Capítulo 12 "No, por favor no..."
Era increíble la cantidad de suposiciones que Azzam había hecho en apenas unos segundos. Era cierto que le habían hecho exámenes médicos pero más que nada para ver su salud y procurar que siguiera estando sana. Y de esa forma iba dando forma también el hecho de que se casaría con Omar. Sin embargo en lo que sí estaba segura que Azzam había atinado era en el hecho de que su fertilidad no era necesaria. El rey estaba más que encantado con la sola idea de que Omar fuera feliz únicamente. No esperaba más hijos de su parte. No era algo oculto el hecho de que su próximo prometido odiaba la idea de gobernar y de que el rey se decantaba en ese sentido por León, a su vez, León ya tenía un heredero en camino.
- No, no puedo. –respondió a su pregunta de si no podía tener hijos. – contigo al menos no. – remató y le vio un destello fugaz nuevamente de molestia. Empezaba a pensar que se los imaginaba. – No tengo infertilidad. –se levantó de la cama llevándose una sábana consigo y anudándosela al cuerpo. –Mi ginecóloga me recomendó anticonceptivos porque...
- ¿Ya tienes fecha de boda? –él se sentó para observarla bien. –Sólo eso explicaría que ya los estés tomando.
Su cabello despeinado, su incipiente barba, su torso desnudo... tan salvaje, tan bello y suyo al menos esas horas. Suyo y molesto a juzgar de nueva cuenta por la mirada, pese a que intentaba ocultarlo, todo indicaba que no dejaba de ser en parte un hombre posesivo y no menos territorial que sus antepasados. Ella había sido suya al menos en la cama, su primera vez. No dudaba de que sus genes de Jeque estuvieran molestándole con la idea de que en breve ella sería de otro hombre. Pero eso era lo único que estaba pasando, genes territoriales y un sentido antiguo y arcaico de posesión. Nada más.
Cuando ella se fuera, él volvería a su vida normal y se le pasaría. Suspiró pensando en sí sucedería lo mismo ¿se le olvidaría lo que sentía cuando estaba entre sus brazos? Había querido los recuerdos para la vida que le esperaba pero no si estos le afectaban como temía lo harían.
- Me regulan el periodo. Así que todo es seguro en ese aspecto. No tengo fecha, la tendré después de la boda en Londres de Baasima.
Azima mentía en parte. Sí que estaba protegida contra un futuro embarazo pero no porque tuviera que regular el periodo. Aun recordaba la conversación con Karim la ginecóloga de Gabriela y ahora de todas.
- ¿Disculpe Princesa? No creo haberle entendido bien. –Karim la miraba expectante y un tanto confundida.
- El implante que tienen mis primas, lo quiero también.
- Entiendo esa parte pero...
- No estoy casada aun lo sé. Pero lo estaré, solo quiero prevenirme con tiempo.
- Oh, enhorabuena Princesa. –la felicitó de inmediato. Muchos daban por hecha su boda con el primogénito del rey.
- Confío en su discreción, no tenemos fecha de boda y no quiero anticipar nada aun.
- ¿No sería mejor ponérselo cuando ya exista fecha?
- No. Sería más fácil que alguien se enterara de esto y no quiero. Ni Omar ni yo queremos un hijo al menos no por ahora. –añadió aunque lo cierto es que no lo querían en ningún momento de su vida futura, dudaban que pudieran hacer vida conyugal normal. - Si se supiera que los estamos previniendo sería quizás un escándalo para mucha gente si bien no para la familia pero, mejor que lo atribuyan a que no logro quedarme embarazada con rapidez. Omar no quiere pasar por las antiguas presiones por dar un varón. No sé si me entiende.
- Perfectamente. Cuente con mi total y absoluta discreción. –Karim y todo Durban sabían cuánto había buscado Omar un varón.
Era lógico que Azima no deseaba que pasara por lo mismo, si habría conjeturas y comentarios que fueran para ella, total que no le importarían en lo absoluto. Había llegado a conocerlo y sí que había tomado pésimas decisiones y hecho estupideces pero debajo de todo eso había un hombre de buen corazón. Y ella había llegado a quererlo como la familia qué era por lejana que fuese.
