Capítulo 12
El sonido del filo de la espada me mantiene concentrado en ese único estímulo auditivo. Los músculos de mi cuerpo se contraen y se expanden mientras ejerzo la suficiente presión para deslizarme en una coreografía en la que mi oponente ha olvidado la coordinación que deben llevar sus pasos.
Giro y nuestras armas convergen en un único punto, viéndonos entre ellas mientras el mundo a nuestro alrededor sigue su curso habitual. Somos nosotros los que nos hemos detenido, dejando nuestras vidas en las manos del contrincante, depositando la suficiente confianza como para saber que el otro te va a proteger de sus propios golpes. Deslizando el filo a centímetros de la piel, con firmeza, efectuando el movimiento que sabemos puede ser definitivo, con un control exquisito que frena el trágico desenlace.
No se puede ser un guerrero si antes no se ha aprendido a lanzarse al vacío, a confiar en el resto de iguales. Es justo ese momento, en el que sientes el filo de la espada contra tu piel, en el que demuestras qué corre por tus venas. Ese instante en el que tienes que mirar la bajada tras el precipicio, confiando en que juntos entrenáis para defender a los vuestros de un mal mayor.
O ese es el típico cuento que te narran de pequeño cuando juegas con espadas de madera y te crees un valiente caballero que va a salvar a la princesa. Hasta que maduras, creces, mudas de piel, y comprendes que hay males mayores, que la violencia deja manchas que se adhieren como una segunda piel. Que nadie sale indemne. Que, si huyes de ti mismo, difícilmente vas a poder ganar la batalla en el momento más complicado, cuando ambos os miráis a los ojos, cara a cara, dos simples humanos dispuestos a destruirse para que uno de ellos tenga su espacio.
Qué ingenuos, ¿En serio creen que pueden ganar? El momento de gloria pasa rápido, las sombras que te atormentan comienzan a perseguirte y bañan todo lo que conoces. Pero no puedes parar de destruir, al fin y al cabo, es todo lo que sabes hacer.
Derribo a mi atacante tirándolo al suelo y poniendo la punta de la espada justo en el centro de su garganta.
—La próxima vez será mejor que te centres en el verdadero objetivo y no en canalizar tus frustraciones con la espada —le digo mientras retiro el arma y el guerrero comienza a levantarse—. Si sigues pensando que es solo cuestión de fuerza, date por perdido. Si sigues empleando tu odio para acabar con el enemigo, date por vencido. Eso quiere decir que él te domina, y eres tú el que debe tener gestión sobre sus emociones. Tienes que conocerlo, hacerte con sus puntos débiles, sus fortalezas, ser un reflejo de lo que proyecta.
—Sí, señor —dice, agudizando el oído para captar todas y cada una de mis palabras.
Aún le queda mucho por aprender, por practicar y por descubrir.
—Nosotros no entrenamos para matar. Somos guerreros para proteger, para cuidar, para defender —le digo con firmeza.
Me he dado cuenta de que hoy más que nunca necesito que los guerreros aprendices comprendan a fondo el significado de esas palabras.
Le dejo ensayando una vez más con otro compañero porque tengo asuntos pendientes que atender. Isak no ha acudido a ninguno de los últimos entrenamientos, y no lo hará, por supuesto, hasta que se retracte de sus acciones. No hay castigo más grande para un guerrero que privarle de lo que más disfruta hacer. Para nosotros es como si fuera el oxígeno que necesitamos para respirar.
Cuando me enteré de las acusaciones que hizo de Selena en el comedor, era algo que no podía dejar pasar. Posiblemente se aprovechó de que yo no estaba presente para intentar avasallarla y empequeñecerla, sin saber que ella no se iba a dejar ningunear. Algo que me tranquiliza, pues es alguien que sabe defenderse.
Los guardias de su habitación me abren el paso y cuento mentalmente antes de dirigirme hacia él, esperando que su actitud sea distinta a la de hace días, cuando cargó contra mí, pillándome desprevenido e hiriéndome en un costado.
