Capítulo 15
La castaña y Jotaro permanecían sentados en el sofá mirando televisión, aunque aquella pantalla era lo que menos prestaban atención. Sentados en cada esquina y sin dirigirse la palabra, se mantenían quietos con sus propios pensamientos y tal vez esperando el momento para que el otro se dignara en decir algo.
La mujer con una pierna cruzada, apoyada con el codo en el brazo del sillón y su mano sosteniendo su mejilla; sentía la presencia de Jotaro con algo de extrañeza y no sabía cómo interpretarlo, pues conociendo bien al hombre, su respiración se le notaba nerviosa.
Puede que en algún otro momento le habría preocupado, más eso se moría cuando a su mente volvía al desinteresado hombre que alguna vez fue su esposo. Pensaba en que tal vez su yo del pasado habría llorado toda la noche después de su exaltación contra ella, pues solo había sido un llanto silencioso con su hija a un lado queriendo consolarla. Y aunque el temperamento descontrolado de su exesposo la haya lastimado hasta cierto límite, ahora lo sentía diferente. Sentía más que nada decepción y le hacía recordar cada uno de los motivos por la cual su matrimonio no pudo prosperar.
Jotaro por su parte, estaba bastante incómodo. Teniendo a la madre de su hija acomodada sin ninguna preocupación aparente, le hacía sentir raro. La noche anterior le había gritado y dicho algo que visiblemente la lastimó y ahora parecía totalmente normal. No estaba seguro, pero luego de haberla seguido, juraba haberla escuchado llorar al menos un poco a la par que Jolyne maldecía, y en ella también se pudo percibir el dolor.
Miró de reojo a la castaña que miraba fijamente a la televisión, su expresión no se mostraba contrariada o algo similar, quizá era la muestra de decepción que tenía hacia él. Como si se arrepintiera de algo y eso de alguna forma le oprimía, aunque haya sido meramente su culpa.
Ambos estaban ensimismados en sus pensamientos que tardaron en percibir los gritos afuera de su casa. Sus ojos se abrieron de par en par cuando escucharon la voz de Dio gritar y tocar varias veces su puerta con fuerza.
-¡Jotaro, abre la maldita puerta! – Gritó y le importaba poco que armara un alboroto como suele acostumbrar.
Jotaro con una vena apenas asomándose en su frente, ambos se dirigieron rápidamente a abrir al susodicho y antes de querer preguntar cualquier otra incógnita que estuviera en su cabeza, callaron no esperando en ningún momento teniendo al rubio mayor en cada mano a Giorno y a Anasui cual cachorros regañados, y una Jolyne con los dedos en la puente de la nariz situándose un poco detrás de Dio.
-¡Giorno, Anasui! ¿Qué pasó? – Los padres de Jolyne estaban confundidos, pero luego notaron sangre y varios golpes sobre el rubio menor y Anasui. La madre castaña de inmediato fue a con ellos viendo qué tan graves eran, para después buscar algún trapo húmedo.
-Se golpeaban como animales con posiciones para nada convencionales parecido a un ritual de coito homosexual. – Parecía que lo decía con ironía, pero la mayoría supo que lo decía en serio. –¿Qué es lo que se supone que hace un padre cuando sus hijos están en problemas? – El rubio mayor entró con ambos jóvenes reprendidos y la chica cruzada de brazos bastante avergonzada. – ¡Los detienes y los ayudas!
-Giorno no es mi hijo. – Se defendió Jotaro con cierto sarcasmo. A Dio no le causó gracia. – ¿Y qué haces aquí? Creí haber sido muy claro ayer que no quería ver tu estúpida cara.
-Jotaro... - Regañó con tono molesto la castaña, no era conveniente tener otra pelea sin sentido luego de una reciente riña. Si bien, Dio detuvo a la mujer levantando la mano indicándole de que todo estaba bien. Quizá podía ser alguien impulsivo y terco como lo llega a ser Jotaro, pero estando su hijo de por medio y siendo mortificado, mostraría toda la seriedad y madurez requerida como él sabia expresar.
