Capítulo 1 "El comienzo"
Algún tiempo atrás...
Azima se vio en el espejo y sonrió entre divertida y emocionada, esos pantalones parecían ser de látex a juzgar por como se amoldaban a sus piernas y trasero, pellizcó la tela para ver si se podía extender y no se movió nada, tendría que agradecer a Kendra por proporcionarles todo incluido el escape esa noche. Era la primera vez que usaba esa clase de ropa pero era la única manera de pasar desapercibida para la seguridad que las resguardaba y claro para que Ian no las detuviera, ese hombre parecía un súper agente secreto y tenía demasiadas cosas bajo la manga, una de ellas es que al parecer solo tenía ojos para Baasima. En fin, eso era otro asunto, el que le ocupaba ahora era el de divertirse un poco y sacudirse el aburrimiento. Cada cierto tiempo le entraba una especie de desesperación, cierta necesidad de salirse de lo establecido, de lo esperado, de lo que se suponía era ella y sería siempre.
Era cuando planeaban locuras juntas y lo cierto es que después de hacerlas le venía la calma y así hasta que ocurría de nuevo. Nada que fuera del otro mundo, nada que ver con traumas de niñez ni problemas profundos. Simplemente era que probablemente no había nacido para ser princesa o al menos no una perteneciente a la nobleza árabe. Su espíritu clamaba ser más normal, eso era todo.
Con el paso del tiempo se había adaptado más y más a su rol y lo cierto es que disfrutaba de muchas cosas y no solo las del ámbito material. Le gustaba el giro que había dado su vida con la llegada de Gabriela. No solo era una princesa árabe más, ahora ejercía un papel que le daba un poco más de sentido al titulo que ostentaba. Siempre le estaría agradecida a la esposa de su primo León por eso. Lo único levemente malo es que ya empezaban a salir artículos sobre ella y sus primas, no eran extensos pero ya empezaban a estar en la mira mundial. Si bien, Gabriela lo estaba mucho más y no solo por su belleza sino por los cambios que había traído a Durban como esposa del favorito del rey. Ellas estaban aun en un discreto segundo plano, pero algo le decía que eso podía cambiar y su privacidad sería invadida. Solo deseaba seguir siendo embajadora cultural y seguir apoyando a las mujeres de su país y del resto del territorio árabe.
Se acomodó la elegante blusa negra que brillaba con cada movimiento que daba, era escote en v pero no dejaba ver ni un asomo de sus senos, solo los insinuaba, además no tenia mangas y pese al frío de la noche no dudó ni dos segundos en ponérsela, no sabía si volvería a tener la oportunidad de usar algo así otra vez. Pese a su aparente sencillez la blusa estaba cercana a ser un crop top, lucía suelta sobre su abdomen y era el complemento perfecto para los pantalones. Esparció su cabello sobre los hombros y este cayó en ondas dignas de imagen editada por Photoshop solo que era muy real, había salido casi sin maquillaje pero aplicó con rapidez un delineado suave que agrandó su mirada y se puso un labial nude.
Salió a la galería y aunque no faltó quien reparara en ella, logró salir sin que su personal de seguridad la detuviera, fue hacia Pasión que era el sitio elegido para la escapada de la noche y se sintió muy bien pese al frio congelante.
Nadamas llegar vio una fila enorme pero esta se abrió para darle paso ¿Por qué?, muchos eran hombres, quienes no paraban de decirle cosas tanto agradables como muy desagradables en un intento de llamar su atención. Las mujeres simplemente la miraban con distintas expresiones.
Lo que Azima no sabía porque no había reparado mucho en ello en su vida es que era una belleza exótica digna de ser admirada por todo el mundo. Los tipos de la entrada le dieron pase y la siguieron con la vista cuando avanzó a Pasión, cosa que casi nunca hacían. ¿Esto era de un árabe o de un enamorado de la cultura? Se preguntó al ver el lugar que parecía sacado del cuento de las mil y una noches. Pero la música anunciaba algo muy moderno y con un ritmo electrizante.
