Capítulo 2
Pasado
— Siempre lleno de traidores y sangre sucia, no entiendo como este colegio sigue teniendo alumnos, te dije que era mejor que fueran a Dumstrang o Beauxbaton — dice padre, mirando el andén nueve y tres cuartos.
— Están muy lejos, no pienso dejar que las niñas vayan a esos países — dice madre, y yo respiro aliviada, al igual que lo hace May.
— No os quiero cerca de los sangre sucia y los traidores a la sangre, ¿me habéis oído? — nos dice padre, y asiento rápidamente además de que le doy un pisotón a May antes de que diga nada—. Ya han llegado esos traidores de los Weasley, siempre tienen que ir llamando la atención.
Padre mira fijamente a un numeroso y ruidoso grupo de pelirrojos con cara de asco. Madre, sin embargo, no mira en su dirección, si no que nos mira a nosotras. Aunque más a May que a mi. Madre siempre ha tenido preferencias.
— Quiero que os portéis bien, va sobre todo por ti April — dice, y sé que lo dice por todas las veces en las que he peleado con Draco, Daphne y Astoria —. Ni un solo castigo.
— Pero madre...
— Nada de peros, April, eres una Avery, compórtate como una — me interrumpe padre, y no puedo evitar hacer otra cosa que no sea asentir—. Subid ya al tren, Ambur ya os ha cogido un compartimento.
— Sí, padre — murmuro, y entonces me acerco a madre, que no deja de abrazar a May y susurrarle cosas al oído—. Vamos, May.
— Ven aquí, April — dice madre, y no me queda otra que ir—. Cuida de May, elegid bien vuestras amistades.
Después de susurrarme al oído esas palabras me empuja suavemente hacia el tren, donde May ya está medio subida y esperando para que la siga. Ambur esta delante de ella, y en cuanto ve que estoy lista empieza a andar para llevarnos hasta nuestro compartimento. No quiero girarme para ver el resto de familias que hay en el andén. No quiero ver su felicidad.
May entra en el compartimento y se sienta totalmente recta, frente a la ventana, sin ni siquiera mirar a nuestro elfo doméstico. Al principio no lo entiendo, pero luego veo a padre mirándonos fijamente mientras que, esta vez, madre mira a los pelirrojos. No recuerdo el apellido, pero sé que si lo dicen sabré quienes son y que no me tengo que acercar a ellos. Y que no tengo que dejar que May se acerque a ellos.
El tren empieza a avanzar y May mueve lentamente la mano, siendo May Avery, la niña modelo que tiene orgullosa a madre y a Cissy. Pero en cuanto el andén desaparece de nuestra vista, May se quita los zapatos y sube las piernas al asiento, cruzandolas en una posición terriblemente incómoda.
— ¿A qué esperas para sentarte, April? — dice, y yo aprovecho ese momento para entrar por fin en el compartimento.
— A que dejes de ser una Avery y seas solo May, una de las mejores cazadoras que va a tener Slytherin — le digo, y ella sonríe —. ¿Qué te ha dicho madre?
— Que te vigile para que no te metas en líos — dice, y yo me limito a asentir, porque sé que eso no es todo lo que le ha dicho. Pero ahora no me lo va a decir y no quiero presionarla —. ¿A ti?
— Que cuide de ti, madre piensa que eres una niña indefensa —le digo, y ella ríe.
La risa de May siempre ha sido una de mis cosas favoritas en el mundo. Ella es como el día, alegre y clara. Yo soy más como la noche, triste y oscura. Ella es la perfecta Avery y yo soy la Avery que tiene que esforzarse más. May es la pequeña por cinco minutos y con eso ya ha conseguido librarse de todo lo que lleva ser la mayor. Padre estaba decepcionado porque no habíamos sido niños, al menos una de nosotras, según él no podía hacer otra que no fuera casarnos. Siempre con alguien de los Sagrados Veintiocho y que no fuera un traidor a la sangre, por supuesto. Aunque siempre estaban las quejas de que yo no valdría para ello, lo que llevaba a multitud de castigos. Que todos implicaban separarme de May.
