Capítulo 13
Sostengo la daga aún en alto, empuñándola con ambas manos. Mi cuerpo se ha quedado paralizado. Mi cerebro manda señales que no son procesadas y no llegan a encender la chispa para que todo mi ser se descongele. No le puedo quitar los ojos de encima a esa pequeña niña que dormita plácidamente, ajena a la batalla interior que se está librando peligrosamente cerca de ella. A pesar de la oscuridad de la noche, unos tibios destellos lunares se cuelan por la ventana y bañan parte de su cabellera rubia. Su melena brilla y su aspecto suave y sedoso, recuerda a la luminosidad de un amanecer.
Lentamente bajo la daga y la guardo sin dejar de observarla. Sé que debería irme, pero ¿Cómo hacerlo cuando se tiene en frente al secreto mejor guardado de Edén? O tal vez, solo tenga que tirar del hilo y este sea el primero de una entramada red de enigmas, incógnitas e interrogantes.
La siguiente cuestión que me carcome por dentro es el hecho de cómo la niña llegó a este lugar. ¿Será hija de Edén? Ambos poseen un tono de cabello dorado similar. Por lo que sé, al menos oficialmente, era la primera vez que se unía a alguien. Pero, si de algo estoy segura, es de que las cosas a menudo no son lo que parecen y en el castillo de Qamar hay muchas incógnitas aún sin resolver. Pero ¿Por qué razón ocultarla? Y, ¿De quién? Tal vez esa sea la razón por la que en ocasiones desaparece de mi campo de visión durante horas. Pero no tiene sentido del todo, ¿Por qué haría algo así?
A no ser que... ¿Podría ser que hubiera capturado a la niña y la tuviera cautiva? ¿Tal vez, para pedir una recompensa? Una moneda de cambio para hacer un trueque o negociar por algún acuerdo. Entorno las cejas sarcásticamente mientras fantaseo con lo que pensaría Edén si supiera en qué tan estima le tengo y de qué le creo capaz. Al menos él se ha esforzado arduamente en construir esa imagen de su persona, no es como si yo tuviera la culpa.
Sea de la forma que sea, la niña es alguien lo suficientemente valioso como para mantener custodiada día y noche un ala del castillo. Un frío pensamiento pasa por mi mente. Bastaría con llevármela para darle a Edén donde más le duele, utilizar su punto débil para hacerle caer y obtener todas las respuestas que he venido a buscar.
¿Dónde están los límites cuando hay una guerra entre dos bandos? ¿Cuándo tu gente está sufriendo frente a tus ojos? ¿Estoy dispuesta a lograr mi cometido a cualquier coste? Estas son las pequeñas decisiones que las personas usan para justificar que no tuvieron opción. Así intentan redimirse de sus actos, creyéndose víctimas de algo que no pueden controlar, como si les hubiera obligado a hacer el mal.
Debo de reaccionar rápido, no es recomendable despertar al pequeño ser que duerme. Retorno mis pies por donde han venido pero la habitación no está lo suficientemente iluminada y choco con algo, resbalando y cayendo al suelo.
Maldigo por lo bajo y agarro con fuerza al culpable de mi caída, dispuesta a lanzarlo por la ventana por estropear mi sigilosa salida. No se aprecia en su totalidad, pero parece ser una especie de juguete tallado en madera. Un caballito que tendrá como dueña a la niña que...
Una de las lámparas se ilumina de golpe, deslumbrándome. Me levanto exaltada, dispuesta a marcharme lo más rápido posible.
—¿Y tú quién eres? —todo mi ser se congela.
No puedo dejar de maldecir en silencio. Digo, no quiero traumar a la niña en mitad de la noche. Pero no puedo evitarlo, todo mi esfuerzo para nada; estoy a punto de ser descubierta. Un grito de su parte y ya todo habrá acabado.
Debo pensar rápido si todavía me queda alguna oportunidad para arreglarlo.
—Yo... —pienso, todavía sentada en el suelo con el dichoso caballito en la mano—. Me encargaron que viniera a contarle el cuento de por la noche.
