Capítulo 8

Luego de dejar lo que la mujer de cabellos castaños necesitaba, Jotaro iba con paso rápido hacia la calle no sabiendo muy qué hacer, casi dando vueltas como si hubiese perdido el sentido de la orientación. Giorno y Jolyne habían ido a la plaza mas cercana gracias a que su inoportuna exesposa les pidió ir por la dotación de comida que necesitarían para mas tarde. Después recordó a Anasui sacando su celular teniendo el número del mencionado en la pantalla, se sentía estúpido pensando en lo que ellos habían hablado esa mañana. Y como si de invocación se tratara, el aparato comenzó a sonar siendo ese mismo chico el responsable. Espero al menos diez segundos debatiéndose si en contestar o no, sin más lo hizo recibiendo los gritos de este haciendo que despegara el objeto de su oreja algunos centímetros.

-¡Señor Jotaro! – Habló energético Anasui por teléfono. – ¡Acabo de ver a Jolyne con el enano rubio! ¿Cómo se llama? ¿Giordano?

-Se llama Giorno. – Dijo pensando en lo irritable que era a veces ese joven. – Y no tienes que gritármelo, lo sé. Mi exmujer los mando juntos de compras.

-¿Pero cómo se atreve? ¡Que imprudencia de su parte! – Dijo indignado con una mano en la cintura como si fuese la peor cosa del mundo. – Si ella me conoce muy bien, sabe que soy el mejor yerno. Soy listo, guapo, considerado... – Dijo enumerando con los dedos sintiéndose traicionado por su supuesta suegra.

-En realidad eres torpe y pedante. – Se sobó la puente de la nariz – Solo espera y no vayas a hacer alguna estupidez. ¿Entendido?

-Pero...

Jotaro colgó no dejando terminar a Anasui. El hombre no lo demostraba como el joven de cabellos rosados, pero igual se sentía muy incómodo dejándolos solos. No estaba exagerando ¿O sí? Sentía la ansiedad rememorando la imagen de estos como a una Jolyne pequeña e indefensa junto con un malvado rubio queriéndosela robar. Era un sentimiento horrible, algo que jamás llegó a causarle Anasui con anterioridad aun estando acostumbrado de su insistencia torpe e inoportuna.

...

Dos horas pasaron desde que llegaron quizá, y ambos jóvenes caminaban por los relucientes pasillos. Florida al ser un estado mayormente turístico contaba con plazas lo que se podrían decir lujosas, aun contando con la más pequeña como lo era esa; la más cercana a la casa de los Kujo.

Jolyne miraba la pequeña lista sosteniendo una bolsa sin muchas cosas, mientras que Giorno a su lado solo cargaba con un par más grandes y al parecer más pesadas, siendo un joven caballeroso no dejaría que la chica cargara de más, aun a regañadientes de esta. El mayor de ellos miraba a su alrededor; era aquella plaza que alguna vez llegó a visitar con sus amigos, y a duras penas la recordaba aunque mucho no podría decir si este había cambiado desde la última vez, pues eran días muy lejanos.

Jolyne dejó de pegar los ojos del pequeño papel y suspiró un poco con hastío, aunque le sostenía el ánimo teniendo a Giorno ayudándole. No sabía por qué o más bien fue involuntario, pero de un momento a otro su atención se fue directo a un hombre de rostro amigable con delantal azul dándole una gran bola de nieve llena de chispitas a una pequeña.

El rubio por su parte, esperaba a que Jolyne terminara de verificar la lista mientras él apreciaba la plaza, pero notando la tardanza de esta sus ojos volvieron a la silueta de la chica escuchando el sonoro suspiro mientras esta quedaba estática volteando hacia un lugar en específico.

Curioso a lo que ella estuviera viendo, Giorno dirigió su vista hacia donde tenía su atención, dando con un puesto de helados y bebidas frías tematizada con elementos marinos. Luego volvió hacia Jolyne y la expresión que tenía era muy adorable a su parecer, como el de una pequeña niña sedienta.

La menor absorta en ese local, despertó de su trance parpadeando un par de veces. Como deseaba un helado, pero el gasto que le había dado su madre era justo y había olvidado su propio dinero. No solía hacerlo por supuesto, pero el estrés de su padre le hacía distraerse mucho descuidando cosas como esa.

Se secó el poco sudor de su frente con el dorso de su mano dispuesta a continuar.

-Creo que es todo por el momento. Entre más nos demos prisa mejor– Dijo viendo por última vez la lista esperando una afirmación por parte de Giorno, más no lo escuchó. – ¿Giorno? – Volteó hacia donde creía que él estaba, pero no. – ¡Giorno! – Jolyne volteó a sus espaldas y a sus costados tratando de hallarlo con la mirada.

-Jolyne – Aunque no esperó a que este apareciera abruptamente en frente de ella con una radiante sonrisa y unas mejillas un tanto coloradas. Luego miró hacia su mano que le extendía un bonito cono de helado con dos bolas diferentes con chispas de colores.

-¿Y esto? – Cuestionó anonadada comenzando a avergonzarse.

