CAPÍTULO XVIII. Rebeldía
Había pasado un día desde que nuestra amiga Ayumi me envió el medicamento que necesitaba Isaac para recuperarse de lo que sea que le haya pasado, y aunque aún no despertaba su salud había mejorado satisfactoriamente, sin embargo estaba preocupada ya que la nota que mando Ayumi con el medicamento era una alerta de que teníamos que movernos porque en cualquier momento el presidente intentaría acabar con nuestras vidas.
Me encontraba montando guardia mientras mis aliados dormían juntos en una bolsa de dormir y mi Isaac, aun inconsciente descansaba en una bolsa de dormir para el solo. Mientras cuidaba de la cueva observaba la noche y a las afueras de ella; era tenebrosa, el viento movía las ramas de los árboles en una forma violenta y desenfrenada mientras que los animales nocturnos salían en busca de presas, sin olvidar mencionar que unas de esas criaturas se trataban de los mutos que buscaban carne fresca de humano, afortunadamente con ayuda de Román logramos disfrazar nuestros aromas para que simplemente ignoraran nuestra ubicación actual. Sin embargo algo me tenía bastante inquieta, teníamos que salir de esta cueva lo más pronto posible porque muy pronto comenzaría la verdadera carnicería, ya sea porque los vigilantes nos obliguen a reunirnos con otros tributos a luchar, o simplemente el presidente opte por acabar de una vez por todas con los rebeldes que amenazan su perfecto sistema.
Pasaron algunas horas y al fin el himno de Panem resonó por toda la arena anunciando con ello el final de otro día y a los tributos caídos, lo cual me sorprendió ya que después de varios días al fin hubo muertos nuevamente ya que al parecer el presidente desea acabar lo más pronto posible sus maniáticos juegos; dos nuevos tributos caídos, un chico del distrito siete y una chica del distrito doce, en total solo quedábamos diez tributos en la arena, los dos tributos del distrito uno, dos, cuatro, mis aliados del seis y nosotros del nueve. Al ver las noticias me exalte, el juego iba a continuar y yo aún no podía lograr que Isaac recobrara el conocimiento, pero lo que en realidad me estaba perturbando el pensamiento era el cómo protegería a mis pequeños aliados, simplemente es que a estas alturas del partido tendríamos que romper nuestra alianza y traicionarnos para que uno de nosotros vuelva a casa, en mi caso yo deseo que Isaac sea coronado vencedor pero también deseo que aquellos pequeños del distrito seis vuelvan a su hogar y disfruten por primera vez de la vida. ¿Qué debía hacer? Simplemente es algo que no podía responder con tanta facilidad. Volví a mirar el cielo nocturno esperando una respuesta, sin embargo lo único que conseguí fue maravillarme al ver las hermosas estrellas que adornaban mi noche, al verlas fijamente suspire profundamente y comencé a imaginar que las tocaba mientras surcaba el cielo libre, era una idea loca e imposible pero en verdad deseaba con todo mi corazón poder volar alejada de toda esta maldad y deseaba lo mismo para mi familia, mis amigos Román y Karou, pero sobre todo lo deseaba para mi Isaac quien se encontraba alejado de mí. Cerré mis ojos por unos momentos para imaginarme aunque sea una única vez como hubiera sido mi vida sin los juegos del hambre, hasta que de pronto alguien me saco de mis pensamientos.
-Las estrellas no son tan hermosas como tu Nafty –dijo aquella voz susurrándome al oído, sin olvidar mencionar que aquellas palabras dulces y frágiles provenían de un joven que yo conocía perfectamente bien y que se encontraba detrás de mí tocándome tiernamente los hombros. Era mi Isaac, ha vuelto para protegerme como siempre lo había hecho, estoy feliz y agradecida porque nuevamente iba poder decirle lo mucho que lo extrañaba, lo amaba y lo mucho que lo he necesitado todos estos días, mis lágrimas comenzaron a escapar de mis ojos aunque aún no volteaba mi mirada hacia él para mirar su rostro y sus hermosos ojos. Deseaba abrazarlo y esconder mi rostro en su pecho como muchas veces lo había hecho, pero tengo miedo a voltear y que él se encuentre aun inconsciente en la bolsa de dormir y que lo que está pasando en estos momentos solo sea producto de mi imaginación, sin embargo tenía que voltear para comprobar si ya me había vuelto loca o esta era la realidad. Gire mi cuerpo lentamente para mirar y ahí estaba el, con su mirada tierna que siempre me ha brindo seguridad y alegría. Toque sus mejillas que tenían diversa cicatrices para comprobar que estaba sano y salvo frente a mí, mientras que el movía suavemente su cabeza para que su piel rosara con mis palmas que sin pensarlo estaban acariciándolo con ternura.
Nuevamente mis lágrimas escaparon desenfrenadas de mis ojos e inmediatamente procedí a ocultar mi rostro lleno de lágrima de alegría en su pecho que estaba cubierto por vendas, pero eso no importaba porque debajo de aquella tela estaba él, mi valiente y protector Isaac.
Mientras lo abrazaba con tanta fuerza el me acariciaba mi largo cabello negro y comenzó a preguntarme algo que tal vez lo estaba matando de curiosidad.
-Naftaly, por favor dime que esta vez si eres real y no otra alucinación –dijo mientras levantaba suavemente mi rostro para que yo fijara mis ojos en los suyos.
