Capítulo 10
Quedamos en que Eliana pasará a buscarme a mi cuarto antes de la hora. Decido que voy a despojar a mi pelo de las horquillas y perlas que lo adornan para llevarlo simplemente suelto. Cambio mi vestido por algo más liviano y fresco. Una blusa con bordados de pequeñas flores que se apoya sobre mis hombros. Estos se quedan descubiertos, dispuestos a recibir de primera mano la cálida brisa del exterior.
No he visto a Edén en todo el día, ni siquiera apareció por el salón en todo el tiempo que estuve. Me pregunto qué estará haciendo y qué asunto se traerá entre manos. Es raro que no estuviera con el resto de guerreros después de haber entrenado.
Unos toquecitos en mi puerta me avisan de que ya es la hora. Me observo en el espejo antes de abrir. Mi aspecto se parece más al de hace unos meses, cuando vivía como una simple campesina que sabía que pronto tendría que luchar por ocupar el lugar que siempre le había correspondido.
Abro la puerta y agarro a Eliana de la mano, empujando de ella.
—¡Vamos! no hay tiempo que perder.
Se ríe por la forma en la que la llevo corriendo por los pasillos, pero es que no sabe que hace mucho que no soy dueña de mi tiempo.
Nos adentramos por una zona en la que nunca antes había estado. Pronto se comienza a escuchar el murmullo de voces, griterío y personas riendo unas con otras.
Pasamos los portones y llegamos a un patio descubierto en el que nunca había estado. Plantas enredaderas con pequeñas flores cubren las columnas y las paredes.
Me doy cuenta de que está atardeciendo y un escalofrío recorre mi cuerpo. Sin embargo, me recuerdo que tengo que calmarme. Por el momento no hay peligro, el ciclo lunar aún no termina.
Sigo a Eliana hasta un grupo de gente que se encuentra bailando al ritmo de los violines que tocan dos jóvenes. Parece que todos se evaden de sus preocupaciones. Sin embargo, algunas de las doncellas no se han cambiado el uniforme. Debo de encontrar la manera de conseguirlo.
Uno de los chicos que se encontraba a nuestro lado en la mesa del comedor me acerca una jarra con un líquido violáceo. Lo acepto y lo bebo de un trago cuando recuerdo el incidente de esta mañana. No es algo que quiera que siga pululando por mi mente.
—No debería tomárselo tan...—me dice cuando le vuelvo a poner el objeto en sus manos.
—Quiero otra —le digo.
Resopla, preguntándose quién le ha mandado darme nada de beber en primer lugar. Veo que intenta retirar el frasco de mi vista, escondiéndolo detrás de su espalda.
—Yo... lo siento. Da la casualidad de que lo que queda tengo que reservarlo.
Alzo mis cejas y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—¿A quién le estás diciendo que no? —el chico traga saliva— Más te vale que me pongas otro si quieres seguir conservando tu puesto.
Sé que había dicho que iba a olvidarme por un momento de mi posición en el castillo. Pero una tiene sus ases bajo la manga.
Se encoge de hombros.
—Es igual. Solo trata de poder seguir manteniéndote en pie—me dice mientras vierte el contenido sobre mi copa.
El líquido burbujeante pasa sobre mi garganta mientras poco a poco va haciendo efecto en mí. Por un momento mis preocupaciones se disipan.
Observo cómo poco a poco van llegando guerreros al lugar. Han dejado a un lado sus armas y sus torsos protegidos para compartir y celebrar con el resto. Sin embargo, sigue sin haber rastro de Edén.
—Aquí las cosas no suelen ser lo que parecen —me dice una chica acercándose a mí.
—Nunca nada es lo que parece —le respondo.
Algunos de los guerreros pasan por mi lado, reconociéndome y dedicándome miradas de arrepentimiento. Otras son de admiración, valorándome tras mi enfrentamiento.
Observo a Eliana charlando animadamente con un grupo a lo lejos y me acerco para formar parte de la conversación. Por el camino, alguien me toma de los brazos y me meten en un círculo coreografiado de las personas que bailan al ritmo de la música. Hago una reverencia mientras me aplauden y vitorean para posteriormente escabullirme.
Tanto movimiento me está mareando. Pongo una mano sobre mi cabeza mientras me acerco al grupo que descansa.
—Bueno... reconozco que el señor no se queda atrás. Con todo ese porte de misterio y esa... personalidad —dice una mientras se echa hacia atrás de forma dramática—. Sí, definitivamente podría mojarle en queso y repetir.
