Capítulo 5 "Es ella..."
Le dolía la cabeza pero no tanto como había imaginado. Eso sí, tenia mucha sed, se estiró en la cama tratando de recordar porqué esperaba un dolor de cabeza mayor, buscó con la mano el vaso de agua que siempre pedía le dejaran al lado de la cama, aun no abría los ojos. El ruido de su puerta abriéndose hizo que intentara abrir un ojo, la claridad le lanzó un rayo de dolor a la retina y gimió poniéndose una almohada en la cara.
- ¿Aun en la cama? –Habi entró y de un brinco se lanzó a la cama haciendo que ambas rebotaran contra el colchón y Baasima gimió de nuevo.
- ¡Deja de moverte!
- Ayer fue genial. –respondió su prima ignorándola. -¡Muero por volver!
La neblina en la que estaba comenzó a disiparse y se incorporó con los ojos entrecerrados, encontró el vaso de agua y se lo bebió de golpe.
- Tenemos que preguntarle a Azima como supo de Pasión.
- Kendra creo que se lo recomendó. –Baasima aun luchaba con lo que quedaba de su nebulosa personal. -¿Cómo llegamos aquí?
- ¿No te acuerdas? –su prima la miró con el ceño fruncido.
- No.
- Bueno, de las tres fuiste la única borracha.
- ¿Perdón qué?
- Ian te sacó del lugar sobre su hombro y cuando te bajó para meterte a la camioneta arrancaste a correr.
- ¿Qué? –dijo en un chillido.
- Él fue detrás de ti y no sé como alguien en tal estado etílico pudo correr tanto, tardaron sus buenos minutos.
- ¿En serio? –la miró ya despierta del todo, la cabeza le empezó a punzar.
- Y por lo visto, lo hartamos. Él se fue hoy. O quizás tu loca carrera hacia la nada lo hartó. –Habiba tomó el control remoto de la televisión y la encendió.
- Apaga eso. –Baasima estaba confusa, enferma y abatida. -¿renunció? –se atrevió a preguntar no queriendo saber la respuesta. Habiba la miró y al fin apagó el televisor.
- No que yo sepa, una de sus misteriosas idas dice Visir.
Después de un baño, dos aspirinas, dos litros de agua y una enorme taza de café Baasima por fin se sentaba a desayunar, bueno, desayuno para ella, sus primas estaban dando ya su segunda comida del día.
- No, ni loca vuelvo Hab, fin de la discusión. –Azima empezó a picotear con fuerza su comida.
- Ya entendí. –Hab vio con pena el plato. –Aunque, mejor explícamelo de nuevo.
- No quiero más experiencias... raras.
- Define raras.
- Tú deberías saber mejor que yo la definición, eres rara.
- ¿Yo? Soy de lo más normalita.
- Lo dice la que nada desnuda.
- ¡Solo una vez! Rara la que se emborracha con unas cuantas copas y encima puede correr como el viento. –Vio a Baasima quien tomaba apenas una cucharada de su sopa, tratando de recordar que había hecho exactamente y si tenia que ver con la partida de Ian. Algo le decía que sí.
- No recuerdo bien. –admitió.
- Además vomitaste. –le dijo Habiba.
- ¡Oh por Dios!
- Al llegar aquí. –aclaró Azima. –Solo te vimos nosotras dos.
- Pero anoche, después de que Ian me regresó al auto ¿se veía normal?
- Lucía agitado y él está muy en forma. No entiendo la parte de la agitación pero creo que corres muy rápido, Azima ¿y si vamos a otro sitio que no sea el de anoche? –Habiba se ocupó en el tema que en realidad le interesaba.
- Basta ya.
Sus primas se enzarzaron en una discusión y la cabeza de Azima empezó a zumbar de nuevo.
- ¿A qué estás jugando? –le decía él furioso.
- A nada. –vaya, que el alcohol la desinhibía.
- El que juega con fuego Baasima...
- Se quema ya sé.
Baasima se paró de golpe en el comedor haciendo que la silla callera hacia atrás. Sus primas pararon de discutir.
