Capítulo 3 "Como un corderito"
Esa noche Azima tuvo una pesadilla o así quiso llamarla, rememoraba su cabeza esa noche en Pasión siempre aparecía el mismo hombre logrando desestabilizarla y sacarla de su famoso autocontrol. Diversas escenas, pero el mismo escenario: oscuridad y ocasionales luces frenéticas, música a todo volumen y él acercándose y luego... besándola. Debía besar más hombres pensó furiosa saliendo de la cama. Buscó la hora en el reloj que solía llevar siempre y que estaba sobre la mesita de noche, le encantaba no solo porque era regalo de Omar sino porque era precioso. Los diminutos diamantes destellaron en la penumbra y con un suspiro exasperado por lo que la había despertado vio que eran las tres de la mañana. El sueño se le había ido así que se vistió y fue a la biblioteca, una sombra nunca mejor dicho la siguió de cerca.
- ¿Acaso no duermes? –le preguntó ella.
- No, si usted no lo hace princesa.
- Eso es inhumano. –resopló ella teniendo que aceptar la vigilancia estrecha cuando estaba en Palacio. León e Ian no escatimaban en seguridad extrema. A veces era asfixiante. –ve a dormir, hay guardias a cada pocos pasos ¿Qué no ves?- solían darle espacio, pero toda seguridad se incrementaba de noche.
- Sigo órdenes, disculpe princesa.
- Está bien. Estaré en la biblioteca. –aceptó sabiendo que no podía debatir más al respecto. Los guardias ni se inmutaron al verla pasar. Deambuló entre las estanterías y deseó fuera de día para ver los grabados del techo, todo el sitio era una obra de arte en sí y ella amaba pasarse horas en ese lugar, de las tres definitivamente era la que más leía y por eso conocía el lugar sin necesidad de encender todas las luces, su sombra inspeccionó el lugar y luego salió a hacer guardia afuera. Fue hacia los libros de la zona más antigua, nunca había encontrado algo que se pudiera considerar un descubrimiento, León sí, de joven había encontrado unos poemas atribuidos a Kemir un antiguo rey y de allí habían sabido sobre la constelación que llevaba su nombre, databan de cientos de años atrás y ahora estaban en conservación en su debida exhibición. Ella fantaseaba con encontrar algo así de interesante y ahora necesitaba algo muy pero muy interesante que la apartara de ideas tontas como la de besar hombres, por guapos que fuesen. Rebuscó entre las estanterías de roble y al sacar un par de libros que no había visto antes, otro que estaba entre ellos salió volando. Estaba amarillento y se veía quebradizo, pero su corazón empezó a latir con fuerza cuando vio de lo que estaba hecho, la encuadernación era a mano y sus tapas eran de piel quizás de cabra, esta se resquebrajó cuando lo levantó, lo tomó con sumo cuidado y lo puso sobre una mesa y al abrir la tapa esta terminó de partirse dejando la primer hoja al descubierto. Esta decía en su portada simple y sencillamente: Amina.
1, 2, 3
Planta bien los pies
4, 5, 6
Tu objetivo no perder
Al menos ese parecía ser lo que decía la primera hoja, parecía un dialecto antiguo del que reconocía poco. Tendría que preguntarle a su hermano Ayham, quien era definitivamente el cerebro de la familia, tanto para las relaciones diplomáticas y políticas como para los idiomas. Conocía todos y cada una de las variaciones de su lengua en Durban y países limítrofes. No por nada casi nunca lo veía, el rey lo usaba por el Medio Oriente como conexión, contacto y diplomático desde que Ayham tuvo la mayoría de edad. Para ese entonces ella era una chiquilla de 12 años y tenía años que solo lo veía brevemente, a veces solo una vez al año.
Suspiró pensando en ello con nostalgia. Para despejarse siguió hojeando el libro y pegó un pequeño rebote al ver el nombre de su hermano en una de las páginas, no había duda alguna, Ayham aparecía escrito de tal manera que hasta ella podía leerlo claramente. Bueno, ahora sí que no podría dormir, esto se estaba poniendo interesante, pese a que era un nombre árabe usado aun en la actualidad, no dejaba de parecerle curioso y se moría por saber más.
