33. La fiesta de bienvenida

LISA

Mientras que atendía a unos inversionistas coreanos, recibí un mensaje del número de Gina. Estaba realmente emocionada porque tan solo quedaban dos días para el viernes, así que el fin de semana se planteaba realmente divertido.

Gina me confirmó que sus billetes de avión ya habían sido comprados y que estarían el viernes sobre las siete de la tarde en Nueva York. Según ella, su hermano Colin había alquilado un apartamento antes de irse de gira para que cuando volvieran no tuvieran líos buscando un apartamento de alquiler.

Mientras le contestaba a Gina,Matt pasó delante de mí visiblemente pálido.

- ¿Matt? ¿Qué te ocurre?-Le pregunté preocupada.

Él frenó en seco cuando escuchó mi pregunta e intentó ponerme buena cara, pero sabía bien que algo estaba pasando. Entonces, recurrí a algo que siempre funcionaba cuando Matt tenía la lengua bien atada:

- ¿Te apetece que vayamos a comer algo y me cuentas?

Pero ni mi invitación ni mi sonrisa encantadora hicieron efecto. Entonces, pensé en la fiesta:

-Matt, necesito ayuda para organizar una fiesta este viernes. No sé si sabrás, pero viene Colin y el resto del grupo así que he pensado hacerles una gran bienvenida.

Matt parecía relajarse ante esa noticia; él y Colin eran amigos desde hacía mucho tiempo. Era evidente que lo había echado de menos.

Tras un breve silencio, Matt me dedicó su sonrisa traviesa y me dijo:

-Necesitas a tu hombre para hacer las compras, ¿Verdad?

Comencé a reírme de su ocurrencia, pero me sentía aliviada al ver que lo había animado. Cuando Matt decidía no hablar de aquello que le preocupaba, no había nada que pudieras hacer. Esperaba que no fuera nada grave.

Tras charlar unos diez minutos, decidimos que iríamos a hacer las compras cuando saliéramos del trabajo y organizaríamos el evento. Necesitaba a Gina para hablar de todo lo que me había pasado y de lo que podía hacer respecto a Sebastián, ¿Me atrevía a dar el paso o esperaba un poco más?


Por primera vez en mucho tiempo y gracias al enchufe que Matt me proporcionaba al ser amigo del Gran Jefe, no me quedé hasta tarde como lo solía hacer, entendiendo el motivo de que celebrásemos la llegada de Colin.

Él había firmado junto con su grupo con una discográfica que iba a permitirles grabar un disco además de otra gira más adelante para promocionarlo. Estaba claro que Colin y los suyos tenían un talento extraordinario, pero eso ya lo pensábamos todos antes de la gran noticia,

Cuando salimos de Carter Corp, Matt volvía a estar un tanto extraño y evasivo. Por mucho que lo intenté no quiso hablar conmigo respecto a lo que le ocurría. Tras comprar lo que iba a ser el menú de la fiesta, Matt se disculpó conmigo diciéndome que tenía que volver a casas por un asunto personal.

A pesar de ser un amigo y compañero excepcional, Matt era la persona más inexplorable que había conocido. No sabía prácticamente nada de su vida; sólo lo que él dejaba demostrar a los demás.


Aproveché que Matt se marchó para comprarme un conjunto para la fiesta. Cuando recibí un mensaje de Sebastián invitándome a su casa a cenar, el corazón me dio dos vueltas de campana, así que decidí que no iba a ser un conjunto sino dos.

Estaba claro que, aunque fuera en pijama a cenar en su casa, iba a ser un pijama más especial que de costumbre, además de un conjunto de lencería "por si acaso" ya que nunca se sabía lo que podía pasar.


Tras elegir mis atuendos para mis dos ocasiones especiales, fui cargada hasta el taxi que me esperaba en la puerta de los grandes almacenes. Al llegar a casa respiré aliviada por un día largo e intenso de trabajo, preparándome para la cena de Sebastián.

Quería ir natural y que no se me notara que me había arreglado más de lo normal para que no sospechara. Tenía que ser sutil y elegante; lo justo para agradarlo un poco más que de costumbre.


El perfume caro no debía de faltar; ése era el toque de sutileza que necesitaba. Estaba tan nerviosa que temblaba como un flan delante de un niño.

Tras terminar de darme los toques finales, miré el reloj y vi que eran casi las nueve; la hora perfecta de cenar. Me alegraba que no hubiera tardado más de lo normal porque no quería desesperar a mi anfitrión favorito.

Y tras tocar la puerta, un Sebastián de pelo mojado y camiseta de tirantes blanca me abrió y yo tuve que recoger la lengua que se me había caído al suelo.


SEBASTIÁN

Tras terminar mi jornada de trabajo, decidí que como solo eran las cinco de la tarde, iba a preparar yo mismo la cena en vez de encargar algo. Margaret me prestó uno de sus mejores libros de cocina indicándome los platos que más le gustaban a Lisa.

Comencé a realizar mis experimentos culinarios con gran nerviosismo. Yo nunca me esmeraba en la cocina porque solía comer lo que encontrara de paso; nunca le había cogido el gusto a comer en compañía ya que Selina nunca comía y comer solo era muy triste.

Pero con Lisa todo eso había cambiado. Nuestra rutina de cenar juntos me encantaba. Su amistad era lo mejor que me había pasado nunca y desde luego, gracias a ella, había superado poco a poco el dolor de la ruptura de Selina.

Cuando miré la hora me di cuenta que tan solo quedaban 30 minutos para las nueve, por lo que corrí a la ducha para poder así adecentarme un poco. Quería que la noche fuera divertida y amena para ambos; era nuestra válvula de escape tras terminar de un trabajo duro y de aguantar a gente no muy amable durante el día.

Cuando salí de la ducha, me vestí con velocidad, pero la puerta sonó y comencé a sentirme nervioso. No sabía el aspecto que tenía porque no había podido verme al espejo así que temía que Lisa no me viera con buenos ojos.

Pero al abrir la puerta y ver como se me quedó mirando, me di cuenta que iba mejor de lo que pensaba.

Ella estaba distinta, más que de costumbre. Su perfume había cambiado por otro más fuerte y dulce que se quedaba en las fosas nasales y el paladar; era como saborearla en la distancia.

Los hombres lobo somos fanáticos de los olores de las hembras que nos atraen, siendo una de las características que más nos excitan. Debajo de ese perfume caro, el aroma natural de Lisa era tan fascinante como embriagador; debía de apretar los dientes para no intentar abalanzarme sobre ella y perder la caballerosidad que había demostrado con ella.

Poco a poco y sin darme cuenta, entre Lisa y yo nació algo que pensé que nunca más sentiría. No sabía si ella se sentía atraída por mí o si era solo físico, pero yo...yo estaba enloqueciendo por ella.

Le extendí la mano para invitarla a entrar de forma gentil. La delicadeza de su piel era como satén entre mis dedos. Aquella mujer era maravillosa y esta noche ella era solo para mí y yo era el único que podía admirarla en su estado natural y relajado. Desde luego yo era un idiota con suerte, así que respiré hondo y decidí demostrarle lo buen partido que soy para ella, enseñándole el sinfín de platos que había hecho para ella.

Pero se dio cuenta que yo había preparado todo lo que a ella le gustaba y al mencionar a su madre, comencé a reírme mientras que ella me miraba con los brazos en jarras simulando un enfado ficticio.

Pero ella estaba encantada, lo vi por la luz de sus ojos y el brillo que emitía su piel. Estaba en un estado máximo de alegría al igual que yo y eso era maravilloso.

Y tras tenderle una copa, dimos por empezada la velada.

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