar la mente y desinhibir las acciones, generando imágenes borrosas que luego serán eso, una niebla gris que se desvanece.
Puede que esté impregnado en la suculenta bebida que los camareros reparten por la sala. Ingerir una cantidad suficiente podría hacer que el efecto del hechizo fuera mayor, haciendo que al día siguiente la visión de lo ocurrido se desdibujara y la persona no fuera capaz de discernir si los recuerdos de su mente son sueño o realidad.
Sea lo que sea, no probaré nada. Tan solo necesito encontrar a Edén, descubrir qué trama y retener ese recuerdo en mi mente hasta el día siguiente. El resto, como si me lo borran de un chispazo.
Me ayudan a quitarme el chal de terciopelo negro así como la capucha que cubre mi rostro. Sin embargo, este permanece oculto tras la máscara de mariposa.
Decido que si la fiesta está abajo, lo mejor será comenzar a buscar por las habitaciones de arriba, alejadas del bullicio. Al cabo de una búsqueda sin éxito, me doy cuenta de que mi idea ha sido en vano, pues tras la mayoría de habitaciones ocultas encuentro como única información los gemidos de las personas que comparten algo más que secretos entre ellas, y ninguno de ellos parece provenir de Edén.
Cierro la última puerta antes de que me vean y me inviten a pasar y unirme, tal y como me ha sucedido en la habitación anterior.
Mi especialidad es escabullirme y encontrar precisamente lo que no quieren que descubra, tal y como sucedió con Yvaine. Por eso, cuando descubro una estancia más apartada que el resto en la que ya no se escucha el bullicio de la celebración, sé que debo seguir insistiendo. Si el anfitrión quería hablar con Edén, ahora es el mejor momento para hacerlo, cuando nadie va a estar pendiente.
—Vamos, solo te estoy ofreciendo una copa. Así podremos conversar más distendidamente.
—Creo que ya está todo conversado, no veo la necesidad de alargarlo más.
Mi respiración se detiene.
—Es una ofensa rechazar mis atenciones en mi propia celebración, guerrero.
Por un segundo coloco mi mano sobre el lugar donde descansa la daga, dispuesta a lanzarme sobre el hombre que mantiene una tensa conversación con Edén.
Tras mi posición, no puedo más que escuchar sus voces e intuir sus posiciones.
—No es necesario —escucho cómo dice el hombre, su voz suena titubeante, ligeramente temblorosa, pero rápidamente cambia el tono de voz al chispeante y forzado de antes—. Dije que en esta velada las espadas no podían ser complementos.
Ahora entiendo lo que pasa, Edén le ha amenazado ante sus insistencias.
—Entonces hice bien en no hacer caso a tu mal gusto —dice tajante.
Escucho desde mi posición las risas huecas del hombre.
—¿Qué tal está la pequeña? —siento cómo el tono de voz del hombre va cargado de provocación.
—Ni se te ocurra mencionarla —escupe Edén casi en un rugido gutural.
Mi corazón se encoje en un puño. La pequeña de la que hablan es... ¿Yvaine?
—Fue por ella que necesitaste de mi ayuda, ¿no? —le dice— Es lógico que me preocupe por su seguridad, ya que parece que el hechizo que la protegía se desvaneció.
—Ya no es necesario, así que no tienes nada por lo que preocuparte.
Me sorprendo al escucharle ya que me veo a mí misma descifrando un ligero titubeo en su respuesta, uno solo perceptible tras el tiempo que llevo observándole en Qamar. Desde fuera parece el fiero y rudo guerrero que no le teme a nada. Pero, desde dentro... ese ligero temblor explica que le han dado justo donde más le duele, donde más teme.
—Oh... pero lo hago —su tono frívolo y empalagoso me da arcadas— ¿Qué harás ahora que no cuentas con mi protección?
Ahora es Edén quien se ríe. Una risa seca, de esas que no llegan a cuajar. Su tono es claro cuando habla:
—Nunca he necesitado de tu protección —su voz no titubea ni un ápice esta vez— ¿Qué que haré? Enseñarle a no fiarse de personas rastreras y mezquinas que creen que tienen el mundo en la palma de su mano solo por saber ocultarse cual ratas, ¿necesitas que te recuerde porqué aún sigues estando donde estás?
Presiento movimiento en la habitación.
—Si he venido hasta aquí es para dejar todo zanjado y recordarte que nadie, absolutamente nadie, va a tocar un solo pelo de las personas que amo. Espero que no me hagas perder el tiempo con más advertencias.