Sin embargo pese a sus recientes desvelos intentando comprender algo del libro y tratando de localizar a su hermano del cual no sabía su ubicación desde el mes pasado, aun había tiempo para recetar y aconsejar a Habi.
- Háblalo con él. –insistía Azima sobre el espinoso tema de la renuencia de Habi a dormir con su futuro esposo. – Y si no funciona ya te dije de las pastillas. –ante la mirada confundida de Baasima y Habi tuvo que aclarar –son para dormir, duermen hasta a un elefante si usas toda la caja, usa la mitad de una sola pastilla para él.
Ella las había tenido que usar ya en más de una ocasión ante su imposibilidad de conciliar el sueño, si no era el libro de Amina eran pensamientos extraños sobre el tipo del antro, de pronto se preguntaba si besaba así a todas las extrañas, sí era árabe, sí sabía quién era ella, pensamientos estúpidos por supuesto, se enfadaba por ello y terminaba más insomne. Lo que la llevaba a consejos tontos que ella jamás daba ¿pastillas para dormir al aparentemente fogoso Jeque de Habi? No, no era buena idea. Despertaría y se la zamparía de un bocado.
Por supuesto, las conversaciones esos días sobre el fuego cruzado entre Habi y Zaím eran el pan de cada día, Habi se resistía y Zaím avanzaba. El hombre no estaba nada mal, pero para nada mal, aunque claro Habi nunca lo admitiría, al menos no en voz alta. Esa noche habría cena familiar en palacio y se moría por ver el intercambio entre esos dos. Lo primero fue topar a Baasima y Habiba hablando como no, del tema del momento.
- Claro, y lo que quiero es precisamente eso: un Jeque guapo que me devore. –bufó Habi, ni ella ni Baasima se percataron de que ella se posicionaba cerca.
- ¿Por qué no? Suena divertido. –les dijo ella recordando por una fracción de segundo al demonio rojo como ya le había puesto.
- ¿Tú lo harías? –le preguntó entonces Baasima.
- ¿Aprovechar un Jeque guapo? –Sonrió misteriosa solo para picarlas. Las otras dos se apiñaron a su alrededor para oír más. -¿saben guardar un secreto? –las chicas asintieron. –Yo también. –concluyó y sus primas resoplaron molestas. –No lo sé, no sé si lo haría. –aclaró sonriendo burlona y sintiendo la carne de gallina brevemente en sus antebrazos ante la idea.
- Si llegaras a hacerlo probablemente nadie sabrá nada que tú no quieras.
- Debo llegar virgen al altar Habs. Así como tú. –Azima se encogió de hombros cerrando el tema y volviendo a la realidad.
La actividad en palacio fue frenética esos días, todo debía estar a punto y perfecto para la boda de una princesa y un Jeque, Azima se encargó de muchos detalles junto con las demás para poder lograrlo en poco tiempo. Mientras preparaba maletas y orquestaba su viaje a Andora después de dejar a Habi instalada en su nuevo hogar, vio las dos maletas y decidió que con eso tenía que alcanzar, se moverían por cielo y tierra y lo que menos quería era llevar demasiado, aunque tuviera quien se encargara de ello. Incluso había pausado el libro puesto que en realidad no entendía mucho, más que nada reconocía los nombres: Ayham, Amina, Ofir, Aysha, los Al-Jamil y por supuesto el enigmático nombre de Ghiyath Al- Husayni, aparecía casi tanto como el de Amina y ahora que su hermano había recibido el libro escaneado y en formato PDF de parte de ella, no dejaba de mandarle lecciones, indicaciones y clases básicas sobre la lengua en que estaba escrito vía móvil, se había negado a traducírselo por qué no tenía tiempo le había dicho. Lo cierto es que conociéndolo seguro no lo hacía para obligarle a aprender, nunca dejaría el alma de profesor que tenía pensó con una sonrisa. Sin embargo descubrió con alegría que con todas las clases improvisadas y a medias de su hermano podría leerlo, pero eso sería hasta que estuviera ya en el desierto en la nueva tribu de Habiba. Por lo pronto el día de la boda había llegado.
********
En el mismo palacio a pasillos, recovecos y una distancia considerable de la novia...
