C7: Mafuyu vs Gato


𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝒱 𝐼𝐼

Al pequeño Ritsuka nunca le hizo mucha ilusión tener una mascota, pues si bien las peleas entre su hermana y él eran cosa de todos los días, la realidad era que solían divertirse mucho jugando juntos.

Por eso jamás necesitó de la compañía de nadie más que la de su molesta hermana para hacer su vida menos aburrida y monótona.

O eso pensó hasta que Yayoi llegó a casa con una pequeña gata en brazos.

No pudo evitar maravillarse ante los adorables ojos negros. Era una gatita munchkin, una raza famosa por sus encantadoras patas cortas y el cuerpo alargado, muy famosa en redes sociales.

Pese a que fue la chica quien la rescató de la oscuridad y el frío de la noche, la gata pareció sentirse especialmente atraída por el más joven de los Uenoyama. A este no le molestó en lo absoluto, puesto que desde el instante en que observó como caminó lentamente a él para luego frotarse contra sus pies desnudos, supo que caería rendido ante esa bonita bola de pelos blanquecinos con las orejitas de un ligero color crema.

Uenoyama involuntariamente soltó una risita enternecida que rápidamente fue disimulada con un carraspeo al notar que su hermana seguía junto a él.

—Entonces, ¿nos la quedamos? —Preguntó Yayoi, que a diferencia de su hermano siempre quiso tener una mascota, pero sus padres nunca se lo permitieron por ser una responsabilidad muy grande para una chica tan joven.

Ritsuka asintió con una leve sonrisa, este ya se encontraba en el suelo jugando con la adorable felina. -Sí, parecemos agradarle.

Así fue como luego de aquella noche la casa rápidamente comenzó a llenarse de artículos para gatos. La familia tenía que caminar con cuidado, no estaban acostumbrados a encontrarse con cajas de arena en el baño, muebles rascadores en la sala y demás juguetes que le habían costado varios sueldos a Uenoyama.

Ser padre no era fácil.

Pero todo valía la pena cuando al final del día llegaba a casa y era recibido por los maullidos de su gata, o cuando le acompañaba en las noches mientras tocaba la guitarra, incluso en las raras ocasiones en las que Uenoyama se ponía serio y decidía estudiar, como sea, ella siempre estaba ahí.

Y de alguna manera, a Ritsuka le hacía feliz su simple presencia.

¿Eso era lo que significaba tener una mascota?

Aunque siendo sincero, a él no le terminaba de gustar ese término, por eso prefería pensar en su gata como su fiel compañera. Además todo iba bien, la gata disfrutaba de su nueva vida y a los hermanos Uenoyama les hacía feliz tenerla.

Pero con lo que Ritsuka no contaba era que por alguna razón su pequeña gata terminaría odiando a Mafuyu.

—¡Adoptaste un gato! —Exclamó Mafuyu emocionado, Uenoyama casi pudo ver sus ojos brillar en cuanto su novio se dio cuenta de la presencia de su ahora gata.

—Es hembra. —Le corrigió.

—Es muy bonita.—El castaño se arrodilló para apreciarla mejor. —Y pequeña.

Mafuyu extendió su mano un tanto temeroso, sabía que a los gatos se les debía dar su espacio, pero estaba tan entusiasmado que ignoró aquella regla, ella se acercó cautelosa hasta que sus bigotes rozaron contra los dedos del muchacho, Sato hizo un movimiento para tocarla, a lo que la gata se asustó y retrocedió.

Mafuyu se alejó con los labios fruncidos y una pizca de decepción en su mirada.

—Uh, ¿no le gusta que la toquen?— Dijo esta vez poniéndose de pie.

—Bueno, debe ser porque no te conoce, ella es muy cariñosa.

—Ah, debe ser eso. —Le respondió con voz resignada.

A Uenoyama le resultó un tanto adorable la manera en la que sus ojitos animados se apagaron, era como un pequeño niño al cual le quitaron su dulce favorito, y eso al pelinegro le encantaba, por eso no desaprovechó la oportunidad para acercarse a él y acunar su rostro entre sus manos.

—¿A qué viene esa cara?

—No es nada, sólo quería acariciarla, me gustan los gatos desde pequeño.

—Puedes tocarme a mí.—Sugirió en un torpe intento de coquetear con Mafuyu.

—Tú no eres un gato, Uenoyama-kun. —Contestó sin más.

—Tonto. —Suspiró Uenoyama apartándose de Mafuyu.

El más bajo hizo una mueca divertida para luego rodear la cintura de su novio.

—¡Es una broma!

—¿Desde cuando me haces bromas? —Se quejó tras fundirse en los brazos de Mafuyu.

—Eres fácil de molestar.

Bueno, Uenoyama no iba a discutirle porque sabía que era verdad, así que mejor optó por invitar a Mafuyu a sentarse junto a él en el sillón. Sin previo aviso el castaño tomó lugar entre las piernas de Uenoyama, cosa que a este le sorprendió, más no se opuso, incluso le abrazó desde atrás.

—¿Y su nombre? —Inquirió el más bajo luego de unos segundos en silencio.

—Hmm, aún no tiene, no me decido por alguno.

—¿Cuáles son tus opciones?

—¿Hasta ahora?

Mafuyu asintió.

—No tengo.

Mafuyu rodeó los ojos aprovechando que Uenoyama no podía verle.

—Se supone que es lo primero en que se piensa.

—Bueno, soy nuevo en esto. —Se excusó. —Ya que estás aquí, ¿Por qué no le pones tú el nombre?

—¿Yo? ¿Por qué?

—Sólo quiero que seas tú quien lo haga.

Mafuyu no respondió, tan sólo se ocupó de seguir con la mirada a la minina que se encontraba sentada en el borde de la ventana, para ser sincero, era una de las gatas más bonitas que había visto, la luz del día hacía que su pelaje pareciera brillar, por la manera en la que cerraba los ojos con tanta tranquilidad, debía disfrutar mucho del calor que el sol le brindaba. Era bella y elegante, definitivamente un animal que hacía buen contraste con su dueño.

—¿Qué tal Hinata? —Hizo una pausa para pensar. —Parece gustarle el sol.

—De acuerdo. —Dijo sin oponerse.

—¿Eh? ¿Así de fácil?— Mafuyu le miró con reproche, ni siquiera lo pensó.

—¿Cuál es el problema? Me gustó, así que no importa.— Respondió serio. —Además... tú eres bueno para esas cosas.—La voz de Uenoyama tras su oído le provocó un ligero cosquilleo por el cuerpo.

