Capítulo 92

Presente

April, por favor, abre la puerta —Fred vuelve a insistir, como lleva haciendo todo el día. Habían vuelto de Sortilegios poco después de que me metiera en la habitación y no se había ido de allí en ningún momento. Ni tampoco había intentado abrir la puerta, que ni siquiera la había hechizado. Solo tenía que girar el pomo para entrar, pero no se le había ocurrido. No le culpo.

Vuelvo a mirar el periódico. No puede saber que ayudé en la invasión a Hogwarts, sin embargo, está publicado en El Profeta, en primera plana. Lo dije durante el juicio, pero lo único que había sido publicado había sido el día en Azkaban y mi indulto, camuflado como absolución gracias a Kingsley. ¿Cómo sabía esta mujer que me habían indultado? ¿Qué había ayudado a Draco a que entraran en Hogwarts? Eso no había salido en El Profeta, pero estaba segura de que lo sabía. Y seguro que sabía más cosas. Más cosas que solo había contado en el juicio. ¿Y si alguno de los que estaba allí lo había contado todo?

—April, por favor —repite, pero no puedo verle a la cara, no ahora, no con todo lo que se ha publicado.

—Vete —murmuro, pero debe de oírme porque suspira al otro lado de la puerta. Quiero que entre. Que gire el pomo y venga a abrazarme y me diga que todo va a estar bien. Pero no digo nada.

—Por favor, amor, ábreme —no había estado llorando, no hasta ahora. La última vez que me llamó así lo hizo en Hogwarts, cuando se despidió la noche de antes de irse. Antes de que todo se fuera a la mierda.

Antes de que, por mi culpa, se fuera todo a la mierda.

Intento ahogar los sollozos bajo la almohada, pero parece ser que no es efectivo ya que oigo a Fred al otro lado, moviéndose, nervioso. Y entonces empiezo a llorar aún más, porque no soy capaz de levantarme y abrir la puerta para abrazarle. Porque él sigue estando ahí a pesar de todo lo que he hecho. Y yo nunca estoy. Nunca he estado.

Mortifaga.

Torturadora.

Asesina.

—Está muerta por mi culpa —murmuro cuando siento como la cama se hunde. Ya se ha dado cuenta de que la puerta siempre ha estado abierta.

Siento como Fred levanta la almohada y mete la cabeza también debajo. Suspira y se acerca más a mi, pasándome un brazo por la espalda que me hace llorar aún más.

—No es tu culpa —cada vez que Fred me daba un beso en la frente solía relajarme, pero hoy solo me hace llorar más.

—Tenía que haberme quedado contigo después de ese beso —le respondo y, a pesar de que estamos bajo la almohada y ya es bastante de noche sé que sonríe—, no haberlo utilizado para llevarte hasta la mansión. Está muerta porque aparecí por allí, es mi culpa.

—Y si yo no hubiera estado bromeando Percy no hubiera muerto —me responde y no puedo evitar pegarme a él un poco más—. Si May no hubiera sido rápida estaríamos muertos también los dos, April, todo porque yo estaba bromeando.

—Y si yo hubiera estado Percy tampoco estaría muerto —le respondo, intentando sonar segura y que no se me note en la voz, pero los dos sabemos que estoy fingiendo—. May hubiera estado con George y tú y yo hubiéramos... yo les hubiera matado y tú hubieras estado protegiendo —me corrijo en el último segundo y, como puedo porque estoy tan pegada a Fred que es casi imposible, me limpio las lágrimas y abrazo a mi novio—. Es culpa mía porque no le presioné lo suficiente cuando le vi en el Ministerio, hubiera ido antes con vosotros y...

—No tienes la culpa de todo, April —me interrumpe y niego. Sí que la tengo. Tengo gran parte de la culpa de todo lo que ha pasado. Porque si hubiera huído todo hubiera sido diferente, muy diferente. Ojalá hubiera huído, ahora no estaría así.

—¿Cómo estás? —le pregunto en cambio. Levanto la almohada y la pongo bajo la cabeza de Fred, que sonríe un poco. Y luego me muevo para quedarme apoyada contra él, con la cabeza en su hombro—. Perdóname por no haberme preocupado por ti, por la tienda y por todo durante estos meses.

—Sé que tienes otras cosas en la cabeza —dice, y vuelvo a negar.

—No es excusa, estamos juntos, ¿no? Se supone que te preocupas y estás ahí cuando te necesitan.

—Pero tú no eres así, nunca lo has sido, April —sé que no es un reproche, lo sé, pero se siente como uno—. Y está bien, me gusta como eres, de verdad.

—¿Preocupandome solo por May?

