Capítulo 1 "Bailarina"

Todo era por un motivo meramente de trabajo, es más, cultural y en apoyo a... ok, va de nuevo: Todo había empezado por un motivo de trabajo y ahora estaba allí a punto de bailar frente a una gran concurrencia.

Hacia escaso un mes había aterrizado en Nueva York, después de los últimos espeluznantes y en menor medida emocionantes acontecimientos, tanto ella como Habiba y Azima habían sido nombradas embajadoras culturales, de eso ya tenía unos meses. Eso les había dado una libertad de movimiento tremenda. Antes de su llegada a la ciudad de la gran manzana, ya había viajado por países que solo en sus sueños se había atrevido a visitar. Sus viajes obviamente habían sido en parte a sus nuevos titulos, pero también habían estado los viajes de compras que ella solo había escuchado con envidia de otras princesas árabes. Nunca les habían permitido tal cosa más allá de Oriente medio, pero eso se había acabado, así que habían viajado con Gabriela y también con las amigas de ella, Jaquie y Allyson quienes habían resultado ser no solo agradables, sino, tremendamente divertidas y ya todas las consideraban amigas.

Volviendo a la difícil realidad, solo esperaba que su sombra personal creyera lo de la supuesta migraña que había inventado.

Su sombra... un escalofrío recorrió su cuerpo, uno de excitación y no por lo que estaba a punto de hacer.

Siempre había tenido guardaespaldas típicos: enormes mastodontes de mas de metro noventa, espaldas anchísimas y súper musculosos, varios de ellos dignos de mirar, atractivos, pero ninguno le había llamado nunca la atención en realidad y eso que ella era de gustarle el tipo "grandes y fuertes" no por nada solía ver futbol americano. Así que había sido un shock para ella que en cuanto le hubieran dicho quien era su sombra y ella le vio, sintiera cosas que nunca en su vida había sentido. Un remolino de anticipación, de nervios y de maldito deseo.

Lo peor era que el tipo no era altísimo y fortísimo, parecía más bien que de un momento a otro diría que era Bond, James Bond. Y carajo, ella quería ser una chica Bond desde que le había conocido. Tenía un aire a espía británico que le hacía suspirar con disimulo, sí era alto pero solo pasaba el metro ochenta, los otros le llevaban sus buenos diez centímetros, tenia músculos claro que sí, pero ninguno exagerado, todo en su justa y cincelada medida. Y olía delicioso, esa mezcla a madera, limón y su esencia personal hacía que aspirara sutilmente cada que lo tenía cerca. Su cabello rubio oscuro siempre lucía peinado con precisa definición, lo que le provocaba querer alborotárselo, meter sus dedos en ese espeso pelo, sus ojos eran azules y todo en él daba un aire a misterio inalcanzable y cuando hablaba... Oh, señor decía ella en un susurro. No atinaba a definir el acento, arrastraba cierto tonito inglés que solía neutralizar y que a ella le derretía como bombón al fuego.

Sin embargo, por muy loca que fuera sabía perfecto que su sombra estaba lejos de su alcance. Es más, ser consciente de eso la tenía de mal humor y ella jamás tenía mal humor, así que últimamente solía comportarse como lo que al parecer él creía que era: una mimada princesa árabe. Ella nunca había sido un problema para su personal de seguridad, bueno, no demasiado por qué todas las princesas árabes causaban ciertos problemas ¿no? Y estaban acostumbrados, pero ahora... hasta ellos se habían atrevido a preguntarle si estaba bien o que problema tenia con el nuevo, con su sombra. Y es que para terminar de rematar todo el asunto, el hombre era todo un Alfa, podía ser menos alto, menos musculoso que los otros pero era el líder, se había posicionado con facilidad en ese puesto y parecía muy cercano al verdadero Jefe de seguridad de Palacio. Todos le respetaban y obedecían, esto último ella no lo hacía, él era su empleado ¿no? Aunque a veces parecía su Jefe, iba y venia a su antojo y si ella jamás había preguntado el porqué un guardaespaldas podía ausentarse y regresar de tan importante puesto de trabajo había sido por orgullo, uno que ni sabía que tenía, por eso y porque si preguntaba, él sería informado, todo sobre ella le era informado y a él seguro le haría gracia. Le miraría con esa sonrisa maliciosa y le diría ¿Me extrañó princesa? Y ella primero se dispararía en el pie que darle esa satisfacción, porque muy a su pesar sí que lo echaba de menos y se detestaba por ello. Cuando regresaba de sus más que notables ausencias, se dedicaba a enumerar todo lo que había hecho mal y que podía haber provocado un problema para su seguridad. Es ahí cuando se sentía la empleada y no la empleadora. León no le hacia el mínimo caso, cada que ella le pedía le quitara su sombra, aunque en honor a la verdad, no tenia idea de que sería de ella sin ese hombre que la sacaba de quicio, demasiado acostumbrada estaba ya a su juego de "Quién es el rival más fuerte" a eso y a otras cosas que no se permitía darles un nombre. Pero, fiel a ella misma, pedía regresar a su anterior estilo de seguridad y le encantaba advertirle a él cada que lo hacía, él, únicamente la miraba con diversión y no decía palabra... quería ahorcarlo cada que hacía tal cosa.