Herida que sirvió para darme cuenta de que mi conexión con Selena era real, que mi dolor era su dolor y viceversa. Medida que tuve que tomar para protegerla y saber a ciencia cierta si se encontraba en peligro.
Supongo que ella estaría esperando que desterrada a Isak del castillo por lo sucedido. Sin embargo, si va a vivir aquí tendrá que aprender que los guerreros seguimos nuestras propias reglas y que, como su líder, yo no puedo abandonarlos cuando más me necesitan, cuando más perdidos se sienten.
Si no le he desahuciado es porque sé que las intenciones de Isak no eran malas y necesita de alguien que le enseñe a comportarse correctamente. Sé que todavía muchos de los guerreros desconfían de ella, son tiempos difíciles y la vida les ha enseñado a no fiarse ni de su sombra. Sin embargo, sé que poco a poco la irán aceptando. Simplemente necesitan conocerla, cuando descubran la bravura que hay en su interior, caerán rendidos a sus pies.
Incluso para mí es complicado no saber a quién me he unido en esta vida y en las que vengan. Una extraña con la que intercambio poniéndonos máscaras y mostrando tan solo aquello que nos conviene. Una desconocida a la que le oculto gran parte de lo que soy, pues no puedo fiarme de sus intenciones, no hasta que me demuestre que no nos traicionaría. No hasta que esté seguro de que no es un peligro para los que más quiero.
—Sé que preferirías despertarte con otras vistas, pero no es como si ahora mismo te merecieras elegir nada —le digo a Isak mientras le quito las sábanas de la cama en la que supongo que lleva postrado gran parte del día.
Le lanzo la ropa que tiene tirada a un lado, empleando mayor fuerza de la necesaria para despertarlo por completo.
—¿Pero a ti qué te pasa? —me responde exaltado, levantándose por fin.
De pronto sus ojos se abren como platos, siendo plenamente consciente de que es a mí a quien tiene delante.
—¿De verdad quieres que te recuerde lo que me pasa? No me hagas perder el tiempo Isak. No he venido hasta aquí solo para oler tus ropas sin lavar que, por cierto, apestan.
Sé por la expresión en su rostro que está arrepentido de haber arrepentido contra mí el otro día, conoce la gravedad de sus acciones, pero el orgullo le impide decir nada. Sin embargo, no puedo dejar pasar lo sucedido, no es suficiente.
—Como ahora mismo no tengo tiempo para que abras la boca y la cagues más, te voy a explicar por última vez lo que sucede. Hoy me he levantado generoso para hacerlo —le digo con sorna—. ¿Cómo te sentirías si las mismas palabras que tú le dijiste a Selena alguien se las hubiera dicho a tu madre, a tus hermanas, al resto de mujeres del castillo? Me resulta decepcionante creer que hayas caído tan bajo denigrando y maltratando de esa manera a una mujer. Así no es como se hacen las cosas aquí Isak, debes tenerlo muy presente. Una vez puedo pasarlo, romper las reglas más... trae duras consecuencias.
—No dirías lo mismo si no te calentase la cama cada noche.
Ignoro las palabras que Isak ha soltado por su boca, pues no tienen efecto sobre mí. Tan solo me avisan de que es hora de dejar de dialogar con él.
—La próxima vez que salgas de esta puerta será para ser el escolta personal de Selena, velarás por su seguridad. No hace falta que diga que la disculpa que puedas hacer se queda corta. Es eso o abandonar el castillo para siempre, la decisión queda en tus manos.
Sé que esa tarea es ahora mismo el mayor castigo para él. No obstante, es la manera en la que puede llegar a conocerla para retractarse de sus acciones.
—Señor Edén —me llaman mientras vuelvo por el pasillo—. Libra le espera en su despacho, insistió encarecidamente en que tenían que hablar.
Apresuro mis pasos ante las noticias recibidas. Hace tiempo que no nos vemos, desde que acudimos al templo para realizar el ritual de conexión. Es difícil encontrar ocasiones en las que hablar sin tener oídos y mentes curiosas dispuestas a descifrar el hilo de la conversación.
La encuentro sentada en mi silla ojeando los papeles que tengo esparcidos encima de la mesa.