-Un helado, ¿No los conocías? – Contestó irónicamente con la mirada extrañada de Jolyne. – Vi que no despegabas la vista de ese puesto y me tome la libertad de comprar un par. Toma, traje este para ti, supuse que te gustaría de chocolate y de vainilla.

Jolyne miró la nieve y lo tomó con lentitud no procesando bien el gesto del rubio, aunque le sonrió de igual manera como él lo había hecho hace un momento.

-No era necesario.

-Es lo menos que puedo ofrecer. – Dijo encogiéndose de hombros para luego dar una lamida a su propio helado y darse la vuelta con las compras. – Creo que ya tenemos todo ¿No? ¿Te parece si nos vamos?

El rubio seria alguien muy maduro y serio cuando era necesario, pero siendo alguien considerado no era la primera vez que hacia ese tipo de detalles, pero ahora siendo esto con Jolyne, no podía evitar avergonzarse. No sabía si era porque no acostumbraba hacer eso con las chicas o solo por el simple hecho de ser ella.

Jolyne miró su espalda alejarse poco a poco, su paso era lento para que lo alcanzara y con el helado en sus labios dio una suave lamida y caminó en su dirección.

Ambos iban hacia la salida con una sonrisa por igual. Sin embargo, Giorno visualizó a un par de metros una banca metálica, una doblada y algo descuidada. Por un instante se vio a sí mismo como un adolescente de quince años viendo a alguien ahí sentado, pero no supo dilucidar aquello. Luego no le prestó atención y siguió a Jolyne viendo su cabecita trenzada, la jovencita que no había notado que el rubio se había detenido por un par de segundos.

...

Dos horas mas tarde

En el modesto pero ordenado jardín que contaba con una pequeña piscina, por fin se encontraba la familia Kujo y Giorno en el afamado picnic.

La castaña varios días atrás había planeado esa linda reunión queriendo que Jotaro pudiera convivir un poco más con Jolyne, y aunque no le molestara lo que sus ojos ven, admitía que no era lo que esperaba, si bien poco a poco temía por su seguridad.

Los dos jóvenes hablaban animadamente a saber qué cosas, lo que se llegaba a escuchar eran cosas sumamente triviales como el clima de Florida. Comiendo y riendo lo que parecían ser tonterías y eso ultimo siendo más pensamiento de Jotaro que les miraba con suma seriedad, especialmente a Giorno que parecía enojarse más por cómo le sonreía y esta reía.

Muy aparte del padre, la mujer tomaba de su jugo viendo curiosa a los menores no pudiendo quitar de su cabeza lo que había descubierto en la maleta del rubio. No se encontraba incomoda o molesta como Jotaro en esos momentos, pero sí sumamente intrigada.

Trataba de poner más atención a su aspecto, a sus rasgos y tal vez a su voz. No, es que simplemente era imposible. Recordaba a aquel joven de cabellos negros lacios y de facciones... ¿Cómo decirlo? ¿Asiáticas? Quizá y tenga un poco de eso ahora que se le ponía más atención, pero su cabello rubio que era ligeramente rizado y sus ojos verdes la confundían. Incluso su apellido sonaba parecido al que estaba escrito en esa etiqueta. ¿Sería solo una coincidencia? ¿Qué sabría Jotaro? Y más importante ¿Por qué debería importarle? Veía a su hija reír como pocas veces llega a verle y con ese jovencito que apenas conoció, y tenía un sentimiento cálido al respecto y a su vez un poco de rencor hacia el hombre sentado a su lado.

Interrumpiendo los pensamientos de la mujer, el teléfono de su exmarido empezó a sonar y luego de que este verificara de quien era el número, notó que la irritación del hombre había llegado a un nuevo nivel. ¡Vaya! ¿Eso era posible? Pensó. Aunque Jotaro trataba de controlarse. ¿Quién sería para ponerlo así? Solo conocía a una persona, pero dudaba que fuera él.

Jotaro se levantó de su lugar hablando por lo bajo.

-Anasui ¿Qué carajo quieres ahora? No es un buen momento. – Contestó tratando de controlar su molestia sobándose la frente.

-¡Un picnic, señor Jotaro! ¡Un picnic! ¿Y nadie de ustedes me invitó? – Habló ofendido. – Se ven como una gran familia, usted sabe. Gioconda sentado riendo como imbécil a un lado de mi futura esposa como si su novio y errado yerno se tratara. Creí que estábamos juntos en esto.

-No es lo que crees, solo es un estúpido picnic que organizó su madre. ¿Y cómo demonios sabes que estamos en el jardín? ¿No estas espiando? – Jotaro se volteó hacia la cerca viendo como una cabellera rosada se escondía rápidamente haciendo revolotear un par de hojas.

-No... - Respondió temeroso escondido y con las piernas recogidas en el pasto. – Solo los vi muy sospechosos.

-Anasui, por favor, no vayas a...

-¡Muy tarde!

En ese instante sonó el timbre de la casa sacando a todos de lo que sea que estuvieran haciendo, Jotaro solo se tomó la puente de la nariz por milésima vez en el día.

-¿Quién será? – Se preguntó la madre levantándose e ir hacia la puerta. No esperaban visitas.

