Capítulo 30

La castaña bastante tranquila y tarareando una canción, bajó hasta la cocina donde cerca en el comedor, se hallaba Jotaro con una taza esperando el desayuno. Podría verse como una escena bastante normal de marido y mujer, aunque todos sabían que eso era algo muy lejano debido a su situación y que más que nada, era por costumbre y amabilidad de la mujer.

- ¿Por qué no baja Jolyne? – Preguntó sin más para después tomar de su café y olvidándose completamente del rubio menor a propósito.

Y ciertamente, el que sea tan escueto y con ese tono de voz le había molestado a la fémina, aunque ya desde hace días y por obvias razones se encontraba nada contenta con él. No obstante, era calmada y respondería.

-Porque aún no está lista. – Seria y de buena manera le contestó, más Jotaro notó en eso que el tono que había usado no era el usual. Claro que sabía que estaba enojada con él, pero no le demostraría que le importaba o algo parecido, aunque por dentro le había entristecido un poco.

Y como si ese incomodo silencio fuera a ser eterno, el sonar del timbre de la casa se hizo presente y se incrustó en sus sentidos. Con algo de impresión en la mujer y extrañeza en el hombre, pensaron que era muy temprano para recibir visitas, de nuevo...

Si bien, pareciera que la mente de ambos se conectase, pues tuvieron una misma imagen en sus cabezas, y más porque una sabia del retorno de aquel. Y con eso, la mujer quiso ser más rápida e ir hacia la puerta antes de que su exesposo lo hiciera, más este antes de que pudiera poner un pie más adelante, casi pareció correr hasta dar con la manija dorada y abrir la puerta con cierta rapidez que provocó el revolotear de los cabellos del visitante.

- ¿Otra vez tú, maldito imbécil? – Sin ninguna limitación fue lo primero que dijo Jotaro al ver esa cara tan conocida y desagradable para él.

- ¡Jotaro, por favor! – Escuchándolo claramente y yendo inmediatamente a su lado, por fin pudo ver detrás del marco de la entrada algunos cabellos rubios en el aire y brillantes debido a la luz de la mañana.

Aunque eso no era todo, la sonrisa sarcástica y burlesca del rubio indicaba que aquel insulto no le importaba en lo absoluto mientras miraba directamente a Jotaro como si le retara. Sin embargo, eso no duró, pues aquella mirada que ante el sol parecieran de un color escarlata fueron directo a la castaña que le veía desde abajo debido a la gran diferencia de alturas. Con ella, su expresión cambio a una completamente diferente y más amable.

-Tan amable como siempre, ¿Verdad, Jotaro? – Dio una leve risa sarcástica.

-Es muy temprano para tener que soportarte, ¿Qué quieres? No volveré a repetir que no te quiero ver y me importa una mierda si es por Giorno o cualquier otra excusa idiota.

La castaña quiso tomarlo del brazo para que se detuviese, pero Dio no se detuvo en replicar como solía hacer.

- ¿Ni para reparar algo que se le ofrezca a la señora de la casa? Digo, porque ni una mísera lavadora pudiste arreglar y con mucho gusto lo haría de nuevo si ella me lo pidiese. – Refiriéndose a la mujer y tomándose de la cintura viendo la expresión de enojo que le había provocado era como un regocijo, aunque ese no era su objetivo de ese día. – Incluso si tú mismo me lo llegas a pedir, Jotaro. Todos necesitamos de alguien alguna vez.

El que Dio insinué que el hombre llegaría a necesitar de él era algo que le enfurecía. Lo hacía ver menos y él jamás se vería redoblegado por un tipo como él. ¡Por nadie!

- ¡Ni en mil años! Así que, lárgate o llamo a la policía. – Hizo el ademan de que se fuera con su brazo levantado y su dedo índice hacia el exterior.

- ¡Jotaro...! – Quiso bajarle el brazo la mujer.

- ¿Qué? ¿A la policía? – Con bastante gracia cuestionó para reír un poco después. – ¿Me estás diciendo que ni tú mismo puedes hacerte cargo de tus problemas? Por favor, Jotaro, sé que te irritas hasta contigo mismo, pero eso ya es demasiado.

- ¡Eres un hijo de...! – Tuvo el impulso de abalanzarse sobre él y golpearlo. ¡Esa sería la última vez que lo humillara y menos en su propia casa!

