Capítulo 26 "Ahora que aun tengo cabeza"
- ¿Por qué les dejaste la tarea de sacar a Azima de este embrollo? –preguntó Ayham a León mientras caminaban por un pasillo de Palacio.
- Porque gracias a su silencio todo desencadenó en esto. Iba a buscar la forma de que se anulara el compromiso, pero todos tomaron decisiones y aquí estamos.
- No saben que hablarás con tu padre ¿verdad?
- No.
- Así que están allí devanándose los sesos en vano.
- Algo así.
Ayham movió la cabeza con diversión.
- ¿El ensayo salió bien? – les preguntó el rey tranquilamente después de oír el informe de su sobrino sobre la guerrilla en la frontera al tiempo que ponía el libro que había estado leyendo en una mesita a su lado. Todos estaban sentados en la biblioteca privada del rey. La cual estaba llena de libros y documentos antiguos y donde solía pasar horas. Por lo que tenía los más cómodos sillones.
- Se podría decir que no. –León miró a su padre con la misma tranquilidad.
- ¿Ah no?
- No, pero eso ya lo sabes ¿verdad padre?
- ¿Que Azzam entró con inusitada facilidad y se llevó a mi sobrina, prometida de mi hijo sin problema alguno? Sí.
- Me gustaría saber el porqué de tu tranquilidad tío.
- Ambos serán encontrados y tendrán que atenerse a las consecuencias de sus actos. –respondió simplemente.
- ¡Mi hermana fue llevada en su contra! –exclamó Ayham sin poderse detener.
- Interrogué personalmente a los guardias. Azzam dijo claramente que Azima había sido suya.
- Aun así, tío por favor...
- No creo haya sido a la fuerza Ayham. No nos engañemos. Ella pasó semanas en Andora y aunque sé que cumpliría con su palabra. Lo que ha hecho ha sido una traición en toda regla y un deshonor para todos.
- Para nadie padre. De alguna manera hiciste que aceptara un matrimonio que ni ella ni tu hijo deseaban. –León intervino.
- Pero aceptó ¿no es así? ¿Les recuerdo el honor de quien está en juego? El mío, el de Omar y el de esta casa real.
- En realidad si de eso se trata, solamente el mío estaría en juego padre. –Omar se acercó de la nada y se sentó frente al rey.
- Los pasadizos son para emergencias no para que te aparezcas cual fantasma. –regañó el rey.
- Y yo, su prometido le di permiso de hacer a Azima lo que se le viniera en gana.
- ¿De qué hablas?
- Le dije que ya que estaba destinada a un matrimonio aburrido y sin amor, aprovechara su estancia en Andora y viviera lo que toda mujer debería al menos una vez en su vida. Le dije que tuviera una aventura con Azzam si la oportunidad se presentaba.
Ayham dio un brinco del sofá y lo miró estupefacto. León lo vio asombrado y el rey se puso rojo de ira.
- ¡Demente idiota! –le lanzó el libro a la cabeza. Dio en el blanco y cayó a un lado sin que Omar hiciera gesto de resentirlo. Su mirada era determinada.
- Padre, cálmate. Tu salud. –pidió León impidiéndole le aventara la tetera que había cerca aun caliente por el té que tomaba. Omar los observó impasible.
- No me arrepiento.
- ¿Buscaste que mi hermana perdiera su honra? ¿Qué rayos? –Ayham apretó los puños, parecía listo para írsele encima.
- No, no. –solamente pareció buscar la comprensión del hermano. -Busqué fuera feliz, aunque sea por poco tiempo ¿nadie sabe acaso todo de lo que es capaz por la gente que ama? Dilo padre. Tú mejor que nadie lo sabe, te aprovechaste de eso.
- ¿A qué te refieres?- Ayham pasó su mirada de él a su tío. -¿Tío?
- Ella nació con privilegios y eso conlleva responsabilidades. No estamos en el mundo occidental libertino... -insistió el rey.
