Capítulo 40

Presente

Sigo con las dos costillas rotas. Me vuelve a sangrar la herida del costado. Me sigue costando desaparecerme, no me centro y por eso vuelvo a estar en el salón de la casa, con la herida abierta. Otra despartición. En las últimas semanas he perdido la cuenta de cuantas han sido ya, pero cada vez me falta más carne en el costado. Cuando llegué a esta casa fue la primera. Vomité porque mamá estaba muerta y luego vomité al ver tanta sangre. Empecé a marearme, pero conseguí lanzar un aguamenti sobre mi misma para diluir la sangre todo lo posible y curarme de una manera un poco rudimentaria. Funcionó y es lo que llevo haciendo desde entonces con cada despartición. Lo que hago ahora. No podré mirarme la herida hasta dentro de un rato para ver como de mal está ahora, pero es lo mejor que puedo hacer.

Vuelvo a intentar curarme las costillas, sabiendo que es inútil porque Bella me ha maldecido. No tuvo bastante con rompermelas, si no que luego decidió maldecirme. Ya no me protege y Rigel lo sabe, por lo que no duda en intentar dañarme cada vez que puede, pero el tío Thorffin ahora no se separa de mi cuando voy a la mansión Malfoy. Sabe lo que mi padre hizo y ya ha perdido a su hermana y, a sus ojos, a una de sus sobrinas. Soy la única familia que le queda y por eso sé que me va a proteger de mi padre, de los demás no puede porque no tiene autoridad ninguna al haber dejado escapar a Potter en agosto. Cuando se enteró del asesinato de mi madre, Narcissa tuvo que intervenir para evitar que lo matase en su casa.

Fue al día siguiente, llegué con la herida todavía fresca y pálida. Temblaba de solo pensar en tener que explicar porqué había desaparecido. Bella no fue amable conmigo. Me había dejado secuestrar, un traidor a la sangre me había secuestrado de mi secuestro y, cuando parecía que al menos teníamos a uno, este se escapó. Mi castigo fue terrible y, cuando el Señor Tenebroso se enteró que había sido un Weasley el que se había escapado, fue peor. No importó todo lo que grité que ese Weasley no sabía nada sobre Potter, no importó que dijera que Rigel había matado a mi madre. Él había salido impune del asesinato y yo había sido castigada. Me había dado toda la confianza del mundo durante estos dos años, y le había traicionado de esa manera.

Mi rol como mortifaga y mano derecha de Bellatrix fue reducido a mera mortifaga sin valor ninguno. Tenía teóricamente que obedecer lo que dijera Orion, que no dudaba en intentar aprovecharse de mi cada vez que podía. Todavía no me habían mandado a hacer nada para él, por lo que solo se limitaba a restregarse contra mi espalda cuando teníamos una reunión. Rigel reía cuando lo veía y tío Thorffin miraba para otro lado, intentando ignorarlo. Por mucho que fuera la única familia que le quedaba viva, no iba a intervenir.

Vuelvo a desaparecerme para ir a la casa de Fred. A nuestra casa. Siempre vengo antes de irme a dormir por la mañana, él nunca está aquí porque está en Sortilegios. O en la casa de sus padres. O quizá en su apartamento. Me tranquiliza venir porque nadie que no sea él puede encontrarme aquí. Sé que no va a decir nada de esta casa a nadie, al igual que yo tampoco lo voy a hacer. El jardín empieza a estar nevado y por un momento me pregunto en qué parte de Inglaterra estamos para que esté ya nevando. Pero no puedo saberlo, no todavía. Quizá si Potter gana.

Entro a la casa y directamente empiezo a pasear por el salón y puedo imaginarme estar sentada en el sofá, delante de la chimenea encendida envuelta en una manta después de haber estado trabajando todo el día. A Fred entrando al salón y sentandose a mi lado. A May y a George apareciendo por la chimenea para cenar los cuatro los sábados. A Hermione y Ginny viniendo algunos viernes. E incluso a Angelina Johnson y Lee Jordan, ambos amigos de Fred. Podía imaginarme la felicidad de vivir sin miedo, rodeada de gente.

Salgo del salón lentamente, no queriendo dejar que la fantasía se desvanezca del todo. En la planta de arriba están los dormitorios y hay uno con una cama doble que ya está perfectamente decorado.

Y hay un pelirrojo dormido sobre la cama, abrazando un jersey que creía haber perdido.Que él me había regalado.

Se me acelera el corazón y retrocedo lentamente. No sabía que estaba aquí. No sabía que venía a la casa. No puedo seguir aquí.

