Capítulo 21 "Demasiado valiosa"
Seguro era de madrugada, había pasado horas dormida y ya llevaba un buen tiempo a la espera de lo que el líder decidiera. Azima escuchó al principio murmullos y después voces subiendo de intensidad. Se levantó de un salto asustando a Yair.
- Tengo que salir de aquí. Ya provoqué demasiados problemas. –empezó a pasear de un lado a otro, haciendo amago de irse y deteniéndose. –No quiero que les pase nada por mi culpa. Si me voy ¿Qué les pasará?
- Nada. En serio. –dijo un no muy convencido Yair.
- ¡Rayos! Llévame con él.
- ¿Con quién?
- Con tu líder ¿con quién más?
- No, claro que no. Esperemos que los demás logren calmarlo y convencerlo.
- ¿Convencerlo de que no me eche al desierto? Bueno, quiero que me eche pero no quiero que les pase nada a ustedes.
- No entiende Princesa. Lo respetamos pero también le tememos. Solo nosotros sabemos cómo tratar con él. O en este caso los mayores.
- Tienes dos minutos para explicarme exactamente que hacen todos en el desierto lejos de sus respectivos hogares.- ¿A qué se debía tanto secretismo? ¿Por qué el que ella hubiese llegado generaba tanta tensión? Ellos nunca les habían hablado abiertamente sobre la situación y ellas no habían presionado. Tenían teorías, la favorita era que estaban pasando por una etapa rebelde y se habían ido a aventurarse en el desierto. Algunos de ellos tenían modales que solo chicos de casas nobles podrían tener. Eran un misterio a resolver pero no habían apresurado nada para no espantarles. –Corre tu tiempo Yair o te juro que iré donde están todos y...
- Está bien, está bien. –lo vio tragar saliva. – Islamabad es turbulento, más de lo que se deja a ver a simple vista.
- Es zona fronteriza pero lo único que sé es que está casi cerrada al mundo, incluyéndonos. Tenemos buenas relaciones pero estas apenas son necesarias cuando no sabemos mucho sobre ellos.
- Hubo un golpe a la monarquía reinante hace años.
- Y todo quedó en paz entre los derrocados y el actual Rey ¿no?
- Todos venimos de familias relacionadas con el Rey depuesto. Buscaron minuciosamente cualquier nexo o lazo con el antiguo Rey para aniquilar a todos y cada uno. Todas nuestras familias escaparon o al menos parte de ellas. Perdimos gente. La orden era desaparecer cualquier integrante por lejano que fuese de la familia que había reinado. –Yair culminó con dejo triste. –Por eso tenemos que ocultarnos.
- Lo siento. –Azima empezó a captar la gravedad de la situación de los chicos. -¿Pero de esto porque no se sabe nada? ¿Por qué no sabemos casi nada?
- Por ahora es lo mejor para todos los involucrados. Incluso para nosotros.
- Pero ¿Qué no las tribus de frontera cruzan los límites sin problema?
- Sus tribus se relacionan con gente fiel al régimen, entrenada para aparentar que todo va bien y además sus tribus casi no se adentran a nuestro país. Tienen en común el dialecto porque antes si era normal dicha cercanía.
- Entiendo pero, a ver, déjame terminar de captar todo esto. Cuando fue el golpe a la anterior familia tú no habías nacido siquiera.
- Así es. Yo de hecho no nací en Islamabad. Casi todos tenemos a nuestras familias en Europa. Princesa lo que le digo no debe saberlo nadie nunca. Pondría en peligro a demasiada gente si esto se filtra. –le pidió con ojos implorantes.
- No diré nada. Te lo juro.
- Pese a que algunos de nosotros no vimos la rebelión como tal, sabemos toda la historia. Hemos regresado a la zona fronteriza y tratado de ver, ayudar cómo podemos a la gente que se quedó atrás. El país está destruido y abunda el hambre y la violencia. El régimen actual es horrible.
- ¡Oh por Dios! –Azima se llevó las manos a la cabeza angustiada. Estaban tan cerca y desconocían algo tan terrible.
Si bien, Islamabad estaba prácticamente cerrada al mundo exterior, eso no justificaba el poco interés en sus vecinos. Ahora recordaba sin embargo que su hermano Ayham había intentado en varias ocasiones entrar al país.
Nunca le habían aceptado la visita si bien, había sido rechazado amablemente incluso con regalos típicos del país. Un país del que no sabían nada. Vio al chico que le contaba todo, era tan joven y aun así él y los demás pese al peligro se esforzaban y luchaban a su manera por su pueblo. Intuyó que había algo más. Quizás estaban gestando otro derrocamiento para devolver a la verdadera familia real al poder. Pero no lo presionó por más información.