—Por supuesto que no, guerrero —contesta, intentando mostrarse amigable—. Deseo que pases una muy agradable velada al lado de tu esposa, la cuál aún no tengo el placer de conocer —vuelve a cambiar el tono al meloso de antes, ¿es que no se cansa nunca?—. Te recomiendo que te asegures de que es a ella a la que te llevas a la cama y, si no, ¿Qué importa? Ambos lo habréis olvidado. Es más, igual debes asegurarte de que no sea ella la que se lleve a alguien más -dice acompañándolo de una carcajada gutural.
—Ella —hace una breve pausa para respirar—, puede hacer lo que le plazca.
Sé que había prometido que no iba a probar absolutamente nada de lo expuesto en las suculentas mesas que danzan a lo largo del lugar. Pero los dulces, recubiertos de glaseado y crema de chocolate, son mi perdición. Me paseo por el lugar acabando la adquisición que tengo en mi mano, he decidido que una no será suficiente para anularme el juicio.
Ya me he cansado de bailar con desconocidos enmascarados que me tienden su mano para integrarme en la pista de baile con el resto de parejas. La danza es algo que siempre me ha movilizado, sin embargo, ser tocada por extraños de los que casi no puedo ver el rostro, no es uno de mis pasatiempos favoritos.
Me deslizo entre los enmascarados que giran sobre la pista de baile, cabezas que vienen y van al son de la música. ¿Qué ideas surcarán detrás de esos rostros ocultos? El aire del lugar está recargado de secretos, identidades escondidas, recovecos oscuros y provocativos.
Todo resulta clandestino. Ideas, personas y amores clandestinos, todos juntos en un mismo lugar para burlarse de lo impuesto, de lo que debería ser. Descubro que la idea me recorre por dentro de forma placentera.
Un lugar en el que poder ser, sin máscaras, sin tener que ocultar lo que soy.
Muevo la cabeza ligeramente al vaivén de la música mientras siento pequeños roces sobre mi cuerpo de los trajes de las personas que giran. Siento la música con todos sus matices mientras mis ojos se cierran, disfrutando de la sensación de que, aunque enmascarada, me siento con la libertad de, por una noche, recuperando las palabras de Edén, poder hacer lo que me plazca.
A pesar de tener los ojos cerrados, siento una mirada sobre mí. Algo que, inexplicablemente, me recorre por dentro. Lentamente enfoco la vista y dejo de moverme al ritmo de la música. Paseo mi mirada por el lugar y, ahí está: el enmascarado de mirada esmeralda profunda que no aparta sus ojos de mí.
Las parejas siguen deslizándose a nuestro alrededor pero nosotros nos hemos quedado en un punto fijo, en una guerra de miradas que no tiene fin. Aprovecha los breves segundos en los que le pierdo de vista para avanzar en mi dirección. Hago lo mismo, deslizándome lentamente a lo largo de la pista de baile.
Finalmente, nos encontramos cara a cara. Sus ojos verdes intentan ver más allá de los míos a través de nuestras máscaras. Me ofrece su mano cuando comienza la siguiente pieza y deslizo mis dedos entre los suyos.
Nos movemos al ritmo de la música, su agarre firme sobre mi cintura. Nuestros pechos rozándose y sintiendo la respiración del otro, resonando cómo los tambores que dan comienzo a la batalla. Inclino mi cabeza hacia atrás mientras me sostiene. Su tacto sobre mí hace que mi piel arda ante el contacto, y , su mirada, profunda sobre la mía, comienza a derretir el muro en mi interior en el que mi alma se va quedando desnuda ante su visión.
Los secretos que nos rodean parecen no importar ahora. Las máscaras que nos hemos esforzado tanto en poner se desvanecen. Aquí, en el lugar clandestino en el que, por un breve periodo de tiempo, poco importa quiénes seamos.
Poco importa que yo, nacida en Alsahar, reino de la magia, me haya unido a un guerrero que ha jurado defender a su pueblo, Allashay, donde todo lo relacionado con el mundo mágico se considera cuanto menos pecado, sucio, prohibido.
Deslizo una de mis piernas sobre el suelo y, al subir, siento cómo su mano recorre la apertura de mi pierna y frena suavemente en el punto donde se encuentra la daga, notando su forma bajo la palma de la mano.
Su expresión es casi imperceptible, sus labios entreabiertos y su mirada penetrante sobre la mía es toda la información que puedo percibir, pues el resto se encuentra oculto bajo la máscara.
Sus dedos, apresados entre los míos, rozan esa línea que me llevo prohibiendo todo este tiempo y su agarre sobre mi cintura acercándome más a su rostro tienta el límite.