Apoyo mis manos en el respaldo de la cama, subiendo lentamente mi rostro y observando a la niña cara a cara por primera vez. Se pasa las manitas sobre los ojos, frotándolos y bostezando. Su mirada color miel me observa con curiosidad, analizándome e interpretando mis palabras.
Ya podría tener un sueño más profundo.
—Pero —continúo representando mi papel—, no esperaba encontrarla dormida así que mejor vengo mañana. Le deseo un lindo sueño —al menos puedo decir que lo he intentado.
El brillo de sus ojos se oscurece por unos segundos cuando pronuncio mis últimas palabras. Rápidamente parece acordarse de algo que llama su atención.
—¿Un cuento? —dice, destapándose ligeramente y mostrando su camisón lleno de bordados y dos mangas que acaban sujetas por dos lacitos en las muñecas— ¡Me encantan los cuentos! Menos mal que escuché algo y me desperté, si no me lo hubiera perdido.
Me dan ganas de darme cabezazos contra el cabecero de la cama. Puede que ya no vaya a delatarme, pero está claro que con sus ojitos abiertos y la especie de puchero que realiza con los labios fruncidos me quiere decir que espera algo de mí.
No creas que me vas a convencer dándome pena.
—Bueno... —ni siquiera sé su nombre—. Resulta que se ha hecho tarde y es hora de dormir, así que vuelta a la cama.
Me fijo en el juguete de caballito que sigo sosteniendo entre mis manos, notando una inscripción tallada en la madera: Yvaine. Parece que el dichoso objeto al final sí ha servido para algo. Así que ese es su nombre. Muy acertado porque su significado describe a la perfección lo que el conjunto de su rostro y el color de su cabello transmiten: estrella de la mañana.
La niña hace un puchero y se destapa completamente, levantándose de la cama.
—Pero es que la próxima vez tienes que venir más pronto para que eso no pase —me dice, mientras se acerca a mí, agarrando mi mano—. Además, será nuestro secreto —comenta en un tono muy bajito de voz.
Nuestro secreto. Y tanto que lo será.
Me intenta arrastrar hacia la cama tirando de mi mano. Sus pequeños dedos arropan los míos, aferrándose por completo, depositando su confianza en mí.
Una batalla se libra en mi mente. Por un lado, deseo alejarme de ella, sea quien sea está claro que se encuentra relacionada con Edén y no quiero involucrarme más en su mundo para luego tener que abandonarlo por completo cuando haya logrado mi cometido. Por otro lado, una conexión invisible, como si de una corriente eléctrica se tratara, conecta el punto en el que mi mano envuelve la suya, incitándome a pensar que un hecho ancestral nos une por razones que desconozco.
Suspiro.
—Está bien, pero solo porque tienes una cabecita muy elocuente para lo pequeña que eres.
Ella parece ignorar el tono de mis palabras y pega saltitos de felicidad.
—¿Y qué cuento me leerás? —dice mientras se vuelve a acomodar entre las mantas— ¿Vendrás también mañana? ¿Y el día después de mañana?
Caigo en el pequeño detalle de que no he traído ningún cuento para leerle, así que no tengo más que mi imaginación para crearlo. Tal vez pueda hacerlo lo suficientemente aburrido para que se duerma fácilmente.
—Paso a paso pequeña.
Me siento en el borde contrario de la cama, en frente de Yvaine que se acomoda entre los cojines. Su cara expectante y a rebosar de emoción me hace saber que no se va a quedar dormida tan fácilmente para mi mala suerte.
—Érase una vez, un reino lejano en el que vivía una pequeña princesa —Comienzo a hablar, modulando mi tono de voz para acompañar adecuadamente los sucesos de la historia—. Tenía muchos sueños, pero no sabía que la vida le iba a poner a prueba y que iba a tener que demostrar que valía para su cargo y para reinar.
Yvaine escucha boquiabierta mi narración.