—Por tu familia —me corrige y no puedo evitar suspirar—. Supongo que ahora que todo está más calmado empezarás poco a poco a hacer lo mismo con todos nosotros.

—No está calamado, acabo de salir de Azkaban —murmuro y Fred me acerca más a él.

—Seguro que Luna puede arreglarlo, tanto tu brazo como lo del artículo—ambos levantamos la cabeza de la almohada para mirar a la puerta, donde Harry está apoyado, con Ron a su lado. Los dos entran en la habitación, como si nada y se nota que se mueren de ganas de ver de cerca todas las fotos de las paredes—. Pinta muy bien y me ayudó con la entrevista para El Quisquilloso.

—Creo que no es exactamente lo mismo, no te ofendas, pero te llamaban mentiroso, no te acusaban de ser una mortífaga cazafortunas —le respondo y de reojo veo como Ron se ríe—. Si quisiera dinero y no tuviera escrúpulos...

—Que no los tienes —me interrumpe Ron y no puedo evitar poner los ojos en blanco.

—Si involucran a mi familia entonces no, no tengo escrúpulos, ¿te refieres a eso, Ron? —le digo, levantándome un poco de la cama y entonces es cuando él retrocede un paso mientras que Fred tira de mi para que vuelva a tumbarme—. Si quisiera dinero se lo habría pedido a Bellatrix, que era su favorita hasta que, bueno, mataron a mi madre y desaparecí durante semanas.

El silencio, sí, mi parte favorita. Porque es imposible obviar lo que soy, lo que he sido. Harry carraspea y los tres empiezan a hablar sobre las fotos de May, pero no presto atención a los alagos hacia las fotos de mi hermana, son solo una forma de volver a cambiar la conversación. Cojo de nuevo el periódico y me levanto de la cama para bajar las escaleras y salir de nuevo al jardín, a la zona sin gnomos, donde puedo estar tranquila y volver a leerlo, parte por parte. Porque el jucio de Rigel es mañana y yo no tengo nada preparado.

***

May es a la primera que llaman para que hable sobre Rigel y todo lo que ha pasado siempre con él. Fred y George también están sentados aquí, escuchando todo, al igual que están la profesora McGonagall y madame Pomfrey, aunque no sé que hacen aquí. Como el primer año fueron torturas hacia  mi cuando llegamos por Navidad, como el verano si hacíamos algo equivocado me esforzaba para hacer algo mil veces peor solo por protegerla. Como dejamos de ir a casa por Navidad solo porque el colegio era un lugar más seguro, incluso con todo lo que pasaba a menudo. Les cuenta sobre las amenazas de hacer daño a la otra si seguíamos hablando con los gemelos, como los mejores veranos eran cuando no estabamos en casa. Y como los peores era cuando estabamos allí. Entonces habla del verano de cuarto a quinto curso, cuando descubrió que hablaba con George, y luego del de sexto curso a séptimo, el verano de la tortura, el verano en el que conocimos al señor Tenebroso. Y habla de ello. Fred se mueve para abrazar a George y luego busca mi mano, apretandola suavemente. Sé que es su forma de pedir perdón por no haberse dado cuenta de la realidad, pero tampoco podía hacer nada porque no dijimos nada.

Aprovecho para beber de la botella que me he traído. Como May se entere me va a matar, pero no puedo más, como no podía cuando estaba con Bella. Vuelvo a sentir la adicción que me provoca y, casi, dejo de beber. Pero solo casi. No sé como voy a dejarlo esta vez.

May termina con la batalla de Hogwarts, las amenazas que le había lanzado y entonces es cuando el malnacido empieza a gritar desde la silla en la que está encadenado. Dura poco porque Kingsley le calla y May termina su relato. Vuelve con nosotros mientras que el tribunal habla y yo me apoyo en ella. Cuando volvió anoche no dijimos nada, solo se tumbó conmigo en el jardín hasta la hora de cenar y, cuando terminamos, volvió conmigo allí, en silencio. Supongo que tenemos muchas cosas de las que hablar, pero ninguna de las dos tiene ganas de hacerlo.

Llega mi turno, aprovecho para darle otro trago al filtro de paz y repito las palabras de May. Recuerdo la felicidad cuando le cogieron en el Ministerio y le mandaron a Azkaban, recuerdo el terror de cuando se escapó. Hablo de los meses de la guerra, de sus amenazas y sus torturas. De como mató a mamá, sin escrúpulos. De como quería matarme a mi, de como quiso matar a Fred. No había vuelto a hablar con él hasta la batalla, pero sí que cuento lo que le había hecho a  la casa, todo preparado para desestabilizarnos en cuanto llegaramos y Kingsley lo corrobora. Él mandó a los aurores a recoger los cuerpos. Hablo de ayer, en Azkaban, de como había estado insultando y amenazando cuando los aurores y el Ministro se fueron. Luego me quedo callada. No digo nada más porque no es necesario, así que vuelvo a subir con mi hermana. Solo cierro los ojos y espero que dicten ya su estúpida sentencia y pueda irme a casa de una vez. Pero no la dictan.