A Mafuyu le gustaba cuando su novio le elogiaba, se sentía mimado y era de las cosas que más disfrutaba viniendo de él. Pronto, sus pensamientos comenzaron a hacerle una mala jugada, llevándolo al día en el que Uenoyama y él casi pasan la noche juntos, Ritsuka continuaba hablando cerca de su oído, sólo que esta vez no le estaba prestando atención, estaba muy ocupado tratando de calmar sus hormonas adolescentes y el posible sonrojo que le causaban tener las manos de Uenoyama posadas en sus piernas.

Para ser un joven estudiante que se pasaba los días tocando la guitarra, su cuerpo estaba más en forma que el suyo, tal vez se debía a que jugaba muy a menudo baloncesto con sus amigos. En fin, tenía que aceptar que le gustaba, quería volver a tocarlo, y sobretodo, que él le tocara.

Con eso en mente, giró para estar frente a frente con Uenoyama, el pelinegro pareció desconcertado por un momento, aún así continuó hablando.

—Tu cabello está creciendo. —Musitó muy cerca de su rostro, haciendo que Uenoyama parara.

—Sí... un poco. —Respondió nervioso, Mafuyu había comenzado a tironear un poco de sus cabellos.

Guardaron silencio y Uenoyama simplemente se dejó llevar por las caricias.

Lo había notado desde hace un rato, que sus orejas estaban rojas y no despegaba la vista de sus labios. En esos aspectos, Mafuyu también podía ser bastante malo en ocultar sus deseos, y lo agradecía, de ese modo era más fácil dárselo.

Más cuando estaba cansado de ser el único al que atacan.

—Uenoyama-kun... —Suplicó.

—Ya lo sé. —Y lo besó.

Mafuyu se abrazó de su cuello, sus labios estaban atrapados por los de su pareja, comenzó lento, disfrutando de la suavidad del contacto, Uenoyama por su parte mantenía los ojos entreabiertos, permitiéndose ver el sonrojo en el rostro del castaño. Para Mafuyu no era suficiente, no quería que fuera tan delicado, él no era frágil, podía tomarlo como quisiera y no le molestaría, pero Uenoyama era así, cuidadoso y precavido.

Cortó el beso para empujarlo y recostarse sobre él, dejando a Uenoyama por debajo. Este no se quedó atrás, sus manos se dirigieron a la camisa de Sato, alzandola para que pudiera tocar la piel desnuda de su espalda, Mafuyu por el contrario tembló, dejando escapar un jadeo en medio de las caricias, separándose así de él.

A Ritsuka le inundó el miedo, no quería pensar que hizo algo mal. Sato desvió la mirada para ocultar el carmín de sus mejillas, muchas veces se sentía culpable por querer llevar más allá la relación con Uenoyama, se preguntaba si era demasiado pronto, no quería que su novio creyera que era un calenturiento desesperado por dar el siguiente paso tan pronto como comenzaran a salir. Era sólo que después de mucho tiempo nunca pensó en desear nuevamente las experiencias de una primera vez. Y eso le tenía emocionado, quería avanzar y dejar todo atrás.

Hubo un nuevo silencio entre ellos hasta que Uenoyama decidió hablar.

—Mafuyu, yo...

—Quiero que continúes. —Murmuró entrecortadamente.

Ritsuka tragó en seco, el también quería continuar.

—Yo también. —Confesó en un susurro, que si no fuera por la cercanía Mafuyu no hubiera escuchado.

El castaño guió las manos de Ritsuka hasta su cintura, él entendió y lo sujetó con fuerza, acercándose al cuello de Mafuyu para besarlo en repetidas ocasiones, Sato cerró los ojos al sentir la humedad de la lengua de Uenoyama, haciendo que el más bajo soltara varios suspiros. Ritsuka llevó una mano a la espalda descubierta de su novio, delineando con sus dedos todo el largo, Mafuyu no tardó mucho en calentarse, ambos estaban jadeantes por el calor que sus cuerpos proporcionaban. Mafuyu nuevamente tomó lugar entre las piernas de Uenoyama para comenzar a frotarse contra él, ambos compartieron una mirada cargada de vergüenza por el placer que el acto les causaba.

Uenoyama tomó el torso de Mafuyu para pasear sus manos hasta llegar a su pecho, Sato sólo pudo gimotear ante sus toques, estaba agitado, apretaba sus labios para no escucharse a sí mismo. En algún momento la camiseta de Mafuyu terminó en el suelo, y un nuevo beso inició, esta vez con más fuerza, Mafuyu se atrevió a introducir su lengua a la boca de Uenoyama, haciendo que se sobresaltara, no tardó en reaccionar para profundizar aún más aquel beso. La joven pareja estaba tan nublada por la excitación que comenzaron a ser bastante ruidosos. Entre más besos y caricias desesperadas, Mafuyu mordió el labio inferior de su pareja, haciendo que soltara un quejido.

Desde ese momento, todo sucedió tan rápido. Sato pudo percibir un aura blanca corriendo hasta él a toda velocidad, impusándose con la meseta y saltando hasta llegar a su torso descubierto, el ardor se hizo presente tan pronto como las garras se enterraban en su piel.

"Hinata" le había atacado.

—¡Auch! —Mafuyu arqueó la espalda al sentir la presión que Uenoyama ponía al curarle la herida.

—¡Lo lamento!— dijo apenado. —Ella nunca ha lastimado a nadie, no entiendo por qué lo hizo.

—Está bien, no te tienes que disculpar.

Uenoyama ayudó a Mafuyu a colocarse la camiseta, la tarde ya había caído y era hora de que el castaño se fuera a casa. Sato se sintió un tanto decepcionado, esa no era la clase de arañazos que quería recibir, pero las cosas terminaron de esa manera. Se preguntaba si para la gata Mafuyu representaba una "amenaza".

A veces los felinos podían ser muy quisquillosos.

Los días transcurrían entre clases y ensayos con la banda, la noticia de que Uenoyama había adoptado a una gatita se esparció rápidamente entre sus conocidos.

El timbre sonó y Mafuyu se dirigió tan pronto como pudo a la clase de al lado para llevarse a Uenoyama antes que Itaya y Ueki se lo robaran.

Fue grande su sorpresa cuando encontró a su novio rodeado por las chicas de su clase chillando y riendo completamente enternecidas mientras el más alto les mostraba algo en el celular.