Rápido tomó el picaporte de la entrada, no sin antes ver hacia la ventana para ver de quien se trataría, mas solo dio con un pequeño canasto asomándose. Aun dudosa, abrió la puerta no esperando a cierto visitante.

-A-Anasui – Dijo en voz baja recibiendo al joven de cabello rosa con una larga y hasta aterradora sonrisa con un ligero canasto en su fuerte brazo derecho.

-¡Señora! – Exclamó abrazándola con la mujer estupefacta y algo temerosa.

-No, no. Querido, tu no deberías estar aquí. – Trató de empujarlo pensando en que Jotaro se enfurecería más de lo que ya estaba si veía al joven ahí. – Jotaro...

-Madame, no tiene que preocuparse por mí. – Comentó con una mano en pecho como si se cautivase por la preocupación de la mujer por su seguridad, aunque no era precisamente la razón. – El señor Kujo me invitó cordialmente a este picnic. Incluso traje algunos sándwiches.

La castaña quedó estática por un segundo. ¿Escuchó bien? Eso le daba algo de gracia a decir verdad.

-No, cariño. No creo que...

-¡Claro que sí! – Habló con mas fuerza resentido de que no le creyera. – Es más, ¡Señor Jotaro! ¡Yuju! – Le llamó casi gritándole con el brazo levantado agitándolo. – ¡Señor Jotaro!

Desde el jardín se escuchaba la voz de este y tanto como Jolyne y Jotaro sudaron frío, especialmente la joven. Giorno solo torció los ojos sabiendo bien quien era, si esa misma mañana tuvieron un encuentro a lo que él consideraría ridículo.

Y sin que la madre pudiera hacer mucho, Anasui entró prácticamente a la fuerza hacia donde estaban su amada y su "suegro".

-¡Anasui! ¿Qué rayos haces aquí? – Muy exaltada brincó de su lugar Jolyne ahora que el otro ya se encontraba ahí. -T-tú no debes estar aquí. – Nerviosa ahora veía a su padre tratando de ver la expresión de su padre o de su próximo movimiento.

Giorno desde su lugar miraba con preocupación por como empalidecía Jolyne.

-Jolyne... - Llamó el rubio queriendo desviar su atención al menos un poco.

-Jolyne, querida. – Decía Anasui en un tono inocente al ver cómo le llamaba Giorno.

-¡Lárgate! ¿No ves que mi padre esta aquí? – Simplemente no quería problemas, ya no más con su padre.

-Esta bien, yo lo invité. – Sonó de repente la declaración de Jotaro con su típica voz llena de seriedad. Haciendo que todos lo volteasen a ver inclusive la madre y Anasui que ingenuamente empezaba a conmoverse. – Anasui, siéntate.

-¿Lo invitaste? ¿En serio? – Cuestionó la mujer no creyéndolo.

Jotaro asintió y tomo asiento nuevamente viendo como el joven de gran proporción se sentaba en medio de Giorno y Jolyne casi obligándolos a separarse para hacerle un espacio. Aquello hizo sonreír levemente al padre.

Jolyne estaba bastante confundida. ¿De verdad lo había invitado? No prestaba atención el hecho de que Anasui se metiera en medio de ellos, veía lo tranquilo y serio como siempre solía ser su padre aun estando cerca del de cabello rosa.

-Mi padre lo invitó ¿Por mí? – Dijo casi inaudible mirándolo fijamente.

Era lo primero que llegó a pensar, pues hasta él sabia lo importante que era para ella desde niña el estar con sus seres queridos en una reunión así. Y Anasui en sí era importante para Jolyne también. La jovencita se enternecía con eso y algo cálido llenó su pecho.

"¿De verdad no ves a un padre dentro de su persona, ni siquiera un poco?" Recordó esa cuestión que le había hecho Giorno ese mismo día y a pesar de que no sabia como actuar al respecto, lo sopesó con agradecimiento. Sin embargo; la madre veía todo muy sospechoso cruzada de brazos. Conocía a Jotaro, lo conocía muy bien en realidad. Su exmarido no era de esas personas que cambiaran de opinión de la noche a la mañana, más si Anasui estaba de por medio.

Giorno en su sitio tratando de comer lo que la amable señora había preparado, incomodo casi sentía el peso de Anasui sobre su costado haciendo que este se removiera lo suficiente provocando que su bocadillo cayera sobre su ropa que hace unos segundos se encontraba impecable. El más alto lo miró de reojo como si se burlara de él, Giorno le miró igual aunque de una manera mas amenazadora. ¿Lo estaba retando o algo parecido?

Francamente, un picnic muy fuera de lugar...

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Shavots bellos :3 Aquí el cap.

Antes dije que serían capítulos más cortos, pero como me dejé llevar un poquitín esta nuit, pos dije "ya shingue su..." (aunque ni fue tanto) Los proyectos de la uni se vienen recios, pero no me detendrá en escribir xd

Espero les haya gustado, de veras que sí :'^ Si ven un error feo perdonar :0 jaja denle amor a Anasui bebé.

Los quiero mucho, son pro! :3 se me cuidan porfa. Felíz día de Batman! Sigan bellos. 

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