Capítulo 9

Presente

No puedo evitar morderme las uñas mientras que esperamos a que lleguen todos. Ya deberían haber llegado Tonks y Ron, pero no aparecen y eso hace que me muerda aún más las uñas. El siguiente traslador en llegar es el de Fred y el señor Weasley, con lo que no puedo evitar quejarme. Si algo le pasa a Fred, afectaría a April. O al menos eso creo.

—May, te vas a destrozar las uñas —me dice Ginny y yo me encojo de hombros, ahora mismo mi mayor preocupación es que George esté bien. Y que Fred también lo esté, claro. Y el resto, sobre todo Potter, que es el verdaderamente importante si quiero que alguna vez mi hermana vuelva a ser libre—. ¡Mamá, viene alguien!

Ginny sale corriendo, seguida de la señora Weasley y yo me quedo mirando desde el marco de la puerta, viendo como Harry y Hagrid llegan prácticamente intactos. Hagrid parece decirle algo a la señora Weasley, qué vuelve rápidamente a la casa y ni si quiera me mira. Y cuando sale, juraría que me ha dado un golpe adrede en el brazo.

—¡Mamá! —vuelve a chillar Ginny, señalando el cielo. Y esta vez mi corazón se para.

George tiene la cara cubierta de sangre que sale de algún lugar de su cabeza. Lupin tiene puestas las manos en él, intentando taponar la sangre. O al menos es lo que creo. No sé cuándo salgo corriendo, solo sé que estoy llena de sangre y tengo sujeto a George. Lupin ha cambiado a sujetarle por los hombros al ver que yo estoy taponando la sangre y eso nos facilita el moverle hasta el salón. La señora Weasley me quita las manos de la oreja de George con un manotazo y se pone a murmurar hechizos. La sangre deja de salir de la oreja de George y entonces me fijo más, no tiene oreja.

—Oh Merlín —susurro, pero en el silencio de la casa se oye a la perfección.

—¿Se recuperará? —oigo preguntar a Potter, y no puedo evitar odiarle en estos momentos porque George está así por su culpa.

—No puedo hacer crecer su oreja, pero al menos está vivo... —dice la señora Weasley, y me contengo para no gritar a Potter.

—¿Ha llegado alguien más? —oigo preguntar a Ginny, pero empiezo a oír las voces muy lejanas.

No llego a oír la respuesta, empiezo a perder la visión y me empieza a faltar el aire hasta que oigo un nuevo grito, que me devuelve al salón de La Madriguera.

—¡Quiero ver a mi hijo, Kingsley, apartate de mi camino! —el señor Weasley entra echo una furia, y detrás de él está Fred, totalmente pálido.

—¡Arthur! —la señora Weasley empieza a llorar ruidosamente encima de su marido, y yo aprovecho el momento para acercarme a George a la vez que lo hace Fred.

—¿Gred? ¿Cómo estás? —oigo decir a Fred, y George en el sofá se mueve por fin, haciéndome respirar de nuevo.

—Como un queso —susurra, y entonces le veo empezar a sonreír—. Todos los quesos tienen agujeros, y yo ahora también, ¿lo pillas?

— De todos los chistes de orejas que hay en el mundo y eliges ese —dice Fred, que sonríe de una forma que no parece real—. ¿Seguro que no le ha llegado la maldición al cerebro?

—Sigo siendo el gemelo guapo —dice él, y la señora Weasley vuelve a sollozar—. Mamá, ya puedes ver el lado positivo, ahora vas a ser capaz de distinguirnos.

Su última frase hace que la señora Weasley llore aún más, y yo no puedo evitar darle un golpe en la pierna, consiguiendo que me mire. Tengo las manos llenas de sangre, y seguro que en la cara también tengo algo. George estira la mano, y yo no puedo evitar agarrarla. Está bien y está aquí ahora, eso es lo único que importa.