— ¿Podemos sentarnos aquí? Todos los compartimentos están llenos — May y yo nos giramos a la vez para mirar a la puerta, donde hay dos chicos totalmente idénticos y pelirrojos—. ¡George, mira, son gemelas!
— Parece ser que no vamos a ser los únicos gemelos de Hogwarts — dice el otro chico, que sigue manteniéndose fuera del compartimento—. Entonces... ¿podemos pasar?
— ¡Sí, claro que sí! — dice May, y no me da tiempo a negarme cuando los dos ya están dentro de nuestro lugar, subiendo sus baúles a las rendijas. Veo que May quiere levantarse para ayudarles, pero me mira y cuando niego, vuelve a cruzarse de piernas—. ¿Cómo os llamáis?
— Yo soy Fred y él es George — dice uno de ellos, y no puedo evitar reír. Tienen unos nombres ridículos—. ¿Y tú de qué te ríes?
— De vuestros nombres, son asquerosamente muggles — digo, y no puedo evitar poner cara de asco al mencionarlos, al igual que hace May.
— ¿Y cuáles se supone que son los vuestros? —dice el mismo niño, y decido que voy a ignorarle. Es pelirrojo, y no debemos acercarnos a ellos por si son esos traidores a la sangre.
— Ella es April — dice mi hermana y no puedo evitar bufar. Se supone que no tenemos que hablarlos—. Yo soy May.
— No puedes reírte de nuestros nombres cuando vosotras tenéis los nombres de los meses — insiste el gemelo, y yo sigo ignorandole, pero May no está por la labor de imitarme—. ¿Acaso nacisteis una en abril y otra en mayo?
— Es lo que pasó — les confirma May, y no puedo evitar volver a bufar—. April nació el treinta de abril y yo el uno de mayo. Madre pensó que sería mucho mejor que ponernos nombres de constelaciones como hace tía Cissy, April se hubiera llamado Antlia y yo Lacerta. O al revés, padre no lo había decidido todavía, pero al final madre ganó y...
— Cállate ya, May — le digo, pero ella no me hace caso y sigue hablando sin parar a ambos chicos. Y ellos la contestan sin dudar.
Al principio uno de ellos intenta meterme en la conversación, pero pronto se cansa cuando ve que les ignoro. El otro, desde que me había reído de sus nombres muggles no había vuelto a hablarme. O al menos pensaba que habían sido cada uno una cosa, ellos no eran como May y yo, nosotras queríamos que nos diferenciaran, pero a ellos no parecía importarles que los confundieran.
En algún momento del viaje, me quedé profundamente dormida. La voz de May contando como habíamos conseguido que Daphne y Astoria estuvieran castigadas por un mes completo me llevo a aquella tarde de verano en la que una pelea con barro se nos fue de las manos y acabó con ambas hermanas castigadas por su madre al ensuciarse. Y por decir que había sido idea nuestra cuando nosotras estábamos totalmente limpias. Deméter pensó que estaban mintiendo y ellas acabaron castigadas tanto por mentir como por no comportarse como las damas de sangre limpia que son. May y yo aprendimos a comportarnos en público con ese mismo accidente y nunca habíamos hecho nada que no fuera apropiado para nosotras. Hasta que esos demonios pelirrojos habían logrado que May fuera May con alguien más que no fuera yo, su hermana gemela.
— Vamos April, ya hemos llegado, tenemos que salir ya del tren o volveremos a Londres — lo primero que veo cuando abro los ojos es la cara de May demasiado cerca de la mía, por lo que la empujo levemente para que me deje respirar tranquila.
Ella es de contacto físico, yo prefiero tener un espacio a mi alrededor que me deje observar todo. Pero eso no impide a mi hermana darme la mano y tirar de mí para sacarme del compartimento del tren y seguir a los dos pelirrojos.
