CAPÍTULO XI. Alianza

No recuerdo mucho sobre los diversos acontecimientos dentro de la arena, lo último que recuerdo es que antes de ser atacada por los mutos intentaba desesperadamente encontrar a Isaac. Han pasado aproximadamente dos días, sinceramente no tengo conocimiento de ello ya que apenas hace algunos minutos acabo de despertar dentro de una especie de cueva, ¿cómo llegue aquí? Bueno, pues no tengo idea. Intente levantarme para inspeccionar el lugar, sin embargo al intentar ponerme en pie un penetrante dolor impidió que continuara. Era mi pierna y mi pie, desde que caí a la blanca nieve inconsciente no había podido inspeccionar mis heridas, es más, ahora que razonaba la situación en la que me encontraba no lograba comprender él porque estaba dormida en una cueva dentro de una bolsa de dormir térmica, con las heridas vendadas, sin olvidar mencionar que mi espada, mochila y cuchillos se encontraban a lado mío. Seguía sin comprender lo que sucedía hasta que en mi mente apareció algo sensacional, Isaac logro encontrarme, pero ¿Dónde está?, ¿Habrá ido a buscar comida? Tome mi mochila ya que tampoco había podido revisar lo que esta contenía desde que la tome de la cornucopia; en ella había un botiquín de primeros auxilios usado ya que al parecer se había ocupado en mí, carne y fruta seca, cerillos, un termo, galletas salas y al parecer la bolsa de dormir en la que me encontraba cubriéndome del penetrante frio del ambiente. No estaba segura de una infinidad de cosas, una de ellas era del como había llegado a este lugar que me mantenía a salvo, calentita frente a una fogata y herida pero con vida. Bueno tendría que averiguarlo aunque para ello tuviera que levantarme, aunque en realidad no era necesario ya que de inmediato llegaron por si solas las respuestas.

Frente a la cueva observándome se encontraban dos jóvenes, al parecer una chica de aproximadamente 12 años que yo conocía perfectamente gracias a los entrenamientos, es la chica del distrito seis, y a su lado un chico de 13 años valiente que siempre se encontraba a lado de ella, supongo también de su distrito, sin embargo no deseaban acercarse a mí por miedo, y era normal ya que a lado mío se encontraban mis armas.

-No tengan miedo, no les hare daño -Dije mientras embozaba una sonrisa para inspirarles confianza.

Al escuchar aquellas palabras y al ver mi sonrisa se acercaron ya que al parecer decidieron confiar en mí como yo en ellos.

-Hola, imagino que ustedes han de haber sido los que me trajeron aquí una vez que los mutos se fueron, verdad. ¡Soy Naftaly, es un placer conocerlos!

-Me llamo Román y ella es mi hermanita Karou. Con respecto a lo que dijiste, si, nosotros te trajimos a la cueva para sanarte las heridas aunque para ello tuvimos que ocupar algunas cosas que venían en tu mochila, espero y no te moleste. Por cierto, también logramos quitarle tu espada al muto que asesinaste -respondió de una manera seria aunque muy simpática.

-No me molesta que hayan ocupado mis cosas, y en verdad les agradezco mucho que me hayan salvado la vida y recuperado mi espada, pero ¿Por qué tomaron la decisión de salvarme y no de asesinarme?

-Porque eres una chica agradable, desde que vi el video de la cosecha de tu distrito pude notar que eres una chica linda pero tímida y que te mandaron a la arena injustamente, además de que se me hizo un acto hermoso de amor el que hizo el chico de tu distrito por ti -Respondió la pequeña Karou con una gran ternura y dulzura en su voz.

-Muchas gracias, en verdad que no imagine que alguien que no fuera Isaac se preocupara por mí, por cierto ¿lo han visto?

-No, después de la persecución de los sanguinarios lobos perdimos su pista, aunque una vez que caíste inconsciente algún patrocinador te mando un medicamento bastante potente que ha permitido la cicatrización de tus heridas de manera rápida, además de que logro calmar tu fiebre -respondió Román mientras miraba fijamente el paracaídas que no había percatado.

-Vaya, muchas gracias a ambos en verdad, si no hubiera sido por ustedes estoy más que segura que en estos momentos estaría en casa dentro de una caja de madera.

-No es por nada, la verdad es que desde un inicio queríamos que Isaac y tu fueran nuestros aliados, pero desafortunadamente no pudimos reclutarlo a él pero nos da alegría que seas parte del equipo -respondió Karou en compañía de una tierna sonrisa.

