Capítulo 44

TW: Tortura, intención de suicidio, abuso sexual. Si no podéis/queréis leerlo, pero saber que pasa avisadme.

Presente

Mil cuchillos atraviesan todas las partes de mi cuerpo.

Solo quiero que acabe.

Chillo como nunca antes. Porque esto no es como antes. Esto duele de verdad. No es soportable. No es entrenamiento. Es tortura.

Nunca termina de pasar el tiempo.

Cuando me desmayo despierto de nuevo por el dolor.

Una y otra vez.

Más cuchillos. Más presión en la cabeza.

Sé que sangro.

Sé que más de uno de mis huesos se rompe.

¿Dónde estaba? O quizá donde estoy. ¿Donde estaré? Tengo sed.

Duele más aún.

Quizá podría dejarme llevar.

—Bella, basta ya.

Los chuchillos paran. Alguien me coge del brazo y vuelvo a chillar. Duele que me toquen. No me sueltan. No quiero abrir los ojos. Me duele todo el cuerpo, pero me obligan a andar. No sé ni como soy capaz de hacerlo. Vuelvo a hilar pensamientos. Los cuchillos ya no están, pero la sensación se mantiene, como cuando estás todo el día en un lago, flotando, y luego te tumbas en la cama.

Abro los ojos.

Cissy me lleva bien sujeta por el brazo, me ayuda a subir las escaleras de la mansión y me hace entrar en el que era la habitación que teníamos May y yo en su casa. Todavía tiene que haber túnicas en el armario de ambas.

—Vamos a bañarte.

Desde que Potter había liberado al elfo que tenían los Malfoy no habían conseguido ningún otro, por lo que ahora tenían que hacerlo todo por ellos mismos. Cissy calienta el agua de la bañera con un simple movimiento de varita y me ayuda a entrar. El agua escuece a pesar de que tengo la túnica todavía puesta, pero ayuda porque me la despega del cuerpo. Entonces es cuando Cissy me ayuda a quitarmela. En algunas partes es más duro, las heridas son más graves.

Sé que los cuchillos no han sido solo mentales.

La marca quema en mi brazo cada vez que la miro. Quizá tenía que haber huido. Con May. Cuando tenía oportunidad. Haber cogido a mamá.

—Madre, están aquí.

—Cuida de ella, por favor —Cissy se levanta del suelo y sale del cuarto de baño mientras sigo en la bañera.

Sé que a Draco le da vergüenza la situación, pero no puedo hacer mucho más. Quiero moverme, pero no tengo fuerzas. ¿Y si me dejo llevar? Cierro los ojos. Se está agusto. Quizá si me deslizo un poco...

—¡April! —Draco me saca la cabeza del agua, impidiendo que empiece a tragarla toda para acabar ya con esto. No tiene sentido—. Vamos, ponte de pie, te ayudo.

Suspiro y hago lo que me dice. Cuando esté sola podré dejarme llevar. Draco me envuelve en una gran toalla que no sé de donde ha sacado, pero es suave y cálida. Quizá han dejado de torturarme porque ha llegado Draco y Cissy no quiere ver como le afecta. Tengo que irme antes de que se vuelva a ir. Si Draco ha venido es Navidad. No tengo un regalo para May. La última vez que estuvo aquí, Ollivander también estaba, quizá Draco sabe donde está y puede hacerme una varita nueva.

—¿Qué túnica quieres? —me pregunta Draco después de llevarme a la cama en brazos—. ¿Una negra quizá? ¿O prefieres esta azul?

No digo nada y Draco suspira. Me trae la túnica negra hasta la cama y la deja a mi lado, supongo que espera a que haga algo.

—Voy a coger agua, ¿vale? Vistete, al menos —me dice y se dirige hacia el baño. Quizá hay vasos allí.

Decido hacerle caso, porque tengo que huir y esta es la mejor forma y me visto. Tenemos ropa por toda la habitación, así que no me cuesta encontrar ropa interior, una camiseta y unos pantalones. Pero sí me cuesta moverme. Me duele todo. Draco vuelve con el vaso de agua después de un largo rato y me lo bebo sin más. Tengo mucha sed. Lo rellena todas las veces que lo vacío con la varita hasta que me canso. Ahora si muevo la tripa suena agua y me da risa.

