Capítulo 62

Pasado

La noticia de que había un estudiante muerto en la enfermería no tardó en extenderse por todo el castillo. Todos los alumnos de primero iban en grupos, muy pegados entre ellos y muertos de miedo e incluso había visto a la pequeña Weasley gritar en los pasillos más de una vez por culpa de los bobos de sus hermanos gemelos. La veía muchas veces en la biblioteca, escribiendo en un pequeño cuaderno que no soltaba bajo ningún concepto y parecía que tampoco dormía muy bien, algo totalmente normal teniendo en cuenta su situación actual. Sin duda alguna el mes de noviembre se basó en los rumores que había sobre la cámara de los secretos —Madame Prince me había obligado a devolver el ejemplar que había pedido prestado, así que tuve que escribir a madre para que me mandase el mío, aunque lo bueno del asunto es que podría escribir sobre él todas mis teorías y no hacer el tonto con pergaminos por todos lados, ya había perdido unos cuantos que había encontrado Weasley y, por supuesto, no había querido devolverme— y en la victoria de Gryffindor frente a Slytherin. Al menos esta vez el idiota de Accrington me pasa las cosas cuando se las pido durante la comida.

En diciembre volvemos a firmar para quedarnos durante las Navidades, con la pequeña sorpresa de que Draco también ha decidido quedarse en el castillo. Decidimos meternos un poco con él cuando oímos los rumores de que Potter también se quedaba. Draco no había tenido tanta suerte con la gente después de acabar el partido de Quidditch ya que había tenido la snitch en su cabeza y no la había cogido por estar hablando con Potter según nos había contado Alexa, así que aprovechamos para meternos con él todo lo que podíamos. Y más que ibamos a hacerlo durante las vacaciones de Navidad, por supuesto. Aunque antes llegó el club de duelo.

Prácticamente casi todo Hogwarts había acudido a la reunión del club de duelo, y más de uno de marchó al ver al profesor Lockhart subido a la tarima junto al profesor Snape. May empezó a reírse y tiré de ella para irnos de allí antes de que acabaramos sin un brazo como le había pasado a Potter. O quizá algo mucho peor, al menos durante las clases ya solo contaba sus batallitas mientras que nadie le hacía caso. Aunque no me esperaba que los gemelos Weasley estuvieran junto a la puerta. Weasley me estaba mirando fijamente y tiré un poco más de May para que nos fueramos, pero entonces Weasley negó y fruncí el ceño.

—¿Asustada, Avery? —le leí los labios y negué, a lo que él siguió—. Demuestralo.

No tenía que hacerlo, y lo sabía, pero un reto contra Weasley y contra él nunca podría perder. Parecía que nos estabamos llevando mejor en las clases avanzadas de transformaciones y hasta la profesora McGonagall lo notaba y nos felicitaba por dejar nuestras diferencias a un lado de una vez. Lo que ella no sabía es que nuestras diferencias estaban apartadas —momentáneamente— porque desde la conversación que habíamos tenido en Halloween ambos habíamos amenazado al otro con contar ciertas travesuras a los profesores. Weasley aceptó no contarlas a cambio de gastarle una broma a Lockhart y yo a cambio de una semana más de mapa cuando quisiera. Habíamos sellado el pacto con un apretón de manos y luego me tropecé con mis propios pies y Weasley me cogió al vuelo, quedando demasiado cerca. Me dijo algo que no consigo recordar, pero si recuerdo perfectamente el tono, el escalofrío que me recorrió toda la espalda y el calor en mis mejillas. Conseguí soltarme y volví rápidamente a mi habitación, donde May me asustó saliendo del armario y entonces empecé a esconderme de ella. No quería contarle nada de lo que había pasado con Weasley y ella iba a preguntarme y no quería contarle nada porque no había pasado nada. Nunca iba a pasar nada.

—¡Basta de demostración! Colocaos por parejas, profesor Snape, si es tan amable de ayudarme...

Me giro hacia May, que se está riendo y me pregunto que demonios me habré perdido por estar distraída pensando en Weasley. Ella saca la varita y yo hago lo mismo, sin entender muy bien lo que está pasando, pero entonces aparece el profesor Lockhart a las espaldas de May y ya sé que quiere hacer cuando veo a los gemelos justo detrás.

—¡Es hora de separar a los gemelos, venga, chicas! —dice alegremente y yo sonrío como si nada, mientras que May pone los ojos en blanco al oírle. ¿Cómo puede ser alguien tan pesado? —Señor Weasley, con aquella señorita Avery, el otro señor Weasley con esta señorita Avery.

Lockhart avanza hasta mi y me pone la mano en el hombro para guiarme hasta Weasley, que está conteniendo la risa. 

