Capítulo 79

Pasado

Así que una Saeta de Fuego —decimos April y yo a la vez llegando a la mesa de Ravenclaw. Potter parece que se asusta cuando nos ve llegar, pero luego asiente—. ¿Podemos?

—Claro —murmura el niño y April estira el brazo para cogerla.

—Alucinante —la oigo susurrar y asiento. Es preciosa.

—Cuidado, Avery, se os está cayendo la baba —Fred es quien habla, y a pesar de que nos ha mencionado a las dos el mensaje es claramente para April, que me tiende la escoba para que la observe y le mira. Pero le devuelvo la escoba a Potter porque es mucho más interesante observar a mi gemela. Actitud relajada, confiada e incluso cómoda. No habíamos hablado de ello, pero claramente algo había entre Fred y ella. Algo que no me había contado—. Si a Harry le pasa algo sabremos que habéis sido vosotras.

—Por favor, ni que necesitaraís nuestra ayuda para perder —dice April y veo que quiere sonreír, pero se esfuerza en seguir seria. Quizá engaña a todos, pero a mi no. Ahora solo falta que me lo cuente—. Suerte, Potter, la necesitáis si queréis ganarnos este año.

—Ganaremos —oigo decir a George y le miro. ¿Es una provocación?

—Os aplastaremos, Weasley —le digo, mirandole fijamente y ambos sonreímos a la vez. Es un saludo, un hablamos luego. Me gustaría poder decirlo en voz alta y no tener que estar así, fingiendo que no somos amigos.

Nos volvemos a la mesa de Slytherin para coger algo para picar y ambas vemos como Draco está hablando con el resto del equipo de quidditch, supongo que para contarles sobre la saeta. Como no se centre en coger la snitch en los partidos que nos quedan vamos a perder. Otro año más. Aunque bueno, el anterior no contó por todo el tema de la cámara de lo secretos.

—Voy a quedarme estudiando —nos dice Alexa cuando le decimos que venga al partido y April protesta, pero ella se mantiene—. Voy a los vuestros, ¿qué más queréis?

—Que pases tiempo con nosotras —le dice April y Alexa se ríe.

—Deja la biblioteca, boba, siempre estoy estudiando con May.

Asiento y April coge otro bollo y luego tira de mi para que nos vayamos hacia el campo de quidditch. Todo el colegio está yendo hacia allí y no es de extrañar porque todos queremos ver la saeta de fuego en acción. Y Jordan lo hace notar con sus comentarios durante el partido.

El primer tanto del partido fue para Gryffindor y una parte de mi, se alegra. Un último partido de Quidditch de Gryffindor contra Slytherin tenía muchísima más emoción si los dos nos jugábamos la copa. Y parecía que iba a ser así. Potter vio la snitch dos veces, pero la perdió y Gryffindor se adelantó en el marcador por ochenta a cero, momento en el que Ravenclaw decidió ponerse en modo defensivo y recortó distancias hasta un ochenta-treinta a favor de Gryffindor. Y entonces aparecieron los dementores. Las gradas chillaron y Potter hizo algo con su varita que expulsó un ciervo enorme y plateado, su patronus. Para tener tan solo trece años resultaba que Potter era bastante bueno con la magia, más que incluso nosotras.

—¡Potter coge la snitch, Gryffindor gana! —grita Jordan por el micrófono a la vez que todo el equipo de Gryffindor va hacia Potter.

—No me lo puedo creer —dice April y la miro para verla con el ceño fruncido.

Señala al campo y sigo el dedo con la mirada para ver a los dementores. Que son un amasijo de brazos, piernas y tela al borde del campo. Son Draco, Flint, Goyle y Crabble, fingiendo ser dementores, probablemente para intentar sabotear a potter.

—Los mato, los mato, no sobreviven —oigo decir a April según vamos bajando las escaleras hacia ellos. La profesora McGonagall ya está allí, gritandoles de todo y April no es menos, se pone a su lado y se cruza de brazos—. ¿¡Cómo demonios os atrevéis a ser tan rastreros!? ¡Me esperaba más de ti, Draco! ¡Y tú, Flint, tú me tienes harta con tu manía por el juego sucio, no dejo el puto equipo porque me gusta demasiado el quidditch!

—Bien dicho, Avery, que quede claro que el director Dumbledore se enterará de esto —dice y luego se gira hacia nosotras—. Si estuviera en mi mano le quitaría la capitanía del equipo de Quidditch y os la daría a una de vosotras. Sin duda tenéis mucha más cabeza que vuestros compañeros de equipo y defendeis a la casa Slytherin con orgullo. No como estos cobardes sinvergüenzas.

