Capítulo 19

Cielo grisáceo y vista acuosa, un horrible tráfico que le incrementaba la punzada de su cabeza y sentía que se volvería loco si no llegaban los próximos diez minutos, más trataba de alejar ese tipo de pensamientos.

Eran días de lluvia y como detestaba esos días húmedos. Era como si fuesen una burla a su dolor o así lo sentía. De cualquier forma, era algo a lo que debía ignorar o en cualquier momento estallaría o así creía.

Miraba con resignación las gotas resbalarse por la ventanilla, se recargaba lo más cómodamente posible de ese asiento de piel y pasaba desapercibido el paisaje ligeramente borroso. Mientras, pensaba y a la vez no, luego de haber refunfuñado un sinfín de insultos hacia todos y a su propia suerte se sentía bastante cansado, tenía sueño y no le importaba hacia donde iba a parar. Si bien, hasta cierto punto confiaba.

¿Pero, por qué ahí? El auto que lo llevaba tenía un andar relajado debido al atorado camino y aun sentía las náuseas después de haber bajado del avión. Seguía irritado, pero ya ni se esforzaba en reñir o lo que sea que su padre le había impuesto, lo único que necesitaba era un baño urgente y seguir bebiendo como lo ha estado haciendo desde hace ya un tiempo.

-Joven Dio, pronto llegaremos a...

-¡Sí, sí, cállate! – Calló con al servidor no queriendo escuchar al de traje negro encargado de escoltar al menor, aquel que le ha acompañado desde que fue arrastrado en ese viaje. – De una vez te digo que en cuanto ponga un pie a esa estúpida casa, quiero a la servidumbre lista para que me preparen un baño caliente ¡Y rapidito!

Sin haberse inmutado el hombre ante la pedante actitud de Dio, asintió levemente tomando un teléfono y de una vez dando órdenes al personal que atendía dicha casa propiedad de Darío Brando, es decir; el padre de Dio.

Con eso tuvieron para que el resto del transcurso quedara en silencio y el rubio cerrará los ojos queriendo olvidarse de su dolor de cabeza y sobre todo, a cierta joven castaña que no dejaba de rondar en su cabeza.

Todavía lograba ver con claridad su dulce rostro, su voz tan suave. No obstante, también a aquel que prefirió, ¿Por qué? No lograba olvidarla y cada día que pasaba parecía incrementar su dolido corazón y ego.

En cuanto menos supo, el elegante auto color negro último modelo y transportado desde occidente, se detuvo ahora solo escuchando las gotas de lluvia caer sobre el techo corredizo y las ventanillas. Abrió los ojos con el ceño fruncido y sin remedio tuvo que incorporarse un poco o jamás saldría de ese automóvil, aunque quisiera, tenía más las ganas de tener el agua relajar sus músculos. La famosa casa, una de tantas que estaban a nombre de su padre, no llegaba a verse del todo y no es que le importase mucho, si bien, era su primera vez ahí.

No había dado cuenta al principio, pero ya tenía la puerta abierta frente a él con una gran sombrilla ya cubriéndolo a él y a su acompañante. Y aunque fuese mucho más alto que el mayor, este levantaba el brazo sin ninguna queja resguardándolo de la lluvia.

Éste algo apresurado e incómodo, cerró la puerta tras de sí ya siendo guiado a la gran entrada visiblemente con ese toque japonés tradicional que llegaba a caracterizar a las mansiones de aquella cultura. Casi se asqueaba al saberse dentro de un lugar así, pues le recordaba a cierto idiota de carácter indeseable que le robó a su novia. ¡Todo le recordaba a ellos!

-Bienvenido, joven Dio. – Antes de haber recaído en esos pensamientos como solía calarle, la voz de una mujer visiblemente mayor y claro japonesa, le interrumpió dándole la bienvenida. No obstante no devolvió el gesto ni nada similar, fue adentrándose de largo recibiendo la misma calidez del resto del servicio en hilera.

Tenía en mente solo llegar a la bañera, retirar sus zapatos y demandar un buen masaje lo antes posible o recibirían su furia. Pues, ¡Vaya que se desquitaría! Y no solo por los problemas que ya tenía consigo, sino en venganza a lo que le había forzado su padre y en salir de ahí lo antes posible.

Estuvo por tronar los dedos queriendo ordenar aquello. Sin embargo, la voz de una mujer le interrumpió, que incluso taladró sus propios sentidos. Ante eso, volteó media espalda con la misma compostura y egocentrismo con el que había llegado, ahora mirando hacia dónde provenía.