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Como siempre el lugar estaba lleno y eso que no eran ni las nueve siquiera de la noche. De hecho él ya había estado más que ocupado con una rubia platino de pelo largo y liso de tenues curvas. Las rubias eran sus favoritas, siempre lo habían sido aunque no tenia claro por qué y aunque no solía discriminar, lo cierto es que terminaba eligiendo con más frecuencia mujeres de sendos cabellos del color del oro. Aparte de su reservado VIP en su club, contaba con una oficina camuflajeada por espejos donde solo él podía observar y nunca ser visto, esta le daba una vista panorámica de gran parte del lugar. Después de despedir a la chica, Azzam se había dedicado a mirar las pistas abajo, un tanto ajeno a todo y todos. Ahora que Zaím había regresado para ocupar su lugar como el Jeque que era, todo le parecía un poco más aburrido. No es que él descuidara su tribu, pero no solía estar en el desierto todo el tiempo y tampoco es que se preocupara por casarse y buscar un heredero. Eso de asentarse le provocaba un rechazo tan total que había decido aplazarlo hasta que le quedara poca capacidad reproductiva y si se podía nombraría algún hijo de una prima su heredero.
Los mayores de la tribu por supuesto no estaban de acuerdo, pero la manera de administrar los recursos que él tenía les había proporcionado riqueza tal, que por eso se limitaban a reñirle de vez en cuando y muy brevemente. Sonrió pensando qué les regalaría ahora que volviera al desierto, algo que les mantuviera felices y calladitos.
Un pequeño alboroto abajo le sacó de sus pensamientos y se movió para ver mejor. Seguridad del club procuraba dispersar a algunas personas y él frunció el ceño ¿había venido algún famoso otra vez? Era muy común pero no solían tener problemas para controlar a los curiosos. Fue al ascensor privado y estuvo abajo en menos de un minuto. Avanzó hacia donde estaba la enorme barra y se quedó de piedra, estático en su lugar.
Una beldad impresionante de cabellos color chocolate estaba mirando impasible como le alejaban unos tipos, en sus ojos se veía apenas cierta irritación por la interrupción no pedida de su velada. Sonrió a los de seguridad cuando por fin le alejaron a todos y esa sonrisa agradecida lo siguió manteniendo en su sitio observándola de pies a cabeza. Era de estatura ligeramente superior a la media, su cabello ondulado largo hasta casi su cintura le fascinó, esos vivaces ojos oscuros parecían guardar miles de secretos... Y pese a no ir de escote se adivinaban unos pechos del tamaño ideal para sus manos, cintura mínima, caderas redondeadas justo en la medida exacta, piernas que se miraban larguísimas en esos pantalones negros y pies enfundados en unos ¿flats y no tacones? eso le hizo sonreír e intrigarse un poco más. No era simplemente una modelo, tenía cierto aire aristocrático árabe quizás, pero ¿a qué casa real pertenecería? Actriz no era se dijo, alguien como así destacaría de inmediato y sería reconocida tan solo por su belleza. De pronto ella alzó la mirada hacia él y el efecto fue directo, sintió un remolino de anticipación. Esos ojos negros le miraron tranquilamente y luego se fueron sin dilación a otro lado como descartándolo sin más, él parpadeó un tanto confundido pero sin dejar de verla. Por fin reaccionó cuando oyó que le hablaban.
- Todo está controlado señor. –decía su jefe de seguridad.
- ¿Qué pasó?
- La señorita de negro es lo que pasó. En segundos se alborotaron varios y como viene sola.
- ¿Sola? –preguntó viendo como se quedaba en la barra y hablaba con uno de los barman que atendía feliz todo lo que ella decía, bastardo con suerte...
- Eso parece, aunque me pareció oírla decir que esperaba a alguien.
Por supuesto, alguien como ella no podía ir sola por la vida. Si él tuviera una mujer así no la dejaría andar como si nada por allí, al menos durante el tiempo que estuvieran juntos, lo cual conociéndolo no sería mucho tampoco.
- Dile a Charly que se vaya a la bodega. Yo atenderé a la señorita. –Observó como Charly se oponía cuando le dieron la orden y entrecerró los ojos pensando en despedirlo, pero segundos después lo vio salir claramente disgustado mientras ella parecía ignorar lo que pasaba a su alrededor y veía con curiosidad el liquido de las bebidas que aparecían en la barra.