La profesora McGonagall de va muy enfadada de allí y April está a punto de gritarles de nuevo, pero respira hondo, se gira y va directa al equipo de Quidditch de Gryffindor, más concretamente hacia su capitán que sigue festejando en mitad del campo junto al resto de sus jugadores. Yo también me acerco, pero aprovecho que están todos distraídos mirando a April para acercarme a George.

—Felicidades por esa victoria —le susurro mientras que le abrazo, él sonríe y voy con April, que empieza a hablar con Wood, que parece estar un poco más calmado que antes. Aunque no mucho.

—Queremos dejar claro que estamos tanto en contra del juego sucio como de esta estupidez que han hecho nuestro capitán y nuestro buscador —le dice a Wood y él asiente.

—También mencionar que nos desagrada de sobremanera llamarle capitán —añado cuando me pongo al lado de April y Wood vuelve a asentir.

—Lo sabemos, gracias por decirlo de todas formas. Espectacular jugada la vuestra contra Ravenclaw —nos dice con una gran sonrisa—. Dejando a un lado la rivalidad entre nuestros equipos, ¿creéis que podremos entrenar algún día juntos?

—Cuando acabe la copa de Quidditch —le responde April y el asiente—. Pero solo nosotras dos y tú, Wood, el resto de jugadores no se gradúan este año y no pensamos enseñaros nada.

—¿Os da miedo enseñar vuestros trucos, Avery? —le dice Fred y mi hermana se ríe.

—¿Celoso de que vaya a entrenar con Wood y no contigo, Weasley? —le dice ella.

Creo que ninguno nos esperamos que Fred avance hasta April y la coja como un saco de patatas para llevársela hacia fuera del campo. Mi hermana grita que la baje y le golpea la espalda sin piedad, pero él ni siquiera se inmuta. Ambos desaparecen de nuestra vista rápidamente, aunque los gritos de April se siguen oyendo durante unos segundos más.

—Tres galeones a que acaban juntos —oigo decir a Johnson y me giro para mirarla, incrédula. ¿Apuestas, en serio?—. ¿Quieres apostar, Avery?

—No, gracias —le respondo y ella se gira para mirar a sus compañeras, que asienten.

—Yo digo que no —dice Spinnet y Wood se pone a su lado.

—Apuesto como Alicia, Fred no caerá por una serpiente. Sin ofender, Avery, sois cazadoras estupendas, las mejores detrás de mis chicas —las tres se ríen y entonces Bell se pone al lado de Johnson.

—También digo que acaban juntos —dice ella y los cuatro selllan la apuesta. No me lo puedo creer, de verdad están apostando.

—Enhorabuena por la victoria —les digo y todos ellos vuelven a festejar.

El campo de Quidditch ha ido disminuyendo su volumen de gente y ya solo quedan el equipo de Gryffindor y algunos de sus seguidores, festejando a gritos esa victoria que les devolvía a la lucha por la copa. Intento irme sin que se me note mucho, pero George no está por la labor y en cuanto estoy a punto de salir del campo de Quidditch para irme a buscar a April llega y me levanta por los aires.

—¡George, bájame! —grito y él empieza a reírse—. Nos van a ver bájame.

—De lo que más van a hablar es de nuestra victoria y de que Fred se ha llevado a April y ahora no aparecen —dice riéndose y por fin me devuelve al suelo—. ¿Qué te ha parecido el partido?

—Bastante decente —le digo y él finge que le he ofendido—. Venga ya, vuestras cazadoras no lo han hecho mal, pero sabes perfectamente que Ravenclaw no ha hecho mucho.

—¿Cuántos tantos os metieron a vosotras? Ah, así, ya lo recuerdo, cuatro, a nosotros tres, por tanto somos mejores —responde y me cruzo de brazos.

—¿Y cuántos ha marcado Gryffindor? Ocho, ¿nosotras? Veinte tantos —contraataco—. Haremos lo mismo contra Gryffindor y os dará igual tener la Saeta de Fuego porque os vamos a aplastar.

—Estás soñando, May, despierta de una vez, la copa es nuestra este año. Ahora, si me disculpas, me voy a duchar porque tenemos que celebrar —dice George y me da un abrazo antes de meterse en los vestuarios de Gryffindor—. ¡Si veo a Fred le preguntaré por April!

—¡Gracias, pasadlo bien! —le grito cuando ya está dentro y él se gira para sonreirme y se mete dentro. Ahora solo tengo que encontrar a mi hermana.

No está cerca del estadio de quidditch, pero no creo que se haya ido sin avisar, así que subo a las gradas para ver si puedo ver algo más. Quizá ha empezado a avanzar hacia el castillo porque no me ha visto. Pero nada, por más que miro no aparece. El equipo de quidditch de Gryffindor sale festejando de los vestuarios todavía y parece que van a continuar la fiesta sin problema ninguno en su sala común. Cuento todas las cabezas y veo solo cinco, los mismos cinco que habían estado abajo cuando Fred se llevó a April así que bajo corriendo de nuevo.