—¿Qué ha pasado? —me pregunta tras sentarse conmigo en la cama—. Llevo sin saber nada de ti desde septiembre, April. 

—Estaba... —digo y pienso. No lo sé, todo es confuso—. Estaban ellos y ella.

—¿Ella? —asiento y él suspira—. ¿Quienes son ellos?

—Ellos —repito—. Y los llamé, porque tenía que atraparlos.

—¿A quién llamaste?

—Pero perdí mi varita y se escaparon —sigo contando. Es lo que recuerdo, ¿no?—. Vino Bella y se enfadó porque no tenía mi varita. Gritó mucho. ¿Crees que debería mandarle un regalo a May por Navidad? Pensaba que había llamado al señor Tenebroso, pero no soy tonta, hice otra marca que la llamaba a ella.

—¿Por qué ibas a mandarle un regalo a May si ella está...? —Draco se queda callado y luego frunce el ceño, para luego asentir—. Sí, deberías mandarselo, ¿quieres que te acompañe a buscarlo?

—Le intenté explicar a Bella lo de la otra marca, pero no me escuchaba —digo, no entiendo porqué menciona a May, ¿acaso he dicho algo? Quizá puedo fingir que no le he oído bien así que sigo, como si nada—. Y eso fue hace... ¿tres semanas? ¿Cuándo has vuelto de Hogwarts? Estás mucho más delgado, ¿comes lo suficiente? En verano no comías, ¿te acuerdas? Te teníamos que obligar, menos mal que al menos comías las tartas de manzana que hacía Ambur.

—Ven conmigo, ¿vale? Vamos a ir a buscar a madre y luego iremos a por un regalo para May —me dice Draco y asiento—. ¿Has pensado en qué quieres comprarle?

—¿Por qué quieres ir a buscar un regalo para May, Draco? —pregunto antes de que salgamos de la habitación y él se para de golpe—. ¿Draco?

—Es lo que hacen los hermanos, ¿no? Se regalan cosas por Navidad —dice él, siendo demasiado suave y me abraza como solía hacer May—. Espero que me compres algo a mi también.

—Tengo tu regalo desde julio, tonto, May y yo lo compramos antes de que ella se fuera —digo y me paro. Para Draco May está muerta, ¿no? Como para todos. Puede sospechar que quizá no lo está, pero no lo sabe. O no debería saberlo. Aunque quizá se lo acabo de decir.

—April, creo que tía Bella te ha hecho bastante daño—dice él lentamente, para alejarse y agarrarme por los brazos para mirarme fijamente. Desde que le dieron la marca Draco es mucho más serio, más parecido a como solía ser cuando no estaba con nosotros—. Creo que tenemos que ir abajo, ¿vale? Quizá hay alguna forma en la que madre pueda curarte o...

La puerta de la habitación se abre de golpe para que Cissy pase con una bandeja con bastante comida y con una cara que denota bastante mal humor.

—Draco, te llaman —dice Cissy mirando a su hijo, y creo que entiendo el motivo de su enfado.

—Madre, April está...

—Yo me ocupo de ella —le interrumpe, entrando a la habitación y dejando la bandeja en la cama—. Baja ya, Draco. April, tienes que comer un poco.

—Madre, de verdad, April...

—Draco —la voz de Cissy suena amenazante y Draco suspira, pero se va, por fin—. April, come.

No me atrevo a contradecir a Cissy, y tengo hambre. ¿Cuánto llevo sin comer algo? Recuerdo pan duro y agua. Al menos esto no es pan y agua.

—El Señor Tenebroso ha hablado a tu favor, April —dice Cissy y casi me atraganto con el arroz. Es arroz blanco, supongo que porque no confiaba en que iba a aguantar todo en mi estómago.

—Y ahora estoy en deuda con él —digo, asimilando lo que significa—. ¿Está aquí?

Cissy asiente y suspiro. Hay reunión. Me levanto de la cama y cojo aire. Me duele todo. Cojo mi bol de arroz y salgo de la habitación. Tengo que acabar con esto cuanto antes. Quizá él es quien acaba conmigo.

—Mi Señor —digo, entrando a la sala. No he llamado, pero en este punto, ¿qué importan los modales? O interrumpir una reunión con los magos más peligrosos del mundo en estos momentos mientras que llevo un bol de arroz. No soy la persona más amenazante del mundo en estos instantes—. Quería agradecerle por su perdón.

