Capítulo 2 "Libertad ¿dónde?"
Baasima había estado callada desde que habían entrado al hotel, antes de bajar del auto la puerta se había abierto y ya estaba esperando una empleada con una amplia gabardina, la cual se puso sin decir palabra, solo le dirigió una mirada belicosa a su sombra, en respuesta el impertinente solo había alzado burlonamente una ceja como respuesta. Al tomar el ascensor desde el estacionamiento él había hecho que nadie más subiera a excepción de ellos dos, Baasima no había protestado, eso de ir solo los dos solía hacerlo con frecuencia, así que ella en un pequeño gesto de rebeldía no quedaba detrás de él como debería ser por su seguridad, quedaba a su lado y si no se ponía enfrente era porque él le había amenazado sutilmente en una ocasión y susurrado en el oído que si seguía haciéndolo "él la pondría en su debido lugar" y aunque a su mente habían venido deliciosas imágenes, lo cierto es que intuía que esa amenaza era informarle a León o a su tío y no deseaba eso.
- No volverá a suceder. –dijo él en cuanto las puertas se cerraron.
- ¿Qué cosa? –contestó sin mirarlo.
- No dejaré que vuelvas a escaparte así.
- ¿Y tú vas a impedirlo? –había risa en su voz, lo cierto es que su declaración sí que le había divertido, la escapada de ese día había sido un desastre y todo por su culpa, no había pensado con detenimiento. Ella había sido un blanco fácil. Pero, en realidad no lo era, años de travesuras y demás, le habían dado experiencia. Dio un pequeño grito cuando girándose con rapidez él la había puesto sobre la pared posterior del ascensor. Ella lo vio con asombro, la había tomado de los hombros y puesto allí, para luego poner sus manos a ambos lados de su cabeza dejándola atrapada.
- No estoy jugando. –dijo con lentitud, pero ella vio molestia autentica en esos ojos azules.
- ¿Cómo te atreves? –siseó más por sorpresa que por enojo.
- Estoy a cargo de tu maldita seguridad. –acercó más su rostro al de ella y Baasima se esforzó por no tragar saliva ante el nerviosismo que se extendió por todo su cuerpo. –Una que te empeñas en ignorar.
- Me tienes acorralada en un ascensor, esto es tan... -ella dijo lo primero que se le vino a la mente.
- ¿Tan qué?
- Tan cliché.
- ¿Perdón? –vio en sus ojos confusión.
- Sí, solo falta que eleves mis brazos sobre mi cabeza y me comas la boca. –le dijo socarrona. Vio sus ojos brillar y esta vez ella sí que tragó saliva. Su mente le estaba jugando malas pasadas, ella debería estarle gritando por su atrevimiento no invocando escenas candentes.
- ¿De qué rayos hablas? –preguntó él con voz ronca.
- De una supuesta película erótica basada en un libro que de hecho encontramos hilarante. –respondió con voz bajita, intentando controlar su respiración que de pronto le hacía falta. Lo vio inclinar la cabeza a su derecha como si fuera a besarla y ella se olvidó por completo de respirar. Cuando no hizo un movimiento más, se dio cuenta que el gesto era más de concentración que de otra cosa. El ascensor anunció su llegada y él se retiró. Era de agradecer que fuera el ascensor VIP y pocas personas lo usaban. Salió él primero guiándola por el pasillo.
- Así que viste esa supuesta película y leíste el libro. –le dijo mientras iban caminando. -¿Con quiénes?
- Mis primas. –en otras circunstancias ni siquiera le habría contestado, pero tenia la mente hecha un lío, el corazón acelerado y casi escuchaba su sangre recorrer a toda velocidad por su cuerpo. Él se veía como la tranquilidad hecha persona y quiso darle un golpe para provocarle alguna reacción. –Pero solo leímos el primer libro, nos ahorramos tener que leer los siguientes o ver las películas. –siguió hablando sin saber bien que rayos decía.
- ¿Por qué? – siempre tan directo, pensó ella empezando a aclararse.
- Lo dije hace segundos. Las tres lo encontramos hilarante, no juzgo a quienes les encantó, pero no era precisamente nuestro estilo. –Y eso era cierto. Venían de un mundo dominante y machista, si bien ya habían algunos cambios, el camino aun era largo, así que pese a sus orígenes no encontraron atractivo o vieron normal la temática de dicha historia. Y el que una chica moderna, libre y sin responsabilidades como las que ellas sí tenían le resultara atractivo un hombre así, pues les causó extrañeza y preocupación y luego algo de diversión, cuando decidieron enfocarse en que todo eso era ficción. Eso sí, les costó acabar el primer libro una vez que ya no fue tan divertido y decidieron no continuar.