— May, tenemos que alejarnos de ellos — le susurro, pero ella no me hace caso y sigue adelante, subiéndose al mismo bote al que se han subido ellos.
— Por favor, April, son los primeros amigos de nuestra edad que hacemos — me susurra ella, y yo no puedo evitar suspirar. Porque tiene razón y eso va a conseguir que nos castiguen—. Padre no está aquí para ver lo que hacemos.
— Pero si está Orion y él se lo contará a padre cuando tenga oportunidad, sabes que quiere agradarle como sea— le susurro de vuelta, y ella solo niega.
— Orion no dirá nada si quiere tener alguna oportunidad con nosotras — susurra mi hermana, pero esta vez demasiado alto, logrando que los gemelos pelirrojos nos miren.
— ¿Por qué ese Orion querría tener oportunidades con vosotras? — dice uno de ellos, pero no sé cual ya que no les he escuchado en el tren cuando hablaban de como diferenciarse.
— ¿Quién no querría? — digo, frunciendo el ceño— . Somos sangre limpia, formamos parte de los sagrados veintiocho y tenemos una buena fortuna que heredaremos en algún momento.
— Porque eres insoportable, por eso nadie querría tener una oportunidad contigo — dice el mismo gemelo, con lo que mis ganas de empujarle de la barca aumentan notablemente.
— ¿Qué más da si sois sangre limpias o los sagrados veintiocho si vosotras no queréis estar con esa persona? — dice el otro, despistándome y logrando salvar a su hermano de caer al lago.
— ¿Quién te ha dicho que no queremos estar con esa persona? — dice May, y yo me limito a mirar de vuelta al agua, donde me parece ver un tentáculo—. Puede ser un matrimonio arreglado, pero asegura una estabilidad y la pureza de sangre.
— ¿Estás hablando de que te casarías con alguien que no quieres solo por la pureza de sangre? — insiste el gemelo que me ha distraído.
— Es lo que hay que hacer para evitar que los magos de sangre pura desaparezcan, los sangre sucia están por todos los lados y no se merecen esa magia — digo, pero no les miro, miro el castillo que acaba de aparecer delante de mi vista.
Hogwarts logra que los gemelos pelirrojos y May abandonen la conversación para centrarse en la vista que tenemos delante, que dura poco ya que nos metemos a una pequeña gruta y el guardabosques sale de su enorme barca. Todos le imitamos, y mientras una señora nos hace esperar en unas escaleras, aprovecho para tratar de separar a May de esos pelirrojos. Orion Mulciber está en este castillo y en cualquier momento puede aparecer para darse cuenta de lo que está pasando con May. Y no quiero que le escriba a padre en ningún momento.
— Por aquí— dice la señora, que ha vuelto a aparecer de nuevo y todos la seguimos obedientemente. Hasta que se para delante de un taburete que tiene un sombrero puesto.
Antes de que me de cuenta, agarro la mano de May mientras que el Sombrero canta. Seguro que la selección va por orden alfabético. May y yo seremos las primeras. Yo seré la primera. May me da un suave apretón cuando el sombrero termina de cantar y la misma señora vuelve a hablar:
— Cuando diga vuestros nombres vendréis, os sentaréis y os pondré el Sombrero y seréis seleccionados. Avery, April.
Contengo el aire. No quiero ser la primera. May me empuja suavemente, logrando que salga hacia el taburete. Me siento y entonces la señora que ahora supongo que será una de nuestras profesoras me pone el sombrero en la cabeza. Oigo pequeñas risas cuando el sombrero me tapa los ojos, no dejándome ver nada de lo que pasa fuera.