—¡Esperad! —les grito y ellos se frenan. Las cazadoras van enganchadas unas a otras y no dejan de reírse de Wood, que no deja de hablar del partido de quidditch ni por un segundo—. ¿Habéis visto a April? Sigo sin encontrarla.

—Habrá vuelto al castillo —dice Wood y Johnson y Bell empiezan a reírse—. Igual que Fred.

—¡Dinero fácil! —dice Johnson sin parar de reír—. Que ganas tengo de que lo confirmen, no habré ganado más fácilmente tres galeones en la vida.

—Ya tengo pensado en que me lo voy a gastar —añade Bell sin dejar de reír.

—Bueno, volveré al castillo, gracias de todos modos —les digo y me voy de allí antes de seguir escuchando sobre la apuesta. April no se lo va a creer cuando se lo cuente.

Al final acaba apareciendo por la sala común media hora más tarde y la sigo hasta su habitación, donde intenta cerrarme la puerta en la cara, pero consigo meter el pie y la abro.

—¡Venga ya, April! —le digo, entrando en la habitación rápidamente y cerrando detrás—. ¿Por qué no me puedes contar dónde estabas? ¡El partido acabó hace media hora!

—Estaba allí, en el campo de quidditch —dice, y se mete en el baño. Esta vez es más rápida que yo y me cierra la puerta, así que me tengo que quedar al otro lado. La oigo murmurar algo, pero no entiendo que dice.

—Pues te he buscado y no te he encontrado —le digo y ella vuelve a abrir la puerta para salir de nuevo.

—Me voy a estudiar, tengo que aprovechar el día —me dice y coge su mochila.

La bufanda que lleva en el cuello se le cae y abro mucho los ojos cuando veo lo que está ocultando.

—¡Tienes un chupetón! —chillo y a ella le falta tiempo para salir corriendo de la habitación—. ¡Vuelve aquí!

—¡Hablamos luego, tengo que irme! —grita ella ya en la puerta de la sala común antes de que se cierre.

Pero por supuesto salgo corriendo detrás de ella porque si no no me lo va a contar, aunque puedo hacerme una idea de lo que está pasando. April se mete dentro de la biblioteca, deja la mochila en una mesa donde Granger ya está sentada y luego se levanta para coger un montón de libros. De libros de leyes.

—No le digas a nadie que estoy ayudando a ese gigante—le amenaza April y Granger asiente, con una pequeña sonrisa entre los labios—. Solo lo hago porque Draco tiene que aprender la lección de no salirse siempre con la suya.

—¿Queréis ayuda? —les digo, apareciendo de la nada y April da un salto en la silla que me hace soltar una carcajada que llama la atención de madame Prince, pero me siento rápidamente en la silla y finjo que estoy muy concentrada leyendo sobre un caso de una salamandra condenada a juicio y que perdió porque se había comido el dedo meñique de otro mago después de quemárselo. Vaya, si que son agresivas las salamandras.

—¿Qué quieres? Tú nunca vienes a la biblioteca —me dice April cuando Madame Prince desaparece de nuestra zona.

—¿Y tú? ¿Por qué no te quitas la bufanda? Aquí hace calor —contraataco y ella empieza a murmurar algo de que le molesta la garganta. Sí, claro, y yo soy pelirroja.

—Tu hermana tiene razón, ¿por qué no te la quitas, April? —le dice Granger con curiosidad y April empieza a ponerse roja.

—Dejadme las dos en paz —murmura, y se esconde tras el libro. Granger me mira y entonces me río, pero cojo un pequeño trozo de pergamino y escribo.

—¿De verdad? —susurra Granger y parece que le divierte la idea de que April tiene un chupetón. Oh, cuando lo sepa Alexa—. Venga, April, quitate la bufanda, va a ser peor para tu garganta.

—Si quieres que siga leyendo sobre más casos de hipogrifos, Hermione, me vas a dejar tranquila —dice, bajando el libro y me mira—. Y tú, vale ya, no te pienso contar nada.

—Pues se lo diré a Alexa.

—Eres insufrible.

—Estoy empezando a parecerme a ti —le respondo y ella me lanza una bola de pergamino que atrapo sin problemas y que, por supuesto, se la devuelvo—. Venga, cuentamelo, sabes que no voy a decir nada.

—Y yo tampoco —dice Granger, como si nada—. Tampoco tengo a nadie que contarselo, aunque deprisa, por favor, tengo que leerme cuatrocientas veintidos páginas de Vida doméstica y costumbres sociales de los muggles británicos.

