Capítulo 105

Presente

Había un trabajo que tenía claro que no quería aceptar y era ir a Azkaban para algún reportaje y menos con cierta reportera. No había sido complicado encontrar trabajo como fotógrafa dentro del mundo mágico, no eramos algo que abundase en ningún sitio, así que pronto tenía ofertas para cubrir reportajes de El Profeta, Corazón de Bruja e incluso para El Quisquilloso. No podía negar que eran los reportajes donde mejor lo pasaba, a pesar de que muchas veces las fotos no valían para nada ya que no había nada que capturar, pero no podía decirle eso a Luna. También disfrutaba bastante cuando tocaba fotografiar para la sección de deportes de El Profeta o las lechuzas ocasionales de El mundo de la Escoba, que estaba desplegando ya medios para cubrir la noticia de las nuevas escobas del Puddlemere United. Hacer fotos a todo el equipo había sido bastante divertido porque Wood andaba por allí y todavía se acordaba de la última vez que nos habíamos visto, cuando estaba llorando a moco tendido porque Gryffindor había ganado la copa de Quidditch.

Ojalá volver al tiempo donde lo que más nos preocupaba eran las notas, el quidditch y que padre no se enterase de que estabamos con los gemelos.

— ¿Qué haces, May? —George y yo nos habíamos mudado definitivamente a nuestra casa, dejando el apartamento para Fred, que había sorprendido a todos diciendo que se iba mudar al apartamento sobre Hogsmeade para llevar, por fin, la tienda. Una tienda que de momento seguía cerrada, así que todos los días volvía al Callejón Diagon para estar en la otra.

— Quieren un reportaje sobre Azkaban, alguien tiene que hacer las fotos y El Profeta considera que yo soy la mejor para ello —le contesto y George pone los ojos en blanco.

— Sí eres la mejor para ello, no lo dudo, pero ¿seguro que no lo hacen por el morbo? Si vas a Azkaban tendrán un artículo asegurado.

— Oh, dalo por hecho, quieren que, además, haga fotos de los condenados por la guerra, no de la prisión en sí —cojo la carta y se la tiendo para que la lea. Hay una lista de nombres a los que hacer fotos, entre los cuales está Lucius Malfoy, mi padre, mi tío y, por supuesto, Mulciber—. Ya he escrito al Ministerio, a ver si me pueden dar una copia de la sentencia de Mulciber.

— ¿Por qué quieren hacer fotos de todos ellos? —termina de leer la carta, con el ceño fruncido—. Todos son antiguos mortifagos.

— Eso viene del Ministerio, no sé muy bien quien lo ha ordenado, pero alguien estaba preocupado por la seguridad en Azkaban porque ya hubo dos fugas masivas cuando había dementores. Así que ahora quieren demostrar que es un sitio seguro y que de ahí no escapa nadie —aunque, por supuesto, la fecha tiene que ver.

Quedaba exactamente un mes para que se cumpliera el primer aniversario de la batalla de Hogwarts. En un mes haría un año de la muerte de Percy, un año desde que recuperé a April, quien se había mudado de forma semi-permantente a Francia —volvía todos los fines de semana, y probablemente algunos días entre semana que se quedaba a dormir en el apartamento de Fred— y un año desde que me enteré de que mamá estaba muerta. Era el mejor momento para hacer un reportaje sobre Azkaban porque pronto todos los reportajes estarían centrados en el fin de la guerra, en Harry y en los caídos. Y probablemente en todos los que habían participado y habían salido con vida; los héroes.

Ya me habían avisado de que tenía que cubrir ese reportaje, se estaba planeando un gran homenaje en Hogwarts, con cientos de invitados importantes de todo el mundo e incluso un pequeño concierto de Celestina Warbeck que cantaría una canción por los caídos. Las invitaciones a todo el mundo estaban empezando a llegar —lo sabía porque Harry, Ron y Hermione ya habían recibido las suyas, al igual que Kingsley había mencionado en una de las comidas en La Madriguera que él también había recibido la suya— y a George no tardaría en llegarle la suya.

— Si la gente tiene tanto interés en ver que de allí no se escapa nadie que le hagan una visita a la prisión, que seguro que luego desconfían del artículo —George deja la carta de El Profeta en la mesa de la cocina y va hacia la alacena para terminar de buscar las cosas de su desayuno.

— Dalo por hecho, ¿no recuerdas el día que Fleur dijo que las fotos eran falsas?

Había sido mi primer reportaje, en el que hablaban por fin de los aurores, sus entrenamientos y como seguían buscando a distintos mortífagos que estaban todavía escodidos. April había sido de gran ayuda para encontrarlos a todos porque sabía los nombres, así que se los iba diciendo a Harry y Ron. Desde el Ministerio querían dar mayor sensación de seguridad porque, a mediados de enero, había habido un ataque en el Callejón Diagon que lo había puesto de nuevo patas arriba a pesar de que estaba empezando a recobrar un poco de la normalidad. Ese ataque medio estropeó nuestra luna de miel ya que volvimos inmediatamente de Irlanda —primero habíamos pasado una semana en nuestra casa, a la siguiente nos fuimos de viaje— porque, en palabras de April, el callejón Diagon había explotado. No había sido exactamente así, claro, lo que había explotado era una tienda que llevaba un hijo de muggles y habían dejado algunas cosas que, claramente, incriminaba a un grupo muy concreto de gente.

Aurores perfectamente entrenados y aurores en prácticas fueron a por el grupo del ataque, formado por mortifagos del más bajo nivel que habían escapado del radar del Ministerio por pura suerte. Y a mi me mandaron a hacer fotos de la operación porque era la única que estaba lo suficientemente loca como para ir a ello.

