Capítulo 7 "Operación tormenta del desierto II"
Una hora antes del anuncio a Ian del supuesto secuestro...
- Ah no, claro que no.
- Que sí Habi, que sí.
- ¡No! No metan mas a los Al-Khaled en la ecuación. –se cruzó de brazos enfadada.
- ¿A quién si no? –Insistió Baasima.
- ¿Y ahora qué? ¿Diremos que uno de ellos te secuestró?
- Pues los Al-Khaled nos han servido estupendamente en el pasado. Podemos deja entrever que pudo haber sido uno de ellos. El rapto de una novia será cosa del pasado en occidente pero aquí no.
- Raptan hombres en la India. –Habi dijo triunfante.
- ¿Y eso qué? –Su prima la próxima autosecuestradora la quedó viendo raro.
- Vámonos a la India, llevemos a Ian y asunto resuelto ¡Auch! –se quejó cuando Azima le dio un leve golpe en la frente. -¡Es cierto, allí se pueden raptar hombres!
- No es el momento para tonterías o remilgos. –La regañó su golpeadora. –Y aunque parecen la mejor opción, creo que por esta vez estoy de acuerdo con la rapta-hombres y no usaremos a los Al-Khaled. A este paso acabarán formando parte de la familia.
- ¿Y eso sería malo? A Habi ya la vio uno nadando como Dios la trajo al mundo. De allí al matrimonio solo hay un paso.
- Cuidado con lo que desean. –gruñó Habi.
- En tus manos está el elegir. –Azima la vio con confianza. –centrémonos en lo que nos ocupa ¿quieren? Tú. –señaló a Baasima. –irás a pasear a las dunas cercanas al pozo que usa esta tribu. Y nosotras diremos que eso fue lo último que supimos. Visir te llevará en un todoterreno a las cuevas que quedan a una media hora de aquí. Asunto resuelto.
- ¿Me va llevar y dejar en una cueva llena de murciélagos y alimañas? –Baasima la miró horrorizada.
- Sí. –fue la escueta respuesta.
- ¿Y como eso va servir para vengarme de Ian?
- Llevarás comida y agua para una semana. Una bolsa de dormir, linterna, la cueva está equipada de acuerdo a lo que Visir me dijo. –Prosiguió Azima como si nada. –todo ya está en el Jeep.
- ¿Cómo iré al baño? –preguntó con voz chillona y Habiba empezó a reír descontroladamente, se tiró en la cama agarrándose el estomago.
- Voy a matarla. –gruñó Baasima.
- Llevarás una pala. –informó Azima. –harás un hueco para hacer tus necesidades, luego le echas arena de vuelta y listo.
- ¿Qué? –la voz chillona salió de nuevo y Habiba se revolcó de risa en la cama.
- ¡Voy a morir...! ¡Alguien ayúdeme a que deje de reír! Una cuchara... -pidió Habiba entre risas locas, Baasima no pudo más y saltó encima de ella poniéndole una almohada en la cara.
- ¡Quiero un maldito baño portátil! –exigió sin importarle que Habi estuviera alzando las manos pidiendo aire. –Azima le lanzó un enorme almohadón que la desestabilizó y la hizo caer, Habi ya libre empezó a toser y a aspirar aire con desesperación.
- ¡No eres una princesita árabe ahora! Eres una mujer que busca venganza. ¿Cómo se supone que te conseguiré el baño portátil? ¿pido que lo lleven a través de las dunas? ¿Cómo rayos explicaremos eso? ¡Baja tu trasero de esa nube aristocrática!
No estaba siendo precisamente justa, era cierto que iban al desierto pero con el paso de los años el estar allí por días era en realidad una placentera experiencia. Su generación tenía todos los lujos y comodidades, decir que esos días se los pasaban como sus antepasados sería una mentira. Había luz gracias a una enorme planta eléctrica, lo que les daba aire acondicionado, calor si las noches se volvían frías y fastuosas instalaciones portátiles de baños, entre muchas otras cosas que daban una experiencia de hotel de varias estrellas. Baasima se sentó en la cama y pese a su despeinada cabellera intentó verse digna.
- No era necesario el almohadazo.
- La estabas matando.
- Me estabas matando. –reiteró Habi mirándola con rencor.
Azima de pronto empezó a reír, lo hizo sin cortarse mientras las miraba, rio y rio hasta que se le salieron las lágrimas. Sí, no se arrepentía ni un ápice de contribuir en algo a la felicidad de ese par de locas. Minutos después Baasima se auto secuestraba y lo hacía sin chistar.
- ¿Desde hace cuanto no saben de ella? –Ian no había soltado el teléfono desde haber recibido la llamada de Visir, había salido como alma atormentada de su oficina y corrido hacia el estacionamiento.