-¡Oh Jotaro! Te demandaría si quisiera o algo peor por permitir que le hagan algo así a mi querido hijo. Siempre supe que eras un desinteresado de mierda, pero ¿Así tratas a tus empleados? Creo que esperé más de ti y eso es mucho decir. – Con el tono usado, a cualquiera le habría dado mucho escalofríos, pero para Kujo ni siquiera pestañeó. – ¿Y qué hay de tu hija? Ella estuvo a punto de salir lastimada por los puñetazos mal atinados de ese estúpido. – Señaló a Anasui, y este se ofendió, pero de inmediato, tanto Giorno como la madre; miraron sorprendidos hacia Dio y luego a Jolyne queriendo ver que realmente no le había pasado nada. Jotaro en ese instante cerró los ojos como si aquello le hubiese calado de solo mencionar a su hija. – ¿Dónde estabas tú cuando te necesitaba? Es una suerte que haya venido antes de que algo malo le sucediera. – Remató el rubio mayor con aquello.
Un ambiente incomodo se empezaba a sentir, de una manera tan densa que todos temían de la reacción que fuese a tomar Kujo. Si bien, nadie se atrevía a intervenir a excepción de Giorno y estuvo a punto de hacerlo, más quiso meditarlo mejor.
Veía más por la castaña y a su adorada Jolyne; especialmente a la madre que parecía no poner atención y limpiaba la sangre de su rostro como si solo le importase él. Era alguien que no permitía ese tipo de situaciones y lo sabia aun con el poco tiempo que llevaba ahí, tal vez consentía aquello por cómo su jefe le había hecho sentir la noche anterior. La jovencita en cambio, parecía que le afectaba de cierta manera, su rostro demostraba ese sentir que tenía por su padre y Dio lograba salir involuntariamente aquellos defectos que tenían en su relación de padre e hija.
Además de que no deseaba ver afectada a Jolyne por culpa de la imprudencia de su padre, Giorno admitía que Jotaro llegaba a ser una persona irritable y con un temperamento difícil de soportar, pero sabia que no era una mala persona. Solo era un hombre que apenas y podía con sus propias emociones y a causa de ello llegaba a hacer cosas de las cuales hasta él se llegaba a arrepentir.
Lo apreciaba de todas formas.
-Padre, creo ya fue suficiente. – Habló alto y seguro antes de que Dio fuese a decir algo más. El mencionado solo le miró ligeramente molesto por interrumpirlo. – Estas yendo a donde algunos aquí no quieren llegar. Y créeme que si no te callas me veré obligado a echarte de aquí.
Dio miró hacia a Jotaro de arriba abajo, estaba molesto y tenia aun mas cosas qué decir. Más tuvo que abstenerse, su pequeño Haruno era quien se lo pedía después de todo.
-Solo estaba defendiéndote, hijo.
-Pues no lo hagas, ya soy un adulto y agradecería que dejaras de fingir que te preocupas de mí luego de tanto tiempo. Jamás necesité de ti. ¡Deja de ser tan cínico!... – Puede que haya querido agregar más, pero no podía empeorar más las cosas, quizá lo último lo haya dicho por mero impulso y puede que se arrepienta después de haberlo dicho en medio de una situación desagradable. Dio tan solo se quedó en su posición mirándolo sin nada qué decir. – Disculpen, me retiro.
Despacio, el rubio menor se apartó de la mujer que ya mostraba un rostro afligido. El rubio a paso rápido se fue del lugar dejando a los demás presentes con incomodidad, cierta melancolía, enojo, vergüenza y extrañeza respectivamente.
Jolyne tuvo la necesidad de seguirlo como cuando él lo hacía cuando ella se encontraba contrariada los últimos días, pero algo le decía que no debía hacerlo y es que ella lo sabía de cierta forma; Giorno al irse, pensaba en que simplemente ya no quería causar más problemas por su sola estancia ahí.
Giorno necesitaba dejar de sentirse como un estorbo.
Anasui de la misma forma se quiso retirar, más no dijo absolutamente nada. Era demasiada tensión para él, pensó para sí. Y no tenia caso seguir ahí luego de que todos se encontraban molestos y su problema con el rubio quedó de momento de lado.
Jotaro lo miró irse y solo esperó el momento para que Dio le dejase de prestar atención e irlo a interceptar por tal actitud y salvajismo que había tenido con el hijo del rubio mayor.
-Tal vez deba irme también. – Comentó de repente Dio bastante disgustado y ciertamente dolido.
-Estoy de acuerdo. – Le dijo Jotaro, pero nadie de los que quedaban presentes le dio importancia.
