Abandono

Hacía mucho tiempo que papá me había prometido un viaje al zoológico y hoy es el día. Ha estado callado todo el tiempo pero tampoco habla mucho desde que mamá se fue. De eso han pasado meses, quizás un año. Recuerdo que fue algo antes de Acción de gracias. Es un recorrido algo largo pero se me hace rápido si llevo la cuenta de cuántos autos pasan junto al nuestro. Al llegar al zoológico tengo anotados cuatro autos rojos, cuatro azules, cinco blancos, dos negros y uno amarillo. Este último era un amarillo muy feo, como el de los taxis.

̶-Baja del coche y espera aquí, debo hacer unas cosas -dice papá mirando por el espejo del auto.

̶-¿No te puedo acompañar?

̶-No -sentencia.

Obedezco y veo el coche alejarse. Es gris. Hoy no vi ningun otro coche gris. Me siento en una roca enorme que hay bajo la sombra del arbol de la entrada. Me cuelgan las piernas. Si no fuera por este arbol, el sol me golpearía en la cara. Hay mucho silencio. Quizás vinimos un día de poca actividad. Espero ver leones y jirafas y elefantes. Esos me hacen especial ilusión porque están en una enorme recreación de su hábitad y no en jaulas. Y cebras también. Me parecen muy graciosas las cebras porque son como caballos disfrazándose de tigres. Aunque los caballos parecen mas grandes. No sé. Nunca he visto una cebra de cerca pero sí monté una vez a caballo. Es otra cosa que me gustaría hacer hoy.

Por lo menos la entrada es bonita. La reja es verde y alta con un cartel enorme y colorido con fotos de los animales. Supongo que en las letras se lee el nombre del zoológico. Eso está de espaldas a mí, detrás de la piedra grande y el arbol de la sombra. Frente a mí está el espacio para que se queden los coches y calles estrechas para que transiten. En medio hay dos lugares de hierba delimitados por flores y piedras por donde los coches no pueden pasar. Uno me queda justo delante. Además de la hierba y las flores tiene un par de arbustos. El otro está a mi derecha y tiene un arbol con par de rocas grandes como ésta debajo y algunos arbustos también. Por la calle de la derecha, rozando ese espacio, se fue mi papá con el coche gris hace un rato ya.

No queda otra que esperar pero el lugar es agradable. Llega un auto rojo y se baja una pareja de adultos, la mujer con una niña en brazos. Yo la saludo agitando las manos y me sonríe. Cuando llegue papá quizás pueda jugar con ella. Los chicos de mi escuela dicen que además de animales, ahí dentro hay canales, columpios y otros aparatos. Ellos vinieron junto a la maestra por una excursión del cole. Había que firmar un permiso y como papá no firmó yo no pude ir. Se le olvidó. Desde que mamá no está se le olvidan muchas cosas. A veces se le olvida ducharse, o ir al trabajo, o contestarle el teléfono a la abuela, o preparar comida.

Menos mal que en mi mochila, aparte de las hojas, los colores y el lápiz, metí un pomo de agua. Papá se ha tardado. Voy a dibujar donde estoy, así se lo enseño cuando llegue. Es un poco complicado apoyar en los muslos pero tampoco hay mucho más que hacer. Bueno, no me quedó exactamente igual pero se da un aire. El sendero de las flores fue lo más difícil pero las rocas me quedaron idénticas. Tal vez a papá le guste más que a mí y lo pegue en la nevera. Mamá lo hacía mucho. A ella siempre le gustaron mis dibujos.
Llega un auto blanco del que se bajan una adulta, una chica y dos niños idénticos algo más grandes que yo. Solo se diferencian en el color de la gorra: una es verde y la otra amarilla. La chica lleva audífonos y los chicos bate y pelota de baseball. La adulta les pide que dejen de lanzarse la pelota pero ellos no hacen caso. Parece su madre. Si mi madre me pidiera algo yo obedecería. Solía hacerlo. Ahora ya no puedo. Los niños me saludan y yo les respondo. Uno me lanza la pelota y yo se la devuelvo. Es la primera vez que me levanto de la roca. Siento el trasero entumido.

̶ -Hola, pequeño, ¿estás perdido? -pregunta la señora.