- ¡Con un demonio, Jotaro! – Con la fuerza impuesta posible, la fémina lo sostuvo impidiendo el golpe hacia Dio. y su exmarido sin más retrocedió. – ¡Cálmate, yo lo invité a desayunar! ¿Ya? No empieces una pelea sin sentido, ya estamos todos hartos de golpes tontos. – Mencionó refiriendo a las previas riñas infantiles de Anasui y Giorno. El que Jotaro provoque una sería el colmo y más siendo el adulto.

Si bien, eso no era lo importante para el hombre, por lo que se soltó de ella con cierta brusquedad y la miró incrédulo e incluso ofendido.

- ¿¡Qué!? ¿Cómo que lo invitaste? – Con los ojos bien abiertos y receloso, se sentía traicionado. – Aún cuando me ha estado humillando...

-Pues, para empezar, tú eres el único irrespetuoso y el que insulta de la nada. Dio en ningún momento lo hizo. – Con los puños en las caderas, dio a entender bien su punto y el rubio solo asintió con ironía a lo que esta decía. – Así que, como esta es mi casa tanto tuya, y Dio nuestro invitado, te pido que te comportes y lo respetes, ¿Esta bien? – Demostrando cada vez más su enojo a su manera, Jotaro al conocerla sabía que era un punto donde su exesposa no daría su brazo a torcer, tal y como el rubio también sabia.

El de piel pálida de inmediato quiso cambiar el rumbo de esa discusión, pues realmente él no buscaba pelea, por lo que casi ignorando a Jotaro se dirigió a la mujer.

– Como sea, vine como prometí, y espero no haber sido muy inoportuno. – Con una curvatura en una comisura, quiso ser respetuoso.

-Para nada, pasa que el desayuno casi está listo, Dio. – Como si se hiciera a propósito, el de cabellos rubios acercaba su brazo para que la castaña lo tomara y lo guiara hasta el comedor, y como si se leyeran la mente, esta entendió a la perfección y con sus delicadas manos lo tomó adentrándose en la casa.

Con tal escena, a pesar de que fue un movimiento discreto por parte de ambos, Jotaro no evitó notar esa acción y un vuelco en su estómago se hizo presente con las ganas de tragar saliva, ¿Qué estaba viendo y por qué le afectaba? Y la castaña parecía alegre con la presencia de Dio.

No lo diría, pero parecía que el apetito para el desayuno se había esfumado.

...

Con el vapor de la ducha y el pelo medio húmedo, Giorno salió del baño con una camisa puesta y unos pantalones limpios. Sería lo que usaría por ese día, era alguien arreglado y limpio, pero también quería estar cómodo en sus días de descanso en Florida. Tal y como llevaba haciendo desde el primer día.

Estaría tranquilo, pero teniendo a cierto tonto de cabellos rosas y a un malhumorado jefe, tendría que estar alerta. Si bien, su mayor preocupación no era precisamente eso, sino la puerta que estaba a un costado suyo y a unos cuantos pasos; la habitación de Jolyne.

Recordando lo de la noche anterior, seguía apenado y por eso mismo se aseguraba de salir esta vez vestido. Ella era especial y lo que menos quería era ser irrespetuoso con ella o incomodarla, de verdad esperaba que no se encontrara molesta con él, y de ser así se disculparía.

Quería tener otra tarde con ella si se sinceraba, a pesar del percance del día anterior quería seguir a su lado platicando. ¿Y besarla? Por supuesto que querría, pero ahora lo que le había advertido Mista, ya no sabía si era prudente.

¿Qué pensaría realmente ella de él? Era algo que se llevó cuestionando toda la noche hasta dormir.

Si bien, varios minutos antes la castaña había ido a tocarle la puerta para anunciar que el desayuno estaría listo, esperaba verla ahí, pues solía ser muy madrugadora la joven y eso lo sabía desde el poco tiempo que llevaba ahí. Y cuando él salió de la habitación, no la vio en ningún momento.

- ¡Queridos, el desayuno está listo! – Anuncio la madre desde el pie de las escaleras y el rubio joven la escuchó muy de cerca, estaría por bajar, pero al llamar en plural claramente también se refería a Jolyne.

Si bien, puede que ella aún no estuviese con sus padre porque él hace un momento usaba el baño, cuando era ella quien llegaba a ser la primera todos los días.

No debería preocuparse demasiado, pensó Giorno. Quizá solo estaba algo cansada. Y con esa autoconvencimiento, bajó las escaleras con calma esperando solo ver a la mujer y a Jotaro sentado en el comedor.