- Nahel perdió a casi toda su familia. –Prosiguió Yair. -No sabemos mucho sobre él ni que tan cercano era a la antigua familia real. Él nos reclutó en Europa. Su cometido es loable pero a veces pierde los estribos y se vuelve demasiado temerario y bueno, puede ser temible.
- ¿Qué les hará si me voy?
- ¿Sin que él lo autorice? A nosotros nada que no podamos soportar. Pero a usted, seguro le dará caza por todo el desierto. Es lo que queremos evitar.
- ¿Perdón?
- Y créame, la encontrará.
- Y si lo hace ¿Qué me haría? -¿matarla? Tragó saliva ante la idea.
- Pues, es demasiado bella Princesa.
- Ajá ¿y eso qué...?
- Nunca ha tomado a ninguna mujer a la fuerza pero, por lo menos la retendrá y como dije es usted muy bella... sí, mejor váyase. Ahora. –Yair pareció por fin ordenar sus pensamientos.
Azima abrió muchos los ojos preocupada ante las palabras de Yair y algo temerosa a decir verdad. Se masajeó las sienes que aún le palpitaban.
- Soy prometida de un futuro Rey. Si me retiene en contra de mi voluntad, créeme que me encontrarán y de paso a todos ustedes.
- ¿Segura que serás encontrada? –Una tranquila pero acerada voz la hizo dar un respingo y girarse ante el portador.
Un hombre alto, cercano a la treintena, musculoso a juzgar por esa ancha espalda y abultados brazos y poderosas piernas la miró de pies a cabeza. Su cabello era largo y lo llevaba suelto en ese momento, en realidad era un hombre que no pasaría desapercibido en ningún sitio y menos por esa piel morena y los ojos miel que refulgían como oro. Detrás de él estaban todos los chicos que conocía y al menos una docena más quienes la veían con el mismo interés que al parecer su líder. Los que ya la conocían la veían con expresiones varias que iban de la lastima, la impotencia y la frustración. Así que no habían logrado nada pensó ella. Bien, a lo hecho pecho.
- ¿Seguro que quiere tenerme aquí? –le contestó imprimiendo un tono seco a su voz.
- Ciertamente te prefiero a tener a estos. –señaló a los demás. -¿cómo llegaste aquí? y más importante aún ¿Por qué?
Mentir no serviría de nada pensó Azima. Tendría que decir parte de su verdad.
- Fui secuestrada.
Eso pareció llamar la atención de Nahel y lo vio fruncir el ceño.
- ¿Por quienes?
- No lo sé.
- Habla. Rápido y claro. –se acercó a ella y se obligó a no retroceder, Yair valientemente se había quedado a su lado pero con un solo gesto que le hizo Nahel se retiró no sin verla con cara de disculpa. Ella asintió y suspiró. Estaba sola en esto por tonta.
- Me secuestraron en Londres, desperté en el desierto.
- ¿Por qué no buscaste a tu flamante prometido? Traes un Jeep más que equipado.
Obviamente no iba a decir que había sufrido el secuestro más extraño del mundo con instrucciones más raras aun. Tampoco diría que estaba escapando de alguien que no tenía muy claro quién era y que sospechaba que sus primas habían orquestado todo.
- Me perdí en realidad. Desperté en una cueva con el Jeep a mano con todo lo que traía dentro. Al parecer solo me querían lejos de Londres y no, no sé por qué. Debido a que no sé nada de mi secuestro decidí ocultarme hasta saber qué hacer y erróneamente busqué a estos chicos que conocí por casualidad.
- ¿Casualidad? –alzó una ceja sin dejar de inspeccionarla a detalle. Ella empezó a sulfurarse pero se controló.
- Ellos ya habrán dicho como nos conocimos.
- Pero quiero tu versión.
- Y yo ya me cansé de hablar. –ante su respuesta cortante vio la cara de asombro de todos los chicos y Nahel sonrió divertido.
- ¿Ah sí? Puedo buscar la manera de que quieras hacerlo.
- Inténtalo. –ciertamente no estaba en su sano juicio, seguro seguía con la insolación pero estaba cansada y cada vez más molesta. Lo estaba desde que la habían secuestrado. Maldito sea pensó mirándolo con rencor. Era una marioneta en manos de todos.
- A cada palabra resultas más tentadora, así que adelante sigue retándome. Y de reina de Durban, serás la reina de estas cuevas. –al verla en silencio pero con unas abiertas ganas de maldecirlo a juzgar por la mirada cargada de odio en sus ojos Nahel no pudo menos que reírse abiertamente.
- Princesa por favor. –le dijo Yair quedamente desde un rincón haciendo señas para que se callara. Ella cerró los ojos y contó hasta 10.
- Lo que querían era evitar tu boda ¿no es así? – Nahel habló y sonrió burlón al ver el desconcierto de ella. –No porque estemos aquí no sabemos nada del exterior, al contrario podemos saber casi todo. Bueno, felicidades a tus secuestradores porque no te casarás.