- Deja ver si entendí, se casa por qué... ¿la vio desnuda hace como cien años? –Azzam miró hacia Ian Lennox pidiendo que le aclarara lo que el novio no parecía querer aclarar. –Dime que bromea, por Alá o Dios o tu madre, dime que bromea. –Le dijo a Ian quién lo miró y negó con la cabeza.
- No, no bromea.
- Ya te dije que no bromeo. –espetó el novio mientras se acomodaba la túnica.
- ¡Estás loco! –Azzam dijo asombrado.
- Déjalo en paz. –pidió Ian.
- Te lo dije todo por teléfono ¿Qué parte no entendiste? –gruñó el novio,
- Creí que bromeabas. –Y claro que eso fue lo primero que pensó.
- ¿Y aquí estás para confirmarlo?
- En parte. –La fugaz visión de la belleza que lo abofeteó apareció enseguida.
- ¿Qué otra cosa te trajo a Durban? –inquirió Ian pasándole un vaso de whisky.
- Pues no pude venir a tu boda. –le dijo. –vine a conocer a tu esposa, ver si este loco bromeaba...
Ver de nuevo a la dama de compañía de la princesa Habiba era una poderosa razón para estar allí. Lo poco que había podido dilucidar era que la bella mujer era una dama de compañía. Ian solo había mencionado una Princesa no tres aquella vez que llegó a Pasión porque se le habían escapado, y esa única princesa era Baasima su ahora esposa, estaba seguro que no era la diosa de fuego que lo había encandilado aquella noche vestida de negro total. O al menos se decía así mismo que así tenía que ser, todo sería mucho más fácil si la volvía a ver, una dama de compañía aunque fuera árabe no sería tanto problema si decidía seducirla. Hasta la había soñado y no recordaba haber tenido esa clase de sueños ni cuando era un adolescente.
- Ya la conoces. Aquella noche que se escaparon. –Ian arrastró las palabras y Azzam rio recordando su desesperación. Sabía que habían entrado tres mujeres y alborotado el lugar esa noche, pero solo una había ganado su atención y ahora reparaba en el hecho de que jamás había pasado por su mente que pudiera ser la futura esposa de Zaím. No podía ser ella, no al menos después de su breve interludio ¿o sí?
- ¿Se escaparon? ¿las tres? ¿A dónde? –Zaím preguntó girándose rápidamente a cuestionar a Ian.
- Bienvenido a mi mundo. –le contestó Ian socarrón.
- Sé que tu futura esposa estaba entre las tres bellezas que entraron a Pasión, ¿No era la de negro verdad? –Azzam preguntó a Zaím con evidente interés y luego un velo de preocupación apareció en sus ojos que disipó enseguida. –No tengo el honor de conocerla, muéstrame una foto. –Zaím le frunció el ceño. Ian le acercó su móvil y le mostró una donde las tres aparecían vestidas tradicionales sin velo y riendo a carcajadas. Eran un magnifico deleite a la vista.
- ¡De verdad dices que fueron al antro! –El novio se pasó las manos por la cara en gesto de frustración. Ian rio a carcajadas pero se calló al ver la mirada concentrada de Azzam en la foto.
- Ella es Baasima, pero seguro ya lo sabes. – Ian le señaló a la de la izquierda, una beldad por sí misma, igual que las otras dos, pero para Azzam una sola era la que capturaba toda su atención, rogó que no fuera la futura esposa de Zaím. Ian señaló a la de la derecha. -Habiba la futura esposa de Zaím. La de en medio es la Princesa Azima. –Azzam respiró discretamente de alivio.
- ¿Princesa? ¿Las tres eran Princesas? – Eso no se lo esperaba, y en realidad era una catástrofe, tener algo que ver con una Princesa virgen por bella y sensual que fuera conducía al matrimonio. Más si era sobrina de su Soberano. Apretó los dientes con creciente frustración. De hecho quiso golpear algo, la pared cercana se le antojaba pero hizo gala de auto control.
- Lo son. Y un incordio total estando juntas y aburridas o enojadas. –Aseguró Ian. –la seguridad a su alrededor ha sido incrementada con frecuencia.
- ¿Qué sucedió en Pasión? –intervino el novio con una mezcla de preocupación y enojo.