-Lamentamos que hayas tenido que hacerte responsable por esto, Dio. – Respondió amable la castaña. – Regresa cuando quieras, Giorno ya estará mejor para ese entonces. Ruego nos disculpes.
-Querida, jamás podría reprocharte algo. No has cambiado nada... – Dio le guiñó un ojo haciendo que la mujer retrocediera un poco, a la vez que Jotaro contenía las inmensas ganas de golpearlo. – Volveré, así que no les sorprenda mi pronta visita. Buen día.
El rubio fue sin ningún miramiento y con su postura segura se retiró.
Jotaro aprovecharía para ver a cierto joven de cabellos rosados.
...
-¿Y se puede saber por qué peleabas con Giorno? – Preguntó severamente Jotaro a Anasui ya estando solos en el parque más cercano. El menor sentado, solo apoyaba su mejilla con el codo en su rodilla con aspecto aun desarreglado por la anterior pelea.
-Ese mal nacido se lo merecía. – Dijo sin más como excusa, estaba en verdad molesto y sentía que tenia muy buenos motivos.
-¡Esa no es una razón! ¿Te acabas de dar cuenta de lo que hiciste? ¡Acabas de arruinarlo todo y en el peor puto momento! ¡Eres un estúpido, es la última vez que confió en ti y hago alianzas sin sentido contigo! Solo has estado arruinando todo y no creas que no sé que hiciste esos malditos sándwiches con la intención de joderme a mi y a Giorno. ¡Solo quería alejarlo de mi hija! ¡No creí que tuvieras ideas tan idiotas e infantiles! – Jotaro ya estaba más que enojado y Anasui solo lo miraba con bastante reproche. – ¡Y lo peor de todo es que te creí!
-¡No quiera insultarme y desquitarse conmigo como lo hizo con su exesposa! – El joven se puso de pie, Jotaro lo estaba cansando. El mayor se enfureció más al saber que este los había espiado anoche. – ¡¿Yo cómo iba a saber que comía como bestia en el día del picnic?! Como tampoco tengo la culpa de que tenga una relación de mierda con su familia. ¡Si Jolyne y su madre quisieron alejarse, ellas tuvieron sus razones! ¿Y sabe algo? No podría culparlas. – Anasui lo decía con veneno en sus palabras. El hombre apretaba los puños tentado a golpearlo. – Si desea golpearme, ¡Hágalo! ¿Qué puedo perder? ¡Nada! Seguramente Jolyne no quiera verme, pero no me rendiré y seguiré luchan... - Jotaro le dio un duro golpe haciéndolo caer tendido al pasto.
Pareciera que no le había costado mucho esfuerzo para aquel golpe. Casi no se movió y al ver que Anasui no reaccionaba estando en el pasto, se acercó viendo que tan inconsciente se encontraba.
Nada grave al parecer y no sentía nada parecido a remordimiento por aquello, el de cabellos rosas había tocado fibras tan delicadas que por un momento tuvo la sensación de que sus ojos se aguaran y tenía la sensación de que se lo merecía. Sin embargo, de verlo totalmente indefenso y en esa posición ciertamente perdedora, su cólera fue bajando considerablemente recordando a un pequeño Anasui jugando con su pequeña hija hace tantos ayeres.
En ese instante, el joven abrió los ojos como pudo junto con un quejido de dolor, y Jotaro se preguntó. ¿Cómo es que llegaron a tener ese tipo de trato? Y a decir verdad no era precisamente por culpa del menor.
Puede que, solo era el reflejo de su pésima relación con su hija y tal vez también de su exmujer. Jotaro solía alejar a las demás personas de su familia; así como lo llegaba a hacer cuando Giorno o Anasui estaban cerca de Jolyne, o como aquellos antiguos días donde Dio mostraba interés en la castaña cuando eran mucho más jóvenes.
Y a su vez, él provocaba que se alejaran de él.
...
Italia, Nápoles
-Estoy un poco preocupado... - Mencionó Mista de repente ante la mirada desorientada de Trish, pero rápido adivinó a qué venía.
-¿Por Giorno?– Interrogó la chica y el joven asintió mostrando un rostro pensativo mirando hacia nada en particular. Trish al verlo se supo proyectar, pues aunque no lo dijera, también lo estaba.
-Si, y admito que toda esta situación con Kujo y ese imbécil de Anasui me parecía bastante graciosa al principio, pero ahora que Dio esta allá haciendo aun más mierda su visita, es como...