Pudo ver una reprensión que supo no era dirigida a él, más otro lo hubiese escuchado sintió los nervios violentándose.

Era la misma anciana que le había saludado primero, pero había algo que no había notado desde que entró y no es que le hubiese importado realmente, pero a quien reprendía era a otra mucho más joven vestida tal cual a los demás criados.

Se trataba de un regaño de aquel idioma que no entendía, cada vez menos discreto haciendo que los demás presentes se apenaran. Aunque dentro de todo eso, algo le llamó la atención; la joven japonesa quien rodaba los ojos y se cruzaba de brazos mostrando lo poco o nada de interés de lo que le decían.

Dio quizá un poco intrigado, se quedó en ese lugar ahora viendo como esta joven luego de ser reprendida, iba en su dirección con notable desagrado, apatía y con un andar un tanto altanero.

-Sea bienvenido, joven Dio. – Le dirigió con el obvio acento de su región, pero sin la pena de demostrar su indiferencia y sin siquiera mirarle. – ¿Gusta que lo lleve directo al baño? O ¿Tal vez desea algo antes? No sé... – Finalizó escueta mascando el chicle que tenía dentro de esos labios pintados de rojo oscuro.

Aquel mal educado acto, hizo al joven rubio arquear la ceja un tanto impresionado por el tedio que tenía en apenas dirigirle la palabra. Desde atrás, se escuchaba la desaprobación de la anciana.

Era la primera vez que una mujer tenía el atrevimiento de hablarle así, ¿Qué no sabía con quién trataba? La observaba con el usual toque intimidante y esta parecía no sobresaltarse ni por la gran diferencia de tamaños, teniendo una postura para nada profesional y mirando con sus maquillados ojos hacia cualquier otra esquina.

-¿¡Cómo osas...!? – Y antes de que Dio pudiese decir algo en contra de esa joven.

–Venga conmigo, señor Dio. – La pronta llegada de la anciana lo tomó del brazo queriendo ella misma guiarlo a la tina ya lista. – El baño que tanto ha esperado está listo y supongo que querrá relajarse lo antes posible luego de tan largo viaje. – Con tono amable y disimulando su disgusto, junto con otros del ese servicio lo llevaron.

Siendo casi apurado con sutileza por varios de los sirvientes, se dejó llevar ciertamente dándose cuenta de lo cansado y hastiado que estaba. Pero antes, dio una rápida mirada hacia la joven japonesa de cabellos castaños casi negros con la misma indiferencia que le había impresionado.

¿Cómo es que alguien así trabaja para alguien tan importante y poderoso como lo eran los Brando?

...

Olvidándose de cualquier asunto o al menos tratando de solo disfrutar la serenidad de ese espacio, se relajaba dejándose ser.

Con una toalla caliente sobre su frente y su cuerpo desnudo sumergido en la gran tina típica japonesa, es atendido con varias de las doncellas parte del personal contratado. Sintiendo el vapor en sus mejillas y los magistrales masajes que tanteaban sus fuertes hombros.

Desde hace tiempo que no se relajaba así o para él habían pasado casi una década, y aunque su cuerpo estuviese mucho mejor, su mente aun daba vueltas.

De tener la repentina imagen de cierta exnovia de sonrisa radiante y ojos amables, en verdad era inevitable no dejar de pensarla, y de repente, sintió el ansia y resequedad en sus labios; tenía sed, mucha sed.

Queriendo saborear el dulzor de aquella bebida y no precisamente una soda, no dudó en levantar la mano del agua y chasquear los dedos llamando la atención de las presentes con los ojos bien abiertos.

-Quiero vino, ¡Ahora! – Después de dar la orden, espero a que alguna de inmediato trajera una copa muy bien servida. No obstante, no recibió respuesta o algún movimiento al respecto. Tan solo se percibió la incomodidad de estas y con eso, Dio supo en que nadie le atendería. – ¿Qué están sordas o no entienden mi idioma? ¡Estoy ordenando que quiero mi vino en este mismo instante! ¿Fui más claro?

La fuerte demanda causo miedo en las jóvenes que de igual forma no respondieron haciendo que Dio se indignara terriblemente y detuvo el masaje abruptamente levantándose de la tina sin ningún pudor frente a las féminas.

El grito femenino fue claramente escuchado desde afuera llamando poderosamente la atención del acompañante y demás personal japonés, haciendo que de inmediato corrieran directo a donde se encontraba Dio.