—El tribunal llama a Minerva McGonagal —dice Kingsley y abro los ojos para ver qué demonios está pasando. La profesora McGonagall se levanta elegantemente de su sitio y avanza hasta la silla colocada delante del tribunal, pero no se sienta.

—La primera vez que noté que había algo raro con April fue después de que volviera de las vacaciones de Navidad en su primer curso —empieza a decir y saca de su túnica una carta—. Me dio esto, donde pueden ver como su padre menciona que su educación es algo de lo que tienen que ocuparse ellos mismos y, nosotros, como docentes, solo tenemos que enseñarles la magia. Por supuesto dice más cosas, horribles todas ellas, pero espero que sirva de algo como prueba —levanta la carta y cuando Kingsley asiente, se acerca hasta el tribunal para darsela—. Contesté a esa carta, por supuesto, mencionando que se avisaría al consejo si volvía a poner un dedo encima de cualquiera de las dos niñas. Tonta de mi, claro, cuando volvieron de las vacaciones de verano April lo hizo con las costillas rotas, me avisó Poppy y volví a caer, escribí de nuevo al señor Avery, advirtiendole de que se avisaría al consejo escolar. Que, por supuesto, ignoró la carta, tanto él como el señor Malfoy formaban parte de él, así que solo lo ignoraron, pero al menos, aparentemente, las torturas pararon.

No sabía que había hecho eso. Que había escrito y que había hablado. ¿Quizá gracias a ella no había sido tan duro algunos años? La profesora McGonagall sigue hablando y cuenta como siempre nos quedabamos en el castillo, el ojo morado de quinto curso y como ahora entiende nuestro comportamiento al inicio de séptimo curso. Cuando ella acaba vuelve junto a Madame Pomfrey, que no tarda en ser llamada. Ella dura menos, bastante menos, pero sí que deja algo claro, reconoce una maldición cruciatus mal ejecutada. Y entiendo por qué las torturas del falso profesor Moody eran tan distintas, por que las de Bella eran distintas. Ellos no me rompían los huesos, padre no sabe hacer una buena maldición cruciatus.

—Esas costillas rotas solo podían ser obra de magia oscura mal ejecutada —dice, sonando muy segura de ello—. Hable con Minerva y con Albus sobre ello, pero ninguno de los dos podía hacer nada, y se intentó. Por mucho que intenté curar a la niña era imposible porque no vino a la enfermería cuando tenía que haberlo hecho, así que lo más normal es que tenga secuelas, claro, ¿cómo no va a tenerlas con todo lo que ha pasado? Y la hermana me asombra que siga entera teniendo a semejante monstruo como padre...

—Madame Pomfrey —le advierte Kingsley, pero ella le ignora.

—Aunque también es probable que la otra niña sufriera menos daños, claro, aunque desde luego tenía menos suerte en el quidditch, siempre recibía los peores golpes —y se ha ido totalmente del tema, pero consigue hacer que May se ría entre dientes e, incluso, algunos miembros del tribunal—. He cuidado de estas niñas durante siete años, cuando llegó el hielo maldito hasta una de ellas, May si no recuerdo mal, sus padres vinieron. Por supuesto, no me quedó otra que dejar que entraran a ver a la niña, pero le vi, claro que le vi como apretaba el hombro a la otra. Y luego me viene la niña en brazos de su novio, con el hombro dislocado y me dice que se ha caído por las escaleras. Una ha visto de todo en ese colegio, como historias de un perro que sale del bosque prohibido a morder una mano cuando en realidad era una mordedura de dragón. ¿De dónde sacó el dragón? No lo sé, señorías, pero sé reconocerla.

—¿Quizá del torneo de los Tres Magos, Poppy? —dice la profesora McGonagall desde su sitio y parece que intenta ocultar algo ya que madame Pomfrey asiente, como si se le hubiera olvidado eso. Pero a ella no parece que se le olvide nada que tenga que ver con sus pacientes.

—Lo que no sé es como llegó hasta ellos, ese sí que fue un curso horrible, ¡dragones, niños en el Lago Negro y el laberinto! Un horror de curso, si me permiten mi opinión. Aunque el siguiente tampoco mejoró, ya saben, con todo ese tema de las plumas de sangre.

—¿Perdone? —dice Kingsley y Madame Pomfrey asiente, como si nada.

