Capítulo 90
Pasado
Estoy enfadada conmigo misma. Porque no sé como podré decirle a May que su recién empezada relación con George está condenada al fracaso. Así que me tiro todo el viaje con el libro tapandome la cara, pero mirando por la ventana, observandoles. Se besan, se abrazan, juegan con las manos del otro, se ríen. ¿Cómo puedo quitarle esa felicidad? ¿Por qué todo tiene que ser tan injusto? Durante algunos momentos, como cuando George cierra los ojos y abraza a May se me humedecen los ojos y tengo que esforzarme por no llorar. No sé como se lo voy a decir. Al final me canso de sujetar el libro y lo dejo, pero sigo mirando por la ventana, con cuidado para que no se den cuenta de que los observo. ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?
Cuando Fred entra ni siquiera le miro, solo miro su reflejo en el cristal y no me inmuto. Me habla, le contesto sin mirarle. Y, por supuesto, me lo echa en cara. May y George no tardan en irse, justo cuando el castillo de Hogwarts empieza a verse. Queda poco. Solo tengo que aguantar un poco más, no tendremos que volver a cruzarnos, el castillo es lo suficientemente grande para ello. Las pocas clases que compartamos juntos lo haremos cada uno en un extremo del aula. Todo estará bien.
—Tienes razón —le digo con una calma que no siento. Tengo muchísimas emociones en mi interior. Estoy enfadada conmigo misma por no ser capaz de hablar con May y decirle la verdad. También estoy jodidamente triste porque la voy a destrozar cuando lo haga—. ¿Qué quieres?
Me giro y le miro directamente. Ha crecido en este verano. Con las prisas de los mundiales no me había dado casi cuenta. Su pelo también ha crecido y descubro que tengo muchísimas ganas de volver a meter la mano en su pelo y besarle. Quiero levantarme, agarrarle de la camisa y besarle tal y como nos habíamos besado la última vez. Pero no puedo porque rompimos lo que teníamos. No puedo olvidar como dijo que había sido un completo error, aunque tampoco puedo olvidar como dije que lo único que quería era una distracción, que me hubiera liado con el primero que pasara por ahí. No olvido su expresión, rota. Como se fue después de preguntarme que si todo había sido un juego para mi. Y cuando asentí... oh, cuando asentí. Llevo viendolo en mi cabeza todo el verano, la mirada antes de que se fuera.
—Avery —vuelvo a la realidad y Fred me está mirando. Sigue enfadado conmigo—, te estoy hablando.
—Es que cuando alguien no me interesa desconecto —digo, sin poder evitarlo. La estoy cagando más.
—Sí, me lo dejaste muy claro —dice y abre la puerta del compartimento.
Quiero decirle que no se vaya, que se quede conmigo como hizo él en Navidad, pero no puedo. No puedo decirle que se quede conmigo, que vuelva a besarme, que vuelva a llamarme amor. No puedo ser egoista, no puedo atarle a esto para que luego tengamos que romper. Así que me quedo en el compartimento hasta que el tren se para por completo y le veo por la ventana como se aleja con sus amigos, riendo. Es lo mejor para ambos.
***
—¡Peeves! —chillo cuando el globo de agua me cae en la cabeza y me moja aún más de lo que ya estoy. No le soporto.
No se como consigo llegar a la mesa de Slytherin sin caerme, pero agradezco estar tan cerca de la puerta porque unos pasos más y me hubiera caído de culo. May ya está sentada en la mesa, hablando tranquilamente con Alexa y Adrian me mira como si fuera de otro mundo. Solo estoy completamente chorreando, tampoco es para tanto. La selección de los alumnos de primero se me hace eterna ya que solo quiero cenar y volver a mi habitación para esconderme debajo de las sábanas, tengo frío y creo que me voy a constipar en cualquier momento. A madame Pomfrey no le van a llegar las pociones pimentónicas para curar todos los resfriados que va a haber en Hogwarts.
—Bien, ahora que estamos todos satisfechos es hora de que os cuente algunas noticias —dice el director Dumbledore cuando desaparece el último resto de los platos—. El señor Filch, el conserje, me ha pedido que os comunique que la lista de objetos prohibidos ha aumentado a creo que cuatrocientos treinta y siete. La lista completa está colgada en su despacho, podéis consultarla en cualquier momento.