Trish meditó lo que decía y sabia a la perfección a lo que quería llegar. Dejó salir un suspiro teniendo a un todavía más joven Giorno y de cabellos negros en su mente.
-Como aquellos días en Florida juntos, lo sé.
¿Qué tan natural era preocuparse por Giorno de esa manera? Lo era y no se preguntarían por qué.
Viejos recuerdos y la depresión de su amigo en aquellos días eran difíciles de olvidar. Ese viaje que habían organizado junto con sus demás amigos a Estados Unidos, Florida. Donde el joven pasaba por un momento de desolación por parte de su padre especialmente, tristeza que había provocado el mismo Dio.
Ambos se miraron y solo esperaban que su amigo les llamara pronto. Eran familia después de todo, aun no compartan la misma sangre y el no preocuparse era algo imposible para ellos. Aunque había algo de lo que Mista no compartía con Trish en esos momentos y eso era un pensamiento muy particular... ¿Debian de intervenir de alguna forma?
...
Varias horas después de la irracional riña y luego de que Dio decidiera irse por el momento. Giorno no había dado señales de querer regresar a la casa de los Kujo y eso hacía que tanto Jolyne como su madre empezaran a preocuparse.
-Será mejor que vaya a buscarlo. – Comentó Jolyne levantándose del comedor ante su madre quien tomaba algo de té para calmar su dolor de cabeza.
-No tienes que ir sola, cariño. – Amagó la mujer en levantarse de su asiento, pero su hija la detuvo señalándole su mano vendada.
-Tú tienes que quedarte, estas lastimada y quien sabe dónde este mi padre. No quiero que te sientas mal. No creas que no sé que te duele la cabeza de tanto maldito alboroto sin sentido. – Dijo con obviedad, pues además de ello, su madre mostraba notables ojeras. La mayor suspiró resignada, no se sentía muy bien para sincerarse. – No tardaré. – Jolyne estuvo por ir directo a la puerta, no obstante su madre la detuvo.
-Espera, no olvides esto. – La mujer fue a una esquina de la casa donde descansaban varios cosas y entre ellas sacó un paraguas. – Ha estado lloviendo y cúbrete bien. Deberías llevarte un abrigo para Giorno. – Jolyne miró hacia la ventana y el cielo empezaba a verse de un grisáceo con varias nubes asomándose. – Solo ten cuidado, no debe andar lejos. Giorno es un jovencito prudente.
La chica asintió, ahora lo que menos quería era que el rubio se mojara y pescara alguna enfermedad. Ya no se permitiría verlo perjudicado una vez más.
...
Giorno desde hace bastante rato que se encontraba sentado en una banca de madera mirando hacia un pequeño lago no muy lejos de la residencia de su jefe.
Cuando llegó y pudo divisar la solitaria banca, se sentó con bastante cansancio. Su cuerpo le dolía y la quijada la sentía bastante sensible. No era para menos, Anasui era una persona corpulenta y le había costado mantenerse firme ante sus torpes golpes.
Mas aparte del dolor físico, se sentía mentalmente cansado y esas vacaciones no eran precisamente relajantes. Tenia ciertos pensamientos que no imaginó que tendría. ¿Fue buena idea el haber aceptado el viaje?
Jotaro era una persona a la que antes podía confiar, ahora parecía que lo desconocía totalmente y en su llegada, Anasui le hacia su visita lo menos grata posible por sus celos sin sentido. ¿Y qué decir de su padre? ¿Por qué tuvo la mala suerte de que Dio quisiera arruinarle más de lo que ya estaba? Ni siquiera tuvo la oportunidad de cuestionarle por tan imprudentes decisiones.
Tal vez debió ver con los mismos ojos que tuvo Mista en ese momento en el que Jotaro les ofreció pasar unos días en Florida.
¿Debería empacar sus cosas y regresar a Italia antes del día acordado? ¿Realmente tenía un buen motivo para seguir ahí?
En ese momento los fuertes sonidos de algunos truenos lo sacaron de sus propias reflexiones. El cielo estaba gris, pero mas aparte de eso, empezaba a oscurecer. ¿Cuánto tiempo pasó allí sentado? Estaba tan ensimismado que no percibió el pasar del día.