"¡Aww qué linda!"

"Es adorable, no sabía que te gustaban"

"Ya no me das tanto miedo, Uenoyama"

—¿Qué pasó? —Preguntó Mafuyu a una de las muchachas que no eran parte del grupito. Se trataba de Kasai, la amiga de Uenoyama. Sí, amiga.

—Ah Sato. —Le saludó.—Todas hablan de cómo el Instagram de Uenoyama está lleno de fotos de Hina-chan, hasta hace poco tenía no más de cinco publicaciones.

Mafuyu parpadeó un par de veces.

—¿Uenoyama-kun tiene instagram?

—¿Cómo? ¿No sabías? Muchos en la escuela lo siguen, ya sabes, es guapo y tiene una banda, es bastante popular.

—No sabía, él no me sigue en Instagram.—Confesó cabizbajo.

—Ouh. —Kasai se sintió incómoda, miró nerviosa para ambos lados como si eso le ayudara a hallar una respuesta, sólo pudo suspirar y llevar una mano sobre el hombro de Mafuyu.

Aún con todo esto, Sato pensó que era linda la sonrisa que Ritsuka mostraba al compartir las fotos y vídeos de su hermosa "Hina"—como le había apodado.

Pero lo que sorprendió a todos —Más a Mafuyu— Fue que de un día para otro el muchacho se había convertido en un experto en gatos.

Una de esas tardes en las que no hacían más que pasar el día juntos en casa de Uenoyama, éste detuvo a Mafuyu en medio de un acalorado beso para pararse y cepillar a su gata.

—¿Qué haces? —Inquirió Mafuyu perplejo por el inesperado cambio de eventos.

—Si no la cepillo seguirá tirando pelo por todas partes, mi cama está repleta. —Explicó muy concentrado en su actividad.

Mafuyu permaneció sentado en el suelo con las piernas cruzadas, los labios rojos e hinchados y las ropas mal acomodadas.

"¿Tan repentinamente? " Pensó.

Miró a Hina de reojo, casi pudo divisar una sonrisa burlona.

"Ahora estoy imaginado cosas" dijo dentro de sí, sacudió la cabeza y se dio por vencido.

Era otro fin de semana luego de un largo ensayo cuando Mafuyu acompañaba a Uenoyama hasta su casa, el día aún estaba soleado y el calor los molestaba más de la cuenta. Al llegar, Mafuyu sacó de su bolsa un collar de color rojo con un pequeño cascabel colgante.

—Es para Hina.— Anunció.

—¡Oh, es el que miramos el otro día!— Uenoyama sonrió muy contento, Mafuyu le devolvió el gesto pasando a su casa.

—¿Puedo ponérsela?— Dijo una vez que se encontró con la gata.

—¿Seguro? Está bien, si quieres.—Dudó por un momento, debía estar ciego como para no saber que a Hina no le terminaba de agradar el chico.

Mafuyu se sentó en el piso para estar a la altura de la gata, respiró varias veces mientras acercaba sus manos al cuello de Hina, ella por su parte hacía un movimiento nervioso con la cola, al mismo tiempo que un espasmo sacudía su piel, cuando sintió el calor de Mafuyu arrugó su nariz y quiso girarse de golpe, pero él fue más rápido y la retuvo hasta que un ligero "click" se escuchó e inmediatamente se apartaron el uno del otro.

Sato se puso de pie y giró la cabeza para encontrarse con un Uenoyama al borde de los nervios, las gotas de sudor caían de su sien y sus manos estaban sobre su pecho, al darse cuenta que Mafuyu lo observaba se sobresaltó y retomó una postura normal.

—¡B-Bien, lo hiciste! —Le felicitó con voz alterada y temblorosa, a la par que levantaba el pulgar de forma victoriosa.— Ella te amará después de esto.

El cascabel sonó muchas veces mientras Hina daba vueltas asustada, Mafuyu recordó que muchos gatitos se estresaban fácilmente con esos sonidos y se sintió culpable, por lo que corrió para ayudarla, la gata se puso alerta y paró las orejas hacia los lados, bajó su cabeza y levantó la parte trasera lista para atacar. El muchacho tragó en seco pero no se detuvo, desajustó el collar torpemente y lo apartó de él, Hina sacudió la cabeza en respuesta.

—Lo siento.— Murmuró Mafuyu deseando que los animales entendieran las disculpas.

Y al parecer no entendían, porque Hina mordió el pie de Mafuyu.

Uenoyama alejó asustado a la gata de Mafuyu.

—¡¿Estás bien?!— Le preguntó exaltado, Ritsuka sentía que con esos dos juntos en el mismo lugar en cualquier momento le provocarían un infarto.

Su novio le dedicó una mirada sombría y habló.

—Sí, creo que empieza a amarme.— Señaló su dedo sangrante.

Las semanas pasaban y el amor de Uenoyama por Hina sólo crecía, y con mucha razón, Hina era toda una dulzura cuando se trataba de Ritsuka, era siempre cariñosa con el muchacho y lo acompañaba a donde quiera que fuera. En lo que respecta a Mafuyu, su relación no había cambiado ni un poquito, o tal vez sí, pero de forma negativa, la gata sólo parecía detestar aún más al chico.

No había duda, Hina estaba celosa de Mafuyu.

Se dieron cuenta durante las visitas de Sato a la casa de Uenoyama, cuando la pareja pasaba mucho tiempo juntos encerrados en la habitación del más alto, Hina permanecía en la puerta rasguñando la madera, como el par la ignoraba, ella comenzaba a llorar. Luego llegó una faceta rebelde en la que Hina se negaba a comer y ya no usaba su caja de arena, Uenoyama se quedaba hasta una hora rogándole a la gata para que comiera, pero no le hacía caso. Aunque no duró mucho porque Hina era una amante de la comida que Uenoyama preparaba especialmente para ella, no por nada estaba bastante redonda.

Sin embargo, las cosas no pararon ahí, Mafuyu y Uenoyama no podían besarse ni abrazarse sin que Hina se interpusiera entre ellos, cuando decidían retarla Sato terminaba con las garritas enterradas en su pierna. Sinceramente él estaba harto, pero lo soportaba porque Ritsuka siempre lo curaba y mimaba de más cuando esto sucedía.

En una ocasión, con todo el dolor del corazón de Uenoyama, no tuvo más opción que reprenderla por su mal comportamiento, gritándole. Hina terminó maullando de tristeza, pues su dueño jamás le había alzado la voz a menos que no fuera para decirle que la amaba o llamarla para comer.

