Capítulo 2 "Los casi comprometidos"
Azima insistió en pagar sospechando de donde provenían los tragos gratis ¡lo que faltaba! Que ese arrogante tipo se las diera de generoso.
- ¿Quién pagó las bebidas? Creo que él fue el que ordenó no se nos molestara. –Insistía Habi.
- Sí, ¿Quién? –Baasima empezaba a encontrar interesante la cara roja de Azima. -¿El tipo arrogante?
- Que importa. Tenemos diez minutos para largarnos ¿nos vamos a quedar aquí? –Azima se levantó sin dejar de ver la zona como inspeccionando.
- Tienes razón, aprovechemos. –Habiba fue dando brinquitos entusiasmados a la pista.
- Solo espero que no haya pasado nada que de oportunidad a que pidan tu mano Azima. –le dijo Baasima y ella se sintió palidecer.
- Te lo aseguro que no. –la vio con sinceridad y Baasima le creyó. – ese tipo no se casaría ni aunque su vida dependiera de ello y yo estoy por prometerme con Omar. –Ese beso no iba a arruinarle nada.
- No me arruines la noche. –pidió Baasima, ni ella ni Habi soportaban pensar en lo que ese matrimonio significaría. La tomó de la mano y la arrastró a la pista.
Azzam había recibido a Ian poco después de su llamada buscando tres bellezas de cabellos oscuros. Verlo vestido de negro como un guardaespaldas le había aligerado su pésimo humor después de esa bofetada, aunque se la mereciera. Nadie en su vida le había tocado la cara de esa manera y solo porque se trataba de una mujer y de una especialmente candente se había obligado a dejarlo pasar. Su origen árabe exigía una compensación, su educación aparentemente británica y el hecho de no estar en el desierto le había detenido de hacer una locura como devolverle la palmada en el trasero y de apropiársela solo para su diversión obviamente. Por lo pronto estaba por obtener más información de ella.
- ¿Dónde están? –había preguntado su amigo.
- Bailando. –respondió recordando las reacciones que despertaban esas mujeres y por lo cual había desplegado más seguridad.
- ¿Qué? –Ian giró hacia la pista anonadado.
- Nadie las tocará. Me he asegurado de ello, de lo contrario ya se habrían comido al único guardaespaldas que trajeron. Entonces ¿este es el trabajo que te ha mantenido viajando ya más de un año? ¿en serio?
- Ajá ¿en qué pista?
Azzam vio la desesperación en Ian y sonrió esta vez ya más relajado y divertido, así que eso era...
- ¡Dios! Te llegó la hora. –Ian lo miró con gesto confuso.
- ¿De qué hablas?
- ¿Quién de las tres? –preguntó con aparente calma. -¿Tengo que repetirlo? –alzó una arrogante ceja sabiendo que Ian era ya hombre muerto. Lo lamentaba por él, podía entenderlo un poco, la belleza de una mujer podía nublar los pensamientos coherentes, le acababa de pasar, pero de eso a tener esa cara de enamorado sin remedio había un mundo.
- Soy el guardaespaldas de la princesa Baasima. –dijo esperando aclararlo e ignorando a propósito el verdadero cuestionamiento.
- Menos mal. –le contestó tranquilo pero algo se le retorció por dentro. Si ella venía acompañando a una princesa árabe, obviamente tenía que ser árabe... todo terminaba sin haber empezado, pero... ¿era la princesa o era parte de su séquito? No importaba de todos modos.
- ¿Por qué menos mal? –lo vio sonreír enigmático e Ian entrecerró los ojos.
- Son intocables, recuerda eso.
Azzam rio abiertamente, agradeciendo y lamentando al mismo tiempo el giro de los acontecimientos.
- No estoy tocando a ninguna. –alzó las manos y lo cierto es que no lo estaba haciendo en ese momento.
- Podrías hacerlo.
- ¿Perdón? –Azzam lo vio confundido.
- Siempre y cuando te cases.
- Muy gracioso. –agitó una mano negando y estremeciéndose.
- Lo sabía. –dijo Lennox. –tengo que ir por ellas ¿Nos vemos después?
- Dime dónde y allí estaré. –estrechó su mano.
- Gracias por cuidarlas.
- Por nada.
- Oye... algún día tendrás que casarte ¿lo sabes no? –Azzam puso gesto cansado e Ian se rio de él, el muy canalla. –adiós.
Azzam esperaba no tener que recordar nada más de esa noche, pero Ian había llegado horas después borracho, enamorado perdido y con cara de derrota.