- Poco tiempo en realidad, pero ellas siempre suelen estar juntas al menos aquí en Durban o el desierto y no está donde se supone que estaría. –dijo el hombre con voz grave y preocupada. Ian apretó el teléfono con impotencia.
- Salgo para allá. De inmediato. Prepara dos comitivas en direcciones diferentes, pide helicópteros enseguida que recorran la zona. Pudo haberse perdido.
- No, no lo creo. La princesa sabe bien los peligros del desierto, solo estaría a unos cuantos pasos, jamás se alejaría por sí sola.
- Haz lo que te dije ¡Ya!
- Si. –Visir colgó.
Mientras tanto Ian condujo directo al aeropuerto e hizo otras llamadas pertinentes. Menos de una hora después de la llamada salía rumbo a Durban en el jet privado de su familia.
Bien, bien, la cueva no estaba tan mal, no había murciélagos o no había visto ninguno todavía, la entrada si que era cavernosa, un estrecho pasaje que le había hecho gemir a Visir mientras la guiaba debido a su corpulencia. Al término de ese pasaje tétrico habían llegado a una especie de explanada, el lugar era amplio, percibió una luz tenue y el sonido del correr de agua.
- La luz es tenue porque ya pronto el sol se ocultará. Mire, allí... -le señaló Visir el extremo más alto de la cueva, dos rocas no conectaban y por lo mismo no alcanzaban a sellar la abertura que dejaba ver el cielo y entrar luz.
- ¿Y ese sonido? –preguntó aguzando el oído.
- Ah, es un pequeño riachuelo.
- ¡Como es que nunca supimos de él!
- El rey así lo quiso, al parecer aquí solía venir con la madre del príncipe León. Aunque varios saben de su existencia, no se atreven a usarlo.
- Si se entera que estoy aquí nos matará. Pero sigo sin entender porque le gustaría venir aquí.
Lo que Baasima no sabía es que el rey había dado su permiso. Ese sitio de hecho ya había sido usado por Gabriela y León y a juzgar por las fechas en que nacería el ansiado nieto, era aquí donde había sido concebido.
- ¿Pero insisto por que venir a meterse a un sitio aquí? –ella intentó entenderlo.
- Es que sus ojos aun no se han acostumbrado a la leve oscuridad por lo que veo. Venga. –Visir la guio al sonido del agua en un lateral de la enorme cueva.
- Bueno, eso no es un simple riachuelo. –parecía una especie de pozas semi profundas redondas alimentadas por un flujo de agua que salía de una roca.
- Es agua mineral creo.
Ella metió su mano y la frescura del agua la hizo suspirar.
- Se puede beber sin problema. –Visir le dijo mientras encendía varias lámparas de pilas, cuando la luz hizo su aparición ella pudo ver en una esquina una especie de cama enorme con sabanas y una pesada colcha en tonos dorados y cafés, se acercó y comprobó que todo estaba limpio, un dosel la rodeaba y pesadas cortinas color borgoña estaban atadas listas para ser extendidas. –las cortinas son especiales, cuando hay una tormenta de arena, por la abertura entra polvo, pero ellas lo detienen sin problemas. -¿ve esa abertura a la derecha de la cama? –ella asintió, tenia el ancho de una puerta. –si va por allí encontrará una especie de cuarto labrado en la roca, el agua corre por allí también y es una ducha si no quiere bañarse en las pozas. Si camina un poco más de la ducha encontrará un baño. Hay lámparas a lo largo de esas paredes, solo que son de aceite.
- ¿En serio? –la sorpresa fue reemplazada por furia al saber lo mucho que se rieron de ella sus primas.
- Sí, aunque obviamente no es un baño con tuberías, es una... letrina. –le dijo con timidez, esperando un estallido de inconformidad, pero ella que ya se veía cavando en la arena, casi brincó de alegría.
- ¡Genial! –ella siguió explorando mientras Visir desempacaba la comida, fue hacia donde estaba colocando todo. Había una mesa y dos sillas. Estantes de roca funcionaban para almacenar las provisiones y una estufa pequeña a base de aceite también, una caja de plástico contenía platos, vasos y demás. Vio que había lámparas por todas partes adheridos a las rocas. - ¿funcionan?
- Claro que sí, solo que con aceite de igual forma, son antiguas. Pero si quiere prenderlos, encontrará todo el aceite que necesite en la parte de debajo de la mesa. Creo que estará bien aquí princesa.
- Si, eso creo. –se sintió más segura. –Esto es como una suite de lujo en un hotel mágico en el desierto. Ya entiendo porque el rey ha tenido esto tan privado.
- Estaremos a menos de una hora de camino. Y cuenta con este radio satelital.
- Gracias.
- Y bueno, ahora me voy a lo que podría ser mi muerte. –anunció su fiel guardaespaldas encendiendo varias lámparas con aceite. El resplandor iluminó bastante bien el área del dormitorio y cocina.