"Vaya, que tenemos aquí, una Avery. Te pareces a tu padre, le recuerdo bien, un Slytherin puro. ¿Tienes una hermana gemela? ¿Es como tú? ¿O se parece más a tu madre? Ahora que lo recuerdo tu madre no era una Slytherin del todo, pero me rogó estar allí. Ya veo que has heredado tu parte Gryffindor de ella. ¿No quieres estar en Gryffindor, April Avery? Creo que allí harías grandes cosas, como hablar con los muchachos pelirrojos del tren. Sé que en el fondo te han caído bien, y si dejas los prejuicios que tu padre te ha inculcado podríais ser mejores amigos. ¿No quieres revelarte? ¿No quieres ser tú? Te leo, April, como un libro abierto y sé que eres ambiciosa y que matarías por tener poder para proteger a los que quieres, como a May. Pero también eres valiente, tienes una valentía que llevaba sin ver desde el joven Sirius Black. ¿Seguro que no quieres ir a Gryffindor? Está bien, está bien, si de verdad crees que Slytherin es lo mejor, allí te mandaré, pero espera un momento, tengo que estar seguro de esto. ¿De verdad quieres aceptar todo lo que te han impuesto? ¿De verdad vas a hacer todo lo que te pida tu padre solo por hacerle feliz? Sabes que por muchas cosas que hagas, nunca va a ser suficiente para él, ¿estás segura de que no quieres revelarte?"
— ¡Slytherin! — grita el sombrero y vuelvo a ver el Gran Comedor y a la casa de Slytherin aplaudiendo.
Me levanto del taburete con los aplausos y me dirijo a mi mesa, a mi nueva casa. No me ha dado tiempo a responder a ese sombrero cuando ya ha decidido que era momento de dejar de hablar. Sé que no importa todo lo que haga, que nunca será suficiente, pero tengo que intentarlo.
— Avery, May — dice la profesora, y May sale al taburete.
May no es como yo. May no es Slytherin. May es dulce, es amigable. May no puede estar en la casa a la que todos odian porque a ella no se la puede odiar.
— ¡Slytherin! — grita de nuevo el sombrero, y no puedo evitar respirar aliviada al ver que la han mandado aquí. Conmigo.
Aplaudo como el resto de la casa y cuando llega a mi lado le vuelvo a dar la mano, que tiembla. No sé que le ha dicho el sombrero, pero no puede ser nada bueno si ella está temblando de esa forma. Miro al techo, miro al resto de mis compañeros y miro a mi hermana, que no deja de mirar a la multitud que tiene que ser sorteada. Sé que está mirando a los dos gemelos.
— Weasley, Fred — le llama la profesora, y uno de los dos se sienta en el taburete. Weasley es el apellido que ha dicho padre.
— ¡Gryffindor! — responde inmediatamente el sombrero—. Por favor, que ahora suba Fred Weasley y no George Weasley.
Ambos gemelos empiezan a reírse sin parar, y a mi lado puedo ver que May esboza lo que parece ser una sonrisa, a lo que la aprieto la mano un poco más fuerte. No pueden ver que les agrada.
— ¡Gryffindor! — vuelve a gritar el sombrero, y esta vez, el que es Fred Weasley se levanta del taburete para ir a la mesa de los leones, donde todos gritan emocionados.
Puedo ver a dos pelirrojos más, uno de ellos con el pelo largo y la chapa de prefecto y al otro que lleva el sombrero picudo del uniforme que nadie lleva puesto. Deduzco que son sus hermanos cuando los abrazan, supongo que emocionados por estar en esa casa. Si hubieran estado en Slytherin quizá hubiéramos podido ser amigos, quizá a padre no le importaría que fueran traidores a la sangre y así May ya tendría sus primeros amigos de nuestra edad.
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¿No se os ha pasado la semana muy lentamente? Porque a mi sí. Demasiado, de hecho. Bueno, al lío, muchísimas gracias por leer, comentar y comentar esta historia, no sabéis lo feliz que hacéis cada vez que veo una nueva notificación.
¡Nos leemos la semana que viene!
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