—Ve con Mulciber, tenéis patrulla en el callejón Diagon —dice Bella, levantando la voz y asiento. No puedo contradecirla, no ahora, así que cojo un poco más del arroz del bol y me lo meto en la boca, para luego dejarlo en la mesa, delante de Snape, al que veo levantar una ceja. Es la mayor expresión que le he visto hacer nunca.

—Trataremos nuestros asuntos más adelante, April —dice el Señor Tenebroso y vuelvo a asentir.

Mulciber se levanta de su silla y se acerca hasta mi para agarrarme del brazo. Duele el agarre, pero le dejo. No importa, solo importa salir. ¿Y si le robo la varita? Quizá puedo huir, esconderme. Llamar a la Orden del Fénix. Quizá siga en pie la protección.

Me falta el aire cuando nos desaparecemos de golpe.

Llevo sin venir por aquí desde hace meses y casi no lo reconozco. Si antes todos los negocios estaban cerrados ahora no hay nada abierto, ni siquiera Sortilegios Weasley. Tiene todas las luces apagadas y parece que llevan sin abrir un tiempo por la cantidad de suciedad que se acumula en las ventanas. Los conozco, no dejarían que eso pasara. Avanzo hasta la tienda, para comprobar que todo está bien, que no hay nada fuera de lugar. Que todo sigue bien y May también lo está.

—¿A dónde crees que vas? —Orion vuelve a agarrarme del brazo y me pega contra la pared—. ¿Crees que tu novio va a estar ahí? ¿Crees que puedes engañarme como has hecho con todos?

—¿Qué?

Orion nunca había estado tan cerca. Siento su aliento en mi mejilla. Su mano buscando alguna abertura de mi túnica.

—¿Te crees que no sé a donde vas cuando desapareces? —su voz suena en mi oido. Su aliento me da de lleno.

Me muerde la oreja.

Su mano encuentra mi pierna.

Sube.

No puedo moverme.

Encuentra el borde de mis pantalones.

No para de subir.

Su boca baja de mi oreja.

Su mano llega a mi pecho.

Me falta el aire.

—¿No te gusta, April? —la boca de Orion llega hasta la mia y me besa.

Es asqueroso.

Su mano sigue en mi cuerpo. Su boca en la mia. Quiero empujarle. Quiero salir corriendo. No puedo moverme. Quiero chillar. Quiero llorar. Quiero morirme.

—¿Por qué a mi no me respondes, April? Al traidor de tu novio le besabas con gusto —repite Orion y vuelve a besarme.

Me muevo. Por fin. Trato de apartarle. Me faltan fuerzas, pero consigo que su mano baje durante unos segundos, lo que empeora su trato. Su otra mano sube hasta mi cuello y aprieta. Con fuerza.

—No sabía que te gustaba jugar —dice, pegando todo su cuerpo contra el mio. Noto su erección en mi pierna. Como se restriega. Quiero vomitar. Me falta el aire.

La mano que tiene en mi pecho empieza a bajar de nuevo hasta mis pantalones y no tarda en meterla dentro de mis bragas. Su boca sigue sobre la mía, impidiendome chillar. Pero nada me impide morderle la lengua. Orion aparta rápidamente su boca de la mía y veo como escupe sangre. Está enfadado. La mano que tiene en mi cuello aumenta de fuerza y me falta el aire.

—Creo que alguien necesita una lección —dice, después de volver a escupir sangre.

Empiezo a boquear. No me llega el aire. Orion cada vez está más borroso. No noto como me toca. Por fin, me dejo llevar. No lucho. Volveré a ver a mamá. May se unirá a nosotras en unos largos años. Estaremos bien. Estará bien. Cuidarán de ella.

El aire entra de nuevo a mis pulmones, de golpe. Sé que toso, pero me cuesta enfocar la vista. ¿Por qué vuelvo a respirar? Me da vueltas la cabeza y sé que me caigo, pero que me sujetan y quiero salir corriendo porque no quiero que me toquen.

—¿Estás bien? —no sé de quien es la voz porque no puedo enfocar la vista, pero sé que la conozco—. ¡La tengo, vamos!

—¡No!

Pestañeo una y otra vez hasta que consigo enfocar la vista en la chica que se ha parado a mi lado. Angelina Johnson.