—Vivía en el palacio muy feliz con su familia; sus padres y su hermana mayor. Sin embargo, de repente, un ser malvado les arrebató de su lado, pudiendo escapar la pequeña princesa escondiéndose de él. En todos los cuentos siempre hay alguien oscuro, sin piedad, que intenta acabar con aquello que es diferente, aquello que no controla y que rápidamente decide tachar de peligroso. Pero la pequeña princesa no se rindió, encontró personas, seres buenos que la cuidaron con amor y ella aguardó, convirtiéndose en una guerrera dispuesta a batallar la misión más difícil de su vida; recuperar la libertad perdida y encontrarse a sí misma en medio de la batalla.
Yvaine aplaude y ríe con mis palabras.
—Alaaaa, ¡Me encanta! No me extraña que seas contadora de cuentos profesional —Las últimas palabras se le traban ligeramente debido a la emoción que le acompaña—. Ya estoy harta de esas historias aburridas en las que siempre viene el príncipe a salvarla, ¿Es que no ven que igual se queda dormida mientras espera? —Comenta indignada—. Yo siempre le digo a Sito que quiero ser una guerrera como él. Y que llegaré a serlo cuando sea mayor.
Intenta poner cara fiera mientras lo dice, sacando una espada de madera que tenía escondida debajo de la almohada, efectuando movimientos inventados de combate.
Mi cuerpo se ha congelado por momentos. No sé a quién se refiere, pero no puedo frenar el escalofrío que me recorre de arriba a abajo, helando a su paso. Hay muchos guerreros en la faz de la tierra, demasiados, ¿Por qué el susodicho tendría que ser Edén?
—Realmente —le digo, jugando con las palabras—, hace falta algo más que una espada escondida para ser una guerrera —me acerco a su oído, bajando mi tono de voz, como si fuera a contar algo que solo ella y yo podemos saber. Sus ojos se iluminan, deseando descubrir el misterio—. La fuerza nunca la busques en el arma, sino en tu interior. Ese será nuestro secreto también.
Asiente mientras lleva el dedo índice a su boca, demostrándome con su gesto que no se lo dirá a nadie.
—Él siempre dice algo parecido —se acerca a mí, apoyando su mano en mi oreja para revertir el proceso—. Solo lo sabíamos nosotros dos, pero como no se va a enterar, no creo que le importe que ahora seamos tres —dice mientras sonríe de manera cómplice—. La mejor guerrera es la que conoce sus demonios y no lucha contra ellos, sino que los abraza en la batalla.
Me río, ¿Cómo alguien tan pequeño puede decir algo así? Es más, ¿Cómo puede ser que además parezca que comprende lo que dice? Y, ¿Quién en su sano juicio le enseñaría algo así a una niña tan pequeña?
El bostezo de Ivaine es lo que me indica que ya llevo demasiado tiempo aquí y es hora de volver a la realidad. Me levanto de la cama y levanto las sábanas para ayudarla a meterse entre ellas.
—Demasiados secretos por hoy —le digo mientras suelto las sábanas—. Es hora de reposarlos.
Abre sus brazos hacia mí con la intención de que yo haga lo mismo. Me congelo. Desea que la abrace. Cuando la miro, no puedo evitar ver a la niña que hay en mí, aquella que se encuentra en mi interior. A veces dormida, otras jugando con fuerza. Muchas con miedo, aterrada, buscando mi protección como adulta. Pero siempre, siempre trasmitiéndome esa ilusión que veo reflejada en la niña de cabellos dorados que me mira.
Mis brazos cobran vida propia y la envuelven, sintiendo paz en mitad de la tempestad. El hilo oculto que nos une aprieta con más fuerza, pero hay algo que me impide seguir tirando de él para descubrir de dónde viene.
—¿Vendrás la próxima noche con otro cuento? Necesito saber el final.
—Tal vez aún no se haya escrito —le digo mientras me separo de ella y voy camino de la salida.
Me giro una última vez para observar cómo en cuestión de segundos ya ha caído dormida. Algunos niños abrazan peluches al dormir, pero ella está aferrada a la espada de madera con una ligera sonrisa en el rostro.
Mientras abandono el lugar envuelta en mi falso uniforme, me digo que la única razón por la que voy a volver es para no ser descubierta y porque necesito recabar información. Que no deseo encariñarme con la niña y por eso voy a mantener las distancias. Que su dulzura, elocuencia y aspiraciones no han calado en mí. Que lo que ha despertado en mí no significa nada.