Mafuyu estaba en los brazos de Uenoyama cuando miró a la gata sin que él se de cuenta para sacarle la lengua a modo de burla. Hina sólo bufó y se fue a su cama.

Esa fue la primera y única victoria de Mafuyu.

Al final Sato no se terminó sintiendo cómodo con esa guerra constante entre novio y gata, por lo que intentó de muchas maneras agradarle a la felina, primero trató de llevarle regalos cada que visitaba a su novio, desde ovillos de lana, ratones de juguete, más rascadores hasta cajas de cartón que le gustaban a los gatos.

Nada funcionó.

Todos los regalos los aceptó gustosa, por supuesto, pero ni con eso consiguió que lo quiera ni un poquito.

Luego trató de atraerla con comida que a ella le gustaba. Una de dos, o Hina lo ignoraba o aceptaba la comida y después mordía los dedos de Mafuyu. Pero un trato amable por parte de la peluda, jamás.

Luego Mafuyu comenzó a pensar que no era personal, sino que era algo más como una alergia hacia su persona, teorizando que todo lo que fuera de Mafuyu lo odiaría por naturaleza.

Con esa torpe conclusión que Uenoyama creyó por tomarlo igual que una verdad absoluta como todo lo que Sato decía, presentaron a Hina con la madre de Mafuyu, a la cual amó desde el instante en que la tomó en brazos.

—¿Qué dices, cariño? Pero si ella es todo un amor. —Dijo la señora Mashiro con voz dulce. —¿Cómo pudo esta lindura lastimarte?— continuó abrazando a Hina, quien no parecía molestarse por los toques de la mujer.

Mafuyu se sintió traicionado por la mujer que le dio la vida.

—Cuando me contaste de ella creí que se trataba de un gato salvaje, hasta tenía miedo de conocerla. —Bromeó entre risas. —Es tan bonita, cómo se nota que se parece a su dueño. —Miró a Uenoyama con una sonrisa, el muchacho le devolvió el gesto, apenado.

La madre de Mafuyu era muy simpática y sabía hacerse querer, por lo que podía ser una excepción.

Su última esperanza era Kedama.

Perros y gatos, enemigos naturales.

Los pusieron frente a frente con mucha precaución, listos para detenerlos por si comenzaban a gruñirse.

Jamás sucedió porque Hina y Kedama se volvieron amigos. Jugaron por las próximas dos horas en las que Sato se rindió y aceptó que era odiado por Hina, así de sencillo.


Era mediados de Julio cuando el calor del verano era insoportable como para andar con pantalones, pero Mafuyu no tenía opción, a menos que quisiera tener nuevas cicatrices por parte de Hina, cosa que no quería por más que Uenoyama lo consintiera.

Por suerte Uenoyama tenía aire acondicionado en su habitación, así que la cosa era más llevadera. Su novio estaba sobre la cama cepillando a Hina que descansaba sobre sus piernas, la música estaba lo bastante alta como para no escuchar los llamados de Ritsuka.

Mafuyu se mantenía concentrado en su celular, buscaba en Internet formas de agradarle a los gatos, una vez que había usado todo lo que las páginas le recomendaban, decidió expandir sus horizontes hasta llegar a un sitio poco confiable que enseñaba cómo hipnotizar a tu gato para que te ame, estaba por comenzar a leer cuando los labios de Uenoyama se posaron sobre su mejilla en un beso rápido para llamar su atención.

—¿Qué haces? —Interrogó curioso enfocando la vista en la pantalla de su móvil, casi cae de la cama con todo y gata cuando leyó el encabezado. —¡¿Por qué buscas hipnosis para gatos?!

–¡No lo busqué yo! Me salió mientras buscaba cómo hacer que tu gata me quiera y me dio curiosidad. —Se defendió ligeramente enfurruñado.

Uenoyama se tranquilizó y luego de meditarlo un rato se echó a reír, cosa que a Mafuyu le hizo sentir apenado.

—Mafuyu, no busques esas cosas en internet. —Habló tratando de regular su respiración luego de tanto reír. –Yo hice eso la última vez y me terminaste golpeando.

—Sí pero la diferencia es que Hina ya me ha lastimado lo suficiente como para asustarme.

—Bueno...—Intentó pensar en algo para justificarse. —Tienes razón.

El más bajo hizo gesto triste, iba a abrazarlo pero un mensaje llegó, Uenoyama se levantó rápidamente de la cama para salir de la habitación.

—¡Vamos Mafuyu, ya llegaron!

—¿Quiénes? —Inquirió pero no obtuvo respuesta.

La puerta principal fue abierta y en ella se asomaron Hiiragi y Shizusumi.

—¿Por qué hay un pajarito muerto en la entrada? —dijo Hiiragi horrorizado.

—¿Qué? ¡¿En serio?!— Uenoyama esbozó una enorme sonrisa e infló el pecho con orgullo para luego salir disparado hacia la puerta casi casi
dando saltitos de alegría.

—Nunca había visto a alguien tan feliz por la muerte de un ave. —Habló esta vez Shizusumi con la misma expresión seria de siempre.

—¡Oh Hina!— La emoción de Ritsuka desbordaba por todas partes al entrar nuevamente. —¡Lo trajiste para mí?

—¿Por qué estás feliz, maldito bicho raro? —El peliteñido hizo una expresión de asco.

—Leí en Internet que cuando cazan para ti es porque te quieren. —Explicó mientras buscaba con la mirada a la pequeña gata que se encontraba mirando amenazante a Mafuyu, Uenoyama la cargó y la acercó a su rostro.

—¿Me quieres, verdad? —Hina ronroneó en forma de respuesta.

—¿Y esa voz de idiota?—Hiiragi comenzó a reír. —Bueno su voz ya es la de un idiota pero ahora parece que pide a gritos que le demos un golpe.

Uenoyama hizo una mueca de disgusto y bajó a la gata, quien orgullosa paseó majestuosamente frente a mafuyu, él sabía que se estaba burlando de él, luego de tanto ya conocía sus expresiones.

—Bueno, ¿por qué estás tú aquí? Recuerdo sólo haber invitado a Shizusumi—Uenoyama cruzó los brazos y sonrió ladinamente, listo para tirar un comentario mal intencionado, o como Mafuyu decía "Para tirar veneno".—Oh claro, él es tu niñera así que no podía venir sin ti.