Agitó los pensamientos y se puso frente al espejo ajustando su mascara, vio su sensual vestimenta y volvió a ajustar lo que le cubría la cara, si se enteraban quien era, estaba frita, acabada, muerta. Alana, a quien ella había ido a visitar a Nueva York para aprender más sobre danzas típicas árabes se le acercó, era ella la que le había dicho si quería estar en el grupo de baile aunque sea por esa presentación y ella había dicho que sí, se tenía que quitar de la cabeza la mirada azul cielo de su sombra, esa que a veces captaba, esa que no apartaba ni aunque ella le estuviera viendo y que proclamaba deseo, atracción y hambre... tragó saliva al recordar, movió la cabeza como para librarse de esos recuerdos.

- No te preocupes, nadie te verá. –dijo Alana y le colocó el velo en la cabeza.

- ¿Segura? Ni mis primas saben que haré esto.

- Sé lo que es el tener que esconder de los demás algunas cosas. –le confió bajando los ojos y quitando una hebra suelta. – tu secreto está a salvo conmigo, así como los míos sé que lo están contigo.

- Lo están y gracias. –susurró Baasima, sabiendo que esa era una de las razones por las que Alana jamás la delataría. –terminando correré a mi hotel.

- Habrá un auto esperando por ti en la salida trasera del recinto.

- De verdad, no sé como puedo agradecerte, yo...

- ¡Oye! No digas más, eres de las mías. –le guiñó un ojo y se alejó. –te veré en el escenario. –le dijo sin dejar de caminar.

No, no iba a bailar la danza de los siete velos por si alguien se lo estaba preguntando. Era demasiado arriesgado aun para ella. Estaba casi segura que sería reconocida por sus primas o por Gabriela. Ese evento era uno al que ella tenia que asistir sí o sí, duraba tres días y aunque ella se había excusado ese día con los organizadores de que no iría por la supuesta migraña, si aparecía un video de una danza de siete velos y ella era la protagonista, enseguida todos sumarían dos más dos y nooooo, estaba a salvo con el baile de esa noche, cinco minutos de nada, cumplía en parte su sueño de bailar una danza árabe frente a personas y de inmediato volvía al hotel. Sueño cumplido.

Baasima se posicionó junto con las demás y volvió a ajustarse el velo y la máscara, el telón se abrió y el público aplaudió encantando con tan solo verlas y ella sonrió burlona, claro que estaban encantados de ver mujeres de buenos cuerpos tonificados por la danza en ropa seductora y que pronto estarían por bailar una danza antigua por demás sensual. La música empezó y Alana quien era la bailarina principal empezó a mover sus caderas cadenciosamente y ellas le siguieron segundos después.