Haría lo posible por tener un buen día y estar con Jolyne.

- ¡Hijo mío! Dichosos los ojos que te ven. – Sin previo aviso y apenas poniendo un pie a donde dirige al comedor, la voz de Dio se escuchó por todo el espacio haciendo casi un retumbar en el interior del rubio menor.

Sorprendido y con los parpados abiertos, veía a su padre sentado en la misma mesa que su jefe, ¿Estaba viendo bien?

- ¿Dio? ¿Pero qué haces aquí? – Incrédulo, se fue acercado para tomar su lugar. – ¿No es muy temprano? – Y no lo decía con derecho de creer que esa era su casa, si no, más bien sabiendo que este regresaría en cualquier momento y el hecho de que no se llevaba para nada bien con Jotaro.

-Eso fue lo que dije... - Susurró Jotaro siendo escuchado apenas por Dio, pero lo ignoró, no le importaba en lo absoluto.

-Nunca es tan temprano o muy tarde para ver a mi retoño. Ven siéntate a mi lado, mi querida exnovia está preparando un excelente desayuno.

- ¿¡Qué!? – Exclamó Giorno con ese dato sobre la madre de Jolyne y su padre, a la vez que con eso la mujer paraba en su labor con los ojos bien abiertos, y justo el café que en ese momento terminaba Kujo, parecía atorarse por su garganta e inundarse en su nariz.

El hombre comenzó a toser con cierto desespero.

- ¡Jotaro, te encuentras bien! – Dijo Dio simulando preocupación, este sin medir fuerza y por querer ayudar, según él. Con su mano pesada le dio un par de palmadas en su espalda para que pudiese calmar. Mas no solo paró en su descontrol con el café en sus fosas nasales, sino que lo irritó y solo se ganó una mirada enfurecida con el líquido escurriendo de su nariz.

Una escena que, sin querer, resultó graciosa tanto para Giorno como para la castaña. Sin embargo, aguantaron la risa, más pudo disimular mejor el rubio que la mujer que se tapaba los labios con sus dedos, sobre todo porque el joven todavía no cabía en asombro por lo antes dicho.

- ¿Ya te sientes mejor? – Preguntó Dio con falsedad. Y como respuesta, solo recibió el dedo medio de Jotaro.

Nadie le reprochó nada al hombre por aquella grosería, tan solo recibió un pañuelo por parte de la mujer y este la tomó sin mirarla, pues seguía en la mira a Dio.

Giorno algo consternado, habría querido preguntar a lo que había querido decir su progenitor, pero mejor se lo guardaría para después, con la reacción de Jotaro era mejor no hacerlo y menos si Jolyne llegaba a aparecerse en cualquier momento.

-Dio, ¿Qué haces aquí? Esperaba verte sin remedio, ¿Pero justo en casa de los Kujo tan pronto? – Cruzado de brazos sobre la mesa, el padre no paraba en su sonrisa, a pesar de lo antes sucedido, estaba feliz de poder ver de cerca a su hijo mayor sin ninguna pelea de por medio.

-No te pongas a la defensiva tan rápido, pequeño mío. Si estoy aquí es porque fui cordialmente invitado para el desayuno. – Levantó una palma hacia el lado donde estaba la madre de Jolyne, dando a entender que había sido ella, pues igual de haber sido Jotaro él no se la creería ni de broma.

-Ya veo... - Algo incomodo, de verdad que no sabía que decir o más bien pensar. Era una situación tan extraña que jamás imaginó que viviría.

-Aquí están sus platillos. – Amable y servicial la señora, puso un par de platos con deliciosos Hot Cakes con miel encima, uno para Dio y uno para Giorno.

- ¡Oh, querida! Cuanto tiempo de no probar tu comida. – Parecía que le brillaban los ojos al rubio mayor. Eso provocó un leve sonrojo a la castaña por el halago, inevitablemente eso fue algo que notó Giorno.

-No es nada, Dio. Me encanta cocinar.

- ¿Y dónde está mi comida? – Exigía Jotaro y no porque tuviese demasiada hambre, sino solo quería que aquel que detestaba se callara y dejara de hablarle a su exesposa.

No recibió ningún tipo de respuesta, solo el rodar de los ojos de la fémina yendo por lo que este tanto pedía.

