Capítulo 7

Pasado

Habían pasado casi tres semanas desde la broma que me había llevado a la enfermería y April no había hecho nada. Todavía. Los idiotas pelirrojos habían sido castigados limpiando trofeos en la tercera planta, sin magia, pero viniendo de una familia pobre como la suya debían de estar más que acostumbrados a hacerlo. Mi hermana, por su parte, había ido a quejarse del poco castigo que era después, según sus palabras, de casi haberme matado. Tampoco me quejé cuando April dijo esas palabras, ni tampoco dije nada cuando, al día siguiente, me despertó un grito de una mujer que debía de venir desde el Gran Comedor. Alexa me contó más tarde que los idiotas habían recibido un vociferador por parte de su madre en el que les había amenazado casi de muerte y les había dicho que tenían que disculparse. También me contó que en esos momentos April se levantó de la mesa, se acercó a la de Gryffindor y les amenazó con matarlos si se acercaban a mi. Pero ellos no le hicieron caso y, antes de la comida, se pasaron por la enfermería a disculparse e incluso me trajeron una rana de chocolate con el cromo de Newt Scamander, padre del amigo de mamá, Royden Scamander. Siempre me había caído bien el señor Scamander y su afición a las criaturas extrañas por lo que siempre había disfrutado en las escapadas de verano en las que íbamos a su casa. Padre no estaba de acuerdo con ellas, pero a madre no le importaba. Hasta que cumplimos diez años y pelearon por ello. Siempre recordaré la última visita, donde pude ver por última vez a Pickett, el bowtruckle que el señor Scamander llevaba siempre en la solapa de su chaqueta. Ambos eran ya ancianos, pero sorprendentemente se conservaban bastante bien, al igual que su mujer, Tina.

La falsa tranquilidad que había dado April termino cuando, una mañana, los Weasley aparecieron con la piel de color verde, el pelo azul y vomitando babosas. April, a mi lado, no podía parar de reír, a pesar de que acababa de llegar corriendo. Alexa, enfrente nuestra y junto Adrian, se atragantó con su tostada mientras que él escupió el zumo de calabaza por la nariz. Eso hizo reír más aún a April, lo que acabó atrayendo las miradas de los gemelos. Y así fue como acabé un viernes por la noche esperando a que mi hermana terminase su castigo.

—Por fin termino —murmura ella cuando sale del despacho del profesor Snape. Le habían mandado limpiar todos los calderos de la clase de primero de Ravenclaws y Hufflepuffs, que había resultado un completo desastre por lo que había oído.

—Te mereces ese castigo, no tenías que haberles hecho nada —le digo, dándole la túnica que se había dejado en la habitación. A estas horas ya empezaba a hacer frío por los pasillos del castillo.

—Casi te matan, se merecían más, pero me he contenido —dice ella, y parece de mal humor—. Ellos eran dos y limpiaron bastante menos de lo que he limpiado yo hoy.

—Y tú les has gastado una broma a los dos, ya está vengado, April, déjalo —insisto, pero sé que va a ser en vano. Si mi hermana tiene una idea en la cabeza nadie consigue sacarla.

Volvemos a la sala común en silencio y nos vamos directas a la habitación, donde yo me tiro en la cama y April se va directa a la ducha murmurando algo sobre lo mal que huele. Alexa no se molesta en levantar la vista de su redacción, e incluso cierra las cortinas de la cama. Por un momento pienso que está enfadada, pero al rato oigo un pequeño ronquido y sé que se ha quedado totalmente dormida.

No sé en qué momento sale April del baño, pero sí que noto unas caricias en el pelo y que me tapa, para luego despertar a la mañana siguiente con un grito de Alexa.

—¡Tengo toda la cama llena de tinta!

—Deberías mirarte la cara —oigo decir a April, y luego los pasos corriendo y otro chillido—. ¿Sabes quitar las manchas de tinta, May?

—Agua, jabón y frotar mucho —le contesto, todavía dormida. Y hubiera deseado seguir así.

El día pasó entre chillidos de Alexa por toda la tinta y tener que ayudarla a sacarla de su cara. April y yo salimos a comer rápidamente y a cogerle algo a Alexa, que se negaba a salir de la habitación hasta que no tuviera limpia la cara. April decidió dejarme el sándwich que le íbamos a llevar e ir a hablar con el profesor Flitwick sobre encantamientos de limpieza o, en sus propias palabras, Alexa la volvería loca y acabaría tirándola dentro del Lago Negro.