Se ríen mientras otra de ellas le toma la palabra.
—A ver, os traduzco lo que quiere decir esta tarada de aquí —dice mientras gesticula— es que esos músculos y ese lindo trasero le ponen pero no quiere quitarle lo romántico a la situación.
Avanzo hacia ellas, pues aún no se han dado cuenta de que he escuchado toda la conversación. Una de las mujeres va a seguir hablando cuando otra de ellas me ve y le da un codazo.
—No queríamos molestarla, señora —dice mientras baja la cabeza.
—Tranquilas, imaginar es gratis. No voy a dejaros sin ojos, están para algo. Al igual que el cerebro, para saber lo que le conviene a cada uno en cada momento. Y para usarlo, que si no se atrofia.
—Selena —me llama Eliana por detrás y me habla en un susurro— ¿No te das cuenta que así las asustas? No quieren ser tus enemigas, pero tienes que entender que para ellas Edén es algo así como su dios. Es normal que le idealicen, pero en ningún caso querrían perjudicarte.
—¿Dices como su dios al que adorar de rodillas? —le respondo en broma— Debo advertirlas, no saben que veneran al diablo disfrazado —digo con una falsa exageración.
Ella se ríe y niega con la cabeza. Pero tiene razón, aunque dentro de mí me cueste bajar la guardia, poco a poco voy dándome cuenta de que las personas del castillo no son tan distintas a a las que yo conozco. Excepto si descubrieran lo que soy. O lo que puedo hacer más bien. Igual ahí cambiarían de opinión.
—Señora —me dice una de las que estaba hablando antes—, no queríamos importunarla. Solo decimos lo que vemos, que es un torso muy... duro —continúa intentando arreglar la frase con palabras más castas— Y... un guerrero, muy eficaz —se da cuenta de que eso no suena muy bien— ¡Luchando claro! —otra de ellas se pone la mano sobre el rostro, negando— En definitiva, es todo suyo y nunca nos meteríamos.
—Ojalá fuera todo mío para torturarlo —digo en voz alta sin darme cuenta.
Maldita bebida violácea burbujeante. Ella tiene la culpa de todo. ¿O igual he sido yo al forzar al chico a ponerme otra copa? Nah, yo sé controlarme. Ahora lo entiendo, ha sido todo culpa del chico por hacerme caso. Sintiéndolo mucho, ahora sí que tendré que despedirle.
Por un momento me entra en miedo de haber sido descubierta, sin embargo, estallan en risas.
—Debería venir más a menudo señora.
Seguimos conversando un rato, conociéndolas y permitiendo que ellas me conozcan tal y como soy. Sin máscaras, sin secretos. Simplemente Selena.
Aprovecho que han sacado el tema para seguir indagando sobre Edén, sus secretos y la cara misteriosa que entrega al mundo. Rápidamente comienzan a contarme sobre las anécdotas y leyendas que hay sobre él. Se puede pasar de adorarlo a temerlo en un solo paso. Recibo tanta información que no sé qué es verídico y qué no.
Desconecto por un momento de la conversación. Yo había venido aquí por una razón. Necesito el uniforme. Miro a mi alrededor para idear un plan.
Desde el primer momento todos sabíamos que el líquido burbujeante no auguraba ninguna buena idea. O tal vez sea brillante lo que se me está ocurriendo ahora mientras observo la gran fuente que en el medio del gran jardín del palacio.
Yo necesito un uniforme y para eso es necesario que... alguien se ofrezca a prestarme uno. Incluso si no sabe que lo ha hecho.
Les propongo mi plan a Eliana y el resto de mujeres que se encuentran en el círculo. Nos alejamos del patio y del resto de personas que conversan y bailan al ritmo de la música.
El sonido de los violines poco a poco va siendo ligeramente opacado por el roce del agua con el pavimento.
Veo como dudan, colocándose detrás de mí.
—Selena, no sé si será buena idea.
Está claro que me toca ser el ejemplo.
Desato los botones de la blusa y los paso sobre mis hombros, haciendo que la pieza se deposite en el suelo. Le sigue mi calzado y mi falda. Tan solo estoy cubierta por un ligero vestido blanco interior.
Doy un paso dentro de la fuente y la frescura del agua me vigoriza. Las miro y las animo a seguirme. Ríen y tras haberse despojado de sus ropas, me siguen. Una de ellas se lanza directamente a la fuente y nos salpica a todas.