Eso es lo que continúo diciéndome con el pasar de los días; solo necesito saber quién es para desenmascarar a Edén y nada más. Para quitarle una de sus máscaras y descubrir así una pequeña parte de la persona que se esconde detrás de ella.
Estos últimos días he estado evitando al susodicho para no levantar sospechas. No me conviene que descubra que me escabullo por las noches al lugar que él mismo me ha prohibido. Claramente mi buena suerte no puede durar para siempre, porque en una de mis salidas, me choco de bruces contra él.
Sus brazos me aprisionan, afianzando su agarre sobre mí, impidiendo que me suelte. Me observa, transmitiendo más de lo que estoy dispuesta a aceptar. Sus palabras me desafían, provocando que robe la espada que porta en su cintura para colocar el filo en su cuello. Una guerra de miradas, provocaciones y palabras estratégicamente elegidas se libra entre nosotros.
Los papeles se intercambian y ahora es él quien me tiene acorralada, con mi cuerpo pegado contra su pecho y la espada cruzada sobre mí, cortándome la salida. Su presencia y su cercanía me transmiten sensaciones contradictorias. Por un lado, deseo apartarle asqueada por los posibles planes que se trae entre manos y, por otro, anhelo acercarme para descifrar el enigma que sus ojos verdes esconden.
—Entonces dejaré mi as guardado bajo la manga, en el caso de que se dé la situación —le digo finalmente para dar por zanjado nuestro encontronazo.
Me escabullo por debajo y me alejo apresuradamente por el sentido contrario al que vine.
Pienso que ese es el segundo secreto que le puedo confesar a Yvaine para ser una guerrera: tener un as siempre guardado bajo la manga. Nunca se sabe cuándo será necesario sacarlo a relucir.
Finalmente, es el la soledad de mi alcoba donde consigo descansar. He mandado llamar a Eliana con el pretexto de que necesito ayuda para adecentarme, sin embargo, ambas sabemos que es mentira. Sé que no me ha creído cuando llega sin llamar a la puerta, con las cejas enarcadas en mi dirección.
—No me mires así —le digo mientras me tapo los ojos con la mitad del brazo.
—¿Así cómo? ¿Cómo si supiera que algo te pasa y lo estás ocultando? —me dice con una sonrisa mientras se sienta a mi lado.
Si supiera hasta qué punto desconoce cosas ocultas sobre mí seguro que el carácter de su pregunta sería otro.
Agarra mi brazo y me lo aparta de la cara, de forma que me obliga a mirarla.
—A lo mejor si pruebas a contármelo, suponiendo que te pase algo —dice picándome—, puede que se haga más pequeño.
Pero mi descubrimiento no es algo que pueda contarle.
—Digamos que —le respondo—, suponiendo que me pase algo, ahora mismo prefiero hacer como si nunca hubiera sucedido —le digo mientras me incorporo.
—Oh, creo que tengo la manera perfecta de hacer que lo olvides —me dice mientras sonríe de forma cómplice—. He oído que Edén ha castigado a Isak por sus acciones. Y... le ha encomendado que sea tu guardia personal para protegerte.
—¿Cómo? —respondo mientras pego un brinco sobre la cama, sin poder creer sus palabras.
—¿Ves como sabía que funcionaría? —dice Eliana—. Ya seguro no te acuerdas de lo que fuera que te preocupaba.
Y tiene razón, ya no me acuerdo de nada más que de querer ir a pedirle explicaciones a Edén, ¿Qué parte no entendió de que podía cuidarme yo solita? Sabía que había hablado con Isak y por eso se llevó de regalo la herida que nos recordó a ambos que nuestra unión era real. Pensaba que había dejado las cosas ahí, pero se ve que no.
—¡Le voy a...! —digo mientras aprieto los puños sobre la cama.
—Pero tan solo son rumores entre el personal, puede que ni siquiera sea verdad —dice mientras se encoge de hombros.