Fred ha lanzado bien las protecciones y por eso no puedo desaparecerme dentro de la casa por lo que vuelvo a salir al jardín. Ha empezado a nevar y mis pisadas anteriores ya han desaparecido, por lo que no me preocupa dejar nuevas mientras que me voy y me aparezco de nuevo en la casa del bosque.

Empiezo a llorar en cuanto estoy en el salón, ignorando el dolor de las nuevas desparticiones.

***

—Ha llegado hasta nuestros oídos una información bastante valiosa —Bellatrix me ha hecho venir hasta la mansión Malfoy en mitad de la noche,  pero como no duermo tampoco me ha importado. Solo me ha acojonado—. Voy a volver a confiar en ti, April.

—Gracias, Bella —digo, temblando. Le tengo miedo, mucho más que antes. Antes me protegía en cierta forma, ahora no lo hace, por mucho que me esté dando una nueva oportunidad—. No te voy a defraudar.

—Unos aliados de Potter están haciendo un programa de radio, Pottervigilancia lo llaman —dice, escupiendo el nombre—. Difunden información sobre nosotros y no podemos permitir eso, están generando esperanza.

—Y quieres que me ocupe de ellos —digo, levantando la vista del suelo y mirandola. Está sujetando la varita con las dos manos y no deja de moverse por el salón.

—Cuando los encuentres los matarás —me responde Bella, sonriendo y asiento. Será fácil. Encontrar a unos locos que hacen un programa de radio. Es una idea ridícula. Matarlos será muy sencillo—. El programa se emite por la noche, de forma aleatoria y está protegido por una contraseña, últimamente está habiendo más emisiones por lo que nos ha contado nuestra fuente. Si fallas...

No hace falta que termine la amenaza. Sé de lo que Bella es capaz de hacer, solo hay que ver a los Longbotton y donde están. Asiento y ella se va del salón, empezando a gritar ordenes a todos los que pasan por allí. A mi no me queda nada por hacer aquí, así que me desaparezco hasta la casa del bosque. Bella ha dejado de preocuparse por donde vivo o dejo de vivir por lo que puedo venir siempre que quiera. Solo que nunca vengo por la noche porque el bosque resulta terriblemente aterrador.

Sé que hay animales salvajes que viven cerca de la casa. Lobos, principalemente. Aullan a la luna, junto a los árboles que dejan pasar el viento por sus ramas. La luz de la luna ilumina todo el salón, la única estancia de la casa que piso junto a uno de los baños y la cocina. No me atrevo a subir a las habitaciones, no cuando hay tantos recuerdos de Mayo y mamá, las tres en verano, siendo muy pequeñas. No estando tan inestable como ahora.

Vuelvo a tumbarme en el sofá y me echo la manta que tengo allí por encima. Con un movimiento de varita enciendo la chimenea y con otro traigo la radio hasta mi regazo. Las reuniones con Bella siempre son bastante tarde, por lo que es una hora estupenda para empezar a buscar el programa. Apunto con la varita a la radio y empiezo a decir todo lo que se me pasa por la cabeza. Quizá la suerte se pone de mi parte. O el destino.

—Dumbledore. Orden del fénix. Potter— tiene que haber una, algo relacionado con ellos—. Weasley. Longbotton. Evans. Harry. Granger. James. Lily. Remus. Lupin. Black. Sirius.

Y no sucede nada. Sigo probando y voy haciendo una lista con todas las contraseñas que se me ocurren, día tras día. A veces lo hago en el sofá de la casa, otras veces salgo por la noche a lugares lejanos para estar lo más tranquila posible. Nadie me molesta durante las siguientes semanas, supongo que por orden de Bella, pero nada me impide seguir en tensión. Sigo con todas mis heridas intactas, ya me he acostumbrado al dolor de las costillas y aguanto lo suficiente viendo mi propia sangre como para curarme las desparticiones de una forma más decente. Pero nada impide que me ponga enferma, como me pasa una de las noches. Sigo probando contraseñas, una detrás de otra, siguiendo la lista hasta que la encuentro:

—Y con esto llegamos al final de la emisión. No sabemos cuando será la próxima vez que podamos emitir, pero esperamos que pronto, estad atentos. La próxima contraseña será Prewett. Manteneos a salvo, mantened la fe.