Desprendía cierta inocencia pero rechazó la idea enseguida. Se acercó con calma para atenderla y tras el mostrador se puso frente a ella, de cerca era mucho más impresionante y en honor a la verdad dudaba de que se cansara de verla.
Sus relaciones no solían durar más del mes aunque él nunca ponía límites, estos simplemente se daban. Quizás con ella llegara a un segundo mes pensó confiado.
Azzam era consciente de lo que provocaba en las mujeres, no tenía que hacer demasiado para conseguir lo que quería, a veces sí había un poco de cacería pero sabía sin lugar a dudas de que la mujer en cuestión lo hacía para tenerlo entretenido y mantener su interés. Esperó su reacción pero ella parecía entretenida viendo lentamente lo que la rodeaba, cuando al fin lo vio, le dirigió sus enormes ojos oscuros rodeados de unas pestañas que por su longitud y grosor parecían postizas pero notó que no lo eran y lo vio sin reacción alguna. Azzam se interesó un poco más, sí que sabía jugar muy bien se dijo tratando de no sentirse irritado de hecho, la situación empezaba a divertirle. Espero que ella hablara. No lo hizo. Bien, bien. Alzó una ceja interrogante y ella le imitó, eso le divirtió más pero no lo mostró, siguió esperando y ella ladeó su bello rostro como analizándolo y por primera vez en su vida sintió lo más parecido a ¿Qué era? ¿Nervios? ¿Emoción? No alcanzaba a definirlo. Ella se pareció cansar del juego y puso su mejilla sobre una mano que acomodó en la barra esperando y sin dejar de verlo mientras con la otra tamborileaba los dedos impaciente.
- Me haré vieja con esta lentitud. –su suave voz llegó a través de todo el barullo como si se abriera paso sin problemas. –Charly me estaba atendiendo.
- Ya no.
- Eso veo ¿lo harás tú o me dirijo a alguien más? –tenía un ligerísimo acento que le resultaba familiar pero no alcanzaba a definir. No seas árabe por favor rogó mentalmente, menos pertenezcas a alguna casa real añadió. Si no, sería intocable.
- Por aquí por favor. –le señaló el reservado mas cercano a la barra. Ella le miró interrogante. –si no quieres ser molestada... -al ver que lo vio con desconfianza alzó las manos. –El jefe solo quiere disfrutes tu estancia. –ella vio de reojo como pretendía acercarse alguien y suspirando aceptó a donde él la guiaba. -¿Qué te doy? –le dijo al llegar al reservado medio oculto del resto del lugar pero dejaba ver a quienes llegaban, ella se sentó mirando hacia la entrada.
- Algo que no tenga alcohol. –le habló sin verlo, concentrada en ver a la gente que apenas había llegado y eso al fin logró irritarlo. Seguro estaba muy acostumbrada a que todo el mundo se tirara a sus pies, hicieran lo que ella quisiera y para ser honestos alcanzaba a entender que podía lograrlo solo con un pestañeo de esos bellos ojos.
- ¿Perdón? ¿Algo sin alcohol? ¿si sabes donde estás?
- En Pasión ¿Podrías moverte un poco? No alcanzo a ver a los que entran.
Entrar al lugar no había sido tan discreto como había pensado, Azima había empezado a ponerse nerviosa cuando varios se le habían acercado con intenciones diversas, la seguridad le había ayudado enseguida y eso le agradó. Le habían ayudado solo por el hecho de ser una mujer y no una princesa. Además años de entrenamiento en cuestiones de nobleza le habían ayudado a dar imagen de calma y serenidad y años de travesuras y locas experiencias también le brindaban lo que necesitaba para aparentar impasibilidad. En medio de todo había sentido una mirada sobre ella y era raro porque el lugar estaba lleno de gente y era obvio que más de uno la miraba. Levantó la vista y se topó con él. Nunca había necesitado echar mano de todo su autocontrol para no generar reacción alguna.