- ¿Y a ti qué te pasa?
- ¿Dije algo anoche Hab? –respondió a su prima. -¿Azi? ¿Algo de lo que pasó? –preguntó desesperada.
- Solo repetías algo que ya sabemos. Que te gusta jugar con fuego. –Habiba se rio al decírselo.
- ¿Qué? –tragó saliva.
- Y que el fuego quema. Gran descubrimiento. –Azima le guiñó un ojo divertida.
- Iré a la cama. –Se tocó la frente y masajeó.
- ¿Otra vez?
Ni siquiera le contestó a Habiba y huyó a su cuarto. Empezó a dar vueltas y vueltas y a masajearse la cabeza.
¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste? Repetía como un mantra sin dejar de caminar.
Con una mano apretó sus mejillas, ella intentó zafarse y él no la soltó.
- Siempre he querido morderlos.
- ¿Qué? –parpadeó confusa.
- Estos. –apretó más sus mejillas y sus labios se fruncieron, él se agachó y la mordió.
¿Me mordió? Baasima dejó de caminar en cuanto llegó el recuerdo. Corrió al espejo y vio el inferior levemente hinchado, sobre todo en una comisura, lo palpó con sus dedos ¡Él la había mordido!
******
- Oye, oye ¿Qué no es muy temprano?
Su amigo le quitó el vaso de la mano e Ian lo fulminó con la mirada.
- Ya, dime ¿Qué rayos pasa Ian?
- Solo necesito ese trago.
- Es el cuarto de mi mejor whisky. No es ni siquiera tarde.
- Eso nunca te ha detenido a ti antes. –le gruñó a su amigo.
- Estás ya borracho ¿empezaste antes de llegar no?
- Algo así.
Después de haber dejado a las princesas y a ella a resguardo en el hotel se había tomado dos tragos uno tras otro y salido como alma que llevaba el diablo, solo por mensaje había informado que se ausentaba. En su habitación había aventado todo a su escueta maleta, bebido algunas cosas del mini bar y después de checar que solo podía largarse hasta la tarde del día siguiente, había decidido intentar dormir, cinco malas horas después que habían estado repletas de sueños eróticos y que terminaban mal, muy mal se había ido por fin, no soportando tener que esperar a la tarde para irse al aeropuerto, teniéndola tan cerca. Así había llegado al lujoso penthouse de su amigo.
No sin antes beberse el resto del mini bar. Solo quería anestesiarse un poco. Eso de saber que no podías tener a la mujer que querías, era más duro de lo que jamás había imaginado. Quizás porque siempre había tenido lo que había querido, mujeres incluidas. Y ahora, la había probado, ya conocía su sabor y eso lo estaba matando.
- Esto es por una mujer ¿no?
- No. –contestó demasiado rápido, su amigo empezó a reír a carcajadas. -¿Qué es tan gracioso?
- De mis dos amigos más cercanos, eras el único que podía esperar mas tiempo a tener que caer en la trampa del matrimonio. –Lo vio mover la cabeza al tiempo que elevaba los ojos al cielo.
- No me estoy casando.
No porque tú no quieras.
El pensamiento le atravesó como un rayo y le arrebató el trago a su amigo. Malditas ironías de la vida.
- También tengo malditas responsabilidades sociales.
- Sí, sí, pero los británicos no son tan estrictos con eso ahora. Puedes tranquilamente buscar a tu condesita.
- No soy Conde aun. –gracias a Dios, su padre era aun fuerte y con buena salud. Podía llevar el titulo por siempre si por él fuera. De pronto, se imaginó a Baasima haciendo a reír a su padre con alguna de sus bromas. Desde que la había conocido había sabido que con su padre se habría podido llevar muy bien, su madre era más discreta pero, algo le decía que de igual manera se habrían llevado bien. Agitó la cabeza para alejar tales ideas.
- Y yo ya soy un Jeque. –las palabras de su amigo le ayudaron a aterrizar. Vio cierta resignación en ellas.