- Esto es por una mujer ¿no? – quizás una de las de la noche pasada, se tensó pensando en si era la Diosa que había besado. Pero luego recordó lo que había visto en el teléfono de su amigo sin querer y se había relajado.
- No. –contestó Ian demasiado rápido, y él no tuvo más remedio que reír a carcajadas ante toda la situación.
- ¿Qué es tan gracioso?
- De mis dos amigos más cercanos, eras el único que podía esperar más tiempo a tener que caer en la trampa del matrimonio. –movió la cabeza al tiempo que elevaba los ojos al cielo.
- No me estoy casando. Pero también tengo malditas responsabilidades sociales.
- Sí, sí, pero los británicos no son tan estrictos con eso ahora. Puedes tranquilamente buscar a tu condesita.
- No soy Conde aun. –dijo Ian.
- Y yo ya soy un Jeque. –contestó resignado.
- Eso nunca te había molestado antes.
- Mi pueblo pide herederos. No es que se los vaya a dar en breve. –alzó una mano por su cabello con el mismo gesto cansado. –es la única piedra en mi camino: no querer casarme. Pero, no pueden decirme nada por un tiempo aun.
- Deseas seguir en tus correrías ¿no?
- Todo lo que pueda. –alzó una copa en su dirección. –unos diez o quince años. –rio divertido al pensarlo. –los ancianos me odiarían si lo supieran. Yo escapándome de tan cruel destino y tú al parecer queriendo abrazarlo, no lo entiendo. No eres el despreocupado soltero de oro que las mujeres adoran.
- No voy a casarme, no tengo nada serio con nadie. Te lo puedo asegurar.
- Tus ojos dicen lo contrario.
- ¿Mis ojos?
- O tu teléfono...
- ¿Cómo?
- Cuando fuiste al baño, entró un mensaje, la pantalla se iluminó, la vi. –con la mirada lo invitó a negar lo que había visto en su fondo de pantalla. -Es una belleza ¿Es ella? –preguntó simplemente. Lo conocía demasiado bien.
- Es ella. –respondió Ian y cuando Azzam confirmó que no era la misma mujer que había besado se sintió mucho mejor, de hecho no sabía que se sentía mal hasta que algo parecido al alivio llegó. –dame otro. –pidió Ian un trago.
En el desierto días después...
Azima vio a Baasima y se le oprimió el corazón al ver su desdicha. Ella sabía que no se podían casar con cualquiera. Omar lo sabía y se lo había dicho. Callarse eso la consumía. Quería la felicidad de sus primas, ¡eran como sus hermanas por Dios! Si su matrimonio con Omar lograba su libertad, que así fuera. Al principio se había dejado llevar por su sentido del deber en cuanto a un probable matrimonio. Pero las dudas y su parte rebelde la habían hecho desistir, hasta que había sabido sobre la farsa que era la promesa de su tío. No había podido reclamar pues habría comprometido a Omar, amaba a su tío pero era sumamente injusto, desde entonces había decidido casarse con él a cambio de la libertad para elegir esposo de sus primas. No había llegado el momento de negociar, quizás ahora sí. No era una mártir, ella no aspiraba al amor romántico, por ahora le bastaba el amor de su familia y su felicidad. Baasima quería a Ian y ella se encargaría de que esos dos estuvieran juntos ¿Qué más daba? Sabía que existía el amor pero nunca lo había sentido y siendo sinceros en su mundo eso era mucho más difícil de conseguir. Así que sabiendo de la imposibilidad de que el rey aceptara un occidental para una de sus queridas sobrinas jugó con la única carta que tenía.
- Y si te garantizo una de las cosas que más desees ¿podrías entonces dejar a Habi y Baasima elegir por sí mismas?- le dijo a su tío el rey yendo por todo.
- Hablas de ti ¿no es así? De ti y Omar. –ella simplemente asintió ignorando el enorme peso que se instaló en su corazón. –Habla.
- Prometo casarme con Omar si dejas que tanto Baasima como Habiba elijan a sus esposos. –habló con voz firme y suave, pese a que temblaba por dentro. Vio admiración y ternura en los ojos del rey.
- Que así sea. –exclamó y así ella selló su destino. –sin embargo, no haremos una declaración aun. Omar apenas está sanando y quiero que tú te vayas adaptando a tu nuevo papel. Serás una excelente consorte. –no dijo reina y supuso que el rey aun veía a León como su sucesor y que solo quería la felicidad de Omar y pensaba que ella lo sería. Saber que no sería reina la tranquilizó un poco, no lo deseaba tampoco, era una de las cosas que tenía en común con Omar.
