Capítulo 10

La mañana apenas se desemperezaba y con la humedad de la anterior tormenta se palpaba más fresca de lo normal. Unos cuantos silbidos de pájaros anunciaban el nuevo amanecer, junto con los pocos rayos que llegaban a asomarse de entre las cortinas de la casa de los Kujo.

En una de las habitaciones, la del padre para ser exactos; Jotaro intentaba cubrirse con una de las tantas almohadas que gustaba ocupar a la hora de dormir. Mas al moverse, no supo por qué al momento, pero se sentía enteramente cansado como si le hubiesen caído mil autos encima, con un asqueroso sabor en la boca que le ponía más de mal humor mientras que llegaba a quejarse del dolor abdominal.

No sabiéndose capaz de seguir durmiendo con terribles malestares, con pesadez abrió los ojos con el ceño fruncido y se fue incorporando despacio apenas recargándose a la cabecera y sobándose la cabeza. De a poco recordaba y con los adoloridos intestinos todo el desagradable escenario rememoraba en su mente.

¿Qué había pasado?

Tan solo recordaba que el día anterior se encontraba contento mirando con gracia el cómo Anasui molestaba a Giorno separándolo de Jolyne, mientras degustaba de los sudados pero deliciosos sándwiches en esa desordenada canasta. Y sin haber advertido, desagradables crujidos habían hecho presencia en su interior.

En eso volteó hacia su costado donde descansaba su teléfono celular, en él parpadeaba el foquito verde donde indicaba que tenía mensajes o llamadas perdidas ¿Quién sería el inoportuno idiota que lo molestaba en una mañana en un jodido Domingo? Y más si se mostraba asqueado.

-Y hablando de idiotas... -Pensó en voz alta luego de verificar de quien se trataba, y nada más ni nada menos que Narciso Anasui, mostrándose en su foto con esa ensanchada y ridícula sonrisa, o así le parecía.

No devolvería la llamada perdida, pero sí leyó los mensajes que este le había dejado. Al principio le parecía cínica su preocupación luego de que se largara cuando se hallaba en deplorables condiciones. Sabiendo que el asunto que más le preocupaba era la de Jolyne y Giorno. Si bien, aun así preguntaba por su estado de salud antes que quisiera arribar dicho tema.

De igual manera no respondió, si tendría que soportar a ese chico insoportable prefería hacerlo cuando este lo interceptara más tarde, por el momento no tenía ánimos para siquiera pensar en él.

Dejó el teléfono de donde antes reposaba y no había notado el desorden de la mesa de noche; llena de cajas y un par de botes pequeños con unas cuantas píldoras regadas, y por supuesto, tres vasos de vidrio donde antes estuvieron llenas de agua.

Realmente no recordaba mucho, y para juzgar el trapo húmedo regado juraría que durante la noche tuvo fiebre. Muy raro, puesto que casi no enfermaba de tal manera tan vergonzosa. Aunque, había algo que lo tenía ciertamente intrigado...

¿Quién lo habrá cuidado? Le parecía curioso que alguien velara por él cual pequeño que no fuera su madre como hace tantos ayeres. No obstante, ahora que recordaba, la última vez que enfermó Jolyne ni siquiera había nacido y lo había cuidado su...

-Mi esposa... - Dijo con un toque de tristeza y un pequeño suspiro.

Mas bien diría ahora su exesposa y no pudo evitar sentir algo de nostalgia, quizá no haya sido ella sino Jolyne, aunque lo dudaba un poco. Aunque al pensar en los posibles cuidados de la delicada mujer que antes le llegó a profesar un amor que jamás pensó en dedicar alguien de manera romántica, le llenaba de melancolía como si extrañara aquellos tiempos.

Jotaro no lo diría jamás ni lo admitiría ni para sí mismo, pero habían veces en las noches en Italia que se miraba a sí mismo y a su silencioso departamento, extrañado la calidez de su esposa poseedora de orbes brillantes y hebras castañas; aquella dulce mujer que antes le recibía todos los días aun a pesar de su mal humor luego de llegar del trabajo.

Extrañaba a su familia y por supuesto que a su hija, más el tener un par de brazos y unos dulces labios diciendo lo mucho que le alegraba tenerlo en casa, eran cosas que añoraba.

Jotaro Kujo se sentía solo y no podría formar una familia nueva, pues solo deseaba de regreso a esas dos mujeres.

