CAPÍTULO VI. Los juegos parte I

¿Qué acabo de hacer? Prácticamente acabo de sentenciarme ya que imagino que estarán furiosos por lo que he dicho esta noche, debí haber pensado mejor mis palabras antes de acabar con toda esperanza que tenía. Pude haber tenido patrocinadores ya que al parecer tenía a la gente del capitolio comiendo de mi mano con mis diversos actos de amor hacia mi pequeña, sin embargo que hice, insultarlos, odiarlos, etc.

Ayumi quien sin necesidad alguna había decidido tomar el lugar de nuestra mentora estaba furiosa conmigo, y no era de extrañarse, incluso yo estaba furioso conmigo ya que no podía aceptar que por culpa de mi error ahora Naftaly podría pagar las consecuencias.

-¡¿Qué rayos te pasa Isaac?! Lo que acabas de hacer tendrá muchas repercusiones y no solo contigo sino también con la pobre de Naftaly, y tal vez hasta con los distritos que estaban mirando tu entrevista -dijo furiosa, exaltada y frustrada.

Jamás la había visto tan enojada, tan decepcionada y como había mencionado era normal, acabo de incitar un acto de rebeldía que tal vez podría provocar algunos levantamientos en los distritos, pero el presidente no es nada justo y estoy seguro que si eso llegara a pasar pensara en alguna forma de destruirme. Tal vez mate a mi madre aunque para mí sería una opción perfecta ya que así jamás la vería sufrir por la muerte de sus dos hijos, o tal vez me haga pasar los peores días de mi vida dentro de la arena hasta que me vuelva loco y llegue a mi culminable muerte. Simplemente no podía responderle a Ayumi ya que ni yo mismo estaba consciente de las consecuencias que podría tener mi acto, el presidente era tan impredecible como sus estúpidos juegos, pero en realidad lo único que me importaba por el momento era que no se la cobrara con Naftaly.

Ayumi tenía razón, no había pensado en las consecuencias que mi acto provocaría en ella, tal vez la hagan sufrir igual o de peor manera en la arena, o tal vez puedan dejarla en paz ya que es inocente, solo espero que sea la segunda opción.

Pasaron las horas y estaba desesperado por ver a Naftaly, pero por alguna razón me lo habían prohibido desde que aquellos hombres me llevaron al edificio. Solo pude contemplar el cómo se la llevaban si permitirle decirme una palabra, tal vez la alejaron para que a ella no la incitara con mi ideas locas de rebelión. Era hora de cenar y parecía prisionero, de aquellos que roban cosa y lo pagan con un encierro permanente en el edificio de justicia, solo que la diferencia es que en mi habitación tenía todo lo que yo necesitaba, agua calentita, toda la comida que yo deseara a mi disposición, una cama suave y un televisor. Al ver aquel aparato tan apacible decidí encenderlo para ver si transmitían una y otra vez la entrevista como en juegos anteriores, sin embargo no era así, estaban canalizando una transmisión normal y común, al parecer le llaman novelas, él porque era obvio, no deseaban que las personas de los distritos se levantara en armas.

Eran las tres de la mañana y en mis sueños podía ver una infinidad de paisajes, fuego, sangre y muertes, pero entre los cuerpos sin vida que veía a mi paso contemple uno que me partió en mil pedazos, era mi Naftaly; fría, callada y con una gran herida que atravesaba su corazón. Desperté sudando y con lágrimas en mis ojos, no podía soportar la idea de perder al amor de mi vida de una manera tan cruel y despiadada, pero sobre todo no podía aceptar no verla antes de que entremos en la arena ya que una vez que suene el caño pueden suceder una infinidad de cosas, entre ellas que alguno de los dos muera y no tengamos oportunidad de despedirnos.

No quiero dormir nuevamente, ya no deseo sufrir sin estar dentro de la arena, debo ser fuerte, es necesario, pero que puedo hacer ya que simplemente estoy tan desesperado y frustrado. Bueno, intentare dormir nuevamente ya que tal vez dentro de unas horas necesite toda la fuerza y energía que tenga para intentar proteger a mi pequeña niña.

Ya había amanecido y estaba un tanto nervioso, sin en cambio comencé a contar del uno al cincuenta para tratar de calmar mis nervios que estaban de punta, para después proseguir a comer todo lo que podía ya que tal vez no tendría la oportunidad de una buena comida dentro de la arena. Una vez que termine apareció mi equipo de preparación y mi estilista con mi vestimenta de tributo, que bien no podía contemplar ya que estaba cubierta por una funda negra.

-¿Eso es para mí? -pregunte a mi encantadora estilista, que me miraba con tristeza ya que al parecer sabía que no regresaría de los juegos con vida.

-Sí, cámbiate que nos esperan en el aerodeslizador que te llevara a la arena -dijo tristemente, mientras trataba de impedir que sus lágrimas escaparan de sus ojos.

-Tal vez no deba preguntártelo pero ¿Veré a Naftaly en el aerodeslizador? -pregunte con algo de nostalgia y seriedad en mi voz, sin en cambio lo único que recibí como respuesta por parte de ella fue un movimiento de cabeza que me indicaba un rotundo no.