- Que así sea. –confirmó ella y aunque su futuro ya no estaba en sus manos, el saber que sus primas sí podrían hacer lo que desearan la empezó a llenar de una relativa paz. –tengo algo más que decirte tío. –y procedió a contarle el plan que llevarían a cabo.
Plan que logró reunir a Ian y Baasi, si no supiera de hombres desesperados, muertos de preocupación y amor le habría sorprendido la reacción de Ian ante el plan ejecutado para juntarlos. Pero había visto de primera mano a León cuando Gabriela había estado en peligro. Eso jamás lo olvidaría y quería ese amor para sus primas, sus hermanas del alma. Ella nunca había tenido esos deseos concretos para ella misma, una princesa no tenía voz y voto en su vida romántica después de todo y eso complicaba sobremanera encontrar la pareja ideal y aparte el amor en general se le hacía la cosa más cursi del mundo, te volvía ciega, loca, sorda y perdías el control y si había algo que ella odiaba era no tener el control sobre sí misma. Por lo pronto Baasi era feliz así y eso a ella le bastaba. Agradecía que fuera así puesto que donde León y Baasi eran afortunados, Omar era prueba de que ser feliz en el amor era muy difícil. Se sentía bien por lograr lo impensable, que sus primas pudieran elegir, por lo que saber que Habiba había perdido esa oportunidad por su soberana tontería de nadar desnuda en un oasis y dejarse ver por un hombre, hacía que quisiera estrangularla. Eso equivalía a la pérdida total de elegir, Habiba ahora debía casarse con un Al-Khaled.
Pero había visto su desesperación ante su destino ya trazado que se había atrevido a ofrecerle huir y así huía ella también, Habi no aceptó y ella recobró el juicio perdido brevemente. Por lo pronto iría con Habiba a su nueva tribu y la ayudaría a adaptarse y después a Andora, seguía teniendo responsabilidades con su puesto, con Gabriela y con Durban. Ya había retrasado mucho su viaje.
- ¿Cuánto tiempo estarás fuera? –le había preguntado Omar ese día.
- No sé, hasta que vea a Habi más adaptada y de allí iré a Andora. –le contestó mientras caminaban por el jardín de especies que Omar personalmente cuidaba. Lo vio sonreír con diversión. -¿Qué?
- No vendrás en mucho tiempo entonces, me temo que me voy aburrir. –se agachó para ver un tallo de una planta de menta.
- Pero si solo te pasas aquí, apenas puedo arrastrarte para cabalgar, comer algo rico o...
- O para que te enseñe a disparar cosa a la que León ya se negó al ver tu puntería. O a que supervise tus clases de defensa personal. No puedes decir que solo me la paso aquí, cuando en realidad dedico mucho tiempo a ver que no te conviertas en un arma mortal. –siguió dando mimos a la planta y Azima lo miró con cariño, cariño sincero, amor de ese que sientes por un hermano, no creía posible que eso pasara, ella amaba así a pocos hombres, su hermano mayor pese a que casi no lo veía, León, el rey y ahora Omar. Quién lo diría. Cuando habían empezado a tratarse más, a conversar, había descubierto que no era un idiota. Era un hombre que sufría por su pésima elección en el amor, seguía sufriendo por la muerte de su única esposa a pesar de lo malvada que había sido.
- Es culpa de la bocota de Habiba. Ella le dijo a Ian y a O'Connel que sabía hacer todo eso. Ian no deja de decirme que cuando hacemos una sesión juntos de tiro al blanco. Y O'Connel me preguntó que cinta soy y en qué arte marcial. Menos mal disparando soy buena. –razón por la que León le había dejado de enseñar. –Y que no me han dicho si en realidad sé volar un helicóptero.
- ¿O'Connel te preguntó? ¿es que me eres infiel ya? –la miró y se tocó el corazón con dramatismo poniendo su peor cara de decepción. Azima lanzó una carcajada. O'Connel había logrado conseguir su número personal gracias a Baasima. A veces se mensajeaban pero todo muy inocente, aunque las miradas que le daba no lo eran cuando había visitado a Ian en un par de ocasiones en Durban.
- Como si te importara. –le sacó la lengua y se sentó en una banca frente a él.
- Vamos a ser un desastre Azima. –dijo Omar sacudiéndose las manos de polvo y sentándose junto a ella.
- Nos llevamos bien.
- Y jamás había tenido una mejor amiga... me retracto, una vez tuve una pero desapareció.
- ¿La mandaron a los calabozos por ser tan cercana al heredero? –bromeó.