Al mismo tiempo

-¡Jaja! ¡Vamos, Giorno! Admite que fue gracioso. Lo mejor fue que casi le vomitabas encima a ese imbecil. – Se expresaba Mista desde la otra línea sentado en la sala de su departamento. Se acomodaba entre algunas carcajadas e imaginaba toda la escena que su amigo se molestó en detallarle.

En la habitación y aun en pijama, Giorno tan solo tenía el gesto avergonzado por las risas de su amigo.

-No lo fue, Mista. Arruinamos la reunión que tanto deseaba Jolyne y para serte sincero no podría sentirme peor ahora que sé que me estuvo cuidando toda la noche. – Se agarró las sienes ya no sabiendo con qué cara mirar a la jovencita.

-Claro, claro. Lo siento. – Carraspeó ya olvidándose del lado gracioso del asunto, pues por otro lado, Mista entendía el pesar que sentía su amigo.

El joven de ojos negros sopesó lo que le había contado más seriamente con los dedos en la barbilla. Él conocía a su amigo y era raro verlo tan enfermo de un momento a otro por lo que rápidamente había llegado a una pequeña conclusión, quizá podría ser descabellada por el rubio, pero muy coherente para él.

-Lo arruiné todo, pero no lo entiendo. Creo que la comida americana no me cae para nada bien. – Comentó inocente, puesto que no encontraba alguna explicación. – No debí comer ese helado...

-Sí, sí, lo que digas. Antes, dime algo, Giorno. – Interrumpió el otro haciendo que el rubio prestara atención. – ¿No te pareció algo sospechoso? Digo, hay que ser idiota para no pensar en ese... ¿Cómo se llama? ¿Analsui? ¿Tuviera que ver en tu repentino malestar estomacal?

El joven se soltó la sien pensando, quizá su sentido malhumorado le haya llevado a pensar eso, pero por otro lado, su lado más racional o eso creía pensaba que eso era imposible, a menos que...

-Mista, no creo que alguien como Anasui sea tan huh... ¿Malévolo? Como para querer enfermarme o al señor Kujo.

-¡Oh mi inocente Giorno! Si supieras hasta donde llegaría un sujeto tan enamorado como ese idiota para hacer quedar mal a su rival de amores.

En eso, a Giorno se le subieron los colores y un calor incómodo.

-¿Qué? ¿Qu-qué quieres decir, Mista?

Mista desde la otra línea paró en seco dándose cuenta de lo que había dicho. ¡Ups! ¿Pensó en voz alta? Luego se encogió de hombros, pues ya lo dicho estaba o tal vez fue un poco a propósito, y a pesar de que era evidente para él, aun sea solo por lo que le contaba su amigo, pareciera que para Giorno no lo era, a menos de que por dentro lo supiera pero solo se negaba en admitirlo.

-¡Vamos Giorno! O ¿Me dirás que no te gusta la hija de Kujo? Te expresas de una manera especial cuando se trata de Jolyne ¡Y hasta me aprendí su nombre! De otra forma jamás lo habría podido hacer y te consta.

Con el rostro sonrojado, miró a otra parte como si tuviese a su amigo en frente y lo quisiese evitar. Calló con un Mista esperando a que respondiera, con eso le daba a entender al moreno que era cierto, Giorno a veces podía ser fácil de leer.

-No... No podría Mista, Tiene diecisiete años.

-¡Crecerá!

- ¡Jolyne es la hija de Jotaro!

-¿Y? – Se encogió de hombros como si lo pudiese ver. Era algo muy irrelevante a su parecer ese dato.

-Por favor, piensa bien lo que estas diciendo. Imagina que hipotéticamente que Jolyne y yo seamos... algo más que amigos. ¿Sabes lo qué pasaría verdad?

-¡Por supuesto! Tienes a tu chica. ¡Duh! – Expresó como si fuera lo más obvio del mundo, el otro se palmeó la frente.

-No idiota, Jotaro me cortaría el cuello.

-Escucha Giorno. – Ahora le tocaba a Mista exasperarse un poco. – Jotaro es una persona ¿Sí? Gruñona y en ocasiones le apesta el hocico, pero eso no lo hace un dios o algo parecido. Jotaro no es diferente a ti o a mí. ¿Jotaro hace del dos? ¡Por supuesto! ¿Jotaro se ha hurgado la nariz? ¡Como todos en este jodido planeta! – Giorno hizo un gesto desagradable hacia el teléfono. – ¡Es más, lo viste vomitar! Así que, si Jolyne te corresponde ¿Cuál es el maldito problema?

