FINAL/Epílogo
Todos se quedaron estáticos.
- ¿Quién te dijo eso?-el rey inquirió con gesto grave.
- Solo lo sé. –el rey miró a Azima y ella negó imperceptiblemente con la cabeza, el rey le creyó. Vio a León y este se encogió de hombros, él había sido pensó, seguro le había dicho a Ian y este a Baasima.
- ¿Es cierto? –Habiba se acercó con rostro preocupado.
- Es cierto.- aceptó el rey.
- Pero, padre... -Gabriela también se acercaba con cara confundida.
- A veces he tenido que tomar decisiones difíciles, no siempre me quedan muchas opciones, es muy complicado cuando se trata de las personas que amo.
- Pero mentiste. –Habiba lo vio dolida. El rey le sonrió con ternura.
- A veces es necesario.
- ¿Ya elegiste mi marido? –Preguntó Habiba con espanto.
- Claro que no. Es obvio que he quitado esa imposición, tu prima se casará con quien ha elegido.
- Porque él la comprometió. –Replicó Habiba.
- Cállate. –siseó Baasima.
- Aun así, ella lo eligió. –Azima se acercó. –el rey, nuestro tío ha cambiado de opinión y debemos agradecerle por ello.
- ¿De verdad has cambiado de opinión tío? –inquirió Habiba.
- De verdad. Eso me recuerda que aun no he dicho las condiciones para este matrimonio.
Y pasó a decirle a los futuros esposos que:
Ian debía dejar seguir con sus funciones a Baasima como embajadora cultural y princesa de Durban por lo que dividirían su estancia entre Durban y Londres.
Ambos como parte de la familia real debían estar en fechas especiales, acontecimientos sociales y demás.
La dote de Baasima solo estaría a disposición de ella, no de su esposo. Ian trató de no mostrarse ofendido.
Se les asignaron habitaciones privadas para cuando se casaran.
Se casarían en unos meses.
El novio protestó de inmediato.
El rey sonrió divertido y aceptó disminuir el tiempo.
Así que se casarían en una semana, aunque Ian quería en cuanto salieran del calabozo.
- Bueno, las reformas han sido buenas. –Baasima miró las paredes de piedra maciza y se sentó en el suelo.
- Pensé que nos pondrían juntos. –le llegó la voz de Ian quien estaba en la celda de al lado.
- Mi tío no quiere que nos veamos hasta la boda. –contestó compungida. –tengo hambre.
- Lo siento, cariño.
- Es mi culpa.
- ¿Por qué? Quien te comprometió fui yo.
- No es que haya puesto demasiada resistencia. Debí haber esperado a que volvieras no obligarte a venir así.
- Iba a volver, solo quería tener un plan de acción. Uno que me permitiera tenerte.
- Así que nos ahorraste mucho.
- ¿De verdad?
- De verdad amor. –unos pasos los hicieron callar. Azima bajó las escaleras hacia ellos envuelta en un manto con capucha.
- Entrando así de furtiva me siento en el siglo XVI. –vio con admiración lo que le rodeaba.- todo está muy bien conservado y se respetó la estructura original, es precioso.
- Las vistas desde aquí no son tan lindas. –le gruñó Baasima. Su prima rio. Sacó de su manto agua, fruta y otras cosas. Se las pasó a ambos.
- ¿En serio no debían pasarnos ni siquiera agua? –preguntó Ian.
- Muy en serio. Si me descubren aquí, puede que los acompañe en alguna celda aquí cerca.
- Habiba traerá cobijas cuando anochezca y mas comida. Mañana vendremos por cualquier rastro de evidencia. Salen a las 2 ¿no?
- Si tío así lo quiere.
- Dijo 24 horas y no más, fue benévolo Baasima.
- Ya sé, pero aun así...
- Por mí está bien, ¿se imaginan la anécdota? Recluido 24 horas en un calabozo por haber mancillado a una princesa árabe.
- Una con la que te casarás.
- De eso no cabe la menor duda.
Una semana después, el día de la boda.
Mediante mensajes de texto, pues habían tenido prohibido verse.
-¿Segura?