—¡Fred, vamos, nos van a pillar! —grita de nuevo y aparto la mirada de ella para verle.

Está totalmente despeinado y fuera de si. Fred lleva una barba de unos días que, si no fuera porque está pegando una paliza muggle a Orion, sería bastante atractiva. Quizá está teniendo algunos problemas para controlar su ira.

—¡Fred! —Angelina vuelve a llamarle, pero él sigue sin hacer caso, así que me levanto del suelo, donde me había caído en algún momento. Angelina intenta pararme, pero la empujo, no necesito su ayuda.

Me duele bastante la garganta por lo que ni siquiera intento hablar. Me acerco hasta Fred y tiro de su brazo cuando va a volver a pegar a Orion. Está irreconocible. Tiene la nariz rota y no deja de sangrar. Uno de sus ojos lo tiene totalemente rojo e incluso tiene una brecha en la cabeza. Fred se suelta de malas formas de mi agarre y vuelve a pegarle. Como está sobre él, le tiene totalmente inmovilizado. Aunque Orion tampoco es que se mueva mucho. Vuelvo a tirar del brazo de Fred y esta vez él se gira hasta mirarme. Niego y él suspira. Pero se vuelve a girar y vuelve a golpear a Orion con todas sus fuerzas. Si antes no estaba incosciente ahora seguro que lo está.

—¡Fred, vamos a casa! —Angelina llega rápidamente hasta donde estamos y no puedo evitar dar un paso atrás. A casa. ¿Están viviendo juntos? ¿Por qué quiero estar en su lugar?— ¡Dale ya la varita, joder!

—Solo si viene —dice, mirandome. Del bolsillo de sus pantalones saca mi varita y pienso. Tengo la adrenalina por las nubes. Quizá debería rechazar la varita y desaparecerme de nuevo, pero la necesito. No puedo volver a estar indefensa. No puedo dejar que vuelva a pasar esto.

Empujo rápidamente a Angelina, lo que hace que Fred se distraiga y agarro mi varita para luego apuntar a Orion.

—Obliviate —digo, con la voz totalmente ronca. Me duele muchisimo la garganta. Tengo otro ataque de tos, lo que me distrae.

No me espero el agarre por la espalda, por lo que recurro a mi primer instinto y uno bastante estúpido, me desaparezco junto con quien me ha agarrado. Y como tonta he venido a la casa. Me giro rápidamente para desmemorizar a quien sea que haya traído conmigo, pero de nuevo es más rápido y me quita la varita.

—¡No vas a volver a huir! —me grita, para luego ponerse de pie. Hemos caído sobre la nieve del jardín porque ni siquiera me tengo en pie—. April, vale ya.

—Tengo... tengo que... volver —digo con dificultad y él niega—. No lo... entenderías.

—Pues ayúdame a entenderlo —dice, sentandose a mi lado en la nieve. Apunto a mi garganta y Fred me entiende perfectamente, apunta con su varita a mi garganta y siento mucho frío para que luego llegue una ola de calor que me hace gritar. Es un momento de dolor en comparación con como estaba antes—. ¿Estás mejor?

—¿Puedes devolverme mi varita? —Fred suspira y se levanta del suelo.

—Te la devuelvo dentro de la casa.

La que suspira ahora soy yo. Sé porqué no quiere darmela ahora. Sería fácil escapar. De todos modos, no me costaría mucho irme, esconderme en casa y volver más tarde, cuando probablemente esté durmiendo y quitarsela. Pero supongo que le debo una explicación porque me ha salvado. Él y Johnson.

—Hemos dejado a Johnson sola en el Callejón Diagon —digo, pero Fred se encoge de hombros y sigue andando—. ¿Te da igual lo que le pase?

—Angelina puede cuidarse sola, estará bien —dice, entrando a la casa. Pero no le sigo. Esto no está bien, él no está bien. ¿Y si no es Fred?—. ¿April?

—¿Dónde fue nuestro primer beso? —le pregunto, mirandole a los ojos. Solo somos dos personas las que sabemos donde pasó.

—En la torre de Astronomía, después de comer juntos —dice, sin apartar la mirada de mi—. ¿A qué viene esto?

—¿Qué pasó allí dentro? —Fred avanza hasta que se pone a mi lado, casi pegado a mi. Puedo contar sus pecas como aquella noche.