No lo parecía del todo, pero el rubio consideraba sus palabras y debía de admitir para sí mismo que la jovencita de la trenza le agradaba bastante; claro que le gustaba, pero no se sentía con el lujo de decirlo en voz alta y mas si estaba en la residencia de esta. No obstante algo no le cuadraba...

-Si es Mista el que me aconseja esto, ¿Por qué tú y Trish no están juntos? Su padre es igual o peor que el señor Kujo.

En ese momento el moreno no supo responder y guardó silencio al menos unos diez segundos totalmente estático, eso no se lo había esperado.

-No es su padre al que temo, sino a ella. – El rubio solo rodó los ojos. – ¡Pero ese no es el tema! Te diría que le ganaras en su propio juego, pero conociéndote no lo harías. Además, arruinarías tu estilo.

-¡Aja! ¿Y qué se supone debo de hacer?

-Demuéstrale a ese Analsui que no te rebajaras a su nivel y gana limpiamente, ese imbécil no puede tratar a Jolyne como si fuera suya por derecho. – ¡Vaya! Pocas veces se le escuchaba así de serio y en cierta forma molesto.

El rubio no lo quiso admitir, pero eso era algo que le calaba. Anasui era posesivo con Jolyne y de cierta forma eso también la llevaba a ser un tanto agresiva con él. Además, quería a la jovencita y para sincerarse para sí mismo, deseaba darle un par de besos quizá. Eso ultimo lo había pensado más inconsciente, si bien habían ocasiones donde no podía resguardarse sus deseos.

...

Jolyne un tanto desvelada recogía un poco en el jardín lo que se habían dejado el día anterior. Entre cada bostezo se detenía en levantar la basura que en su mayoría habían sido dejadas por Jotaro, Anasui y un poco Giorno, pues tanto como su padre y el rubio no se detuvieron en nada más que en correr hacia el escusado, y nada qué decir del pelirosa pues desapareció sin más.

Y sin haber advertido, se encontró con algo conocido tirado en el pasto; una chaqueta negra que reconoció de inmediato y el aroma era inconfundible con esa loción apestosa y barata que tanto le gustaba a Narciso.

-Estúpido Anasui. –Murmuró molesta aun.

Con ese joven en mente, solo le hacia recordar el momento en que el rubio casi le soltaba la basca casi encima del otro y luego como encontraba a ambos varones tan pálidos y a la vez verdes por el mal estar. Además de que estuvo toda la noche cuidando del joven mientras que su madre lo hacia con su padre.

Soltó un suspiro colgando en la prenda en su brazo para continuar recogiendo y luego iría al cuarto de lavado a dejar aquella chaqueta y cuando se le diera la gana devolvérsela, pues no tenía ánimos ni para verle la cara.

No estaba sola en los deberes por supuesto, su madre quien también poco había dormido se ocupaba de lavar al menos las ropas sucias de su exmarido y de su querido invitado, que sin remedio desprendían el olor ácido del vomito, por obvias razones.

En el cuarto de lavado, la bella señora aun en pijama acomodaba primero las ropas de Jotaro para después introducirlas a la máquina, antes procuró que no tuviera nada dentro y de esperarse tenía algunas cosas como su billetera, dos bolígrafos bastante finos y algunos dulces ¿Dulces? Quizá era tan amargado que hasta él se asqueaba, sin querer así lo pensó.

Sin pretender demorarse, siguió con la camisa de Giorno y sus pantalones, y a diferencia de las de Kujo, estas no estaban del todo olorosas conservando un poco el característico aroma a flores del joven. Como hizo con Jotaro, verifico si no tenían algo en los bolsillos dando con solo su billetera de piel color café.

Por varios segundos se quedó mirando aquel objeto un tanto inflado por las posibles tarjetas y dinero que tendrían y no es que quisiera robarlo o algo por el estilo, si bien al recordar lo que había descubierto en la maleta del rubio, le daba una intensa curiosidad de indagar dentro de esas identificaciones que tendría.