—Deberías enseñarles modales a esos hombres tuyos, no saben cómo tratar a una dama, casi no me dejan ni pasar —me dice con gesto dramático.
Gruño por lo bajo, acordándome del incidente con Isak.
—Mira quién va a hablar, presentándose sin previamente avisar —contrarresto.
—Vamos, los viejos conocidos siempre deberíamos ser bienvenidos —me dice Libra haciendo un puchero.
Enarco las cejas, sorprendido.
—¿No que simplemente me estabas devolviendo un favor? ¿No queriendo deber nada a alguien como yo? —le respondo, utilizando las mismas palabras que ella empleó la última vez.
Libra elige bien las palabras antes de hablar, sabe que las arenas son movedizas y cada vez se tambalean más. No podemos fiarnos de todos los moradores del castillo.
—Una cosa no quita la otra. Resulta que, aunque me cueste admitirlo —nuestra relación al principio no es que fuera la mejor y ahora sigue sin asentarse—, tenemos un mismo objetivo y vamos a tener que confiar el uno en el otro. Si queremos que salga bien no nos queda otra opción, por mucho que me irrite tener que soportar tus aires de grandeza —señala algo indignada.
Gruño ante sus declaraciones.
—No tenías que haber recorrido tanto camino hasta aquí para lanzarme cumplidos. Anda, dime cosas que no sepa —le digo con tono burlón.
—Bueno, Edén derrochando felicidad por todos los poros de su piel —me contesta, picándome—, supongo que tu flamante unión será la culpable, ¿Qué tal la vida marital?
—¿Nadie te dijo que eres peor que un grano en el culo, algo así como una hemorroide? —contesto exasperado.
—Si lo dijeron no lo escuché —dice mientras se encoge de hombros—. Pobre chica, la compadezco, tener que soportar esto todos los días. Más con todo lo amargado que te comportas con ella.
—Yo no soy amargado con ella —me defiendo—. Simplemente soy firme y marco las distancias.
Me mira como si hubiera contado el chiste más malo del mundo.
—Creo que si tu objetivo es que Selena acabe ensartándote con lo más puntiagudo que encuentre como si de una brocheta se tratara, vas por buen camino.
—Sabes por qué lo hago —continúo—. No sabemos si es ella, no podemos permitir que cruce la línea, no sin antes asegurarnos. No tenemos garantías más que las que nos llevaron a ir tras ella cuando la encontramos. No podemos arriesgarnos a que lo descubra y nos traicione, dañando a quienes más queremos. Fallando a la promesa que le hicimos a Zora antes de partir.
Libra suspira, tragando saliva, un atisbo de tristeza se refleja en su mirada.
—¿Crees que no lo sé? —me dice—. Pero a la vez no me olvido de cómo debe de sentirse esa chica, sea quien sea.
—Le di la opción de elegir y marcharse para siempre y decidió quedarse. Todo sería más sencillo —digo bajando la voz—, si mostrase algún atisbo, algún rasgo, alguna señal —comento desesperado— ¿Cómo desenmascararla?
Mientras lo digo, soy consciente de lo injusto de mis palabras, sabiendo que yo también empleo mis máscaras cuando estoy con ella.
Libra parece entender el trasfondo que conllevan las palabras de mi pregunta. Sabe que no puedo decirlo directamente. No aquí. No ahora.
—Sabes que yo no poseo esa habilidad —me dice en un susurro—, y por el momento o se está ocultando para que no lo notemos o es que nos hemos equivocado y no es quien buscamos —me sugiere—. Tal vez, podrías optar por ganarte su confianza. Pero no sé qué decirte, parece plan suicida, viendo que vas en la dirección opuesta.
—No es tan sencillo Libra, soy yo el que tampoco confía en ella. No me ha dado razones para hacerlo.
—Creo que permanecer a tu lado es una razón suficiente. Además, no te estoy diciendo que le confieses tus más oscuros secretos. Solo digo que deberías esforzarte para que parezca un poquito más real, ¿Qué harás cuando la corte envíe a sus propios guerreros a Qamar y tengan ojos sobre ti constantemente? ¿Cuándo Tauro se canse de insistirte en que te vayas a vivir cerca de la corte y comience a sugerirte que tengas un heredero?