- No conlleva su infelicidad. Te prometió desposarse conmigo si dejabas que Baasima y Habiba eligieran con quien casarse. –soltó sin más. Algo que todos los reunidos sabían menos Ayham.
- ¿Qué? –exclamó Ayham. Pero Omar siguió hablando sin dejar de ver a su padre.
- Deja de culparte por la mujer que elegí y me desgració la vida. Yo hice mi elección, nadie más que yo. Azima no iba a remediar nada y muy en el fondo lo sabes perfectamente. No la amo como debería un hombre amarla y sabe el cielo que ella merece un hombre completo no uno que apenas está recogiendo sus pedazos.
Al rey los ojos se le pusieron vidriosos.
- Estoy demasiado viejo para esto. –gruñó.
- ¿Qué dirían Baasima, Habiba y Gabriela si se enteraran de esto Padre? A pesar de que aun consideras a las mujeres ideales para hacer matrimonios ventajosos sé que las quieres como a tus hijas y ellas creen que quitaste esa imposición, les hiciste creer que lo hacías por magnanimidad cuando en realidad era porque Azima seguía firme en su palabra y te lo había prometido. Deja que ellas sigan siendo felices y dichosas de tenerte como tío y suegro, en feliz ignorancia de ese trato que nunca fue cancelado y del cual nunca podrías enorgullecerte y por sobre todas las cosas deja que Azima elija lo que quiere en la vida. Sé que amas a Azima así que, ¿podrías hacerlo? –pidió Omar de igual forma con ojos vidriosos. León se aclaró la garganta y Ayham desvió la mirada mientras tomaba aire.
- Padre por favor. –León habló.
- Te lo suplico tío.
- Ayúdame a iniciar una nueva vida, lejos de la sombra de Fátima. –Omar no había dicho su nombre desde el suceso, así que el rey levantó su vista enseguida hacia su hijo al escucharle. – Estoy empezando de cero y creo voy bien y sí, Azima tuvo mucho que ver pero es momento de que prosiga solo porque eso es lo que quiero y necesito. Casarme con ella no solo no remediaría nada, me hundiría saber que estaría provocándole infelicidad, amargura, dolor... -se arrodilló. –Por favor padre, deja que sea feliz con Azzam. –Ayham cayó de rodillas ante el rey también.
- Tío por favor...
- Padre responde ¿padre? –insistió León a punto de imitarlos. El rey alzó una mano.
- Levántense. Ya. Ahora.
- No, hasta que...
- Solo diré esto una sola vez Omar. No quiero que ninguna de ellas sepa que el trato que hice con Azima continuó. –carraspeó incomodo. – levántense ya por todos los cielos. -Ellos lo hicieron. – Y no le daré a Azima tan fácilmente.
- Pero... -Omar protestó.
- Déjame hablar. Se casarán por supuesto pero después del tiempo que yo así decida, no se la daré inmediatamente.
- ¿De cuánto tiempo estamos hablando? Temo que pueda quedar embarazada. –Ayham preguntó preocupado. Desconocía por supuesto que eso no era probable. Omar por supuesto calló.
- Tampoco será tanto, pero viendo el ímpetu de Azzam estoy seguro que sufrirá. Y se lo merece. –sentenció el rey. –Mientras esperará en su respectivo calabozo por supuesto. Él y todos los que tenían idea de esto. Sé perfectamente quienes son.
- La pregunta es cómo es que lo sabes padre.
- Si crees que te lo diré estás en un error. Solo diré que de aquí quien se salva eres tú y Ayham. Tú no. –le dijo a su hijo mayor. Este se encogió de hombros y suspiró levemente viendo una luz al final de la oscuridad. –Encuéntrenlos y tráiganlos a mi presencia. Y reúnan a los que mencionaré, mientras Azima no sea hallada estarán en calabozo.
- ¿Cuantos días el castigo padre?