—¡Esto va a ser estupendo! —dice Lockhart, sonriente y Weasley asiente. Cuando dejo de sentir la mano encima no dudo en avanzar lo máximo que puedo, aunque eso me suponga estar pegada a Weasley. Lo prefiero antes de estar junto al profesor que consiguió hacer desaparecer todos los huesos del brazo de Potter.

—¿No te gustaba tanto, Avery? —me pregunta y sé que se está burlando de mi, pero le ignoro porque tengo un cometido mayor, hacer que Lockhart tropiece. Levanto mi varita y sencillamente la muevo en su dirección, consiguiendo que los cordones de sus caros zapatos se enrollen entre si y caiga de boca—. Bien jugado, Avery.

—Gracias, Weasley —le respondo y es algo que no esperaba decir nunca—. ¿Listo para que te aplaste? ¿O tienes miedo?

—¿Quieres decir para perder tú? ¿Cómo en el partido de quidditch? —me responde, y le saco el dedo corazón en respuesta—. Que bonito, Avery, tú si que sabes como conquistar a alguien.

—Sabía que te mueres por mis huesos, Weasley —le respondo y, por algún motivo que no entiendo, Weasley me guiña un ojo que hace que mi estómago se retuerza.

—¡Poneos frente a vuestros contrincantes y hacer una inclinación! —oigo gritar a Lockhart y me limito a hacer lo que dice e ignorar el dolor de estómago—. ¡Solo desarmar, recordad, no queremos ningún accidente! ¡Varitas listas!

El profesor Lockhart hace una cuenta atrás y mientras pienso. ¿Es más lógico que ataque o que primero me defienda y luego le lance el hechizo? Oigo el tres y no pienso más, lanzo rápidamente el Expelliarmus, pero Weasley también lo ha hecho a la vez y nuestras varitas caen al suelo, justo entre ambos. Rápidamente nos lanzamos hacia ellas y volvemos a intentarlo, para acabar exactamente igual, pero esta vez no me muevo. Miro a May de reojo, que está teniendo exactamente los mismos problemas con el otro gemelo Weasley que yo y cuando se da cuenta de que la estoy mirando, sonrí.

—Hacen buena pareja, ¿verdad? —Weasley se acerca hasta mi y me tiende mi varita, que cojo sin más—. Si no tuvierais un palo en el culo estoy seguro de que podríamos ser amigos.

—Si vivierais como lo que sois, magos de sangre limpia, entonces lo podríamos considerar, Weasley —le respondo—. Y no, no hacen buena pareja, manten a tu hermano lejos, ¿entendido?

—¿No crees que eso deberían decidirlo ellos? —me giro hacia Weasley, que tiene el ceño fruncido y entonces me río.

—¿Decidir? ¿Pero tú que te piensas, que esto es una novela? Despierta, Weasley, esto es la vida real, no hay historias de amor entre casas rivales y familias enfrentadas. 

—¡Alto, alto! —grita el profesor Lockhart, pero nadie le hace caso, así que el profesor Snape se hace cargo de la situación rápidamente y para todos los accidentes que está habiendo en esos momentos en el Gran Comedor. Me pregunto como el profesor Dumbledore ha permitido que sea Lockhart quien esté a cargo y no el profesor Flitwick, que había sido un maravilloso duelista. Quizá Draco tenía razón y el director se estaba empezando a volver loco.

Al final Draco acaba subiendo a la tarima con Potter como contrincante y todo el mundo se ríe cuando a Lockhart se le cae la varita en un intento de enseñarle. Pobre Potter, no va a sobrevivir a este curso.

—¡Serpensortia! —Draco lanza el hechizo según comienza el duelo y una serpiente sale de su varita para ponerse en posición de ataque entre ambos.

—No te muevas, Potter, me encargaré de ella —dice el profesor Snape, que parece que está disfrutando con la idea de que Potter no sepa que hacer. Le encanta cuando puede sentirse superior a los demás. Es odioso.

—¡Permitidme! —Lockhar agitó su varita antes de que nadie pudiera decir nada y la serpiente, en lugar de desaparecer, se pone a mirar a uno de los Hufflepuf de segundo en posición de ataque.

Todo el mundo contiene el aliento cuando la serpiente sisea al niño.

Lo mata.

No puedo apartar la vista del espectáculo, pero retrocedo hasta chocar con Weasley, que me sujeta antes de que me caiga. Un siseo sale de la boca de Potter y la serpiente baja de golpe al suelo, quedándose inmóvil.

—Habla pársel —susurro y noto como Weasley a mi lado se mueve inquieto, y como me pega más a él. Espera, ¿qué?

