CAPÍTULO XXV. La última batalla

La lluvia paro después de algunas horas, Nafty y yo teníamos la piel irritada y por alguna extraña razón nuestros cabello comenzaban a caerse, estábamos mal heridos de eso no tenía ninguna duda al respecto, sin embargo mientras descansábamos en una especie de cueva que encontramos en el camino comencé a pensar en lo que sucedería a partir de ahora. Éramos tres tributos sobrevivientes a este patético juego en donde se apostaba algo más que la vida. Comenzaba a tener miedo porque algo en mi interior me decía que el presidente no sería nada justo, y por lo tanto no permitiría jamás que Naftaly y yo ganáramos esta contienda, por lo tanto volví a mi plan original, proteger a Naftaly para que ella vuelva al distrito nueve sana y salva.

Paso aproximadamente una hora, no estábamos seguros pero al menos me permitió sanar correctamente la pantorrilla de mi pequeña. Una vez que ella se encontraba mucho mejor para caminar abandonamos la cueva y comenzamos a buscar cualquier amenaza, ya sea alguna bestia del capitolio o la tributo faltante del distrito uno, que si bien no me equivoco se llama Mevina.

Ha pasado algunos minutos y no dejo de tener pavor a lo que a continuación se avecina, es el fin de todo este maldito juego y yo no tengo idea alguna de cómo proteger al amor de mi vida. Me siento impotente, inservible, inútil porque no pude salvar la vida de Román y Karou, y por lo tanto ahora me siento incapaz de poder proteger a Naftaly quien me ha ofrecido algo más allá de una sonrisa, una carcajada o un simpático juego. ¿Qué debo hacer? Hasta donde comprendo la situación, una vez que asesinemos a la tributo del distrito uno, claro si lo conseguimos, solo quedaremos nosotros dos, los rebeldes enamorados del distrito nueve, así que una voz anunciara por toda la arena que es momento del desenlace, y como siempre dirán la patética frase que hasta el momento no puedo dejar de ver como motivo de burla, "Que comiencen los juegos del hambre, y que la suerte este siempre de su lado", me quedare mirando a Nafty quien no dejara de mostrar miedo y amor hacia mi atraves de sus ojos, sin embargo yo le diré:

-No debes tener miedo porque yo no sería capaz de acabar con tu vida porque eres y siempre serás el amor de mi vida, pero tú si puedes acabar con la mía porque mi único deseo es que tú vuelvas a casa.

Después de aquellas simples palabras puedo imaginar lo que ella responderá con lágrimas en los ojos mientras se acerca a mí para abrazarme lo más fuertemente posible, en donde yo simplemente corresponderé al último gesto de amor y a sus palabras.

-Te amo Isaac, pero no puedo matarte si es lo que me estas pidiéndome. Deseo volver a mi hogar con mi familia, pero si vuelvo sin ti habré regresado en vano al distrito nueve porque mi alma habrá muerto contigo.

-Sabía que diría eso -diré mientras acaricio su cabello para después de unos segundo alejarme lentamente de ella. -Te amo Naftaly y jamás dejare de hacerlo porque tú te has robado por completo mi corazón.

-Isaac, ¿Qué piensas hacer? -me preguntara mientras se limpia las lágrimas con la manga de su chaqueta para después mirarme con preocupación.

-No te obligare a quitarme la vida, pero si quiero que prometas que jamás te rendirás -diré mientras me alejo cada vez mas de ella.

-Isaac, ¿Qué piensa hacer? -Preguntara con terror en su voz porque ya habrá imaginado mi plan, sin embargo no renunciare a él.

-Te amo mi princesa -responderé mientras saco mi cuchillo, para inmediatamente proceder a clavármelo en el corazón.

Después de aquel acto estoy seguro que Naftaly se quebrantaría, pero esa es la única forma en la que puedo lograr que ella sea coronada como vencedora.

Continúe caminado con mi Naftaly por el bosque aunque no podía quitarme de la cabeza la idea para que ella triunfara; era una idea vana, improbable, tal vez absurda o inclusive cursi pero aun así deseaba con todas las fuerzas de mi corazón salvarla.

Ya estaba cayendo el atardecer, por lo tanto no tardaría en aparecer el oscuro manto de estrellas que se encargaba de iluminar el cielo, sin embargo comencé a escuchar pequeñas pisadas que me pusieron alerta.

-¿Escuchas eso? -dije susurrantemente a mi Naftaly.

-Sí, alguien está muy cerca de nosotros -respondió mientras observaba fijamente a nuestro alrededor.

Observamos hasta donde nuestra vista nos permitió debido a que la noche había caído, al no ver nada peligroso ignoramos el ruido y continuamos nuestra caminata hasta que pronto una flecha cayó justamente enfrente de nosotros. Al inicio no comprendíamos lo que sucedía, sin embargo un minuto después al fin pudimos ver a Mevina escondida en la cima de un árbol, quien estaba a punto de lanzarnos otra flecha.

-¡Naftaly, ocúltate! -Dije exaltado mientras empujaba a mi princesa ya que la flecha iba dirigida hacia ella, una vez a salvo comencé a razonar la situación.

En realidad no comprendía lo que sucedía ya que anteriormente los profesionales no poseían un arco y flechas, sin embargo en un instante razone lo que estaba sucediendo, los patrocinadores de Mevina le enviaron aquella arma para aniquilarnos.

Necesitaba ayuda, aunque para ser sincero no tenía ni la más minúscula idea para acabar con aquella chica, hasta que de pronto una idea me vino a la cabeza. <<Tengo que correr, así ella bajara de ese árbol dejándonos a ambos con la misma ventaja>>.