- Que alborotaron a todos los hombres a la redonda, si no hubiera dado orden de que las dejaran en paz e Ian no hubiese llegado, tarde pero llegó, no sé que más podría haber sucedido. –Azzam le informó esbozando una sonrisa ante el evidente desasosiego de Zaím y al ver que se equiparaba al suyo. –Tomaron unos tragos y luego salieron. –Y el había deseado subir a la esquiva belleza a su departamento en la parte alta del lugar. Azima... paladeó el nombre en su cabeza. Su interés por ella tenía que morir en ese instante decidió, demasiado peligrosa. No iba a sentar cabeza como el tonto de Zaím por mucho que esa mujer lo tentara. Fin de esa historia. – Ya, en serio dime ¿Por qué te casas? –Insistió sin comprender.
- Debo hacerlo. –respondió Zaím sin dudar.
- Es un matrimonio de conveniencia entonces ¿deber para con tu gente?
- Eso dice él pero, creo que se obsesionó con ella desde que la vio. –Hiram amigo del novio quien había observado la conversación entre los tres hombres de lo más divertido había decidido hablar al fin.
- Habiendo tenido tantas. –Azzam movió la cabeza, Zaím los ignoró.
- Eso le dije. –Añadió el amigo.
- Ni se te ocurra repetir eso delante de alguien que le pueda decir a Habiba. –Zaím dijo admonitorio.
- ¡Pero es que le tienes miedo! –Azzam lo miró con asombro y soltó una carcajada.
- No sabes de lo que hablas. Esa mujer quiere mi cabeza y su libertad. Defiende sus derechos mejor de lo que lo haría una abogada de un grupo feminista.
- Pues dale su libertad. –Le dijo sabiendo que Zaím nunca lo haría.
- No quiero. –dijo cerrando el asunto.
- Estás obsesionado, es cierto. –Azzam volvió a negar con la cabeza y se sirvió otro whisky.
- Bueno, es obvio que no las conoces. –Ian sonrió como si visualizará a su reciente esposa y sonrió soñador. Azzam no pudo menos que resoplar molesto para alejar la creciente sensación de que sí quería conocer a Azima, a profundidad... error.
- ¡Que se me libre de caer en ese embrujo diabólico en el cual parecen estar! –aseguró esperando espantar esa rara sensación al completo.
- Simplemente tengo que casarme y que mejor que una Princesa que entiende mi cultura y tradiciones. –Aseguró muy firme el novio.
- Síguete engañando. –Ian rodó los ojos. Azzam apuró el trago e Hiram vio la hora.
- Tenemos que irnos.
- Te aseguraste de que no sea una novia fugitiva ¿verdad? –preguntó Zaím a Ian y este asintió.
- Bueno, me muero por conocerlas. –afirmó Azzam pensando que en realidad a quien deseaba ver era a Azima, un breve encuentro no le haría mal a nadie. Solo ver su cara cuando lo reconociera valdría toda la pena.
La boda había puesto rara a Azima, la renuencia de Habi le había recordado la que ella tenía por su futura boda pero que se esforzaba tanto por ocultar. En la ceremonia había buscado tener a la vista a su prima por si intentaba una locura de última hora pero sin ser notada. Siempre había sabido tener un férreo control sobre sus emociones, había sido necesario dado que se había criado cerca de Amal y soportado a la fallecida mujer de Omar, ella era quien mejor había podido sobrellevarlas, Habi y Baasi no podían hacerlo siempre con éxito. Pero la ceremonia le trajo a la realidad de que pronto tendría la suya propia con un hombre a quien le tenía amor sí, pero filial. Adiós la antigua Azima, hola futura nuera del rey. Sintió un escalofrío. Al terminar la ceremonia suspiró de alivio y miró a los novios, Zaím era el indicado para Habi pero esta aun recorrería un largo camino para reconocerlo. Queriendo quitarse esa nube negra que sentía encima, no acompañó al cortejo al salón. Se desvió buscando el jardín de especies de Omar, los aromas, había descubierto, la relajaban muchísimo. Minutos después de estar sentada allí en una banca, sintió que alguien se acercaba a su espalda sigilosamente, tenía cierto instinto para percibir gente y enseguida pensó que era Omar, el cual siempre intentaba agarrarle desprevenida para alguna broma y nunca lo conseguía.