—Eso no sirve, soltar un chisme a medias y dejarme así —digo mientras cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Está bien, es verdad seguro —dice confirmándolo— Pero no quiero que vuelvas a tener problemas por mí, como cuando te llevé a la fiesta, acabamos ebrias bañándonos semidesnudas en una fuente y terminaste tú pagando por todas. Recé porque Edén no fuera demasiado duro contigo. O bueno, la verdad es que su mirada precisamente decía que quería ser tan duro contigo como le fuera posible, y no me estoy refiriendo a nada relacionado con el enfado que traía.
Decido ignorar las últimas palabras que han sido mencionadas por Eliana.
—Sea como sea, nada le da derecho a elegir algo por mí.
—Tal vez no estés poniendo el foco en el enemigo adecuado —comenta—. He oído que Edén está reforzando la guardia y tan solo sea que teme por tu seguridad. Todos sabemos que algo está sucediendo y que tarde o temprano va a salir a la luz. Todos confían en él y se sienten a salvo bajo sus directrices.
Eliana me mira de reojo, buscando en mi mirada algo que le diga que yo conozco información que ofrecer para calmar sus inquietudes. Pero nada más lejos de la realidad, también estoy persiguiendo aquello que está oculto.
Pongo mi mano sobre la suya, buscando calmarla, transmitiéndole un poco de mi calor.
—No dejaré que nada os pase.
Ojalá pudieran ser ciertas esas palabras.
Aprieta mi mano.
—Todas las personas tenemos un pasado y unas heridas que sanar. Desconozco tus raíces pero eso no me impide saber que te valoro por como eres en el presente. No todo el mundo lo entiende así y necesita respuestas, porque tienen miedo de lo desconocido. Pero respeto tus tiempos —me dice Eliana—, tan solo, puede que ese pasado te esté cegando a la hora de abrirte a Edén.
Las palabras de Eliana me enternecen, pero desconoce hasta qué punto lo que propone es del todo inadecuado. Sin embargo, debo ofrecerla un poco de verdad, se lo merece.
Agarro sus dos manos entre las mías.
—Tal vez, en algún momento, descubras cosas de mí que no imaginaste. Solo quiero decirte que si eso sucede, recuerdes que la Selena que está aquí contigo es la real. Soy tremendamente auténtica cuando estoy a tu lado.
Son esas las últimas palabras con las que doy por finalizada la conversación, porque no puedo continuar diciendo más.
Todo lo hablado rodando por mi mente cuando, al anochecer, pretendo escabullirme a la habitación de Yvaine. Al principio, todo parece como de costumbre, sin embargo, mientras me acerco a su cuarto, escucho un forcejeo y un grito de niña.
Apresuro mis pasos todo lo que puedo. Sin pensar, dispuesta a descubrir qué le está sucediendo, protegiéndola con mi cuerpo si es necesario. Cuando me acerco más, noto que el forcejeo se traduce en dos espadas que están chocando y lo que, en un primer momento me parecieron gritos de terror, se han transformado en exclamaciones de emoción acompañadas de risas.
—¡Ríndete! —dice ella.
Por los sonidos, presiento que está saltando sobre la cama a la vez que empuña la pequeña espada de madera.
—Antes tendría que estar muerto.
Me congelo en el sitio.
El sonido de espadas cesa hasta que es opacado por una dulce risa.
—¡Eso es trampa! ¡Sabes que nunca me puedo aguantar en las batallas de cosquillas! —dice Yvaine mientras ríe sin parar.
—Diablos señorita, acaba de revelarle su punto débil a su adversario.
Esa voz.
—¡Pero si ya lo sabías! —dice ella.
—Ya, pero tenía que volver a comprobarlo.
Debo huir de aquí antes de que Edén me encuentre.
***
¡Hola preciosas!
Hemos llegado a 1K en Princesa de Medianoche y estoy que no me lo creo de la emoción. Un millón de gracias porque esto es por vosotras, significa mucho para mí.
Me gustaría hacer algo para celebrarlo, alguna dinámica (preguntas especiales, dinámica relacionada con los personajes, preguntas para mí...) o algo, estaría encantada de que me dijerais qué os gustaría y yo trataré de cumplirlo 🤭
Prometo que nos veremos pronto.
Os quiero <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top