Mafuyu ahogó una risita, mientras que Hiiragi se puso rojo de vergüenza, esa expresión no tardó mucho en volverse una sonrisa burlona en dirección al más bajo.

—Bueno, quería conocer a la famosa gata que le causa tantos dolores de cabeza a Mafuyu.

—Se llama Hina.— Le corrigió de mala gana.

—¿No ese es un nombre para perro? ¿Quién la llamó así?—Hirragi estaba al borde de la risa.

—Yo, ¿Por qué? —Dijo entonces Mafuyu, con ojos serios.— Y es Hinata.

Su amigo se sobresaltó al escuchar su voz, desvío la mirada un momento. No tenía recuerdos muy gratos de sus discusiones con Mafuyu durante su niñez.

—Ya veo porque te odia.— Se aventuró a decir, apretando los labios para no reír y hacer enojar a Sato.

—¿Por qué dices que te odia?— Habló ahora Shizu, jugando con Hina y el ovillo de lana.

—Se pone celosa cuando estamos juntos. —Le respondió Uenoyama.

—Bueno, algunos gatos pueden ser así.— Hiiragi dejó de reír, respondiendo seriamente por primera vez en la tarde.—Pero tú siempre tienes ese olor por tu perro, ¿no será que eso le molesta?

—Kedama y Hina son amigos.—Confesó listo para escuchar a Hirragi reírse otra vez.

—Entonces estás perdido. —Soltó dando una larga carcajada.

Así la tarde transcurrió entre risas y bromas que claramente sólo le hacían gracia a Hiiragi, siguieron discutiendo sobre la gata y Mafuyu, jugaron con ella, incluso a Shizu le tocó proteger a Mafuyu cuando Hina se le acercaba amenazante. Finalmente los tres muchachos se despidieron de Uenoyama y acompañaron a Mafuyu hasta su casa.

Hasta ese punto Sato ya se había dado por vencido con Hina, se sintió un poco triste, él realmente amaba a los gatos desde su infancia, le traía buenos recuerdos de cuando Yuki estaba vivo y los cuatro estaban juntos, jugando día tras día sin pensar en nada. No había otra opción, viviría con la pena de no agradarle a la gata de su novio y ya, después de todo se había acostumbrado.

Días después Mafuyu y Uenoyama regresaban del veterinario luego de una revisión a Hina, no tenía nada malo, al contrario, estaba bastante bien, pero Ritsuka sabía que cada cierto tiempo debían visitarlo para cerciorarse de que todo estuviera en orden con la gata.

En camino a la casa del pelinegro una señora que se notaba ya bastante mayor caminaba del lado contrario a ellos, esta se les quedó mirando un buen rato, cosa que a la pareja se le hizo bastante extraño, haciendo que soltaran el agarre de sus manos entrelazadas por miedo a que les estuviera juzgando. Uenoyama un poco incómodo saludó de manera educada para romper el momento de tensión, pero la mujer no respondió, sino que se acercó a ellos sin despegar la mirada de la gata que caminaba junto a ellos.

—¿Tora? —Llamó la mujer frente a los muchachos.

—¿A quién le habla? —Susurró Uenoyama cerca del oído de su novio, completamente extrañado.

Mafuyu observó la escena y respondió en voz baja también.

—Creo que se refiere a Hina.

—Disculpe, ¿Podemos ayudarla? —Preguntó Uenoyama amablemente.

—Sí, esa gata es de mi nieto.—Sentenció así la señora.—Hace dos meses que huyó de casa, mi nieto no ha dejado de llorar.

El cuerpo de Ritsuka se tensó, comenzaba a ponerse nervioso al mismo tiempo que deseaba que aquello no fuera más que una simple confusión, pero luego de pensarlo un rato cayó en cuenta que hace exactamente dos meses que Hina había llegado a su vida.

—¿Tora? ¿Eres tú, verdad? —Volvió a llamar la señora con una sonrisa.

La gata maulló, parecía ser cierto que la conocía.

—Tal vez se esté confundiendo, esta gata es de mi novi...—Mafuyu se detuvo y corrigió. —Es de mi amigo.— Habló entonces al ver que Uenoyama no podía articular palabra.

La mujer al escucharlo se apresuró en sacar algo de su bolso, era una gran cantidad de hojas de papel, la señora les extendió uno a la altura de sus ojos. En ella estaba la foto de Hina un poco más pequeña y delgada, abajo de la foto en letras grandes estaba impreso un "Se busca". Hubieran dudado si no fuera por la misma marca que tenía en la oreja. Mafuyu miró sorprendido a su novio, pues él ya no sabía qué más decir.

—Umh... mi hermana la encontró caminando sola durante la noche, supuso que era una gata callejera así que nos la quedamos. —Le explicó desanimado. —Lo siento, pero le aseguro que desde eso la hemos cuidado muy bien.

—Lo entiendo, muchas gracias por cuidarla, se nota que eres un buen muchacho, pero esa gata le pertenece a mi nieto, así que te agradecería si nos la regresas a nosotros, sus verdaderos dueños. —La señora suavizó la mirada y extendió las manos para que le entregaran a la animal.

Uenoyama dudó un momento, no quería separarse de Hina, pero la mujer tenía razón, él no era su verdadero dueño, otra persona sufría por la ausencia de su compañera por culpa suya. Con paso torpe desabrochó el arnés de su cuerpo y quitó la correa, la gata no se movió ni un poco, por lo que Uenoyama no tuvo más opción que tomarla en brazos y entregársela a la mujer que aún permanecía con las manos extendidas. Ella la tomó y la gata no pareció quejarse.

—Muchas gracias, cariño, no estés triste, hay muchos gatitos que puedes adoptar. —Terminó por decir para luego seguir su camino de largo sin mirar por última vez a los muchachos.

Mafuyu aguardaba en silencio, nunca había visto a su pareja en ese estado, no decía nada pero él sabía que por dentro estaba muy triste.

—Vamos, Mafuyu.—Le tomó de la mano y retomaron su camino.

Sato a lo lejos pudo escuchar medianamente los maullidos de Hina, pero Uenoyama no parecía haberlo oído. No dijo nada pues no buscaba las palabras, sólo pudo abrazar al más alto mientras seguían caminando.

Julio estaba a punto de terminar, los días siguieron su curso pero las cosas no eran igual.

Al menos no para Uenoyama.