La radio se apaga de golpe y yo me levanto del sofá. Sé de quien es esa voz, claro que lo sé, estuvo gritando durante todos los partidos de Quidditch desde su primer año. Lee Jordan, ex-comentarista. Amigo de Fred y George, quienes probablemente también estén metidos en la radio. Y, por asociación, May. Ella querrá ser útil, querrá tener valor, no solo ser la hermana de la mortifaga. Vuelve la ansiedad, el miedo, el terror. Todo de golpe, a pesar de haber estado más o menos controlado.

No puedo matarlos.

Me levanto del sofá, lanzo la manta a cualquier lugar y con un movimiento de varita apago el fuego de la chimenea. Tardo poco en desaparecerme hasta llegar a la casa blanca y entrar rápidamente hacia el salón. Fred no debe estar aquí ahora. Quizá pueda hablar con él, hacerle ver que no tiene sentido lo que están emitiendo. Advertirles.

—Si me estás oyendo —la radio, que no había soltado, empieza a sonar y no puedo evitar dejarla caer al suelo— te espero en casa de mamá, durante la próxima hora.

La radio vuelve a apagarse y me agacho para recogerla del suelo. Claro que May está en la radio. Claro que está intentando hablar conmigo. Miro rápidamente a mi alrededor, para ver si hay papel y una pluma en algún lugar, pero Fred ha considerado que no son necesarios en una casa.

—Estupendo —murmuro y entonces apunto a una de las cajas del salón. Solo espero que esté vacía—. Diffindo.

Primero trazo una ce. Es bastante complicado ya que los cortes solo puedo hacerlos lineales, pero funcionan. Sigo deletreando hasta que el mensaje está escrito. Conocen la radio. Al estar escrito sobre la caja y con cortes parece bastante amenazante, también porque en más de uno de los cortes no he parado de estornudar. Fred sabrá que he sido yo, se pondrán a salvo. Me será dificil encontrarles y el mensaje no parecera tan amenanzante.

Vuelvo a salir al jardín y en cuanto tengo un pie fuera me desaparezco hasta mi casa. Al cuarto de baño. Si May sigue allí estará en el salón, no en el baño. O quizá en la cocina. Sea como sea, se dará cuenta de que hay alguien viviendo aquí. Hay comida en la cocina, una manta tirada en el suelo y la chimenea seguirá caliente. Quizá el piso de arriba está desierto y lleno de polvo, pero se nota que la planta baja no está abandonada.

—Ya ha pasado una hora, nos vamos —la voz de George suena mucho más cerca de lo que me gustaría, así que me meto dentro de la bañera y me tumbo, pero se me escapa un quejido que espero que no hayan oido. Si tardan poco en irse quizá pueda curarme antes de desmayarme, todo el cuerpo me duele mucho más que antes.

—Unos minutos más, por favor —oigo a mi hermana, suplicando. Luego el beso que le da y el suspiro—. Gracias.

—Llevamos así un mes, ¿cuándo crees que va a venir? 

—No lo sé, pero en algún momento vendrá, ¿no? Tiene que ser ella la que viva aquí, mamá estará en la mansión y a mi tío nunca le ha gustado esta casa, por eso la heredó mamá —le aclara May y siento una presión en el pecho. Mamá no está en la mansión, nunca más va a estar allí. Quiero levantarme de la bañera e ir a decirselo—. ¿Volvemos al apartamento? Quizá Fred ha decidido que vuelve esta noche a dormir allí.

—Espero que haya vuelto, por mucho que ahora pasamos tiempo en el apartamento de mis tíos dudo que siga siendo un lugar habitable, y mucho menos para dormir.

—¿Deberíamos hacer limpieza? Se lo diré a Lee el sábado, ¿tenemos reunión, no?

—Y luego el programa.

—Es sábado, la tienda no abre el domingo, podríamos...

—Es peligroso —George interrumpe a mi hermana, supongo que sabiendo que es lo que quiere—. No podemos esperar a April toda la noche, May, ¿y si no viene sola?

—Podremos con quien sea —le responde mi hermana, y suena verdaderamente amenazante. Casi puedo imaginarmela, con una expresión más propia de mí que de la dulce May. La guerra cambia a todos y debería haber supuesto que a ella sería la primera que cambiaría.

—Ya veremos, volvamos a casa.

El silencio es lo que sigue a su conversación. Se han ido. Salgo de la bañera y luego del baño para tener una varita apuntandome al pecho.

—Te dije que había oído algo —levanto la vista de la varita de George para ver a mi hermana, sonriendo mientras que mira a su novio.

—Siento no haberte creído —le dice, mirandola y luego vuelve a mirarme a mí—. También siento esto, April, desmaius.

____________________________________________________________

Ups, ¿qué pasará ahora?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top