—Como que alguien va a ir a verla —dice Alexa, riendo, pero es una risa nerviosa. Supongo que porque como prefecta tiene que dar ejemplo y no permitir todos esos objetos. Ya casi no hablo con ella, también soy una pésima amiga.
—También tengo que recordaos que el Bosque Prohibido está, como su nombre indica, prohibido para los estudiantes. Lo mismo ocurre con el pueblo de Hogsmeade para los alumnos de primero y segundo —el profesor Dumbledore continúa su discurso y no puedo evitar mirar a Astoria, que se cruza de brazos enfadada por la norma—. Es mi doloroso deber informar que la copa de quidditch no se celebrará este curso.
Mi vista se desvía automáticamente hacia Fred, que mueve la boca, pero no parece salir nada de ella. Parece demasiado afectado porque este año no vaya a haber quidditch. Si hubiera quidditch quizá podría escabullirme hasta los vestuarios masculinos de Gryffindor, como ya había hecho alguna vez en el curso anterior, y... No. No más. No puedo seguir por ahí, por esa línea de pensamiento. Se acabo, no volveremos nunca, no hay más. No podemos volver.
—Esto se debe a un evento que dará comienzo en octubre y continuará todo el curso académico, estoy seguro de que lo disfrutaréis enormemente, sí. Tengo el placer de anunciar que este año en Hogwarts...
Las puertas del Gran Comedor se abren de golpe, coincidiendo con un gran trueno que hace saltar a gran parte de los estudiantes. Yo incluida. En la puerta hay un hombre, con un largo bastón que empieza a andar hacia Dumbledore mientras los rayos le iluminan. Tiene la cara prácticamente deformada y uno de sus ojos da vueltas en todos los sentidos posibles, llegando incluso a mirar en su interior. Le estrecha la mano a Dumbledore y comienzan a hablar en susurros hasta que Dumbledore le ofrece el asiento vacio de la mesa.
—Os presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor Moody —dice Dumbledore, esperando aplausos, pero los únicos que los dan son él y Hagrid. Seguro que está contento porque May sigue en su asignatura, solo espero que no le de más pastelitos de roca—. Bien, como iba diciendo, tendremos el honor de ser la sede de un importante evento que lleva sin celebrarse un siglo. El Torneo de los Tres Magos.
—¡Se está quedando con nosotros! —Fred rompió el silencio y causó que todos en el Gran Comedor se relajaran, incluido el director. No puedo evitar sonreír. Le echo de menos. Le echo tanto de menos que duele. Lleva doliendo desde junio, pero es más fácil ignorar el dolor cuando no lo tienes delante.
—No me estoy quedando con nadie, señor Weasley, pero este verano me han contado un chiste buenísimo... —la profesora McGonagall decide que es el momento de aclararse la garganta de una forma totalmente excesiva para poder devolver al director a su discurso—. Sí, quizá no es este el mejor momento. Algunos conoceréis qué es el Torneo de los Tres Magos, pero otros no, así que los que lo sabéis ruego que me disculpéis mientras lo explico.
Desconecto. No necesito escucharlo porque ya lo sé todo. Miro a May, que empieza a jugar con Alexa para distraerse mientras explica y me río. Me encanta verlas así. Adrian niega, pero también sonríe y mira a Alexa con adoración. ¿Qué sentirá al no tener que esconderse? No puedo ir por ahí, no puedo seguir por ese camino. Y decido escuchar de nuevo al director. Que está avisando de que solo los mayores de diecisiete años podrán participar y respiro, aliviada. No poder presentarme hace que no pueda intentarlo. Porque si hubiera tenido la oportunidad hubiera echado mi nombre porque necesitaba probar que yo también valía la pena. Y May también lo hubiera hecho. Y Fred. Le miro, a pesar de que me he dicho que no lo haría más, y tanto él como George parecen, de golpe, furiosos. Y cuando nos mandan a la cama ninguno de los dos se mueve.
—¡No puede hacer eso! —oigo protestar a George y May se revuelve en su sitio, incómoda—. Nosotros cumpliremos los diecisiete en abril, ¿por qué no podemos tener una oportunidad?
—No me van a impedir que entren —dice Fred, cabezota como siempre—. Los campeones tendrán que hacer cosas que en condiciones normales nunca nos permitirían.