Los murmullos llenan el Gran Comedor y yo aprovecho para mirar a Weasley y darme cuenta de como estamos. Tiene la mano sobre mi cintura y me pega a él, como si fuera lo más normal del mundo. Él me mira, con demasiada intensidad y puedo notar como mis mejillas se ponen rojas. Y resulta agradable. No puede resultarme agradable. Está prohibido. Me suelto rápidamente, como si quemase y el frío de diciembre me llega de otra forma distinta. Hay confusión en su mirada y ¿decepción? ¿Por qué iba a estar decepcionado si no nos aguantamos? Me lo estoy imaginando, sí.

—¡May! —la llamo y me fijo en que rápidamente se aleja del otro gemelo Weasley. Le estaba dando la mano. Solo espero que nadie se haya dado cuenta de esto.

Ella viene rápidamente y nos vamos del Gran Comedor. Alexa tenía razón al decir que venir había sido una estupidez y había aprovechado para ponerse a hacer deberes, algo que teníamos que haber hecho nosotras y no haber hecho caso a Adrien, que no había dejado de decir que sería divertido y que aprenderíamos algo. Encima el muy idiota se había ido con Rurncorn y Montague. Volvemos a la sala común totalmente en silencio y, cuando volvemos a las habitaciones, May se mete directamente en la mía. Creo que vamos a tener que hablar de esto y no quiero hacerlo.

—Tenemos que alejarnos de ellos —susurro nada más cerrar la puerta y ella asiente, se tumba en la cama y se hace un ovillo.

—¿Por qué no podemos ser amigos? Son agradables y nos hacen reír, no lo niegues —dice y cuando voy a responder ella sigue—. Padre y sus ideas son estúpidas, los abuelos tenían razón. No tiene sentido que no nos relacionemos con traidores a la sangre, ya somos bastantes pocos magos como para encima hacer más distinciones.

Suspiro porque May tiene razón. Los abuelos no tenían ningún problema con los traidores a la sangre y toleraban a los sangre sucia lo suficiente como para poder hablar con ellos. Valoraban la pureza de sangre, pero no del mismo modo que lo hacían padre y el señor Malfoy, que cada día eran más extremistas.

—Lo sé —le susurro a May, acariciando su pelo—, pero sabes que si padre se entera...

—Al diablo con padre, April —murmura May, y se levanta de la cama rápidamente—. George y Fred Weasley han estado más veces ahí, en el momento justo, que lo que ha estado padre en catorce años.

Y sé que tiene razón porque padre nunca ha estado, ni siquiera cuando eramos pequeñas. Y dejó de estar definitivamente en las Navidades de 1989. Weasley me salvó en primero después de que me tirasen al Lago Negro, en segundo con las bóvedas malditas y el año pasado, a pesar de la broma, la pelea con bolas de nieve y la bufanda fueron dos de las mejores cosas de todo el curso. Pero no podía ser su amiga, por mucho que quisiera, por mucho que me había gustado que Fred pudiera su brazo alrededor de mi cintura.

***

Durante la cena del día siguiente todos nos enteramos de que han vuelto a matar a alguien —y May decide explicarme que no es que lo hayan matado, si no que los han petrificado, por eso tiene que ir a cuidar las mandrágoras y ponerles pañuelos y calcetines— y que ese alguien es el mismo niño al que Potter atacó ayer —que Draco se había encargado de dejarme bien claro que se llamaba Justin Finch-Fletchley— durante el club de duelo. Además, a la lista de petrificados había que añadirle que el fantasma de la casa de Gryffindor, Nick Casi Decapitado. Y Potter había sido encontrado, de nuevo, en el lugar del crimen. Ese niño no tenía ni una sola oportunidad de superar el curso si seguía así, estaba claro que iban a acabar expulsandole si no le mataba Lockhart primero por error. 

Lo que al principio había sido curiosidad por la cámara de los secretos y lo que estaba pasando en Hogwarts, se convirtió en pánico y la lista con los alumnos que se quedaban por Navidades empezó a disminuir notablemente. Incluso muchos de los alumnos de quinto y séptimo, con los grandes exámenes a la vuelta, decidieron volver a casa por Navidad antes que quedarse en el castillo. Y para Potter eso suponía menos gente mirandole y murmurando sobre él, lo que era una ventaja ya que ahora mismo tenía toda la pinta de ser el heredero de Slytherin. Hablaba pársel, había sido encontrado en las escenas clave y, para colmo, los gemelos Weasley no dejaban de gritar a todo volumen "Dejen pasar al heredero de Slytherin". A Draco le molestaba bastante que Potter estuviera teniendo tanto protagonismo, así que May y yo nos reíamos bastante de él en la sala común.