Llegué a la habitación y Alexa se comió su sándwich en cuestión de segundos ya que tampoco había desayunado, pero lo peor fue cuando April llegó. Estaba totalmente mojada, como si la hubieran tirado al lago y luego la hubieran sacado y dejado en nuestra sala común. Venía tiritando y en esos momentos la tinta en la cara de Alexa pasó a ser un problema menor.

—¿Qué te ha pasado? —pregunto antes de que Alexa empiece a gritar.

—Fred Weasley —dice April entre dientes—. Te juro que no va a pasar de curso, le voy a matar antes de que llegue a segundo.

—¿Pero qué ha pasado? —pregunta Alexa tras el estornudo de mi gemela.

—Le ha parecido gracioso tirarme un cubo de agua que Peeves había rellenado con agua del váter de chicos —dice, y vuelve a estornudar—. Así que, una vez que he conseguido quitarme parte del agua, le he vuelto a hechizar para que escupiera babosas y la profesora McGonagall nos ha visto.

—¿Cuándo estás castigada? —Alexa no puede evitar reír mientras que lo dice, y yo con ella también. Son como el perro y el gato.

—El próximo viernes —dice suspirando, y vuelve a estornudar—. Creo que voy a ducharme ya, al menos he conseguido el hechizo para limpiarte eso de la cara, Alexa.

—Ha ido a buscar al profesor Flitwick —le aclaro, y ella empieza a dar saltitos y palmadas, demasiado alegre incluso para mí.

Ese sábado fue el fin de la calma que habíamos tenido durante las últimas tres semanas. El domingo, nada más entrar al Gran Comedor, Fred consiguió ponerle la zancadilla a April, lo que acabó con ella dejándole la cara llena de pudin, que fue el primer plato de la mesa de Hufflepuff que cogió. La profesora McGonagall aumentó su castigo también al sábado por la noche, pero ese no fue la única pelea que tuvieron. En la comida Fred le devolvió la comida en la cara a April, y ella le volvió a hechizar para vomitar babosas; en la cena él trató de hechizar la para que vomitase babosas y acabó con los dos vomitando babosas ya que April trató de hacerle lo mismo. Y eso fue solo el primer día. El lunes, durante las clases, no dejaron de molestarse mutuamente. Trataban de boicotearse todo el rato, tanto en las transformaciones, como con la plantación de Díctamo o en Defensa Contra las Artes Oscuras. Obviamente acabó en castigo para el domingo. Martes, miércoles, jueves y hasta el propio viernes acabaron en los mismos desastres, sumando cuatro días más de castigos, lo que a padre y madre no le gustó nada.

A primera hora del viernes llego nuestra lechuza, Buttercream, con una carta para April exclusivamente. Por suerte no fue un vociferador, pero por su expresión y por como reaccionó cuando Fred volvió a acercarse a ella en una nueva broma supe que no había sido nada bueno.

Ahora, ya por la noche y después de haber estado soportando las quejas de Alexa sobre la cantidad de deberes que teníamos, había decidido ir a buscar a April a su primer castigo. Lo que no me esperaba era que el otro gemelo estuviera allí. Tenía la sensación de que quería hablarme, y yo también quería hacerlo, pero no podía dejar que April me viera hablar con él.

—Oye May, yo... —empezó a decir él, y justo en ese momento la puerta del despacho de la profesora McGonagall se abrió de par en par y mi hermana salió de allí casi corriendo—. Creo que deberías ir con ella.

—Sí —murmuré, y entonces seguí a mi hermana, que había parado en la siguiente esquina y estaba escondida tras una columna—. ¿Pero qué te pasa?

—Si no me tranquilizo ahora mismo voy y lo mato —dice April mientras trata de hacer respiraciones profundas—. Te lo prometo, May, es desesperante, es incapaz de dejarme en paz.

Pienso en decir que debería dejar de devolverle los golpes, pero en cuanto April se levanta del suelo sé que es mejor no decir nada y volver a la sala común antes de que alguien nos castigue a ambas. Y April parece pensar lo mismo ya que mueve la cabeza, apuntando al pasillo que nos llevará a las mazmorras.

Volvemos en silencio ya que no necesitamos las palabras para comunicarnos. Sé que está dolida por la carta de esta mañana, al igual que sé que no piensa dejarse pisotear por Fred Weasley.

El sábado no mejora en ningún momento, el clima otoñal se hace presente y no deja de llover en todo el día, causando que en los pasillos del castillo haga más frío de lo habitual, lo que hace que nos quedemos en la sala común todo el rato. Hasta que llegan las horas de las comidas, claro. Y, cuando llega la noche, el castigo de April. Le murmuro que volveré a ir a buscarla y ella solo dice "terminará sobre las diez supongo". Alexa la despide alegremente, como si fuera a quedar con un amigo en lugar de reunirse con su peor enemigo y April decide ignorarla totalmente.