Se debatió si solo dejarlo en algún mueble hasta entregárselo o ver con cautela la información. Y no es que desconfiara, era un joven agradable y se notaba el aprecio que ya le tenia a su querida hija y de cierta forma a su exesposo. No obstante le parecía sumamente extraño.

Quizá estuvo a punto de hacerlo teniendo la mano ligeramente temblando queriendo abrirlo, aunque sus pensamientos fueron interrumpidos con el sonar de su timbre. Aturdida por el repentino sonido de inmediato dejó la billetera encima de un montículo de ropa sucia y se fue a atender a quien sea que le estuviera tocando tan temprano.

Antes, verificó bajo la mirilla y su sorpresa y algo de desazón vio la melena rosa asomarse. Antes de permitirle el paso o lo que sea que quisiera, aguardó sin hacer ruido al menos un par de minutos, esperando a que pensara que nadie estuviera despierto y se diera cuenta de su imprudencia. Si bien, al parecer Anasui no le importó o tal vez ni se le ocurrió lo desvelados que estarían por la fatídica tarde, pues continuó tocando el timbre ahora con más insistencia.

Después de rodar los ojos, sin más le abrió disimulando un poco su meca no muy grata.

-Señora Kujo. – Dijo el joven no sabiendo bien lo que había dicho, cosa que le molestó a la mujer, aunque prefirió ignorarlo al considerarlo como un niño distraído.

-Anasui, buenos días. ¿Qué se te ofrece? Es muy temprano, ¿No crees? – No se molestó en disimular tanto su des encontento después de todo. No obstante pareciera que este no lo notó.

-Solo vine por mi chaqueta, la olvidé ayer. Usted sabe, con lo que pasó ayer. – Dijo lo ultimó haciendo una mueca de desagrado. ¿Enserio con esa actitud quería conseguir algo con su hija? De igual forma negó con la cabeza no recordando ni una chaqueta.

-Lo siento pero no había ninguna prenda...

-Esta en el cuarto de lavado. – Llegó de pronto Jolyne con voz cansada y algo irritada, al parecer apenas bajaba del cuarto donde se encontraba la lavadora, ¿En qué momento? La madre no la había visto pasar.

La jovencita hizo el ademan de ir por él, pero Anasui sin decir más fue tras ella directo a ese cuarto. Dejando a la mujer incomoda por la presencia de este, mas esperaba que se fuera rápido ya con esa tonta chaqueta.

-¿No me vas a saludar? – Melosamente se acercó Anasui al rostro de Jolyne levantando los labios como si fuese a recibir un beso por parte de la chica.

-Aléjate ¿Quieres? No estoy de humor para tus tonterías. – Lo empujó un poco con las manos.

-¡Oh! Tan difícil como siempre ¿Eh? Está bien, esperare. – Sin molestarse siguió caminando desde las escaleras hasta el pasillo donde guiaría dicho cuarto y las demás habitaciones.

Al pasar un par de puestas más, poco se asomó donde se encontraba un Jotaro apenas levantándose y adolorido, este no reparó en la mirada curiosa de Anasui y al saberse que no había sido visto, tan solo ensanchó una sonrisa traviesa y prosiguió su camino alcanzando a la joven.

-¿Anasui? No estés hurgando por ahí y ven a que te de tu estúpido abrigo o lo que sea. – Le dijo con insistencia Jolyne sabiendo que esa era la habitación de su padre.

Anasuí corrió sin antes sonreír al hombre y ambos jóvenes entraron, percibió el olor a jabón y el ruido de la lavadora con cierta irritación.

-Toma y lava esa cosa que huele horrible ¿Cuándo fue la última vez que lo lavaste?. – Jolyne le extendió la chamarra de piel color negro. Y extrañado puso su nariz en él y solo percibió su loción favorito.

-¿Pero de qué hablas? ¡Es mi loción! Es muy fina, me costó una fortuna y...

En eso, Narciso paró al ver algunas cosas descansado sobre la ropa sucia que estaba a espaldas de la joven. Algo en específico le llamó la atención aquella cartera de piel color café que dejaba asomar una identificación muy curiosa.

-Pues huele asqueroso. – Hizo el ademan de taparse la nariz con los dedos volteando hacia otro lado como si estuviese por hacer algo más, pero no advirtió que el otro aprovechara la situación para atraparla ligeramente entre uno sus musculados brazos.