De verdad que lo estaba disfrutando y era obvio que el público también, Alana había sido una instructora estricta y todas se movían al mismo compás con suma precisión. La danza tenía sus momentos álgidos ahora mismo y todas brincaron varios palmos del suelo para caer con sutil abandono y quedar estáticas mientras Alana daba sus pasos finales y culminaba. El aplauso no llegó de inmediato y Baasima sintió el ritmo rápido de su corazón debido al baile y también a los nervios, había sido genial ¿Por qué no aplaudían? Y entonces llegó, el público empezó a aplaudir, a aclamar y por ultimo a ponerse de pie para ovacionarlas. Flores fueron aventadas hacia ellas, sueltas y en ramos, ellas sonriendo ampliamente empezaron a recogerlas y dárselas a Alana y a quedarse con las que su instructora ya no era capaz de sostener, el mérito era de Alana, ella merecía todo eso y más. Baasima exultante y feliz se había agachado también para recoger más flores y al levantarse su vista se enfocó en el público y la sonrisa se le congeló, su sombra estaba en la segunda fila aplaudiendo pausadamente, sin dejar de mirarla...

Baasima tragó saliva, se incorporó y automáticamente llevó una mano a su máscara para comprobar que seguía allí. Disimuló el gesto pasándose después una mano por el cabello, se acercó de inmediato a Alana.

- Debo irme. –le dijo al oído y la otra asintió. – estuviste increíble.

- Todas lo estuvimos. –y la abrazó.

Salió con paso lento del escenario y antes de ir tras bambalinas dio otro vistazo y notó que él ya no estaba. Así que corrió, fue por pasillos y pasó por algunas salas con exposiciones donde había gente, pero no le importó que se le quedaran observando, corrió con todas sus fuerzas y sin importarle ir descalza, el ruido de las cadenas que llevaba en los tobillos tintineaba al ritmo de su loca carrera ¿Quién lo diría? Ella que jamás había corrido descalza por el desierto, y allí estaba, haciéndolo enfrente de toda esa gente. Por fin llegó al auto y se metió volando.

- Listo. Vámonos. –dijo al chofer, pero este no arrancó. -¿Qué espera? –dijo con resuello en la voz, estaba cansada.

- No es qué, es quién. –dijo su sombra entrando y sentándose a su lado. Ella se replegó hacia su lado sorprendida. El auto arrancó y ella reaccionó.

- Traidor. –le siseó al conductor al ver por fin gracias el espejo quién era, resultando ser Visir, uno de sus guardaespaldas de siempre.

- Lo siento princesa. –tuvo el descaro de hablar.

- Estás despedido. –dijo más por molestia que en realidad por deseo de cumplir su amenaza.

- Eso lo decido yo. –habló su sombra y ella volteó a verle, estaban en un lugar pequeño y cerrado, ese aroma que la volvía loca la envolvía por completo y la hacía divagar, pero ahora también estaba molesta.

- ¿Te olvidas quien soy? –le espetó altanera. Ella no era así por el amor de Dios, ella era a veces un caos andante, pero jamás era grosera con la seguridad, él le hacia sacar su lado oscuro.

- No, lamentablemente no lo olvido. –le dijo arrastrando las palabras en un murmullo tan bajo que ella creyó haberlo imaginado.

- Lo que la princesa diga. –exclamó Visir conduciendo muy tranquilo. Sabia que jamás sería despedido por ella el muy confiado, la conocía bien. Ella gruñó por lo bajo.

- No irás a ninguna parte Visir. –dijo él con voz autoritaria.

- Sí señor. –contestó Visir y ella rechinó los dientes.

- ¿Qué hacían aquí?

- Te vi salir, te seguí. Así de fácil y simple. La pregunta es ¿Qué hace una princesa árabe aquí? Bailando sensualmente delante de centenares de personas, de hombres que te devoraban con los ojos. –Baasima percibió molestia y sonrió moviendo la cabeza. Así que temía que se hiciera público, que supiera que no había hecho bien su trabajo y la había perdido de vista.

- Nadie sabía quién era. –dijo moviendo un brazo con indiferencia. Su brazo tintineó con todas las pulseras que llevaba, la suave tela que apenas lo envolvía ondeó y él siguió el movimiento.

- Yo sí. –él se acercó y le quitó la mascara.

Baasima tenía un ahumado oscuro en sus ojos, habían sido delineados con cuidado y de forma que sobresalieran, las pestañas postizas con ella no eran necesarias, pero el rímel las había engrandecido aun más y dado una mirada profunda, felina y tremendamente caliente, ella parpadeó al ver que él no decía nada.

