Capítulo 14
¿Cuántas posibilidades reales hay de poder escabullirme sin ser vista? Sé que cuanto más me demore, más expuesta voy a estar. No obstante, no puedo dejar escapar esta oportunidad. Esta grieta, esta fisura que me permite indagar en uno de los tambaleantes secretos de Edén.
La dulce voz de la pequeña Yvaine se sigue escuchando tras las paredes que separan la acción de mi persona. Sé que es una idea suicida, pero necesito verlo más de cerca, observar la escena para analizarla, necesito saber si es... él.
Pego mi espalda todo lo que puedo a la pared, arrastrándome lentamente sobre ella hasta llegar a un ángulo que me permite distinguir dos figuras. Una casi parece minúscula al lado de la otra, un solo golpe bastaría para derribarla. Yvaine sigue sosteniendo su pequeña espada de madera mientras que la otra, con la que hace un momento se enfrentaban, se encuentra posada en el suelo. Es grande, imponente y letal.
Su dueño se encuentra de espaldas a mí, ha dejado sus protecciones a un lado, cerca de la espada.
—Ha llegado el momento de la verdad —dice mientras la seriedad en su tono llega directa a mis sentidos.
Las risas de Yvaine cesan y por un instante se detiene el tiempo.
Mi respiración se detiene. Temiendo que lo que comenzó como lo que parecía un juego fuera en realidad el momento que precede a la verdad.
Llevo mucho tiempo esperando por la verdad, ¿Estoy preparada para mirarla cara a cara?
—De esta no vas a poder escapar.
No puedo ver más que su ancha espalda que cubre casi por completo el rostro de Yvaine. Mi posición no me permite obtener más información que la que sus palabras transmiten.
Mi cuerpo se congela, temiendo por sus intenciones. Estoy dispuesta a saltar sobre él, incluso si eso conlleva ser descubierta.
Voy a sacar la daga que había guardado cuando se lanza sobre Yvaine. Retengo un grito en lo más profundo de mi garganta, mordiéndome la lengua para no delatarme. Puede que sea el doble de grande que yo, pero tengo posibilidades pues no se espera que alguien le ataque por la espalda.
Edén agarra a Yvaine por debajo del brazo y la levanta al vuelo, subiéndola encima de sus hombros y descolocándome por completo. La niña vuelve a reír mientras lanza patadas intentado zafarse de su agarre ya que él ha aprovechado para ahora hacerle cosquillas sin que pueda escaquearse.
—¡Bájame! —le dice— Eres un tramposo.
Edén la deposita en la cama mientras ella le mira con cara de indignación.
—Eso no es justo —le dice la niña cruzándose de brazos—. Te aprovechas porque eres más grande pero en algún momento te voy a ganar.
Edén se agacha, quedando a la altura de Yvaine que está sentanda en la cama. Finalmente puedo observar su rostro, sus ojos brillantes, su expresión suavizada acompañada de una ternura que va exclusivamente dirigida para ella.
—Estoy deseando ver ese momento —le dice con una ligera sonrisa burlona en el rostro.
La escena me ha dejado totalmente paralizada. Edén sin ser consciente se está exponiendo en canal a mí. La imagen que observo me desconcierta pues ha pasado de ser el guerrero más duro a alguien que puede sostener la dulzura que una pequeña mirada encierra.
—Pues cada vez tengo más secretos para ser una buena guerrera. Así que el momento llegará antes de lo que crees—le dice mientras le saca la lengua.
Maldigo en mi interior. Deseando que Edén esté con la guardia baja y pase por alto el comentario.
—No me digas, estoy seguro de que también va a llegar para ti antes de lo que crees —pone cara enigmática, buscando hacerse el interesante—. Seguro no sabes cómo va a suceder.
—¿Cómo? —le dice ella, intrigada y deseosa de saber la respuesta.
—Yéndose a dormir. Cerrando esos ojitos y ya casi sin esperarlo será mañana por la mañana —comenta con gesto burlón.
—¿No puedo quedarme cinco minutitos más? —le contesta poniendo carita de pena.
Se ve que no soy la única a la que intenta hacerle chantaje para quedarse más tiempo despierta.