- ¡Ja! Vamos Jolyne, no tienes que fingir repulsión hacia mí. – Anasui se acercaba peligrosa mente hacia la chica, más de lo que solía ser. – ¿No te parece romántico esto? Estamos solos...

-Anasui, ¿Qué haces? – Alzó un poco la voz queriendo dar a entender que no estaba cómoda con lo que hacía.

Jolyne al estar a espaldas del montón de ropa, esta dio un paso atrás tratando de zafarse un poco haciendo que su cuerpo se inclinara un poco en ese bulto, cosa que aprovechó Anasui y tomó dicha billetera donde poco enseñaba la identificación y la fotografía del joven Giorno Giovanna.

Momentos antes

Desde la habitación de dicho rubio, Giorno intentaba levantarse de la cama pues no soportaba estar tanto tiempo acostado. Ya quería tomar un buen baño e ir a con Jolyne a disculparse o algo, pues no se sentía cómodo con lo que había pasado. Se levantó adolorido con los músculos entumecidos y qué decir del abdomen, quizá por el esfuerzo que había hecho en el escusado. Quiso dirigirse al baño aun en su pijama blanca que amablemente le había prestado la madre, pues jamás llegó a tener una como lo era esa.

Por fin de pie, se miró al espejo y se arregló un poco el cabello, podría encontrarse con alguien camino a la ducha. Poco llegaba a escuchar unas voces, pero no tomó tanta importancia hasta que una en particular lo sacó de su labor en el pelo, ¿Anasui?

Sin tardar, con cuidado abrió la puerta de la habitación pudiendo ver el final del pasillo donde se encontraría el cuarto que hasta donde él sabia usaban la lavadora. La puerta de aquel lugar estaba entre abierta y en ella se escuchaba la voz de Anasui un tanto ¿Melosa? De pensarlo le hervía la sangre pues con la única persona que ha sabido que llega a ser así es con Jolyne.

Anasui, ¿Qué haces? Se escuchó Opacado, pero los oídos de Giorno lo lograron percibir con claridad.

Puede que en otras circunstancias con un Giorno más relajado y sin haber tenido aquella conversación con Mista por teléfono, habría considerado en si era correcto o no en ir a toda velocidad a detener lo que sea que le estuviera molestando, era algo de lo que no estaba seguro. Pero conociendo a la chica y a ese pedante de nombre Narciso Anasui, no lo pensó ni un momento y fue directo hacia allá sacando su espeso carácter.

"No puede tratar a Jolyne como si fuera suya por derecho". Recordó las palabras de Mista.

...

-Anasui, te estas ganando una patada donde ya no podrás tener herencia. – Amenazó Jolyne no logrando zafarse del todo y a decir verdad, era algo que también aprovecharía el mas alto.

-Querida, ¿Alguna vez te han dicho que tengo unos ojos hermos...? – El inusual ligue fue interrumpido por un repentino golpe en su barbilla que claro no vio venir. – ¿¡Pero qué mierda te sucede!? – Un tanto aturdido le gritó al desalineado Giorno que igual o peor le devolvía la mirada.

-¿Qué crees que estás haciendo, Stronzo?

-¡Giorno! ¿¡Pero, qué demonios!? – Se molestó Jolyne ante su repentina aparición, en ese momento Anasui se sintió victorioso al ver que esta se había enojado con el rubio por golpearle. – ¿Eres tonto? No deberías estar de pie ¡Sigues enfermo!

-¿¡Qué!? – Exclamó el pelirosa incrédulo, al igual que Giorno que la miraba sorprendido en que la menor se preocupara más en su estado de salud que en la desagradable situación.

-Jolyne...

-Nada de Jolyne, tienes que reposar. – La joven tomó del brazo al rubio guiándolo nuevamente a la habitación asignada, dejando a Narciso con la boca abierta.

La silueta de los jóvenes desaparecieron después de cruzar el umbral de la puerta. Anasui se sentía indignado y ciertamente derrotado, pero ¡Un momento! En suelo podría vislumbrar la billetera que segundos antes tenía y que por el repentino golpe este había soltado.

Sin ningún pudor y bastante curioso lo volvió a tomar abriéndola encontrando una información que definitivamente no esperaba. Una enorme sonrisa se ensanchó en su rostro y su mente empezó a maquinar las infinitas posibilidades luego de usar esa valiosa información a su favor.