- ¡Buenos días! Lamento mi demora. – Por fin y con la llamativa presencia Jolyne se anunció. Todos levantaron su vista hacia la imagen delicada de la chica. Giorno por su parte solo sonrió al verla igual de energética que siempre y sus miradas se encontraron. No obstante, el sonar de la silla siendo arrastrada y Dio levantándose impresionó a la joven por no esperar para nada su presencia. -Señor Dio...

- Querida mía, con caballerosidad me pongo de pie por tu presencia y más por ser la pequeña de la casa. – Como si fuese un príncipe, dio una leve referencia hacia ella haciendo que la chica se sonrojara, aquello que de igual manera le recordó al propio Giorno cuando se conocieron en el aeropuerto.

Con cierta timidez y con la expresión que le hacía lucir más dulce y pequeña, vio como Dio se movió de su lugar y se acercó a la silla vacía para jalarla y ofrecérsela. Una escena algo peculiar y del que apenaba aún más a Jolyne, eso no le gustaba del todo al joven y a Jotaro mucho menos.

¿Qué pretendía? Giorno sabía que era un pretencioso de primera, pero eso era demasiado.

-Dio, por favor... - Algo apenado el menor y con la mano en la frente por no querer ver aquello, pero luego vio con cierto asombro el cómo la chica que le gusta se acercaba aceptando y su mano tomada por la de su padre hasta llegar al asiento.

A Jolyne se le veía con las mejillas coloradas y mirada hacia sus pies.

Sin querer y con cierto recelo, ¿Por qué aceptaba eso o por qué él no hacia eso antes con ella? Pues según recordaba, a la joven no le gustaba ese tipo de cosas.

-Dio, ya déjate de tonterías y no vuelvas a tocar a mi hija, ¿Entendido? – Sin aguantarse, pero más tranquilo a como suele ser, pidió pues si intentaba coquetear con su exesposa era una cosa, pero, ¿Con su hija? Ni que él fuera su padre. Irónico pues cualquier que pudiera leer mentes o interpretar mejor eso, se habría reído en su cara.

Extraño tal vez también, que Giorno agradecía por primera vez el malhumorado carácter de su jefe, era su padre sea como sea, pero el recelo también lo sentía él y no es que fuera posesivo, es solo es el hecho de ser Dio.

Aunque para ese momento, eso quedó a segundo plano cuando la mujer llegó nuevamente con un par de platos, uno para Jolyne y otro para Jotaro.

-Buenos días, amor. No te apures, llegaste justo a tiempo. – Con más ternura en su voz, le dijo a su adorada hija la mujer, con delicadeza posó el plato en su lugar y para la joven su sonrojo cambio a uno tenue en cuanto vio los panecillos bañados en miel. – Preparé Hot Cakes. – Canturreó al ver la reacción esperada en su hija, no eran sus favoritos, pero el dulce en general le encantaba a la jovencita.

Y con el brillo en sus ojos y sus mejillas infladas de felicidad causó cierta ternura en los demás varones, especialmente Giorno, pues por parte de Dio, este llegaba a estar más discretamente atento a las reacciones de su hijo en cuanto ella apareció.

El joven mostraba una sonrisa distinta a la que él ha llegado a ver, incluso cuando estaba con sus amigos en Italia, era una igual de sincera, pero diferente, puesto que incluso un poco visible carmesí se veía en sus pómulos. Claro que la hija de su exnovia causaba terneza en su personalidad, con lo de hace rato y su timidez demostraba que aún era relativamente pequeña muy a su ver, así como con su propio hijo a pesar de estar en sus veintes.

- ¿¡Qué!? ¿Y mis Hot Cakes? – El tono indignado de Jotaro interrumpió a los demás, este veía su comida muy diferente a comparación de los demás. – No quiero caldo de verduras, mujer. – Bastante serio y con molestia le dijo sin reparo. La madre que antes miraba a su niña, devolvió la atención hacia su exesposo y no era nada igual como hace rato, demostraba desinterés y comenzaba a cruzarse de brazos.

- Pues, Jotaro. Creo es hora de cuidar mejor tu alimentación, trabajas duro y necesitas otro tipo de dieta de acuerdo a tu edad, ¿No crees? Panecillos con miel no le haría muy bien a tu sistema digestivo.

- ¿Mi edad? ¿Me estás diciendo viejo? – Irritado, trató de no contestarle de mala manera, pero no evitaba sentirse ofendido. – Dio es más grande que yo y a él si le diste Hot Cakes.

