4. La reunión


Después de levantarme de un humor de mil demonios con resaca, caminé hasta mi armario para comenzar a llenar mi maleta. Eran las siete de la mañana por lo que tenía una hora para estar lista y llegar a tiempo de coger el jet privado.

Uno de mis amigos humanos que sabía que yo era vampira, me proporcionaba bolsas de sangre cada semana. Un camión venía con varias bolsas con las que podía alimentarme sin necesidad de cazar. Además, al ser hija de un Original, la sangre humana es más necesaria ya que contiene mucha más energía que la de animal. Nunca mataba a nadie, solo tomaba lo justo de aquellos que venían a mí a descubrir el beso del vampiro. La era de los cazadores de criaturas sobrenaturales había terminado y ahora, en cierta manera, los vampiros éramos tratados como una especie de deidades a las que respetar y si, se terciaba, compartir ciertas cosas.

Yo por supuesto no me negaba en ningún momento y admitía que el tener aliados en cualquier lugar, me resultaba de lo más útil.

Tomé unos 3 conjuntos por lo que pudiese pasar y me tuviera que quedar más de un día en Nueva York y mis bolsas de sangre perfectamente camufladas. Gracias a mi poder de manipular mentes no tendrían que revisar mi maleta y descubrir mi comida, ya que sería un escándalo horrible y quería un viaje tranquilo sin sobresaltos.

Sebastián se quedaba en tierra cosa que comprendía bien; ya había hecho bastante investigando acerca de Ryan. Por lo que pudo averiguar, aquel hombre y yo teníamos más en común de lo que parecía. No se ataba a nadie y tenía cientos de amantes, lo malo es que últimamente se veía con una sola por lo que los rumores de que tenía novia eran aún más altos.

Si eso era así, tenía otro impedimento, ya que si era así, aquella mujer no iba a permitir que Ryan desapareciera y quedar de brazos cruzados sin buscarlo.

Teníamos la dirección exacta de donde se efectuaría la reunión. El plan era que los supuestos inversionistas coreanos que iban a a hacer negocios con Carter, tuvieran un pequeño contratiempo en su empresa. Digamos que, gracias a la influencia que ejercía sobre el mundo vampírico, varios de mis colegas se encargaron de mantenerlos ocupados con trabajo extra por lo que la reunión pasaría a nuestras manos. Tomé el teléfono para llamar a Carter e indicar el cambio de planes de la reunión:

-Ryan Carter, ¿Qué desea?

Una voz profunda como el océano y aterciopelada sonó al otro lado del teléfono. Me remojé los labios sonriendo mientras sujetaba el teléfono.

-Buenos días señor Carter soy la representante de Miyamoto; él no podrá asistir a la reunión por lo que en su lugar iré yo, espero no le moleste.

-Por supuesto que no, ¿Podría saber su nombre?

-Selina Waters; nos vemos en unas horas.

Entonces colgué con una enorme sonrisa en mi rostro. Casi podía sentir y oler aquella piel; qué pronto iba a tenerlo bajo mi techo...

Tomé mis maletas y bajé las escaleras con paso firme y decidido. Sebastián me esperaba en el hall con cara inexpresiva y las llaves del coche en la mano.

-No hace falta que me lleves al aeropuerto; podría ir yo misma.

-Déjame al menos llevarte, me gustaría poder hacer ese favor.

Sebastián era estúpido por sufrir así, por permitirse dejarse llevar por los sentimientos. No iba a demostrar más compasión por él porque él mismo era el que se estaba haciendo daño. Iba a disfrutar de Ryan sin sentirme culpable y si realmente lo estaba pasando tan mal, tenía todo el permiso y derecho de abandonar mi casa.

Sebastián tomó la maleta de mi mano cargándola en el maletero del coche. Me abrió la puerta del copiloto de forma elegante y caballeresca y me adentré al coche sin siquiera mirarle; no deseaba ver su mirada llena de cariño.

Sabía lo que intentaba pero no iba a lograrlo. Su terquedad iba a ser su calvario porque no iba a ceder ni por él ni por nadie. No me permitiría volver a sufrir, y si alguien tenía que sufrir eran los demás.

El trayecto era silencioso para mi bien mental; bastante nerviosa y excitada me encontraba en aquel momento. Sebastián lo notaba, notaba mi entusiasmo; su expresión no era nada amable. Temía su ira; los lobos eran criaturas altamente inestables que enfurecidos pueden provocar estragos. Aunque él a mí no me haría nada si que lo creía capaz de ir a por Carter y destrozarlo por un ataque de celos.

Al llegar al aparcamiento del aeropuerto, me apresuré a salir del coche para largarme cuanto antes de allí. La furia de Sebastián, controlada de momento, estaba llegando a su cénit.

Él salió para abrir el maletero y darme la maleta, quedándose mirando mis labios con el rostro cubierto de deseo.

Sin poder reaccionar, él me tomó de la cintura y me pegó a él besándome con furia y posesividad. Sebastián restregaba su erección contra mis caderas provocando que mi cuerpo se incendiara hasta perder la consciencia. Su lengua estaba provocándome, danzaba junto con la mía mientras que sus manos acariciaban mi cabello y mi trasero.

Cuando interrumpió el beso me preguntó:

-¿Sigues queriendo ir a ver a Carter?

Lo empujé con furia, ¿Así que por eso había tenido aquel arranque de pasión?¿Para demostrar quién de los dos era más hombre para mí?

Tomé la maleta con un enfado monumental pero antes de irme, Sebastián me tomó de la muñeca haciendo que lo mirase a sus ojos dorados.

-Sabes que no voy a rendirme, ¿Verdad?, no voy a parar hasta que me elijas a mí.

-Pues entonces, te compadezco.-Le gruñí antes de zafarme de su agarre.

Si eso es lo que él quería adelante; yo no iba a recoger los pedazos de su corazón.

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