̶-No. Mi padre vendrá pronto.

̶-¿Quieres entrar con nosotros? -dice el de la gorra amarilla.

̶-No puedo. Cuando llegue mi padre no me va a encontrar. Me pidió que esperara aquí. No quiero perderme.

̶-Haces muy bien -me felicita la madre.

̶-Cuando entres podemos jugar -dice el de la gorra verde y yo asiento.

Cuando me dejan solo no me apetece volverme a sentar así que recorro un poco el lugar sin alejarme de la entrada.

Llegan dos coches, uno azul y otro rojo pero nadie se detiene a hablar conmigo. Recojo algunas piedrecitas y caparazones de caracoles y los meto a la mochila. Más autos: uno negro, otro blanco, uno rojo oscuro y uno naranja. Es el primer naranja que veo hoy. Ninguno gris. Con estas flores solía hacerle coronas a mamá. Hago una para no perder la practica. Quedó bien. Creo que se la regalaré a la niña que me sonrió en la mañana. Bueno, quizás le quede grande, así que se la daré a la señora que me preguntó si estaba perdido.

Más coches. Todos colores repetidos: azul, blanco, rojo, negro. Me siento en una de las rocas del espacio con hierba que estaba a mi derecha y dibujo desde ahí. Ademas del paisaje, dibujé la corona de flores, algunos caracoles, un par de coches y a los dos chicos idénticos jugando pelota. Solo me queda una hoja. Y tengo hambre. Y calor. El sol esta en todo lo alto desde hace un buen rato. Y nada de papá. ¿Se habrá perdido? Debería poder llegar a casa y de ahí si sabe el camino hasta aquí. No le tendría que haber pasado nada malo. Aunque ahora esté algo más delgado sigue siendo un hombre fuerte.

Me alegra de sobremanera ver un auto gris. Recojo mis cosas y me paro en la roca haciendo señas. Pero ese auto gris no es el de papá así que dejo de agitar los brazos. Se baja una señora con un cachorro, lo deja en el suelo meneando la cola, se monta de nuevo y se marcha. Así sin más, sin mirar quién dejó atrás. El animalito la persigue un poco pero no puede alcanzar el auto así que se sienta y lo ve alejarse, con la lengua fuera, la cola estática, las orejas caídas y unos ladridos lastimeros. No puedo creerlo. Acaban de abandonar a ese cachorro. Su imagen mirando fijamente por donde se ha ido su dueña seguramente esperando que regrese me da ganas de llorar. Corro a consolarlo. Yo nunca he tenido un perro pero si lo tuviese no lo abandonaría nunca. Y menos aquí. El lugar es bonito y todo pero podrían arrollarlo. Los perritos se enfrentan a muchos peligros. Hay que ser muy mala persona para hacer algo así.

Él me recibe cariñoso. Vuelve a levantar las orejitas. Parece juguetón. Es amarillo como el helado de vainilla. Un amarillo bonito no como el del coche aquel que vi cuando vine. En el lomo tiene una mancha blanca y el marron de los ojos se le acentúa por un borde negro. Me recuerda lo que usaba mi madre los días de fiesta.

̶-Pero, ¿quién podría abandonar a una cosita tan mona? -me pregunto en voz alta entre tanto lo cargo y acaricio.

̶-Que no te sorprenda, chico, -dice la mujer de las entradas con tono de lástima -pasa más de lo que crees.

Regreso a la roca del principio con el cachorro.

̶-Aquí tienes el almuerzo. -La señora que vende las entradas al zoológico se pone a hablar con otra que fue a visitarla.

̶-¿Ese niño es de alguno de los trabajadores?

̶-No. Lleva aquí casi desde que abrimos. Le dijo a una señora que su padre le pidió que esperara.

̶-Pobre. Es pequeño. Debe tener unos cuatro años.

No tengo cuatro. Tengo cinco recién cumplidos. Tampoco soy tan pequeño. Soy el quinto más alto de mi clase, sin contar a las niñas. Y un niño pequeño no sabe todo lo que yo sé. Yo puedo contar corrido del cero al veinte y puedo escribir mi nombre, mamá, papá y los colores.

̶-¿Llegaste a ver al padre?

̶-No se bajó del coche.

