Capítulo 24

Once años atrás

Italia, Nápoles

- ¡Esto debe ser una jodida broma! – Tal y como si las mentes de los varones presentes se hubiesen conectado, espetó Dio como si hablara por Giorno. – ¿Me estás diciendo que este cleptómano de cuarta es mi hijo? – Sin tomarse ningún tipo de cortesía para la madre y el joven, exclamó con asco al ver que su supuesto primogénito era un vil ladrón, tal y como pensaba desde un inicio y no se cansaba de decirlo. – ¡Imposible!

La mujer se le descomponía el rostro al escuchar ese tipo de palabras tan despectivas sin que pudiera asemejar lo que decía, el menor solo cerraba los parpados no queriendo imaginar en volver a soportar ese sujeto por tercera vez en poco tiempo, y dos en un mismo día.

- ¡Dio, por el amor de dios!, ¿Te das cuenta de lo que dices? Haruno no es ningún ladrón, claramente lo estas confundiendo. – Con tranquilidad y confianza de que el hombre confundía totalmente al joven y de lo que refería.

El rubio solo arqueaba la ceja no entendiendo cómo una mujer como ella, osaría en insinuar que se equivocaba y se confundía.

- ¡Es que simplemente no lo entiendo! Puede que haya pasado más de una década, Shiobana, pero sabes muy bien que soy un hombre que no se anda con jueguitos tontos. Soy alguien muy estricto en su vida, ¿O requieres que te lo explique, mujer? – Sin importar su descortesía, Dio en verdad le costaba procesar lo que la mujer había dicho, ¿Tener algún tipo de relación hacia alguien como él? ¡No podía ser! Sin embargo, sea su padre o no, a Giorno no le hacia ninguna gracia el cómo se atrevía en hablarle así a su madre.

- ¡Oiga, no tiene ningún derecho en tomar ese tipo de actitudes con mi mamá! – Valiente y sin importar lo antes sucedido con el mayor, Haruno dio un par de pasos hacia adelante cubriendo a la fémina con su espalda.

-Haruno, no... - La mujer intentó apartarlo, pero al ser mas alto y con una rigidez en su cuerpo, no se lo permitió.

- El asunto también es conmigo ¿O no? No quiera desquitarse con ella. – Como si nada de lo que antes pasó le hubiese afectado, ahora tomaba una postura diferente para con el otro. Si antes llega a defenderla de ese mal nacido que se decía ser su padrastro, no haría la diferencia de encarar ya sea el rubio o cualquier otro.

- ¡Vaya! ¿Ahora si eres el valiente? No lo parecías hace rato, te fuiste corriendo como un cobarde allá en ese mercado. – Dijo en modo de querer retarle, más el joven no se amedrentaba. – o ¿Acaso no le has dicho a tu madre de aquel día que quisiste estafarme?

Para eso, Shiobana abrió los ojos mirando a su hijo.

-Hijo, ¿Eso es verdad? – No creyéndolo, solo atinaba a preguntar.

- ¡Claro que no! Tan solo ofrecía un servicio y no se limitó en humillarme frente a todos en el aeropuerto. Madre, tú sabes que no soy un maleante. – Eso ultimo lo había dicho con cierta tristeza cargada en su voz. Después de todo, las palabras del hombre si llegaron a lastimarle y no pudo esconderlo del todo. Dio observaba las reacciones de los otros dos, y miraba con bastante prejuicio al menor, casi como si deseara que admitiera que era un maleante. – No quiera intimidarme, que usted sea un clasista sin valores de mierda no me hace un ladrón.

- ¡Haruno! – Quiso regañar la madre, pero por dentro sabia que eso era verdad. Y no por cómo estaba actuando en ese momento, pues ciertos momentos con Dio le recordaban un poco la personalidad del rubio. – Hijo, él es tu padre...