El chico había pasado las últimas semanas decaído por el asunto de Hina, todos lo notaban pero no decían nada por miedo a que se sintiera peor. En las clases su atención no estaba hacia lo que sus profesores decían, bueno, no es como si alguna vez lo estuviera, pero ahora era peor. En el receso muchas veces se quedaba dentro del salón durmiendo, y en los ensayos con la banda nada había cambiado, pero tampoco estaba tan animado como para salir con sus compañeros.

No quería parecer un niño, sin embargo, la tristeza no era algo que sabía manejar, y tampoco estaba interesado en lidiar con ella. Sólo quería de vuelta a su compañera, nunca pensó que le tomaría tanto cariño a una simple gata, pero él problema estaba en eso mismo, que para él Hina ya no era una simple gata, era su amiga, siempre a su lado, fiel y amorosa. Podía estar solo en casa pero nunca se sentía así cuando ella maullaba cerca de él exigiendo atención. Era cierto que le molestaba que atacara a Mafuyu, como también era cierto que se esforzaba por pararla cada vez que eso sucedía.

Quería superarlo rápido y seguir como siempre, después de todo nunca le interesó tener una mascota ni cuando era un pequeño niño.

Mafuyu notó que sus cicatrices ya habían desaparecido completamente sin dejar rastro, por un lado le alegraba, aunque no del todo, sabía que su novio se la estaba pasando mal, por más que quería ayudarlo no encontraba la manera de hacerlo. Pasó muchas noches imaginando estar en su lugar, si Kedama ya no estuviera con él su mundo se caería, podían ser animales pero la conexión que habían forjado no era algo fácil de olvidar. No obstante, tampoco era para menos que tu compañero se perdiera y otra persona lo tomara, si estuviera en sus zapatos también le gustaría que le devolvieran a su amigo a él, su dueño original.

Por más que Hina le haya lastimado tantas veces, él jamás deseó que la gata desapareciera, ni en un sólo instante, porque sabía lo especial que era para Ritsuka, y nada le hacía más feliz que ver al chico que le gusta sonreír plenamente. No podía hacer nada más que estar con él y animarlo, y eso haría, porque le quería tanto tanto que su tristeza también la sentía como si fuera la suya propia.

—¿Y se la llevó así nada más? —La voz de Hiiragi era lo único que se podía escuchar en los alrededores de las calles vacías. —Qué idiotas, debieron correr y dejar a esa anciana reclamando sola.

—Uenoyama-kun no es así. —Le defendió Mafuyu.

—Y por eso ya no tiene a su gata. —Suspiró con pesadez. —Pues vamos y consigamosle otra gata, una igual para que no se queje.

—No creo que sea tan fácil, Hiiragi. Si Kedama se perdiera no me haría sentir mejor que me den otro perro.

Hiiragi no dijo nada más, sólo se limitó a asentir, sus palabras podían parecer duras, pero también estaba preocupado por Uenoyama, eran amigos o al menos lo intentaban.

—Oye Mafuyu, ¿esa no es...? —No pudo completar su frase cuando Sato ya había visto lo mismo que él.

—¡Es Hina! —Exclamó con alegría al ver a la minina en el jardín de una casa, pero su sonrisa se borró al notar el estado en el que se encontraba.

Estaba sucia y más delgada, Uenoyama siempre la mantenía limpia y cuando estaba con ella su carita estaba radiante cada que era alimentada por el muchacho, pero ahora sus ojos se veían bastante apagados, parecía otra. Ambos amigos se acercaron para observarla mejor, la gata pareció darse cuenta y corrió hasta los dos muchachos, mientras caminaba ellos pudieron ver como cojeaba de una de las patitas traseras, Mafuyu metió un dedo entre las rejillas que impedían que la gata se escapara, aún si la gata le mordía, a él no le importaba, para sorpresa de ambos Hina se frotó contra su dedo, e incluso le lamió por primera vez.

—¡Pero qué malditos! Esa gata está a un paso de romperse, mira lo delgada que está, con el idiota de tu novio no paraba de comer.—Reclamó Hiiragi en voz baja.

—La tienen muy descuidada, Hiiragi, ¿tú también viste que no camina bien?— Susurraba cerca de su amigo. —¿Crees que la golpeen?

—Es lo más probable, ella no es precisamente la gata mejor portada, pero ese tipo le tenía una paciencia enorme. Aquí no debe correr la misma suerte.

—¿Ustedes quiénes son? —Una voz a sus espaldas les hizo sobresaltarse al instante. Alzaron la mirada y observaron a la misma mujer que días antes había reclamado a Hina.

Se pusieron de pie y se miraron brevemente como si buscaran en la mirada del otro una forma para excusarse, Hirragi tomó del brazo a Mafuyu para que se quedara detrás de él.

—Umh, pasábamos por aquí y vimos a esta gata, ¿no cree que se ve muy mal? —Habló el más alto, estaba asustado pero intentó ser valiente.

—¿Y? ¿Qué tiene que ver contigo? —La mujer posó sus ojos en el castaño, mirándolo de arriba a abajo. —¿Tú no eres el del otro día? ¿Qué haces aquí? ¿Regresaste por ella?

—Yo...—Mafuyu se encogió de los nervios y desvío la mirada, fue en ese momento que observó al pequeño niño que iba de la mano con la señora. Todo comenzaba a tener sentido. —Ese niño, ¿No es el nieto que mencionó la vez pasada?

—Sí, ¿por qué?— La mujer frunció el ceño y respondió cortante.

—Ese pequeño no debe tener más de tres años, no está en la edad para cuidar a un animal.—Dijo seriamente y sin dudar.—Seguramente por eso huyó de aquí la primera vez.

—Eso a ti no te incumbe. —Replicó fastidiada. —Además los gatitos munchkin son buenos para los niños pequeños. —Terminó esto último acariciando los cabellos de su nieto.

—Los gatos no son juguetes que pueda regalar así de fácil, ¿usted la golpea, verdad?—Intervinó Hiiragi sin apartar la mirada de la mujer.

—No sean entrometidos en la manera en que educó a un simple animal. —Les alzó la voz, dando vuelta para entrar a su casa. —Y si los veo otra vez por aquí voy a llamar a la policía y decir que están merodeando por mis alrededores.— Les apuntó amenazante, tomó a la gata en brazos y entró de mala gana, cerrando la puerta con brusquedad.

—¿Qué hacemos? —Mafuyu preguntó bastante asustado.— No podemos dejarla aquí, ella aún no es una gata adulta.

—Hay que llevarnosla. —Se apresuró en decir su amigo con seguridad.