—Estabamos así de cerca, abrazos en el suelo —empieza a decir—. Estabas muy preocupada por May y George y por lo que pasaría cuando supieran que May no tenía elección, como tú. Nos dimos los regalos de Navidad y... Acabamos así.

Fred se agacha hasta que llega a mis labios. Pero solo basta un roce para que me empiece a faltar el aire. Siento la mano en mi pecho. La mano en el cuello. La mano que baja hasta meterse dentro de mis bragas. Chillo. Chillo como no he chillado nunca. Me falta el aire. Necesito respirar, pero no puedo.

—Tranquila, April, tranquila —Fred trata de tranquilizarme, pero no puedo. Sé que me toca y chillo más. No quiero que lo haga—. Por favor, respira, April, tienes que respirar.

Intento hacerlo, pero no puedo. El contacto con Fred no ayuda, y al final él se da cuenta, o quizá se asusta, y sale corriendo hacia dentro de la casa. No sé por qué se ha ido, pero no importa, es más fácil si no está. Solo necesito tranquilizarme. Orion no está. Bella no está. No pueden hacerme daño. Ninguno.

—Ponte esto —no me da tiempo a responder cuando el jersey pasa de golpe por mi cabeza y me encuentro atrapada en el olor del jersey de Fred—. Hace frío y esa túnica apenas abriga, quizá puedes abrazarlo y...

—Tengo que protegeros —digo, interrumpiendole. No tengo tiempo, no quiero oir nada de esto, quiero olvidar el ataque de pánico. Quiero olvidarlo todo, necesito distraerme, cambiar de tema—. Tengo que estar con ellos.

—No tienes que estar con ellos, puedes quedarte aquí y nadie lo sabría —insiste, pero niego. No puedo estar aquí, no puedo estar cerca de nadie. No soporto que me toquen, no puedo estar aquí ahora. No puedo estar con él con la marca en el brazo. Con las heridas causadas por ellos.

—Por favor, dame la varita —le ruego y él niega.

—¡No, si te la doy te irás! —grita y luego se frota la cara, frustrado—. Llevamos tres semanas buscándote, May apenas duerme desde hace una semana y media, April, se va a esa casa donde te encontraron a ver si apareces por allí.

—¿Está en casa de mamá? —pregunto y él asiente. Eso lo hace todo más difícil. Tengo que ocultar la casa, hacer un encantamiento Fiddelio para que ni siquiera May pueda encontrarla.

—George va con ella para no dejarla sola, desde que están prometidos no se separan —dice y me quedo mirándole. ¿Acaba de decir que están prometidos? —. Ah, es verdad, tú no lo sabes, llevan prometidos semanas, quizá no fue el mejor momento, pero la última vez que te vimos... bueno, cuando llegué a casa los dos estaban muy acaramelados, no me extrañaría si tenemos un sobrino en nueve meses.

—¿Un sobrino? —repito, sin creeme nada de lo que está diciendo. No han podido ser tan irresponsables como para prometerse en mitad de la guerra. Y mucho menos para celebrarlo con un bebé.

—Ya se verá, si te quedas podrías ser de las primeras en enterarte —sé que está tratando de convencerme y suena bien. Pero no puedo.

—Estoy en deuda con el Señor Tenebroso, Fred, tengo que irme —digo y él pierde el color que tenía. Supongo que no se esperaba esto, aunque yo tampoco esperaba decirlo.

Aprovecho que no se mueve y me acerco a él lentamente para coger mi varita. La necesito para esto. Todo es muy confuso en mi cabeza. Me duele bastante, pero tengo claro algo, algo que ni siquiera Bella puede hacerme olvidar.

—Te quiero, y de verdad que me gustaría quedarme, pero tengo que irme—le digo, cuando se la quito, para luego apuntarle sin ni siquiera temblar. Él abre los ojos y sé que quiere decir algo, pero no le dejo—. Obliviate.

La mirada de Fred cambia. Se ve perdido, sin saber donde está y aprovecho el momento para salir corriendo. No recordará nada de esto. No recordará haber estado en el Callejón Diagón y no recordará haberle pegado una paliza a Orion. Es lo mejor. Solo me gustaría olvidar a mi también. Olvidar esos sentimientos. Nunca le he había dicho nada. Y ahora es como si nunca se lo hubiera dicho.

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No me matéis.

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