Capítulo 11

Nápoles, Italia

- Sé que están ahí, puedo oler a Mista desde aquí.

Mista con la espalda a la puerta, frunció el ceño girando un poco la cabeza a su costado y visiblemente ofendido. Pero luego recordó que se trataba del mismísimo Dio Brando; hombre ególatra, tacaño, petulante, vengativo y padre de su mejor amigo, Giorno.

Trish al ver que el moreno tragaba grueso quizá sabiendo lo que este estaba pensando, con eso al parecer tuvo más valentía para ir directo a apartarlo de la puerta y tener la disposición de abrir. Aunque cuando posó su mano blanca sobre la perilla dorada, de un momento a otro sintió como esta tambaleaba. Mista tan solo se escondía a sus espaldas como si de un niño asustado se tratara, vio con nerviosismo como la chica giraba y finalmente abría lentamente dejándose ver un fornido pecho.

-Señor Dio... - Ambos un tanto intimidados dijeron al unisonó con tan escalofriante aura que desprendía aquel; subieron la mirada hasta querer dar con el rostro de muy marcadas expresiones. Ese hombre de gran estatura que ni la cabeza se le podía ver por ser más alto que el marco, corpulento de mirada arrogante y cabello rubio. ¿Por qué tan inoportunamente decidiría en ir a arruinar su tranquilidad y más cuando Giorno no se encontraba ni siquiera en el país?

Dio agachó un poco la cabeza para poder entrar unos pasos más adelante ahora viendo con más claridad a la chica y al moreno, pero su ceño se frunció al no encontrar a cierta cabecita dorada teñida y de rostro parecido al suyo.

-¿Dónde está Haruno? - Preguntó sin preámbulos o en siquiera saludar, cosa que había molestado un poco a Trish por su ya acostumbrada descortesía. Mientras Mista había notado algo que no solía llevar el hombre; este tenía un par de maletas a sus costados.

-También es un gusto verlo, Señor Brando. - Con las manos en la cintura, la joven saludó señalándole su grosería, y claro que el hombre entendió. Sin embargo...

-¡Sí, sí! Hola, como sea... - Ignorando su indirecta se adentró como si su propio departamento se tratara con las miradas sorprendidas de los otros dos. - ¡Haruno, soy tu padre! - Gritó con las palmas hacia las escaleras sabiendo que dirigían a las habitaciones de los jóvenes, más obviamente no obtuvo respuesta.

-¿Por qué trajo maletas? ¿Está de viaje? - Preguntó de repente Mista haciendo que el rubio mirara hacia sus manos que cargaban su equipaje. Con la mirada al parecer aburrida y a la vez seria, miró a los jóvenes como si fuera lo más obvio del mundo, en especial al moreno viéndolo como un estúpido.

-Me quedo con ustedes, pedazo de idiota. - Contestó secamente, pero eso fue lo de menos cuando el significado de esa oración taladraron sus sentidos. ¿¡Qué!?

-¿¡Qué!? - Lo pensaron y gritaron en voz alta.

-Pero a ustedes eso no les importa, ¿O sí? A quién si debería importarle es al malcriado de mi hijo, que no se digna en bajar a recibirme. ¡Soy Dio Brando!

-Pero si ni siquiera Giorno está aquí. ¿Cómo pretende...?

-¿¡Qué!? ¿Que Haruno no está aquí? ¿A dónde fue, por leche o qué demonios? - Se preguntó asomándose al ventanal de departamento para ver si lo podría ver desde arriba. - Bien, no importa, lo esperaré.

Dio dejó un lado sus maletas y se sentó en el sillón con una con una pierna cruzada y su siempre mirada altanera. Luego miró a los menores quizá un poco ofendido.

-¿Y ustedes qué esperan? ¿No van a ofrecerme un vino o dejaran que la peste de Mista me termine de matar las cejas? - Se cruzó de brazos.