- ¿Quién lo dice? –preguntó ella sin poder evitar su voz desafiante.
- Yo, por supuesto.
- Estás complicando todo, incluyendo este lugar. –le señaló con un gesto las cuevas.
- La que complicó todo has sido tú. No puedo dejarte ir. –la vio serio y su coraje si bien no menguó, la preocupación empezó a volver y a hacerse con un sitio.
- Me busca demasiada gente.
- Gente que no entrará nunca a Islamabad si decido tenerte allí.
Bien. Eso podría ser cierto mientras no supieran que estaba allí. Pero confiaba en que su gente movería cielo mar y arena en este caso para encontrarla. Incluso arriesgándose a entrar a un país cerrado como Islamabad. Lo que traería tensas relaciones diplomáticas por decir poco. No se necesitaba de mucho para entrar en guerra con un país aparentemente inestable como su vecino del norte. Debía evitarlo, debía buscar la manera de largarse pero muy a su pesar no se le ocurría nada y estaba atrapada.
- ¿Y tú si entras entonces? –le dijo entonces y lo vio parpadear. Había dado una mínima información que ella había completado con lo dicho por Yair. -¿Qué no es frontera cerrada?
- A este punto no tiene caso negarlo. Todos somos de allí como quizás a estas alturas ya sepas. –un gesto agrio cruzó su rostro.
- Arriesgas demasiado.
- Por si aún no te has dado cuenta, vivimos en riesgo constante. –levantó una ceja cínicamente.
- Pero esto sería uno demasiado grande incluso para ti. Lamentablemente en este momento soy demasiado valiosa.
- ¿Por ser futura esposa del primogénito del rey?
- No, por ser mía. –Azzam había entrado aprovechando la tensa conversación y que todos estaban inmersos en ella. Nadie había quedado afuera pues por lo general no se hacía guardia al ser un sitio prácticamente indetectable. Azima lo vio y su cara de asombro no tuvo precio.
No hacia pocas horas Azzam había lanzado improperios a la nada. El auto había decidido tener una falla justo cuando más lo necesitaba. Si no paraba iba a quedarse tirado y perdería aún más tiempo, al parecer había estaba tirando aceite. Era noche cerrada, aun así bajó y usó todas las luces que tenía a su alcance para solucionar el peor inconveniente del mundo. Pasaron horas hasta que por fin pudo arreglarlo. Se subió y arrancó consciente de que probablemente su desesperado arreglo no duraría demasiado pero confiaba en que sí lo justo para llegar hasta Azima. Habían pasado muchas horas desde que le habían dicho que corría peligro y ya había perdido muchísimo tiempo. No dejó de maldecir todo el camino. Dio un suspiro de alivio al ver el Jeep se bajó de un salto con una potente linterna y alumbró a todos lados. Se suponía que todo esto no eran más que dunas, el desierto era inmenso pero aun así creía que la zona perteneciente a Durban estaba más que conocida y estudiada, al parecer no. La enorme formación rocosa se alzaba enorme, sin embargo se camuflajeaba al principio por dunas precisamente. Quizás allí estuviera por qué se había pensado que todo era arena y nada más. Estuvo a punto de gritar el nombre de Azima pero su instinto le dijo que se detuviera, vio más pisadas en la arena que de pronto se perdían. El corazón le latió aceleradamente ante la idea de que se la hubieran llevado como no hacía poco había pasado con la esposa de Zaím. En sus narices se la habían arrebatado. Algo destelló de pronto al pie de la roca y fue hacia allá para ver qué era. La pulsera que Azima solía llevar casi siempre estaba allí. La levantó y tanteó la roca, probablemente eran las famosas cuevas que se narraban en viejas canciones de las tribus del norte y que incluso se relacionaban con la esposa de Ghiyath su antepasado. Al no haber dado con ellas se daba por hecho que no existían. Y solo eran historias inventadas propias del folklor cultural. Cuando pudo dar un paso hacia dentro de la roca la esperanza renació en él. Aguzó el oído al percibir una voz masculina y el corazón casi se le sale del pecho cuando la voz femenina la reconoció como la de ella. Apagó la linterna y avanzó lentamente por lo que parecía ser un estrecho pasillo guiándose por las voces. Entró a un sitio iluminado por muchas antorchas, nadie lo vio. Sus ojos fueron directo hacia ella que al parecer sin temor alguno se enfrentaba a unas dos docenas de hombres, varios muy jóvenes pero no dejaban de ser muchos ¿Qué hacía allí? ¿Quiénes eran ellos? ¿Ella estaba bien? Escuchó como defendía su valía, probablemente porque solo así la dejarían ir. Y claro que era valiosa, por ser ella misma, por ser Azima. No por ser una princesa únicamente. Ella en sí misma era una joya demasiado valiosa para un hombre como él, pero también era suya. Y también era valiosa por ello. Si bien no la mereciera, no dejaba de ser un hombre con un título, poder y todo lo que le acompañaba.