- ¿A las princesas árabes no les va el erotismo? –preguntó justo enfrente de su puerta. Con los nudillos tocó una especie de código y esta se abrió. Ella sabia que él era directo, pero últimamente parecía serlo más, no solo eso, también invadía su espacio personal con más frecuencia sin importarle quien era ella, ejemplo: lo sucedido en el ascensor. No es que ella fuera quisquillosa pero no dejaba de ser una princesa, una con una cultura muy distinta a cualquier otra y a Lennox eso ya no parecía importarle, pero en honor a la verdad, no es que desde un principio le hubiera importado demasiado, si bien, no dejaba que nadie le faltara el respeto o se saltara el protocolo, él no se lo aplicaba por supuesto. Ella entró presurosa para luego girarse y enfrentarlo.
- ¿Qué clase de pregunta es esa?
- Una valida. –lo vio hacer un gesto a Visir quien había entrado después de ellos y que esperaba no hubiera escuchado nada, este desapareció de inmediato.
- ¡No se te olvide nunca con quien estás hablando! –le espetó mientras se quitaba la gabardina a toda velocidad y se la arrojaba. Él la atrapó en el aire y la tiró en el sofá.
- ¿Me está prohibido hacer conversación? –dijo con calma.
- Soy una... -empezó elevando la voz.
- Princesa árabe. –terminó por ella con un ligero fastidio en la voz.
- Parece que se te olvida y cuando convenientemente lo recuerdas te molesta que lo sea ¿Por qué no renuncias? –le dijo sin pensar, se arrepintió de inmediato pero las palabras no las podía devolver.
- Créeme lo he pensado tantas veces. –le dijo arrastrando las palabras y caminando lento hacia ella.
- ¿Qué te detiene? –preguntó más por curiosidad que por otra cosa, aunque por supuesto se esforzó en mantener la apariencia de enfado monumental.
- Tú. –dijo escuetamente.
- ¿Yo? ¿Qué clase de respuesta es esa?- lo vio a punto de contestar pero se escucharon toques en la puerta, era la clave del día por lo que Visir fue a abrir, aunque antes vio por la mirilla. Abrió y Azima con Habiba entraron rápidamente seguidas de su personal de seguridad, Ian las vio y yendo hacia ellas les dio una breve reverencia y fue a hablar con los guardaespaldas y sombras respectivamente.
- Siempre tan misterioso. –Habiba lo siguió con la mirada y Baasima se encontró rechinando los dientes. –tiene buen trasero. –dijo en voz baja y enseguida miró a Baasima quien tenía los ojos entrecerrados. -¿Qué haces vestida de odalisca?
- Lujuriosa. –la acusó sin contestarle, vio la sonrisa divertida de su prima y rodó los ojos, últimamente parecía encontrarle muchos atributos a Ian y pincharla con eso cada que podía.
- Así que te escapaste. –dijo Azima caminando a su habitación. Las otras la siguieron cerrando la puerta al entrar.
- ¿Tan rápido corrieron las noticias? Y ¿Por qué ninguna me saludó siquiera? No nos hemos visto en toda la semana. –dijo enfurruñada. Azima y Habi habían establecido una breve base en Nueva York para estar con Baasima, la dejaban sola por días para irse de compras o para ellas mismas encargarse de otras actividades como eventos y participaciones en conferencias, parecían estar muy solicitadas últimamente. Sobre todo ahora que Gabriela estaba en la dulce espera, serían tías y no querían que nada malograra ese embarazo. Así que habían quitado de la agenda de Gabriela todo lo que habían podido. Ese mes de hecho había ido más tranquilo que el anterior.
- No es que te hayamos dejado en mala compañía. –Habi comentó guiñándole el ojo.
- Basta ya con eso. –Pidió Baasima. – ¿Por qué tantas referencias a la sombra y a mí?
- ¿Por qué no?
- Porque... porqué no Habiba. Porque es un empleado de Palacio, porque él solo hace su trabajo y las princesas no se lían con sus guardaespaldas. –al decir lo ultimo sus primas la miraron y se echaron a reír.
- Sí, como no ¿te olvidas de la princesa de Mónaco? Le tuvo dos hijos creo a su guardaespaldas, se casó y todo. –informó Habi.
- Puedes elegir a quien quieras Baasima ¿Qué te mortifica tanto? –Azima dejó en el buró al lado de la cama su reloj, era de oro puro con pequeños diamantes, regalo de Omar.
- Tío dijo que a quien eligiéramos tenia que ser alguien digno de una princesa y creo que con ello no hablaba de solamente títulos, sino de nivel económico. Tío no va ser tan laxo pese a que según podemos elegir y lo sabes. –señaló el reloj, Azima la ignoró y siguió hablando.
- Deja de buscar pretextos. Tenemos nuestra dote. Y eres la única mujer de tu familia, tienes tu futuro económico asegurado, además Lennox parece tener más que suficiente para satisfacer tus necesidades principescas. –Baasima le sacó la lengua. –Y otras más, todas ellas... -añadió Azima con divertida malicia. –es sexy tienes que admitirlo.
- El punto es que no tengo problema en admitirlo. –gruñó.