Muy diferente a que se sintieran ofendidos por deliberadamente entrar, insultar al moreno y demandar la presencia del rubio menor a base de insultos; tanto Trish como Mista se miraban con la mente en blanco y con los ojos bien abiertos no sabiendo qué hacer; si mentirle o sufrir su siempre irracional furia y más cuando Giorno estaba de por medio.

-Señor Brando, ya le dijimos que Giorno no está. - Quiso aclarar Trish.

-¡Eso ya lo sé! Pero no moveré mi trasero de aquí hasta verlo.

-¿Esperaría unas semanas ahí sentado? - De una u otra forma intentaba razonar con el hombre.

En eso, Dio giró la cabeza mirándolos y levantó una ceja con desconcierto.

-¿Qué me quieres decir?

Trish suspiró no aguantando al mayor, por lo que Mista se adelantó en explicar un poco la situación de una manera ciertamente atrabancada y de difícil comprensión para cualquier ser humano, pero tratándose del mismísimo Dio Brando y de aquel hijo que tanto quiere recuperar pudo entender la lengua trabada del moreno.

-Y-Y hasta el momento no tenemos noticias de Giorno... - Terminó mintiendo con lo último dicho y tratando de relajarse un poco, si bien la expresión que tenia el rubio les hacia retroceder un poco.

Luego de terminar de explicar, el mayor quedó un tanto estupefacto en razonar lo que el joven había dicho para al final sentirse ofendido.

-Me están jodiendo, ¿Verdad? - Dijo con voz tan grave que asustaba. ¿Por qué le afectaba tanto? - ¡Ese mocoso está tratando de ahuyentarme! - ¿Qué? Pensaron los jóvenes.

-¿Pero qué demonios habla? - Ofendido Mista por cómo se le refería a su amigo, salió aquella expresión haciendo que Trish le codeara nerviosa, más la ignoró. - Giorno tan solo viajó como recompensa de su trabajo.

-¡No lo defiendas! - Dijo importándole poco por como le había hablado, el rubio menor era mas importante. - ¡Ah! Pero me escuchará ese niño. - Levantándose del sillón se acercó a los jóvenes intimidándolos, aunque Mista poco quiso mostrarlo. - Y ustedes me dirán en donde se escondió. - Dijo ahora sacando la parte mas malvada de su ser que llegaba a usar solo en sus negocios de dudosa legalidad. Luego el rubio se alejó sentándose en la barra donde deliberadamente y sin importar si ese no era su departamento, tomó la botella de whisky y se sirvió una copa como si este intentara ahogar sus penas.

Los otros dos presentes tan solo se miraron.

-No sé si somos nosotros o es Giorno quien esta jodido. - Pensó en voz alta Mista para con Trish preocupada. Y la chica como respuesta solo pensó; ambos lados estaba en problemas.

¿Deberían avisarle a Giorno?

...

Florida, Estados Unidos

La jovencita atendía la habitación del rubio mientras que éste poco le ayudaba, a pesar de que la chica se negaba por su evidente estado. Al mismo tiempo, el rubio la miraba discretamente notando el desgaste que tenía por la noche anterior; de visibles ojeras y quizá viéndose mas pálida y desalineada, pero a pesar de eso, no era menos hermosa como él consideraba.

-Giorno, te dije que dejaras eso. - Le dijo Jolyne mientras acomodaba la cama. El rubio poco recogía el desastre de medicinas y ropa tirada en el suelo, pues con el dolor aun en su cuerpo y el esfuerzo de hace rato de golpear a Anasui lo había debilitado más de alguna forma. - Si quieres pasar tiempo en Florida tienes que recuperarte. ¡Reposa! - Ordenó señalando el colchón que ya había ordenado.

-Solo es un poco, no te alteres. - Dijo con calidez queriendo relajar a la menor, luego de no haber dormido pocas horas y con la evidente preocupación, podría ser ella quien se enferme y no se perdonaría por eso. - Además, quien debería descansar eres tú. - Jolyne lo miró con cierta molestia no queriendo repetir lo que había dicho, quizá algo que llegaban a tener en común.