La vio llevarse una mano a la boca impactada de verlo y él no pudo menos que sonreír ante la imagen.
- ¿Creías que te me ibas a escapar así de fácil? –no pudo evitar decirle.
El tipo que tenía cerca, demasiado para su gusto entrecerró los ojos mirándole fastidiado y furioso.
- Trae consigo muchas sorpresas la princesa ¿eh?
Fue ignorado tanto por Azzam como por ella. Nada importaba ya que la tenía cerca.
- ¿Qué haces aquí? –musitó Azima. Pero la cueva tenía una acústica excepcional y él la oyó perfecto.
- ¿Cómo que qué hago aquí? vine por ti. Tengo días detrás de ti.
- ¿Tú mandaste secuestrarme? –acusó esta vez en voz alta. Debería enfadarse pero se sentía impactada ¿Por qué lo había hecho? Él no quería compromiso alguno ¿A qué estaba jugando? ¿estaba loco? Su preocupación se incrementó por mil, Azzam corría peligro de algo mucho peor que una estancia en las mazmorras si su tío el Rey se enteraba de lo que había hecho. Peor aún si León o incluso Omar lo sabían. No perdonarían la afrenta.
- Sí. –admitió sin reparos.
Azima solo movió la cabeza mientras se le venían miles de pensamientos en cadena.
- Agárrenlo y atenlo. –interrumpió Nahel exasperado. Varios se movieron pero Yair habló.
- Es el Jeque de Andora.
- Bien puede ser el Rey de Durban no me interesa. –tronó Nahel.
- Se nos va salir de las manos Nahel. –le dijo uno de los chicos mayores que conocían a Azima y a las demás princesas. –si él vino, vendrán más. Ella sí que es valiosa. Tú lo sabes, todos lo sabemos. Se va arruinar todo. –dijo esto último en voz muy baja.
Azima lo vio dudar por primera vez, no sin antes dirigirle una mirada cargada de enfado mezclada con cierto deseo. Azzam lo vio también por supuesto y avanzó de inmediato hacia ellos dos. Tomándola del brazo la puso detrás suyo sin ninguna ceremonia. Azima se quejó por la fuerza con que la movió.
- Vuelve a mirarla así y te arrepentirás.
- ¿Y te atreves a decir eso cuando claramente estás en desventaja numérica? –Nahel rio burlón.
- Esta mujer es mía. Te lo repito por si no lo has captado, no me importa ante cuantos tengo que dejarlo claro.
- Ya veo, así seamos más de 20 ¿no?
- Toda esa bravuconería está amparada en todos los que te acompañan por lo que veo.
- Me basto solo.
- ¿Podemos resolver esto pacíficamente? –interrumpió Azima.
- ¡No! –la breve palabra fue dicha al mismo tiempo por los dos hombres.
Azima hubiera rodado los ojos si no estuviera tan preocupada por el giro de los acontecimientos. De pronto se le ocurrió algo.
- ¿Tienen hambre? –les preguntó a todos los chicos que veían la escena sin saber qué hacer. Azzam y Nahel la vieron como si se hubiera vuelto loca.
- Yo sí. –dijo un chico aún más pequeño que Yair.
- Sé cocinar mejor que Habiba. Puedo cocinarles, a todos. –prometió. Muchos pares de ojos brillaron ante la idea.
- Sales de aquí con ella si me vences. Si no, me la quedo. –dijo Nahel de pronto a Azzam regresándolos a todos a un tema que no dejaría ir fácilmente.
- ¿Perdón? Es una locura. Puedo cocinarles, nos vamos después y no diremos nada de esto. Nadie mejor que nosotros querrá conservar buenas relaciones diplomáticas, no arruinaríamos la reputación de Durban por intervenir en su cruzada personal además...
- ¿Qué sugieres? –dijo Azzam sin dejar de ver a Nahel.
- ¿Espadas?
- Oh, por Dios. –jadeó Azima.
- También pueden ser cuchillos. Traigo uno mi auto. –Azzam lo sugirió como si hablara del tiempo y Azima empezó a tener dificultad para procesarlo todo ¿sería la insolación? Quizás era una pesadilla, sí, seguro era eso.
- Pueden matarse, por favor no. –pidió abrumada.
- A puño limpio. –sugirió un chico alto de edad cercana a la de Nahel acercándose a los tres. –No queremos más muertes ¿verdad Nahel?
Nahel se encogió de hombros.
- Como sea. El final será el mismo.
Azzam rio ante su arrogancia y Azima imploró a los cielos porque efectivamente fuera una maldita pesadilla.
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