- ¡Me niego a que este sea mi hijo y esa es mi última palabra! – Totalmente cabreado, Dio no quería soportar la idea y así seria. Era una mentira, ¡Claro que lo era!

-Dio, por favor escucha. – Trató de detener cualquier otra cosa la japonesa, intentando acercase y con su mano posarla sombre el musculado brazo. – Todo esto es un mal entendido, Haruno no es lo que tú crees...

– ¡No me interesa! Créeme que hace unos minutos tenía toda la jodida intención de conocer qué es lo que querías que viera; un supuesto hijo, ¿Y cómo sé yo que no me estás mintiendo? Yo perjuraba que jamás tendría descendencias y ahora viendo a lo que me estas ateniendo ¡Juro que por la tumba de mi padre que no me relacionaré con alguien como eso! – Espetó determinado y señalando a Giorno, pero a la vez también se le veía asustado, ¿Por qué? Ni él lo sabía quizá. Dio no era alguien que podía tomarse las cosas a la ligera o con calma, eso había sido desde siempre y de alguna forma la mujer presente lo sabía.

Con las delicadas palmas cubriendo su boca, las lagrimas de la madre empezaron a empaparse de a poco, en lo único donde tenia esperanza, se estaba desvaneciendo, ¿Qué fue lo que hizo mal? De igual forma, seguía sin comprender lo que haya sucedido entre ambos, pues era obvio que antes se habían cruzado, ¿Cómo no pudo estar presente? De verdad no esperaba este tipo de reacción por parte de ambos, le estaba doliendo.

-Pero, Dio... - Queriendo tocarlo y de alguna forma hacerle ver que no todo era lo que parecía, el rubio en un fácil movimiento no se dejó tomar. Sin querer decir nada más, el hombre amagó despacio en abandonar el hogar, no se sentía dispuesto a seguir soportando cualquier otra estupidez como esa como consideraba, tenia mejores cosas que hacer y en las en qué pensar.

Si bien Giorno, por su parte y así como Dio, no terminaba de digerir lo dicho por su madre y con todo deseo lo negaba. Además de que las frases despectivas que hacia el hombre no le ayudaban para nada, ¿Cómo alguien así podría ser su padre? El joven recordaba una imagen muy distante a lo que llegaba a imaginar sobre su papá bilógico, uno donde también se llegaba a mostrar en esa fotografía de él que tenia desde niño. Podía verse una cara similar y algo borrosa, pero nada comparado a lo que era este sujeto. ¡No podía aceptarlo!

- ¿¡Sabe algo!? – Alzó la voz el menor queriendo llamar su atención y dar a entender que no se acojonaba de ninguna forma, ni con lo antes acontecido. Deseaba hacerlo antes de que se fuera, y esta vez para siempre como cavilaba. – Sea mi padre o no, ¡A mí tampoco me interesa!

- ¡Bien! Al menos en algo podemos estar de acuerdo. – Concordó mostrando de igual manera su decisión volteando a verle. – Shiobana siendo tu madre, claro que hay demasiada posibilidad de que seas de mi sangre y más por juzgar tu edad, pero eso sí, no fuiste deseado, ¡En todo caso fuiste un accidente! Por lo tanto, no eres mi hijo y rechazo cualquier unidad hacia ti.

Como última palabra del rubio y, en definitiva, este tomó con fuerza aquella puerta y la abrió para después cruzar el marco y salir, esa acción, tan solo esa pequeña acción; la japonesa sintió un derrumbar en su interior. Haruno de igual manera sintió un pesar, pero no le importaba o al menos así lo demostraría, se hacía demasiadas preguntas más que nada, ¿Por qué hasta ese momento su madre querría buscar al hombre con el que concibió? Si bien, algo no esperó; su madre sin siquiera mirarlo, fue justo donde Dio había desaparecido y abrió la puerta demostrando cierta desesperación para cerrarla de nuevo a sus espaldas. Apenas y pudo reaccionar el joven ahora viendo que se encontraba solo, escuchando los pasos apresurados de la madre cada vez mas lejos en ese pasillo.