-Soy real Isaac y no pienso perderte de vista nuevamente, sinceramente no tengo idea de lo que te haya pasado pero estuve a punto de perderte –respondí mientras tomaba una de sus manos y la colocaba en una de mis mejillas para que pudiera sentirme.
-Te extrañe mucho Nafty y disculpa si te asuste, la verdad es que no recuerdo muy bien lo que me sucedió, lo único de lo que si estoy seguro es que me encontraba internado en un bosque radiactivo que estaba acabándome y que de alguna forma me provoco diversas alucinaciones en donde estabas tú, mi hermana y un sin número de cosas extrañas, pero dime ¿Cómo lograste salvarme? Lo último que recuerdo es que escuche tu voz diciéndome que podía irme y que muy pronto me alcanzarías o algo similar y de la nada vi una especie de luz que me llamaba, pero cuando al fin me había decidido en entrar completamente desapareció.
-Ya estabas delirando, y si yo te susurre al oído con la esperanza de que pudieras escucharme y partieras porque prefería que murieras a que siguieras sufriendo. Cuando ya me había dado por vencida mi aliada Karou, la niña del distrito seis entro con un paracaídas enviado por Ayumi, este contenía tu medicina y nota de instrucciones y un mensaje –respondí mientras me limpiaba con la manga de mi chaqueta las lágrimas de mi rostro.
-¿Un mensaje? ¿Qué tipo de mensaje? –pregunto con incertidumbre ya que imagino que esto no tendría nada bueno. Sin embargo opte por guardarme mis palabras y mejor mostrarle el mensaje que Ayumi había mandado debido a que estaba completamente segura de que el capitolio no estaría perdiendo de vista nuestro reencuentro. Isaac tomo la nota de Ayumi y comenzó a leerla detenidamente para razonar cada una de sus palabras, no era muy clara y alarmante pero la idea que ella deseaba que captáramos era concreta. Al terminar de leerla mi niño me miro sorprendido ya que en verdad no podía creer lo que Ayumi había hecho por él y el precio que tuvo que pagar. –En verdad crees que habrá muerto y que nos esté dando el aviso de que nosotros o por lo menos yo soy el próximo –dijo susurrándome al oído para que nadie en el capitolio pudiera escucharlo.
Levante la mirada de una manera seria para nuevamente fijar mis ojos en él y darle la respuesta que tal vez el no deseaba escuchar.
-Lamentablemente si, y no solo eso, el juego acaba de comenzar ya que los únicos que quedamos con vida somos los seis tributos profesionales, mis dos aliados y nosotros, pero lo peor de todo esto es que estoy casi segura de que muy pronto nos obligaran a enfrentarnos cara a cara con los profesionales y tal vez no sea de la manera más agradable que podamos imaginar. Sin embargo los profesionales no me preocupan en absoluto, pero si mis aliados, no puedo traicionarlos pero tampoco puedo dejarlos morir Isaac –respondí susurrantemente ya que no deseaba alterar a aquellos pequeños que descansaban despreocupados en la bolsa de dormir.
-Entiendo, al juzgar imagino que apenas son unos niños y que les has tomado cariño, o me equivoco.
-No te equivocas, se convirtieron en mis "hermanitos" además de que no pienso entregárselos a nadie tan fácilmente, su distrito lo hizo sin sentir remordimiento alguno pero yo no soy como ellos –respondí con seriedad y firmeza en mí ya que siempre que recordaba la historia de aquellos hermanos me daba rabia.
-¿A qué te refieres a que su distrito los entrego fácilmente y sin remordimiento? Te recuerdo que hicieron lo mismo contigo, mejor dicho, todos hicieron lo mismo con el resto de los tributos.
-Si pero la diferencia aquí es que Karou y Román son hermanos, además de que a muy corta edad quedaron huérfanos y solo por eso su distrito opto por mandar al matadero a unos niños indefensos sin familia que nadie extrañaría, pero sabes algo, los odio, odio a todas aquellas personas que no tuvieron el valor suficiente de oponerse a las reglas como lo hizo Ayumi, es que simplemente no entienden que si todo Panem se hubiera reusado a enviar a dos jóvenes a su voluntad a estos malditos juegos del hambre el presidente se las hubiera visto en graves problemas porque nosotros como nación somos más que él y sus subordinados –dije furiosa en voz alta y sin medir mis palabras, deseaba que las cámaras grabaran cada uno de mis diálogos porque estaba harta de sufrir, llorar y de ver la muerte de jóvenes inocentes cada año. Sin embargo la expresión de Isaac mostraba miedo ya que sabía que esto provocaría mi eminente muerte en cualquier momento. -¡Panem está sumergido en la desesperanza y en la opresión de un maniático presidente, y yo no estoy dispuesta a continuar su juego!, ¡Nos ha convertido en asesinos y ustedes se lo permiten entregando cada año a sus hijos! Piénselo –dije por ultimo con la esperanza de que mis palabras hallan logrado ser transmitidas a todos los distritos de Panem. Mi furia estaba desvaneciéndose y con ella mi conciencia comenzaba a trabajar, moriría de una forma terrible de eso estaba segura pero no me importaba si lograba encender aunque sea una mínima chispa en la humanidad de cada individuo de la nación.
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