Nadamos en la profundidad de la fuente, riéndonos y lanzándonos agua entre nosotras. Me sumerjo por completo, aguantando la respiración para después emerger con fuerza, soltando el aire que tenía retenido.
Me agarro al borde de la fuente para sostenerme, dándome unos segundos para que las gotas de agua se resbalen sobre mi cuerpo. Las risas que hasta hace unos segundos bailaban en el ambiente, se detienen abruptamente.
Unos pies se sitúan cerca del lugar donde mis manos se agarran. Subo lentamente mi rostro, encontrándome con unos ojos que me miran hechos una furia.
—Fuera —su tono de voz es lo suficientemente contenido como para helar a cualquiera.
Sus emociones se quedan retenidas en la última exhalación de aire que emite.
Aunque nos lo dice a todas, sus ojos no se separan de los míos.
Rápidamente el resto de chicas salen del agua y se disponen a coger sus ropas. Salgo rápido, recordándome cuál era el objetivo principal de todo esto. Disimuladamente cojo uno de los uniformes que estaba esparcido por el jardín y lo guardo abrazándolo sobre mi pecho, encima del camisón blanco.
Con el ajetreo y las prisas, nadie se da cuenta. Las chicas cogen sus trajes como pueden, casi sin mirar y se chocan entre ellas sin saber a dónde ir.
—Pueden retirarse —les dice Edén.
Hago caso de sus palabras y me dispongo a irme tras ellas. No me puedo arriesgar a que alguien se dé cuenta del intercambio de vestuario. Por el camino, encuentro un saco de tela que debía traer alguna de las chicas, lo recojo del suelo y lo utilizo para guardar todo lo que he ido recolectando.
—Selena, esto no aplica para ti —me paro de espaldas a él—. No he acabado contigo.
Ni empezado, parece ser.
Lentamente me giro y le encaro. Comienzo a caminar hacia él, todo lo dignamente posible que me permite el ligero mareo que mi cabeza sigue sintiendo.
—Cuando te dije que podías hacer lo que quisieras en el castillo, creo que tendría que haber sido más específico —dice mientras chasquea la lengua al final de la frase.
Parece que se lo está recriminando más a él mismo que a mi.
En vez de contestarle, una risa traviesa se escapa de lo más profundo de mi garganta. Es divertido ver cómo intenta hacerse el preocupado.
Al principio, su rostro es de sorpresa, no entendiendo la situación. Luego parece ver mis ojos brillantes de más, mis pupilas algo dilatadas y mis mejillas sonrosadas, y su expresión se transforma.
Sus ojos arden en llamas y su mandíbula se tensa, acercando su rostro al mío.
—Ah, te parece gracioso —dice mientras me obliga a mirarle—Súper gracioso, estar borracha y semidesnuda en el jardín a medianoche. Y súper peligroso también, no es seguro estar aquí fuera en mitad de la oscuridad. Y más sin contar con la guardia necesaria —dice enfadado—. Pero eso es algo que no volverá a suceder.
¿A qué tanto teme? Primero el ritual de conexión para protegerme y ahora esto.
— ¿Al igual de peligroso que estar contigo? ¿O eso ya es otro nivel? —le digo sin apartarle la mirada.
—Al igual de peligroso que desobedecer una orden cuando la doy.
—Es que yo solo recibo órdenes de quien me inspira a ello —le contesto.
Por primera vez desde que ha aparecido soy consciente de su torso sudado y desnudo, como si hubiera venido de patear algo. ¿Cómo le había descrito esa doncella? Ah, si, duro. Bueno, pues la teoría se comprueba con la práctica.
Acerco mi mano lentamente, pasándola sobre él. Tanteo con mis dedos los recovecos, dibujándolos. Comenzando desde arriba y bajando hasta el punto en el que el vello se cuela por sus pantalones.
Escucho cómo traga secamente, pero es que mis manos han cobrado vida propia. Ahora, así, a medianoche, con los pensamientos arremolinados y sin el peso sobre mis hombros.
Por un segundo sus palabras vuelven a mi mente, así que empleo la mano que tengo sobre su torso para hacer un puño con ella y empujarle hacia atrás, apartándole lejos de mi.
—No eres quién para decirme qué debo o qué no debo hacer —le espeto.
—Eso lo haré cuando mis ojos dejen de ver a una niña que solo se preocupa de lo externo, de sí misma. Sin proteger al resto de personas en sus locuras —supongo que lo último lo dice por las chicas que arrastré a la fuente.
