26.Planes rotos



SELINA

Me había despertado de un humor tan infernal que compadecía al pobre taxista que me llevaría al aeropuerto. Con el brazo alcancé la maleta de mano que tenía bajo la cama en la que guardaba mis bolsas de sangre para tomar algo en la mañana. El problema que tuve ayer por la noche con Cárter me había debilitado más de lo que pensaba; el estrés nunca había sido bueno para mí.

Justo cuando estaba recogiendo las cosas, recibí un mensaje del cerdo de mi padre. Dudé en abrirlo o no pero, por desgracia conociéndolo, iba a presentarse él mismo en la puerta de esta habitación en menos de 20 minutos aunque estuviera en la otra punta del país.

"Hola querida hija, he pensado que llevamos mucho sin vernos y me gustaría poder verte. Sé que no siempre me he comportado bien contigo, pero deseo empezar a hacerlo. He perdido mucho tiempo y de veras que lo siento. En la mayor brevedad posible contéstame para saber tu opinión"

Nicolae Bartholy

La respuesta que tenía pensada para él no era nada amable, pero me lo ahorré porque, por el momento, estaba ocupada haciendo la maleta; ya le contestaría cuando llegara a Mistery Spell y me tomara unas cuantas copas para olvidar el desastre de dos días que había perdido.

Aunque vine a por Carter para llevármelo conmigo y divertirme con él, al enterarme de su mentira me hizo darme cuenta de lo estúpida que había sido. Si me juntaba con ese tipo de hombres que no les importaba nada, ¿Qué me esperaba? ¿Que no fueran mentirosos?¿Que les doliera mentir?

Estaba claro que si iba por el camino de siempre de estar acostándome con uno o con otro iba a terminar teniendo problemas de este tipo. Desde lo de Carter mi cabeza, literalmente, colisionó y el mensaje de mi padre no me dejó precisamente mejor cuerpo.

Quizás necesitaba estar un tiempo sola, sin hombres ni complicaciones. Necesitaba tiempo para mí y para organizar mi vida para saber qué es lo que quiero. Quizás empezara otra carrera o aprendiera alguna cosa nueva.


Y por otra parte estaba el problema de Sebastián. Desde aquella pelea no me había contestado el mensaje y, aunque entendía que quizás no me hablara nunca porque no me iba a perdonar jamás, deseaba saber que al menos estaba bien. Pero ese asunto debía esperar...

El asunto que me corría prisa era abandonar esa ciudad tóxica y volver a mi origen; a mi tranquila y apacible mansión. Deseaba refugiarme en mi soledad a los pies de mi chimenea con la cabeza dentro de un libro y no entre las piernas de un hombre que desconocía. No deseaba saber de hombres en los que me restaba de existencia; estaba más que cabreada y nunca me había sentido de esa forma.

De un golpe cerré la maleta y tomé la tarjeta del hotel para cerrar la habitación con llave. Con la sensación de haber tocado fondo, cerré la puerta y me fui a recepción para devolver la llave y así poder marcharme de una vez.

Una vez fuera, tomé el teléfono y pedí un taxi que no tardó en venir. Cargué la maleta y le oedí que me llevara rápidamente al aeropuerto; eran las ocho de la mañana y en cuatro horas saldría mi vuelo.

Pero ya se sabe cómo son los aeropuertos; todo papeleo y retrasos, por lo que quise ir cuanto antes para que cualquier problema que se me presentara resolverlo lo más brevemente posible.

De todos los lugares del mundo, estaba segura que Nueva York no iba a ser de los destinos que volvería. Y estaba segura que cuando el idiota de Carter apareciera en la televisión, cambiaría de canal de una patada.

Mientras mascullaba mil maldiciones y miraba por la ventanilla, vi a una cara conocida atendiendo la terraza de una cafetería, ¿Era Sebastián?

Mientras estábamos parados en el semáforo me esforcé en agudizar la vista y entonces confirmé mis sospechas; Sebastián trabajaba en la cafetería de camarero. Estaba claro que había comenzado una nueva vida y que yo, como era lógico, no estaba invitada a ella.

Entonces, una mujer rubia se le acercó robándole uno de los croissants que llevaba en la bandeja dándole un beso en la mejilla; él parecía realmente contento y yo me alegraba por él. Al menos uno de los dos era feliz...

Me acomodé en el asiento retirando la vista de la ventanilla; no deseaba mirar más, ya tenía lo que quería saber.


Me acomodé en el asiento retirando la vista de la ventanilla; no deseaba mirar más, ya tenía lo que quería saber.

Entonces el taxi paró y mi burbuja explotó dándome cuenta que ya había llegado. Tras pagar al taxista resoplé y salí al exterior arrastrando mi maleta de ruedas. Gracias a mi control mental, pasaría los controles sin problemas ya que necesitaba mis bolsas de sangre por si ocurría algo.

Me senté en los asientos libres que habían cerca de uno de los mostradores esperando a que anunciaran mi vuelo. Apretaba con fuerza mis manos implorando que aquella tortura acabase y me fuera para siempre de aquel lugar que me asfixiaba, pero el tiempo pasaba y no decían nada. Miré la pantalla de los vuelos y el mío, marcado en amarillo, aún no había sido anunciado debido a un retraso de 20 minutos por culpa del vuelo anterior.


Comencé a impacientarme y las ganas de beber sangre comenzaron a aumentar, pero debía de controlarme por el bien de todos los que estaban en el edificio. Si desataba las ansias de sangre, muchos inocentes morirían irremediablemente esta mañana y yo no era tan mala para ocasionar tal cosa sin sentir remordimientos.

Después de muchos minutos sin saber nada por fin una de las azafatas anunció por megáfono que el vuelo donde destino a Mistery Spell iba a zarpar por lo que tomé mi pasaporte para poder salir cuanto antes de allí. Pero entonces, cuando tocó mi turno, la mujer encargada de revisar los datos de cada uno de los que subíamos al avión dijo que la reserva no estaba hecha por lo que no podía subir.

- ¿Cómo que no está hecha?¡Mire el billete!

-El billete está a nombre de una tal Selina Waters no Selina Wilch que es usted.

Pero espera, ¿Cuándo yo había reservado con mi nombre falso?

Cuando comencé a discutir con la azafata, una mano se posó en mi hombro haciéndome sobresaltar y girarme para discutir con aquel que osara ponerme las manos encima. En seguida reconocí esa cara: el chófer de Cárter, ¿Qué mierdas hacía aquí?

-Señorita Wilch, acompáñeme por favor; el señor Carter desea verla.

Cuando escuché mi verdadero apellido de los labios de aquel hombre en seguida supe que todo se había descubierto. Cárter sabía que le había mentido y por lo poco que le conocía, estaba segura que él andaba detrás de todo el follón del vuelo.

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