Pocas gotas de lluvia empezaban a caer y algunas caían sobre su rostro, el aroma se hacia más húmedo y supo que irremediablemente llegaría a la casa de Jotaro completamente empapado. Aunque no se quiso apresurar, levantó el rostro al cielo y supo que no era la primera vez que presenciaba una lluvia así en Florida, pues varios recuerdos de su adolescencia lo empezaban a aturdir donde su padre llegaba a ser protagonista de varios de esas imágenes.
Se puso de pie y al darse la vuelta, no esperó aquello.
-¿Giorno? – La voz de Jolyne resonó a la par con el fuerte trueno, pero a pesar de eso, pudo escucharla claramente.
La jovencita con un paraguas en la mano con una prenda colgando en su brazo era una imagen que lo había tomado por sorpresa.
-Jolyne, ¿Qué haces aquí? Está por llover, podrías resfriarte. – Ante esa idea, todo lo que había pensado momentos antes se habían disipado sin que este lo notara.
La menor se acercó casi corriendo, la lluvia comenzaba a intensificarse y puso sobre ambos la sombrilla mientras que le extendía cierto abrigo viejo. Al tenerla frente suyo y con la prenda en su mano, un tacto familiar lo asaltó. Quedó mirando la tela por varios segundos que Jolyne tuvo que presionarlo.
-¿Qué esperas? Empieza a helar aquí, póntela. Tenemos que regresar. – Giorno no prestó demasiada atención, pero si dirigió su mirada hacia la chica, quien tenia a poca distancia de su rostro. Como la ultima vez, nuevamente se detuvo en sus ojos, esos luceros que le hacían sentir extraño. Sin estar muy consciente, palpó de nuevo esa tez blanca que empezaba a enrojecerse producto al frio en su mano, esta vez ya no sorprendiendo del todo a Jolyne. – ¿Giorno?
Su gesto confundido y a la vez inocente, hacía que una vorágine de imágenes llenaran la cabeza del joven. Una pequeña niña del mismo color de iris se veía en Jolyne, una que tiritaba del frio como ahora la chica lo hacía. ¿Cómo era eso posible? Tenía el abrigo en su otra mano y tenia la inmensa necesidad de cubrirla con ella, un sentir igual que sintió de proteger a un bello y triste ángel.
¿Acaso esa niña...?
-¿Realmente podrías ser tú? – Habló Giorno no estando seguro y desconcertando a la joven, ¿Tendría sentido con lo que estaba sintiendo? Y sin previo aviso, aunque quizá ya un poco más esperado sus alientos se unieron.
El rubio acercó sus labios hacia los de ella siendo inmediatamente correspondido, siendo un beso ahora más tranquilo cargado de sentimiento y mas certero.
Giorno la rodeó cubriéndola con el abrigo abrazándola con más fervor, a la vez que Jolyne acariciaba la nuca del mas alto con su mano libre dejándose llevar sin temer a nada. Sus cuerpos se juntaron y sus labios danzaron uno contra el otro ya no importándoles lo demás.
La lluvia ahora era mas pesada y las gotas sonaban contra el paraguas. Empezaban a mojarse de a poco y no les importaba, deseaban disfrutarse al menos por ese momento a solas donde la lluvia solo sería testigo, cubriéndolos antes cualquier otro ser que podría juzgarlos.
¿Sería solo coincidencia?
Quizá Giorno, había encontrado un buen motivo para seguir y no dejarse amedrentar por Jotaro, Anasui o incluso el doloroso recuerdo de su padre Dio.
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Mis niños <3 Aquí el nuevo cap :3 ya desde hace varios días que quería actualizar y no pinches podía XD pero ya.
Este cap se lo quiero dedicar a TheKyguu ❤💜💙💚💛 Felíz cumpleaños, hermosa. Espero la hayas pasado pro jaja y perdón por la tardanza XD pero lo prometido es deuda. (También va por los demás que esperan actualización.)
¿Cómo andan pasando la cuarentena? Por favor cuídense y hagan caso a las recomendaciones y a las autoridades. Tampoco se alarmen y hagan lo necesario para salir adelante :3 Cuidense mucho pls <3
Wueno, eso es todo. Ya sabe jeje si ven algo KK con redacción u ortografía, pls háganme saber que soy topo por excelencia.
Bueno, un beso <3 se me cuidan y también a su familia, si salen lleven cubrebocas o asi. Los quiero <3
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