Para él, ella ya era un peligro al natural y de hecho la prefería sin artificio, pues no necesitaba nada de eso. Pero ahora, lucía como una sensual princesa antigua, la favorita de algún maldito afortunado Jeque, lista para ser llevada a la cama. Y esa ropa... había corrido en lugares llenos de gente vestida así, había bailado vestida así, envuelta en gasa y seda, si bien enseñaba el vientre y la parte inferior de las piernas, el escote dejaba ver la rotundidad de sus senos y la redondez y cremosidad de los mismos se dejaban ver como nunca antes. Ahora veía lo que la ropa que solía usar tapaba, dándole en realidad mucho material para sus ya demasiadas fantasías con ella. Pero por lo visto se había quedado corto, esto superaba lo que había imaginado.

- Mi cara está aquí arriba –dijo ella cortante sacándolo de sus ensoñaciones. –Y dame la maldita máscara.

Baasima lo había visto abstraído observando su rostro, era cierto que nunca se maquillaba con tanto exceso, más que cuando había ciertas festividades en Durban, debía ser un shock verla cual Joker. Bueno, no tanto así, pero sí con bastante maquillaje. Él como siempre, la había estudiado con detenimiento y ella se había esforzado tanto por parecer neutra y tranquila que se había olvidado hasta de respirar. Cuando bajó esos ojos hacia su escote sintió a mil todas sus terminaciones nerviosas, si seguía mirándola así iba a saltar sobre él sin importar que Visir estuviera allí, así que había hablado.

- Toma. –le dijo molesto quitándose la chaqueta del traje y pasándosela con disgusto. –se te ve todo.

- Como bien has notado. –respondió ella en voz baja agarrándola y arrugándola entre sus manos.

- ¿Qué dijiste?

- ¿Qué te importa? –pausó. -¿Me has hablado sin usar mi título? – a ella le valía tres pepinos, quizás uno, el que alguien no usara su título. La gente a su alrededor sin embargo, siempre se encargaba de que nadie lo pasara por alto, de que todos siguieran el protocolo, ella era de la familia real cierto, pero tampoco era hija del rey de Durban. Pero así eran las cosas. El caso es que ella no iba a perder la oportunidad de importunarlo y de sacarlo de sus casillas.

- Disculpe, soberana y real princesa de Durban. Sobrina del rey, prima del segundo en la línea de descendencia y tía del próximo heredero... -respondió con sorna. Ella entrecerró sus hermosos ojos y pudo ver fuego en ellos, lo que daría él por poder quemarse.

- Dame mi maldita máscara.

- Las Princesas no maldicen.

- Ésta sí. –le aseguró ella.

- ¿Para qué la quieres? ¿Para escapar de nuevo? Aunque como bien sabes, no es que tengas mucho éxito.

- Hice lo que quise ¿no?

- Solo por qué te dejé y ponte la maldita chaqueta.

- ¿Cómo que me dejaste? –al ver que no se la pondría se la quitó y se la pasó por los hombros con rapidez.

- Abotónatela por Dios. –su tono bordeaba la desesperación. Ella solo se la ajustó tapando su pecho.

- ¿Cuál es el problema? Suelen verme así a veces.

- ¿Perdón? –se giró a mirarla con rapidez.

- En las fiestas del país, la Princesa suele estar entre las que danzan, no siempre lo hace. –intervino Visir.

- Lo hacía más de pequeña, tiene años que no. Este año sin duda lo haré. –satisfecha por su idea se recostó en el asiento.

- No me digas... -ahora él parecía rechinar los dientes.

- Sí te digo...

- Será un infierno tu seguridad. –respondió como si esa fuera su única preocupación, lo cierto es que pensar en que más gente la viera con esa ropa provocadora y moviendo sinuosamente las caderas haciendo movimientos que aceleraban su corazón... ¡Que la vieran hombres! odiaba la idea.

- ¿Cómo está eso que me dejaste bailar? –recordó ella de pronto.

- Ya te dije que te vi salir. No es que seas muy hábil para escapar.

- No me retes a demostrarte lo contrario. –aseveró ella con fingida tranquilidad.