-Segurísima.
-¿Te hiciste la prueba?
-Sí.
-¿No hay bebé?
-NO.
-Bien.
-¿Decepcionado?-Baasima rio mientras le arreglaban el pelo.
-Un poquito.
-Mejor esperemos un poco más ¿te parece?
-¿Eso quieres tú?
-Sí.
-Lo que tú quieras princesa. Te amo.
.Y yo a ti.
Baasima avanzó con suaves pasos para recibir la bendición del rey, Ian la esperaba justo antes de entrar y lo que vio en sus ojos la emocionó lo indecible.
- Estás absolutamente increíble. –dijo admirándola en su ropaje de boda en tonos dorados y crema.-gracias.
- ¿Por qué?
- Por elegirme.
- Lo haría una y otra vez.-él tomó su mano y la besó.
- Muero porque acabe todo esto y estemos solos. –susurró en su oído haciéndola estremecer, carraspeos a sus espaldas los hicieron despegarse.
- Es hora de que seas mi esposo.
- Para el fin de nuestros días.
- Que así sea...
EPILOGO
Los novios al lado del rey y otros miembros más de la familia real entre ellos Gabriela y León estaban en el balcón con sendas sonrisas y envueltos en un ambiente festivo y dichoso. Habiba aun no tenia idea de como iba a cambiar la vida de las tres a partir de ahora, Baasima estaría por temporadas en Londres si bien, Ian había prometido establecerse en Durban para complacer a su esposa y porque a él también le agradaba el país. Sin embargo, ahora Baasima era una mujer casada, no es que ahora fuera a ser otra persona pero ya pertenecía al club de las no solteras y por si fuera poco Azima estaba cada vez más cercana a comprometerse ¿Qué sería de ella? nunca había sido insegura, nunca había sido tampoco una mujer que se sintiera sola, pero, siempre había estado al lado de sus primas ¿ahora qué? Estaba muy ocupada cierto, y ahora seguiría estándolo más que nunca para impedir brotara con toda su fuera la añoranza por Baasima y próximamente por Azima.
- ¿Qué es eso? –dijo el novio y ella apenas le prestó atención cuando puso su mano sobre sus ojos para evitar los tenues rayos del sol y ver mejor a la distancia. Baasima también miró hacia donde su ahora esposo observaba, Habiba solo notó que Ian no dejaba en ningún momento la cercanía de su esposa, tenia la mano firmemente puesta en su cintura. Suspiró, no por envidia, ella aun no se veía casada, ni lo deseaba al menos en breve, simplemente que ahora nada sería igual.
- Son gente en camellos. –dijo Baasima viendo como se acercaba una gran comitiva a camello y vestidos con ropa distintiva de una tribu. –Una comitiva.
- ¿Qué tribu son amor? –preguntó entonces Gabriela a León y todos lo miraron esperando respuesta, cuando vieron como León quedaba viendo tenso al rey, todos se tensaron de inmediato.
- ¿Qué pasa? –dijo entonces Ian con el ceño fruncido.
- Son los Al-Khaled. –respondió León con voz acerada.
- Bueno, por mí no pueden venir. –Gabriela acarició su incipiente embarazo y eso relajó visiblemente a León.
- Cierto. –dijo. -¿Padre los has invitado?
- No. –dijo el rey quien no dejaba de mirar en la distancia. –mira el estandarte que traen. –pidió con tranquilidad.
- Es un reclamo. –dijo otra voz y todos miraron a Omar quien parecía bastante interesado en el giro de los acontecimientos.
Desde que León había dicho que eran los Al-Khaled tres mujeres, una vestida de novia y otras dos habían ido retrocediendo para juntarse en una esquina. Ninguna se atrevía a decir nada, solo seguían escuchando y mirándose entre sí. Cuando Omar mencionó el reclamo, Habiba abrió los ojos con sorpresa y las otras dos la miraron con idéntico pánico.
- Pero, ¿a quien quieren reclamar? Es ilógico. –Gabriela era la única que había visto la reacción de las primas y había empezado a sentirse acalorada solo por imaginarse el lío que se avecinaba.