Y así había quedado protegida por al menos los próximos tres años. Omar y ella habían hablado al respecto y lo tenían claro. Si su padre preguntaba en algún momento por qué no había hijos le dirían la razón y quitarse el implante no sería una opción, estaban seguros que eso bastaría para que no les preguntaran nunca más. Su matrimonio sin amor era ya carga suficiente para ambos, querían tener todos los demás cabos atados.
- Esa boda es tan solo en unos días Azima. –le recordó con ferocidad. Una boda a la que estaba invitado y lamentablemente tendría que asistir. Ian era de sus mejores amigos y por mucho que evitara las bodas no tenía escapatoria. Ver a Azima al lado del idiota no ayudaría a que se la pasara bien, pero no tenía ninguna razón de peso para no asistir.
- ¿Algo te molesta?
- En lo absoluto.
- Eso parecía.
- Has pensado mal. –salió de la cama y claro sin pudor alguno. Aunque con ese cuerpo cualquier hombre lo presumiría. Se vistió con aparente calma y ella no perdió detalle alguno por supuesto.
- ¿Hay algo que quieras decir? –preguntó Azima de pronto sin saber muy bien porqué rayos le preguntaba.
Azzam alzó su mirada verde hacia ella con cierta impaciencia.
- Sí.
- Dime...
- Tu cama me es incomoda. La próxima vez será en la mía no aquí.
Azima apretó los dientes y los puños al mismo tiempo, luchando por no soltarle un golpe ¿Qué esperaba que dijera? ¿Qué diantres se le había pasado por la cabeza al decirle que parecía molesto y sí tenía algo que decir? Lo tenía bien merecido.
- No iré a tu habitación Azzam es demasiado peligroso... -respondió despacio luchando con sus emociones.
- ¿Segura que no irás? –la retó.
- No.
- ¿Apostamos? –su mirada brilló al verla reírse burlona.
- Lo que quieras. Has obtenido más de lo que mereces. No iré a ti.
- He obtenido lo que me has dado voluntariamente.
- Nunca he dicho lo contrario.
- Dijiste que te quedarías.
- Aquí estoy ¿no? No estoy yéndome a ningún lado, aun.
- ¿Por qué la renuencia a ir a mi cama entonces?
- ¿Por qué incremento el riesgo? Lo incrementamos los dos de hecho. Si nos descubren creo tienes idea de lo que pasaría. Ya hay suficiente intensidad en mi vida por ahora Azzam. Así que estás loco si crees que me deslizaré por la oscuridad de la noche para correr a tus brazos no lo haré ahora ni... ¡Qué haces! –le gritó al verse echada a su hombro como un fardo. -¡Voy a marearme!
- Sé que no lo harás.
- Gritaré.
- Hazlo. –amenazó.
Con incredulidad vio como movía un cuadro y una pared de su habitación se movía. Se introdujo con ella en el pasadizo. Si gritaba por supuesto nadie la oiría. Así que por eso no lo había sentido entrar descubrió demasiado tarde.
- Troglodita. –golpeó su ancha espalda con ambas manos sin efecto alguno.
- Testaruda. –le dio una nalgada.
- ¡Ay! –se quejó. –tu mano es pesada.
- Lo siento. –acarició donde había dado el golpe. Siguió haciéndolo deleitándose en la suavidad y firmeza del mismo. Ella se removió furiosa.
- Esto no tiene sentido ¿buscas que nos atrapen?
- No. –fue su escueta respuesta.
- ¿Entonces?
- Solo te quiero a mi lado, en mi cama de preferencia.
- Pagarás por esto.
- Hazme lo que quieras al llegar.
- Te mataré. –ella solo escuchó su ronca risa.
Llegaron a su habitación y él la bajó en la cama dejándola justo en medio. Ella lo vio con ira, provocando su risa al verla tan enojada. Azima no pudo evitar sentir una presión en el pecho al verlo tan feliz riendo, de pronto quiso que lo que vivía en ese momento formara parte de su futuro. La ira se fue aunque ella luchó por agarrarse a ella y no pensar en lo que estaba sintiendo respecto a ese hombre.
- No es gracioso. –no quería que su voz sonara triste pero así había salido.