El día de Navidad llegó y abrimos nuestros regalos en la habitación, con Draco incordiando de nuevo. Este año no hubo nada fuera de lo común, May no tenía ningún regalo del gemelo —o si lo tenía, lo ocultó— y yo solo tuve una nota de Weasley con la fecha de nuestro enfrentamiento de quidditch. En el resto de regalos no había nada realmente especial, madre y padre se limitaban a las túnicas de gala, Demeter decidió mandarme un diccionario nuevo de runas antiguas —supongo que Daphne había tenido que ver con eso ya que me regaló unos cuantos libros— y Draco optó por algo más tradicional, chucherías. Alexa nos había escrito una nota diciendo que era imposible superar su regalo de cumpleaños del año anterior, y por eso nos mandaba un montón de pergaminos con recetas de comida francesa —a la que nos habíamos aficionado en verano, pensabamos enseñarselas a Ambur y que nos ayudase a prepararlas— que su tía abuela le había ido diciendo como hacer.

May y yo decidimos pasar el día fuera, en la nieve dando un paseo mientras que Draco decidió pegarse a sus tontos amigos, Crabbe y Goyle, que copiaban todo lo que hacía. Me extrañaba que no hubieran intentado entrar al equipo de quidditch también. Nos perdimos incluso la merienda y, cuando volvimos a la sala común, Draco estaba casi en la entrada, con Crabbe y Goyle, que parecían más tontos que de costumbre, y eso ya era decir.

—¡April, May! —nos llama Draco y nos acercamos hasta ellos para ver como sostiene un recorte de periódico—. ¿Os habéis enterado?

—No —respondemos ambas a la vez.

Leo el trozo en diagonal, quedandome con las partes más importantes. Han multado al señor Weasley por tener un coche embrujado y el señor Malfoy ha hablado en el periódico. ¿Eso era lo importante y por lo que estaba tan emocionado? Porque menuda mierda.

—¿No os parece divertido? —dice Draco, emocionado y pongo los ojos en blanco.

—Ja, ja, ja —dice Goyle.

—Arthur Weasley le tiene tanto cariño a los muggles que podría romper su varita e irse con ellos —sigue diciendo Draco—. Y llevarse a los tontos de sus hijos, cualquiera diría que son sangre limpia.

—Precisamente los gemelos no son tontos, y lo sabes, Draco —dice May, pero Draco la ignora y a su lado, Crabbe la mira de forma extraña. Y yo la doy un golpe disimulado, haciendo que May ponga los ojos en blanco. Si Crabble y Goyle no estuvieran delante vale, que lo diga, pero con ellos nunca se sabe.

—¿Qué te pasa, Crabbe? —le pregunta Draco de una forma bastante brusca. Es insoportable cuando se pone así, que es solo cuando está con ellos.

—Me duele el estómago —le responde con un gruñido el idiota. Entre él y Goyle no llegan ni a media neurona y estoy siendo generosa.

—Bueno, pues id a la enfermería y darle una patada a todos esos estúpidos sangre sucia —dice, riendose y me cruzo de brazos.

—¿Eres tonto, Draco? Es un tema serio, siguen siendo alumnos de Hogwarts, por muy sangre sucia que sean —le digo y le hago un gesto a May—. Vamonos antes de que se nos pegue algo de su estupidez, que está claro que debe propagarse si se está demasiado cerca de ciertas personas.

—Cuando quieras volver a la normalidad nos avisas, hasta entonces no te molestes en hablarnos —le dice May.

—¡Pero... !

—¡No hay peros, Draco, y lo sabes! —le respondo y me doy la vuelta para seguir a May, que ya está casi en las escaleras.

—Serán sangre sucia, pero si porque alguno muere cierran el colegio no merece la pena que muera ninguno. O que les pase algo —añade May.

Oigo murmurar algo a Draco como ya lo arreglaré luego con ellas y sigue hablando como si nada con Crabbe y Goyle. Par de idiotas. May dice que va a irse a buscar a la profesora Sprout por si necesita ayuda con las mandragoras y yo aprovecho para ir a coger mis cosas y volver a la biblioteca. Madame Prince no cierra ni siquiera hoy —de hecho dudo que salga alguna vez dela biblioteca— y es todo un alivio ir a la biblioteca y que no haya nadie que te pueda molestar. Quedamos tan pocos en Hogwarts que podemos tener una mesa para cada uno si queremos.

Salgo de la sala común ignorando a Draco, que sigue hablando con Crabbe y Goyle y voy directamente hasta la biblioteca. Por suerte hace más calor que en los pasillos ya que no hay quien esté por ellos mucho rato, las nevadas este año están siendo muy intensas e incluso llegan a tapar alguna de las ventanas del castillo por la altura de la nieve. Me quito la túnica y empiezo a dejar todas mis cosas sobre la mesa, para luego ir a buscar algunos libros que puedo necesitar para mis deberes. Y cuando vuelvo mi mesa no está sola, la pequeña de los Weasley está allí sentada, escribiendo en ese cuaderno que tiene y que nunca suelta.