—Y por eso tú no podrías entrar, Weasley —le digo desde mi mesa, y me levanto. Oigo algunos murmullos que dicen "Empiezan pronto", pero los ignoro. Me da igual que me miren, solo quiero que me haga caso, aunque sea discutiendo. No debería, pero lo necesito—. En condiciones normales no eres capaz de hacer nada, imaginate durante el torneo.
—Nadie te ha pedido tu opinión, Avery —me responde, pero ni siquiera me mira.
Se va, con George, Potter, su hermano pequeño y Hermione. Y más murmullos porque se esperaban una pelea. Me voy con May ya que Alexa y Adrian tienen que ir a ver que ninguno de los pequeños se extravíe. Mi hermana me mira, supongo que sin entender porqué he hecho esa tontería de contestar a Fred, pero la respuesta que tengo para ello es una que no me puedo permitir dar.
***
—Vamos a hacer cambios —el profesor Snape entra en la clase con la capa hondeando tras él. Era nuestra primera clase con él y ya tenía ganas de que acabase—. Vamos, levantense.
Todos arrastramos las sillas y nos movemos al inicio de la clase. Y empieza a decir nombres. Hasta que llega a los nuestros.
—Avery —dice y luego levanta la cabeza al ver que ninguna de las dos nos movemos. ¿Cómo vamos a saber a quien se refiere?—. April. Al fondo. Con Weasley. Fred.
Fred va a protestar, pero cierra la boca en cuanto se da cuenta de que va a ser inútil. Yo ya me he ido a mi sitio y me he puesto a la izquierda, como siempre hago cuando estoy con May. Ella me mira desde la primera fila, donde está sentada con George. Es la primera vez que no nos sentamos juntas en una clase que compartimos, es extraño. También es algo normal que nos separen, ellos no se callan nunca y nosotras parece que no atendemos.
—Espero que podáis seguir el ritmo de la clase, estoy convencido de que algunos podrán —dice mirando a May. La suele ignorar, pero supongo que ahora que somos tan pocos no tiene sentido que lo haga porque es la mejor de la clase— y otros no tanto —en esos momentos mira a los gemelos Weasley. Algo que no entiendo, porque para poder entrar aquí hay que sacar un Extraordinario—. Seré más exigente que en años anteriores y, ahora, ¿quién puede decirme que es esto?
—Felix felicis o suerte líquida —responde automáticamente May y garabatea algo en su hoja. ¿Cómo demonios lo hace para identificar pociones incluso a distancia? Quizá necesito gafas y por eso no lo veo tan bien.
—Correcto, señorita Avery —si hubiera sido cualquier otro Slytherin no hubiera dudado en dar puntos. El único favor que nos había hecho era meternos en el equipo de quidditch en segundo—. Aprenderemos a prepararla antes de final de curso, aunque me aseguraré personalmente de que nadie se lleve ni una sola gota. Ahora, ¿qué es esto?
—Amortenia, el filtro de amor más peligroso que existe —responde otra vez May y Snape asiente, para bajar la tapa del caldero de nuevo.
—Parece ser que la única que estudia es una de las señoritas Avery. También la estudiaremos este curso y, de nuevo, nadie se llevará ni una sola gota —dice y se gira para mirarla—. Dinos a qué huele.
—A lo que más te atrae, para cada uno es distinto —dice May y los murmullos son instantáneos. Todo el mundo tiene curiosidad por saber a que huelen las de los demás.
—Silencio. Todos la oleréis y diréis en voz alta a que huele. Empecemos.
May es la primera, se levanta de la silla y se acerca a ella lentamente.
—Huelo a bollos, a cera de escoba y a... diría que es nieve—dice y como si nada vuelve a su asiento. Vale, quizá no eran olores muy reveladores, pero ¿cómo podía coger y decirlo de forma tan sencilla?
El siguiente es George, que comparte la cera de escoba con May, pero luego añade pólvora y describe a la perfección el olor del champú de May. Mi hermana intenta ocultarse tras el pelo, pero le resulta imposible. No puede estar más roja. Diggory también menciona la cera de escobas, al igual que Johnson, Spinnet y Davies. El profesor Snape parecía estar a punto de mandar a la mierda al siguiente que dijera cera de escoba, pero no era culpa nuestra que la mayoría de la clase jugase al quidditch. Alexa describió la colonia de Adrian, poniendose realmente roja. Supongo que no se hacía la idea de tener esos sentimientos.