Me hielo ante sus palabras, son cuestiones que prefería simplemente haber ignorado.
—No soy tan cruel como para obligar a nadie a que tenga un heredero con quien no ama. Con alguien a quien preferiría no tener que ver. Además, sabes que no es posible. Si fuera ella, es imposible hacer una vida a su lado. Si no, igualmente, sabes tan bien como yo los motivos por los que se llevó a cabo esta unión. Fue un efecto colateral.
—Edén, hasta los guerreros con heridas como tú pueden permitirse amar. Todo el mundo debería sentir al menos una vez en la vida la plena confianza de que juntos pelearán frente a los demonios de ambos.
—Libra, sabes que nunca estuvo en mis planes comprometerme. Aunque las circunstancias sean distintas, no he cambiado de parecer —chasqueo la lengua—. Esa vida no es para mí, no con lo que está por venir.
—Debería irme, me esperan en el templo y no es bueno que permanezca mucho tiempo aquí —me dice mientras se levanta—. Vendré a visitarte después de que se realice la reunión con el resto de la corte, lo mejor será hasta ese momento no levantar sospechas.
La agarro del brazo antes de que abra la puerta y desaparezca.
—Será mejor que vaya yo a verte, más si pretendes hacer una entrada triunfal como la de hoy causando revuelo. Calculo que por ese entonces no será seguro reunirse aquí.
Asiente, captando mi mensaje.
—Tienes suficiente poder dentro de la corte —me recuerda la sacerdotisa.
—Así como suficientes personas dispuestas a arrebatármelo —le respondo—. Pero soy Edén Lightmoon, antes tendrán que pasar por encima de mi cadáver. Y, créeme, sería un desperdicio verme convertido en cadáver, esta imagen no se cultiva sola.
Hace como que se tapa los oídos, no queriendo escucharme.
—No, por favor. No se si te prefiero engreído, egocéntrico, autoritario... Ah, espera, ninguno de ellos y me los tengo que tragar todos.
—Qué manera más extraña tienes de decir que te parezco irresistible.
Libra se queda pensando por unos segundos, comprendiendo algo que pareciera estar fuera de mi alcance. Su mirada se ilumina y una risa traviesa dibuja su rostro.
—Mantener las distancias y la desconfianza no es lo único que te hace comportarte con Selena de esa manera —se acerca hacia mí— ¿Qué tanto te recuerda que tienes a centímetros aquello que deseas pero que no te concedes? ¿Aquello que anhelas y te prohíbes siquiera imaginar?
Y con esta última declaración abre la puerta y se cubre con la capa, abandonando el castillo, de vuelta al templo, dejando un reguero de declaraciones a su paso.
Me paso la mano sobre la cara, buscando centrarme para lo que me queda de día. Voy caminando por el pasillo cuando de pronto un cuerpo impacta contra el mío. El golpe es mínimo comparando mi tamaño con el suyo, pero ella ha aterrizado directamente contra mi pecho. Parece que se apresuraba rápidamente a algún lado y se ha despistado, tal vez buscando ignorarme. Algo que ha hecho los últimos días por alguna razón que desconozco.
Pongo mi mano detrás de su espalda para impedir que caiga al suelo y la retengo unos segundos contra mí. Analizándola lo más cerca que he podido desde que nos conocimos. Hay tantas preguntas que se transforman en silencios. Un misterio ante mis ojos, alguien de quien sé que no me puedo fiar si no quiero arriesgarme a poner en peligro a quienes más quiero. Con quien debo dejar los límites claros hasta estar seguro de que es ella, y, después, si resulta ser cierto, nuestra relación habrá terminado. No hay más.
Se remueve incómoda frente a mi escrutinio, intentando deshacerse del brazo que la envuelve, sin éxito. Rehúye mi mirada, cómo si hubiera descubierto algo terrible sobre mí y le diera asco mi presencia.