—No podemos entrar por las rejas, y ella no puede saltar. Si entramos sin permiso tendremos problemas.

—¿Y qué quieres hacer? ¿Llamamos a la casa y les exigimos que nos la regresen? Esa vieja casi te rompe la pierna también.

—Es que aún es de día, pueden vernos.— Dijo en voz bajita apartando la mirada de su amigo.

—¿Insinuas que regresemos por la noche? ¡Pero mira que de inocente sólo tienes la cara, maldito! Eres peor que yo aunque finjas lo contrario cuando estás con Uenoyama. —Se burló.

—Cállate o también te rompo la pierna.

—Ya, está bien. —Se apartó Hiiragi sacando su celular, para escribir con prisa.

—¿A quién le hablas?— Mafuyu estiró su cuello para mirar mejor.

—¿A quién más? A Shizu, él nos va a ayudar con esto.

—Bien, confío más en Shizu-chan que en ti.— Sonrió ignorando los ojos cargados de odio de Hiiragi.

—¿Quieres pelea? —Gruñó tomando del cuello al más bajo.

—Luego, ahora hay que esperar a que entre la noche y todos se duerman.

—Bueno, pero nos debe una el cobarde de tu novio.

—Gracias Hiiragi. —Le abrazó. —Eres horrible pero tienes un buen corazón.


—¿Era necesario vestirnos así? —preguntó Shizu con seriedad, todos vestían ropa negra, gorras negras y lentes oscuros.

—Nos vemos más sospechosos de esta manera.—Respondió Mafuyu de acuerdo con su amigo.

—Métanse en el papel del rescate par de idiotas.— Regañó Hiiragi.

—¿Estás emocionado, no? En el fondo quieres hacer esto.—Le acusó.

—¿A ti no te emociona? —Admitió con una sonrisa.

—No, hay frío, hagamos esto rápido.—Contestó Shizu en su lugar, tomando de la mano a sus dos amigos para acercarse a los muros y saltar.

—Entren ustedes primero y luego subo yo. —Indicó en un susurro.— ¡Quitense los lentes! Son innecesarios, ya es de noche y Mafuyu de todas formas está ciego.

—Tiene razón, no veo nada.— Asintió Mafuyu.

—Sí, me di cuenta cuando me golpeaste en el rostro.

—Eso no fue un accidente.—Soltó una risita traviesa

—¡Te voy a matar!—Hiiragi intentó acercarse a él pero Shizusumi se interpuso.

—Callense los dos, parece que ya están dormidos aquí.—Soltó un suspiro bastante cansado, cuando los tres estaban juntos algo estaba destinado a salir mal. — Bueno, vamos.

Shizu se acomodó de cuclillas frente al muro, que por fortuna no era tan alto como imaginaban, junto ambas manos para sostener los pies de Mafuyu y alzarlo para que llegara al borde. El muchacho ahogó algunos quejidos por el esfuerzo de alzar su propio cuerpo, pero finalmente lo logró, esperando al rubio que imitó su acción. Con ayuda de ambos muchachos el más alto de los tres pudo entrar también.

Para sorpresa del grupo, una meseta donde descansaban una fila de plantas y otras flores estaba pegada al muro por donde entraron, lo que facilitaría su escape. Hiiragi soltó una risotada maligna ante tal descubrimiento que fue callado por un golpe de sus amigos. Caminaron sigilosos por el jardín hasta llegar a una ventana entreabierta que conectaba con la sala.

—Bendito verano, ¿no creen?—El muchacho rio por lo bajo.

—Casi no puedo ver nada, las luces están apagadas.

—Pues claro, son las 2:00 am. Los únicos idiotas que pueden estar despiertos somos nosotros. Me da rabia pensar que Uenoyama está en casa durmiendo y nosotros aquí a un paso de salir en los más buscados del barrio.— Farfulló el rubio con reproche.

—Mafuyu, ¿trajiste la comida?— Preguntó Shizusumi ignorando a Hiiragi.

—Sí. —El recién nombrado sacó de su bolsillo una lata de atún a medio abrir. Shizu lo tomó para meterlo y empujarlo dentro de la casa. Los tres quedaron en silencio.

—¿Y luego?— Interrumpió Hiiragi. —¿Ahora qué hacemos?

—Pues esperar a que sienta el olor y venga. —Respondió con simpleza encogiendo los hombros.

El muchacho pasó la vista por sus dos amigos que le miraban con cara de estúpidos sin saber qué más hacer. Puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos.

—¿Y si está en algún cuarto encerrado sin poder salir?

—Pues yo creo que no. —Mafuyu murmuró señalando a la gata que caminaba tan rápido como sus patitas le permitían.

—¡Ahí está! ¡Cuando se acerquen la toman y nos vamos! —Ordenó Shizu.

—¡Hina! ¡Hinata ven aquí! —El castaño extendió sus manos dentro de la ventana llamando a la gata.

—¡Hina ven con nosotros! ¡Te llevaremos con el idiota de tu padre que no hace más que llorar por ti! —Se burló Hiiragi recibiendo un codazo por parte de Mafuyu.

Hina como si pareciera entender se acercó al grupo de muchachos maullando y meneando su colita de un lado para otro. Mafuyu la tomó en brazos con cuidado de no lastimar su patita herida, ella se acomodó en sus brazos y ronroneó mientras le acariciaba.

—Mira eso, debe ser la primera vez que deja que la abraces. —Declaró sonriente el peliteñido.

—Vámonos antes que nos escuchen. —Les dijo el más alto.

Los tres fueron en dirección al muro por donde saltaron, Mafuyu fue el primero en subir ya que él tenía a la gata en brazos, le siguió Hiiragi que escalaba por la meseta para tomar la mano de Mafuyu, sin embargo, un mal movimiento le hizo perder el equilibrio y caer jalando a Mafuyu consigo, terminando así en el suelo con el pobre de Shizusumi aguantando el peso de los dos más pequeños. Por suerte a la gata no le había pasado nada.

El ruido de su caída y el grito de los tres muchachos puso alerta a la propietaria del lugar, desde el segundo piso vieron algunas luces prenderse y una voz enojada soltando maldiciones y otras frases que no pudieron descifrar.

—¡Levántense!— Exclamó Shizusumi con evidente dolor en su voz, aún tenía a ambos muchachos sobre él.

Con pasos torpes se pusieron de pie un poco mareados por el repentino golpe.