—Weasley —el profesor Snape le llama y él va, arrastrando los pies. Levanta la tapadera del caldero y Fred automáticamente cierra los ojos—. ¿Qué hueles?
—Cera de escoba, única y exclusivamente, profesor —dice él, y vuelve hasta mi lado.
—Avery, eres la última.
Solo somos nueve en clase, pero se siente como si fueran mil personas. El profesor Snape levanta la tapa del caldero y me llegan perfectamente tres olores.
—A nada—digo y vuelvo a mi sitio.
—¿Nada? Me parece que no has debido de oler bien la poción, al igual que su compañero, el señor Weasley—dice él y, por un momento, me pregunto que ganamos con esta estúpida situación.
—¿Qué le importa? —le responde Fred y Snape sonríe. Ya tiene lo que quería.
—Diez puntos menos para Gryffindor y está castigado, señor Weasley —dice y entonces me mira—. ¿Quiere añadir algún olor, señorita Avery?
—No —respondo, sabiendo que es la respuesta incorrecta. No voy a decirlos en voz alta.
—Es curioso, porque esperaba al menos más cera para escobas ya que parece ser lo único que tienen en sus cabezas—dice y tiene un brillo malicioso en la mirada. Creo que ha debido hablar con padre, genial—. Acompañará en el castigo al señor Wealsey.
—¿Qué? —pregunto, levantandome de la silla, a pesar de la mirada de May desde la primera fila para que me siente—. Esto tiene que ser una broma, ¿qué le importa a lo que huela la poción para mí?
—No es ninguna broma, señorita Avery, sientese si no quiere aumentar su castigo —responde y mueve la varita para hacer aparecer unas instrucciones—. Tienen una hora para hacer un filtro de muertos en vida como el que está aquí expuesto. Quien no lo consiga estará suspenso.
Me pongo a hacer la poción en completo silencio. Le odio, le odio, le odio. Aplasto con fuerza los trece granos de sopóforo y corto con tanta fuerza las raíces de valeriana que acabo cortandome un trozo del dedo índice.
—No, no, no —chillo y empiezo a ver todo borroso. Mierda. Me caigo.
El suelo de la mazmorra está frío y es lo primero que siento cuando recupero la consciencia. Mierda. Intento levantarme, pero Fred me lo impide, empujandome de nuevo al suelo. Veo a May demasiado cerca, pero desaparece rápidamente para ser sustituída por los bajos de una capa negra.
—Señorita Avery, si ha terminado de llamar la atención puede volver a su poción —Snape vuelve a la carga, con el ceño fruncido. Si no fuera porque soy de Slytherin estoy segura de que me quitaría puntos como a los de Gryffindor.
—Se ha desamayado, ¿no puede tener un poco de respeto? —y Fred vuelve a contestarle. Me levanto lentamente y miro la mesa. Hay sangre en ella. Hay sangre en mi dedo. Mierda. Tengo que sentarme en la silla para no volver a caerme redonda de nuevo porque vuelvo a ver borroso.
—Profesor, April se marea con la sangre, en cualquier momento va a vo-
—Weasley, llevatela a la enfermería—Snape interrumpe a May, que desde la parte central de la clase le habla—. No volváis, tenéis un cero. Ambos.
Pienso contestarle. Levanto la cabeza y voy a decir algo, pero entonces me vienen las arcadas. Y le vomito en los pies. Genial. Oigo risas que intentan ser camufladas, pero fallan estrepitosamente. Bueno, se lo merece.
—Espero verlos esta noche en el castigo —dice, para luego limpiarse con un movimiento de varita. Y también limpia toda nuestra zona—. Fuera de aquí, los dos.
Fred hace mucho ruido cuando coge todas las cosas, incluídas las mías. Intento hacerlo yo misma, pero empiezo a llenar todo de sangre y vuelvo a ver borroso.
—Bájame —consigo decir cuando Fred me coge en brazos y me saca del aula de pociones, pero él niega y sigue andando. Estamos todavía a mitad de camino de la enfermería—. Creo que voy a vomitar otra vez.