Mi interior hierve, ¿Quién se cree para juzgar sobre lo que yo soy? Aunque, no debería importarme. Lo que Edén piense o no de mi, me viene sin cuidado. Como si quiere creer que soy la arpía, la serpiente más venenosa.
—¿Una niña? ¿Solo porque me saques dos cabezas crees que puedes llamarme niña? —le digo mientras me acerco a él, levantando mi rostro para encararle.
Suspira, dándose cuenta de que mi discurso no es el mejor en estos momentos.
—Solo porque cuando te veo lo único en lo que pienso es en que necesitas que te den una lección —responde con los ojos entrecerrados.
Por un segundo, me quedo seria hasta que, posiblemente influida por los líquidos que ha ingerido mi cuerpo, ilumino mi rostro en una sonrisa. Notando gracioso el doble sentido de sus palabras.
Me acerco hacia él, de forma que mi pecho mojado por la ropa interior se roza con el suyo.
—¿Y tú te vas a ofrecer a dármela? Qué buen ejemplo el tuyo, debería agradecerte, es más —le digo, todavía con la sonrisa traviesa en el rostro, acercando mi rostro al suyo—, ¿Quieres que ponga mi trasero disponible para ello?
Mi aliento se entremezcla con el de Edén. Su suspiro caliente llega a mi rostro y me causa un escalofrío, con la diferencia de que sé que este no se debe al frío de la noche. Pero a veces me gusta contarme mentiras.
Nuestros labios se encuentran peligrosamente cerca. Peligroso... él es peligroso, debo alejarme.
Me separo, pero no es suficiente.
—Si insistes —me dice él.
Me agarra de la cintura, levantándome del suelo y colocándome sobre sus hombros. Como si fuera un peso que se puede transportar de un lado a otro. Comienza a caminar de vuelta al castillo.
—¿Qué me vas a llevar al lugar ese que tienes prohibido? —le digo encima de sus hombros— A ese al que llevas a tus amantes muertas para ocultaras. Y ahora soy la siguiente.
O al menos, esa es una de las muchas suposiciones sobre Edén que me contaron las chicas antes en la celebración.
Se para en seco, dejando de caminar. Se toma unos segundos antes de darme la respuesta.
—Exacto, por eso te recomiendo que te andes con ojo y acates mis reglas cuando sea necesario. Y que no husmees donde no te llaman.
Continúa caminando hasta entrar dentro del castillo. Me remuevo incómoda, deseando bajarme. Sin embargo, el cansancio está comenzando a hacer huella en mí, así que permito que me cargue. Pasa de las miradas curiosas de los criados y me lleva arriba de las escaleras.
Mis ojos poco a poco se van entrecerrando hasta que de repente me baja al suelo de un tirón.
—¿Qué no ves que estaba descansado? —le espeto, molesta.
—Para eso descansa mejor en tu cama —me contesta, irritado por mi comportamiento.
Me ha traído a mis aposentos.
Me cruzo de brazos.
—Podía venir yo solita. ¿O es que tan niña me consideras que ahora irás a arroparme?
—Antes deberías quitarte todo lo mojado —me dice mientras me da una mirada de arriba a abajo.
Da un paso hacia mí y me echo hacia atrás, chocando con la puerta de mi cuarto. Pone sus manos a ambos lados de mi cabeza, con las palmas abiertas apoyándose en la puerta. Posteriormente, la empuja y caigo de bruces al interior.
Me agarra del brazo y me sostiene, evitando el impacto y haciendo que en vez del suelo, mi frente y nariz besen su torso.
—Tan superficial que dices que soy —le digo, recordando sus palabras—, tendré que hacerle justicia al calificativo. Toma, ya no lo quiero, no me sirve.
Me saco el pequeño vestido interior mojado y manchado que cubría mi cuerpo. Ahora mi pecho solo es cubierto por mi melena negra.
Lanzo la prenda mojada a Edén y me doy la vuelta, dispuesta a dormirme y a apagar el mareo que poco a poco se va haciendo más fuerte.
Quiero agradecerle profundamente a @Maria_velas por el precioso Tiktok que le hizo a la historia. Gracias linda <3
Quiero daros las gracias porque valoro muchísimo cada voto o comentario que me hagáis por pequeño que sea. Para mí es parte de mi motor para seguir escribiendo <3
Ahora sí... ¿Qué creéis que oculta Edén?
Muy pronto lo sabremos.
Las cosas entre Edén y Selena se cuecen a fuego lento... para luego arder. *Yo no dije nada*
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