Harry y Ron se rieron mucho mientras que Fleur no paraba de criticar las fotos sin parar, mencionando los supuestos montajes y yo intentaba contener la risa porque no dejaba de maldecir a El Profeta en francés —ella seguía en su cruzada personal de no aceptar nada del periódico por el artículo de April— hasta que Arthur llegó a la cena y me felicitó por las fotos. Fleur no se dejó convencer y entonces intentó hacerme decir que eran falsas y también hubo algunos gritos de "¿Por qué trabajas para el periódico que trató a tu hermana de mortifaga con planes para resucitar a Voldemort?" hasta que Ron acabó diciendo que eran reales y acabó enseñando la herida que había ganado por allí. Si teníamos que hacer eso con todo el mundo que dudaba de las noticias, no acabaríamos nunca.

Y por eso estaba intentando abrirme hueco en el mundo muggle.

Todas las fotografías que hacía desde la escoba me proporcionaban unas vistas estupendas y gracias a todas las fotos que tenía del Lago Negro y de Hogwarts vacío —resulta que, cuando pasabas una foto mágica de Hogwarts a una muggle el castillo de convertía en ruinas, pero la verdad es que quedaban alucinantes— había conseguido un pequeño hueco en una revista que se vendía por encargo. Lo más complicado de trabajar también para el mundo muggle era, sin duda alguna, el papeleo que había que hacer, pero merecía la pena porque era una forma más de cambiar de ambiente. Y eso me encantaba.

— Cuando te responda el Ministerio no dudes en mandar a la mierda al periódico en la respuesta, a ver si les queda claro que no es buena idea que vayas.

— Son perfectamente conscientes de que no es buena idea, no te preocupes, cariño.

Según termino de hablar, una lechuza se choca con la ventana de la cocina. Lleva con ella dos sobres de color morado brillante y otro con un tono completamente normal. 

— Creo que tú sabes que son —dice George, viendo como voy directamente a por el sobre marrón. Y no pueden ir en serio.

— De verdad quieren que vaya a Azkaban a hacer las fotos —susurro, leyendo la carta que ha mandado Kinglsey. No me lo puedo creer.

— No vas a ir —George coge rápidamente el pergamino y se pone a escribir en la parte trasera de la carta. Puedo ver un "que te jodan, Kingsley" antes de que vaya a por la lechuza y le ate la carta de malas maneras—. Devuelvesela, vamos, rápidito.

— Lo está diciendo el Primer Ministro, por mucho que no quiera tengo que ir —le digo, pero él niega.

— May, de verdad que puedes hacer lo que te de la gana, pero Azkaban está fuera de los límites. Si quieres puedo ver si consigo algo para ir a la Luna o a Marte, pero a Azkaban no.

— ¿No crees que estás exagerando? Solo es a hacer unas fotos, no es como si fueran a encerrarme allí —no digo como a April porque sobra, pero sé perfectamente que es en lo que está pensando. En como volvió April de Azkaban—. Ella estaba en una celda, yo estaré fuera y haré las fotos desde los pasillos.

— ¿Quién hace la entrevista? —y a eso había llegado. Que había trabajado en algunos de los artículos de Rita Skeeter no era un secreto para nadie, a mi me mandaban a hacer las fotos y luego los ponían en los artículos de ella, pero nunca había coincidido de verdad ni había trabajado activamente con ella. Hasta ahora—. Dime que no es Skeeter.

— Hermione ya la tiene amenazada, lo sabes, no va a hacer nada contra nosotras.

Y tanto que la tenía amenazada. Había visto las cartas que Hermione le había mandado porque había hecho duplicados de todas ellas, junto con las respuestas de Skeeter. Además, le había mandado algunas de las fotos que le había hecho después del Torneo de los Tres Magos y, como extra, teníamos una secuencia de fotos en la que se transformaba delante de la cámara. Esa no había sido su mejor idea, se había metido dentro de uno de los sobres en un intento de recuperar todas las pruebas que tenía Hermione sobre ella y yo andaba cerca con la cámara. Solo sabíamos de la existencia de esa foto Hermione y yo ya que había sucedido después del primer artículo suyo que había tenido mis fotos.

— ¡Quiere la exclusiva!

— ¡Pues sí quiere que discuta con mi padre o con mi tío es lo que tendrá, así a lo mejor se le pasa la tontería cuando entreguemos la foto donde se transforma! —uy.

— ¿Tenéis una foto donde se transforma? —George está sorprendido, y la verdad es que no es para menos—. ¿Y no la habéis utilizado?

— Es buena para el chantaje —entonces se ríe.

— Recuerdo perfectamente como nos decías que el chantaje no era buena idea —sonríe mientras que lo dice y yo también lo hago. Ojalá volver a esos tiempos.

— Bueno, no es lo mismo chantajear a un miembro del Ministerio que a una reportera de pacotilla. De todas formas, es tu culpa por la mala influencia que eres.

George suelta una carcajada y se acerca hasta mi, abrazandome por la espalda mientras que empieza a darme besos en el cuello.

— ¿Así que soy una mala influencia?

Los besos suben del cuello hasta la oreja, donde susurra esas palabras y, como es normal, me entra un escalofrío. Así que giro la cabeza para evitar que siga dandome besos en la oreja y le beso con ganas.

Creo que ambos vamos a llegar tarde al trabajo.

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Estoy teniendo bastantes crisis con esta historia por eso ha habido un salto temporal de unos tres meses je. Y se vienen más probablemente ups. Quizá debería terminar de escribir pasado para ver que así puedo encajar todo perfectamente, pero la verdad es que no me pongo nunca a escribir porque nkflenkfwef 

En fin, que no sé lo que se viene (bueno sí, a grandes rasgos sí), pero que nos vemos la semana que viene ♥

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