Estuvo a punto de girar la cabeza de inmediato pero eso la delataría. Ella sabía de hombres guapos, había crecido con algunos de ellos.
Omar para empezar lo había sido en el pasado y aun era alguien atractivo y de León ni se diga, algunas fuentes le habían dicho a Gabriela que estaba por ser nombrado en la lista de los 100 más guapos del mundo de ese año. Gabriela había muerto de risa al ver la reacción de su esposo, totalmente anonadado al principio y luego indignado. Él no quería verse en revistas de chismes o listas estúpidas según sus palabras. El caso es que Azima estaba acostumbrada a la belleza masculina, aparte de sus primos por los cuales sentía cariño filial, tenía más familia masculina lo suficientemente atractiva para generar suspiros. Pero nada más verlo le había impactado físicamente hablando, si León salía en esa lista, no dudaba que el hombre que acababa de ver apareciera en ella también. Y esa mirada verde parecía afectar y atravesar a cualquiera independientemente de gustos personales. Pasado unos prudentes segundos había al fin mirado a otra parte y después se había ido a la barra, ansiosa por irse ya, cuando ella había armado todo porque necesitaba ese respiro, pero ahora sentía que estaba a punto de ahogarse. Solo quería ver entrar a las chicas, dejarlas mirar y tomar algo durante breves minutos y largarse de allí.
Lo vio colocarse tras la barra con los demás que atendían y si de algo estuvo segura es que ese hombre no era un empleado más y que tenía que hacer gala de todo su instinto de preservación cuando se puso frente a ella. Iba vestido casual con una camisa remangada por los codos en un tono rojo quemado y pantalones negros, pero no parecía ni de lejos un barman, su ropa y él al completo gritaba dinero y sofisticación y vaya que sí que eran verdes esos ojos, combinaban con su cabello castaño y su piel apiñonada, todo en su rostro armonizaba y ella quiso bufar exasperada por tanta simetría pues no dejaba de afectarla. Era alto y ¿para que describir lo demás a su cerebro? Este lo había registrado muy bien con apenas un vistazo, parecía tener el cuerpo de un guerrero de las dunas y de un modelo de ropa interior y por eso calló y esperó a que él hablara, dudaba de sí misma, de su voz pues a este paso seguro le salía chillona y nerviosa. Empezó a irritarse con ella, con él y con los que aun no llegaban para que al fin todo acabara. Imitó sus movimientos para ver su reacción y calmarse un poco. Tuvo que hablar al fin y rogó que su voz fuera horrible, cruzó los dedos discretamente y lo casi lo odió cuando le escuchó al fin ¿Tenía que ser así? ¿En serio? ¿Por qué el universo conspiraba así en su contra? Porque le ponía lo prohibido así, tan letalmente sexy por fuera y con voz afín y acorde en bandeja solo para que lo viera y no pudiera hacer nada al respecto.
Y ella sabia de voces profundas y varoniles también ¡rayos! Sabía de muchas cosas y estaba bien, porque no le afectaban, pero ahora era distinto. Fue al reservado que le indicó porque podía ver la entrada desde allí, evitó verlo a toda costa y darle mucha atención, estaba más que claro que al hombre le sobraban las mujeres cayendo como moscas a sus pies y ella no iba a ser una más. Su destino era otro, uno que aun no estaba muy claro pero que seguiría porque era lo que se esperaba de ella. Eso le dio un poco de mal humor y no dudó en usarlo para protegerse de él.
- ¿Podrías moverte un poco? No alcanzo a ver a los que entran. –dijo.
- Entonces quizás la princesa quiera ir a la salida para tener una mejor vista. –le contestó y en cuanto dijo princesa ella se tensó. Pero lo vio con una sonrisa mordaz cuando entendió que era sarcasmo.
- ¿Acaso ofendí al señor sultán?
- Prefiero que me digan Jeque. –sonrió lobuno.
- Ya lo creo. –se levantó –el servicio aquí es pésimo. Debería reportarlo con tu jefe.- él seguro era el jefe. –pero si el lugar es así es porque refleja a su dueño ¿cierto? Todo lujo, decadencia y malos tratos...