- En tu caso por sugerirle a tu prometida perder su honor, deberían ir azotes incluidos.
El aludido alzó las manos en signo de paz.
- Cero privilegios, cero comodidades. Como ya dije, todos los días que ella esté desaparecida son los que pasaran en calabozo.
Omar empezó a caminar hacia la puerta.
- ¿A dónde vas?
- A mandar más gente a buscarlos ¿a dónde más?
- Una cosa más. lo dicho aquí queda sellado y enterrado, menos su sentencia por supuesto. Citen a los siguientes a mi presencia...
- Padre...
- ¿Qué? –gruñó irritado.
- Gracias. –Omar le hizo una profunda reverencia lo mismo que León y Ayham.
Rato después eran tres los que caminaban por Palacio. Iban en un silencio tranquilo aun pensando en lo que había pasado en la biblioteca.
- Siento que debo darte un puñetazo. –rompió Ayham el silencio. Los otros dos lo vieron sin dejar de caminar.
- Adelante. –Omar se paró enfrente de él y el otro lo mandó al suelo en segundos. -¡Auch!
- Debiste haber pasado por la academia militar, así podrías haberlo esquivado. –León comentó.
- ¡Es experto en combate! –Miró molesto a su hermano menor.
- Lo siento, tenía que hacerlo. –Ayham le extendió la mano para ayudarlo a levantarse. Omar la tomó mirándolo con el ceño fruncido.
- Pensé que no lo harías.
- ¿En serio? Básicamente tú le metiste esa idea en la cabeza y podrá ser adulta, independiente y lo que tú quieras pero no deja de ser mi hermanita ¿entiendes?
- Ella decidió Ayham.
- Lo sé León, pero así estamos ya en paz. –le estrechó la mano a Omar y empezó a caminar de nuevo.
- Debería decir que esto no se va quedar así pero, tiene razón.
- No se va quedar así, se te va a hinchar.
- Muy gracioso. Oye ¿Qué crees que le haga a Azzam?
- Ni idea mi querido hermano, pero quiero verlo. –León sonrió perverso.
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- Las tormentas allá afuera son terribles. –Exclamó Habiba viendo por la ventana. Las puertas se abrieron dando paso a Ayham, Omar y León.
- ¿Qué pasó? –se levantó Gaby preocupada.
- ¿Qué haces aquí? Deberías descansar. –León fue hacia ella y llevándola a un cómodo sofá se sentó junto a ella abrazándola. – Dejaré que ustedes hagan los honores. –dijo a los otros dos.
- El rey quiere verlos.
- ¿Cuándo llegaste Ayham? Si sabes que...
- Prima Habi. Sé lo que pasó y el rey quiere ver a...
- ¿Por qué rayos estás tan tranquilo? –Baasima exigió saber. Ayham se pasó una mano por la cara frustrado.
- ¿Van a dejarme hablar? Deben ir todos a presencia del rey. Sí, hay noticias y no de los desaparecidos sino, para ustedes. Excepto Máximo, Stefano y sus esposas y Gabriela. Todos los demás deben ir de inmediato.
- ¿Qué hicimos? –preguntó Baasima mirando a Ian confundida.
- En mi caso dejar pasar a Azzam.
- Pero como dijiste es un Jeque, nunca se advirtió que tenía prohibido el paso.
- Debería habérselo prohibido después de lo que pasó en nuestra boda pero, no pude. Vi su desesperación y más aún cuando me llamó pidiendo le diera paso libre para llevársela. Y bueno se la di.
Todos voltearon a verlo con ojos enormes. Baasima después de salir de su estupor le abrazó emocionada susurrándole:
- Todo es un desastre, pero gracias.
- ¿Qué tú hiciste qué? ¿Por qué siento la necesidad de ir dando puñetazos? –avanzó Ayham hacia Ian pero Omar lo detuvo.