—¿Me lo dejarías luego? —le pregunto y ella asiente, para luego volver a mirar a April.

—¿Y bien? —le dice y al final April murmura algo que no conseguimos entender y se quita la bufanda—. ¡Por las barbas de Merlín!

—¿Sabes alguna forma de quitarlos que no sea con maquillaje? —le pregunta April y ella asiente, saca la varita y del chupetón no queda ni rastro—. No sé si quiero saber como lo sabes.

—Leo demasiado, creo, no lo sé —dice Granger y luego empieza a reírse de una forma que parece un poco histérica. Creo que pasa demasiado tiempo aquí metida y tiene pinta de que lleva días sin mantener una conversación decente con alguien. Si es April quien la ha estado haciendo compañía incluso dudo de que hayan hablado de algo que no sean las clases, se va a volver loca.

—Ha celebrado con ganas que han ganado, ¿no? —pincho a April, que actúa como si nada.

—No sé de que me estás hablando —responde April, como si nada y la miro fijamente mientras que ella empieza a pasar las páginas del libro de Historia de la magia como si nada.

—Venga ya, April, ¿desde cuándo?

—¿Desde cuándo qué, May?

—Desde cuando estáis juntos, obviamente.

—¿Estás saliendo con Fred? —Granger casi chilla la última parte y April hace lo que mejor se le da, ignorar cuando no le viene bien algo.

—No estoy saliendo con nadie, par de cotillas y ahora, ¿podemos volver al caso del hipogrifo? Si es que quieres que encontremos algo para salvarlo, si no tengo muchas cosas más que hacer como para perder el tiempo con esto.

—No, no, claro que quiero salvar a Buckbeak —dice Granger y vuelve a ponerse a leer. Y yo decido unirme a ellas al ver que April no va a hablar más del tema. Pero me va a explicar muchas cosas cuando volvamos a la habitación y ella lo sabe perfectamente.

***

—¿¡Cómo puedes decirme que me mantenga alejada!? —le grito, pero ella, como siempre, hace como si nada y actúa demasiado tranquila. A veces no la soporto, como ahora—. ¡Cinco años! Cinco años diciendome que me mantenga alejada de ellos para que vengas tú ahora y te hayas liado con Fred.

—Solo ha sido esta vez —dice y no sé porqué, pero no me fio—. ¡Y ha sido él!

—¡Y tú le has dejado! —le grito de vuelta y ella esconde la cabeza debajo de la almohada—. ¿Qué pasa? ¿Qué ha sido la emoción de que han ganado y te ha besado?

—Algo así —consigo entender que dice y al final acaba sacando la cabeza de la almohada y me mira—. Solo me he liado con él, no es para tanto.

—¿Cómo que no es para tanto? ¡No pensabas contarmelo!

—¡Mira cómo te has puesto! —dice levantandose rápidamente de la cama y señalandome.

—¡Porque no me lo has contado! —le repito, a pesar de saber que aunque me lo hubiera contado hubiera reaccionado igual. April vuelve a tumbarse en la cama, mirando al techo y no puedo evitar reírme porque sé que se va a poner roja. Ahora se va a arrepentir de no haber dicho nada—. ¿Y cómo ha sido?

—¡May! —chilla ella y, en efecto, empieza a ponerse totalmente roja.

—Venga ya, ya he visto el chupetón, cuéntamelo —me voy hasta la cama con ella y me tumbo a su lado. Está tan roja que creo que le hace competición al pelo de todos los Weasley—. Venga, April, cuéntamelo.

—Estabamos discutiendo, no sé que mosca le ha picado que me ha besado —dice y no puedo evitar reírme. Solo tiene que mirar la foto para saber qué mosca le ha picado a Fred.

—Y tú le has devuelto el beso —ella asiente y vuelvo a reírme. Es tan obvio que le gusta—. ¿Y qué tal besa?

—¡May, vale ya! —chilla ella, coge uno de los cuadernos que tiene en la mesilla, una pluma y se levanta de la cama para esconderse en el baño, a lo que empiezo a reírme sin parar.

—¡Pero responde! —le grito entre carcajadas, pero ella sale del baño, seria—. ¿Qué pasa?

—Black ha entrado en la torre de Gryffindor —dice y me enseña el cuaderno que se había llevado al baño. Reconozco fácilmente la letra de Fred y salgo de mi habitación para coger el pergamino donde escribo a George. Tiene la misma frase. "Black ha entrado en la torre de Gryffindor, ten cuidado".

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Mis niñas cuando son niñas son lo mejor que les pasa en la vida las quiero tanto ♥♥♥♥♥

Y a vosotras también ♥♥♥♥

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