- Eso nunca te había molestado antes.
- Mi pueblo pide herederos. No es que se los vaya a dar en breve. –alzó una mano por su cabello con gesto cansado. –es la única piedra en mi camino: no querer casarme. Pero, no pueden decirme nada por un tiempo aun.
- Deseas seguir en tus correrías ¿no?
- Todo lo que pueda. –alzó una copa en su dirección. –unos diez o quince años. –rio divertido al pensarlo. –los ancianos me odiarían si lo supieran. Yo escapándome de tan cruel destino y tú al parecer queriendo abrazarlo, no lo entiendo. No eres el despreocupado soltero de oro que las mujeres adoran.
- No voy a casarme, no tengo nada serio con nadie. Te lo puedo asegurar.
- Tus ojos dicen lo contrario.
- ¿Mis ojos?
- O tu teléfono...
- ¿Cómo?
- Cuando fuiste al baño, entró un mensaje, la pantalla se iluminó, la vi. –con la mirada lo invitó a negarse.
Cada vez que se ausentaba, la ponía de fondo de pantalla. No podía evitarlo. La primera vez había sido un acto reflejo y de allí una costumbre, una que evitaba cuando estaba de servicio como su sombra. La foto se la había tomado obviamente sin que ella se percatara, sentada al lado de una ventana observando feliz lo que pasaba en la calle, una especie de desfile emulando un carnaval, habían estado en Venecia. Había pedido salir y él se había negado por supuesto, su sonrisa se había convertido en una mirada incendiaria y él se había reído por lo bajo. Disfrutar de su felicidad y de sus enojos era una locura.
- Es una belleza. –le dijo su amigo. -¿Es ella? –preguntó simplemente. Lo conocía demasiado bien y él de pronto se sintió cansado de luchar contra algo que en ese momento se definió perfectamente. Quería a Baasima, la quería con él, para él...
- Es ella. –respondió y en parte sintió paz al decirlo, paz y luego un peso inmenso. Jamás podría ser suya. –dame otro. –pidió y esta vez su amigo no objetó al ver su rostro.
En cuanto la había bajado para introducirla al auto, ella había arrancado a correr al callejón por el que había caminado para llegar al antro. No llevar tacones era un plus y la breve distracción de Ian había jugado en su contra.
¿Por qué había corrido? ¿Por qué no? Se había dicho en ese momento, estaba borracha, esa era la realidad, se le había subido con rapidez y esos eran los resultados.
Quería seguir divirtiéndose, quería seguir molestándolo y quería por sobre todas las cosas tener toda su atención. Él le había dado alcance por supuesto, sospechaba que le había dado ventaja. Al llegar a la oscuridad, él la había tomado de la mano y parado su loca carrera.
- ¿Estás loca?
Ella no contestó solo asintió y se le escapó una carcajada, se tapó la boca.
- Sigues sin usar mi titulo. PRIN-CE-SA –Le deletreó tambaleándose un poco al intentar zafar la mano. –Soy una maldita princesa.
- Una loca princesa.
- También eso ¿sabes? A veces creo que quieres besarme. –le soltó y su mente le dijo: bien, dile lo que piensas.
- ¿Qué te hace pensar eso?
- Suéltame y te lo digo.
- No. –la acercó.
- Sí, quieres besarme. –aseguró. Su mirada era intensa y pese a la poca luz ella sabia que le miraba la boca. Lo sabía, estaba segura.
- ¿A qué estás jugando? – preguntó furioso.
- A nada. –vaya, que el alcohol la desinhibía.
- El que juega con fuego Baasima...
- Se quema ya sé.
- No tienes una maldita idea niña.
- No soy una maldita chiquilla. –se enojó, realmente lo hizo. Volvió a intentar huir de su agarre y él apretó más. La pegó a la pared. –está asqueroso aquí. –no importaba en realidad, pero quería incordiarlo por supuesto.-Ya me aburrí de esto. Pensé que iba a ser más divertido, pero ya me aburriste.
Lo oyó respirar y con una mano apretó sus mejillas, ella intentó zafarse y él no la soltó.
