Capítulo 36

Presente

Todo me sigue dando vueltas cuando aparecemos. Al principio no reconozco el lugar ya que hay bastantes más cajas que la última vez que estuve aquí, pero al ver el logo entiendo que estamos en el sótano de Sortilegios Weasley, el lugar favorito de Fred cuando estoy por el callejón Diagon. Ha sido lo suficientemente inteligente como para aparecernos en un lugar que no esté a la vista de todo el mundo, pero ahora mismo no tengo tiempo para nada de esto.

—Devuelveme la varita, ¡ya! —vuelvo a intentar cogerla, aprovechando que ha bajado un poco el brazo, pero rápidamente vuelve a levantarlo.

—No hasta que no hablemos —no puedo evitar soltar una carcajada ante el surrealismo de la situación. ¿Fred Weasley queriendo hablar después de todo lo que he hecho? ¿De lo que le he hecho?

—¿Quieres hablar después de la cantidad de mentiras que has dicho hace un momento?—contesto, sin ni siquiera mirarle. No quiero que vea que quiero hablar con él. Que necesito hablar con él. No hemos tenido cierre. No quiero que haya un cierre—. No tenemos nada de que hablar, Weasley. No estamos en el mismo bando, nunca lo hemos estado y nunca lo vamos a estar. Si sigues vivo ahora mismo es porque tienes mi varita, y en el momento en el que la recupere todo lo de la boda te va a parecer una caricia.

—Entonces no tienes varita —responde, sin hacer caso a la provocación. Quiero hacerle daño. Quiero que me odie. Necesito que me odie para poder seguir con esto. que May no cree que esté con ellos y necesito que lo crea para que este a salvo, para que se proteja y no salga corriendo si cree que estoy herida o me ha pasado algo.

—¡Devuelvemela! —chillo y empiezo a forcejear con él, pero de nuevo es más rápido y nos desaparecemos.

Hace frío y al principio doy unos pasos hacia atrás, casi perdiendo él equilibrio. Pero Fred me atrapa y evita que me caiga sobre la hierba. Está muy bien cuidada, sorprendentemente bien, así que levanto la vista y veo una pequeña casa de dos plantas. La fachada es totalmente blanca y tiene un pequeño balcón en la planta superior. Desde el jardín se puede ver el interior de la casa, bastante lleno con cajas de todos los tamaños e incluso hay varios muebles ya colocados, como son un sofá y una mesa. Las sillas de la mesa están por toda la estancia y se puede ver como algunas están montadas y otras a medias. La cocina también se puede ver desde aquí y está totalmente amueblada, aunque hay algunas cajas por medio.

—Compre esta casa en agosto del año pasado —empieza a decir Fred y mi corazón se encoge. En agosto todavía seguíamos juntos—. Empecé a amueblarla y seguí con ello incluso cuando me dijiste que tenías que concentrarte en vuestra huida.

—Callate —no quiero escucharle.

—Según se acercaba la fecha de vuestra huida empecé a traer más y más cosas. Estaba todo el día en Sortilegios Weasley y por la noche venía para poder avanzar más en la casa, quería que estuviera habitable antes de que huyerais.

—Cierra la boca ahora mismo —insisto. Sé que va a decir y no estoy preparada para hacerlo. Me voy alejando lentamente de él, a pesar de que tiene mi varita. Esto solo va a hacerme daño.

—Ni siquiera George sabe que tengo esta casa —continua, sin hacerme caso—. La protegí con un encantamiento Fidelio y yo soy el guardián del secreto, ahora compartido contigo.

—Weasley callate —no sé en que momento he empezado a llorar, pero me limpio rápidamente las lágrimas que han caido por mis mejillas y Fred se acerca a mi.

—Quería que viviesemos juntos aquí, los dos solos. Nadie podría encontrarnos, estarías a salvo de los mortifagos y de Quien-tu-sabes, de tu padre —Fred levanta la mano y limpia todas las lágrimas que han seguido cayendo por mucho que he intentado pararlas. No parece el mismo chico que hace un momento estaba intentando hacerme el máximo daño posible—. Todavía podemos hacerlo, huir.