- Nunca te pasará nada que yo no quiera que te pase. Ósea estás a salvo. –le aseguró ella mirando admirada hacia las sombras y luces que proyectaba la cueva.
- Lo creo, pero Lennox es Lennox.
- Confía en mí. –aseguró Baasima mirándolo al fin.
- Eso intento. –hizo una reverencia y se marchó.
Bien, ahora a esperar el desenlace de todo ello ¿Qué hacer? Explorar las pozas por supuesto, se quitó la túnica y se quedó con la combinación interior, aun el sol no terminaba de meterse y hacía calor.
Metió el dedo en el agua y casi gimió ante el fresco contacto, miró hacia la salida como esperando alguien entrara, pero se tranquilizó pensando que sería imposible. Terminó de desvestirse quedándose en ropa interior y se zambulló en la primera poza que le dio hasta poco más arriba del pecho, tenia el tamaño de un jacuzzi pequeño, se levantó y fue hacia otra más grande y notó que allí podía sentarse cómodamente y el agua no alcanzaba ni su barbilla y así se pasó explorando las aproximadamente diez pozas que tenían distintos tamaños, solo en una se podía nadar un poco al ser más grande, tarde se dio cuenta que había pasado demasiado tiempo en el agua y se había hecho de noche, escuchó el ulular del viento allí afuera ¿sería una probable tormenta de arena? Salió de inmediato y se secó con una enorme toalla que había traído entre sus cosas y que yacían en la cama. Se hubiera puesto un pijama en otras condiciones pero optó por ropa ligera en caso de necesitar salir de inmediato, las lámparas empezaron a apagarse y a ella le dio un escalofrío, menos mal que quedaban las otras que rodeaban la cama. Tomó una linterna que llevaba entre sus cosas y aunque había algo de luz la usó para ir por fruta. Llevó lo necesario para una cena y se subió a la cama. El viento parecía seguir pero no incrementarse. De todas formas ella soltó las pesadas cortinas por si acaso. Se arrebujó en las mantas y descubrió que no tenía miedo, no mucho al menos. Con la linterna enfocó y se fijó que las cortinas rodeaban por completo la cama haciendo un refugio total, uno ciertamente romántico e intimo, suspiró, de pronto se sintió muy tonta, quería darle una lección a Ian, que se arrepintiera por haberse ido así. Cuando en realidad quería... quería tener la oportunidad de estar con él no como una princesa sino como una mujer, su corazón le había dicho esos últimos días sin verlo y con la posibilidad de no verlo más, que lo quería. Y esos sentimientos los había odiado porque no ganaba nada teniéndolos, al contrario perdía, irremediablemente.
No tenía una idea concreta de lo que él pensaba o sentía hacia ella, y aunque la tuviera, otra cosa es que se atreviera a dar un paso más allá de solo sentir. Pero se había ido después de un único beso y eso la mantenía furiosa.
Cobarde. Siseó no por primera vez. Mil veces cobarde. La furia empezó a intensificarse cuando su mente le recordó que no era solo una sombra, era alguien que bien podía tener oportunidad con una princesa como ella. Y nada, no había hecho nada. Porque no quiere nada. Su voz interior le habló y ella apretó la mandíbula para no permitir que se le aguaran los ojos, pero no funcionó. Idiota. Se secó la cara bruscamente, ella podía elegirlo sin dudar, tenía el derecho de hacerlo gracias a su tío. Pero claro, él no lo sabría jamás. Así que solo quedaba hacerlo sentir mal por haberse ido y dejar que a ella la secuestraran, una pequeña venganza debía tener al menos, eso y como le había dicho Azima, averiguar el por qué alguien como él había tardado tanto en su ridículo juego de ser su sombra. Encendió más linternas y tomó su Tablet de su bolso, leería para despejar su mente y su atribulado corazón. No fue fácil concentrarse, de pronto solo quería llorar, buscó algo de suspenso y nada de romance, se acomodó y picoteó fruta mientras leía. Horas después se había quedado dormida.
Horas después aun de madrugada él llegaba a Durban y de inmediato tomaba un vuelo hacia donde estaba el campamento donde ella había desaparecido. No llegaba solo, llevaba su mejor comando, los mejores rastreadores, chicos de elite. Baasima aparecería y luego se la llevaría donde nunca más le pasara algo así, con permiso o sin él.
A Habiba y Azima casi les da un paro cardiaco cuando vieron todo el despliegue de seguridad, hombres de palacio y gente de las fuerzas policiacas de Durban. Casi murieron cuando en la madrugada llegó León con Gabriela en helicóptero y varios más se les unieron llevando a Ian y un comando armado hasta los dientes.
- Creo que me siento mal. –anunció Habiba abanicándose pese al frio de la madrugada.