No intimidado pero si resignado accedió con la mirada severa que le llegaba a recordar mucho a Jotaro, no por nada eran padre e hija.

Como buen enfermo, el joven se recostó y se metió bajo las sabanas no muy cómodo pues ya no quería estar ahí sin hacer nada, aunque su propio cuerpo se lo llegaba a implorar. Con eso, Jolyne se sintió satisfecha y se sentó a un lado acercándose un poco al rostro contrario, algo que no esperaba el rubio, aunque para la joven le parecía algo normal.

Ante eso, Giorno bastante estático no sabiendo cómo reaccionar, podía ver más de cerca a ese rostro delicado que muchas veces mostraba una expresión dura, pero que no dejaba de ser bonita. Jovencita de piel cual porcelana, de pestañas largas y ojos aguamarina que le miraban fijamente.

Al mismo tiempo, y quizá un poco avergonzada, Jolyne posó su delicada mano sobre la frente y la mejilla del mayor, tratando de apreciar algún calor anormal en este, casi como si lo acariciase con cariño, pensaba que era más fácil cuando este estaba dormido. Pero con aquel tacto, sintió algo que hizo que su expresión cambiara, una que Giorno pudo reconocer de alguna forma, al de una pequeña asustada o preocupada que ya llegó a ver antes. No estaba seguro y no era la primera vez, aunque por otra parte no quería caer en un profundo análisis sobre aquella reacción, pues se sentía atrapado en esos orbes.

-Giorno...

-¿Sí, Jolyne? - Respondió con voz cautivada.

-Estas ardiendo. - Le dijo sumamente preocupada sacando de repente la apreciación del rubio. - Y muy sonrojado. - Jolyne con más insistencia tocó la mayor parte de su cara con ambas manos y comparándose con su propia frente. - Debo bajarte la fiebre. ¡Ahora vuelvo!

Alarmada por cómo lo percibió pronto se levantó dispuesta en directo al baño, pero en ese instante Giorno la sostuvo con la mano jalándola un poco y deteniéndola haciendo que lo mirara extrañada.

-Por favor, espera Jolyne. - Notando la voz seria del joven, la menor por un momento se olvidó de su preocupación y cedió al jaloneo que la sentaba nuevamente a su lado pero mas cerca uno del otro.

-¿Te sientes bien? - Confundida preguntó viendo igual o quizá mas sonrojado el rubio, que ahora la sostenía con ambas manos en sus brazos casi formando un abrazo.

Sin decir nada, el joven recordaba aquella imagen de un Anasui acercándose peligrosamente de Jolyne haciendo que hirviera de enojo, pero a la vez saboreando con satisfacción el hecho de que había sido capaz de golpearlo y detener lo que estaba apunto de hacer evitando imaginando aquella posibilidad.

Perdiéndose en los ojos de la menor, también recordaba las repentinas y sinceras palabras de Mista "¡Vamos Giorno! O ¿Me dirás que no te gusta la hija de Kujo? Te expresas de una manera especial cuando se trata de Jolyne"

¿Por qué no permitirse en admitirlo? Pese a que habían pasado pocos días, sentía una conexión con la chica, una donde le hacia sentir que no era la primera vez que se encontraban, que ya antes conocía ese rostro y orbes especiales. Le encantaba sus atenciones, le encantaba su carácter, le encantaba su rostro, le encantaba ella...

-Gio-Giorno... - Ahora era turno de Jolyne sonrojarse violentamente, pero igual no lo detenía.

El mayor rodeó a la jovencita completamente acercándola con cierta prisa y sin siquiera apreciar el choque de alientos, Giorno acercó sus labios hacia los de Jolyne importándole poco las consecuencias, solo se quedaba en apreciar el sabor de los labios ajenos que se mostraban impávidos no reaccionando de inmediato.

