37. Te echaba de menos
LISA
Estaba preparándome poniéndole cada detalle en mi apariencia para gustarle a Sebastián cuando recibí un mensaje de Gina.
En él decía que estaba a diez minutos de mi casa y que en cuanto me viera me haría crujir las costillas del enorme abrazo que me tenía reservado. Estaba deseando poder escuchar sus sabios consejos y disfrutar de un buen tiempo libre juntas.
Estaba contenta con el resultado que me devolvía el espejo; estaba arreglada pero no muy sobrecargada para no parecer una muñeca hinchable. Esta noche le confesaría todo a Sebastián...y no podía estar más acojonada.
Justo cuando me peleaba con mi melena de león psicótico, el timbre sonó haciendo que mi cepillo cayera sobre mi pie, pero, aunque me quedara coja esta noche, le diría todo lo que sentía a Sebastián.
No quería posponer más la agonía: a lo ganaba o lo perdía para siempre.
Pero no había lugar para ser negativa; ahora no era el momento.
Cuando abrí la puerta, unos brazos familiares se ciñeron sobre mí y con el rabillo del ojo pude ver los ojos celestes de Colin mirándome sin pudor con su rostro serio como era de esperar.
Cada vez más el pensamiento de que fuera verdad que yo le gustara a Colin parecía ser más evidente pero esa noticia era la peor que podría tener porque él era ante todo mi amigo de la infancia. Aunque él era muy callado y cerrado a todos, yo disfrutaba de su grata compañía. Él no era de muchas palabras, pero tenía el don de decir las justas y necesarias en cada momento.
- ¡Hola osita!¡Qué alegría de verte! -Exclamó Gina mientras miraba la media sonrisa de Colin observándonos a ambas. Estaba claro que algo iba a decir...
- ¿Qué tal, osita?
- ¿Enserio tenéis que llamarme igual a cuando tenía cinco años? -Les dije a ambos con una gran molestia en la voz, lo que hizo que todos se rieran a carcajadas.
Adam y Doris me saludaron cada uno a su forma, pero parecía que no iban a quedarse; solo pasaron a saludar, pero Colin explicó:
-Ha sido un viaje realmente duro: el padre de Adam murió justo cuando estábamos de gira y no se enteró hasta que volvíamos de camino así que...no está de ánimos.
Asentí a Colin y me despedí de ambos deseándole que se recuperase pronto y ofreciéndole un hombro sobre el que llorar, pero Adam no podía hablar, se le veía muy afectado. Doris lo tomó de la cintura para que pudiera caminar sin caerse ya que se tambaleaba cuando caminaba solo y se despidieron de mí con una sonrisa forzada.
Tras diez minutos charlando con la música de fondo, la puerta de mi casa sonó y entonces pensé:
"Ya vino el hombre que pone pata arribas mi mundo"
Y con una gran sonrisa abrí la puerta.
SEBASTIÁN
Tenía la sensación de que el suelo me tragaría de un momento a otro y me escupiría en el mismo infierno o en medio de un desierto. No sé cuántos vasos de agua me bebí mientras me arreglaba ya que los hombres lobo aumentamos nuestra temperatura corporal conforme el estrés, los nervios o el enfado iba creciendo en nosotros. Además, para mi desgracia, esta noche era luna llena y eso significaba que las ganas de aparearse se cuadruplicaban.
No quería echarme sobre Lisa porque no quería espantarla, pero debía evitar a toda costa quedarnos a solas para que mis instintos no tomaran posesión sobre mí. Era importante que en la fiesta estuviéramos con toda la gente a nuestro alrededor y no podía acercarme a ella porque su olor era algo que ya de por sí me volvía loco.
Cuando me planté en la puerta de la casa de Lisa, su aroma salía por la rendija de la puerta envolviéndome y haciendo crujir mis huesos. Tenía un hambre tan enorme que temía acabar con todos los aperitivos y la cena que había preparado Lisa.