—¡¿Quién está ahí?! ¡Voy a llamar a la policía! — Gritó la mujer enojada forcejeando la puerta para poder salir.

Mafuyu y Hiiragi se pararon de un salto y salieron casi casi volando de la casa, no habían pisado la calle cuando se detuvieron y miraron a su amigo que levantaba con dificultad del suelo.

—¡Shizu-chan!— Gritó Mafuyu. —¡Vamos o te verán!

Shizusumi se tomaba la cabeza aún aturdido por la caída.

—No, vayan ustedes, no voy a poder saltar. —Alzó la mirada e hizo un gesto para que huyeran.

—¡Pero Shizu, esa loca puede hacerte algo! —Lloriqueó Hiiragi.

—¡Corran! ¡Yo me las arreglaré! —Les ordenó una vez que la puerta fue abierta.— Los veré más tarde en casa de Uenoyama.

Ambos muchachos obedecieron dejando atrás a su amigo.


–¡¿CÓMO QUE SE LA ROBARON?! —Exclamó Uenoyama muy alterado a punto de tener una taquicardia. —¿P-Por eso están vestidos así?

—¡CÁLLATE IDIOTA, POR TU CULPA SHIZU.. SHIZU...!— No terminó su frase por sorberse la nariz por quinta vez.

—¿Cómo? ¿Shizusumi también fue con ustedes? —Hizo una pausa hasta que Mafuyu asintió con la cabeza.— ¿Y dónde está él?

—¡Shizu se quedó atrás! ¡Caímos sobre él y lo lastimamos! Eso nos retraso. —Sollozó hundiendo el rostro en el cuello de Mafuyu, él le miró con asco al sentir su cara mojada.

—Calma Hiiragi, no es como si hubiera muerto.—Le tranquilizó el castaño.

Uenoyama suspiró pasándose una mano por su cabello despeinado, estaba en pijama cuando recibió una llamada de Mafuyu en medio de la madrugada, su hermana les abrió la puerta y los recibió en la sala, agradeciendo por devolverles a Hina. Luego de darle de comer a la gata, Yayoi la llevó a su habitación para que pudiera descansar y Uenoyama pudiera hablar tranquilamente con sus amigos. Por suerte los padres de Uenoyama eran de sueño pesado y no habían escuchado el escándalo.

Ritsuka iba a volver a hablar cuando escuchó sonar el timbre de la casa, este abrió y Shizusumi entró con paso lento y adolorido.

—¡Shizu! —Hiiragi se apresuró en abrazar al muchacho y seguir llorando en su pecho. —¡Estás bien!

—No creo que esté bien si lo sigues apretando así. —Uenoyama le regañó, a lo que Hiiragi aflojó su agarré pero sin despegarse de él.

—Shizu-chan, ¿Qué pasó? —Inquirió Mafuyu preocupado por su amigo.

—Ya está bien todo. —Dijo llevando un pulgar arriba.

Uenoyama observó detenidamente al muchacho que estaba sucio y con varios rasguños en la cara.

—Shizusumi... ¡¿QUÉ LE HICISTE A LA SEÑORA?! —Uenoyama gritó horrorizado.

—¡Nada! —El más alto alzó la voz a la defensiva, suspiró, y una vez más calmado se dispuso a hablar nuevamente.—Bueno... nada tan malo, sólo bastó con que le dijera que mi padre es de protección animal y podía demanadarla por maltrato, que teníamos a la gata y sus heridas nos servirían para prueba, ni siquiera sé si las cosas funcionan así pero pareció creerme.

—Eres un mentiroso Shizu, tu padre no es de protección animal. —Rio Hiiragi con los ojos hinchados.

—Ni tengo padre. —Replicó secamente.

—¿Y qué te dijo? —Indagó Mafuyu.

—Se asustó y me gritó que no regresaramos nunca, que de todas formas estaba harta de ella y su nieto sólo la ignoraba. Y luego me corrió. —Terminó sentándose en el mueble. —¿Tienen banditas para heridas? Creo que mi pierna está sangrando.

—Lo lamento mucho Shizusumi. —Ritsuka se disculpó apenado. —Pasaste un mal rato, te lo agradezco.

—Está bien, no hay problema, sólo dame las banditas, ya no siento mi pierna.

Minutos más tarde, luego de curar a Shizu y que Hiiragi dejara de llorar, los chicos se retiraron rumbo a casa del pelinegro, donde Hiiragi también pasaría lo que quedaba de la noche. El amanecer aún no llegaba, afuera todavía era oscuro y el clima era fresco, por eso mismo Uenoyama no permitió que su novio se fuera también. En cambio, estaban los dos en la habitación del más alto, Ritsuka le había preparado un cambio de ropa para que estuviera más cómodo.

—¿Sabías que Hina no me lastimó en el camino? —Rompió el silencio con voz bajita, mientras descansaba en el pecho del más alto y era rodeado por sus brazos.

—Luego de salvarla no creo que vuelva a lastimarte.—Respondió Uenoyama, dándole un pequeño beso en la frente.

—Ya no me importa si lo hace. —Murmuró sonriente. —Mientras estés feliz me basta.

Uenoyama se removió de su lugar nervioso, frunció los labios con timidez, y sus mejillas se encendieron.

—Gracias Mafuyu. —Soltó sincero, desde el fondo de su corazón. —Es lo más especial que alguien ha hecho por mí.

Mafuyu sonrió y sintió su corazón brincar de alegría.

—¿Meterme en propiedad privada para secuestrar un gato, eh? ¿Te gustan los chicos malos? —Dijo Mafuyu en tono burlón.

—No, sólo me gustas tú. —Confesó sonriente, abrazándolo con más fuerza.

La noche terminó con un beso antes de que cayeran dormidos.

Ahora más que nunca, Uenoyama no se sentía solo.

Un minuto de silencio por el
pajarito que murió a
manos (garras) de la
gata de Uenoyama.

Me da un poco de conflicto que este sea el capítulo más largo que he hecho en esta historia y todo por mi capricho de querer ver a Uenoyama con un gato. Y es chistoso porque no tenía ni idea de que ayer fue día del gato jajsja. Pero bueno aquí está.

Que se note que este capítulo está inspirado en uno de los extras del manga de given, espero se hayan dado cuenta porque hasta tomé la misma raza del gato que se menciona en la historia <3

Es todo por hoy, y para el siguiente un pequeño spoiler (a modo de pregunta)

¿Quién tendrá las piernas más bonitas? ¿Mafuyu o Uenoyama? 👀

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