—Creo que deberías ir con ella —dice Alexa unos minutos después de que April se haya ido—. No es buena idea que vayas sola por los pasillos del colegio.

—¿Por ser chica o por ser Slytherin? —le digo, y ella me levanta dos dedos, lo que me hace suspirar—. Si ahora voy con ella estaríamos las dos solas, es una tontería, además, April puede cuidarse sola.

Alexa se encoge de hombros y sé que internamente está diciendo un tú sabrás. Aunque la verdad es que no sé nada. Dedico el tiempo que tengo hasta ir a buscar a April para adelantar deberes, y cuando faltan quince minutos para las diez, me voy hacia el despacho de la profesora McGonagall. Y allí, en la puerta, vuelve a estar George esperando. Esta vez se ha sentado en el suelo y no deja de mirar un pergamino viejo, que guarda en el mismo momento en el que me ve llegar.

No me molesto en dirigirle la mirada, me siento en el lado opuesto del pasillo, envuelta en mi capa y tratando de mantener el calor al máximo. La lluvia ha aumentado la humedad y Hogwarts no deja de estar construido con piedra, algo que no mejora el ambiente.

—Si quieres te puedo dejar mi capa también —oigo murmurar al gemelo, y decido guardar silencio—. Aunque ellos se lleven mal nosotros no tenemos porqué hacerlo.

—Ya te lo dije, aparta de mi camino —murmuro, y trato de esconderme aún más en la capa, pero no sirve de nada, sé que George sigue ahí, mirándome.

—May...

—Avery para ti, Weasley —digo, con la voz llena de un veneno que no siento.

Igual que ayer, la puerta se abre rápidamente y la primera en salir es April. Esta vez me espera, y ambas nos vamos a la vez hacia las mazmorras, donde Alexa nos espera en la habitación con cara de malas pulgas porque tiene sueño. No nos da tiempo a hacer nada ya que decide apagar la luz en el mismo momento en el que entramos a la habitación.

El domingo no cambia la rutina, al igual que tampoco lo hace el tiempo y el frío en el castillo aumenta aún más, y lo noto cuando, por la noche, vuelvo a ir a buscar a April de su castigo, esta vez en el despacho del profesor Flitwick. Al igual que los otros dos días, George está sentado en la puerta, esperando, pero hoy hay una novedad y es que ni siquiera me dirige la palabra.

Lunes y martes pasan como un suspiro, las clases resultan de lo más interesantes, pero los deberes no lo son tanto e ir a buscar a April mucho menos. George no había vuelto a intentar hablar conmigo, y a pesar de ser eso lo que quería, no podía evitar querer que me hablase. Aunque eso cambiaría el miércoles.

Después del tiempo horrible que habíamos estado teniendo, quería que la clase de Astronomía del miércoles se cancelase, pero no tuvimos esa suerte. Por primera vez en días, el cielo amaneció totalmente despejado, con un sol que calentaba bastante. Y eso implicaba clase por la noche. Los miércoles eran un día larguísimo, teníamos doble hora de transformaciones y no era precisamente mi mejor asignatura, a diferencia de la de April, que de nuevo competía con Fred por ser el mejor de la clase. Cuando terminamos, nos fuimos directamente a cenar, con las mochilas incluidas. A April no le merecía la pena pasar por la sala común a dejarla y yo no iba a ir sola a hacerlo.

—¿Qué vas a hacer mientras que estoy en el castigo? —me dice April cuando estamos tomando el postre, y yo me encojo de hombros.

—Me iba a quedar en la puerta del despacho, tenemos luego Astronomía, no merece la pena volver a la sala común —digo, y ella asiente.

—¿Te importaría revisarme la redacción de herbología? No estoy muy segura si he definido bien el lazo del diablo.

—Si tú me revisas la de transformaciones.

—Hecho.

Ambas nos levantamos a la vez de la mesa, y realizamos los movimientos de forma invertida, April con la izquierda y yo con la derecha. Eso causa risas a Alexa y Adrian, pero que toda la mesa de Slytherin se nos quede mirando fijamente. Entonces April levanta la barbilla y yo la imito, para luego irnos de allí hacia el despacho de la profesora McGonagall, con quién repetían castigo por cuarta vez.

—Te dejo la mochila —me dice April antes de entrar, y yo asiento para luego sentarme en el suelo y sacar la redacción de mi hermana. Su letra es casi inentendible ya que ha decidido hacer a sucio toda la redacción.