̶-¿Crees que regrese?

̶-Espero que sí. Si no, pobre criatura.

¿Por qué hablan así? Claro que va a regresar. Es mi papá. No va a dejarme aquí. Solo fue a hacer unas cosas y se ha demorado pero regresará y tendremos nuestro día en el zoológico. Aunque ya a la hora que es tendremos que verlo todo rápido. Ese comentario me ha lastimado. Miro al cachorro y siento que puede comprenderme. Me seco las lágrimas y termino como puedo el dibujo de los niños identicos jugando pelota, con el perrito en las piernas.

La mujer de las entradas me da algo de comida que comparto con mi nuevo amigo y ambos agradecemos. Ya no me quedaba agua así que también me rellenó el pomo y me acarició la cabeza antes de volver a su puesto. Hizo lo mismo que yo le hago al perrito. Si no fuera porque menea alegre la cola pensaría que a él tampoco le gusta. Creo que es niña porque no le veo lo que debería tener un perro niño.

Dejo mis cosas en la roca y corro un poco con la cachorra persiguiéndome. Encuentro una rama y se la lanzo un par de veces para que me la traiga. Termino buscándola yo mismo. Al parecer no le gusta este juego o no quiere hacerme caso. También fallo en mis intentos para que me de la patica. Prefiere jugar con los cordones de mis zapatos o voltearse para que le rasque la panza. Pero bueno, por lo menos no me huye. Recojo otras flores y las coloco como mismo se hace una corona pero esta vez amarrándola al cuello de la cachorra en forma de collar. Le queda chulo. Como no lo apreté no le molesta. Invierto mi última hoja en un dibujo de la perrita. Soy un niño optimista así que me dibujo junto a ella.

̶-Como ya eres mi amiga y como quiero que vivas conmigo te pondré un nombre -ella ladea la cabeza, saca la lengua y menea la cola como si me entendiera. Quién sabe. Quizás así sea.

-A ver. Si fueras chico te llamaría Regalo, o Dibujo, o Frijol. Podría llamarte Mantequilla, pero no tienes cara de Mantequilla. -Jope, ¿por qué es tan difícil elegir nombres para chicas? -¡Ya sé! Te llamarás Vainilla. -Tanto pensar y la nombro como en lo primero que me fijé cuando la vi. Pero parece que le gusta así que Vainilla se queda.

En adelante la llamo Vainilla para que recoja la rama que le lanzo y para que me de la patica pero sigue sin hacerlo. Solo gira la cabeza un momento hacia donde apunto y vuelve a mirarme. Al parecer el nombre no influye. Le enseñaré mejor en casa.

De a poco empiezan a salir personas del zoológico. Ya es tarde. La señora de las entradas los despide con un "¡Vuelvan pronto!". Yo me vuelvo a sentar en mi roca con Vainilla en brazos para no molestar.Todos son ruidosos. Se montan en sus coches y se marchan. Vi irse a la pareja de adultos con la niña en brazos y a la señora acompañada de una chica y los dos niños idénticos. Me despedí pero al final no le di la corona. Vainilla ladró bastante hasta que no quedó ningún coche.

Al parecer ya van a cerrar. A papá se le hizo tarde. Muy tarde. No pudimos pasar el día en el zoológico. Guardo en la mochila lo que tenía fuera y me la coloco. Cargo a Vainilla para que no se me pierda. La aprieto un poco contra mí cuando creo que voy a llorar. Estoy preocupado por papá. Y tengo algo de miedo. Será un largo viaje.

̶-Niño, ¿estás bien? -me pregunta la señora de las entradas -¿quieres que llame a alguien?

̶-No sé -contesto a ambas cosas tragándome las lágrimas. -Si viene un hombre en un coche gris dígale que lo estuve esperando como me dijo, que no me moví de aquí hasta ahora, que lo obedecí pero que quedarme más tiempo me da miedo. Creo que intentaré volver a casa antes del anochecer. -Dejé a la señora marcando un numero telefónico y miré el camino por donde habían llegado y se habían ido todos los coches, inlcuídos el de papá y el de la mujer que dejó aquí a Vainilla.

Vainilla ha sido una buena compañía. Espero que le permitan quedarse conmigo.

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