- ¿Acaso te he tratado mal? –se acercó a ella invadiendo su espacio personal, ella le frunció el ceño y le miró como a un insecto.
Nadie ¡nadie! Había mirado a Azzam así en su vida, sus instintos primarios le gritaron que se la echara al hombro subiera al tercer piso y la retuviera hasta que le viera de otro modo y se le atravesaron de inmediato imágenes perversas, se imaginó volviéndola loca de placer de tal modo que lo viera con adoración y nada más. Aun así por vez primera deseó que el encuentro hubiera sido en Andora o hasta en Durban donde podía ejercer como Jeque y solicitar una compensación por dicho comportamiento, obvio ninguna que lo llevara a un compromiso de por vida, unos azotes en su curvilíneo trasero le bastarían para que supiera con quien trataba o quizás no bastara con eso. Por lo pronto la miró con su mejor mirada amenazante y ella no se inmutó en lo más mínimo, al contrario parecía que en cualquier momento un rayo lo fulminaría enviado por ella.
- ¿Quién crees que eres para acercarte tanto así? ¿quieres morir? –espetó sin moverse y con el rostro en abierto desafío. Notó que ella hablaba en serio y le sonrió burlón. Pese a todo admiró el brillo de sus ojos y su mirada de disgusto supremo.
- ¿Así que puedo morir por estar tan cerca? ¿Eres una Diosa o algo así?
Ella alzó una ceja y rodó los ojos, jamás habría pensado que esos dos gestos lo sacaran de la pelea con tal facilidad, cuando ella torció su boca se dio por derrotado, sus labios parecían tan llenos, suaves y carnosos que no pudo pensar con claridad en nada más. Sin pensarlo borró el pequeño espacio que los separaba y con ambas manos la tomó de la cintura y la pegó a él logrando que ella lo viera sorprendida, aprovechó que la vio abrir la boca para protestar y pegó sus labios enseguida, ella jadeó enfadada y él no pudo evitar sonreír triunfante, separó sus labios con los suyos, probó, tanteó e invadió con su lengua mientras no dejaba que ella se separara pese a que lo intentaba, sintió sus dientes morderle el labio inferior en defensa y eso en lugar de pararlo le inflamó más, pero se contuvo y empezó a besarla lentamente aunque ella se debatía entre sus brazos y trataba de morderlo más, pero pronto la sintió más suave gracias a su sensual persistencia y cantó victoria, aunque quizás lo hizo demasiado pronto. Hizo una pausa para ver su rostro, ella lo miró aparentemente apaciguada, puso sus manos en su pecho para retirarse un poco y él se lo permitió, en dos segundos tenia esa fina mano estampada en su mejilla, la sorpresa fue tal que la soltó y ella desapareció antes de que pudiera hacer algo para detenerla.
- ¿Dónde estabas? –preguntó Habi cuando al fin pudo localizarles.
- No estoy preparada para responder eso aun. –contestó y pudieron ver que algo había pasado, se acercaron pero ella ni loca diría algo, todo había sido tan rápido y había sentido tantas cosas que estaba asustada por la intensidad de sus reacciones, en ningún momento se había sentido en peligro físico eso era verdad. Pero sentía que estaba en otra clase de peligro y no le gustaba.
- ¿Estás bien? –Baasima había preguntado.
- Sí, sí. Nada malo me pasó, solo me topé a un hombre demasiado... demasiado...
- ¿Demasiado...?-insistió Habi.
- Arrogante, altanero y... solo quiero olvidarlo, aprovechemos esta media hora que nos queda. Allí viene Visir. –el pobre traía una cara de querer morirse allí mismo. -Necesito esto. –Azima tomó una copa y de un trago la terminó. Visir llegó poco después y la copa la había calmado lo suficiente como para bromear sobre bailar.
Y sí habían bailado, reído para luego ir a la barra de nuevo, aliviada lo había hecho al ver que ese hombre no estaba. Una vez allí no les cobraron las bebidas y tarde se dio cuenta que ninguna de las tres había sido molestada por nadie, no comentó su caos personal al entrar porque eso desembocaría en lo demás que le había pasado.
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