George tira suavemente de mí, consiguiendo que me ponga a su lado. Fred está apoyado en el lateral del sofá, todavía mirando a su hermano que está tumbado con su ex casi encima. Porque George no se había conformado con que me pusiera a su lado, tenía que tumbarme también.

—Pensaba que nunca más iba a poder abrazarte —murmuro mientras que trato de esconderme en su cuello.

—Van a necesitar algo más que dejarme sin una oreja para matarme —dice él, tratando de sonar gracioso, pero no lo es.

—He visto a April.

Las palabras de Fred me tensan más de lo que pensaba. Me libero del brazo de George y me siento en el sofá para mirarle, pidiendo explicaciones silenciosas sobre lo que ha pasado.

—Cree que te ha matado, May —dice, y no me espero el dolor que siento—. Me ha mostrado un recuerdo dónde lleva tu cuerpo delante de unos cuantos mortifagos y es felicitada por ello.

—La están engañando —murmuro. George me aprieta suavemente la mano, tratando de darme ánimos o al menos creo que es lo que hace.

—Me ha dicho que había venido a La Madriguera, que había dejado la marca tenebrosa y te había matado y había saludado a Ginny —empieza a decir, y puedo notar como tiembla del enfado—. Ni siquiera se ha defendido cuando la he atacado, ha decidido salir volando por los aires y chocarse con una roca.

—¿Has hecho qué a mi hermana? —le digo rápidamente, poniendome en pie.

—Está con ellos, May, es una de ellos, aceptalo, joder —dice Fred, poniéndose también de pie.

—¡No tenías que atacarla, podrías haberla traído!

—¿Te crees que no lo he intentado? —grita, y da un paso hacia el sofá, logrando que George se levante y se ponga entre los dos—. No tienes ni la más remota idea de que ha pasado allí, tú hermana es una mortifaga, May, ¡date cuenta de una vez! ¡Tiene la puta marca tenebrosa en su brazo izquierdo y no duda en exhibirla con orgullo!

—¡Tiene que tener sus motivos! —chillo, sin poder contenerme más, al igual que no contengo las lágrimas—. ¡April no es mala persona, solo intenta protegerme, como siempre ha hecho!

—May, ¿por qué no vas a lavarte la sangre seca? —me dice George suavemente al oído.

Me limito a hacerle caso como un elfo doméstico. Subo las escaleras de forma automática hasta el baño, abro el grifo y empiezo a frotar hasta que consigo que la sangre de George salga de mi piel. Pero no sale de las uñas. Por mucho que froto la sangre sigue ahí.

—¿May? ¿Estás bien? Vamos a cenar ya —Ginny abre la puerta del baño, y entonces es cuando vuelvo en mi. No hay sangre en las uñas, están totalmente limpias.

—Sí, voy —murmuro, pero sigo teniendo la cabeza en lo que he visto ahora.

—¿Seguro qué estás bien? Te veo pálida, pensaba que era April la qué se mareaba con la sangre —dice, pero con cada palabra va bajando más y más la voz.

—Solo necesito distraerme, ha sido demasiado —digo, y Ginny asiente.

La sigo escaleras abajo, donde la mesa ya está puesta y faltan la comida por llevar. Tonks está sentada en la mesa, y cada vez que intenta levantarse la señora Weasley la lanza una mirada para que se esté quieta. Siempre han dicho que Tonks es bastante torpe, pero yo no la veo así. Aunque tampoco la he visto mucho, solo sé que es sobrina de Cissy y que ella no la conoce.

—May, ¿puedes ayudarme un momento? —oigo decir a la señora Weasley, y no puedo evitar asentir e ir con ella a la cocina, donde coge el cazo para empezar a servir un estofado—. Coge los platos, por favor.

—¿Vamos a llevar allí la olla? —pregunto mientras que cuento los platos que necesitamos. Tonks, Hagrid, Harry y Lupin son cuatro platos extra que se suman a los nueve que estamos aquí en todas las cenas. Porque otra cosa no, pero los gemelos no faltan a ninguna cena desde que estoy aquí.

