31.Pillada in fraganti


SELINA

Llevaba tantas horas enfrascada entre llamadas y sugerencias de los clientes de Carter que no me di cuenta que ya era la hora del descanso que la gente normal usaba para almorzar. Yo no comía, pero no le hacía ascos a un buen café, así que, aprovechando que Carter se había ido, me marché de camino al open space para tomarme un buen capuchino de vainilla de máquina.

A pesar de ser siempre de gustos refinados, admitía que los cafés de esa máquina eran realmente buenos. Poco a poco, con el pasar de los días, mi trabajo comenzó a ser menos desagradable para mí y hasta se me daba bien. Ryan se había contenido un poco en cuanto a sus coqueteos habituales y eso lo agradecí enormemente. Pasó de querer estar entre mis piernas a ser hasta caballeroso.

Cuando llegué al open space, vi que Matt y Lisa estaban en una mesa tomando una taza de café y, aunque me intenté escaquear, Lisa fue más rápida que yo.

- ¡Hola Selina!¡Siéntate con nosotros!

La energía de aquella mujer era realmente desbordante. A pesar de estar hasta arriba de trabajo ella siempre sonreía y admitía que su compañía y entusiasmo me ayudaron mucho a adaptarme. Desde que casi comencé a trabajar aquí, ella me enseñó todo lo que tenía que saber e incluso una clase avanzada sobre cómo tratar al Gran Jefe y las cosas que él valora en el trabajo. Y como no, mi agenda plagada de los consejos de Lisa, me acompañaban allá donde fuera.

A pesar de conocerme un poco más, Matt parecía que me huía cada vez que yo me sentaba con ellos o intentaba hablar con él; no entendía su actitud.

Quizás mi aspecto un tanto oscuro le hacía ponerse nervioso.

Me dije a mi misma que solo necesitaba tiempo y que, si realmente no quería conocerme, estaba en su derecho. Puse mi mejor cara y comencé a charlar con Lisa acerca de cómo le había ido el día.

Tras hablar de algunas tonterías banales, Lisa se puso seria y me dijo:

- ¿Sabes que la hermana de Ryan va a trabajar en recursos humanos?

Cuando Matt escuchó lo que dijo Lisa, comenzó a toser mientras se ahogaba con su café. Lisa corrió hasta él para darle unas palmadas; su rostro era del tono del papel.

-Debes estar bromeando...-Dijo Matt con un hilo de voz y la cara cubierta de sudor.

-No miento; la escuché hablando con Gabriel, y como la empresa también es de ella, Ryan no va a poder decir que no.

-Espera, ¿Ryan no lo sabe? ¿Pero qué clase de relación de hermanos es ésa? -Pregunté extrañada.

Matt y Lisa me dirigieron una mirada que mostraba una profunda irritación por esa chica. Recordé entonces mi encontronazo con ella cuando discutía con Ryan acerca de la que se suponía que era su novia. Parecía que su hermana conocía demasiado a aquella mujer para que sólo fuera su amante...

¿Y si realmente era su novia?

Decidí descartar ese tipo de pensamiento y estar aún más atenta. Que esa clase de mujer trabajara a partir de ahora en la empresa y de improvisto sin avisar a nadie me daba mala espina, ¿Qué planes tenía esa mujer?

Estaba claro que no podía decirle nada a Ryan porque no podía meterme en sus relaciones familiares; tarde o temprano él lo descubrirá.

Tras ver la hora y sentir la sensación de sed que comenzaba a atenazarme, tuve que disculparme con Lisa y Matt para solucionar el problema del suministro de sangre. En Mistery Spell tenía un contacto amigo de mi padre que me suministraba sangre del hospital, pero aquí no conocía a nadie.

Sin muchas ganas ni ánimos, tomé el teléfono y pensé en llamar a mi padre. Sabía que él deseaba hablar conmigo, pero yo...yo no tenía demasiadas ganas.

Mi relación con mi padre no había sido muy buena. Para él, sus responsabilidades respecto a cuidar a su raza eran más importantes que cuidar a su propia hija. mi padre tuvo la gran suerte de encontrar a una humana compatible para engendrar con un vampiro. Había muy pocos humanos y humanas que eran capaces de engendrar hijos con vampiros y los que cumplían ese requisito, normalmente eran secuestrados y usados para ese fin. No sería el primer caso ni el último y lo que es peor, mi padre siempre ha defendido esas prácticas.

Pero el tema de la llamada no era esa sino lo que yo necesitaba. Otra cosa no, pero si yo necesitaba algo mi padre se desvivía por mí; al menos eso lo hacía bien.

Tras meterme en el baño que estaba desierto debido a la hora, tecleé el teléfono de mi padre y me contestó con sorpresa:

- ¿Hija? ¿Selina eres tú?

Tragué saliva y respiré hondo para intentar tranquilizarme; siempre que tenía que hablar con él me ocurría lo mismo:

-Sí, soy yo. Te llamo para decirte que estoy trabajando en Nueva York y que necesito que me suministren sangre porque aquí no tengo ningún contacto.

- ¿Trabajas en Nueva York? ¿De qué si puede saberse?

-Trabajo de asistente del dueño de una corporación muy importante-Le dije aparentando la mayor tranquilidad posible, aunque mi voz temblaba por la voz imponente de mi padre.

Un silencio repentino se instaló entre nosotros, temiendo lo que iba a decir mi padre respecto a lo que le parecía mi cambio de aires; él era demasiado espontáneo para mi gusto. Pero su respuesta me dejó aún más perpleja de lo que estaba.

-Me parece estupendo hija mía, me gusta mucho que cambies de aires de vez en cuando y descubras nuevos terrenos inexplorados. No te preocupes por la sangre; tengo varios contactos en los hospitales de Nueva York, así que te daré por mensaje donde te tienes que dirigir y con quién tienes que hablar.

-Vale, gracias.

Y justo antes de que colgara, la voz de mi padre impidió que pulsara el botón rojo:

-Hija...sabes que me gustaría verte y hablar un poco. No he sido un padre ejemplar ni mucho menos así que me gustaría que pudiéramos conocernos un poco más y que nos contemos lo que hemos hecho todos estos años.

La voz de mi padre no mostraba su orgullo o fortaleza habituales sino una gran inseguridad. No sabía que a él le provocaba la misma sensación al hablar conmigo que cuando yo hablaba con él. Antes de colgar, decidí darle una respuesta.

-Está bien, pronto nos veremos.

Tras despedirnos, abrí el grifo del lavabo y lavé mi rostro que parecía haberse prendido en llamas. Una angustia que llevaba instalada desde que marqué el teléfono de mi padre, poco a poco se iba liberando y desapareciendo por arte de magia.

Era hora de volver al trabajo porque lo único que me faltaba era oír las quejas de Ryan por no volver a la hora indicada.

Lo que no sabía es que alguien había escuchado mi conversación y en esos momentos estaba sacando sus propias conclusiones.

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