Shiobana corrió hasta querer alcanzar a aquel que alguna vez fue su gran amor y no le costó mucho, aunque Dio ya estaba a una distancia considerable al dar sus andadas agigantadas. La lluvia aun se escuchaba, entonces no le importó tener que empaparse para tomarlo de algún lado.

- ¡Dio, espera! Te lo suplico. – Poco antes de que el hombre saliera con su paraguas negro, la mujer poco fue capaz de palpar las frías gotas. Con varias lagrimas rodeando su fino rostro, pudo agarrar parte del antebrazo del otro. Entonces, Dio poco volteó.

- ¿Qué quieres? ¿Qué no fui muy claro? No quiero tener nada que ver con ustedes, no lo repetiré. – Estaba dispuesto en abandonarla una vez más, pero la mujer no se rendiría. Había armado mucho valor, trabajo y miedo al rastrearlo y poder enviar al menos una débil carta. No iba a perder la oportunidad por un mal entendido infantil.

-Dio, por favor. No sabes cuanto he esperado este día, para que al final me rechaces esta invitación por algo tan absurdo del cual ni siquiera entiendo, al menos déjame explicarte mis razones. – Las lágrimas volvían a brotar y esta vez el llanto era mas fluido ahora que tenia de cerca de nuevo a aquel.

El rubio al verla, pudo sentir algo acongojante en su pecho, pero el orgullo era más grande y cuando tomaba una decisión, jamás daba su brazo a torcer. Por lo que se apartó y se soltó, al menos un poco mas delicado, aunque no quitaba que eso le había lastimado el corazón a la otra.

-No. – Escuetamente, esa fue su respuesta. En verdad no daría retorno, pero como hace un segundo, la mujer no se dejaba vencer o eso quería creer la fémina, por lo que se paró casi brincando hacia el frente del mas alto.

- ¿No? ¿De verdad esa será tu respuesta aun cuando ni me has escuchado? – Se comenzaba a desesperar y su enojo se hacia mas notable. – Juro que cuando aceptaste mi carta, pensé que estarías determinado en saber todo lo que ha sucedido, a mí y tu hijo.

- ¿Aceptar un supuesto hijo al que no conozco? Vine aquí para ver una explicación y ahora lo que vi, no tengo necesidad de estar aquí. Y si él es mi hijo, ¿Por qué no me lo dijiste cuanto antes? Yo no tengo nada que ver, si tú y algún otro idiota lo criaron, ese ya no es mi problema. No hay nada de qué hablar. – Sonó lo mas razonable posible, ahora que solo estaban é y ella, podía pensar con más calma, pero no era una situación similar para la japonesa.

-Pensé... ¡Pensé que eras diferente! Hace muchos años llegué a conocer a un Dio más abierto, aun con tu egocentrismo, tu actitud petulante y arisco, eras alguien dispuesto en escuchar todo lo que yo decía, aun con las exigencias de tu padre y mi abuela allá en Japón. Supiste hacerte entender con las demás personas justo después de nuestro primer encuentro, ¿O es que no te pude conocer lo suficiente y siempre fuiste así? – Eso último, había sido más una reflexión para ella misma que para el rubio que, por cierto, aquello le había dado dónde jamás creyó que le llegaría, más puede que no lo suficiente.

-Éramos unos mocosos básicamente, ¿Qué esperabas, Shiobana? Las personas cambian, tú solo fuiste parte de mi terapia, no creas que has causado un gran impacto en mi vida. – Replicó para no sentir esa falacia dicha por ella como verdad, así pensó. No obstante, esa era una declaración que no esperaba la mujer, por lo que un dolor en el pecho se coló y su tristeza aumentó con más ahínco. Sus labios se encorvaron hacia abajo y sus cejas acentuaron el dolor que se exponía en sus ojos.

