Capítulo 114
Pasado
- Vale, lo primero, quiero darte tu regalo.
Teniendo en cuenta que estamos saliendo del castillo un viernes después del desayuno a un lugar desconocido cualquiera pensaría que ese es el regalo. Pero no, es un paquete cuadrado envuelto en papel marrón.
- ¿Salir no es suficiente? -respondo, cogiendo el paquete. Es blandito, como había sido él jersey que me regaló las navidades que nos besamos por primera vez. O aquella bufanda. ¿Podría ser la bufanda? Ojalá fuera la bufanda.
- Vamos, ábrelo.
No necesita volver a decirlo porque rasgo el papel rápidamente y el rojo es lo primero que veo. Es demasiado grande para que sea la bufanda y no hay nada verde, pero es mucho mejor. Es otro jersey de lana, como el amarillo. Y este huele a Fred.
Me quito la túnica rápidamente, dejándola en el suelo del pasadizo -¿quién iba a decir que detrás de la Bruja Tuerta del pasillo del tercer piso iba a haber un pasadizo?- y me lo pongo. Me está sorprendentemente bien. Demasiado bien.
- ¿He copiado bien tu jersey?
- ¡Por eso me faltaba uno, pensaba que los elfos se habían equivocado y se lo habían devuelto a May! -me está perfectamente ajustado, a pesar de que se nota en algunos puntos que no está perfecto, es perfecto.
Le besó suavemente y él me coge de la cintura para pegarme más a él. Todo está jodidamente perfecto, todo lo es.
- Venga, vamos, tenemos que volver antes de la medianoche.
No me da tiempo a responder porque, de golpe, nos desaparecemos. La sensación de la desaparición conjunta es de lo más extraña, más que cuando lo haces tú solo. Lo que me recuerda que mañana no vamos a poder ir a hacer el examen.
- ¿Estás lista para otra vez? Tengo que hacerlo en varios intentos, no he practicado lo suficiente y quiero que todo salga bien.
- Lista.
Y vuelve a hacerlo. Necesitamos desaparecernos dos veces más antes de llegar a lo que parece ser un callejón. Estamos entre dos cubos de basura, lo cual no es lo mejor del mundo así que salimos de ellos inmediatamente y Fred tira de mi para ir a la calle principal.
- Bienvenida a Edimburgo -susurra en mi oído y un escalofrío me recorre todo el cuerpo.
Se nota que empieza a haber vida en la ciudad por como todo el mundo empieza a moverse de un lado a otro ya sea andando o en bicicleta, aunque los que van en bicicleta parecen más turistas que otra cosa.
- Yo... no... no tengo... -no sé ni que decir y, por mucho que lo intento, no me salen las palabras y eso a Fred le hace gracia.
- Lo sé, amor, ¿vamos? Tenemos mucho que ver si quieres que volvamos antes del cumpleaños de May.
Y también sabe que quiero volver antes del cumpleaños de May. Estamos en una ciudad muggle, los dos solos, con ropa muggle y es perfecto. Así que me lanzó a besarle, una y otra vez, y después de cada beso solo puedo decir gracias. Este es, sin duda alguna, uno de los mejores cumpleaños de mi vida.
Fred acaba sacando de su bolsillo un trozo de papel lleno de garabatos -su letra es algo que siempre me va a asombrar por lo desastrosa que es- y empezamos a movernos por la ciudad. Según me cuenta Hermione le había hablado de las guías de viaje y, como madame Prince no le dejaba pisar la biblioteca más de cinco minutos, había salido del castillo más de una vez para ir a una bibiblioteca muggle donde sí que podía verlas.
- Resulta que tenemos guías de viaje muggles en la biblioteca de Hogwarts, ¿te lo puedes creer? Hermione se cansó de sacarme guías de viaje porque ella no podía sacar si no sus libros, por eso acabé en una biblioteca muggle -me cuenta mientras vamos hacia el casco viejo de la ciudad.
La ciudad tiene muchos callejones entre los cuales hacemos muchas más paradas de las necesarias, pero sin duda alguna esos besos son los que mejor saben. Son besos libres, sin preocupaciones, sin miedo ninguno. ¿Será tan fácil cuando nos escapemos? ¿Se sentirán igual de bien? ¿O serán besos llenos de miedo por si nos encuentran? No, definitivamente tienen que saber igual porque nunca nos encontraran.
Por eso seguimos besándonos sin parar, al menos hasta que un ruido extraño suena quizá demasiado cerca de nosotros porque ya no estamos tan dentro de los callejones.
- ¿Eso es un gaitero? -le pregunto a Fred, que asiente con el ceño fruncido. Quizá porque nos ha interrumpido en un muy buen beso. Un muy buen beso que incluía sus manos bajando por la espalda y que, sin duda alguna, iban a acabar en mi culo-. ¿Por qué es tan ruidoso?
- No lo sé, pero podemos agradecer su interrupción para seguir con la ruta -la mano de Fred se desliza hasta la mía y empezamos a andar tranquilamente al lado del gaitero.