El calor brotando en mi interior se ve opacado por el frío que llega repentinamente. Alguien choca contra mí y se interpone entre nosotros, frenando nuestros movimientos. Descolocada, me escabullo entre las parejas con el fin de encontrar un lugar en el que respirar a solas.
Recorro los pasillos hasta que la música orquestal es apenas un suave susurro. Doy con un lugar apartado que desentona totalmente con el entorno, pues se trata de una pequeña biblioteca. Estanterías repletas de libros antiguos bañan las paredes, colocados cromáticamente con tonalidades que varían desde el granate intenso al gris ceniza.
Camino entre las estanterías disfrutando de la paz que emana el lugar. La mano en mi pecho intenta acompasar mis latidos, que se desbocan una y otra vez cuando recuerdo el cuerpo pegado junto al mío, sin intenciones de ocultar que no deseaba apartarme.
Me pongo en alerta cuando un sonido apenas perceptible, pero no para mí, pues estoy acostumbrada a vivir con todos los sentidos, me avisa de que tengo compañía, pues han cerrado la puerta.
Con un movimiento certero, pongo mi daga frente al que es mi mayor enemigo.
《¿O qué? ¿Acaso debería temerte?》
Las palabras que tiempo atrás salieron de mi boca, resurgen en mi interior en forma de recuerdos.
《Es algo sobre lo que aún estoy reflexionando.》
Debido a la maniobra, algunos libros se han escapado de la estantería más cercana y han caído al suelo. La daga reposa sobre su cuello y ejerce cierta presión, impidiendo que su cuerpo se separe de la estantería.
Sus ojos esmeralda se ocultan tras la máscara y las hebras doradas de su melena caen sobre su rostro. A cada segundo que pasa mi cuerpo se va haciendo más consciente del punto exacto en el que la daga roza con su cuello. Siento bajo mis dedos su pulso agitado, si embargo, dista mucho de estar alterado por miedo.
Por una vez en todo este tiempo, me pregunto qué es lo que yo en realidad deseo. Sin consecuencias, sin reglas, sin imposiciones.
—La persona que me la obsequió me dijo que la utilizase de ser necesario, ¿Sabe? —contesto— acostumbro a aprovechar bien los regalos que se me hacen.
—Estoy seguro de que esa persona no esperaba menos de usted.
—Ha entrado a hurtadillas y nos ha encerrado aquí, nada me hace pensar que viene con buenas intenciones.
—En eso debo darle la razón.
La intensidad burbujeante de la tensión que se palpa hace que una capa de calor recubra mi cuerpo.
—La verdad que desde que la perdí en el baile mi mente no ha parado de imaginarse todos los escenarios en los que poder retenerla. Con lujo de detalles —el aire que expulsa al hablar se entremezcla con el mío.
—Me alegra haberle ayudado a entrenar su imaginación.
Desear.
Una simple palabra que está cargada de tanto poder. Sentirse libre para poder experimentar la calidez que emana por todos los poros de mi cuerpo.
Y sentirse dueña de hacer que las suaves chispas que brotan se conviertan en una ardiente explosión.
—Sin embargo, suelen decir que la realidad supera a la ficción —mis labios se mueven a escasos centímetros de los suyos.
Empleo mi mano libre para posarla en su nuca mientras se juntan nuestras bocas, dejando que todo estalle. Mi boca comienza a abrirse, dejando que su lengua acaricie los recovecos que hasta ese momento le eran desconocidos. Sus manos viajan a mi cintura y a mi espalda, buscando profundizar nuestro beso.
El fuego crece en mi interior al sentir su cercanía, su cuerpo contra el mío. La ternura con la que sus brazos me envuelven contrasta con la fuerza con la que sus labios me devoran.
Me eleva ligeramente del suelo hasta que siento tras de mí el borde del escritorio que se ubica en la estantería de enfrente. Nos separamos y nos observamos. Decido recostarme encima del escritorio ante su mirada. Echo mi melena hacia atrás, movimiento que Edén aprovecha para ubicarse en el hueco entre mi cuello y cubrir con sus labios el espacio desnudo. Mis manos se enredan entre su pelo mientras me rindo al placer que despierta en mi cuerpo.
Hola,
no lo puedo creer, al fin publico este capítulo que tenía prácticamente terminado hace mucho. Siento mucho la demora, pero esta historia ha estado muy presente en mí y he disfrutado muchísimo poder volver a ella.
Aprovecho para destacar la preciosa nueva portada con Edén y Selena, cuenta con detalles muy significativos de la historia y la adoro.
Gracias por acompañarme en esta pequeña locura <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top