Entonces, ¿En verdad ella no significó nada?

-Si-si eso es verdad, al menos podré confesarte que todo esto que has hecho me ha lastimado. A mi y a mi hijo, y digo mío porque no puedo obligarte a aceptarlo. – Queriendo calmar el sollozo, se tomó un segundó para calmarse. – Quizá fue mi culpa al ilusionarme con alguien que sabía no tendría ningún tipo de sentimiento sincero hacia mí, y al no haberte dicho de mi embrazo. Siempre supe que eras alguien difícil y hasta incluso insoportable, pero jamás te creí alguien malo o desinteresado, ahora veo que me equivoqué y no podría avergonzarme más el haber sentido algo por ti.

Con eso último, Dio esperó a que la mujer siguiera hablando, más eso no sucedió. Al parecer, eso había sido todo. Ninguno se movió, la fémina miraba hacia su izquierda y el otro la miraba desde arriba como si nada le importara. Veía el daño en su rostro y el trabajo que le había costado en decir todo eso, ¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora? Parecía que nada, pues los pies de Shiobana comenzaban a moverse para desaparecer de su vista a los pocos segundos.

Aun desde su posición, los tacones de aquella que alguna vez tuvo que ver, fueron sonando cada vez de manera débil, hasta que ya solo escuchaba las gotas de lluvia chocar contra el suelo y su propia respiración; estaba solo al fin, pero ¿Por qué no le hacía sentir mejor? Solo miraba hacia el frente y el nubloso paisaje parecía que representaba su mente.

- ¿Qué carajo acaba de pasar? – Dijo para sí ya no sabiendo que pensar o asemejar.

...

Actualmente

-Fui un maleante a sus ojos desde el primer momento. – Jugando con el pétalo tirado en el pasto, Giorno contaba a la joven con sus ojos impregnados en él. Su expresión demostraba de todo, ¿Cómo alguien como él pudo haber soportado tanto? Si ella creía haber sufrido por la ausencia de su padre, en verdad es que no conocía el sufrimiento ahora viendo lo que el rubio le contaba.

Jolyne, al menos desde su niñez, siempre tuvo a su madre que le cuidó. Nunca le fue negada al amor a la amistad, soñando y viviendo, cantando y riendo sintiendo cariño aun sin la presencia de su padre. Creció algo rebelde quizá, pero, ¿Cómo Giorno siendo alguien tan justo, dando lo mejor de sí, supo vivir todo eso? Incluso olvidando de sobremanera el rencor.

Se sentía culpable de alguna forma, al ser tan débil comparándose con la situación de su propio padre, eso en verdad, no era nada a cómo vivió el rubio.

Como desde hace rato, el joven miraba hacia sus manos y la menor, no hacía más que tomándolo por ratos como si con él sostuviera todo eso que volvía a sentir.

Ella no lo sabía, pero Giorno siempre consideró que a pesar de lo que haya vivido cada uno, no se deben minorizar los sentimientos o experiencias. Eso lo habría sabido si hubiese expresado ese sentir, pero no lo hizo, pues para ella en esos momentos, Giorno era el objeto al que deseaba cuidar y dar soporte.

...

Once años atrás

Italia, Nápoles

Shiobana, muy por su parte, a paso lento regresó a su departamento donde Haruno esperaba sentado en el brazo del viejo sillón. El joven estaba tan ensimismado en su interior y propio entender que no había escuchado a su madre llegar a la puerta.

La mujer apareció abriendo con cuidado la puerta demostrando sus pocas ganas y entonces el menor se reincorporó para acercársele, quería abrazarla y de alguna forma disculparse, pero antes que otra cosa; lo único que había recibido de ella fue una abofeteada.

- ¡Eres un tonto, Haruno! – Dijo sin limitaciones la madre hacia su hijo. – No tienes idea de lo que acabas de hacer.