—Ojalá supiera algún hechizo para mejorar esta letra —murmuro mientras hago anotaciones en las palabras que no entiendo.

—Creo que mi hermano Charly sabe alguno.

Levanto la vista de la redacción de April para encontrarme a George justo delante de mí, de pie y mirándome.

—Creo que deberíamos volver a empezar, Avery.

—No hay nada que empezar, Weasley.

—Tú no vas a dejar de acompañar a April a los castigos, y yo a Fred. Propongo una tregua entre nosotros dos, sin que nadie se entere.

—No quiero tu amistad —digo rápidamente, y entonces el niega.

—No te ofrezco amistad, te ofrezco tregua y una conversación en las tres próximas horas.

Sigo mirando a George, que decide sentarse justo en la pared opuesta a la mía. A distancia para que no parezca que nos hablamos, pero lo suficientemente cerca como para hablar sin que se nos oiga mucho. Y realmente quiero hablar, quiero volver al tren, al sombrero seleccionador y hacerle caso, ir a Hufflepuff.

—Si sigues mirándome me vas a desgastar —dice, y es cuando vuelvo en mí y me fijo en lo que he estado haciendo. Puedo notar como toda la sangre sube a mis mejillas, algo que no debería estar pasando.

—Para tú información no te miraba a ti, miraba en tu dirección —digo, a pesar de que es una tontería negarlo.

—Es lo mismo.

—No lo es, hay una sutil diferencia entre mirar a alguien y mirar en esa dirección. Quizá tus padres no te lo enseñaron ya que no podían permitirse una educación —digo, pero cuando veo la mirada de George sé que me he pasado.

—Al menos mis padres me han enseñado a tener valores —dice él, y entonces se levanta del pasillo y se sienta en el lado opuesto, no dejando posibilidad a la conversación.

La primera hora pasa lentamente, no puedo dejar de mirar a George de reojo, que parece muy interesado en dibujar en el pergamino. Sé que él se da cuenta de que le estoy mirando, pero no dice nada porque él también me mira, intentando ser disimulado y fallando, tal y como estoy fallando yo.

La segunda hora los pergaminos han dejado de importar y estamos mirándonos fijamente, a distancia. Recortar esa distancia sería fácil, levantarme y sentarme a tu lado. Sonreír y volver al Expreso a Hogwarts, donde estábamos formando una amistad.

En la tercera hora nos levantamos a la vez del suelo. Resulta ridículo y no puedo evitar reír, y él lo hace también.

—Que hablemos no significa que seamos amigos, Weasley —le digo, pero le tiendo la mano, como había hecho él antes.

—Ningún problema, Avery, no me gustaría ser amiga de una serpiente como tú —dice y da un paso en mi dirección, sorprendiéndome, pero no dejo que se note.

—Al menos no soy una estúpida Gryffindor, ¿sabes? Vuestra casa me da pena, lleváis sin ganar la Copa de las casas ¿cuánto? ¿Cinco años estás diciendo? —me burlo de él, pero parece que no se lo toma en serio ya que empieza a sonreír y me acerco con un paso.

—Ganaremos este año, y el año que viene también ganaremos la Copa de Quidditch —George vuelve a dar un paso.

—Con nosotras como Cazadoras no podréis ni acercaros a la copa, Weasley —digo, dando el último paso.

George mira mi mano, que la he tenido extendida todo el rato y, finalmente, la acepta. Tiene la mano completamente fría, lo que me provoca aún más frío. El día es despejado, pero estamos en octubre y hace demasiado frío.

La puerta del despacho de la profesora McGonagall se abre de golpe y me alejo rápidamente de George. Esta vez me sorprendo al ver que es Fred el primero que sale, con cara de enfado, mientras que veo a April de fondo con una pequeña sonrisa. Y sé que le ha hecho algo.

—Vamos, tenemos que ir a Astronomía —dice mi hermana, visiblemente feliz.

—¿Me vas a contar que has hecho? —le digo, y ella ríe.

—He conseguido que su castigo aumente y el mío no, así que a partir del próximo domingo yo estaré libre y él tendrá una semana más de castigos.

—No me puedo creer que hayas hecho eso —le digo, sin poder evitar reírme.

—Lo sé, soy genial, ¿verdad?

No puedo evitar soltar una carcajada que April acompaña, haciendo que nuestros compañeros de clase, que van hacia astronomía también, nos miren raro. Pero ambas levantamos la cabeza, miramos al frente y nos ponemos a andar a la vez, perfectamente sincronizadas.

Tenemos una clase que atender.

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Primer capítulo del día jejejejejeje esta noche subiré el segundo jejejejeje

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