- Niñas... -dijo el rey sin voltear a buscarlas. El rey era la calma en persona, seguía sonriendo y saludando al pueblo. -¿podrían seguir actuando todos con normalidad? –pidió y enseguida todos se recompusieron.
- ¿Baasi? –dijo Ian percatándose de que no estaba a su lado, la posible amenaza había logrado que no sintiera a Baasima alejándose. Al ver que ahora sí que cuchicheaba con sus primas, Ian sintió que no era nada bueno. En ese momento Azima y Baasima amenazaban con estrangular a Habiba. –Oh, por Dios. –dijo simplemente y todos voltearon a verlas esta vez, las tres se quedaron estáticas al percibir que eran objeto de las miradas de los presentes.
- Creo que no me siento bien. –dijo Gabriela de inmediato y todos se giraron a verla con preocupación, era como un partido de tenis pero de miradas. León la tomó en sus brazos con rapidez no sin antes dar una última orden.
- Ustedes tres vengan aquí.
- Iremos todos. –dijo el rey y después de unos últimos saludos se despidieron del balcón. Ya dentro en el salón Gabriela dijo que solo necesitaba un poco de aire y se negó en redondo a irse, únicamente había querido darles a las chicas algo de tiempo.
- ¿Segura? –preguntó León con profunda preocupación en sus ojos ambarinos. Gaby asintió y besó con ternura su mejilla. Él la depositó con infinito cuidado en un sillón.
- ¿Cariño hay algo que debamos saber? –preguntó Ian a Baasima yendo hacia ella y atrayéndola a su costado nuevamente sin dejar de examinar su rostro con inquietud. –No vienen por ti ¿verdad? Porque de ser así, me temo que no me importa si se desata una guerra. No pienso darte. –dijo con una determinada mirada.
- No es el reclamo de una mujer casada. –aclaró Omar entonces.
- Es el reclamo de una virgen. Azima no suele meterse en esa clase de problemas, Baasima acaba de casarse ¿Quién queda? –León enfatizó la última pregunta mirando a Habiba quien se había quedado pálida.
- ¿Por qué yo? –dijo asustada.
- Es el reclamo para una princesa. Vienen de traje tradicional de gala, el estandarte, los camellos. Vienen precisamente hacia aquí. Solo a ustedes tres se les ha permitido estar en palacio como si fuera su casa, vienen por una princesa de palacio... ¿Quién será? –dijo el rey caminando poco a poco hacia Habiba. –sabes que eres tú. Ustedes –miró a las otras dos. –saben que es ella ¿no? – Baasima hundió su cara en el pecho de su esposo y Azima se llevó una mano a su cabellera con gesto nervioso. Omar se acercó y le dijo algo al oído, ella asintió.
- Si ella no quiere ir, no tiene por qué hacerlo. –dijo Ian y no solo Baasima lo miró agradecida sino también las otras dos incluyendo Gabriela.
- No es así de fácil. Bienvenido a nuestra cultura y tradiciones. –el rey dijo mientras se sentaba en otro sillón y palmeaba un sitio a su lado para Habiba, ella fue y se sentó aun muy pálida.
- Padre... -intervino Gabriela con voz suave. -¿no has dicho que ellas pueden elegir esposo? Es decir, que de verdad ahora pueden hacerlo. –con sutileza le recordó su anterior mentira. El rey sonrió sin pizca de vergüenza.
- Sé que lo prometí y no puedo echarme atrás esta vez. –Habiba recuperó el color. – Pero, -pausó y miró a su atribulada sobrina. –sabes lo que puede invalidar mi palabra ¿verdad? –Habiba asintió con lentitud.
- Si yo misma me he comprometido de alguna forma. –ella dijo las palabras con voz rasposa. – soy virgen tío. –lo aclaró pese a que su rostro se puso como un tomate.
- Eso no está en duda querida. Te puedes haber comprometido de otras maneras y lo sabes. –Omar la miró con ojos entrecerrados. Habiba le dedicó una encendida mirada y él abrió los ojos con sorpresa. -¡rayos! Algo hiciste ¿verdad?
...
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