-¡Joven, Dio! ¿¡Se encuentra bien!? – Fue lo primero que dijo el hombre mayor al abrir las puertas de bamboo y recibiendo el vapor contra su arrugado rostro. Detrás de él se encontraba la anciana y más empleados igualmente alarmados.

-¿Bien? ¿¡Que si me encuentro bien!? – Comenzó Dio sin molestarse en tomar una toalla o cubrirse con las mujeres totalmente sonrojadas y con las manos tapándose la cara. – ¡En lo absoluto, he sido insultado por todas estas mujerzuelas! – Sacó un pie de la tina. – Ordené vino y estas estúpidas no obedecieron a mi orden. ¡Y no me importa si no me entienden, soy Dio Brando y ellas están para respetar...!

-¡Lo siento mucho, joven Dio! Pero el vino o cualquier bebida alcohólica dentro de esta mansión no existen para usted. – Con respeto y con el profesionalismo que siempre le ha caracterizado al mayor, le comunicó haciendo que el joven rubio parpadeara un par de veces no recibiendo con claridad el mensaje.

-¿¡Qué!?

-Lo que escuchó, mientras usted esté aquí en esta casa o en cualquier lado de Japón, me aseguraré de que no pruebe ni una sola gota de alcohol, ¡Ni un chocolate envinado!

De a poco asimilando lo que este decía, el rubio comenzó a reír haciendo retroceder a las mujeres que le atendían, pero tanto la anciana y el acompañante no se dejaron asustar por la irónica y macabra risa.

-¿Me estas jodiendo? – Se puso una mano en el pecho desnudo no creyendo lo que escuchaba. – No puedes negarme nada, ¡Nada! Soy Dio Brando, hijo de...

-Fue el mismo Darío Brando quien me ordenó en no permitirle estar cerca de este tipo de bebidas. Por eso está aquí, joven Dio. Estamos a servicio de quitar su vicio y hacerle olvidar todos sus problemas que dejó en América o a esa mujer. – De solo mencionar a la castaña, Dio sintió una fuerte punzada y la furia apoderándose.

En eso e ignorando la indignación del rubio, el mayordomo se dirigió a la anciana asintiendo con la cabeza dándole a entender algo, después de recibir la afirmación, esta se dirigió a quien sabe dónde desapareciendo de su lado.

Dio estaba que no cabía en su enojo y en la humillación que sentía. No era un niño y ni su padre o cualquier sirviente de cuarta tenían derecho en decidir por él ¡Y menos de mencionarla a ella! ¡Era un complot, un jodido complot!

-Estas yendo directo a tu despido, ¡imbécil! – Completamente enloquecido, a paso pesado fue directo al hombre que no se movía y mantenía la recatada postura. No temía, pues ya lo tenía todo cubierto, y es que antes de que advirtiera Dio, un par de hombres tan corpulentos o más que el joven lo tomaron en cada esquina antes de que cometiera cualquier estupidez. Por supuesto, aun desnudo pues su irracional forcejeo no dejaba ni para cubrirle sus partes íntimas.

-¡Suéltenme! ¡No soy un maldito desquiciado! ¡No pueden hacerme esto, juro que se arrepentirán de esto! – Casi cargándolo y mojando todo a su alrededor, fue arrastrado hasta su habitación destinado para un joven problemático de grandes músculos y ego inflado; así es, Darío Brando tenía todo bien planificado. – ¡Soy Dio Brando, maldita sea!

Frente a todo ese espectáculo, las risas descontroladas de cierta mujer joven y rostro bien maquillado se escuchaban por toda área donde sucedía el pintoresco incidente. Apoyada en una mesa y con las manos sosteniendo su agitado estomago por lo hilarante de la situación. Ver a un hombre de occidente desnudo gritando como idiota no era algo que se veía todos los días en su aburrida vida de criada. Y a pesar de todo eso, sus ojos no habían dejado de seguir a semejante "ejemplar" que cargaba el famoso y ególatra Dio Brando.

Un buen rato después, horas quizá y a decir verdad no importada; encerrado y con los humos aun hasta cierto límite, Dio meditaba o maldecía, más bien insultaba con todas las malas palabras que se sabía a todo mundo, solo que ahora sumando a más gente y con más ahínco.