—¿Te importaría irte a otra mesa? —le digo, dejando los libros bruscamente sobre la mesa y ella se asusta y cierra su cuaderno de golpe.

—No sabía que había alguien aquí —dice ella, pero no se mueve.

—¿Las cosas sobre la mesa no te dan la pista? 

—Mejor dicho, no sabía que había alguien tan amargada aquí sentada —me responde y no puedo evitar reírme. La niña tiene carácter—. ¿Qué?

—Pensaba que serías distinta, igual de cansina que tu hermano, por ejemplo —le digo y ella frunce el ceño.

—¿Cuál de todos? ¿George? —dice y luego niega—. No, espera, tú debes de ser April, así que te debes de estar refiriendo a Fred.

—¿Por qué sabes quien soy? —le pregunto y frunzo el ceño, a lo que ella se encoge de hombros.

—Fred y George siempre están hablando de vosotras. Fred te llama Avery, pero George llama a tu hermana May.

—Así que hablan de nosotras...

—Pero no les digas que te lo he dicho.

—Le echaré la culpa a tu otro hermano, el amigo de Potter —le respondo y ella asiente.

—Encantada de conocerte, Avery —me dice y vuelve a abrir su cuaderno, que ahora entiendo que debe de ser su diario— Ginny Weasley.

—Igualmente, niña Weasley —le respondo y vuelvo a mis deberes. Tampoco es que me moleste mucho que esté ahí sentada mientras que no se ponga a distraerme.

Consigo acabar la redacción de Herbología justo cuando la niña Weasley deja su diario y saca un montón de pergaminos. Sigue pareciendo que no duerme y, cuando la miro mejor, veo que está teniendo problemas, así que aparto mis libros y muevo la silla hasta su lado.

—¿Qué dudas tienes? —le pregunto y ella me mira, curiosa.

—¿Cómo sabías que tengo dudas?

—Es la misma cara que tenía Daphne cuando entró a Hogwarts, venga, dime, no tengo todo el día —le insisto y ella saca el libro de pociones.

—¿Cómo las hago para que las pociones no salgan aguadas?

—Copia lo que diga el profesor Snape en la pizarra —le respondo y ella asiente, aunque seguro que es algo que ya sabe. Probablemente se haya dado cuenta que lo que viene en el libro no es igual que lo que viene en la pizarra—. Mi hermana es mejor que yo en pociones, si quieres la traigo a la biblioteca un día y la preguntas que es lo que pasa exactamente, yo diría que es porque echas pocos ingredientes, pero quizá es porque no lo dejas espesar, no lo sé.

—¿Y qué se te da bien?

—Transformaciones.

—A Fred también.

—Por eso tenemos clases avanzadas de transformaciones —la niña Weasley abre mucho los ojos, sorprendida.

—¿Juntos? —asiento y ella sonríe, como si le hubiera dicho algo de lo más interesante—. ¿Y qué más?

—Encantamientos y Defensa Contra las Artes Oscuras. Ah, y Runas Antiguas.

—¡Esa era la asignatura favorita de Bill! —dice ella, emocionada y la miro confusa—. Es mi hermano mayor, trabaja como rompemaldiciones en Egipto.

—¿Charlie no es el más mayor?

—¿Conoces a Charlie? —pregunta y yo asiento. No necesita saber de qué le conozco—. Charlie es el segundo, luego va Percy, luego Fred, George y finalmente Ron.

—Y tú eres la pequeña —ella asiente—. Sois bastantes.

—Te acostumbras —dice y asiento, distraída. Solo tengo a May, ¿cómo sería tener una familia tan grande como la suya?

—¿Necesitas ayuda con algo más? —la pregunto y ella niega—. Bien, estaré por la biblioteca, si necesitas algo dime, ¿sí?

—Gracias, April —dice ella y sonríe, para luego sacar de nuevo su diario.

—De nada, Ginevra —digo y vuelvo a mi sitio para seguir con los deberes.

—Ginny, por favor —dice ella y niego.

—Te llamas Ginevra, ¿no? —ella asiente, pero frunce el ceño—. Te llamas como una de las mujeres más importantes de la historia, por muy muggle que sea conoció al mismísimo Merlín y a la gran Morgana, ¿por qué no te gusta?

—Es anticuado —responde ella—. Prefiero Ginny.

—Ginevra —insisto y ella me saca la lengua. 

—Vas a hacer lo que quieras, ¿verdad? —dice y asiento—. Eres tan molesta como Fred, sois tal para cual.

—Sí, en los sueños de tu hermano quizá —le respondo e ignoro la risa que le entra porque Madame Prince se pasea por nuestra mesa y no quiero que me eche de aquí.