- Todos tenemos culpa aquí o al menos casi todos. Tú casi nunca estuviste por aquí ¿no es así?
- ¡Sí, pero por órdenes reales! ¡Nunca porque quisiera estar lejos de la familia, lejos de mi hermana!
- Hazlo, estás en tu derecho. Golpéame. –le dijo Ian.
- No, va a hacerlo. Créeme. – mostró su pómulo que se hinchaba con rapidez.
- ¡Ponle una mano encima y yo te pongo las dos! –Baasima lo miró con ojos encendidos.
- Que miedo. –le respondió Ayham burlón.
- ¿Por qué golpeaste a Omar? –intervino Habiba en ese momento.
- Se lo merecía. –Omar solo asintió pero con una expresión risueña que no habían visto en un tiempo. –Y no, no sabrán por qué.
- Realmente la ama. No lo habría hecho si supiera que no la ama por muy amigo mío que es. Te lo juro Ayham. Ella es como una hermana para mi esposa y en este tiempo he llegado a considerarla igual. Tenía que ayudarle. Y no me arrepiento.
- Más vale no admitas esto frente al rey Ian, vas a complicar lo que ya hemos arreglado. –Expresó León.
- Está bien, pero acepto el castigo que quieras darme. –Ian miró a Ayham, quien volvió a pasarse una mano por la cara más cansado de lo que admitiría.
- Suficiente con lo que les espera. –sentenció.
- Nada que preocuparse. –les tranquilizó Omar al ver su inquietud. –vamos de una vez. –Instó y empezaron a salir los convocados. Baasima pasó al lado de Ayham y este le haló el pelo echándola atrás.
- ¡Ay! –Al ver quien había sido quiso ir hacia él pero Ian la detuvo. –No, amor. Ya, vámonos.
- Pero... -Ian la sacó a rastras para evitar se fuera contra su primo.
***************
- Quítate el vestido. –Dijo Azzam con voz lenta y pausada.
- De eso nada. –ella respiró hondo.
- Es voluminoso, pesado y va estorbar.
- ¿Estorbar? No sé qué ideas tienes, pero mándalas a volar con los vientos de la tormenta. Además, va darme calor.
- De eso me encargaré yo. –aseguró. Ella emitió una carcajada nerviosa.
- No. No me pondrás un dedo encima hasta que esto se arregle.
Azzam miró hacia el techo de la habitación buscando ayuda del cielo.
- Voy a arreglar todo, en serio.
- No veo como lo harás desde aquí.
- Tienes que confiar en mí corazón.
Ella cruzó los brazos. Cerró los ojos brevemente.
- Puedes perder la vida. –expresó con abierta preocupación en su mirada.
- Te prometo que no. –avanzó hacia ella.
- No me puedes prometer eso. -Contestó con voz rota.
- Pues lo haré. No lo permitiré. No ahora que sé la clase de vida que quiero y con quien a mi lado. –tomó su rostro entre sus manos. –De hecho, una sola vida se me hace tan poco ¿sabes?
- Deja de decir esas cosas ¿ahora eres poeta? –reclamó luchando con el picor de las lágrimas en sus ojos.
- Solo soy sincero. Y no puedo detenerme, es como si a cada rato deba anunciar a los cuatro vientos que no puedo estar lejos de ti y que te pertenezco, así como tú me perteneces a mí.
- Se te da estupendo eso de andar anunciando. Ese "Ha sido mía" no dejó lugar a dudas a nadie ¡Nadie lo sabía! –recordó avergonzada separándose de su toque. Bueno, Omar sí pero no se lo diría y tampoco es como si hubiera dado detalles.
- ¿Ni siquiera tus primas? –preguntó con interés.
- No. Era involucrarlas y lo que siempre he querido es que tengan la vida que desean.
- ¿Y tú? ¿No has querido tener la vida que deseas?
- Nunca deseé nada.
- ¿Nunca?
- Nunca, hasta que llegaste tú.