—Idea de Dolores Umbridge, hacer copiar a los pobres niños con su propia sangre. Potter pensaba que no me daba cuenta de la herida que tenía en la mano, ya saben que él fue el más afecado por las acciones de Dolores, pero como para no verla —comenta el hecho, como quien habla del tiempo mientras que los miembros del Wizengamont empiezan a susurrar entre sí y alguno de ellos apuntan varias cosas—. Y los pobres niños de primero, tan pequeños y tan asustados... normal que muchos lloraran diciendo que querían volver a casa. Los más mayores intentaban consolarles, les vi muchas veces, pero no servía de nada. Al menos la locura que hicieron los gemelos Weasley les devolvío las sonrisas durante unos días, pero temí por la vida de esos chicos, no les voy a engañar, Dolores pensaba utilizar los viejos castigos de la escuela para enseñarles. Menos mal que se fueron, sí, no sé como hubiera podido curarles después de eso.

Madame Pomfrey sigue hablando otro poco más de todo lo que ha visto en el colegio, incluido lo del último curso. Quizá a nosotras no nos incluye y contra Rigel tiene poco valor, pero por la velocidad a la que toman notas, sin duda lo tendrán en cuenta para los Carrow.

Llega por fin el turno de padre y empieza a mentir sin parar. Que él nunca había estado a favor de esos ideales, que nunca nos había tocado y que todo había sido tío Thorffin y no él. Este tribunal es el mismo que el que tenían Narcissa y Draco, así que no son tan duros como conmigo. Según va mintiendo las caras van cambiando poco a poco, cuando había empezado a hablar era odio, ahora en muchas de ellas hay pena.

—Cuando mató a mi mujer... cuando April mató a Carina me.. me volví loco —dice, y May me tiene que sujetar para que no me lance hacia él. Si no va a Azkaban no volverá a ver la luz del sol y me encargaré de ello—. Acababa de matar a su hermana gemela, ¿qué le impedía matar a su madre? April les ha engañado a todos, ayer lo dijo en Azkaban antes de que se la llevasen, quiere utilizar a Harry Potter para poder revivir a Quien-No-Debe-Ser-Nombrado.

Sigue mintiendo, cada vez más. A cada palabra que dice la cara del tribunal va cambiando más y más de expresión y, llega un momento, que a quien miran con odio es a nosotras y no a él. Llega el momento de levantar las varitas para emitir el veredicto y, cuando se levantan las que están a favor de la absolución, creo que me va a dar algo porque hay demasiadas levantadas. Kingsley cuenta veintitres votos a favor y temo. Si alguien no vota le liberarán.

—Votos en contra de la absolución —dice Kingsley y él es el primero en levantar la varita. Poco a poco se unen el resto y solo hay una que no se levanta. Pero el mago sí que se levanta de la silla.

—Sus hijas también deberían estarn en Azkaban —dice y los murmullos le secundan.

—May Weasley nunca ha estado con los mortifagos, siempre ha sido parte de la Orden del Fénix —Kingsley levanta la voz por encima de la de todos los demás y pronto se callan. Supongo que han notado el cambio de apellido. Kinglsey no termina de entender lo de guardar el secreto—. Y en lo que respecta a April Avery, ayer fue su juicio y fue absuelta.

—Indultada —insiste el mago. Su voz me suena de algo, pero no sé de qué. Seguramente sea amigo de padre y haya ido a casa alguna vez.

—¿Le conocemos? —le susurro a May y ella asiente.

—Es hermano de Macnair padre —susurra ella—, nunca ha demostrado estar a favor de forma pública, así que no han podido inculparle de nada. Venía a casa antes de que fueramos a Hogwarts.

Kingsley decide acabar la discusión con el hermano de Macnair diciendo que yo estoy absuelta y que, sí tenía quejas, tenía que haber ido a mi juicio y no protestar en este. Dictan, por fin, la sentencia de padre. Veinticinco años en Azkaban. No me sorprende que tenga menos que yo porque se ha dedicado a mentir y ha conseguido lo que quería, engañar a todo el tribunal. Solo espero que, dentro de veinticinco años, no venga a por nosotras.

Cuando se lo llevan, nos mira fijamente. Y luego empieza a reírse. No puedo evitar terminar de beberme todo el filtro de paz y, en cuanto May dice que nos vayamos a casa, dejo que me lleven.

No puedo más.

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Sinceramente me encanta como suena May Weasley a pesar de que es un atraso que te cagas eso de cambiarte el apellido nfewkfnwkefnwkef Aunque entiendo que quiera huir del Avery, no nos vamos a engañar jajajajaja

Mil gracias por leer y nos vemos la semana que viene ♥

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