Él no dice nada, pero paramos en un baño y, en efecto, vuelvo a vomitar. No sé de donde saca un pañuelo, pero me lo pone alrededor del corte. No puede ser para tanto, ni siquiera duele, ¿de dónde sale tanta sangre? ¿Quizá del trozo que cuelga? Fred vuelve a cogerme en brazos y, por fin, vamos a la enfermería. A Madame Pomfrey se le escapa la risa cuando ve como estoy, me cura con facilidad el corte, juntando de nuevo la carne, y me da una poción que parece que me devuelve a la vida.
—Venga, a clase, los dos —nos dice, echandonos de la enfermería, todavía riendose un poco. Soy realmente ridícula.
—Ya puedes darme mi mochila, Weasley —le digo y él me la pasa, sin decir absolutamente nada—. Gracias.
No dice nada, empieza a andar por el pasillo hacia la Gran Escalera. Supongo que volverá a su sala común. Y voy detrás. Voy detrás porque mi amortenia huele a fresas con chocolate.
—Weasley —le llamo y él se gira. Me arrepiento en seguida porque en realidad no tengo nada que decirle que no sea que se quede conmigo.
—¿Qué quieres?
—Quiero cobrar las semanas del mapa —improviso y lo hago tan mal que parece que no se lo cree.
—Ya no lo tengo, Avery —dice y sigue subiendo las escaleras.
—¿Cómo que no lo tienes? —digo, siguiendole y él vuelve a pararse.
—Que no lo tengo, llegas tarde —repite y luego resopla porque la escalera se ha movido y ahora tiene que volver a esperar para que llegue al lugar correcto.
—Me debes tres semanas de mapa —le digo, acercandome más a él. Tan cerca como solíamos hacer antes. Podría cogerle perfectamente ahora de la corbata.
—Y te digo que no te las puedo dar porque no lo tengo —me repite. No paramos ni por un segundo de mirar al otro. Sería tan fácil besarle ahora mismo. Todos están en clase, nadie lo vería.
Las escaleras vuelven a moverse y se aleja. No quiero que se aleje. No puedo más.
—¡Fred, hablame, por las barbas de Merlín! —le chillo y, por fin, parece que reacciona.
—¿De qué quieres que te hable, Avery? ¿De cómo dijiste que solo me habías estado usando? —dice, bajando la voz y sonando bastante cabreado conmigo—. Podemos hablar si no de las otras opciones que tenías en mente para liarte con ellos, si quieres.
—Yo no... —digo, pero me callo.
Y él parece que va a decir algo, pero también se calla. Y vuelve hasta mi lado.
—Solo responde a una cosa, April—susurra y volvemos a estar tan cerca que noto sus labios cuando habla—. ¿A qué olía?
—A May —y a ti. Te echo de menos. Lo pienso, pero no lo digo. Él se vuelve a alejar y pierdo de nuevo la oportunidad. Respiro hondo y entonces levanto la vista. Tengo que alejarle porque yo no puedo hacerlo, no puedo alejarme de él por mucho que tenga que hacerlo—. ¿Qué pensabas que iba a decir? ¿A pólvora? ¿O quizá al vestuario de Slytherin solo por unos cuantos besos? No, espera —sonrío, como si me hiciera gracia, pero por dentro me estoy muriendo al terminar todas y cada una de las pocas posibilidades que me quedan para que vuelva a hablar conmigo—, ¿pensabas que iba a decir fresas con chocolate, verdad?
Fred no dice nada y yo me río. Como si fuera lo más gracioso del mundo. Me giro porque noto como voy a empezar a llorar y me voy de allí, figiendo que me hace mucha gracia. En cuanto dejo la escalera me dejo de reír y empiezo a llorar. Porque soy imbécil y ya sabía que me había enamorado de él, pero no sabía hasta que punto.
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¿April vomitando a Snape? Mi parte favorita la verdad jajajajaja Y bueno, parece que la ciega ya no es tan ciega y, por fin, se ha dado cuenta de que se nos ha enamorado yasssss
No sé si tenía algo más que decir o no, solo que ya hice la entrevista y creo que bien???? De momento no me han llamado, así que a saber que pasa jajajajaja Si no siempre hay más cosas jejejeje
¡Nos vemos la semana que viene y mil gracias por leer!
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