Fred se inclina hacia mi y sé que va a besarme si le dejo. Sé que le voy a dejar. Tengo que hacerlo para poder salir viva de esta, para poder dejar que May viva. Cuando sus labios tocan los míos mi corazón se acelera y mis lágrimas aumentan. Es el beso más dulce que hemos compartido nunca, pero no me detiene. Sigo llorando por lo que voy a hacer, pero le agarro del brazo y nos desaparecemos. Ya no estamos a salvo. Él se aleja rápidamente y aprovecho el momento para robarle mi varita, viendo está distraido observando donde estamos. En la mansión Avery. En los jardines. Donde antes podía estar a salvo de Bellatrix y los demás mortifagos, e incluso de padre cuando estaba en Azkaban. Ya solo queda madre.

—¿Dónde estamos? —dice, mirandome  fijamente y veo la traición en sus ojos, pero no dejo que me gane. Me limpio las lágrimas y le apunto con la varita, todavía temblando, pero él ya no me mira a mí.

—¡April! —la voz de madre hace que la varita me tiemble aún más, pero no la bajo. Era a ella a quien miraba Fred, pero vuelve a mirarme y tengo que parpadear varias veces para contener las lágrimas, que luchan por volver a salir—. ¿Qué es todo esto? ¿Dónde has estado? ¡Llevan horas buscandote!

—Me habían secuestrado —digo lo suficientemente alto para que madre me oiga. Consigo decir la mentira sin que me tiemble la voz—. Acabas de ver como le he tenido que quitar mi varita.

—No tienes que hacer esto, April —susurra Fred y, por un segundo, pienso que es verdad. Vuelve a tenderme la mano, como ha hecho desde el principio. Pienso en cogerla, en volvernos a desaparecer a esa casa perdida en mitad de la nada.

Nuestra casa.

El avada-kedavra llega antes de que pueda levantar la mano y nos pasa rozando. No dudo en empujar a Fred y enfrentarme a quien sea que se haya atrevido a lanzar la maldición asesina, que vuelve a lanzar otra más y vuelve a fallar. No van a tocarle.

—¡Sabía que te habías ido con esos traidores! —la voz de padre me hace temblar. No le he visto desde que me echó y no pensaba volver a verle en la vida—. ¡Crucio!

—¿Voy a tener que enseñarte a lanzar una maldición? —le digo a pesar del dolor. Esto no es nada comparado con lo que hace Bellatrix, esto es suave y parece casi una caricia. Sigo teniendo la varita en mis manos por lo que no me cuesta mucho levantar el brazo y apuntarle—. Crucio.

El dolor me abandona rápidamente porque él si que no puede aguantar uno de mis hechizos. Antes estaba asustada de él, pero no más. No cuando ataca a quienes me importan. El odio que siento por él es lo que hace que el hechizo sea tan potente. Las ganas de hacer daño verdadero por todo el terror que he pasado por su culpa durante tantos años.

—¡April! —Fred me empuja, haciendo que pare de torturar a Rigel por unos momentos, así que me giro hacia él—. Vamonos, por favor.

—¿Vamonos? ¿Dónde crees que vas a ir? —necesito que me odie, a pesar de que eso rompa su corazón. Quizá no he dejado que padre lo mate, pero tengo que hacer que me odie. A pesar de que me acaba de mostrar la forma de estar a salvo—. Tú no vas a ir a ningún sitio.

Antes de que pueda reaccionar y salir corriendo le toco la mejilla mientras que murmuro el hechizo. Miles y miles de recuerdos totalemente cambiados llegan hasta él. Sentimientos de odio, asco, repulsión que dejaron de existir. Momentos cambiados para que pareciera que, después de estar con él, vomitaba por el asco. Sé que eso no va a valer para convencerle, pero hay tres cosas que definitivamente sí. El poder, las ganas de seguir haciendole daño durante la boda de su hermano. Ese sentimiento no lo cambio y lo dejo fluir, le dejo ver lo bien que me sentía cuando le estaba torturando, como lo disfrutaba. Pensamientos de como heriría a su familia sin dudarlo si eso protegiese a May, pero lo cambio un poco para que creea que solo lo haría por protegerme. Recuerdos de como arreglaba el armario evanescente para ayudar a Draco, a Greyback cruzandolo para ir a Hogwarts y posteriormente herir a Bill Weasley.

—¿Entiendes por qué no vas a ir a ningún sitio? —le digo, sonriendo una vez que me alejo. Sé que le he hecho daño, sé que esta vez no me va a perdonar. La oportunidad de vivir en esa casa de fachada blanca se aleja definitivamente. He jugado con su mente. Su familia es lo más importante y ha entendido que no dudaré en matarles. Levanto la varita, lista para torturarle de nuevo, pero esta vez de forma física.