Y teniendo en cuenta que casi nunca salgo de la mansión y vivo en el sureste de Inglaterra, me llama la atención. Los muggles tienen cosas raras, su gaita es demasiado aguda y tienen que soplar tanto para tocarla que no debe merecer la pena.
- ¿No querías seguir un poco más en el callejón? -le pregunto a Fred, aprovechando que el gaitero ha dejado de tocar y él sonrie de una forma que conozco muy bien. Es la misma que la de las duchas en los vestuarios.
- Prefiero seguir en otro lado donde podamos seguir, ya no solo sin gaiteros, también sin gente -y levanta las cejas.
No puedo evitar apartar la mirada porque sé a que se refiere y sin bien el curso pasado hicimos muchas cosas en las duchas de los vestuarios, no hemos llegado mucho más lejos de besos y caricias.
Dejo de pensar en ello antes de empezar a ponerme roja y empiezo a fijarme en el ambiente. Hay lugares que parecen, definitivamente, creados por magos y otros es imposible que sean más muggles.
Como el primer castillo al que vamos. Es definitivamente imposible que sea muggle, porque es precioso. Que esté subido en una colina lo hace imposible que sea muggle y cuando lo vemos por dentro solo quiero pasar por esos pasillos con la túnica del baile de Navidad casi flotando. Me gustaría pasar por la muralla, sentarme en ella y poder disfrutar de las vistas y no preocuparme por nada más.
Y lo había pensado por la noche, ni un solo pensamiento al futuro y a la huida, pero allí parados en mitad de tantos muggles que no dejan de hacer fotos a todas las cosas y mientras que Fred mira con curiosidad un cañón, me permito pensar en qué sería si escapasemos y todo saliera bien hasta que nos encontrasen. Porque no iban a dejar de buscarnos.
Pienso en los mejores sitios donde huir y todos son las ciudades más muggles posibles, todo incluye cambiar de aspecto, no solo nosotras dos, también los gemelos.
Incluye separarnos.
Quizá podríamos usar la vieja casa de verano de mamá y Thorffin como punto de encuentro para, de vez en cuando, saber que estamos bien. Pero no podríamos huir juntas y no sé si se estar lejos de May.
Y probablemente por eso nos encontrarían, porque no somos capaces de estar lejos la una de la otra.
O, mejor dicho, yo no sé estar sin May.
El plan empieza a aparecer en mi cabeza. Huir después de Hogwarts, nada más acabar el séptimo curso, en cuanto el tren pare en la estación no salir de él, no por dónde padre y madre nos esperen. Salir por el lado más alejado, ordenar a Ambur que lleve nuestro baúl hasta casa y en cuanto él desaparezca nosotras irnos del vagón, sin que nos vean ellos. Teníamos que tener ropa lista en una mochila, las cosas básicas, pero valdría. Oro también, el suficiente como para cambiarlo por dinero muggle. Cambiar de aspecto en cuanto saliéramos de la estación. Pero tendríamos que conseguir este verano la licencia, si padre nos deja podremos tenerla en agosto.
Solo tenemos que ser las hijas que quiere para tener la licencia en agosto. Sin quejas en todo el verano, las notas perfectas.
Se lo tengo que decir a May, tenemos que contentarle antes de poder huir para siempre.
- ¿Te apetece comer algo? -pregunta Fred cuando salimos del castillo junto con un montón de muggles.
- ¿Crees que ellos sabrán un buen sitio para comer? -Fred parece evaluar un segundo mi pregunta, y luego sonríe y asiente.
- Vamos a seguirles.
Llegan a una iglesia que resulta ser un pub, con música muggle en directo y una comida que deja mucho que desear con respecto a la de los elfos domésticos, al igual que la bebida. Porque los muggles tienen cerveza, pero definitivamente no es como nuestra cerveza y es fácil que se te suba un poco.
Supongo que es por eso por lo que no me entero mucho de lo que el guía muggle habla en el museo nacional, eso y que Fred no deja de acariciarme la cintura.
- No te veía un chico de museos -le susurro mientras que el muggle no deja de hablar sobre... ¿de qué está hablando? Da igual, lo único que me importa son las caricias de Fred en mi cadera, como ha colocado perfectamente la mano para que su pulgar acaricie mi piel perfectamente.
- Lo soy en determinadas condiciones, una de ellas es que seas tú quien me lo cuente -me susurra él de vuelta y no puedo evitar besarle.
El muggle se aclara la garganta y empieza a llevarse al grupo y Fred parece que tiene intención de seguirles, pero, sinceramente ¿qué importa?
- Creo que ya he tenido mucha historia muggle por hoy, ¿qué es lo siguiente en tu lista?
Vamos a un parque. Un parque lleno de muggles que parecen tomar el sol y jugar entre ellos. Ya es lo suficientemente tarde como para que los niños hayan salido del colegio y disfrutan de la tarde de viernes con sus amigos y distintos juegos.
- Nosotros también jugábamos así -dice Fred, señalando a unos niños que están jugando con una pelota-. Solo que no era de fútbol, era una quaffle.
- A nuestra madre no le gustaba cuando cogíamos la quaffle de Draco -le cuento a Fred y él arruga la nariz ante la mención de mi amigo, así que le doy un golpe suave en el brazo-. Inténtalo, por favor.