—¿Para qué me preguntas si sabes la respuesta?
—Igual a lo mejor así llega un día que cambias de opinión.
Edén niega con la cabeza mientras sonríe y le da un beso en la frente.
—Sabes que la respuesta es no.
—Eres el más malo, el peor —le contesta ella.
—Últimamente me lo dicen más de lo que crees —responde Edén sarcásticamente, más como un comentario para sí mismo.
Yvaine se cobija debajo de las mantas, bostezando mientras extiende sus bracitos. Su cabello se encuentra esparcido por la almohada y sus ojos miel denotan admiración.
—Eres el peor malo que quiero que siempre venga a arroparme.
—Sí, sí pequeña. Ahora disimula.
Yvaine pone su pequeña manita sobre la de Edén. El contraste es notable.
—Quédate hasta que me duerma, porfi.
El rostro del guerrero cambia por completo. Las trazas de preocupación surcan su rostro.
—¿Han vuelto las pesadillas? —ella asiente, con la mirada bajada. Edén abarca el rostro con su mano y lo acaricia con suavidad—. Cariño, sabes que no voy a dejar que nada te pase. Estás a salvo y siempre lo estarás. Siempre te protegeré. Eventualmente crecerás y serás dueña de ti misma, y tendrás tu propia protección. Incluso ahí, seguiré velando por ti.
Edén se recuesta en la cama y ella se apoya sobre su pecho. Intenta abrazarle por la cintura pero se queda a medio camino. Tiene gracia cómo la misma mano que ha empuñado una espada letal puede deslizarse para acariciar la cabecita de Yvaine con tanta dulzura.
—La echo mucho de menos —Dice ella.
—Pronto todo habrá acabado, te lo prometo.
—Cómo siempre me dices, la mejor guerrera es la que abraza sus demonios en la batalla —dice mientras bosteza y poco a poco se va rindiendo al sueño, quedándose dormida sobre el pecho de Edén.
Él sigue acariciando su cabeza, chequeando que ya está en el mundo de los sueños y no puede oírle.
—Mi amor, sabes que siempre cumplo mis promesas, y esta vez no va a ser menos, pequeña.
Se me para la respiración, incapaz de procesar cómo el hombre que juré enfrentar puede ser el mismo que se encuentra en la habitación. Cómo mostró solo una parte ante mí, un fragmento incompleto de lo que era. ¿Qué parte es la real? ¿Es acaso posible que ambas puedan coexistir? Las piezas siguen sin encajar y me recuerdo que no puedo olvidar de lo que puede ser capaz de hacer.
De repente, por el pequeño campo de visión que tengo, veo cómo se aproxima del interior de la habitación el lobo blanco que conocí por primera vez en la habitación de Edén el día después del ritual de unión. Camina hasta la cama y su pelaje se eriza, comenzando a olfatear de forma pronunciada.
Comienzo a moverme lo más lentamente que puedo, para no emitir ningún ruido que pueda alertarle de mi presencia. Aún así, por la manera en la que olfatea, sé que si no salgo de aquí rápido, voy a ser descubierta.
—¿Qué sucede, Marrok? —le dice Edén, irguiéndose, alerta por el comportamiento extraño del animal.
Se levanta y coge su espada del suelo, lo último no lo veo pero escucho cómo el filo de metal golpea con el suelo al ser levantado.
Cuento hasta tres mentalmente, dispuesta a correr hacia la ventana más cercana, la que está al fondo del pasillo, pues no puedo salir por mi lugar habitual. Corro como si me fuera la vida en ello, con la vista fija en mi objetivo. No puedo ser descubierta ahora que parece que por fin encuentro algo.
Llego a la ventana y deslizo los pies sobre ella, pasando al otro lado. Deseando poder aguantar el tiempo justo hasta que el lobo de Edén deje de investigar. Hago fuerza con las manos para agarrarme a las hendiduras de la piedra, sosteniendo mi propio peso.
Sé que no va a ser posible volver por donde he venido, por lo que no me queda otra que intentar llegar al suelo. Saltando no lo conseguiría, es demasiado. No me queda otra que intentar deslizarme por las ramas de la planta enredadera que sube por la fachada. Balanceo mis pies ligeramente hasta que consigo tocar una de las ramas. Me apoyo sobre ella mientras modifico la posición de mis manos, agarrándome y tanteando la fuerza del elemento que me sostiene.