Ambas seguimos trabajando tranquilamente hasta que llega la hora de la cena, en la que la acompaño por los pasillos. Y parece estar realmente alerta ya que no deja de mirar en todas direcciones.

—¿Estás segura de que estás bien? —le pregunto, parando junto al baño de Myrtle. Espero que no salga porque es una cansina.

—Sí, claro —dice, pero no lo parece.

—¿Tienes pesadillas o algo? Es normal con todo esto que está pasando, seguro que si hablas con Madame Pomfrey puede darte alguna poción para que duermas mejor —ella parece sorprendida, pero es realmente obvio.

—¿Cómo sabes que no duermo bien? 

—Porque tienes unas ojeras del tamaño del Lago Negro —le respondo y ella se ríe un poco—. También se reconocer cuando alguien no duerme bien, yo tampoco duermo mucho.

—¿Por lo que está pasando? —pregunta, con curiosidad, pero niego.

—Soy sangre limpia, lo que sea que está atacando solo va a por los sangre sucia —Ginevra frunce el ceño, pero me da igual— así que estoy tranquila. Y tú también puedes estarlo, tu familia es la mayor traidora a la sangre, pero todos sois sangre limpia, así que estáis a salvo.

—Pensaba que eras distinta, April —dice y no entiendo porqué, pero también me molesta lo que esta mocosa piense de mi.

—Está bien, nacidos de muggles, ¿mejor? —le digo y ella asiente, pero se cruza de brazos—. No puedo cambiar lo que me han enseñado toda mi vida en cuestión de minutos, ¿sabes?

—Te ayudaré —dice, y parece realmente convencida de que va a lograrlo. Lo dudo.

Nos despedimos antes de llegar y cuando entro ni la profesora Sprout ni May están allí, pero si lo están Draco y sus tontos amigos, que parece que están bastante recuperados de su estómago porque comen sin parar. Ignoro a Draco —que no parece por la labor de volver a sus cabales por el momento— y ceno completamente sola. Guardo un poco de comida para May, que sigue sin aparecer cuando termina la cena y no puedo evitar desviar la mirada hacia la mesa de Gryffindor. No, los dos gemelos están allí, puedo ver perfectamente a Weasley y el otro debe de ser el que está sentado enfrente, aunque parece ligeramente distinto. Aparto la mirada rápidamente, antes de que Weasley me descubra y se lleve ideas equivocadas, recojo mis cosas y vuelvo a la sala común para ver si May ha ido directamente hasta allí. Y llega unos minutos más tarde, con las mejillas rojas por el frío y cuando ve que tengo encima un poco de empanada, se lanza sobre ella:

—¡Tengo muchísima hambre! —dice, y luego se ríe—. Tendrías que haber visto que gracioso es ponerles los calcetines a las mandrágoras, la profesora Sprout nos ha dado unos que a Geo...

May se calla de golpe, y luego vuelve a reírse, pero frunzo el ceño. ¿Qué la pasa?

—Nunca había visto unos patrones tan divertidos, ¿dónde los habrá comprado?

—Preguntala —la digo y ella asiente, mientras que sigue comiendo su empanada.

—Sí, lo haré, quizá me compro unos. ¿Y tú que has hecho?

—He estado en la biblioteca —estando en la sala común no pienso contarle que he estado con Ginevra, cuando subamos a la habitación se lo contaré.

—¿Otra vez?

—¿Dónde quieres que esté? No tengo unas madrágoras que cuidar y solo tengo deberes —le digo, y ella vuelve a reír.

—No te veo cuidandolas —dice y termina el trozo de empanada en tiempo record—. Creo que me voy a ir a dormir ya, estoy agotada, nunca pensé que poner calcetines a las mandrágoras pudiera ser tan cansado, no se estaban quietas. ¡Buenas noches!

No me da tiempo a contestarla ya que se marcha rápidamente, subiendo por las escaleras hacia las habitaciones casi corriendo. ¿Qué mosca le ha picado?

***

Me despierto tan pronto que creo que es imposible que sea verdad que Weasley dijera a las ocho de la mañana en el campo de quidditch y yo vaya a ir. Me cambio a mi túnica de quidditch, con el tres a la espalda y luego salgo con la escoba en la mano y con mucho cuidado. ¿Por qué estoy haciendo esto? Es realmente estúpido y más cuando había hablado con May de que teníamos que alejarnos de ellos. Y lo había hecho, claro, si quitabas las clases de transformaciones avanzadas. Y Ginevra no contaba porque no eran los gemelos. No me cruzo con nadie —aunque tampoco es que haya mucha gente en el castillo— mientras que voy hacia el Gran Comedor para coger algún bollo para el camino hacia el campo de quidditch, ni siquiera con Weasley, que debería estar allí ya. Bueno, si no viene siempre podré usar esto como entrenamiento extra, seguro que a Flint le encantaba la idea y, con un poco de suerte, se repetía lo del partido de Gryffindor.