Vestido solo con una bata dorada sacada de su maleta, por supuesto. Se mantenía quieto sentado en la gigantesca cama típica americana como siempre gustó usar para dormir. Sostenía su mejilla con el puño, a su vez que se apoyaba por su pierna. No mostraba ningún otro movimiento más que sus profundos suspiros que subían y bajaban su fornido pecho. De vez en cuando tragaba grueso queriendo disipar el nudo en su garganta y tratar de relegar el fuerte sentir que aún le acongojaba. Jamás imagino que algo así llegaría a calarle tanto...

Hasta cierto rato, el sol comenzaba a ponerse y la oscuridad comenzaba a agarrar terreno sobre toda la habitación. Estaba en silencio, se sentía mal emocionalmente y no era algo que estuviese acostumbrado a lidiar, juraba que todos estaban en su contra.

Sumido ya en su poca tranquilidad, de repente los suaves toques de su puerta despertaron sus alertas.

-¿Qué carajos quieren? – Respondió agresivo de manera inmediata, mas no obtuvo respuesta de ningún tipo. – ¡Largo! Me querían encerrado, ¿O no? – Volvió de pronto a sonar los mismos toques, ¿Acaso se burlaban de él o qué demonios? Harto, se paró de la cama a abrir estando dispuesto en golpear a que sea que estuviera detrás aun si llegara a tratarse de esa estúpida anciana.

Preparando su puño y su furia en él, abrió rápido queriendo liberarse y desquitarse, pero antes de que pudiera hacerlo; la energía que había impuesto en esa acción se detuvo al ver a alguien que no esperaba o más bien no había pensado desde aquella última vez.

El aire que daba luego de abrir bruscamente la puerta, provocó el ligero revoloteó en los cabellos largos castaños oscuros, cosa que hacía más énfasis al inesperado descubrimiento.

El rubio quedó mudo y solo miraba a la joven cruzada de brazos, y con una mirada quizá traviesa a la vez que daba una media sonrisa al contrariado Dio.

-Solo vengo a avisar que la cena del joven Dio le espera en el comedor principal. – Comunicó la joven japonesa en un tono que se podría considerar pícaro. Luego dio la vuelta moviendo discretamente las caderas, pero de igual forma haciéndose notar.

Una impresión muy diferente a la que había tenido al principio. Ahora le veía a los ojos y meneaba el cuerpo como si fuese una chiquilla interesada, ¿Y a esta loca que le pasaba?

Al alejarse esperando a que el otro la siguiera, el rubio quedó por unos segundos estático no dejando desapercibido el paso sensual y cierta parte trasera que se movía armónicamente a los pasos de la chica. Algo que tan solo supo admitir, que esa chica tenía muy buen trasero.

Espera, ¿Cena? Pensó. Entonces sus ojos quisieron verificar que no había escuchado mal, miró hacia afuera y notó que ya había oscurecido, además del agradable olor a carne que se hallaba más al fondo.

Si bien, tenía bastante hambre pero al ver aquella mujer que casi danzaba para él, estaba tentado en seguirla hasta el comedor principal como ella momentos antes había mencionado.

...

Eran cada vez días más soleados, las lluvias veraniegas poco se hacían presentes desde la llegada de Dio a Japón y a esa mansión. Si bien, era tan solo coincidencia, pues aun fuesen más brillantes las horas, los pleitos y berrinches del rubio hacían toda una hazaña el trabajar ahí y en soportar al hijo de los Brando.

No obstante, no todo era horror, sino risas y así era para una sola persona; la joven de caderas atrayentes de maquillaje bien pronunciado. Risotadas para nada comparadas con las de una dama, era alguien vulgar y quitada de la pena. ¿En qué momento había encontrado tan divertido su trabajo? Aunque ella no trabajaba precisamente, era más una espectadora con el uniforma blanco y nieta de la ama y señora que cuidaba de la mansión.

La joven, claro, tampoco era alguien que fuese fácil de ignorar. Sus taladrantes carcajadas eran motivo para una buena regañada por parte de su abuela, cosa que a su vez; esa chica llegaba a estar más presente en la actual vida de Dio.

Desde la mañana y hasta en la tarde, ellos se encontraban sin hablarse que no sea fuera del protocolo, la chica seguía demostrando su desinterés. Aunque las miradas dedicadas hacia Dio, daban a entender otra cosa.

No era que le llegara a la mente, pero esa distracción que causaba la criada en él llegaba a ser beneficioso, pues era algo que ocupaba sus pensamientos en vez de aquel dolor que había causado la castaña en América.