- Tampoco esta vez me sorprenderás mi querido y flamante prometido. –bromeó ella. Él se paró enseguida a su espalda y ella se giró a verlo con una enorme sonrisa, la cual se borró enseguida y su cara expresó sorpresa y enseguida molestia, frunció el ceño. -¿Quién eres y que haces aquí?
- ¿Perdón? –Exclamó Azzam.
La ceremonia había sido prueba fehaciente de que su amigo Zaím estaba locamente enamorado, lo peor era que aun no lo admitía, quería morirse de risa ante toda la situación. Buscó discretamente a la princesa Azima con la mirada y no la pudo encontrar, estaba allí, lo sabía. Al finalizar se quedó al último para tener aunque sea un breve vistazo de ella y entonces la vio. Verla vestida de gala y tradicional le produjo una especie de anhelo mezclado con deseo que no pudo evitar seguirla al ver que no iba con el cortejo. Le perdió de vista pero después de unos minutos la encontró sentada en uno de los muchos jardines de palacio, aun de espaldas la mujer era un regalo a la vista, se acercó lentamente y entonces ella habló. Esperaba a su prometido ¿Qué no aun no era oficial? Su voz era divertida y cariñosa, Azzam se tensó, eso no fue nada en realidad. Cuando ella se dio la vuelta y la sonrisa se le borró tampoco fue mucho, lo peor fue cuando con total molestia le preguntó quién era... él tuvo que preguntar a qué se refería.
- ¿No hablas nuestra lengua? –suspiró y le repitió la pregunta en un dialecto de la zona fronteriza de Durban y después en inglés.
¿Es que no lo recordaba? Ella le había torturado en sus sueños, de manera deliciosa sí pero tortura al fin y al cabo, sueños gracias al haberse conocido brevemente y al beso que le había dado y ¿ella no le recordaba? La vio levantarse y caminar hacia él, confirmando si es que era necesario que estaba ante una princesa de pies a cabeza.
- Con hacer un movimiento a la cámara –el palacio estaba demasiado bien monitoreado como de hecho le había quedado claro hacía poco- te caerán encima una docena de guardas, el porqué no lo han hecho aun es algo que no le encantará a Ian saber. –frunció el ceño de nuevo. -¿Y mi maldita sombra? –dijo ella mirando a todos lados.
- Aquí estoy princesa. –dijo la sombra saliendo de detrás de un Azzam todavía silencioso. La vio apretar los labios con pesar.
- No quise insultarte, disculpa. –dijo Azima de inmediato a su sombra.
Azzam sabía de la seguridad de palacio y que quienes estaban 24/7 con las princesas eran denominados "sombras". Sin embargo por extrañas razones Azzam había olvidado todo sobre la estricta vigilancia de palacio, había olvidado la perfección maniaca de Ian con la seguridad y más ahora que una princesa era su esposa. Había olvidado que una sombra estaría cerca de ella sin ser visible.
La había seguido como un corderito, sin recordar que todo estaría siendo visto y grabado. Si nadie le había caído encima era porque horas antes había paseado con Ian por palacio quien le había mostrado todo lo que había implementado para la seguridad. León y el rey jamás se andarían con medias tintas otra vez. Había sido presentado como amigo de Ian y Jeque de Andora, pero ahora veía que le había valido más lo primero que lo segundo. Ian era Jefe absoluto de seguridad, si era su amigo de confianza, era como un pase directo a no ser considerado un peligro potencial.
- Fui grosera. –insistió Azima quien seguía disculpándose con su sombra. –trabajas mucho y yo... -Y Azzam seguía pensando que estaba en un mundo alterno, él siendo ignorado y no reconocido por una princesa que se deshacía en disculpas con el empleado que había maldecido mientras alegremente seguía obviando su presencia. – Pero, ¿Por qué no lo has detenido? –dijo ella entonces.- A todas luces me acechaba. –pese a sus palabras al por fin referirse a él no parecía mínimamente asustada. Azzam se pasó una mano por el cabello frustrado, le pareció ver un destello de sonrisa entre divertida e irónica en el rostro de ella. Pero fue tan rápido que ni siquiera su rapidez mental le ayudó, era nula en ese momento.
- Es amigo de Ian, princesa.
- ¿Un amigo que puede acechar?