No me queda otra.
Doy un paso hacia abajo, buscando apoyo en otra rama, teniendo cuidado de no pincharme con las espinas. Continúo el recorrido con la vista fija al frente, sin mirar hacia abajo. En uno de mis movimientos, piso una rama más estrecha que el resto y esta se parte, crujiendo en mitad de la noche. Maldigo por lo bajo, deseando que el sonido no haya alertado a nadie, pues aparentemente no hay guardias en esta zona.
Pego un salto cuando me acerco al suelo, rodando lo más rápido que puedo para esconderme detrás de unos arbustos y así poder controlar mi respiración. Me pongo una mano en el pecho mientras miro hacia arriba, deseando no encontrarme unos ojos verdes que inspeccionen el terreno.
Estoy dispuesta a plantarle cara a Edén. Más después de haberme asegurado de que no me pilló escabulléndome de los aposentos de Yvaine. Camino de manera constante hasta llegar al lugar que se supone es su despacho, pues es la primera vez que me adentro en él.
Abro la puerta sin llamar, dispuesta a exteriorizar mi malestar.
—¿Para qué existen las puertas cerradas cuando podemos simplemente ignorarlas? —dice sin levantar la vista del material que está leyendo con aparente interés.
Tardo unos segundos en responder, pues mi vista se pasea por el lugar. Visualizando las estanterías repletas de libros que se encuentran a cada lado. Él permanece sentado en la mesa que se encuentra al fondo, utilizando ahora la pluma y la tinta para escribir sobre un pergamino.
Me acerco más hasta poner ambas manos sobre el escritorio, provocando así que levante la vista, comenzando por mis caderas hasta llegar a mis ojos, en los que se detiene. Por su expresión, no esperaba encontrarme aquí y no se había percatado hasta ahora, demasiado concentrado en sus asuntos.
—Siéntate, princesa —me dice mientras suena burlón con la última palabra. Hago una mueca, recordando que hacía tiempo que no usaba ese apelativo para referirse a mí—. Supongo que has venido a discutir.
—Oh no —digo mientras me siento—, no creas que voy a emplear tanta energía como para discutir.
Automáticamente me recrimino, intentando recordar las palabras de Eliana. Si consigo mostrarme algo más amable, tal vez se abra a mí. Ella no sabe que su consejo me sirve para otros fines distintos, pero eso puede quedar entre mi conciencia y yo.
—Tal y como yo lo veo, discutir no es más que el proceso mediante el que dos adultos argumentan sobre un tema, aportando sus ideas para llegar a una conclusión o acuerdo—dice mientras recoge los papeles que tenía sobre la mesa para guardarlos—. Por lo que parece, me quieres discutir sobre algo o de lo contrario no estarías aquí.
—Isak no se va a convertir en mi perrito faldero —digo tajante—. Ese es tanto mi tema, como mi argumento, como la conclusión final de todo esto. Un placer discutir contigo.
Voy a levantarme de la silla cuando su mano me detiene agarrándome por la muñeca, logrando que me vuelva a sentar.
—Creo que necesitas aclarar la diferencia entre conversación y monólogo.
—Yo nunca dije que hubiera venido a conversar, así como tampoco tú conversaste conmigo para decidir nada.
—Estoy haciéndolo ahora.
Veo en sus ojos la intención de... ¿Negociar conmigo?
—Nuestros actos tienen consecuencias —me sigue diciendo—. No iba a tolerar un comportamiento así bajo mi techo.
—¿Te crees que yo sí? —le contesto—. Entiendo que tengas que poner un límite pero al menos podrías tenerme en cuenta.
—¿Qué propones?
Me quedo callada ante su pregunta.
Al mirarle, no puedo evitar viajar a la escena privada que presencié. Que vislumbré mientras él era totalmente ajeno a que unos ojos curiosos captaban todo detalle.
No puedo mirarle de la misma forma. No sé qué creer, ¿Cómo saber qué es real? ¿Qué tanto me puede seguir ocultando? Posiblemente mucho, pero, ¿Tanto como le oculto yo a él?