Un impulso me lleva a colocar mi mano libre por debajo de su barbilla para posicionar su vista frente a la mía. Sus ojos grises me devuelven la mirada, mostrando desacuerdo.
Ahora, al tenerla pegada a mí, no puedo evitar recordar el momento en el que la encontré bañándose semi desnuda en la fuente de los jardines, ajena a los peligros que hubieran podido acecharla. Tanto a ella como al resto de mujeres que la siguieron.
Aquí todos somos tratados por igual frente a la justicia, el filo de una espada no distingue de clases. En ese momento la imagen mental que tenía de ella se acrecentó. Una niña caprichosa, vanidosa a la que tendría que aguantar por un largo periodo de tiempo, un efecto colateral superficial que no encajaría ni un ápice con mi modo de vida.
Sin embargo, con el paso de los días, esa creencia se fue resquebrajando ligeramente. Su entereza, su valentía ante mis acciones, la manera en la que se relacionaba con el resto de habitantes de Qamar. Ella creía que iba a tener problemas conmigo por relacionarse con el resto de mujeres y verlas como sus iguales independientemente de su clase social. Nada más lejos de la realidad, era así como funcionábamos aquí. No obstante, me sorprendió su actitud.
El momento en el que su mano viajó por los salientes de mi pecho, torso y abdomen. Desafiando a las leyes que habíamos escrito, despertando una guerra en mi interior en la que por primera vez dudé si quería ganar. O simplemente lanzarme al vacío.
—Suéltame —me dice Selena en un tono más bajo de lo habitual.
Hace fuerza con los puños mientras intenta zafarse de su agarre, retorciéndose y lanzando pequeños golpes contra mi pecho que cada vez van subiendo de intensidad.
—Vas a tener que hacer algo más que eso si alguna vez te atrapan y debes escapar.
Sus ojos arden en furia.
—Una patada en las bolas para dejarlos sin descendencia serviría, ¿Qué tal si lo pruebo ahora? —me responde.
—¿Probar qué? ¿Cómo sería nuestra descendencia? —las palabras salen solas, debilitándose ligeramente la máscara que he usado frente a ella.
—Prefiero ahorrarle ese disgusto a la humanidad.
—Y yo que conservaba mis buenos genes para algo, qué despropósito desperdiciarlos así.
Aprovecha que he aflojado ligeramente el agarre sobre ella para sacarme la espada que llevaba colgada a un costado de la cintura. La empuña y coloca el filo de esta por encima de mi cuello.
—¿Te gusta más esta estrategia, guerrero? —la última palabra la pronuncia desafiante, degustando cada letra antes de pronunciarla.
—Podría funcionar. Pero, te recomiendo, asegúrate de que el que te capture no sea yo, porque, en ese caso, ni con esas te librarías.
Agarro a mi compañera por el brazo y en una maniobra le doy la vuelta, arrebatándole la espada, pegando su espalda contra mi pecho. Ahora soy yo el que tiene de vuelta el arma y Selena se encuentra acorralada entre mi cuerpo y la espada que cruza su pecho y parte de su cuello.
—Entonces dejaré mi as guardado bajo la manga, en el caso de que se dé la situación —me dice mientras se escabulle por debajo y se aleja apresuradamente por el sentido contrario al que vino.
Su cuerpo rozando el mío me graba a fuego el momento en el que se desnudó frente a mí, lanzándome su vestido y retándome. Despertando todos mis sentidos y encendiendo mis terminaciones. No hay castigo más grande que privarse de conocer más a fondo las sensaciones que despiertan su presencia. Ni peor pecado que desear aquello que una y otra vez vas a tener que rechazar.
¡Hola preciosas! ¿Qué os ha parecido este capítulo narrado por Edén? Yo personalmente he amado escribirlo. Tanto que es probable que no sea ni la primera ni la última vez que suceda.
Sabéis que me encanta saber qué opináis por pequeña cosa que parezca, que amo leeros y que vuestras aportaciones me llenan de vida.
Las teorías siguen activas juju... Por si alguien quiere dejar algo por aquí.
¿Podríamos decir que #Edelena sigue activo también? 😈🔥
¡Os adoro!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top