Procedí a cambiarme y pude notar que la vestimenta era térmica y gruesa, como si la ropa tuviera que resguardar el calor de nuestros cuerpos, con ello pude deducir que tal vez la arena sea una zona nevada, lo cual era de preocuparse ya que no estaba preparado para soportar fuertes fríos y creo que Naftaly estaba igual que yo.

Después de un largo rato me subieron a un aerodeslizador, y una vez dentro me colocaron un rastreador, que supongo permitirá saber mi posición dentro de la arena y con ello podrán deshacerse de un rebelde de una manera rápida y despiadada para mostrarle a Panem que el capitolio no perdona la rebeldía. Estaba nervioso, no tenía idea alguna de lo que encontraría adentro, si sería capaz de adentrarme a la cornucopia por armas y provisiones siendo suficientemente cruel para abandonar a Naftaly mientras yo me adentro a la carnicería, o bien no sé si seré capaz de abandonar todas las armas y suministros para ir en busca de Nafty mientras todos los profesionales se hacen de armas para cazarnos, sinceramente estoy tan confundido, nervioso, temeroso e indeciso.

Llegamos a nuestro destino después de varios minutos y una vez ahí unos agentes de la paz me escoltaron a lo que sería la zona subterránea de la arena, hacia frio, podía sentirlo en los huesos, pero en realidad no sabía si era porque estaba nervioso o si era por el clima de la arena que estaba encima de nosotros.

Mi estilista, Lluvia, se acercó a mí y me acaricio la mejilla, no me aleje ya que en realidad no me lo esperaba, sin embargo en voz baja le dije que no sufriera por mí, que estaría bien aunque la realidad era otra. Inmediatamente después de aquel gesto de humanidad se escucharon por unas bocinas las siguientes palabras: "Tributos, favor de subir a la plataforma".

Al escuchar lo anterior dicho me puse aún más nervioso, sin embargo tome todo el valor que aún quedaba en mí y subí a la plataforma, y una vez que me encontraba ahí una especie de cristal me encerró y comenzó a subir hasta lo que sería la arena de vasallaje de los veinticinco.

La luz me segaba, pero una vez que mi vista se acostumbró pude ver mí peor temor, así como la afirmación de mi supoción. Estaba rodeado de nieve, sin olvidar que aunque la ropa era térmica aun así podía sentir el frio penetrante del paisaje. Comencé a llenarme de temor ya que en estas condiciones tendríamos Naftaly y yo muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Empecé a buscar a mi pequeña con la pura vista como loco, pero no la encontraba, estaba seguro que se encontraba alejado de mi estratégicamente, lo más seguro detrás de la cornucopia, tenía que encontrarla una vez que sonara el cañonazo que daba inicio a los juegos.

Comenzó el conteo para la masacre y cuando llego a cero y sonó el cañonazo fui el primero en salir corriendo de la plataforma para correr hacia donde me imaginaba que estaría Naftaly, sin embargo sin pensar mis acciones cambie de estrategia y me dirigí a la cornucopia ignorando quien se dirigía hacia el mismo lugar. Una vez ahí tome dos espadas, dos mochilas con provisiones y dos cuchillos de una manera veloz ya que no quería morir a la primera, sin embargo los profesionales y otros tributos ya estaban detrás de mí armándose hasta los dientes de todo tipo de armas para eliminar a todos los tributos que estaban a su paso. Al verlos decidí correr lo más rápido que pudieran mis piernas, sin embargo ya estaba cazándome al igual que los demás tributos que habían tenido el valor de entrar a la cornucopia. Tome una de mis espadas y lance una estocada a un tributo desconocido para mí que estaba decidido a matarme, tal vez era del distrito ocho, solo sé que no era un profesional y que lo había matado con mi arma. Continúe corriendo hasta que de la nada un cuchillo se clavó en mi ante brazo, la sangre que emanaba de mi cuerpo era abundante, sin embargo la adrenalina que había en mis venas no me permitía sentir dolor, así que tome la decisión de mirar hacia atrás y pude observar que Mevina había sido la causante de mi herida. Tome uno de mis valiosos cuchillos y se lo lance con fuerza hasta el grado de herirle una pierna, aunque mi plan era podérselo clavar en el corazón, una pierna esta bien.

Una vez que ya estaba alejado de la cornucopia comencé a buscar a Naftaly con la esperanza de no ver su cuerpo tumbado en la nieve sin vida. No había rastro de ella entre los cuerpos que yacían muertos en la blanca nieve, lo cual me alegro ya que significaba que ella seguía viva, sin en cambio al darme cuenta de mis acciones y de mi impulso pude analizar las diversas posibilidades que tenía para encontrar a Nafty. Simplemente no podía créelo acababa de perder al amor de mi vida y la posibilidad de protegerla de los diversos peligros que nos asechaban, y si muere por culpa de mi estúpido acto jamás me lo perdonare.

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