Al tocar el timbre y la vi con ese maravilloso conjunto y su melena rubia casí me deshago como un cubito en medio de una calzada en pleno sol. Era tan hermosa, sexy y perfecta que yo era sólo un perro mojado maloliente a su lado.
Sus piernas parecían tan suaves y ese pantalón, tan ceñido a su trasero y tan corto, hacía que se vieran aún más sus perfectas curvas donde, lejos de marearme, deseaba perderme.
Su voz era música para mis oídos:
- ¡Hola Sebastián, me alegro de que hayas venido!
Y entonces ella me abrazó pegando su pecho al mío. Mi corazón comenzó a latir frenéticamente y entonces, cuando ella se separó de mí, me miró con cara asustada, ¿Qué ocurría?
- ¡Dios mío Sebastián, estás ardiendo!
¿Cómo no iba a estarlo, si esa belleza se vestía así en mi presencia y en luna llena?
Yo le sonreí e intenté guardar toda la tranquilidad posible para evitar que las cosas se pusieran extrañas y que más preguntas surgieran acerca de mi estado.
-Oh no te preocupes por eso, es que cuando hago deporte sudo mucho y cojo mucha temperatura.
Lisa me miró alucinada y comenzó a reírse ante la mirada de sus dos amigos; desde luego ellos sospechaban que había algo entre nosotros.
La chica, que era mi casera, nos miraba moviendo las cejas divertida pero el chico...el chico parecía estar sacándome las medidas para mi traje que llevaría en mi entierro.
Iba a ser una noche extraña.
Después de acercarme a la zona donde la cena estaba colocada, comí sin mostrar lo hambriento que estaba comiendo despacio y no demasiado; eso fue realmente duro y aunque estaba a gusto con Lisa, no era el día más indicado para verla.
Tras hablar entre nosotros y presentarnos debidamente, estuvimos charlando todos juntos acerca del viaje de Colin y su banda explicando Gina que ella, al ser acompañante y no ser parte del grupo, ella había disfrutado enormemente de su tiempo libre. Le ofreció a Lisa llevársela de viaje para que pudieran compartir una experiencia de "solteras" pero eso no me hacía feliz, porque no quería que Lisa estuviera soltera sino conmigo.
Temía que en ese viaje conociera a alguien y las pocas posibilidades que tenía con ella se fueran al traste. Tras marcar la una de la madrugada, Colin y Gina se levantaron del sofá disculpándose ya que se tenían que ir para descansar.
Bajo ningún concepto podía quedarme a solas con Lisa así que yo también me levanté acompañando a Lisa a la salida junto con Colin y Gina.
- ¡Mañana nos vemos osita, cuídate!
-De acuerdo Gina, que descanséis mucho.
Entonces, ellos se marcharon y yo iba a hacer lo mismo, pero Lisa me dijo:
-Ehm Sebastián...no te vayas. Debo de decirte algo y con ellos en casa no podía...
Aquella aura de inocencia me estaba atrayendo a ella como moscas a la miel. Era tan apetitosa y estaba tan cerca de mí.
Apoyado en el marco de la puerta miraba al pasillo que había tras de mí. Sabía perfectamente que si me quedaba, Lisa y yo no solo hablaríamos porque no estaba dispuesto a estar frente mi plato favorito sin darle un buen mordisco.
Ella se mostraba realmente apurada así que no pude negarme y cerré la puerta sentándome de nuevo en el sofá. Ella se sentó a mi lado y me miró con timidez.
-Me cuesta decirlo...dame un segundo-Me dijo Lisa mientras que su respiración se hacía más intensa.
Yo sabía perfectamente lo que me quería decir, olía su excitación a su alrededor, podía ver su piel perlada de sudor por culpa de sus nervios y escuchar su corazón latir frenéticamente.
Lisa me quería y yo no podía esperar más.
Así que decidí facilitarle las cosas lanzándome a por sus carnosos labios para quedarme en ellos todo el tiempo que ella me permitiese, enroscando mis brazos alrededor de su cintura.
Su sabor fue el detonante para que perdiera mi cabeza.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top