- ¿Por qué mi sombra no es así? –se quejó Habiba. El suyo era un hombre muy grande pero muy rápido según le habían dicho, era perfecto para cualquier eventualidad y pese a su tamaño podía ser lo suficientemente sigiloso. La sombra de Azima tenia las mismas características.
- Tío te quiere para su hijo, el heredero, lo que demuestra que aunque nos ha dado amplio margen de libertad ahora y el muy anunciado y conocido derecho de elegir, no va ser tan fácil... -prosiguió Baasima. –El rey no es tan magnánimo como nos quiere hacer creer. Y además ¡no estoy escogiendo al tal Lennox como esposo!
- Pero si te lo comes con la mirada mujer y ya deja por la paz el asunto de Omar ¿quieres? –pidió Azima.
- No lo dejaremos por la paz, pero ya te llegará tu turno, lo que nos ocupa ahora es la sombra de Baasima. –insistió Habi.
- Sí, está buenísimo ¿y qué? Excluyendo que no lo estoy contemplando como futuro prospecto, tío jamás lo aceptaría. –se cruzó de brazos.
- Deja de aferrarte a eso, lo haces con tanta ferocidad que cualquiera diría que sí que lo tienes más que contemplado. –Azima se detuvo por fin en su aspecto. -¿te vio vestida así? –Baasima asintió. –el hombre tiene sangre en las venas ¿lo sabes, no? –la aludida se encogió de hombros pero la vieron ocultar una sonrisa. – dime por favor que en ese evento en el que decidiste bailar no te vieron la cara.
- No, claro que no. –le aseguró de inmediato.
- Si no, saldrás en toda red social habida y por haber.
- Nadie Azima, lo juro. Solo mi sombra y Visir me vieron sin la mascara y Visir apenas de hecho.
- Ósea que Ian sí que te vio los pechos desbordándose de la túnica. –la provocó Habiba.
- Él y muchos más porque bailé ¿recuerdas? Pero, no me vieron la cara los demás.
- Ya veo el por qué de su mal humor, suele ser tan amable con nosotras y apenas nos dedicó un seco saludo. –Azima tocó con su dedo índice el hoyuelo en su mejilla repetidas veces pensando.
- No hagas eso. –pidió Baasima.
- ¿Hacer qué?
- Haces eso cuando vas a planear algo.
- Estaba planeando que fuéramos a esa galería de arte tan comentada, solo eso.
- Ajá.
- Solo eso insisto y también pensaba que debemos aprovechar a usar todo lo que hemos comprado de ropa occidental. No tengo demasiado tiempo para planear nada, estoy muy cansada. –Azima se pasó la mano por el cuello. –Quiero algo que me quite un poco el estrés.
- ¿Estás planeando una boda y no nos has dicho nada? –dijo Habiba provocadora.
- Antes que yo me case lo harás tú. –respondió Azima con acidez y Habiba se estremeció visiblemente.
- Ni aunque me reclamaran.
- Uy, cállate ¿te recuerdo que aun está la duda sobre si hubo un Al-Khaled en las fiestas de hace un año?
- Y nada, no pasó nada. –aseguró feliz.
- No cantes victoria...
- ¡Oye!
Bueno, un poco más y le habría dicho a Baasima que era la protagonista de sus fantasías y la dueña de muchos de sus pensamientos, algunos de ellos totalmente blancos y eso lo descolocaba bastante, porque pensamientos calientes sobre una mujer se traducía en deseo, eso lo tenia claro y no lo asustaba, pero cuando pensaba en lo que ella diría ante algún comentario jocoso de Visir, o simplemente se acordaba de su risa y de la manera tan particular para incordiarle... bueno, allí estaba el problema. Más aun cuando sus ausencias ya no eran tan largas como antes y había tenido que admitir que era porque la extrañaba o al menos extrañaba pelear con ella y hace un momento casi se lo decía, que sí seguía allí era porque como un patético se conformaba solo con verla aunque se mantuvieran en perpetuo desafío.
Todo gritaba que Baasima estaba fuera de sus límites y jamás nada había estado fuera de su alcance, si él deseaba algo, lo que fuera, lo conseguía pero eso había sido hasta ella. Era irónico, podía tener a la mujer que quisiera, incluso si pudiera tener a Baasima la tendría no solo como una princesa sino, como una reina, pero el caso es que su cultura era diametralmente opuesta a la suya. León había dicho claramente que las princesas eran de las favoritas del rey y que eso del permiso para elegir esposo era más para tenerlas contentas que por otra cosa, era una forma de controlarlas y una que León no aprobaba, pero por ahora no intervenía, según sus palabras esperaría el momento exacto. Solo que León pese a ser el hijo predilecto no era el heredero y él dudaba que un rey de un país como Durban que apenas entraba en la era de la modernidad cambiara de parecer solo porque sí.
Así que ella no era simplemente una heredera, era una condenada princesa y él debería ya de volver definitivamente a su vida.
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