- Oye, no te pongas así. –captó de inmediato su estado de ánimo aunque no tan acertadamente. –No nos vio nadie, ni nos verá en los días que quedan. – se acostó a su lado y la acercó abrazándola. Ella puso su cabeza en su pecho con una naturalidad que pensó solo la tenían las parejas de años. Se sintió bien, natural, normal. La apretó contra sí. Hasta que ella se quejó no se dio cuenta que la estaba abrazando demasiado fuertemente. –Lo siento, tan solo no quiero perderte de vista. Ni tenerte lejos.
- Hay demasiado en juego. –le recordó ella.
- No nos descubrirán.
- Si así llega a pasar. Lo negaré todo. Tienes que negarlo también. –él no respondió. -¿Lo harás verdad?
- Haré lo que quieras Azima. Pero, ¿Omar lo creería?
- Él me creerá. –le aseguró con confianza.
Por supuesto que la creería pensó él. Él lo haría. Y pensar que creía no tener nada en común con Omar, al parecer sí: la fascinación por esa bella mujer.
Habérsela llevado a su cama solo para dormir no había entrado en sus planes iniciales. Se había dejado llevar al ver la renuencia de Azima. Había querido dejarle en claro que no era el único que no se podía resistir a lo que pasaba entre ellos. La química que compartían era explosiva y no se iba a detener a analizar por qué no era así solo en la cama. Una conversación, una mirada, una sonrisa. Con ella nada era simple y al mismo tiempo lo era. Ni siquiera él lo entendía al cien por ciento.
Y ahora lo tenía extasiado y con cara de idiota seguramente mientras la observaba dormir. El sol empezaba a anunciar un nuevo día y pese al enorme peligro él se resistía a regresarla a su habitación. Hacía unas horas simplemente se habían quedado dormidos mientras la abrazaba. Con enorme pesar la tomó en brazos y con sigilo se deslizó hasta la habitación de ella. La puso en la cama y depositando un beso en su frente se marchó. Estaba tan agotada que no sintió nada.
*********
- ¿Entonces nos vemos en Londres? – preguntó Baasima por tercera vez al teléfono la mañana siguiente.
- ¿Qué te hace pensar que no? –Azima frunció el ceño ante la pregunta mientras comía un bocado de su desayuno. Estaba sola, pues Azzam estaba en su oficina ocupado con asuntos relativos a sus negocios como bien le había informado hacía unos minutos antes de la llamada.
- No hemos sabido de ti.
- Eso que tiene que ver con que no iré a tu boda...
- Quizás se te olvidó.
- Había olvidado por escasos segundos lo dramática que puedes ser. –Azima rio.
- Te hemos extrañado.
- Y yo a ustedes.
- Pues no parece, apenas y enviaste mensajes.
- La señal es pésima. –se justificó.
- Sé muy bien por Ian que acaba de llegarles lo último en tecnología y eso incluye una mejor recepción de señal.
- No sabía. –era cierto, no sabía. Esos días la verdad es que poco había estado conectada con el mundo exterior. –Y si todo eso ha llegado te aseguro entonces que apenas están en proceso de instalación.
- ¿Todo bien con Azzam? –le llegó la voz de Habiba de pronto.
- ¿Habi está contigo? –preguntó extrañada pensando que estaría al lado de su esposo en Erbal y no en Palacio.
- Llegó anoche, nos iremos todos juntos a Londres.
- Aún faltan unos días... -Todo estaba por acabar, pensaba que lo tenía claro pero su burbuja había empezado a disiparse.
- Tu voz sonó entrecortada. –apuntó Habi de inmediato.
- Es la señal.
- No parecía. Repito ¿Todo bien con Azzam?
- Perfectamente. Ha sido un buen anfitrión. Les contaré todo a mi vuelta. –No daría detalles, no podía. Se contaban todo y eso no había cambiado con el matrimonio de las chicas. Pero es que las conocía, preferían pese a su fama a Azzam que a Omar. Si se enteraban lo comprometida que había quedado moverían cielo, mar y tierra hasta casarla con él o matarlo. Eso incluiría a sus esposos, amigos de él y todo sería un caos. El rey y León no se quedarían de brazos cruzados y Omar... la humillación pública. No, no podía decir nada.