Incluso tenia días donde solo la observaba haciendo cualquier cosa, pues siempre donde él estaba, ella se hallaba cerca y a merced de todo su panorama.

¿Traerá algo entre manos? Su instinto dice que sí, pero su orgullo le decía que no debía mirar ahí, hacia alguien tan poca cosa como lo era esa mujerzuela.

-Estúpida... - Llegó a expresar sin ningún remordimiento al pensar en ella.

No queriendo alimentar las sucias intenciones de esa tonta, un día como muchos otros en esa casa; pretendía salir, pero no precisamente a un paseo o algo por el estilo, no, ¡Quería alcohol! y alejarse de la aburrida vida de ancianos dentro de ese lugar. Y del poco japonés que había aprendido durante su estancia, confiaba que podía pedir al menos una copa.

Sería al menos una noche y a la marcha sabría cómo sobrellevar toda posible sospecha que seguramente harían. Si bien, intentaría no levantar ninguna. ¡Era Dio, por supuesto que podría hacerlo!

Manteniendo la paciencia durante los próximos días ya no dando ni siquiera un vistazo a esa joven, en mente pensaba en el pequeño plan armado para salir; así es, se escaparía. Si creían que se quedaría cual perro obediente ¡Estaban muy equivocados! Conocía a la perfección el método de seguridad que usaba su padre, sería bastante fácil y se creía lo suficientemente ágil para esquivar las posibles cámaras instaladas. Bueno, si es que ese vejestorio de casa tenía algo como eso o tenía la estructura para ello.

Con cierta ansia, aquella noche llegó y estaba más que listo. Al ser una bola de ancianos y las doncellas que antes le tuvieron miedo renunciando ese mismo día, no había nadie despierto. Tan solo quedaría aquella jovenzuela, pero no era de preocuparse como consideró o si se sinceraba le daba igual.

De cualquier forma, ya estaba dispuesto en ejecutar su salida. Sacó la cabeza atravesando el marco de la ventana y antes de que pensara en algo más, puso un pie en esta saltando del cuarto que había sido solo diseñado para él.

Al pisar el pasto, se mantuvo ahí esperando por una posible alarma, más nunca llegó. Complacido dio otro paso con el sonar de la yerba al ser pisada esperando por otra alerta y como la vez anterior, no sucedió.

-Huh... - Casi dejó salir un bajo suspiro, era algo que indicaba que estaba más relajado.

Sin querer demorarse más, se escabulló y para muy su sorpresa, al parecer no había ninguna seguridad a la que acostumbraba. ¿Será que su padre en verdad confiaba? Aquello lo mantuvo pensativo, aunque después se encogió de hombros ¡Da lo mismo! Esta era su noche y no desperdiciaría ni un segundo pensando en él o en cualquier idiota que le ha jodido la existencia.

Atravesó el jardín para ya dar en la extensa tierra de esas calles un poco rurales, pero que llega a verse limpio y fresco. Al ser de noche y no muy seguro de dónde dirigirse, más se decidió en seguir las luces y el bullicio de gente que se escuchaba un poco a lo lejos, pero a la vez cerca.

Sin miedo o algo que le haga retroceder, con paso seguro y tal vez atrevido dio con un pequeño, pero ruidoso bar, muy sencillo comparado a los que acostumbraba ir. No dudó en poner un pie al interior, que ya dentro sentía la música invadiendo sus oídos, una muy tranquila a decir verdad. Sabía que los japoneses eran tranquilos, pero no supo qué tanto.

De todas formas, rápido azotó un billete en la barra haciendo que el barman se sobresaltara por el golpe. Dio al saberse ya atendido y el extrañado hombre, el rubio dijo la frase que había practicado en japonés para pedir lo que ha estado deseando desde hace mucho tiempo. No muy seguro el otro, tomó el billete y lo examinó a contra luz, luego negó con la cabeza no aceptándolo, eso hizo cabrear al segundo al joven.

-¿¡Qué!? ¿Sabes a quién le niegas? – Dijo a su propio idioma y estuvo por tomó del cuello de la camisa al pobre hombre, pero las delicadas manos de una mujer lo sostuvieron evitando a que llamaran a seguridad.

-Cariño, tranquilízate. – Como si de otro mundo alguien le hubiese llamado, sintió escalofríos al escuchar esa voz. Dio la vista a su lado y no podía relacionar nada, solo quedó impactado por la persona que le tocaba. – Dio Brando. – Lo nombró la fémina como si quisiese grabar en su mente ese momento tan hilarante. – ¿Sabes los problemas que tendrías si alguien de la mansión se entera que estas aquí?