—Crucio —Rigel vuelve a atacarme por la espalda, como solo él sabe hacer y esta vez grito. Duele, duele bastante. Ha encontrado la misma furia que usaba cuando era pequeña—. Carina, coge al chico.

—Suelta a nuestra hija, Rigel —la voz de madre suena firme por primera vez en años. Le está enfrentando, por mi y eso le enfurece por lo que la maldición se vuelve aún más fuerte.

—¡Haz lo que te digo!

El grito hace que Fred reaccione, por fin, y delante de sus narices se desaparece, volviendo a estar a salvo de la furia de mi padre. El dolor para bruscamente y termino de caerme al suelo, pudiendo volver a pensar de nuevo. Tengo que tener muy claro lo que voy a hacer a continuación, tengo que ser capaz de explicar esto de una manera que no me traicione a la larga. Fred tenía mi varita y cuando hemos llegado parecía desconcertado, así que un secuestro en el que he conseguido escapar y llevarme a uno de ellos me pone en bastante buen lugar. Aunque en realidad no entiendo qué es lo que ha pasado porque no lo recuerdo, no sé como llegué hasta allí y creo que no lo voy a saber nunca. Solo tengo que olvidar nuestra casa.

Vuelvo a centrarme en ahora, en que estoy en el jardín de casa con padre bastante enfadado conmigo, con madre que acaba de defenderme. Lo primero que oigo es la bofetada y luego el golpe en el suelo. Me giro rápidamente para ver como madre está en el césped perfectamente cortado, llevandose una mano al oído. Cuando la separa tiene sangre en la mano y la mira asombrada, pero yo no lo hago. Nunca me han gustado las cosas muggles, pero tenía que reconocer que el bofetón que Hermione le dio a Draco hace ya bastantes años fue un buen golpe y decido que es momento de imitarla. Solo que con una pequeña variación, cierro la mano de tal forma que, cuando golpeo a Rigel, lo hago con mis nudillos en su nariz, que pronto empieza a sangrar. Y no puedo evitar estar más que satisfecha.

Me agacho para agarrar a madre y levantarla, quizá Ambur pueda cuidar de ella o llevarla a la mansión Malfoy para que Narcissa la cure. O quizá con Demeter. Lo importante es que la lleve lejos de aquí, tal y como voy he hecho yo. Rigel está fuera de sí y ahora mismo ni siquiera Bella sería capaz de pararle los pies. Consigo que mamá se ponga de pie y, con cuidado, vamos avazando hacia la casa.

—¡Ambur! —chillo, pero nuestro elfo no aparece por ningún lado. Estamos solo a la mitad del jardín y mamá no puede más—. ¡Ambur!

—Vete, April —murmura mamá mientras que se aleja de mi para sentarse en el suelo—. A la casa del pequeño bosque, la que es nuestra.

—Mamá... —con nuestra sé que se refiere a su familia, a tío Thorffin y a los abuelos. Y a May y a mi.

—Ve, busca a May, Thorffin no va a ir nunca allí, está protegida para que quien quiera haceros daño no pueda entrar —me dice mamá, acariciandome la mejilla como cuando era pequeña.—. Mi niña... no tenías que hacer esto, no tenías que separarte de tu hermana par-.

—¡AVADA-KEDAVRA!

El rayo verde golpea a mamá antes de que termine la frase.

La mano que tiene en mi mejilla cae.

Su mirada se pierde.

Cae a la hierba en lo que parece un momento eterno.

Y no he podido decirle que la quiero.

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Creo que este es el capítulo más duro que he escrito hasta la fecha. Matar a la madre de las gemelas era algo que estaba en mis planes desde el principio, pero ha cambiado un poquito la forma en la que moría, que era mucho más agónica e incluía sangre. Bastante sangre. Al final la he suavizado bastante, pero el significado sigue siendo el mismo, es un castigo hacia April. Rigel es un maltratador y creo que eso se lleva viendo bastantes capítulos, pero aquí termina de demostrarlo.

Con esto empieza el declibe de April hacia la locura (espero que estuviera claro hacia donde iba a ir) y el de Fred hacia el odio. Enemies to lovers to enemies es sinceramente uno de mis tropos favoritos de los fanfics y madre mía, no podía dejarlo escapar.

Ahora sí, se acabó la nota de autora y espero que no hayáis sufrido mucho con esto. Ah, y que haya cumplido vuestras espectativas, reconozco que casi estoy llorando al haber escrito este capítulo.

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