El mencionado se hacia el que no escuchaba, se mantenía quieto tomando los cubiertos y partiendo el pan con educación y elegancia. Los más jóvenes eran los que estaban atentos a los que los otros decían.

-Pues a diferencia tuya y de Dio, él está en buena forma y si me permites, se ve más joven que tú. – Objetando, desvió la mirada para no tener que seguir con esa tonta platica, entonces se retiró a donde preparaba y dejó a Jotaro humillado sin tener tiempo de decir algo más.

Tendrá que comerse ese caldo quiera o no.

Después de eso, ya nadie dijo nada y cada quien comió lo suyo en silencio. Con solo el escuchar de los cubiertos, claro, la castaña no tardó en unirse y era una reunión un tanto peculiar.

Dio al ser el primero en comenzar y en dar bocados grandes, fue el primero en terminar y colocar el tenedor y cuchillo sobre el plato para después llevarlo a donde corresponde.

-No te molestes, Dio. Yo lo llevo. – Dijo la fémina de cabellos castaños al ver lo que este pretendía.

-Para nada, tú termina. No puedo permitir que interrumpas tu desayuno solo para dejar un par de trastes. – Con el guiño en su ojo, se apresuró y dejó ahí a la mujer con una agradable sensación de caballerosidad.

Jotaro tan solo ignoraba, pues de verdad que tenía ganas de romperle la cara al rubio mayor.

Dio regresando casi al segundo, volvió a tomar asiento y miró a cada uno con una jovial mueca.

- ¿Saben? El motivo de mi visita no es solo el pasar un agradable rato con la familia Kujo y mi hijo Giorno. – Los demás que casi terminaban su alimento, miraron curiosos al anunciante. – Yo Dio Brando, sería muy grato para mí el que aceptaran una invitación mía a una cena en el restaurante más lujoso de Florida.

Todos parando en su acción de llevar el cubierto y la comida a la boca, miraron confusos al hombre. La castaña por un segundo sudó frio, ¿Qué estaría planeando? Luego de la larga platica que había tenido con él, era claro que tenía algo en mente, ¿Cierto o era su paranoia?

-Dio, ¿Qué? – El primero en reaccionar fue Giorno. Como respuesta solo obtuvo el apretujón de su mejilla con los dos dedos gruesos.

- ¡Oh, claro que mi amado muchacho está incluido! No serás de la familia Kujo, pero sé que al menos Jolyne y su madre te aprecian. – Claro lo decía con descaro en contra de Jotaro.

- ¿Y eso como para qué? Viniendo de ti hasta diría que es absurdo y estúpido. – Aún cuando su exesposa se haya puesto en su contra, no iba a permitir que Dio o ella hicieran algo del que no estaba de acuerdo... otra vez.

-Huh, no es obligatorio Jotaro. Es más, ya hice la reservación, pero créeme que si no vas no tengo ningún problema, el dinero jamás ha sido problema para mí y tu descortesía no me afecta en lo absoluto.

-Jotaro, no seas maleducado. – Una vez más, la fémina intervino. – Claro que irá, todos iremos. – Con autoridad afirmó a la invitación, cosa que al instante complació al rubio y lo hizo notar.

Con un sonoro soplido y el azotar de los puños de Kujo contra la mesa resonó los platos y demás. No le importaba si era reprendido de nuevo; no y no aceptaría a Dio o alguna de sus propuestas, ¡Ninguna!

Jolyne desde su punto de vista veía todo tan repentino y extraño, por lo que solo atinó en ver a Giorno buscar una respuesta en él, aunque al hacerlo, notó que este estaba igual que ella. Mirando una de sus cejas curveada hacia abajo y la otra hasta arriba, con los parpados incrédulos, para después devolver a la chica.

¿Qué pretendía Dio?

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Aquí los dos caps, banda. Perdón la demora, pero de que seré constante, lo soy. Bueno, Ya casi se viene de lo ultimo en Florida(? osea, no es que ya se vaya a acabar, la verdad falta un ratito, pero viendolo maso, ya cada vez mas vamos llegando. 

Wueno, espero les haya gustado. 

Oh si! queria anunciarles tambien y hacerles comercial  que hace poco subi otro fic, tambien va a ser chikito, se llama Prioridad, tambien Giolyne. Será relativamente corto como Ojos mios, que tambien me falta actualizar xd durante la semana estare entre esas dos. 

Bueno, besos y abrazos, los quiero mucho, bbs <3 


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