- Cállate. Iré a decirle a Gaby la verdad, no quiero le pase nada. Se me olvidó por completo. –Azima corrió a ver a Gabriela. Aunque la esposa de León quiso estrangularla, se calmó al saber la verdad.
- León va matarlas, a las tres.
- Tendrá que matar a su padre entonces. El rey está de acuerdo.
- ¿Qué? –gimió Gaby.
- Esto no lo saben Habi o Baasima, te advierto.
- Oh, por Dios...
- ¿Qué pasa? ¿te sientes mal?
- Tú eres la mente maestra. –le dijo Gaby señalándola con los ojos muy abiertos. Azima se sobresaltó y de inmediato fue y le tapó la boca con una mano viendo hacia la salida de la tienda. Al darse cuenta que estaba haciendo la soltó y brincó hacia atrás.
- No digas nada, por favor. –susurró. Para su sorpresa Gabriela empezó a reír.
- ¡Lo sabia! –dijo y siguió riendo. –tu secreto está a salvo conmigo.
*****
- Bueno, solo faltó que trajeras a Azzam. – O'Connel vio a su amigo tratando de no mostrarse burlón. Jamás había visto a Ian así y eso que lo conocía desde hacía unos diez años y habían pasado juntos muchas situaciones estresantes. El hombre se veía angustiado aunque solo él que lo conocía bien podía alcanzar a ver eso.
- ¿Azzam? Tiene entrenamiento militar pero ¿Por qué traerlo?- respondió Ian ajustándose el chaleco y buscando algo en una mochila.
- Siempre se las arregla para dar con mujeres bellas.
- No es gracioso. –gruñó.
- Lo sé. Solo intento distraerte un poco.
- Esa mujer será la causa de mi prematura muerte, puedo asegurártelo. Seguramente anda por allí paseando entre las dunas y yo aquí... -muriendo lentamente de angustia.
- Estará bien. –le dijo su amigo poniendo una mano en su hombro, él solo asintió.
- Nunca desaparece así como así, bueno, lo hace pero por lo general tengo idea de donde puede estar, es solo que ahora todo es tan extraño y temo que en realidad ella no esté bien.
- O que la hayan secuestrado para reclamarla como esposa. –una voz familiar se unió a ellos, era León y él hizo un asentimiento con su cabeza que imitó O'Connel. Las palabras de León lo helaron. – Hemos hecho visitas rápidas a las tribus cercanas desde ayer para averiguarlo y no está en ninguna de ellas.
- ¿Algo así como secuestrarla para pedir su dote? –preguntó O'Connel.
- Ella vale mucho sin dote, es sobrina del rey. Solo tenerla como esposa otorga un sinfín de oportunidades y beneficios. Pero su dote es enorme, sí.
- ¿Y si alguien se la llevó? ¿La obligarán a casarse? –Ian habló con voz grave.
- Me temo que sí, habrá quedado deshonrada. –Ian apretó los puños y León vio el gesto. –lo sé, entiendo que vean esto anticuado, pero así son las cosas aquí.
- Si ella no quiere quedarse con quien se la haya llevado, no la dejaré atrás León. –aseguró Ian con voz feroz. León sonrió ante sus palabras.
- ¿Y que harás?
- Llevármela. - O'Connel lo vio con sorpresa.
- ¿Y luego qué?
- Casarme con ella.
O'Connel se llevó las manos a la cabeza asombrado. No solo anunciaba su intención de abandonar la soltería sino de enfrentarse a un rey, un príncipe, un país por ella... la tensión se podía cortar con un cuchillo. Estaba seguro que León podía matar a alguien usando dos dedos únicamente. No es que Ian no pudiera, pero no era el momento.
- Encuéntrala entonces. –León le dijo y la tensión se evaporó.
- ¿Perdón? –preguntó Ian confuso.
- Que la encuentres Lennox, pero antes déjame darte un consejo, mis primas son unas de las mujeres más astutas que podrás encontrar en la faz de la tierra. No estoy tan alarmado porque presiento que es una más de sus travesuras.
- ¿Hacen muchas? –preguntó O'Connel.
- No tienes idea. Si hiciste algo que no les haya gustado y amerita venganza, bueno... esta bien puede serlo. O simplemente están aburridas–Ian sabía por todo lo que le habían dicho de lo que eran capaces, pero sí, las había subestimado.
- No creo... -empezó a decir.
- Ellas lucen espantadas pero no afligidas, Omar está relativamente tranquilo, mi padre también y hace un momento he visto a mi esposa más sosegada, es sospechoso ¿no crees?
- El rey y más personas... ¿quieres decir que apoyan sus... sus travesuras?
- Esta vez sospecho que sí. Interroga a Azima y Habiba. Pero antes déjame decirte: no las vuelvas a subestimar. –sonriendo se alejó dejándolo a él y a O'Connel en shock.
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