47.Un adiós necesario

LISA

Después de tantas llamadas a la puerta de Sebastián y a su teléfono, me di por vencida y no supe que más hacer. La nota en mi mesilla me tenía totalmente descolocada y exigía una simple explicación para saber el motivo por el cual, tras una maravillosa noche donde nos confesábamos lo que sentíamos el uno por el otro, él se había marchada poniendo fin a lo que teníamos.

Fui a buscarlo al trabajo, pero mi madre, sumamente preocupada, me dijo que él había renunciado por teléfono al trabajo y que no dio explicaciones coherentes a ello. simplemente le dijo que no podía seguir más y que lo sentía. Mi madre me preguntó si nos había pasado algo y lo único que pude hacer es derrumbarme en su presencia y llorar como nunca lo había hecho.

Le conté lo que había pasado y lo que nos dijimos. Ella no entendía las razones de Sebastián porque ella veía nuestra química cuando ambos estábamos cerca, lo que era evidente que nos gustábamos. Quizás le había sucedido algo serio y no quería contármelo; yo no sabía nada de su pasado porque, según él, no era necesario saberlo.

Pero según yo, su pasado parecía ser amenazador y turbio. Quizás pensara que yo iba a rechazarle o tenerle en un mal concepto, pero no me importaba en absoluto su pasado siempre y cuando supiera todo de él. Yo no podía chulearme de haber sido una chica decente porque realmente no lo había sido así que era la menos indicada para criticar el estilo de vida de Sebastián en el pasado.

Tras hablar con mi madre y contarle todo lo que me había pasado. Decidí pasar por el supermercado y comprar todas las chucherías y helados que yo vi que me llamaron la atención. La noche sería larga y pensé en llamar a Gina pero, por motivos de lo que le había pasado a Adam, no deseaba meter más drama a sus vidas al menos por el momento.

Cuando realicé la compra, me encerré en casa y cerré cada ventana para quedarme en mi burbuja de pena y soledad. Abrí la primera tarrina y me senté en el sofá echando un vistazo al reloj de pared: eran las seis de la tarde así que la noche aún tardaría en llegar.

Mientras que tomaba mi helado y miraba la tele, di sin querer una cabezada sobre mi tarrina, pringándome de helado hasta las cejas. Froté mis ojos y miré de nuevo el reloj: eran las 10 de la noche así que me había quedado dormida varias horas.

A pesar de todo el tiempo que intenté averiguar dónde estaba Sebastián, no escuchaba actividad en su casa y eso me desesperaba y preocupaba, ¿Y si se había marchado?

Pero no quería volver a llorar de nuevo: tenía amor propio y si realmente él no me quería en su vida, yo no iba a ir tras él.

Tomé el teléfono y decidí llamar a la persona que más confiaba y quien más penas había escuchado de mi boca. La charla se desvió hacia algo que no me esperaba en absoluto. La proposición de marcharme de viaje con Matt me parecía no solo atractiva sino algo que necesitaba para olvidar. Le contesté que iría con él y lo primero que hice fue hacer la maleta, lo que me sirvió para relajarme y dejar de pensar en Sebastián al menos por unas horas. No iba a darle el gusto, aunque tuviera el corazón destrozado y pisoteado, Lisa siempre ponía buena cara a pesar de la tormenta que le cayese encima.


MATT

Colin me avisó que el tema del billete de avión y de las vacaciones de Lisa y mías estaban solucionadas. El destino era Cuba; la necesidad de un paraje lleno de playas y relax era algo perfecto para olvidar y retomar nuevas fuerzas para cuando volviésemos a Nueva York.

Era muy temprano, pero era la hora indicada para recoger a Lisa y llegar cuanto antes al aeropuerto. Las ganas de salir del país y no cruzarme con Selina eran vitales para mí. Necesitaba un lugar tranquilo para pensar y decidir qué hacer con lo que sabía, pero lo que tenía claro era que iba a hablar con mi abuela y contarle lo que sabía a la vuelta del viaje.

Tomé mi moto y aparqué en la puerta del apartamento de Lisa. Al tocar a su puerta, no me hizo esperar: ella estaba más que lista y su maleta preparada. Era extraño en ella porque tardaba horas en arreglarse, pero su aspecto nada maquillado y sencillo me indicaba que el aspecto no era algo que le preocupase en ese momento.

Antes de marcharnos, la vista llena de tristeza se posó en la puerta del departamento de Sebastián y yo la abracé para consolarla. Sus lágrimas salieron con fuerza mientras que me agarraba como si temiera hundirse en su pena y no salir jamás de ella.

Necesitábamos marcharnos ya y no pensar en nada más que en las cálidas playas donde estaríamos la mayor parte del tiempo sumergidos. El dolor no desaparecería, pero al menos la cabeza estaría ocupada con otras cosas...


Tomamos un taxi para llegar al aeropuerto y nuestra vista estaba pegada en cada semáforo que nos hacía detenernos. La ansiedad nos golpeaba a ambos y no dudé en tomar a Lisa de la mano, lo que ella me contestó silenciosamente con un apretón cariñoso. Necesitábamos terapia conjunta pero lo primero que haríamos al llegar a Cuba sería bañarnos con unos cuantos mojitos en el cuerpo.

Daba gracias a que yo sabía español, por lo que yo sería un buen guía para ella. No solo sería su guía sino su hermano, su confidente, su amigo, su psicólogo y su colega de juergas y lágrimas.

A pesar de la tristeza que teníamos, nuestra cara mostraba una sonrisa de esperanza, esperanza para curarnos de nuestros males y seguir adelante.

ÚLTIMOS CAPÍTULOS

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top