—¿Ya estás lista para que te aplaste, Avery? —Weasley aparece justo cuando estoy empezando a dar una vuelta por el campo, y lo hace haciendo casi equilibrios ya que lleva una bolsa en un hombro, la escoba en otro y el bate de golpeador en la otra mano.

—¿Te has traido el bate por miedo o qué? —le respondo, pero vuelo hasta su lado y cojo el bate al ver que casi se le cae la bolsa que lleva. Lo dejo en el suelo, a su lado y asiente, supongo que como forma de darme las gracias—. Eres consciente de que es solo un juego, ¿no? Con la escoba valía.

—¿Crees que voy a venir sin desayunar? —dice, dejando la escoba en el suelo y la abre. Todo está perfectamente empaquetado en la bolsa, hay bollos, fruta e incluso dos botellas completamente cerradas.

—¿Has sobornado a los elfos o qué?

—Puede —dice, y saca una de la bolsa y me lo tiende, pero no la cojo—. No lo he envenenado, ¿sabes? Es chocolate caliente, no una bomba.

—Tomo café —miento, pero él se ríe.

—Tomas chocolate, Avery. ¿Tengo que enseñarte a mentir además de a jugar al quidditch?

—¿Enseñarme a jugar? ¿Tú? Dudo que sepas coger la quaffle —le respondo, y acabo cogiendo la botella de mala gana. Pero está un poco caliente y hace muchísimo frío en el campo así que acabo abriendola y le doy un pequeño sorbo. Sí, definitivamente los elfos saben hacer el chocolate caliente a la temperatura perfecta.

—¿Decías que bebías qué, Avery? —dice con una sonrisa socarrona, así que dejo la botella en el suelo, recojo su bate y salgo volando—. ¡Devuelvemelo!

—Atrapame, si puedes claro —le respondo ya en el aire.

Weasley no tarda en salir volando, pero claramente la nimbus 2001 es mucho más rápida que la barredora 5, así que tiene que empezar a intentar tomar atajos para poder cogerme. Pero no lo hace, aunque tampoco es que parezca que lo está intentando de verdad.

—¡Weasley, me aburro! —le grito, llendo hacia los postes del guardián con calma. No tiene emoción y parece que se da cuenta ya que él también empieza a volar lentamente.

—¿Me devuelves ya mi bate? —me pregunta y se lo lanzo sin más. Esto no tiene emoción si no se pica—. ¿Quieres aprender a golpear la bludger?

—Ya sé esquivarlas, no necesito nada más. ¿Para qué voy a aprender a golpearlas? —le respondo y él se encoge de hombros y baja hasta el suelo. ¿Por qué baja?

—Como quieras —dice cuando aterriza en el suelo. Y no sé porqué también bajo.

—Vale, enseñame —¿por qué he dicho eso?

—Voy a por una blugder —dice, empezando a andar hacia los vestuarios, donde tenemos guardadas las pelotas y le sigo. Él saca el cofre con las pelotas hasta el campo y deja una bludger libre, que empieza a dar vueltas por todos los lados.

—¿Quieres aprender más tarde a lanzar la quaffle? —de nuevo, ¿por qué he dicho eso? ¿Qué demonios me pasa?

—Vale —dice, encogiendose de hombros. Coge la escoba y con la cabeza me hace un gesto para que suba con él a la escoba. ¿Quiere que me suba con él?—. ¿A qué esperas? Sube delante, vamos.

—Prefiero ir en mi escoba —le respondo, pero él niega y luego sonríe. Es una provocación lo que va a decir, lo sé, estoy segura.

—¿Asustada de volar conmigo, Avery? —y obviamente funciona. No termino de entender muy bien por qué lo hago, pero acabo dejando mi escoba al lado del cofre de las pelotas y me subo con él a la suya—. ¿Lista?

—Por supuesto —que no claro, ¿volar con alguien más en una escoba que no es la mía? No, gracias, nunca lo he hecho nunca lo iba a hacer. Hasta ahora, claro.

Me había sentado un poco lejos de él, pero parece que le da igual ya que lo primero que hace es moverme para que mi espalda quede pegada a su pecho. Luego pasa sus brazos alrededor de mi cintura, agarra la escoba —coloca el bate de una forma mucho más cómoda de la que lo estaba llevando yo— y da una patada en el suelo que hace que salgamos bastante rápido para ser una barredora cinco que vuela con dos personas. A pesar de que voy delante él es quien está dirigiendo la escoba porque no tiene ningún problema para ver, me ha pegado tanto a él que puede pasar la cabeza por encima de mi hombro sin problemas. Vuela hasta el centro del campo y entonces, se queda parado.