- Malfoy ni siquiera lo intenta con nosotros, April -responde él y decido aprovecharme un poco de que está tumbado bocarriba y yo estoy apoyada sobre su hombro y le beso.
Quizá la cerveza muggle se me había subido más de lo que pensaba porque el beso empieza a subir de intensidad y es difícil disimularlo en mitad de un parque, tumbados en el césped.
- ¿Vestuarios? -le susurro al oído y parece que Fred está de acuerdo, lo sé por cómo se gira para besarme.
Quizá esta vez los vestuarios se nos quedan cortos.
Lo bueno es que nadie va nunca por allí, menos este curso que no hay Quidditch, así que que los vestuarios femeninos de Slytherin estén completamente cerrados no es ninguna locura.
Nos vamos del parque despacio, parando para besarnos, para un abrazo, para ver cualquier cosa que llama la atención. ¿Así es cómo te sientes cuando no tienes preocupaciones? ¿Así es como disfrutas? Porque quiero esto. Lo quiero con tantas ganas que solo puedo pensar en ello.
Esta vez hay una única desaparición hasta el pasadizo del castillo y, estando a oscuras allí, totalmente a solas, no puedo evitar besarle con más ganas.
Quizá no llegamos a los vestuarios.
Si habíamos tardado una hora en recorrer el pasadizo para irnos, ahora tardamos el doble porque no damos más de cinco pasos sin parar a besarnos de nuevo. O, en el caso de Fred, meter sus manos dentro de mi jersey para acariciarme la espalda y, de vez en cuando, bajar más allá. En el mío sólo para rozarle la piel justo en la cintura del pantalón.
- Joder, April, mete la mano de una vez -susurra y sus palabras solo consiguen acelerarme más. Pero le hago caso-. Joder.
- Sí, joder -murmuro de vuelta.
En algún momento nos alejamos lo suficiente como para avanzar otro poco más y Fred saca del muro un trozo de papel.
- ¡Me dijiste que no tenías el mapa!
- Se lo he pedido a Harry para la vuelta, nunca sabes quién puede estar al otro lado de la estatua -dice antes de volver a besarme.
Salimos de la estatua y la idea es llegar hasta algún sitio donde podamos estar tranquilos y a solas, pero por lo visto la gente decide pasear por el castillo hoy y acabamos subiendo en lugar de bajando. Si tan solo pudiéramos entrar en la sala común de Slytherin cuando todos estuvieran cenando... pero vamos en sentido contrario.
Acabamos escondidos en una de las aulas en desuso del sexto piso y es tan frustrante no ir más allá, no seguir más allá.
Aunque menos mal que no seguimos porque un maullido nos interrumpe.
- Estúpido Filch y estúpida gata -murmura Fred mientras que intenta colocarse la ropa lo mejor posible y yo hago lo mismo con mi falda antes de que los dos salgamos corriendo escaleras arriba. Y la estúpida gata nos sigue.
- Pienso hechizarla, ¿no se cansa? -avanzo hasta ella, con la varita en alto, pero Fred tira de mi.
- Vamos, no podemos hechizarla.
- ¿Y qué quieres hacer? ¡No nos deja tranquilos, Filch ya debe estar viniendo!
Entonces Fred tira de mi y entramos en lo que, definitivamente, es uno de los sitios más raros de Hogwarts después de no dejar pasar a la señora Norris, que maulla sin parar.
- ¿Será para los prefectos? Para cuando tienen las rondas nocturnas -le pregunto a Fred y él se encoge de hombros.
- Ni Bill, ni Charlie, ni Percy lo han mencionado nunca, ¿tu amiga Travers lo ha dicho alguna vez?
Niego, pero luego sonrió. Con la varita en la mano no dudo cuando apunto a la puerta para dejarla totalmente sellada. Ahora sí que no puede entrar nadie.
Al principio es sencillo, es lo mismo que llevamos haciendo toda la tarde, besos, caricias, pero en ningún momento la ropa se había movido de su sitio. Ahora mi jersey desaparece y noto como mis mejillas se ponen rojas.
- ¿Ahora te da vergüenza, Avery? Hasta hace un momento estabas bastante bien metiendo las manos dentro de mis calzoncillos.
- Oh, cállate -murmuro antes de volver a besarle.
Es distinto a todas las otras veces en el vestuario. Quizá porque ahora los dos sabemos que puede haber más si queremos, quizá porque no estamos en una ducha si no en una cama por primera vez.
Esta claro que los dos queremos seguir más allá poco rato después, cuando de la cerveza muggle no queda ni rastro y lo único que queda es puro deseo.
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April no llega al cumpleaños de May porque se queda dormida, es que ha hecho mucho ejercicio en su cumpleaños ups.
Nos vemos la semana que viene ❤️
PD: si queréis leer a las gemelas en un partido de Quidditch, junto a Abby de Save him y a Atria de Mors Memoriae (y varios personajes más de dos chicas maravillosas) pasaos por Tiempo Muerto en -AprilFools- *guiño, guiño, spam, spam*
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