- No, en serio. No sé qué pasó con ella. Fue cuando éramos adolescentes, antes de...- calló de pronto y Azima tomó su mano y la apretó. –el caso es que reitero lo dicho, nuestro matrimonio será un desastre.
- Por enésima vez ¿Por qué? –suspiró Azima.
- No me quieres.
- Si te quiero.
- Es amor fraternal tontita y tú necesitas un hombre, uno que pues, ya sabes...
- No, no sé.
- Que pueda con todo ese fuego que traes dentro y del que pocos se percatan ¡ay! –gimió por el manotazo de Azima en su hombro. Cualquiera que viera eso se asombraría tremendamente por el acto de Azima. Omar no, se masajeó el hombro con cara de dolor.
- Me pones como una díscola.
- Te vas a dar la aburrida de tu vida conmigo. –insistió. – qué mano tan pesada.
- Repito: nos llevamos bien. –ignoró el otro comentario. –además ¿has encontrado un modo de parar esto? No ¿verdad?
- De saber que te meterías en esta locura gracias a lo que te dije no te lo habría dicho.
- Solo así podía negociar el matrimonio de Baasima con Ian. Y te lo agradezco. –le agradecía muchísimo que le hubiera dicho que ninguna podía elegir esposo y el rey las había engañado al respecto, gracias a eso había podido negociar, con su libertad cierto, pero la recompensa era grande así que deseaba que sus primas y todos los demás vieran que en realidad Omar era mucho más de lo que aparentaba a simple vista, era un buen hombre. –Siempre puedes negarte.- dijo lo que ya había pensado antes. Si Omar se negaba punto final.
- Si pudiera. –se pasó las manos por la cara con gesto furioso. –Me prometí no traerle más problemas a mi padre, le he dado lo que otros no lograrían ni en tres vidas. Lo veo feliz con esta loca unión y no sé cómo parar todo sin herirlo. Cree que esto es lo ideal para reparar mi maltrecha vida.
- Has quedado hecho un asco. –ella le limpió la cara con el dorso de su túnica. –tu vida va reparándose bien, la que quedó maltrecha fue tu cara. –sonrió viendo los restos de polvo esparcidos por su rostro. –Aunque te negaras, yo di mi palabra, lo prometí. –admitió.
- Seremos como dos compañeros de departamento. Y sé que te mueres por mí, pero definitivamente no te pondré una mano encima. –enseguida se cubrió el hombro con la mano esperando un golpe, no previó que este llegó pero a su cabeza. – lo repito.- dijo con dolor exagerado. –que mano tan pesada. No entiendo como no logras derribar a tu instructora de King boxing. –ambos tenían comprobado que había nula atracción y nulo deseo, y tanto Azima como él estaban de lo más feliz al respecto. Su química era en el ámbito de la amistad y la fraternidad.
- Es un tanque esa mujer y dura como el demonio.
- No sé porque pero creo que te voy a extrañar mientras intentas que Habiba no mate a Zaím. –dijo mientras masajeaba esta vez su cabeza.
- No lo matará, yo sí a ti si sales con tus tontos comentarios de nuevo.
- Pero ¿Qué haremos cuando se nos pida un hijo? –la provocó de nuevo.
- A menos que puedas embarazarte tú, vía inseminación artificial no veo el modo.
- Hay una película al respecto, la vi con la que fue mi mejor amiga de hecho.
Azima lo miró pensando que cada vez descubría algo nuevo en él. Una mejor amiga de la infancia, miraba películas extranjeras ¿Qué más habría?
- Podemos intentarlo. –lo miró perversa, Omar hizo una mueca de espanto.
- Ya tengo hijas. El rey no nos pedirá más. Solo doy niñas. Ya me hice un estudio al respecto cuando intentaba conseguir el varón. Bueno, lo intentaba ella, a mí nunca me importó. –Ella... su nombre estaba prohibido decirlo en voz alta.
- Y más vale sigas intentado pasar tiempo con ellas.- Azima le recordó no por primera vez y apartándolo del tema espinoso.
- Sus abuelos suelen negarlas cuando están con ellos.
- ¿Acaso no eres el primogénito del rey? Puedes ir e incendiar medio Durban y nadie dirá nada. –ambos sabían que exageraba pero eso lo hizo sonreír.
- Mandaré por ellas. –le aseguró. – tienen que estar para la boda después de todo. O quizás no, no sé si quiero que presencien una boda roja aunque, ¿Crees que Zaím llegue vivo a ella?
- Roguemos por eso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top