- Tiene que ser todo. Nunca nos dejamos nada sin analizar y destripar.
- Créeme, lo sé.
- Te vemos en tres días entonces.
- ¿Tres? –tragó saliva.
- ¿Qué pensabas que faltaban meses? –la suave risa de Baasima llegó a sus oídos. –El helicóptero llegará por ti a primera hora en tres días.
- Bien. –fue lo único que alcanzó a decir. Se esforzó por despedirse con normalidad y cortó.
Al parecer Azzam lo tenía más claro en cuestión de tiempos y no quería perderlo. Ese mismo día le dijo que se irían a orilla del mar con las ancianas. Bajo pretexto de descanso por parte de él y de que quería saber más de la historia de su técnica de bordados por parte de ella. Le había dicho que sus últimos días juntos deberían ser allí, no le había dicho exactamente por qué y ella no había preguntado, solo le importaba que estaría a su lado a casi todas horas. Nadie les había cuestionado al llegar, nadie había dicho nada. Y fue como un mundo aparte.
Tiendas separadas por supuesto de día. Caminatas y cabalgatas a la vista de todos por la playa, conversaciones a todas horas. Aunque ella en serio conversó con las ancianas, Azzam prácticamente estuvo a su lado siempre, correcto y formal pero a su lado. Las noches eran distintas. Era él quien se deslizaba en la oscuridad de la noche a su tienda. Vestido como el Jeque que era entraba y ella se imaginaba que estaba a punto de ser raptada, le entraba una risa nerviosa aunque por las circunstancias se tapaba la boca, él la callaba a besos y pese a la negrura de la noche le parecía ver una sonrisa en su rostro por su risa queda. Sonrisa que desaparecía al tiempo que su pasión aparecía. Se habían convertido en expertos en disfrutar el uno del otro con la menor cantidad de ruido posible. El día de su partida llegó por supuesto, nunca habían tenido demasiado tiempo en realidad. Una tarde antes habían vuelto y su equipaje ya estaba hecho, ella lo vio y suspiró sin poder remediarlo.
- Salimos a las seis de la mañana. –había informado la eficiente Mirna. Y con eso quedaba sellado, terminado y finiquitado su romance en el desierto.
- Gracias. –se limitó a decir mientras se quitaba la capa que había usado para protegerse del sol.
- ¿Se encuentra bien? De pronto la he visto pálida.
- Demasiado sol supongo. Necesito descansar un poco, solo eso.
- Por supuesto. –Mirna se marchó.
¿Era el sol? Se vio en el espejo y en efecto estaba pálida. También sentía una fuerte presión en el pecho, lo tocó intentando aliviarlo. Unas repentinas lágrimas nublaron sus ojos y abrió los ojos como platos al ver su reflejo, lucía desolada.
- ¡No! –exclamó para ella misma. – No, por favor no. –se repitió. –Sabías de que iba esto Azima, lo sabías.
Las lágrimas se desbordaron sin que pudiera detenerlas y corrió al baño a lavarse la cara, se aferró al lava manos fuertemente esperando se le pasara ese sentimiento inmenso que la desbordaba y al cual se negaba a darle nombre o a dedicarle más pensamientos. Ella así lo había querido, era lo que había deseado. Nadie se lo había impuesto, había sido decisión propia. Su último acto de rebeldía en contra de su destino. Pese a que lo había aceptado, algo dentro de ella le había exigido retirarse de la soltería a su modo, a su manera. Los recuerdos se los iba a quedar había pensado así como tontamente había creído que le servirían para tolerar su futura vida como esposa de un hombre que jamás amaría románticamente. Al no desear el amor pensaba que la aventura que había decidido vivir le bastaría para compensar la parte amorosa de su vida. El problema es que todo había cambiado esos días. Agitó la cabeza y se limpió con fruición la cara dejándosela roja en el proceso. Era su última noche con él. La iba a vivir al máximo y después se iría sin mirar atrás, sin arrepentimientos, sin ataduras. Que le quedara el consuelo de que al menos ella había elegido lo que quería antes de ser Azima la esposa de Omar.
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