Está pasando algo que no pensé que llegaría a suceder. Aquí estamos los dos, mirándonos cara a cara en una tregua en la que estamos abiertos a tener en cuenta al otro. Supongo que es necesario si deseo obtener más información.
—No necesito una sombra que me siga el culo durante todas las horas del día —le digo mientras él enarca una ceja—. Además, sé de algo que puede ser tremendamente útil. Ponle a trabajar con los campesinos. He escuchado que están llegando nuevos cultivos y no hay manos suficientes. Si no es lo suficientemente maduro como para envainar una espada, veremos si ver los frutos madurar le inspira un poco.
Edén va a responder cuando alguien irrumpe en la sala aceleradamente. Se agacha y se lleva una mano al pecho, con la respiración entrecortada, como si hubiera llegado corriendo hasta aquí.
—Señor... —El guerrero se levanta apresurado hacia él— Ha sucedido un accidente, mientras preparaban el terreno... en el pueblo...
—¿Dónde se encuentra el herido? —le dice él mientras se apresura a un lugar de la habitación del que comienza a sacar frascos y demás elementos.
—En la casa de al lado del sauce.
La expresión de Edén ha cambiado por completo. Se mueve ágilmente por la habitación mientras muestra una concentración y rapidez concisa.
—Necesita su ayuda urgentemente —le dice el hombre apresuradamente.
Edén prepara todo en un canasto y lo pone frente a mi pecho, esperando a que mis brazos lo recojan.
—Tendrás que venir conmigo —dice mientras ya está saliendo del lugar.
Corro tras él.
—¿Cómo?
—Ahora sí que no hay tiempo para discutir en ninguna de sus variantes Selena —sigue caminando—. Necesito a alguien para que vaya siguiendo mis indicaciones y no podemos perder el tiempo buscando a alguien más.
Sigo sus pasos mientras sostengo la cesta que previamente me entregó. Descubro que va hacia los establos.
—No podemos perder tiempo ensillando a dos caballos —dice para posteriormente mirarme.
Junta sus manos y se agacha sobre el corcel blanco, esperando a que suba. Me agarro a su hombro para impulsarme y pasar mi pierna sobre el animal, sosteniendo los medicamentos en todo momento. ¿Por qué un guerrero como él tendría ese arsenal de ungüentos curativos?
Se coloca detrás y agarra las riendas.
—Será mejor si te sostienes con una mano al caballo y con la otra mantienes la cesta. Asegúrate de que no vuelque —me dice mientras su aliento da directamente detrás del lóbulo de mi oreja—. Yo te agarraré por detrás.
Sé que no es el momento para hacer las preguntas, así que permanezco en silencio durante el trayecto. Siento su cercanía, después de tanto tiempo manteniendo las distancias. Se siente distinto, tras mis últimos hallazgos sobre él y su pequeño secreto de cabellos radiantes como el sol.
Al llegar, me baja apresuradamente y entramos en la pequeña casa de madera que, efectivamente, se encuentra cercana a un gran sauce. Una mujer nos recibe junto a sus pequeños, y nos indica que pasemos a la habitación. Al ver a los niños asustados, me enternezco y deseo que Edén pueda curar al que supongo sea su padre.
Entra directo a examinar al hombre que yace sobre la cama. Este, a pesar de estar sufriendo con una mano sobre el hombro, intentando tapar la hemorragia, se espabila al ver llegar a Edén.
—Gracias que llegó señor... Estaba arando cuando...
—No hable más —le dice Edén—. Necesita conservar la energía. Nosotros nos encargaremos de todo.
Tras examinarle, me coge la cesta y se pone a rebuscar, sacando los elementos que considera necesarios.
De repente, me agarra por la cintura y me sienta encima de la mesa de madera del otro lado de la habitación.
—Voy a cortar un trozo de tu falda para hacer el torniquete. Así que necesito que te quedes quieta.
Molesta por ser yo la que tenga que ceder la prenda así sin más y nerviosa por el estado del hombre, le digo:
—¿Y por qué mi falda? ¿Por qué no mejor rompemos tu camisa?