Sin haber reaccionado al instante, el de cabellos negros tan solo pudo llevar su mano hacia su mejilla irritada.

-No soy un ladrón, mamá. – Con suma tristeza fue lo primero que pudo decir, quiso defenderse, pues todo aquel desastre fue por el prejuicio de ese tipo.

-Eso a mi no me interesa. Al menos pudiste ser menos bravucón como acostumbras, me costó horrores poder localizarlo ¡Y ahora lo arruinaste todo! – Tapándose el rostro con ambas manos, sus piernas se sentían caer, por lo que su cuerpo buscó el mullido y viejo sillón para sostenerse.

El menor, solo la miraba sin saber qué decir, aun con los miles de preguntas que tenia atoradas. Desde pequeño acostumbraba a quedarse callado cuando ella lloraba, pero algo de decía que, por esa ocasión, no debía ser así.

Giorno era alguien que a lo largo de sus pocos años, aprendió a no sensibilizarse tan fácil, a menos de que tocaran ciertas fibras, pero cuando se trataba de su madre, a veces tenía ganas de llorar.

- ¿Por qué, madre?, ese idiota me estuvo humillando en nuestra propia casa y ¿Lo único que haces es pegarme? Sé que dices que ese hombre es mi padre, pero ¿Qué significa para ti para querer buscarlo a estas alturas?

El joven no perdía los estribos, pero le inundaba cierta desesperación. Preguntó directo teniendo en mente una y diez hipótesis, más eran solo especulaciones, deseaba saberlo por las propias palabras de su amada madre.

No obstante, aquella seguía sin responder, manteniendo la misma postura al parecer para también controlarse.

-Cariño, por favor, siéntate junto a mí. – Sin voltearlo a ver, lo invitó a que tomara asiento. El otro sin chistar así lo hizo, y al momento sintió nuevamente la mano de su mamá, solo que ahora en forma de una caricia en su mejilla y, sus hijos llorosos y rojos en los suyos. – Me disculpo por eso, amor. – Dijo refiriéndose a la cachetada, y aun dolido, Giorno tomó la misma mano y la cubrió con las suyas. – -Haruno, créeme que todo esto lo quise hacer por ti, solo por ti.

-Mamá, ¿Qué sucede? – Algo desesperado a que la fémina no se decidiera en hablar, se escuchó el suspiro de Shiobana antes de que formar palabras. – ¿Qué quieres decir?

-Yo... No he sido una buena madre. – Tomando de nuevo aire, parecía en el proceso buscar las palabras adecuadas para expresar. – Incluso ahora, me sigo equivocando contigo y temo que, por mi culpa, no puedas realizarte como persona. – No entendiendo exactamente a lo que iba, el menor quiso hablar, más su madre no se lo permitió. – Dio Brando, es tu verdadero padre y eso de alguna forma ya lo sabias, solo que jamás lo conociste. Y si antes no llegué a contactar a Dio, fue porque pensé que no necesitaría de él y también por miedo al rechazo. – Y para sí, pensó que eso ya no solo era una sospecha, sino una realidad. – Pero hace poco pensaba, que podría quizá aceptarte a ti, siendo un jovencito tan bueno y honesto del que él podría estar orgulloso.

Shiobana, abrazó a su pequeño sintiendo sus brazos amorosos correspondiéndole. El hecho de haber enviado una carta al hombre de apellido Brando, fue con el propósito de que este pudiera darle una mejor vida, una que no había podido dar sobrellevada con sus pésimas decisiones, maltratos y eventos muy desafortunados. Pensaba que así tal vez Haruno dejaría la vida callejera y como taxista y enfocarse en él para un futuro prometedor, así como Dio.

-Pero madre... - Separándola tomándola con los hombres, de inmediato comenzó a negar. – ¿Por qué crees que mi vida es absurda? Tengo trabajo en el aeropuerto, voy a la escuela, tengo techo y comida, ¿Qué puedo necesitar de ese imbécil? Te prometí que saldríamos de aquí.