—¿Te vas a alejar ya de George? —me dice la nada la señora Weasley—. Ya sabes, no tiene una oreja que le han quitado los amigos de tu hermana.

—¿Por qué iba a alejarme de George? —le pregunto, ignorando la pulla que ha lanzado sobre mi hermana—. Que tenga una oreja más o menos es irrelevante, señora Weasley, los sentimientos que tengo por su hijo son más fuertes que eso.

—¿Y no tiene nada que ver qué ahora tenga éxito?

—¿Está de broma? —pregunto, y aprovecho el momento para dejar todos los platos en la encimera—. ¿De verdad cree que me importa su éxito o su dinero? Los Avery tenemos más dinero del que nunca van a poder hacer Fred y George. Si de verdad quisiera el dinero me hubiera casado con Mulciber, que le aseguro que en cuanto a dinero hubiera sacado más. Y para su información, tengo mi propia cuenta en Gringotts.

No me molesto en escuchar las nuevas y amables palabras de la señora Weasley, cojo los platos y me los llevo en al salón, donde los dejo en la mesa con un golpe que sobresalta a Tonks.

—Si quieres ayudar todo tuyo, yo abandono con ella —le digo a Tonks, y ella se levanta rápidamente, logrando chocarse con una silla, tropezarse con la alfombra y casi tirar a la señora Weasley que viene con la olla.

—¡Tonks!

—¡Yo solo quería ayudar, lo siento!

Tonks empieza a disculparse mientras que trata de abrir un camino hacia la mesa. George sigue sentado en el sofá, pero al menos ya tiene mejor aspecto. Fred está a su lado, mirando a la nada y entiendo que lo que le ha dicho mi hermana le ha afectado más de lo nos ha demostrado antes.

—¿Cómo tienes la oreja? —le pregunto a George y me apoyo en el sofá. Tiene la venda alrededor de la cabeza y parece qué está bien, no se ve nada de sangre sobre ella.

—La sigo sintiendo, es extraño —dice, y se lleva la mano al lugar donde la tenía—. Aunque tiene sus ventajas, ahora puedo esconder ahí multitud de cosas.

No puedo evitar reír ante la ocurrencia de mi exnovio. George me da la mano y entonces empieza a jugar con mis dedos, lo que me hace cosquillas. Tiene las manos realmente suaves, no recordaba que tanto.

—Venid a cenar ya, vamos —ordena la señora Weasley, y puedo notar su mirada con intensidad.

—¿Te cambio luego la venda, George? —le digo, en un tono bastante más alto de lo que normalmente lo haría, pero quiero que la señora Weasley se entere—. Sé que no hay sangre, pero no me voy a quedar tranquila si no vuelvo a desinfectar la herida.

—Estoy bien, May, no te preocupes, de verdad —me dice, con sus labios pegados a mi frente. No puedo evitar cerrar los ojos y recordar todas las veces que ha hecho eso.

—¿También te ha intentado echag de su lado? —me susurra Fleur cuando me siento a su lado en la mesa, y yo asiento—. Espego que se de cuenta de que lo quiegues con esto.

—Tampoco me va a suponer ningún problema que no se de cuenta, creo que me odia más que a ti —le susurro de vuelta, y entonces Fleur ríe.

—Tú ya te has ganado a Ginny, y Hegmione es algo paguecida a una amiga, tienes mucho ganado —me dice, y no puedo evitar darle la razón—. Al final lo entendegá, Bill, caguiño, ¿puedes pasagme el agua?

Bill sonríe a su prometida y le acerca la jarra de agua, a lo que Fleur le da un beso en la mejilla. No puedo evitar mirar de reojo a George, que no deja de hablar con Fred. Que le da un codazo y provoca que me mire y yo me ponga roja. George sonríe, pero eso solo logra confundirme más. Antes de hoy casi no me miraba, por no decir hablar y hoy me había abrazado, acariciado la mano e incluso besado la frente, como cuando salíamos juntos.