—Toma, coge el bate, creo que va a ser mejor que lo hagas con las dos manos al principio, no es lo mismo lanzar la quaffle que batear la bludger —se suelta de la escoba y sujeta el bate con ambas manos. Eso no es ningún problema, claro, puedo mantenerme en la escoba sin sujetarme—. Venga, cógelo tú.

—¿Así? —le pregunto, cogiendo el bate después de que me lo tienda, pero parece que no lo estoy haciendo bien ya que me tiene que bajar las manos un poco. Y luego, en lugar de quitarlas, pone sus manos sobre las mías y se me acelera un poco el corazón. Son suaves y, a pesar de que hace frío, las tiene calientes. Sigo apoyada contra su espalda y, ahora, como tiene sus manos sobre las mías, estoy totalmente atrapada entre sus brazos.

—Creo que ya viene, ¿lista? —asiento porque sencillamente no puedo hablar. Creo que me voy a caer de la escoba en cualquier momento. No me gusta volar con otra persona.

La bludger tarda todavía unos segundos en aparecer, pero en cuanto aparece es Weasley quien inicia todo el movimiento y es cuando consigo reaccionar un poco más. Les he observado más de lo que nunca podría admitir en voz alta, yo también sé que hay que hacer. Agarro mejor el bate —como puedo ya que casi no puedo mover las manos ya que Weasley las tiene bien atrapadas— y en cuanto llega me muevo a la vez que Weasley para darle a la bludger, que sale disparada del campo.

—No está mal, aunque no tienes puntería ninguna —dice y no puedo evitar poner los ojos en blanco.

—Si me soltaras las manos entonces quizá podría tenerla —le digo, y lo hace inmediatamente, como si no se hubiera dado cuenta de lo que estaba haciendo. Vuelve a pasar sus brazos demasiado cerca de mi cintura y se agarra de nuevo a la escoba—. De todos modos, soy cazadora, no golpeadora, la quaffle es lo mío, no el bate.

—Si practicaras podrías hacerlo —dice, pero niego. Ja, practicar con las bludgers y el bate, demasiado que podía ser cazadora, si madre se enterase de esto... bastante que nos dejaba jugar como cazadoras—. Viene otra vez.

Esta vez no le doy con tanta fuerza porque me pilla casi desprevenida. Mi primer instinto con la bludger es esquivarla, no golpearla.

—Nada mal —repite y decido devolverle el bate. No sé si lo hace adrede, pero cuando lo coge lo hace justo donde está mi manoy no la mueve —. ¿Ya te has cansado?

—Me gusta más esquivarlas —le respondo y quito la mano. Está mal, está muy mal. ¿Por qué he venido? Tenía que haberme quedado en la habitación y luego haber ido a la biblioteca—. ¿Bajamos?

—Sí, claro —murmura y suena realmente decepcionado de que no quiera seguir con esto.

Volamos lentamente hasta el suelo y en cuanto llegamos voy directamente hacia la quaffle y luego a por mi escoba. Me giro para mirar a Weasley y veo que está mirando el cielo, supongo que esperando a la bludger, que no tarda en aparecer y la coge fácilmente. La trae hasta la caja y, cuando le estoy poniendo las cadenas, nuestros dedos vuelven a rozarse.

—Turno de la quaffle, venga —le digo, intentando no pensar más en ello—. Antes de que te subas a tu escoba, la manera de cogerla es esta.

Con la quaffle en la mano se lo enseño. Tampoco hay que tener mucho cuidado al cogerla gracias al encantamiento que tiene, pero lo mejor es estirar la mano todo lo que pudieras e intentar agarrarla sobre todo con las puntas de los dedos. Weasley la coge tal y como le he dicho, y me descubro pensando que ojalá lo hubiera hecho mal para corregirle y volverle a rozar.

—A volar —le digo, yendo hacia mi escoba, pero él no parece por la labor y me agarra de la túnica para que para que vaya con él. ¿Por qué ha dejado la quaffle de nuevo en la caja?—. ¿Cómo quieres que te enseñe a lanzar la quaffle si no podemos hacer tiros? Y cogela, si no también es imposible.

—Avery, no sé lanzar la quaffle como tú, pero juego todos los veranos con mis hermanos así que algo sé. Sencillamente vuela conmigo y relájate.

No sé porqué, acepto.

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¿Ha sido un capítulo demasiado largo? Es que ya no sé cuando algo es largo o no oenfwkjenfkjwenfkjwef

Creo que este es uno de mis favoritos de los publicados hasta la fecha, sobre todo la escena del campo de quidditch jejejejeje Fue un añadido de último momento y vivo por y para esos momentos

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