Comencé a correr aunque no tenía idea alguna hacia donde corría gracias a la oscuridad de la noche, sin embargo de algo si estaba seguro, Mevina estaba siguiéndome, por lo cual para mí era una gran ventaja ya que de esa forma Naftaly estaba completamente segura mientras que yo tenía una esperanza para acabar con ella. Continúe corriendo hasta que considere estar lo bastante alejado de Naftaly para al fin enfrentar cara a cara a la tributo del distrito uno.

-¡Si quieres matarme aquí estoy! -dije para provocar a Mevina quien se veía con ojos de fiera mientras cargaba su arco, sin en cambio cuando lanzo su flecha yo fui mucho más ágil ya que pude esquivarla con mucha facilidad.

Ella estaba furiosa al ver que pude esquivarla sin ninguna dificultad, así que comenzó a correr con mucha más velocidad para atacarme sin necesidad de fallar, hasta que de la nada Naftaly cayó encima de ella desde lo alto de un árbol para impedir que se acercara un paso más hacia mí.

-¡No te dejare que lo lastimes! -dijo mientras aplicaba fuerza para impedir que esta chica se levantara de la tierra, para después de ello proceder a arrebatarle su arco y flechas.

Una vez que Naftaly tenía el arco y flechas en su poder, tomo una de ellas mientras lanzaba el arco lo más lejos que se lo permitía su fuerza, para que de esa forma Mevina se viera desprotegida mientras aplicaba aún más fuerza con sus rodillas.

-¡Tú y tus aliados son culpables de la muerte de mis amigos! -dijo Naftaly mientras clavaba la flecha que traía en mano en uno de los brazos de la chica del uno.

-¡¡aaah!! -grito para después de aquel acto proceder a dirigirle unas palabras a Nafty. -Jamás me arrepentiré de lo que hemos hecho, y por si aún no te has dado cuenta no somos más que armas hechas por el capitolio -dijo mientras intentaba levantarse, sin embargo entre más lo hacía más se lastimaba ya que Naftaly estaba hecha un incendio.

-¡Cállate! -Grito con furia y tristeza porque sabía perfectamente bien que nuestra enemiga tenía razón, éramos armas y juguetes de Snow, y eso no podríamos cambiarlo, no ahora. -Estoy consciente de que soy una pieza más en sus juegos, pero resulta que hubiera podido cambiar ese absurdo estereotipo si ustedes hubieran aceptado negarse a luchar cuando los encontramos, y gracias a su imprudencia he perdido a mis queridos amigos, sin olvidar que he manchado mis manos y mi vida -continuo diciendo para después de aquellas palabras proceder a enterrarle una nueva flecha en el brazo sano.

La chica del uno al sentir el dolor de las flechas que la mantenían sujeta a la tierra mediante sus brazos comenzó a gritar y a llorar, pero aun sin sentir remordimiento alguno ya que en verdad no se arrepentía de ninguno de sus actos. Naftaly al ver que aún no había remordimiento en ella tomo nuevamente una nueva flecha para proceder a clavarse para darle muerte ya que estaba harta de seguir sufriendo, de seguir escuchando las palabras de Mevina, pero sobre todo ya estaba harta de la injusticia que existía en Panem. Al ver lo que estaba punto de hacer la detuve debido a que no estaba dispuesto a que ella siguiera manchándose las manos, y mucho menos con una chica que no tenía conciencia.

-Detente -dije mientras detenía su mano la cual estaba a punto de clavarle la flecha a Mevina. -No tiene caso que manches tus manos con un muto más como ella. -continúe diciendo mientras le arrebataba la flecha a Naftaly, para yo al fin terminar con este patético y absurdo juego.

-Hay que lindo, el enamorado quiere evitar que su hermosa novia termine en el infierno, pero sabes algo, aunque tú me mates en lugar de ella eso no ayudara en nada, porque ella al igual que todos nosotros hemos sido participes de esta carnicería -dijo con un tono de sarcasmo y burla en su voz, lo cual me enfureció demasiado, ya que sin pensarlo clave la flecha en su espalada hasta que su vida escapaba rápidamente de su cuerpo.

El cañonazo anuncio su muerte, dejándonos con ello a Naftaly y a mí como los finalistas de esta batalla. Una vez que se anunciara su muerte sonó el himno de Panem y aparecieron en el cielo las fotos de los tributos caídos, pero lo más extraño es que eran las fotos de los veintidós tributos muertos lo cual al verlas nos hicieron sentir fatal, ya que muchas de esas muertes las habíamos provocado y algunas otras no habíamos podido evitarlas, sin embargo decidimos ignorarlas hasta que estas terminaron de mostrarse.

Pasaron algunos minutos y yo simplemente tome a Naftaly de la mano para que las cámaras captar el mensaje el cual era, "ninguno de los dos está dispuesto a traicionarnos", sin en cambio un sonido capto completamente nuestra atención ya que por toda la arena resonaba la voz del presidente Frederick Snow.

-El amor es un sentimiento fuerte y sobre natural, sin embargo hasta el amor más poderoso puede llegar a ser quebrantado y traicionado. ¡Felices juegos del hambre, y que la suerte siempre este de su lado!

Al escuchar aquellas palabras comprendí inmediatamente el mensaje, el presidente no nos permitiría vivir a ambos, y mucho menos a una pareja de radicales. Me negaba a aceptarlo pero el momento de terminar con el show había llegado, y para concluir con un trágico desenlace uno de los dos debía morir, ya sea en manos del otro o por suicidio.

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