El pinchazo en el corazón hace que me levante en cuanto veo que Hermione ha terminado su plato. Cojo el mío, el suyo y también el de Ginny, que está ya vacío. Reviso la mesa para ver si me he dejado alguno más, pero todos los demás siguen teniendo comida así que me voy a la cocina directamente, donde empiezo a fregar los platos de forma muggle. Cómo cuando nos castigaban.

—¿Crees que huir es lo mejor que puedes hacer? —Fred hace que me asuste y se me resbale un plato de vuelta al fregadero, que me limito a volver a coger y seguir fregando—. Por mucho que me ignores no va a cambiar nada, May.

—No estoy huyendo —digo, sabiendo que es una clara mentira.

—Igual que has huido de tu boda, has huido cuando te he contado la verdad sobre April y acabas de huir porque George te ha mirado.

—No metas a April en esto —le digo, amenazándole con el estropajo lleno de espuma—. Ahora no, Fred, por favor.

—¿No quieres que se enteren de lo que es en realidad?

—No creo que tú quieras, si no ya lo hubieras dicho —le digo, y le quito su plato de las manos—. Puedo leerte como un libro abierto, te sigue gustando mi hermana y no quieres decirle a tu familia que es... es... —no consigo decirlo, pero decido ignorarlo y sigo hablando—. Sigues conservando la esperanza de poder estar con ella.

—¿Crees que soy tan estúpido como para seguir enamorado de ella? —dice, y entonces es cuando dejo de fregar y saco la varita para que se haga solo.

—Nunca he dicho que estés enamorado de ella —digo, logrando que las orejas de Fred se pongan rojas y empiece a murmurar cosas que no llego a entender—. Por las barbas de Merlín, ¿te has enamorado de April?

—Sí. No. ¡No lo sé, joder! —Fred da un golpe en la encimera de la cocina, asustandome por el golpe—. Pensaba que no, pero verla hoy...

—¿Qué te ha dicho April, Fred? —le pregunto, temiendo por lo que haya hecho mi hermana.

—Me ha enseñado como me ha estado utilizando todo este tiempo —dice entre dientes, y no puedo evitar levantar una de mis cejas, sorprendida por ello—. No hagas como si no supieras nada.

—Te juro que no entiendo de qué me estás hablando, después del baile del Torneo de los Tres Magos, April se puso a llorar en la habitación sin poder parar, ¿sabes lo que me costó que abriera la puerta? ¿Qué me contase que os habíais besado y que le había gustado? ¡Estaba asustada porque le gustabas y no podías gustarle!

—Debió engañarte a ti también, May, April nunca ha sentido nada por mí y hoy me lo ha enseñado —dice mientras que vuelve al salón y me deja en la cocina, mirando por la ventana.

Nada de lo que dice Fred tiene sentido alguno para mí. Sé que April le quiere. O le quiso. Y si no hubiera sido tan cabezota podría estar aquí ahora mismo. Sigo a Fred de vuelta al salón, donde los platos empiezan a volar de vuelta a la cocina y se ha instalado un aire pesimista en el ambiente. Potter ya no está aquí, al igual que tampoco lo está Ron o Hermione. Ginny ha aprovechado para sentarse entre los gemelos, que la abrazan mientras miran al fuego. Tonks y Lupin han debido irse en algún momento ya que no les veo, pero tampoco pregunto. No hay nadie a quien hacerlo de todos modos.

Sé que le había dicho a George que le cambiaría la venda de la oreja, pero decido fingir que se me ha olvidado y trato de subir las escaleras hacia la habitación que comparto ahora con Ginny, Hermione y Fleur. Me resulta extraño volver a compartir habitación con alguien después de que nos dieran los cuartos individuales tanto en casa como en Hogwarts. No me molesto en ponerme el pijama, me tumbo en la cama a oscuras, mirando el techo.

Hasta que empiezo a llorar.

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