- No te estaba acechando. –habló por fin, suprimiendo las ganas de sacar a la sombra de allí y hacer que ella le recordase ¿o estaba jugando a que no? – Que conveniente tener memoria selectiva. La princesa y yo nos conocemos. –le dijo a la sombra. –puedes retirarte. –el tipo no se movió.
- Solo yo puedo mandarle, nadie más. Bueno, el rey y León e Ian claro. –lo miró con superioridad y quiso borrársela con un beso que la pusiera a pedir más.
- ¿Podrías pedirle que espere fuera? –pidió y quizás ella no lo sabía pero Azzam casi no pedía nada, solía ordenar no pedir.
- ¿Quién rayos eres? –Insistió y él perdió la paciencia.
Azima le había reconocido al segundo de verle, su corazón se había saltado un latido estaba segura. Como olvidarle, no era algo que pudiera hacer mujer alguna tan fácilmente se temía. Su mirada verdosa parecía atravesarla, rogó por permanecer impasible. Fingir no conocerlo le pareció la mejor salida. Si lo creería o no dependía de ella. Pero las preguntas eran validas ¿Quién rayos era? ¿Qué hacía allí? Con traje de invitado a boda real, con la túnica envolviendo ese fuerte y poderoso cuerpo. Sin turbante, quizás porque ese hermoso cabello ameritaba ser visto. La ropa, la apostura, la personalidad, la mirada, era un hombre del desierto y uno importante, uno imponente, hacía mucho que la adrenalina no la sentía a tope por una situación tan aparentemente tranquila.
Fue una buena jugada hablarle en otras lenguas para que lo entendiera. Vio que no parecía creerle, se puso nerviosa y maldijo a su sombra, su pobre sombra. Las explicaciones de porque podía andar por palacio sin ser detenido la pusieron a sudar, así que amigo de Ian ¡maldición y doble maldición! ¿Le diría que hubo un encuentro cercano entre ellos? Fue solo un beso se burló su yo interior, y que beso... el caso es que ¿hablaría sobre lo sucedido? No, no lo haría, no era del tipo que querría compromisos se dijo tratando de darse seguridad. Se atrevió a acusarle de acecharle y brevemente empezó a divertirse. Pero cuando dijo que se conocían, sintió que estaba perdiendo esa batalla. Aun así le plantó cara y claro, como todo buen hombre del desierto, le vio perder la paciencia en dos segundos por no conseguir lo que quería. Ya se había tardado pensó.
Se le acercó lenta pero decididamente y ella echó un ojo a su sombra que no se inmutó. Hice bien en maldecirlo pensó al no detectar movimiento de protección alguno y claro que necesitaba ser protegida justo en ese instante lo requería. Cuando lo tuvo casi pegado inclinándose a su oído, el corazón de Azima latía igual de acelerado que cuando había visto herida a Gabriela, pero esta vez era por emociones diferentes, pese al fuerte aroma de las especies no se tranquilizó, escuchaba su corazón y estaba segura que él podría oírlo también.
- Dile que salga o te juro que empezaré a besarte así te resistas a vista de él y todos los que nos observan tranquilamente por la cámara.
- Cámaras. –añadió ella. Pero allí no había ninguna, eso solo lo sabían tres personas, Omar, ella e Ian. Y es que Omar se sentía observado y espiado, así que había pedido las quitaran. Empezó a reírse y aunque pocas cosas sorprendían a Azzam, esa tarde estaba descubriendo que esa mujer tenía el poder de hacerlo cada que se le antojara. La estaba amenazando y ella se reía ¿Por qué...? – Así que me besarás ¿eh? Delante de todos ¿cierto? –esta vez ella fue la que se acercó a su oreja haciendo que su sangre corriera presurosa. –Atrévete. –lo retó. –Y saldrás de aquí con los pies por delante o peor aun... casado con una sobrina del rey.
Dicho eso pasó a su lado y se fue dejándole allí, demostrando que era una oponente genial. Una que le hacía olvidarse de la importancia de no meterse en líos de faldas, así que la amenazaba con besarla y ¿luego qué? Pues casi nada, que lo mataban o lo casaban, uno u otro destino no era de su agrado, pero él se había olvidado de todo eso con una rapidez pasmosa. Peligrosa, oh sí, no se había equivocado eso era ella, peligrosa.
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