—Estoy dispuesto a discutir ese tema luego en privado, pero ahora tengo un enfermo que atender —dice de manera traviesa— .No creo que le ayude saber que no te resistes a mí.
Se acerca a mi oído para que nadie más nos oiga.
—Selena, que estamos en público —mientras lo dice, coge la espada para rasgar parte de mi falda y se aleja de vuelta a atender al hombre, con mi prenda en su mano.
—Necesito que vayas a por una jarra de agua.
Me bajo de la mesa mientras sigo su mandado y voy mascullando. Sé que lo más importante ahora es frenar la hemorragia del campesino y estabilizarle.
—¿Mis ganas de matarte? Por el momento están controladas, descuida.
Recojo el agua que me da la mujer y vuelvo al aposento para entregársela a Edén, que ya ha finalizado de realizar el torniquete en el brazo del hombre. La vierte sobre la herida y la seca delicadamente, dando pequeños toques. Desinfecta en círculos mientras observa la cara del hombre, tocando sutilmente para que no le duela más.
—Selena, aprieta aquí.
Me pongo delante suyo y aprieto en el lugar que me dice mientras afloja la venda improvisada.
—Presiona con firmeza con la palma de la mano.
Edén unta sobre la herida una especie de pomada y la recubre de hojas cuando esta ha dejado de sangrar. Tras un rato, con el hombre estable, le hace beberse un líquido para paliar el dolor y tranquilizarle. Acaba por quedarse dormido.
Salimos del cuarto cerrando la puerta, para encontrarnos a la mujer que juega con sus hijos.
—No sé cómo puedo agradecérselo señor.
—Ya lo hace, con todo lo que nos aportan —dice Edén mientras observa a los niños de reojo, que al vernos se han escondido detrás de su madre —Se pondrá bien, necesita reposo y tiempo. Le dejaré algo para curar la herida.
Asiente mientras se va a por algo y me lo entrega.
—Es parte de la cosecha que ya recogimos —dice ella—. Aún no me había presentado en condiciones a su mujer. Gracias por lo que ha hecho por nosotros —comenta dirigiéndose ahora directamente a mí.
Edén se queda serio, frunciendo el ceño especialmente cuando escucha la última palabra.
Nos despedimos y cuando salimos al exterior, ya casi está anocheciendo. Es la primera vez que conozco la parte central del pueblo.
—Actuaste con entereza —me dice, aprobando la ayuda que le he prestado— No cualquiera hubiera podido hacerlo.
Me encojo de hombros, pues hay muchas cosas que desconoce de mí.
—No iba a quedarme de brazos cruzados mientras ese hombre sufría.
Caminamos hasta llegar al caballo. Nos subimos pero Edén manda al animal ir por un lugar distinto al recorrido de vuelta al castillo.
—¿Qué haces? —le digo.
—Me desvío.
—¿Y qué si me secuestras? —siento como ríe por el movimiento acompasado de su espalda detrás de mí.
—Si te secuestro, te llevaría amordazada.
—¿Y entonces a dónde me llevas?
—Lo verás.
Seguimos trotando un poco hasta que pasamos por una arboleda. Oculto, entre la vegetación aparece un pequeño rincón que es demasiado precioso como para ser conocido por ojos no merecedores. El agua cae en cascada finalizando en un pequeño lago, contando con una orilla de piedras plateadas.
—Aquí es donde vengo cuando necesito pensar —me confiesa.
Paseo por el lugar hasta llegar a la orilla del lago. Observando el secreto que por voluntad propia me ha confesado.
—No sabía de tus habilidades curativas —le digo mientras enarco una ceja.
Gruñe por lo bajo, como si no le hiciera especial gracia que haya descubierto esa faceta suya.
—Sanar es la forma en la que lidiar y equilibrar las heridas que se hayan podido causar —dice mientras roza su espada con la mano.
Nos quedamos en silencio, escuchando el ligero vaivén del agua. Solos en la quietud del anochecer, sentados en la orilla.
¿Qué escondes, Edén?
—Dime... —me dice de repente, aproximándose a mí—, ¿Tus ganas de matarme aumentan cuando me acerco?
Os quiero mucho, espero que os guste. Está hecho con mucho amor, personalmente lo amo <3 (como a vosotras).
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top