La joven por su parte, tardó en saber lo que estaba sucediendo, pero muy a diferencia a lo que habría hecho con alguien más, no lo apartó violentamente y solo se dejó llevar correspondiendo tanto el repentino beso como el abrazo. Poco le importaba si se encontraba enfermo y saboreó el dulzón sabor a menta, pues este apenas se había podido cepillar los dientes luego de interceptar a Anasui en el cuarto de lavado.

Los labios ya se empezaban a mover, se perdieron en la energía y calidez de sus bocas ya creando su propio espacio olvidándose del mundo exterior. Se sentía extraño, pero a la vez agradable, sus corazones palpitaban y sus estómagos revoloteaban.

Siendo Giorno quien decidiera parar aquel beso, la soltó y ambos se miraron totalmente desorientados y ruborizados no sabiendo que decir o hacer. Si bien, Jolyne fue la primera en apartar la mirada y en hablar.

- No vayas a levantar tu trasero de la cama, enseguida te traigo el desayuno y algo para la fiebre, ¿De acuerdo?

El rubio solo dio un leve suspiro con una media sonrisa y asintió.

-Claro, no me moveré.

La menor asintió de igual manera no pudiendo mirar de nuevo a los ojos a Giorno, aun con el violento sonrojo en su rostro; amagó en retirarse disponiéndose en preparar un caldo de pollo y agua para el joven.

Jolyne se levantó y rápidamente cruzó el marco de la puerta dejándolo solo y logrando escuchar las fuertes pisadas de esta.

El rubio luego empezó a reír levemente no creyendo lo que había hecho, con el calor en sus mejillas recordó y volvió a saborear sus propios labios recordando el tacto suave de la chica. Besó a Jolyne y sentía que ahora podía morir paz, figurativamente hablando por supuesto.

Con las manos cruzadas atrás de su cabeza sonrió cerrando los ojos viendo nuevamente los ojos de la chica, pero que también le intrigaba aun ¿Por qué los sentía tan familiares? Y mas cuando se vio la preocupación en sus orbes.

Estaba ensimismado en ello, cuando de repente su teléfono celular empezó a sonar. Abrió los ojos y tomó el aparato mostrando en la pantalla el nombre de contacto; se trataba de Mista.

Desconcertado miró unos segundos, ¿Qué no habían hablado esa misma mañana? Igual tocó el icono de responder llamada y lo posó sobre su oreja con una ceja levantada.

-¿Mista, qué sucede?

-Giorno, tenemos un problema... - Se escuchó preocupado desde la otra línea. El joven rubio no supo qué esperar con tan repentina llamada.

...

Cual larva escabulléndose entre el pasillo, Anasui buscaba a Jotaro con cierto nerviosismo y emoción, pero por alguna razón este no lo encontraba.

-Anasui, pero ¿Qué demonios haces aquí? - A sus espaldas se escuchó la voz grave del señor Kujo asustándolo un poco.

-¡Señor Jotaro! ¿En dónde rayos se metía?

-¡Cállate! Si querías verme pudiste haber esperado un poco y no llegar cual ladrón. Ya tengo suficiente con tu sonrisa de idiota. - Le reclamó en voz baja, era peligroso verlos interactuar, pues sospecharían algo. - ¿Cómo entraste? Es muy temprano. - Se cruzó de brazos esperando por una respuesta que considere fiable y evita que lo golpe. Sin embargo, Anasui mostró su sonrisa altanera como si hubiese logrado algo.

-Primero; Imaginé que no me respondería, suegro. - Respondió de la misma forma. - Dejé mi chaqueta a propósito para verlo así que no tiene motivos para verme como un ratero depravado. - Le giñó un ojo y levantó el pulgar como si fuera el plan más brillante. El hombre solo se cerró los ojos sintiendo cierta vergüenza, aunque no sabía interpretar lo que le ocasionaba a veces el joven.

-¡No me llames así! Estoy enfermo, niño imbécil y... - En eso, Anasui sacó de inmediato una billetera de piel color y algo regordeta en su cara. - ¿Qué haces con la billetera de Giorno? ¿Eres idiota o qué? Me das razones para romperte la mano y no dejarte ver a mi hija nunca más.