Estando un poco más consciente de la situación, pudo reconocer ese acento y el particular tono hablándole. Luego observando el maquillaje resaltando a más no poder sus sensuales facciones orientales, vio a una persona que llegaba a expresar más la naturaleza de aquella criada que desde hace días que trataba de llamar su atención.

-¿Tú qué haces? No deberías estar aquí. ¿¡Cómo es que estas aquí!? – Indudablemente asustado por los posibles futuros que esta situación llevaría, solo ocasionó una pequeña carcajada en la joven. No le respondió y dedicó unas palabras al barman dando a entender que ignorara el comportamiento del rubio, pues este siguió con su trabajo.

La chica volvió su atención al corpulento joven, no resistiéndose quiso aprovecharse un poco.

-¿Sabes? No me haré responsable de lo que pudiera pasarte si ese anciano, mi abuela o tu propio padre llegaran a saber de tu escape, y ¿Para qué? ¿Para beber?

-¿Me estas amenazando? – Indagó, pero así se sintió mostrando su severo carácter. Si bien, no provocó más que el placentero momento para la chica.

-No, en lo absoluto, querido. No soy como de esas tontas que les gusta delatar por algo tan banal. – Se acercó y poco tocó con un dedo el pecho contrario. – Y menos cuando se trata de alguien tan guapo y divertido como tú, Dio.

Percibiendo el perfume barato de su ahora compañera, dejó relucir una media sonrisa. ¿Qué se podría hacer en un momento como ese? Los intencionados insinuaciones que le ha estado haciendo, ahora se veían más explicitas teniéndola ahí tocándole y a pocos centímetros de distancia.

-¿Qué intentas hacer? – Y no preguntó solo por ese instante, sino por querer llamar su atención.

-No es nada complicado. – Comenzó captando la verdadera pregunta. Sus rostros se acercaban y sentía el aliento fresco de la joven haciendo que hablase un poco más bajo. – Solo quiero conocer al afamado y poderoso Dio Brando, pasar un buen rato tal vez.

Y sin preguntar, la chica juntó su boca con la del rubio siendo totalmente recibida, saboreando el dulzor de su labial que recordaba a la frambuesa.

La vergüenza que habría tenido Dio en cualquier otro momento por poseer los labios de una mujer como ella quizá la habría empujado y probablemente demandado.

De analizarlo bien, no era alguien a quien podría tomarse en serio; no, para nada. Incluso creía que no cuidaba su delicado aspecto pareciendo alguien fácil de tener, vulgar que llegaba resaltando su actitud de zorra, pero...

¿Por qué le excitaba tanto?

Estaba muy bien vestida con las piernas expuesta y un escote que revelaba a ese gran par que llegaba a esconder por culpa de ese uniforma blanco.

– Tal vez no sea una coincidencia el que nos encontráramos aquí. – Comentó de repente Dio separándose de ella, aunque tiempo no tuvo para decir algo más. Los jadeantes labios de la chica nuevamente se pegaron a los de él ya colgándose de su cuello.

Por esa noche, esa joven japonesa había sustituido por completo el alcohol o sus ganas de beber, pues solo deseaba poseer su boca. Y por dentro quería tenerla, a esa exótica japonesa de actitud altanera y excitante.

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Hola, chicos <3 ¿Cómo están? xd 

Bueno, aquí el cap, espero les haya gustado! Espero les este gustando el tragico pasado de papi Dio xd jsjs

Ya saben, si ven una cosa fea o así pido disculpas :'^ mi vista es de topo o de anciano o no sé jaja 

Oh! sisi quería comentarles... Estaba pensando en escribir una precuela de esta fic, como un "universo fickero" digamos, solo que dicho fic que les digo se centraria en FugoNara, obvio teniendo referencias de esta historia y por su pollo saldria Giorno/Haruno adolescente. La leerian? me gustaría saber que piensan :'^ seria a ammm mediano plazo, pues tengo fics que terminar y mientras estructurarla sisi. 

También queria saber, si les esta llegando las notificaciones de las actualizaciones de Wattpad, como que siento que no o a mi no me llegan :'^ 

Bueno, eso es todo! muchas gracias por leer, nos leemos pronto. Les mando un beso y un abrazo, los jamo, se me cuidan porfi <3 *Muak* 💚❤️💛💙💜❣️💗💖💘💕💝💞

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