- Ya me diste una prueba de "tus habilidades" –se burló.

- No lo pensé demasiado bien, en realidad. Mi mente solo pensaba en los pasos que tenía que ejecutar en la danza. Por eso el plan de escape fue trazado a toda velocidad, además mis dos compinches no estaban cerca, la mente maestra suele dar ideas geniales ¿no es así Visir?

- Nunca nos han dicho quien es la mente maestra. –dijo Visir. –pero ahora veo que no es usted.

- Creo que hablé demasiado. –Baasima se mordió la lengua demasiado tarde.

- Queda la princesa Habiba y la princesa Azima. Obvio la princesa Azima no lo sería jamás. Misterio resuelto. –aseguró Visir muy ufano.

- No digas nada por favor. –pidió ella. –O si no, juro que cumpliría lo de tu despido.

- Claro que no Princesa, mis labios están sellados.

- Más vale. –Visir era fácil de engañar, aunque no el hombre que tenia al lado. Le sonrió con dulzura pese a sus palabras.

- ¿Mente maestra? –intervino hasta entonces él quien había observado el intercambio entre Visir y Baasima.

A Ian a veces le molestaba eso, la familiaridad, la espontaneidad y el cariño con el que Baasima trataba a todos. Se conocían desde que era una cría, pero aun así, que con él hiciera una diferencia y una tan enorme, le provocaba echársela al hombro y encerrarse con ella en lo alto de una torre de palacio hasta que le sacara palabras dulces o por lo menos él se la sacara de la cabeza. Con él era grosera, testaruda y rebelde. Con los demás por lo que sabia solo lo era si él estaba presente, si no, era la princesa perfecta pese a sus travesuras: dulce, amable y buena. Un incordio cuando se desaparecía con las otras dos eso sí, decían sus guardaespaldas personales, pero también sabía que después de las escapadas, ella les regalaba muchas cosas para compensar, eso lo hacía ella y las demás también desde su primer gran aventura. Visir decía con una sonrisa divertida, que a veces hasta ellos querían que hicieran rápido su próxima travesura o escapada. Porque arrepentidas por ponerlos en aprietos, les prodigaban muchos regalos después. A él en cambio le ponía nervioso perderla de vista. La mujer era hermosa, atraía la atención allá donde fuera, sabia que si caía en manos equivocadas podían reclamarla como esposa, por mucho que el rey les había dado a ellas y a las otras dos la facultad de elegir esposo. Si era un Jeque, un sultán, un príncipe o hasta un rey de un país vecino el que pidiera su mano, Visir le había dicho que era probable esta fuera dada si ella se metía en el dilema solita. Es decir, si Baasima con alguna travesura quedara en esas reales manos y se viera comprometida. El solo pensarlo le provocaba desasosiego y esos instintos bajos de llevársela y encerrarse con ella donde nadie los viera y molestara...

- Por un error nuestro encontraron un plan escrito y trazado que usamos para llegar a un Oasis una vez, lo hizo la que es la mente maestra de las tres y solo dijimos eso, no dijimos quien de las tres lo era. Ya sabes, por conservar el misterio... -Baasima le sonrió divertida y ver una sonrisa sin ápice de nada más que no fuera sinceridad le hizo esta vez a él parpadear. Esto tenía que parar pensó. Solo había ido a dar un vistazo a la guardia real por pedido de un amigo. Él había estado en fuerzas especiales y de comando en el ejército hasta que había decidido tomar un descanso y retirarse. Después de eso se había dedicado a los negocios de la familia y los suyos propios. Tenía miles de empleados trabajando para él y aquí estaba, cuidando a una princesa árabe que debió haber dejado hacía meses con su escolta personal. Pero, no había podido.

Hola, aquí viene esta nueva aventura, a ver qué tal nos sale.

Son extras y eso significa: algo corto, una HC osea, una Historia corta ¿por qué? quizás alguien se pregunte, bueno, porque así la concibe mi mente, no visualizo algo largo lamentablemente.

Feliz Domingo

*SI no me conoces solo diré esto: No me preguntes cuando actualizo porque ni yo lo sé. Peeero, esta vez trataré de terminar a Baasima y las demás a buen ritmo. Besosssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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