Anasui rodó los ojos, si pensaban que él era desesperante, opinaba que Jotaro llegaba a serlo casi a su nivel.

-¿Quiere escucharme? No pienso robarle nada a ese europobre hambreado de ojos rasgados. Sino quiero mostrarle algo sobre que descubrí y que tal vez usted ya sabía.

Sin rodeos, el hombre tomó la billetera queriendo abrirla tratando de que no se cayera nada logrando ver a penas una identificación. Aunque...

-¡Jotaro! - Llegó la mujer castaña de pronto arrebatándole el objeto de las manos con las caras sorprendidas de los otros dos. - ¿Qué creen que están haciendo? ¡Hurgando en las pertenencias de otros! - Regañó mirando mas para Anasui. - Debería darles vergüenza, esto le pertenece al joven Giorno.

-¿Y usted como sabe que es de Gioconda? Eso estaba en el suelo del cuarto ese. - Reclamó Anasui viendo sospechosa a la mujer.

-Lavaba su ropa, cariño. Se cayó y pensaba en devolvérselo.

-¡Muy bien, muy bien! Cállense los dos. - Paró Jotaro. - Igual, no me importa si es de Giorno, que si lo robaste o lo que sea, vete de mi casa no quiero ver tu estúpida cara ¿Entendido? Me tienes cansado. Y tú. - Refirió a su exesposa. - Ve a entregar eso a Giovanna, no quiero mas pleitos estúpidos.

Rodando los ojos, la mujer se retiró molesta, aun sean contadas las veces en que le hablaba así, normalmente no llegaba a permitirlo, pero por esa ocasión lo dejó pasar preocupándose más por el asunto de la identidad del joven.

Anasui estaba por irse también, pero sintió el jalon de brazo por parte del hombre.

-Te veo mas tarde, pero deja de ser un maldito imprudente. ¿Esta bien? - Dijo susurrando.

El joven solo sonrió victorioso y asintió frenéticamente. Jotaro después de todo, si era un celoso impulsivo que llegaba a hacer ese tipo de cosas que para nada iban con su seria personalidad, pero tratándose de hija, era eso y quizá hasta más.

...

La madre sostenía la billetera y la miraba dirigiéndose lento hacia la habitación del rubio, pensando en por qué Anasui se escondió con el objeto y luego buscando a Jotaro. Algo no le cuadraba y tenía que averiguar lo que posiblemente ambos tramaba.

Si bien, aun tenia esa duda en su interior sobre Giorno...

-Quizá solo deba ver un poco. - En ese momento ya la abría viendo dos identificaciones diferentes, de dos jóvenes que parecían iguales, pero a la vez diferentes.

__

Ya llegué :^ ¿Cómo están mis niños?

Espero les haya gustado xd y perdón por tardar luego :0 se ha estado yendo la luz un poco y me quitaba tiempo y ps hoy fui al oculista diciéndome que estaba más ciega y también me quitó tiempito para escribir y checar. Bueno, pero ya está aquí xd

Quiero comentar, que ya tengo cuenta en AO3 y en fanfiction, donde igual estaré subiendo esta historia y mas que se me lleguen a ocurrir. NO DEJARÉ DE PUBLICAR AQUÍ, si es que se preguntan, pero hago esas otras cuentas por prevención nomas xd mi principal plataforma sigue siendo aquí. Y en insta estaré dando anuncios y/o pequeños adelantos de los caps.

Bueno, es todo XD jaja ya saben, perdonen si hay incoherencias y eso, luego se me pasa re feo jaja

SmolGioGio este cap es dedicado a este talentosa y bella personita :3 eres bien pro ❤💜💙💚💛

Los quiero mucho mucho, se me cuidan :3 AH! Y feliz año y feliz navidad atrasado, que sus sueños se cumplan y vivan siempre felices, los amo. ❤💜💙💚💛❄️☃️⛄🎄

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top