-A mí también me da mucha alegría tener aliados, y bueno supongo que han de tener hambre verdad, porque yo sí.

-Sí, pero ya hace tres días que no podemos cazar nada, de hecho ahorita mismo hay una fuerte ventisca, intentamos ir a cazar mientras tu aun seguías dormida pero es imposible, la neblina se ha espesado más de lo normal y ese pequeño factor no permite que veamos bien lo que nos rodea, además de que hay la posibilidad de que estén haciendo esto estratégicamente para obligarnos a luchar nuevamente -respondió Román en un tono de enfado y de preocupación.

-Bueno, pues creo por el momento podemos compartir mis galletas saladas y un poco de carne seca, aunque sea para espantar el hambre y mañana que este mejor yo iré con ustedes a cazar, les parece bien la idea.

-De acuerdo -dijeron ambos mientras me miraban como si yo fuera para ellos una especie de heroína, aunque creo que tal vez era algo muy normal ya que ellos eran demasiado pequeños y yo era en estos momentos como su hermana mayor.

Una vez terminada nuestra conversación tome mi mochila y saque mi bolsa de carne seca, el paquete de galletas y el termo que desafortunadamente no contenía liquido alguno, así que le dije a Román que llenara el termo de nieve y la pusiera cerca del fuego para que se derritiese y tuviéramos con que hidratarnos. Ya listo comenzamos a comer dos pedazos de carne, dos galletas y a bebernos un litro de agua cada uno, sin embargo mientras compartía mis alimentos con mis aliados, mi mente y corazón simplemente no podían desprenderse de Isaac, ¿Dónde estará?, ¿Estará bien?, ¿Estará herido?, ¿Tendrá hambre? Vaya que en verdad estoy preocupada por él, además de que me hacen tanta falta sus brazos protectores y su dulce mirada, quiero encontrarlo, es necesario.

Después de una hora concluimos nuestra cena y una charla amistosa sobre nuestros gustos, tradiciones, sobre mi misterioso romance con Isaac y algunas cosas secretas que hablamos en voz baja sobre la horrenda opresión del gobierno. Sinceramente al escuchar las historias de cada uno de estos pequeños me llene de rabia, el presidente era injusto no solo con los mayores sino también con los pequeños, castigarlos con latigazos solo por buscar algo que comer en la basura, eso era terrible, sin olvidar mencionar que se deleita con el sufrimiento y la muerte de veintitrés jóvenes cada año con sus estúpidos juegos. Odiaba al capitolio pero jamás hubiera sido capaz de decir lo que pensaba como lo hiso Isaac en su entrevista, pero esta ocasión era distinta a todas la demás, tenemos que abrir los ojos, somos más que la gente del capitolio o los agentes de la paz, somos una nación llena de esperanza que día a día se levanta para luchar por lo que ama, si fuéramos capaz de unirnos acabaríamos con esta perfecta opresión.

Tome mi Ank's que colgaba en mi cuello con la mano derecha y sin pensar mis palabras deje escapar un profundo reclamo.

-¡Pueblo de Panem, la esperanza es lo única que mantiene a cada persona de pie siempre y cuando conservemos una pequeña chispa, como nación esa chispa puede causar un incendio que acabe con la opresión de este maldito presidente y su dichoso acuerdo de paz! -dije en voz fuerte, clara y con furia para que las cámaras que seguro estaban transmitiendo en vivo pudieran oírme y transmitir cada una de mis palabras a los distritos de Panem.

Era obvio que por mi acto de rebeldía lo pagaría muy caro, tal vez con mi vida más adelante, pero en realidad lo único que deseo después de mi probable muerte es que las personas de mi nación abra los ojos y defienda lo que le pertenece, su vida, familia, amigos y esperanza, solo espero que el presidente Frederick Snow me permita despedirme de Isaac antes de acabar conmigo gracias a que mi acto ha impactado más que las palabras de Isaac, ya que prácticamente acabo de ser la primera en incitar una rebelión después de veinticinco años.

Después de haber dicho aquellas palabras Román y Karou no podían quitar su mirada de mí, era algo obvio ya que en su vida jamás habían visto a una sola persona que los inspirara a luchar por su libertad, aunque en sus miradas también podía percibir un sentimiento más, el cual era preocupación por mí.

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