Con eso, la mujer volvió a gimotear, es que ¿No veía el punto?

- ¡Ese es justo el problema, Haruno! – Tu no tienes ninguna obligación conmigo, soy tu madre, quien debería sacarte de aquí esa soy yo y ese era mi objetivo; el que Dio te lleve a una mejor vida. Yo solo he estado arruinado tu vida con mis malas decisiones...

Tenia la esperanza de haber hecho algo bueno por primera vez como madre, pensó.

...

Un par de días fueron pasando y tanto Giorno como su mamá, no dijeron más sobre el asunto de Dio. Si bien, no lo olvidaban, pues no era algo fácil de hacer como si nunca hubiese sucedido. De todos modos, el joven seguía haciendo su vida y su rutina como siempre, y para su suerte no se ha vuelto a topar con el susodicho.

-Narancia, lamento mucho lo de aquel día en el mercado. – En el teléfono público, el joven quiso contactar a su amigo queriendo disculparse. Había prometido ayudarlo a buscar el regalo de Fugo y se fue corriendo dejándolo sólo.

- ¡Hey! Ya te lo dije, no hay problema. Aunque si me dejaste preocupado. – El de piel apiñonada y ojos amatistas, vistiendo un delantal sucio y una red para pelo, se tomaba un descanso de su trabajo temporal usando el teléfono del local. – De verdad que no tenia idea de que ese imbécil te etiquetara de ratero y además de que él fuera tu ah... ¿Padre? – Comentó con miedo a la imprudencia.

-No es mi padre, o a eso no me consta y a decir verdad me importa más un pepino a que lo sea o no. De igual forma, lo que me preocupa ahora es que perdiste tu trabajo.

- ¡Pff! Ni te apures, que ese era un trabajo de mierda, créeme que estoy bastante mejor aquí. – Animó el joven mayor, aunque la paga sea menor, el ambiente era mas sereno y menos estresante. – Y el regalo de Fugo, ya lo tengo cubierto, puse nuestros nombres en la tarjeta.

-Gracias, amigo. Te debo una.

- ¡Para nada! A quien deberías agradecerle es a Mista, me vendió el perfume que le regaló su mamá. Dice que es para una chica, pero creo que exagera. – Se encogió de hombros. Aunque recordando el aroma, si era algo dulce para un chico. – Espero le guste.

-Lo hará, Nara. Lo hará... - Convenció el joven menor agradecido y animándose mutuamente. Si bien, la llamada pronto colgaría al escuchar desde el otro lado el cómo llamaban al moreno para regresar a laburar.

– Huh, tengo que colgar. Hablamos luego. – Casi como si cortara de repente, Haruno escuchó el pitido de cuando se colgaba. Con tranquilidad, colocó de nuevo el teléfono y regresaría al aeropuerto a con su trabajo de medio tiempo.

No obstante, un tanto ensimismado más en su interior que en eso o cualquier otra cosa o en la reciente llamada en sí, Giorno llegaba a mirar a sus alrededores como si se sintiera asechado, y claro que sabia qué era esa sensación. Pero procuraba no tomarle mucha importancia.

Solo sabía que en cuanto aquel hombre se fuera del país, estaría más tranquilo. Pero, ¿Cómo eso lo sabría? Eventualmente esperaba olvidarlo hasta que no se diera cuenta. 

___

Shicos <3 ¿Cómo estan? :3 espero les haya gustado, pero que creen? xd hoy hay doble actualizacion! whooo! La vez pasado dije que este seria un cap largo y el ultimo con flashbacks, pero como estaba saliendo en verdad bien pinche largo, decidió separarlo en dos. Porque estaba quedando en verdad como dos capitulos de este tamaño en uno, y mejor decidí separarlo. En un ratito subo el que sigue <3 los quiero. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top