- Lo eché todo a perder ¿cierto? –le sonrió sin pizca de arrepentimiento.
- Cierto.
- No diré que lo lamento.
- Ciertamente no me sorprende.
- Azima...
- ¿Qué?
- ¿En algún momento me dirás que me amas?
Ella lo vio sin emitir sonido alguno, pero sin que él se percatara había quedado sin respiración.
- Deberías intentarlo ahora que aún tengo cabeza. –bromeó. Ella arrugó el rostro y de inmediato todas esas lágrimas retenidas se empezaron a derramar. –Oh cariño, no, no llores. –corrió a abrazarla.
En Palacio.
Más bien, en el calabozo del Palacio...
- Bien, ahora me debes más dinero. Acepto efectivo o esa roca. –Baasima vio hacia el dedo anular de la mano derecha de Omar donde se veía una piedra negra sobre una base de platino mientras arrojaba triunfante sus cartas sobre la mesa.
- ¡Es un diamante negro! Vale más de lo que tendrás una idea y vaya que sé que sabes de piedras y su valor. Además, hiciste trampa. Ian te enseñó ¿no es cierto?
- ¿A jugar a las cartas?
- No. A hacer trampa.
- La verdad dudo de ti, hermana. –Habiba la miró con ojos entrecerrados. Con indignación Baasima se levantó haciendo amago de tirar todo al suelo, pero Omar agarró la mesa con ambas manos.
- Ni se te ocurra. Quieres borrar la huella de tus trampas ¿eh?
- No, simplemente lo vi en una película y quería ver que se sentía hacerlo y ¡No puedo creer que dudes de mí! –reclamó a Habi.
- Optarás por el drama para que no sigamos pensando en que hiciste trampa, pues no va funcionar. –enseguida los tres se enzarzaron en una pelea verbal. Siendo observados en todo momento por Ian y Zaím sentados en una esquina sobre una manta en el suelo.
- No sé si esto hará que el tiempo pase más rápido o más lento. –observó Ian.
- Resultará en adictos al juego llevan horas jugando. Dime que has mandado a los mejores a buscar a los prófugos por favor.
- Así es, pero la tormenta ha detenido todo. Ayham partirá en cuanto esta acabe, con su propio equipo también.
- Menos mal nos proveyeron de lo necesario. –Zaím mordió una manzana.
Gabriela les había mandado bolsas de dormir, mantas pues el calabozo solía ser frío, comida, agua y hasta una mesa, sillas y juegos de mesa que habían jugado pero lo malo había sido cuando habían descubierto el juego de cartas.
- Jamás pensé que estaría aquí otra vez. Aunque hice la renovación de toda la seguridad del sitio nunca bajé de nuevo. –Observó Ian pensando en que no estaría mal añadir calefacción.
- Bienvenido al mundo reincidente de los infractores de la ley y la justicia. –le dijo Zaím burlón.
- Lo mismo digo.
- ¡Nunca estuve en un calabozo en mi vida!
- Bueno, puedes tachar eso de tu lista de cosas que no deberías probar en la vida.
- ¿Ian pensaste alguna vez casarte con una princesa árabe y ser llevado a calabozo por ello?
- Claro que no. –rio con la pregunta. –pero jamás cambiaría una sola de las cosas que he tenido que vivir por ella y con ella. -Vio a su esposa con ternura.
- Lo sé, yo tampoco. –Zaím miró hacia Habi que aun peleaba con sus primos y no pudo evitar reír ante la escena. – Están todos locos en esta familia.
*********
- Gabriela les proporcionó todo lo que yo dije que no ¿verdad? –preguntó el rey a León viéndolos en una pantalla gracias a la cámara instalada.
- Sí padre.
- Bien ¿Cuánto llevan peleando?
- Algunos minutos.
- No había visto así a tu hermano desde... desde que era un adolescente. Gracias al cielo por tenerlo de vuelta.
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