- Siempre he querido morderlos.
- ¿Qué? –parpadeó confusa.
- Estos. –apretó más sus mejillas y sus labios se fruncieron, él se agachó y la mordió.
Baasima gimió, no esperaba eso. No lo esperaba para nada, él siempre tan controlado, tan aparentemente inmune a ella... mordisqueó su labio inferior, ella logró girar el rostro y apartarse un poco. Juraría que se le había pasado la borrachera. Estaba tan impactada que quería verle la cara. No es que no hubiera fantaseado con ello, lo había hecho en demasiadas ocasiones, sin embargo, ahora que sucedía su mente le gritaba que se asegurara que era real.
- ¿Qué...? –empezó ella. Con brusquedad él la volvió a girar hacia él y cuando ella abrió la boca para replicar él la selló con la suya. La besó con ansia viva, saqueó su boca, chupó y mordisqueó sus labios y ella se sintió borracha de nuevo. Cuando ambos se separaron para tomar el aliento. Él de pronto la soltó y se llevó las manos a la cabeza.
- No lo hagas.
- Ya lo hice.
- No me refiero a eso, no te arrepientas. No seas un maldito cobarde. –dicho eso ella misma salió del callejón rumbo a los autos, él fue detrás de ella sin decir palabra. Y eso había sido todo.
- Regresemos. –entró a la sala de estar donde estaban sus primas.
- ¿A Durban? –Azima se incorporó del sofá.
- Ya no hay nada que hacer aquí.
- ¿Y tus clases de baile, la convención?
- He cubierto lo que tenía que hacer. –anunció intentando no verse triste. Ian probablemente no volvería, no después de haberla besado así. Ahora que ya había recordado todo, se sentía fatal y no por el beso, por eso jamás. Sabia que él estaría recriminándose y azotándose mentalmente, estaría arrepintiéndose y eso ella no podría soportarlo. Además él estaría buscando la manera de irse de una vez por todas. Bien, allí se acababa todo.
- ¿Segura?
- Sí.
- Bien, vámonos entonces. Tu sombra será informado seguramente de nuestro cambio de planes.
- No creo le importe. –lo dijo con más rencor del que debería, lo dijo con ese dolor que se entremezclaba con la rabia por lo que consideraba él haría.
- ¿Por qué no? Es tu sombra después de todo.
- Porque es un cobarde. –siseó y se fue dejando a las chicas confundidas.
- Bien, eso no me lo esperaba. –Habiba se levantó y se sentó al lado de su prima.
- Algo pasó en ese callejón.
- ¿Hacemos algo?
- No lo sé... no sabemos que pasó en realidad.
- Terminará diciéndonos Azi.
- Eso espero, solo así podremos ayudar.
- Está enamorada ¿verdad?
- Eso me temo Hab. Eso me temo.
- ¿No te gusta Ian?
- Oh, claro que sí. Es perfecto para ella.
- ¿Entonces?
Azima vio a Habi y se le oprimió el corazón. Ella sabia que no se podían casar con cualquiera. Omar lo sabía y se lo había dicho. Callarse eso, la consumía. Quería la felicidad de sus primas, ¡eran como sus hermanas por Dios! Si su matrimonio con Omar lograba su libertad, que así fuera. Al principio se había dejado llevar por su sentido del deber en cuanto a un probable matrimonio. Pero las dudas y su parte rebelde la habían hecho desistir, hasta que había sabido sobre la farsa que era la promesa de su tío. No había podido reclamar pues habría comprometido a Omar, amaba a su tío pero era sumamente injusto, desde entonces había decidido casarse con él a cambio de la libertad para elegir esposo de sus primas. No había llegado el momento de negociar, quizás ahora sí. No era una mártir, ella no aspiraba al amor romántico, por ahora le bastaba el amor de su familia y su felicidad.
- Entonces tendremos que hacer algo, aunque no sea fácil. –le sonrió conspirativa, sin saber que en ese momento Ian volaba a Londres pensando qué hacer.
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