Con recelo abrazó el objeto mirando hacia todos lados como si alguien más estuviese presente y luego lo guardó en uno de sus bolsillos, ya después lo devolvería.

Tendría que buscar a Jotaro ahora que fue totalmente ignorado por la joven. Puede que muchos subestimen a Anasui, pero el dejar su chaqueta afuera luego de que los varones enfermaran, habia sido parte del plan para introducirse a la casa.

...

Italia, Nápoles

-No lo sé, Giorno no ese tipo de chico. – Decía Trish luego de beber su té en la barra de aquella cocina. – Tú sabes, no es alguien abrupto en sus emociones.

-Sé lo que te digo, cariño. – Se mostraba pensativo Mista. – Si Giorno no se pone los malditos pantalones ese idiota le hará ver como un niño cagón. Bueno... más.

Trish hizo un ligero gesto de desagrado, de pensar en la penosa situación de su amigo le daba bastante rabia, pero no entendería las razones de actuar de ese tal Analsui o como así le llamaba el moreno.

-No se si sea prudente, Giorno es alguien tranquilo pero si buscan provocarlo, sabes lo rudo que puede ser.

-Ese idiota debe aprender a no guardar tanto sus emociones...

-Sin embargo... - Se tomó la barbilla Trish – Es posible que tu jefe también este detrás de todo esto, ¿No crees?

Los ojos negros de Mista se abrieron de par en par.

-¿Qué? ¿En qué te basas? – Enarcó una ceja el joven, pues sabia de la seriedad del hombre y no lo imaginaba haciendo algo tan inmaduro. – ¿Intuición femenina?

-No precisamente. – Comenzó. – ¡Sé lo que digo! Jotaro jamás me dio buena espina, es difícil de creer pero sé lo inmaduro que puede ser un padre, como bien has visto... - Se encogió de hombros recordando la imagen de un hombre muy parecida a ella.

Mista rápido entendió.

-¿Acaso es una indirecta a tu padre, Trish? – Entre burla cuestionó haciendo que la joven sonriera traviesa.

-Tal vez...

En eso, un par de toques en la puerta del departamento se escuchó. Ambos se miraron confundidos de inmediato, no esperaban a nadie.

-¿Quién sería? – Preguntó la chica.

-Ni puta idea. – Respondió acercándose a la puerta tratando de ver a través de la mirilla. Tan solo lograba ver un pecho bien formado y los brazos en la cintura viéndose impaciente. No lograba distinguir bien, hasta que volvió a tocar con más insistencia y posó el ojo en la misma mirilla.

-Mierda... – Dijo Mista con una asustada Trish, pues al juzgar su cara este ya apartaba el rostro de la puerta y apoyaba su espalda en la misma.

-¿Qué sucede?

-¡Haruno soy tu padre! ¿¡Qué esperas para abrirme!? – Por fin alzó la voz el extraño hombre que osaba en exigir. Los jóvenes palidecieron no sabiendo qué hacer. – Sé que están ahí, puedo oler a Mista desde aquí.

Mista tragó grueso a la vez que se ofendía. Si bien Trish lo apartó viendo que este solo se quedaba estático.

Primero se debatió si en abrirle primero, pero se deicidio en hacerlo con el moreno a sus espaldas y abrió dejando ver a un hombre alto, de mirada arrogante y cabello rubio.

-Señor Dio... - Dijeron ambos menores. 

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Stronzo=básicamente, pendejo.

He regresaduuu!!!! Whoooo!!! *Salen serpentinas y fuegos artificiales*

Mis chicos :'^ como están? Los extrañé un resto, ay perdónenme la vida. Apenas pude y agarré de nuevo el hilo me puse a escribir :3 es más! Para compensar, cada uno puede lanzarme jitomatazos en la cara *le cae un jitomate*

Bueno jaja aquí el cap, ya no me demoraré tanto, si creen que en algun momento dejó a la deriva este fic, primero me mato XD jaja buenos. Espero me disculpen, la prox semana el siguiente cap. 💙

Los quiero mucho :0 neta, se van al cielo con todo y chanclas por su paciencia y entiendo si están enojaditos.

Espero les haya gustado y si ven una cosa fea como un horror ortografico o alguna incoherencia ruego más disculpas :0 soy bien topito, ya se la sanborns

Los quiero mucho, son los mejores. Les mando muchos besos y muchos abrazos. ❤💜💙💚💛

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